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Diario de la resistencia

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Mensaje  maldo Vie Sep 03, 2010 6:21 am

miembro de la resistencia no sigas discutiendo con el moderador ya que ya lo conosco... y te va a molestar sin fundamentos hasta meterte un ban XD y seguir sintiendo superioridad.
yo ofresco mis post para cada vez que hagas uno doble me quiten a mi.

sigo esperando tu proxima entrada... animo.
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Mensaje  Battousai Vie Sep 03, 2010 4:05 pm

Miembro de la resistencia escribió:
Battousai escribió:pero no esta habilitada, ni falta que hace para no hacer doble post, es tan sencillo como mirar la hora, y ni eso, con mirar el mensaje tuyo, y si te sale el boton de editar es que no han transcurrido 24 horas, lo cual os indica que si escribis a continuacion es doble post
facil, sencillo y para toda la familia

Hombre, cuando los foreros lo pedimos será porque SI hace falta. Y para no hacer doble post si que sería útil, ¿sabes por qué? Yo te lo explico. Como tu dices, fácil, sencillo y para toda la familia. Servidor, al igual que muchos foreros, no frecuentamos asiduamente foros, ya que las tareas del día a día y el deber de poseer una vida más allá de un pc nos hace imposible estar pegado la mayor parte del día a la pantalla. Hasta aquí vamos bien. Bueno, pues al no frecuentar el mundo cibernetico, a veces cometemos errores (al igual que tú, supongo. A pesar de que poseas el maravilloso rango de moderador, no creo que seas un ser perfecto, ni mucho menos. A no ser que este rango otorgue superpoderes ;P) como publicar un doble post, ya que olvidamos dicha norma de no postear varios post en pocos minutos, siendo lo correcto "Editar". Como tu comprenderás, para mi, lo mismo me cuesta abrir un nuevo mensaje que editar el anterior. Este es el primer foro que conozco que no tiene la opción de Eliminar los posts que escribe UN USUARIO. Pero bueno, mejor para vosotros, ya que si hubiera opciones tan básicas, moderadores sobrarían, así que te felicito. Seguirás teniendo faena y conservaras tu rango. Un saludete

la opcion de borrar mensajes estaba, pero ya no, si por el motivo que sea no puedes visitar el foro a diario, pues no se que quieres que te diga, cada vez que entres leete las normas otra vez, tampoco me parece muy dificil de recordar que no podeis hacer dobler post o escribir con lenguaje sms por ejemplo, vamos, que no son tantas normas, con las herramientas que teneis, que no son pocas, teneis mas que de sobra para no cometer ninguna falta, ¿que podriais tener mas?, claro, y tambien podriais no cometer infraccion alguna y hacer que mi labor (junto con otros pocos mas) no fuese necesaria, pero como no es un mundo perfecto es lo que toca, como te he dicho, teneis herramientas de sobra para no cometer infracciones

maldo ¿que me conoces? ¿de? me encantan estas cosas de gente como tu, llevais cuatro dias en un foro y ya creeis conocer a una persona con la que no habeis cruzado ni 3 palabras, en serio, me produce risa y pena a partes iguales
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Mensaje  Miembro de la resistencia Vie Sep 03, 2010 4:37 pm

maldo escribió:miembro de la resistencia no sigas discutiendo con el moderador ya que ya lo conosco... y te va a molestar sin fundamentos hasta meterte un ban XD y seguir sintiendo superioridad.
yo ofresco mis post para cada vez que hagas uno doble me quiten a mi.

sigo esperando tu proxima entrada... animo.

No te preocupes, no pasa nada. Solo son discrepancias entre un moderador y un simple usuario, nada más. Yo creo que se le pueden decir las cosas, a no ser que esto sea una ciber-dictadura. Si me tiene que banear, lo hará, pero NO con motivos, ya que yo solo utilizo mi derecho a expresarme y a decir las cosas dentro del respeto. Una pena que esto no lo sepan hacer otros y siempre tengan que utilizar un lenguaje irónico, despectivo y con un aire de superioridad con todos los usuarios. Yo aquí actuó como lo hago en el mundo real, no me creo algo por estar en el mundo virtual. Conozco muchos casos de muchas personas que salen a la calle con la cabeza agachada y en el mundo virtual descargan todas sus frustraciones creyéndose superhombres. Lo dicho, que no creo que haya ningún tipo de problema en debatir y decir nuestros puntos de vista ;P
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Mensaje  Battousai Vie Sep 03, 2010 4:49 pm

no se si lo del lenguaje ironico y el tono despectivo ira por mi o no, pero te dire que si se te banea por tener opinion distinta a la de un moderador (la mia en este caso) serias la primera persona a la que se banea asi, sois todos muy libres de creer lo que creeis, de pensar lo que pensais y de decir lo que querais, siempre que lo hagais con respeto y sin insultar no hay problema alguno
me he llevado a matar con otros usuarios y no les he baneado sin motivo, mucho menos te voy a banear a ti por un "ponme ahi un boton", eso tenlo claro, y el que quiera creer que asi lo hare, y por ese motivo tiene miedo, pues peor para el, yo duermo igual de bien por las noches
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Mensaje  Miembro de la resistencia Miér Sep 08, 2010 2:15 am

+ 24-05-10 + Un perdón no merecido

Hace cuatro horas aproximadamente que hemos escogido donde acampar esta noche. Los nuevos han decidido venirse con nosotros. Les hemos contado todo sobre la ciudad de Reus y en su cara hemos podido ver un gesto de esperanza. Bueno, en todos menos en la chica, que seguimos sin conocer su nombre. No ha abierto la boca en ningún momento. Solo observa, cual pajarito. Juanca y Hans nos ha dicho que durante el cautiverio tampoco habló nada. Es una chica rara. Su aspecto ya hace deducir que le ocurre algo. Sus ropas que parecen harapos viejos, su cuerpo extremadamente delgado, rozando la anorexia, su mirada perdida... Definitivamente, es una chica con problemas. No ha dado muestras de tener interés en venir con nosotros. Deducimos que quiere venir porque cuando se lo hemos dicho, no se ha bajado del coche. Así que suponemos que no le importa venirse con nosotros. De todas formas, no la íbamos a dejar ahí abandonada aunque quisiera.
Referente al caníbal, obviamente, no lo hemos llevado con nosotros. Faltaría más. Ni era mi intención ni lo iba a permitir el grupo. Aún así, hemos tenido un pequeño susto relacionado con él, pero eso lo contaré más adelante. Primero quiero hablar de una pequeña charla que he mantenido con él. Cuando decidí llevarlo con nosotros, fue porque quería hacerle unas preguntas. Quería saber el por qué, junto a los de su campamento, asesinó y se alimentó de personas inocentes. Quería conocer detalles de su vida, saber que clase de persona era, descubrir que las malas personas nacen y no se hacen. Después de la charla que he tenido con él, ahora se que todos podemos perdernos en el camino y volvernos en seres irreconocibles.

Voy a transcribir mis preguntas y respuestas con exactitud, ya que me tomé las molestias de anotar en un papel (las fotocopias religiosas del beato, antiguo propietario del coche que conduzco, han servido para algo) todo lo que me ha dicho. Ya de paso decir que al principio se ha mostrado reacio a contestar a mis preguntas, pero con paciencia he conseguido que hablé. Iván quería hacerlo hablar de otra forma, pero a parte de que no aprobaría su método, quería hablar con él a solas. Aquí os dejo la conversación. Como he dicho, las preguntas y respuestas son tal cual se han realizado:


P. ¿Cual es tu nombre, tu edad y de donde eres?

R. Mi nombre es Adolfo, tengo 38 años y soy natural de Tortosa. En realidad, nací en Tarragona pero me crié en Tortosa y siempre me he considerado Tortosí. De todas formas, no sé para que quieres saber todo esto.

P. Ya te dicho que quedaras libre si contestas a mis preguntas. ¿A que te dedicabas antes de que comenzara todo?

R. Trabajaba como profesor en la escuela "San Jordi". Daba clases de matemáticas a alumnos de secundaria. No se que narices obtienes con estas preguntas. ¿Eras periodista? ¿Estas haciendo un reportaje de todo lo sucedido? Si es así, no se donde lo vas a publicar y quien lo va a leer. ¿Has visto a un andante leyendo? Por qué yo no. No pierdas el tiempo, chico, y dejarme ir o hacer lo que tengáis que hacer conmigo.

P. ¿Como llegaste aquí y quienes eran los del campamento?

R. El como llegué es una historia muy larga la cual no te voy a relatar, ya que ni tengo ganas ni creo que te interese. Solo te diré que cuando ves como una veintena de jóvenes es despedazada por dos andantes delante de tus ojos en mitad de una clase y que cuando intentas pedir ayuda te encuentras con que la ciudad esta sumida en un caos, tú primera reacción es huir. Y si huyes y a tu paso te das cuenta de que las ciudades o cualquier zona masificada es un hervidero de infectados, llegas a la conclusión de que las zonas alejadas de las ciudades, como es un bosque, son seguras.

P. No me has contestado a la segunda cuestión

En mi huida, con el transcurso de las semanas, me uní a diferentes grupos de supervivientes. De los dos primeros grupos, la mayoría murieron. Los que sobrevivimos nos terminamos uniendo a un grupo que había acampado en el lugar que arrasasteis. En principio, eran unas 6 personas, que les pillo todo esto en esta autovía y aprovecharon las tiendas de campaña que llevaban en los vehículos para acampar. Con nuestra llegada nos convertimos en unos 17. El campamento fue creciendo día tras día. Por la autopista próxima a la arboleda no paraban de transitar personas que huían de las ciudades y buscaban un lugar tranquilo alejado de los andantes. Cuando el campamento creció lo suficiente y ya nos era imposible albergar a más gente, dejamos de recoger gente y nos dedicamos a pasar desapercibidos. Eramos unas 38 personas y vivíamos aprovisionandonos de un centro comercial ubicado a unos 30 kilómetros de aquí. De allí sacamos más tiendas de campaña, utensilios de cocina, ropa, etc...

P. ¿Teníais comida y os alimentabais de personas? Explícame eso

R. Me parece que no tienes idea de nada. ¿Como has sobrevivido todo este tiempo siendo tan sumamente ingenuo? ¿Te crees que los alimentos se reponían por orden divina? Deberías de ser un poco inteligente y deducir que dicha fuente de provisiones fue agotada. 38 personas alimentándose durante meses... ¿Cuanto crees que duraron los alimentos? Un suspiro. Y eso obviando los que se echaron a perder por falta de frío.

P. Sigo sin entender como pudisteis llegar a ese extremo. Actuasteis como asesinos

R. ¿Y quién te pide que lo entiendas? Es más, ¿quién eres tú para juzgarnos? Por lo visto, tú debes de ser una hermanita de la caridad. Por lo que deduzco, tú y tu grupito habéis estado vagando mucho tiempo. Sois un grupo pequeño que no le presupone un problema el moverse. Os desplazáis fácilmente. Solo os basta dos vehículos y punto. Vuestro camino os va ofreciendo todo lo que necesitáis. Encontráis nuevas tiendas las cuales saquear y obtener alimentos. Pero nosotros eramos 38 personas, que se dice pronto. Mover todo el grupo era prácticamente imposible. ¿Cuantos vehículos íbamos a necesitar? ¿Y el combustible de donde lo íbamos a sacar? ¿Y a donde íbamos a ir? Y crear un grupo de voluntarios para que fueran a buscar alimentos era inútil. A parte de que no podrían traer suficientes alimentos para abastecer a todos, pronto agotaríamos todas las fuentes de provisiones cercanas y tendríamos el mismo dilema. Era malgastar esfuerzo y poner en peligro las vidas de los voluntarios.

P. Cualquier opción era buena menos el canibalismo. Escogisteis el camino más fácil y más cruel

R. Te repito que no teníamos más opciones. Intentamos todas las que estaban en nuestra mano. Hasta probamos cazar un merodeador e intentar comerlo. Sabíamos que comer esa carne pútrida no podía traer buenas consecuencias, a pesar de ello, un compañero la comió para probar. Para tú información, esa persona no tardo en caer enfermo. Se había infectado. Fue cuestión de horas que se convirtiera en un andante y le volásemos la cabeza. Agotada esta opción y la de la caza de animales, no nos quedó otra opción. ¿Te piensas que nosotros, al principio, no estábamos horrorizados con la idea? ¿Te crees que nos imaginábamos comiendo a personas? Estas cosas no se deciden, surgen. Te ves obligado a hacerlas por sobrevivir. Igual de obligados que los tipos esos que se les estrelló el avión en Los Andes y también practicaron la antropofagia. Nosotros teníamos a mujeres y niños, no podíamos permitirnos el lujo de dejarlos morir a la espera de otra solución. Mientras nosotros nos debilitábamos y moríamos de hambre poco a poco, por la autovía no paraban de transitar personas errantes. Nosotros los observábamos ocultos hasta que alguien propuso la idea. Fue Andoni quien tuvo dicha idea. Como él dijo cuando se la expuso a todos, "Cazar para sobrevivir". Créeme, aunque reticentes, todo el grupo levantó la mano para votar la idea. Todos. Cuando esto ocurrió, nos pusimos manos a la obra. Hicimos turnos para vigilar durante todo el día la carretera. A toda persona que cruzaba, la interceptábamos de una u otra forma, nos ganábamos su confianza hasta que los podíamos dejar inconscientes y matar indoloramente. Recuerdo a los primeros que paramos. Era una caravana de chicos y chicas jóvenes que venían del sur. No nos fue fácil hacerles eso. Yo, personalmente, tuve pesadillas durante semanas. Me sentía culpable hasta que comprendí que estábamos haciendo lo correcto.

P. ¿Estábamos haciendo lo correcto? ¿Como puedes decir eso?

Por supuesto que estábamos haciendo lo correcto, no te quepa la menor duda. ¿Te crees que esas personas iban a llegar muy lejos? ¿Te piensas que no iban a acabar cayendo en manos de los andantes? ¡Los iban a devorar ellos! Y después se convertirían en andantes. Solo iban a servir para ser más escoria muerta que, a su vez, iban a convertir a otros en más escoria muerta, así sucesivamente. Desperdiciaban su vida hacia una causa negativa. Ocurría lo contrario si eran cazados y comidos por nosotros. De esta forma, morían por una buena causa. Su muerte no era en vano. Además, nosotros, a diferencia de los andantes, les quitábamos la vida de forma rápida y menos indolora posible. Que ellos perecieran significaba que la comunidad sobreviviera, era que una pequeña sociedad de supervivientes se mantuviera viva y sana, que todos pudiéramos ver un nuevo amanecer, que pudiéramos subsistir y multiplicarnos, para así, el día de mañana, acabar con todo este caos y reconstruir la sociedad nuevamente. La supervivencia ha estado y esta en todos los aspectos de la vida. Sin ir más lejos, mira los animales. ¿Que animal no mata por subsistir? Ya sea para alimentarse o por cualquier otro motivo de supervivencia. El lobo caza a otros seres vivos, el león hace lo mismo, el zorro idem y así sucesivamente. Todos lo hacen con un fin: sobrevivir, velar por su manada y procrear con el fin de asegurar su estirpe. Es la ley de la naturaleza y en todos estos años de vida fácil, el ser humano ha olvidado su condición de depredador. Sí no lo comprendes es porque no quieres. Si tú hubieses estado en nuestro lugar opinarías igual...

P. Jamás. Nunca habría participado en semejante barbarie. Antes prefiero morir de hambre

R. Lo que decía, eres un ingenuo. Y además, egoísta. Egoísta porque piensas individualmente. Te aviso, esta forma de pensar te va a traer muchos problemas con tu grupo. Tienes que pensar siempre colectivamente. No puedes decir que nunca harías algo, debes de preguntarte si el grupo necesita que hagas algo. Si por el grupo tienes que matar, tienes que matar... Por la expresión de tu rostro me atrevería a decir que ya has tenido que matar por tu grupo. ¿Ves? Tú y yo no somos tan diferentes. Hemos hecho cosas "horribles" por el bien del grupo y por nuestra supervivencia. Seguro que antes de hacerlas, pensabas que nunca serias capaz de hacerlas. Por eso te repito, si tú hubieses estado con nosotros, habrías actuado como nosotros. Y no te lo digo en forma de reproche, solo te digo que lo habrías hecho y habrías actuado correctamente. Me reafirmo, no hemos hecho nada que otro en nuestro lugar no hubiese hecho. Ha sido todo por supervivencia y no me arrepiento de nada.

P. ¿Cuantas personas habéis asesinado para alimentaros?

¿Te crees que anotábamos en una libreta el número de las personas que capturábamos? ¿Tú contabas la cantidad de animales que caían en tu plato antes de que sucediera todo? ¿Cuantas pechugas de pollo te comías al año? Esto es lo mismo. No hemos hecho esto por gusto. Lo hemos hecho por necesidad, metetelo en la cabeza. Pero si tanto te empeñas, te diré que más de una centena seguro. Supongo que tu siguiente pregunta era si hacíamos distinciones. Sí, las hacíamos. A los niños no nos los comíamos. Los integrábamos en la comunidad para que se adaptaran. Eso sí, si la caza hubiese escaseado, no habríamos hecho ningún tipo de distinción. De la misma forma te digo que si no hubiéramos tenido la suerte de estar cerca de esta autovía, tan transitada por supervivientes, hasta es posible que nos hubiéramos planteado el escoger a miembros de nuestra comunidad para alimentarnos. Esto no lo habríamos hecho de cualquier forma, sino selectivamente. Habríamos utilizado a los miembros de menos utilidad para la comunidad. Lo habríamos tomado como una selección natural, el triunfo del fuerte sobre el débil...


Después de escuchar semejante serie de atrocidades, he dado por terminada esta "entrevista". Su frialdad al relatar todo, su ausencia de remordimientos, su forma de regocijarse en cada una de sus palabras... me han producido unas tremendas ganas de vomitar y pegarle un tiro entre ceja y ceja. Ahora si me alegro de que Iván haya quemado ese jodido campamento de tarados. Cuando lo capturé con la intención de hacerle preguntas, no esperaba ni por asomo que justificara sus actos de esta forma. Lo jodido es, que a pesar de que se que todo lo que ha hecho él y su gente esta mal, no he encontrado argumentos para rebatirle. Tiene otra moralidad, otra visión de lo que esta bien y esta mal. ¿Como cojones puedo explicar y hacerle entender a un lobo que esta mal matar para alimentarse? Se que no es lo mismo y Dios me libre que no lo justifico, pero es lo que han estado haciendo estos tipos durante todo este tiempo. Otra vez entro en el dilema de lo que esta bien y esta mal. Solo Dios es capaz de juzgar estos actos. Yo, por el contrario, se que nunca habría podido actuar así. Por mucho que él diga que tendría que estar en esa situación.

Muchos de vosotros se que estaréis preguntándoos que hemos hecho con él, si lo hemos asesinado. Quizás habría sido lo mejor. Llevarlo a la cuneta tal cual estaba, atado de pies y manos, y meterle una bala en su cráneo lleno de basura. Pero no ha sido así. Iván ha propuesto matarlo. Su argumento, era un asesino y no merecía una segunda oportunidad. Fede ha apoyado esta moción. Los demás se han mantenido al margen. He sido el único que se ha opuesto, aunque ahora me arrepiento de ello. Cuando Iván lo ha encañonado con la escopeta, he apartado el cañón rápidamente. Iván se ha puesto como un basilisco, pero no he entrado en su juego. Mi respuesta ha sido "No somos como él. Vamos a demostrárselo". He obviado su "¡Como que no! ¡Yo soy más hijo de puta y se lo voy a demostrar!" y he cortado las ataduras del caníbal. Este, con mirada de sorprendido, se ha levantado y me ha mirado directamente a los ojos. Sus palabras han sido "Gracias". Pero ahora más que nunca, te recuerdo que sigues siendo un individualista. No has permitido que me maten por puro egoísmo. No quieres asemejarte a mi, por eso lo has impedido. Pero ya te he dicho que no somos tan diferentes. Todos los aquí presentes somos iguales. La diferencia es que tú te empeñas en creer que no eres así. Un claro ejemplo son tus compañeros. Ellos dos quieren matarme y los otros se abstienen de opinar. Tú eres el único que se empeña en respetarme la vida. No me confundas, te lo agradezco. Pero no somos tan diferentes aunque te empeñes. Ya lo comprenderás. Sobretodo entenderás que hay que anteponer al grupo sobre cualquier otra cosa o de lo contrario, el bienestar de todos se puede venir abajo. Tomatelo como un consejo. Chao". Después de esto, se ha alejado andando autovía abajo. Iván ha intentado pegarle un tiro con el subfusil, pero una vez más, se lo he impedido. En que mala hora.

Nos hemos puesto en marcha y hemos transitado unos cuantos kilómetros. Nos ha caído la noche y hemos decidido acampar en el lugar donde nos encontramos ahora. Ha pasado el tiempo sin ningún tipo de sobresalto y todo ha ocurrido después de cenar. De esto hace apenas unas horas. Estábamos todos preparándonos para dormir cuando Esther se ha ido a mear. Ha salido fuera de la autovía y se ha escondido tras unos matojos. Lo raro ha sido cuando han pasado los minutos y Esther no regresaba. La hemos llamado a voces, pero ella no ha contestado. Cuando hemos mirado tras los arbustos y hemos descubierto que allí no había ni rastro de ella, es cuando he imaginado lo peor. Todo el grupo hemos cogido nuestras armas y linternas y hemos salido de la autovía a buscarla, llamándola a gritos. Nos hemos dividido por grupos de dos y bifrcado para buscarla. Belén y yo íbamos por una zona de arbustos y matojos cuando hemos visto una silueta en la oscuridad. Cuando hemos iluminado a esta, nos hemos quedado helados. Era el jodido caníbal. En sus manos sostenía un cuchillo que lo tenía situado en la garganta de Esther. Esta estaba amordazada y atada de pies y manos. Su mejilla sangraba abundantemente. El caníbal no parecía sorprendido, sino todo lo contrario. Solo ha dicho "Vaya... Ya me habéis jodido el aperitivo". Belén y yo le hemos encañonado rápidamente. Al ver esto, Adolfo ha agarrado a Esther con más fuerza y apretado más el filo del cuchillo contra el cuello de Esther. De los ojos de esta brotaban lágrimas a borbotones. Cuando le he ordenado que la suelte, él solo ha dicho "Te lo advertí, Erik. Debes de anteponer el bienestar de tu grupo ante todo". Le he repetido la orden, pero esta vez a permanecido callado y quieto, utilizando a Esther de escudo. Después de unos segundos de silencio, ha dicho "Veamos si has aprendido algo..." y ha soltado a Esther, la cual a caído al suelo. A pecho descubierto, me ha mirado desafiante y me ha animado a dispararle. No lo he hecho. Lo he seguido encañonando pero no me he atrevido a apretar el gatillo. Finalmente, ha dicho "No has aprendido nada. Matarás a tu grupo con esa actitud" y ha levantado el cuchillo en dirección a Esther. Entonces he disparado tres disparos con la pistola, los cuales le han impactado en su pecho. Recuerdo que mientras a caído de rodillas y con la sangre brotando de su boca, ha dicho mediante un hilillo de voz "Lo sabía... Eres igual que nosotros...". Han sido sus últimas palabras. Los disparos han atraído a todo el grupo, que estaba buscando a Esther alejados de esta zona. Cuando han visto la escena, se han sorprendido. Esperaban cualquier cosa menos que ese puto caníbal nos hubiese seguido. Yo tampoco lo espraba cuando lo hemos encontrado. Mientras Eduardo y María desataban a Esther, Iván se me ha encarado y, empujándome, ha dicho "¡Eres un puto mierda! ¡Lo teníamos que haber matado en su momento! ¡Nos habríamos evitado esto! Esther podía estar muerta ahora mismo por tu jodida imprudencia. ¿Acaso creías que ese tipo se iba a reinsertar? ¿Que se iba a hacer vegetariano a estas alturas? Si no tienes huevos para apretar el gatillo y proteger a los tuyos, deja a los que si que tenemos. Solo haznos ese favor...". No he escuchado más. He dado media vuelta y me he pirado para el coche. Belén me ha seguido y no ha parado de decirme que he actuado correctamente en todo momento, que no soy un psicópata como lo es Iván y que yo no sabía que esto podía ocurrir. Agradezco su apoyo, pero se que lo dice para que me sienta mejor. Lo sé. Lo peor de todo es que ese puto caníbal tenía razón. A veces, no hay que preguntarse lo que esta bien y lo que esta mal si lo que esta en juego es la supervivencia del grupo. He errado.

Quizás, como él a dicho, no soy tan diferente a como era él... A pesar de que en ocasiones me intente poner una mascara para sentirme mejor.


- Erik -


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+ 03-06-10 + Contratiempos

Ya hace unos días que nos hemos alejado suficiente de la zona donde habían montado el campamento los caníbales. Estos días han transcurrido con total normalidad y sin ningún tipo de enfrentamiento considerable con merodeadores. Según hemos calculado, habremos avanzado unos 30 kilómetros más o menos de los 97 que nos separan de la ciudad de Reus. Llevamos dos días parados sin poder avanzar, ya que en el kilómetro de la autovía que nos encontramos hay un tremendo colapso de vehículos colisionados, lo cual nos impide que avancemos con nuestros respectivos vehículos. Esto parece un cementerio de vehículos. Parece ser que el día en que todo estalló y los días que le precedieron, como millones de personas en el mundo, estas gentes se echaron a la carretera, huyendo de sus casas en busca de un lugar donde no hubiera llegado el caos. No sabían donde estaba ese lugar, por eso se echaron a la carretera y conducieron sin rumbo. Como en este caso, se producieron múltiples accidentes, la mayoría, en cadena. Gente que conducía a todo velocidad y de repente se encontraba con que en medio de la carretera habían varios vehículos estrellados. Eso ocurrió aquí. La caravana de coches destrozados se extiende por toda la autovía, a ambos lados y direcciones de esta. Más que coches son amasijos de hierro fusionados los unos con los otros. La sangre seca cubre el suelo y lo que queda de los vehículos. Algo que me ha impactado es que de la mayoría de los amasijos de hierro, surgen manos que intentan agarrarnos cuando nos aproximamos. De dentro de esos ataúdes de hierro se pueden escuchar gemidos apagados de esas cosas. No quiero ni pensar como debe de ser morir y reanimarse aprisionado entre hierros y no tener posibilidad de salir. No creo que esos seres se percaten de su situación, no son conscientes de que están atrapados y que jamás saldrán de ahí. Si nadie acaba con ellos, pueden pasar años ahí atrapados hasta que el efecto de lo que sea que los reanima se termine y los deje descansar en paz. Esto partiendo de la base de que ese efecto tiene caducidad, que personalmente, no creo que tenga.
Hoy hemos tenido un par de pequeños sustos, pero nada sin importancia. Nos encontrábamos empujando fuera de la carretera los coches de los laterales que podían ser movidos, cuando de un coche, que estaba totalmente destrozado, ha comenzado a moverse un merodeador que parecía muerto. Era una chica joven, de aspecto cadavérico y color amarillento, que estaba aprisionada, entre los hierros, de cintura para abajo. Cuando Iván se ha situado tras el coche que íbamos a empujar, este merodeador que estaba en el coche contiguo, se ha despertado de su letargo y ha extendido sus brazos hacía Iván, llegandolo a rozar con sus huesudas manos. Iván se ha pegado un tremendo susto y su primera reacción al girarse ha sido propinarle una patada en un brazo. Esta extremidad ha salido volando varios metros y se ha perdido entre los coches. Cuando Iván se ha alejado de este merodeador, este ha comenzado a intentar liberarse. Daba repelús ver como se movía hacia delante y hacia detrás, mientras los huesos de su espinazo crujían por cada movimiento, pero esta, impasible a un dolor que haría agonizar a cualquier ser vivo, nos miraba fijamente con la boca abierta, dejando al descubierto sus podridos dientes. Nosotros hemos observado la dantesca escena sin hacer nada. Después de mucho esfuerzo, este desdichado ser, ayudado por su único brazo que le quedaba, ha logrado escapar del amasijo de hierros. No ha logrado sacar sus extremidades inferiores, sino que ha logrado quebrar su cintura y, dejándose caer, ha conseguido separar la parte superior de su cuerpo de la parte inferior. Ha caído al suelo como un saco de patatas y una vez en este, ha comenzado a arrastrarse hacía nosotros entre insoportables gemidos. María le ha apuntado con su arma para dispararle, pero Iván le ha dicho que no gasté munición en, como él ha dicho, "inofensivo ser", y le ha propinado una patada en la cabeza. Esta no ha resistido el impacto de la bota con puntera de acero de Iván y se ha roto con un sonoro crujido. De la cabeza destrozada de la desdichada individua ha salido un liquido negruzco con miles de larvas.

Cuando hemos acabado de despejar la carretera de los coches que podían ser movidos, nos han quedado cientos de los que era imposible moverlos. Coches volcados, amasijos de chatarra que las ruedas no les respondían, coches colisionados que estaban acoplados los unos con los otros... Imposible despejar la carretera sin ayuda de maquinaria pesada. Como dice el refrán, Dios aprieta pero no ahoga. Ahí estaba la solución. Con maquinaria pesada podíamos abrirnos paso entre el cementerio de coches y no muy lejos de nuestra posición, al borde de la autovía, había una especie de fábrica con varias máquinas pesadas, entre ellas, un Bulldozer y dos apisonadoras. Con el Bulldozer era suficiente, así que solo cabía rezar que funcionase. Cuando Eduardo, acompañado por Hans, se ha internado en la fábrica y hemos oído el rugir del motor de la bestia de acero, el grupo entero se ha dejado llevar por el entusiasmo y ha comenzado a aplaudir y a saltar de alegría. Hemos tenido una suerte tremenda cuando ya estábamos practicamente perdidos. Con Eduardo en los mandos de la máquina y después de averiguar como funcionaba esta, hemos dejado a nuestro compañero despejando la carretera y nosotros nos hemos sentado al borde de la autovía. Estaba inmerso en mis pensamientos mientras los demás conversaban, cuando Iván ha aparecido y me ha lanzado una cosa. La he cogido al vuelo y cuando la he sostenido en mis manos he visto que era un paquete de tabaco Marlboro con casi todos los cigarrillos. Cuando le iba a preguntar de donde lo había sacado, Iván se me ha adelantado contestándome "He rebuscado en el interior de algunos coches y he encontrado esto también". En sus manos sostenía tres paquetes más de tabaco, dos botellas de agua bajo sus brazos y algunas latas de conserva. Lo he felicitado por su iniciativa y sin tiempo que perder, he corrido a encenderme un cigarro. Después de tanto tiempo sin practicar el mal habito de fumar, la primera calada ha sido una mezcla de gloria y tos. El tabaco estaba bastante seco, pero no estamos en condiciones de elegir. Como le he dicho a él, Iván ha tenido buena iniciativa buscando cosas útiles en los vehículos. Eso ha sido algo que no se nos ha ocurrido a ninguno de los presentes. A pesar de los últimos acontecimientos, sigo pensando que Iván es una pieza indispensable en el grupo, aunque a veces pierde los papeles. Últimamente esta muy cambiado, para ser exactos, desde que abandonamos la casa de los abuelos. Esta como más vigilante, expectante, como si temiera que fuese a acontecer algo. Quizás es manía mía, pero yo creo que no.

Mientras apuraba el pitillo, he permanecido ausente mirando como Eduardo trabajaba despejando la autovía de vehículos y Thor corría de un lado a otro husmeando y comiéndose cosas que encontraba entre los vehículos. Esta vez ha sido la voz de Hans la que me ha sacado de mis pensamientos. Con su peculiar acento germano, me ha dicho "¿Que tal, Erik? ¿Me invitas a fumar?". Le respondido un "Claro" sonriendo y le he dado un pitillo. Este lo ha cogido y cuando le he dado el mechero, se lo ha encendido y se ha sentado a mi lado. Hemos permanecido en silencio durante unos segundos hasta que Hans ha dicho "Como han cambiado las cosas, ¿verdad? Antes podíamos conseguir cosas tan simples como el tabaco en cualquier lugar y ahora se han convertido en un verdadero lujo difícil de conseguir...". Le he dado la razón y él ha continuado. "Hacía años que no fumaba. Exactamente, unos cinco. Ya casi había olvidado por completo el sabor de un cigarrillo. En circunstancias normales, no habría vuelto a fumar. No sabes lo que me costó dejarlo. Pero ahora, que más da. No voy a preocuparme de poder morir de cáncer de pulmón cuando mañana puedo estar muerto y devorado por una de esas cosas...". No he podido evitar darle la razón en esto también. Él ha seguido hablándome "...que pena que todo se haya ido a la mierda. Me sentía tan bien en España... Tierra de sol y alegría. ¿Sabes? Españoles y alemanes, a pesar de estar tan alejados los unos de los otros, entre nosotros siempre ha habido una especie de hermanamiento, un... como se dice... ¡feeling!. Un feeling que no existía con países vecinos como son Francia y Polonia. A pesar de ser ligeramente opuestos de aspecto, somos tan similares de corazón. Por esa simpatía no-oficial que siempre han tenido nuestras naciones fue la que me hizo venirme a España cuando me planteé salir de mi patria. Recuerdo a mis familiares y vecinos decirme (aquí ha pronunciado una palabra en Alemán que me ha dicho que quiere decir "¡que tierra más preciosa!") cuando les dije que me marchaba a España. Recuerdo como si fuese ayer el día que llegué a España y salí del aeropuerto de Barcelona. Maletas en mano, permanecí unos largos segundos observando todo lo que me rodeaba. Miraba maravillado a las gentes que caminaban de un lado a otro bajo el luminoso sol de esta preciosa tierra. Cuando el taxi me dejo en pleno centro de la capital, quede más maravillado aun. Todo era tan precioso, tan... tan español. Me sentía como en un sueño. Con el tiempo me compré un piso, conocí a la mujer con la que me casé, una preciosa mujer española con la que tengo dos hijos. Yo trabajaba dando clases de alemán e historia alemana y en mis ratos libres, escribiendo libros sobre historia de Alemania, igual que hacía en mi país. Esto último me dejo un buen dinero y me permitió recorrer España de norte a sur, casi siempre con motivo de dar conferencias en universidades. Así transcurrieron mis años en España. Para mi, todo era como un sueño, me sentía feliz. Pero todo sueño acaba y puede transformarse en una pesadilla. Para mi, la pesadilla comenzó cuando en la tele comenzaron ha hablar de un extraño mal que volvía a la personas agresivas. A partir de ahí, todo fue de mal en peor. Me lo tomé como se lo tomó todo el mundo cuando hay alertas de una nueva gripe o algo similar, con miedo pero sin interrumpir nuestras vidas. Yo tenía que dar una conferencia en la universidad de Málaga, así que a pesar de las incesantes y alarmantes noticias de las televisiones y periódicos, hice caso omiso y marche a Málaga, dejando a mi mujer e hijos en Barcelona. No comprendí la verdadera gravedad de la situación hasta que vi ante mis ojos un caso de ese extraño mal que todo el mundo hablaba. En plena conferencia en la universidad, un joven entro en la sala, enfurecido y ensangrentado, y comenzó a atacar a los presentes. Ni los guardias de seguridad, con sus porras en mano y golpeándole, pudieron pararlo. Ellos también resultaron heridos. Cuando consiguieron reducirlo entre toda la sala y vino la policía y la ambulancia, me marché de allí. Lo primero que hice fue llamar a mi mujer. Cuando esta me cogió el teléfono, lo primero que le dije que no llevara a los niños al colegio y que no saliera de casa. Le conté por encima lo que había visto y que la situación era grave, la televisión no mentía. Me despedí de ella y le dije que iba a intentar volar a Barcelona lo antes posible. Esto no pude ser. El aeropuerto estaba colapsado de gente y la mayoría de vuelos estaban siendo cancelados y no nos explicaban el motivo. Fue entonces cuando me enteré de que mucha gente, ante la necesidad de volver a sus casas, estaban olvidando la idea de coger un avión y compraban billetes de autobús. Desesperado, yo hice lo mismo. Sería un viaje largo pero seguro, ya que las estaciones de trenes también estaban teniendo problemas. Íbamos por Valencia cuando recibí la última llamada de mi mujer. Sus palabras fueron que en Barcelona las cosas iban muy mal, que habían altercados en toda la ciudad y se oían disparos día y noche. También me dijo que el día anterior, el vecino del quinto piso había intentado atacarla y que logró escapar metiéndose en casa. Sus últimas palabras antes de que la comunicación telefónica se cortara fueron que estaban evacuando a la gente a un lugar seguro. No pude oír a que lugar se refería, ya que la comunicación se cortó, pero cuando vosotros me hablasteis de la colonia Reus, no me cabe duda de que mi mujer se refería a esta ciudad. No he vuelto a hablar con ella. Las últimas veces que intente llamarla, su teléfono estaba apagado. Pero algo me dice que ella esta en Reus con mis hijos... Volviendo al tema de mi viaje, el autobús finalizó su trayecto por Castellón. Los motivos fueron diversos. El vehículo se averió y varios de los pasajeros se dieron un festín con el conductor y varios pasajeros. Después de esto, los pasajeros supervivientes huimos en diversas direcciones. Yo, junto a cuatro personas más, emprendimos el viaje hacía Barcelona. No teníamos otro sitio donde ir y yo quería llegar a casa para ver si mi mujer seguía allí o había dejado una pista sobre su paradero. Nuestro viaje fue desquiciante y mis compañeros cayeron en su totalidad. Los primeros, una joven pareja de novios, de unos 20 años. La chica fue devorada por una manada de andantes y su novio devorado también al intentar rescatarla. Solo quedamos tres personas. Un hombre de mediana edad, una chica joven y yo. El hombre, Michael se llamaba, fue mordido cuando llegamos a Cataluña y se convirtió en una de esas cosas en cuestión de un día. No fuimos capaces de matarlo, solo de huir cuando se intento abalanzarnos sobre nosotros. Pudimos dejarlo atrás. Al poco tiempo y con ayuda de un coche, transitamos hasta llegar a la zona de los caníbales. Allí nos dieron caza de la misma forma que a vosotros. Una mujer nos pidió ayuda y cuando nos dimos cuenta, teníamos a todo un campamento apuntándonos con armas de fuego. Nos internaron en esa jaula junto a más personas, las cuales iban siendo asesinadas para ser alimento de ese campamento. Mi compañera corrió esa suerte...". Desde que Hans había comenzado a contarme su historia, yo había permanecido observando a Eduardo trabajar mientras escuchaba las palabras de Hans y recreaba cada escena en mi mente. En el momento que Hans ha dicho "Mi compañera corrió esa suerte..." he visto algo que me ha sacado por completo de su historia y me ha hecho volver a la realidad en cuestión de una décima de segundo. Hans, ajeno a lo que yo estaba viendo, seguía relatando su historia mientras mis ojos se centraban en Eduardo. Este seguía montado en el Bulldozer, moviendo la máquina hacia delante y hacía atrás, desplazando los vehículos. En la parte trasera de la máquina, trepando como un reptil, había un escuálido merodeador. Este estaba trepando como podía en dirección a la cabina, donde se encontraba Eduardo. Como movido por un resorte, mi primera reacción, la cual sorprendió a Hans que seguía ajeno a todo esto, fue levantarme de un salto y comenzar a llamar a gritos a Eduardo. Este, bastante alejado e inmerso con el ruido de la maquinaria, no me escuchaba. Todos el grupo se percató de porque gritaba y todos se pusieron a hacer lo mismo. El merodeador ya había conseguido trepar hasta arriba de la parte trasera y ahora se escurría hacia la cabina. No podíamos llegar a tiempo para avisarle. Había que hacer algo y rápido. Corrí hacía el vehículo y busqué el fusil con mira telescópica. Cuando lo encontré, cerrojé el arma, busqué un punto de apoyo en el capó del coche y situé mi ojo en la mira. Una vez ajuste los aumentos de la lente, vi a la perfección al merodeador. Situé la cruceta en el blanco, pero era casi imposible acertarle. Eduardo no paraba de mover la máquina y era casi seguro que fallara el disparo, eso en el mejor de los casos, en el peor, la bala podía alcanzar a Eduardo. Era una lotería. Si no probaba suerte era seguro que ese merodeador se iba a colar en la cabina.

Respire hondo, fije el blanco y... disparé. La bala paso rozando al podrido pero no le acerté. Cerrojé rápido y volví a apuntar. Efectué otro disparo. La máquina se movió en ese instante y la bala impacto en la carrocería del Bulldozer. El merodeador ya estaba entrando en la cabina. Cerrojé y casi sin apuntar, disparé de nuevo. Esa fue la buena. La bala alcanzó al merodeador y lo derribó de la máquina, haciéndolo caer de esta. Eduardo se percató y movió la máquina marcha atrás y, acto seguido, embistió al podrido que se estaba levantando. Por la lente vi como Eduardo nos miró y nos hizo un gesto con el dedo pulgar hacia arriba.

Fue cuestión de una hora que Eduardo trazase un camino entre tantos vehículos. El camino era lo suficiente ancho para que nuestros vehículos continuaran la marcha. Así lo hemos hecho. No nos ha dado tiempo a transitar muchos kilómetros, ya que ha empezado a anochecer y hemos decidido acampar en este lugar. Cuando hemos parado y bajado de los coches, nos hemos quedado sorprendidos. La chica que no habla, la cual Iván ha bautizado como "La muda", se ha quedado absorta mirando a un punto fuera de la carretera. Cuando Esther se le ha acercado y preguntado "¿Que ocurre?", esta, sin apartar la mirada ha levantado el brazo y señalado a donde estaba mirando. Todo el grupo hemos mirado extrañados, pero allí no hemos visto nada. Solo campos y una carretera secundaria a la cual se accedía desde una salida de la autovía. Esther le ha preguntado varias veces "¿Que hay allí?". La chica no ha contestado, solo ha seguido mirando hacia ese punto. Viendo que, para variar, no ha articulado palabra, María le ha dicho que escribiese que hay allí. Por primera vez y contra todo pronostico, nos ha hecho caso. Sobre el polvo de una de las ventanillas de nuestra furgoneta ha escrito "CASA". Nos hemos quedado mirándonos los unos a los otros con cara de poker y "la sin nombre" ha comenzado a andar camino a la salida de la autovía. Le hemos pedido que se detuviera pero no nos ha hecho caso. Ha seguido caminando. Al final, Eduardo y yo nos hemos visto obligados a correr tras ella y detenerla. Cuando la hemos detenido, se ha puesto a llorar y a gritar como una loca. Al menos ya sabemos algo, no es muda, pega buenos gritos. Como hemos podido, la hemos metido en la furgoneta y Belén la ha intentado tranquilizar. Así hasta ahora, que se ha dormido.

¿Casa? ¿Su casa? ¿Entre los campos? Dudo mucho que sea así. Esta chica tiene un grave trastorno psicológico y dudo mucho que este actuando con lógica. Habrá que mantenerla vigilada, sino, escapará y solo conseguirá convertirse en una presa fácil para los merodeadores.


- Erik -



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+ 04-06-10 + Esperanzas quebradas

Debí suponerlo antes. Era de esperar. Nuestra compañera, la chica sin nombre, ha huido de buena mañana. No sabemos cuando, pero no hace mucho de eso. Son las 7:30 de la mañana y hace un rato que nos hemos despertado. Ha sido Belén quién ha dado la voz de alarma. La chica ha dormido en nuestro coche y cuando Belén se ha despertado, se ha encontrado con la puerta del coche abierta y ni rastro de ella. Ni siquiera ha tenido la delicadeza de cerrarnos la puerta. Nos podía haber sorprendido algún merodeador que estuviese rondando por la zona y no quiero ni pensar en el desenlace. Menos mal que Thor se encontraba en el exterior, el cual debe de haber salido del coche cuando ella se ha marchado. No creo que Thor hubiese permitido que ningún andante se hubiese acercado. Es un perro muy inteligente. Lo primero que hemos hecho al ver que no estaba ha sido avisar a todo el grupo y comenzar a buscarla por los alrededores. La hemos llamado (imaginar lo difícil que es llamar a alguien que no conocemos su nombre... Me he sentido ridículo oyéndome gritar "¡¡Chica!!") pero esta no ha dado señales de vida. Deducimos que ha escapado camino por la salida de la autovía que tenemos a pocos metros de nosotros, así que vamos a ir por allí a buscarla, ya que debe de ir camino al sitio que anoche llamó "CASA" y con el cual estaba tan obsesionada. Calculó que no hace mucho que se ha ido. Si hemos estado buscándola 15 minutos y le sumamos unos 30-45 minutos que escapó, aun estamos a tiempo de poder alcanzarla. Además, ella va a pie y nosotros con los vehículos. Si no ha llegado a su destino o ha tomado un rumbo diferente, daremos con ella. Vamos a buscarla. En cuanto sepamos algo, continuo la entrada.


- Erik -

13:45 - Sorprendente. Todavía sigo alucinando. Nada más acabar con el texto anterior nos hemos puesto manos a la obra para buscar a la chica. Hemos tomado la salida de la autovía de la que os he hablado y la hemos circulado a una velocidad moderada. Por el camino no hemos visto ni un solo merodeador. Llevábamos unos 10 minutos recorriendo esta carretera cuando, en efecto, la hemos divisado andando en la lejanía. Cuando se ha percatado de que la íbamos siguiendo, ha comenzado a correr. Viendo que la estábamos alcanzando, ha variado su rumbo y se ha salido de la carretera, internándose en un campo de oliveras. Ante la imposibilidad de meter los vehículos en el campo, Eduardo, Iván, Fede y yo hemos bajado de los vehículos y nos hemos internado corriendo por el campo.

Era casi imposible seguirla por aquí. La ramas de las oliveras, ante la obvia falta de poda, habían crecido desmesuradamente e impedían la visión. Apenas la veíamos correr entre las oliveras. Nos llevaba bastantes metros de ventaja y nos ha ganado terreno cuando Eduardo, que iba en cabeza, ha tropezado y nos hemos parado a ayudarle. Con Eduardo en pie, hemos retomado la marcha, pero ya no había rastro de ella. Hemos seguido corriendo, pero nada. Hemos parado para tomar aire y entonces ha venido la sorpresa que nadie esperaba. De entre las oliveras, como fantasmas, han comenzado a aparecer una serie de siluetas. Hemos temido lo peor en ese momento. Era un mal momento para toparnos con una horda de merodeadores, ya que por la rapidez con la que hemos bajado de los vehículos, nos hemos olvidado las armas en estos e íbamos desarmados. La primera reacción ha sido ponernos espalda contra espalda todos, ya que estábamos rodeados, y prepararnos para luchar cuerpo a cuerpo. Pero la realidad era muy distinta a nuestros temores. Esas siluetas no eran merodeadores, sino personas de carne y hueso. Iban ataviadas con extraños ropajes, los cuales eran finas túnicas blancas. Eran al menos unos siete, cinco hombres y dos mujeres, y todos nos miraban de forma extraña. Nos observaban de arriba abajo detenidamente. En sus manos portaban largos palos con lazos de acero en el extremo, exactamente los mismos que se utilizaban en las perreras para inmovilizar a los canes. Eduardo, Iván, Fede y yo nos hemos mirado entre si. Con un cruce de miradas fue suficiente para decirnos mentalmente que no llevaban buenas intenciones y que teníamos que salir de allí fuese como fuese. Fue Iván quién tomo la iniciativa. Se lanzó hacía el hombre que teníamos más cerca y le propino un puñetazo que podía haber quebrado una viga de cemento. Este salió despedido y cayó rodando sobre la polvorienta tierra del campo. Acto seguido, Iván cogió el palo de este y amenazó a los demás diciendo un sonoro "¡Venga! ¡El siguiente!". Todos permanecimos en guardia esperando que los otros seis se nos echaran encima, pero no ocurrió así. Cuatro de ellos, lo primero que hicieron fue correr hacía el que había derribado Iván y preocuparse por su estado. Rápidamente lo ayudaron a levantarse, mientras los otros dos nos miraban con más cara de horror que de intención de atacarnos. Aquí fue cuando una voz familiar, a grito de "¡¡No os mováis!!", rompió el silencio. Era María, que acompañada de Hans, Juanca, Belén y Esther, todos armados, apuntaban a los extraños personajes. Observé como la pistola de Juanca temblaba en sus manos. Este chico no parece muy acostumbrado a momentos de suma tensión como ese y mucho menos parece que haya empuñado un arma antes. Los extraños personajes de las túnicas estaban desconcertados y asustados. Dos de ellos sostenían al aun moribundo personaje que había sido golpeado. Uno de estos se dirigió a María y comenzó a tartamudear "Por... por favor... N-no queremos problemas, solo queríamos ofrecer nuestra ho-hospitalidad...". María respondió "Sí, claro. ¿Y nos tenemos que creer eso? Lo que tenéis que hacer es tirar el palito...". No terminó la frase. Una voz que provenía de nuestra espalda, comentó: "Creetelo, hermana. Nuestra intención no es haceros daño. Solo Dios puede decidir eso. Si nos encontramos aquí no es en misión de destruir. Nosotros estamos tan sorprendidos de veros a vosotros como vosotros de veros a nosotros. Bajar las armas, por favor os lo pido...". Al girarme vi a quién hablaba. Un hombre, de unos 50 años aproximadamente, pelo blanco y rechoncho, embutido en una sotana blanca como los demás, con la pequeña diferencia de que la suya llevaba ribetes dorados. A su lado y para mi asombro, abrazado a él y con el rostro cubierto de lágrimas, nuestra amiga la muda, la fugitiva por la que nos encontrábamos allí. Cuando miré a mis compañeros vi que ellos estaban tan sorprendidos como yo. Acto seguido, le pregunté si la conocía. Su respuesta fue concisa y con una sonrisa en los labios: "Por supuesto. Es Eugenia, de nuestra comunidad. La perdimos junto a otros cinco hermanos más que fueron a evangelizar a los salvajes que viven en pecado kilómetros abajo. ¿Que vosotros la conocéis? ¿Sois quienes dice ella que la salvasteis de esas bestias? Si es así, quiero agradeceros...". No pude evitar cortarle, preguntándole "Un momento, un momento... Acláranos dos cosas... ¿Ella habla? Y, ¿has dicho comunidad? ¿Sois más?". Sin borrar la sonrisa de su cara, me contestó con su tono de voz pausado "Sí, Eugenia habla. Pero no lo hace con todos. Solo conmigo y con unos pocos hermanos más. Todos hemos sufrido mucho desde que el apocalipsis comenzó, pero algunos, por sus desenfrenos en su antigua vida, más. Dios les castigo especialmente, aunque después les ha dado una segunda oportunidad para que enmienden sus errores. Es el caso de Eugenia. Antes de que la encontráramos y la lleváramos por la senda correcta, fue objetivo de abusos y torturas que le infringieron unos desalmados. Ese fue el castigo que le envió el altísimo. Pero pudo escapar y Dios la condujo a nosotros en un mundo de oscuridad y tinieblas. Desde entonces, no habla con casi nadie y, mucho menos, con extraños. A tu segunda pregunta, sí, somos una comunidad de hermanos que vivimos en paz y armonía. Rendimos culto a Dios, seguimos su palabra, trabajamos la tierra y nos alimentamos de ella, no infringimos daño a nadie, ni vivo ni muerto. Vivimos a un kilómetro de aquí, en nuestra iglesia. Sería un honor que nos acompañaseis y conocierais a los demás hermanos, siempre y cuando vuestras intenciones sean puras y nobles...". Eduardo replicó "Te lo agradecemos, pero, ¿como sabemos si vuestras intenciones también son puras y nobles? De todas formas, nos dirigimos a Reus. Aquella ciudad es más segura que cualquier comunidad perdida entre campos". La respuesta del hombre fue la que me dejó congelado y horrorizado a partes iguales: "Ya os he dicho que nosotros no hacemos daño a nadie, ni vivo ni muerto. En nuestra comunidad ni siquiera hay una sola arma de fuego. Así que no tenéis nada que temer. Vosotros sois los únicos armados. Sí nuestras intenciones son oscuras, yo seré el primero en situarme delante de tu arma y te pediré que aprietes el gatillo. Mis hermanos harán lo mismo. Pero eso no ocurrirá, porque nuestras almas e intenciones son puras como el agua cristalina que corre por los ríos. Y si nos acompañáis, se que vuestras intenciones no serán oscuras, porque entonces Dios no os habría puesto en nuestro camino. Sobre lo de Reus, siento ser yo quién os de la mala noticia. Esa ciudad cayó hace unos meses. Todos han muerto. No supieron seguir la palabra de Dios, no aprendieron de sus errores y el altísimo mando a su ejercito de no-muertos, al martillo de los impíos, a los maldecidos que están purgando sus pecados, y ellos acabaron con la ciudad del pecado. Sufrieron la ira divina. Ahora, vosotros decidís, nos acompañáis a nuestra iglesia, donde os ofreceremos nuestra hospitalidad y conoceréis a los demás o seguís vagando por el infierno terrenal". Nuestra sorpresa fue mayúscula al oír que Reus había caído. Esther, mientras oía la noticia, soltó el arma y se dejo caer de rodillas sobre la tierra. Cuando el desconocido terminó de hablar, estalló a llorar. Eduardo escuchó la noticia con las manos en la cabeza y María con la cara desencajada. Belén me miró con los ojos bañados en lágrimas. En ese momento, yo sentí unas profundas ganas de gritar, de maldecir, de salir corriendo de allí... pero me contuve. Solo le pregunté si estaba seguro de ello y como lo sabía. Su respuesta fue tajante "Tan seguro como que estamos aquí presentes. Si lo sé, es porque yo en persona intente llegar allí para evangelizar sus almas que vivían en pecado. Cuando llegué, me encontré la ciudad arrasada como fue arrasada Sodoma y Gomorra. Sus habitantes ya estaban purgando sus pecados como no-muertos...". Le pedí que nos dejaran a solas un par de minutos para poder hablar entre nosotros y decidir, y así lo hicieron. El primero en pronunciarse fue Iván, diciendo "Ese sectario miente. No me fió de él". Por el contrario, Eduardo, todavía afectado por la noticia, replicó "No entiendo porque iba a mentir en eso. Parece que dice la verdad. Después de todo lo que hemos visto, ¿de que nos extraña que Reus haya caído? Sabemos de que son capaces esas cosas...". Belén no se ha pronunciado, solo me ha seguido mirando con lágrimas en sus mejillas. Podía leer sus pensamientos. Al igual que me había ocurrido a mi, la esperanza de llegar a un lugar donde vivir tranquilos, donde construir una nueva vida, se acababa de desmoronar. Meses alimentándonos de esa esperanza, la cual nos daba fuerzas para seguir adelante, ahora se había destruido en cuestión de unos segundos. Ahora estábamos perdidos y sin rumbo a seguir. No se si lo he dicho porque me niego a creerlo o para seguir manteniendo viva la llama de la esperanza en mis compañeros, o ambas cosas, pero mis palabras han sido: "No creo que la ciudad de Reus haya caído. Sigue en pie. Estoy seguro de ello y voto por seguir con el plan inicial: intentar llegar allí. Si llegamos allí y entonces veo que la ciudad esta arrasada, entonces me daré por vencido. Pero no lo voy a hacer antes sin verlo con mis propios ojos. Si queréis, podemos acompañar a estos desconocidos a su refugio y así vemos que clases de personas son. Si son de fiar, tendremos un plan B por si Reus ha caído. Ya de paso, les pediremos que nos den agua y comida para el viaje, ya que apenas nos quedan víveres. Levantar la mano los que estáis conmigo...". En ese momento, vi que Belén había cesado de llorar. En sus ojos pude ver como brillaba de nuevo la llama de la esperanza. Belén levanto la mano. Después Eduardo, Hans e Iván. María y Fede también. Los únicos que no la levantaron fueron Esther, que seguía destrozada, y Juanca. Este tenía la mirada perdida y estaba cabizbajo. Mis siguientes palabras fueron "Ok. Perfecto. Falta saber que piensa hacer Elena. Vamos a decirle a este hombre que los acompañamos y luego vamos a por los coches. Allí decidiremos cuando seguimos el viaje". Después de esto, le comunicamos al hombre que los pensábamos acompañar hasta su refugio, pero que nos marcharíamos lo antes posible, y que si nos podría dar víveres para el viaje. Con su habitual sonrisa en los labios, nos dijo "Será un placer, hermanos". Nos indicó el camino para llegar allí y fuimos a por los vehículos.

Cuando llegamos a los vehículos, vimos a Elena, que estaba fuera, correteando con Thor. Estaban jugando. Envidio su capacidad de evasión de la realidad. Cuando le dijimos lo que había ocurrido y que nos habían dicho que Reus había caído, solo le faltó encogerse de hombros.
No tardamos mucho en llegar al refugio de estos extraños personajes. Al borde de la carretera, se erguía un alto y ancho edificio. En lo alto de este, ponía un letrero "Tanatorio La Santísima Trinidad". Al ver que se trataba de un tanatorio, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. A Belén le ocurrió lo mismo. Al lado de la puerta de entrada, había una gran cruz de madera clavada en la pared. Supongo que esta había sido puesta por la gente que ahora la habitaba. Cuando metimos los vehículos en el aparcamiento de la entrada, bajamos y observamos el lugar. En el aparcamiento habían bastantes vehículos abandonados, entre ellos, dos Harleys-Davidson que llamaron la atención de Iván, el cual no tardó en acercarse y observarlas detenidamente. Por la puerta del tanatorio y por alrededores era un no parar. Cantidad de personas salían y entraban del edificio, yendo de un lado para otro, y todos nos miraban sorprendidos. Algunos vestían normal, otros llevaban la túnica blanca que vestían los personajes que acabábamos de conocer. Todos coincidan en algo, y es que cuando nos veían allí esperando, todos aceleraban el paso y desaparecían rápidamente. Era como si nos tuvieran miedo...

El extraño hombre y su séquito tardó en llegar unos unos 10 minutos. Sus primera palabras fueron "Ser bienvenidos a la 'Iglesia del fin de los tiempos'. Este lugar es vuestra casa también y se puede quedar quién quiera de vosotros. Será tratado como el hermano que es. Ahora, si me permitís, os enseñare el recinto entero y los lugares de trabajo. Ya de paso, os presentaré a todos los hermanos que pueda...". Cuando dijo "La iglesia del fin de los tiempos" me vino a la mente que dicho nombre ya lo había oído. Fue en boca de uno de los caníbales que nos capturaron. Parece que la historia de que los intentaron "evangelizar" es cierta. No ha mentido. Después de decirnos esto, ha comenzado presentándonos a todos y cada uno de los que lo acompañaban y a terminado en él. Su nombre es Miguel, o como él quiere que lo llamemos, "Hermano Miguel". Nosotros también nos hemos presentado y después de esto, nos ha llevado a que viéramos el recinto y alrededores. Primero ha comenzado a enseñarnos el edificio. Nada más cruzar la puerta, hemos quedado sorprendidos por la limpieza y orden que hay en todas y cada una de las estancias. Nos ha llevado a las cocinas, donde habían varias personas preparando la comida del día, luego nos ha llevado a unas salas que habían habilitado como dormitorios, a una gran estancia con mesas y sillas de la que han hecho un inmenso comedor, los baños, después nos ha mostrado una absurda sala diáfana, parecido a un trastero vació de 2x2 metros, que según él tiene mucha importancia. Sus palabras han sido "Aquí es donde Dios me habla". ¿Donde Dios le habla? Este hombre esta peor de lo que pensaba. Por último, nos ha enseñado la iglesia. Esta es inmensa. Se nota que han ampliado la antigua capilla del tanatorio. Luego nos ha enseñado los exteriores. Nos ha llevado a un taller donde fabrican ropas, luego a unas obras pegadas al edificio, en las cuales están trabajando para ampliar el edificio, el campo donde siembran hortalizas y el cual les suministra alimento. Este es gigantesco y repleto de hortalizas y legumbres. En ese momento he contado a más de diez personas trabajando en él. Por último, nos ha enseñado una zona que casi habríamos preferido no conocer. Tras el edificio principal, a varios metros de este, y entre un par de edificios que nos ha dicho que son almacenes para los alimentos, hay una gran cerca que abarca una gran cantidad de terreno. Conforme nos íbamos acercando, hemos visto a personas allí dentro. Lo primero que he pensado ha sido que se trataba de personas haciendo algún tipo de tarea. Pero no. La realidad ha sido muy diferente. Cuando estábamos lo suficiente cercanos para distinguir a esas "personas", hemos visto que se trataban de merodeadores. No se cuantos había allí dentro, pero más de un centenar seguro. Todos agolpaban sus descompuestos cuerpos en la alambrada y cuando nos han visto, se han comenzado a excitar y a poner extremadamente nerviosos. Uno tenía medio brazo metido en un agujero de la verja. Le he preguntado a Miguel que qué hacían tantos merodeadores allí encerrados. Su respuesta ha sido "No los destruimos. Dios nos lo tiene terminantemente prohibido. Son condenados que están purgando sus pecados y ejecutando el plan divino del apocalipsis. Pero Dios es comprensivo y justo. Él nos permite encerrarlos para que no nos den problemas. Cuando hoy, nuestros caminos se han cruzado, nosotros nos encontrábamos capturando condenados. Lo hacemos todos los días y por eso llevamos lazos de inmovilizar perros. Con estos lazos los traemos hasta el recinto. Aquí los debemos de mantener encerrados hasta el día del juicio. Cuando llegué el día del juicio final, sus almas condenadas y las almas de los justos serán llamadas ante el tribunal divino. Los condenados que sus pecados sean leves, habrán concluido su penitencia y podrán entrar en el reino de Dios. Con los justos ocurrirá lo mismo. Los condenadas que sus pecados en vida hayan sido graves, sus almas irán directamente a arder en el fuego eterno para terminar de purgar sus pecados. Todo lo que ocurre esta en los planes de Dios. Quién se convierte en un reanimado, es porque su vida ha sido una vida llena de excesos y pecados. Pero no padezcáis, Dios da una segunda oportunidad a todos. Ellos la debieron tener en su día y la rechazaron o no la quisieron escuchar. Vosotros estáis teniendo la vuestra ahora mismo. Ahora vayamos al comedor, nos gustaría que comierais con nosotros antes de partir". ¿Por qué a todos los tarados les da por encerrar a merodeadores? No es la primera vez que vemos esto. He visto la intención de Iván de replicar a las palabras de Miguel, pero le he hecho un gesto con los ojos y no ha dicho nada. Que más nos da lo que quieran hacer si dentro de nada estaremos lejos de aquí.

Miguel nos ha llevado al comedor, donde estaba la sala repleta de personas. Al menos, unas 50. Una gran cantidad de estos vestían túnicas blancas y alguno llevaba en la cabeza un extraño tocado blanco que le caía por encima de los hombros. Todos nos observaban desde sus asientos. Miguel nos ha conducido a una larga mesa situada al final de la sala y nos ha invitado a tomar asiento. Él ha permanecido de pie en el centro de la mesa y ha pronunciado en voz alta "¡Hermanos y hermanas! ¡Ruego que deis la bienvenida a estos hermanos, los cuales han salvado a Eugenia del campamento de los salvajes!". Toda la sala se ha puesto en pie y ha gritado un fuerte "¡Bienvenidos!". Miguel ha continuado "Dios los ha puesto en nuestro camino. A pesar de que se marcharan pronto, hoy son nuestros invitados y, por lo tanto, debemos de ser buenos anfitriones. Si por el contrario, deciden quedarse en nuestra comunidad, nosotros estaremos felices de que lo hagan y aceptaremos a cada uno de ellos como a uno más de los nuestros. Y ahora, disfrutar todos de estos alimentos que un día más, Dios nos ha dado. ¡Provecho, hermanos!". Después de estas palabras, Miguel se ha sentado y unos chicos y chicas han comenzado a servir comida en los platos. Iván, sentado a mi derecha, me ha susurrado en el oído: "Estos beatos sectarios comienzan a ponerme de los nervios. Comer tranquilos, yo no voy a comer nada que nos sirvan estos. Si estos personajes de circo han puesto droga en la comida, yo me encargaré de freírlos a plomo gustosamente mientras estáis de viaje sicotrópico". Iván y su eterna delicadeza. La comida no llevaba ningún tipo de droga, eso, o no ha hecho efecto todavía. He de reconocer que esas judías pintas estaban divinas. De beber nos han servido un zumo de naranjas que no le he hecho ascos. Y de postre, unas galletas dulces bastante ricas. Después de la comida, Miguel nos ha dado la libertad de que paseáramos por donde quisiéramos mientras sus "hermanos" preparaban los víveres que nos íbamos a llevar para el camino. Así lo hemos hecho. Belén, Eduardo y yo hemos paseado por los alrededores del recinto, mientras hemos cambiado opiniones de todo lo que hemos visto hoy. Los tres hemos llegado a la misma conclusión, son un atajo de perchados que ante la desesperación, se han entregado a la religión para dar una explicación a todo. Pero a pesar de esto, parecen inofensivos. Si quisieran habernos hecho daño, ya lo habrían intentado. Andando andando hemos llegado a una gran explanada verde, donde estaban pastando numerosas vacas y caballos. Parece ser que son propiedad de la comunidad de Miguel.

Algo que no nos ha hecho mucha gracia es el detalle de que tengan encerrados tan cerca a los merodeadores. La experiencia me dice que esta clase de situaciones siempre terminan dando problemas. De todas formas, creo que vamos a pasar la noche aquí. Necesitamos descansar. Por supuesto, Belén y yo (los demás no lo sé) no vamos a dormir en el interior del edificio, aunque Miguel nos ofrezca habitaciones individuales. Lo haremos en los coches. No es muy cómodo, pero al menos podremos pegar ojo y no permanecer toda la noche en vela temiendo que nos asesinen a media noche. Por muy inofensivos que parezcan, las apariencias engañan. Con todo lo vivido hasta ahora, ya no me fío ni de mi sombra. De todas formas, ni aun durmiendo en el coche creo que pueda pegar ojo. Voy a pasar toda la noche dándole vueltas a lo de Reus. A pesar de que he dicho que hasta que no vea la ciudad destruida con mis propios ojos no me dare por vencido, no es así. No mantengo esperanzas después de lo que Miguel nos ha dicho. He dicho todo eso por dar una inyección de esperanza a mis compañeros e intentar engañarme a mi mismo. Que va a ser de nosotros cuando lleguemos a Reus y la encontremos asolada...


- Erik -
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Mensaje  maldo Sáb Sep 11, 2010 2:37 am

buena tu ultima entrada... esperando la proxima Smile saludos.

PD: falta accion que se queden encerrados unos dias en un supermercado jajajaja
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Mensaje  Miembro de la resistencia Mar Sep 21, 2010 4:06 am

+ 05-06-10 + Despedida

Me equivocaba. A pesar de que ayer dije que muy difícilmente iba a dormir con tanto problema rondándome la cabeza, he podido conciliar el sueño. Fue entrar en el coche y caer rendido en cuestión de unos pocos minutos. Ni la incomodidad de dormir encajonado en el asiento del conductor ha podido evitar que me quedara dormido. Ayer me fue muy difícil rechazar la oferta que nos hizo Miguel de acondicionarnos una habitación para cada uno de nosotros. Ya os dije que por nada del mundo nos íbamos a meter Belén y yo allí. Esa gente no esta en sus cabales y no nos fiamos. Todos han pensado igual que nosotros menos Esther y Juanca. Ellos si que no se han podido resistir a la oferta y aceptaron, pasando la noche en el interior del edificio. Intentamos quitarles la idea de la cabeza, pero fue imposible. No se como han tenido valor. Pero su decisión arriesgada ha tenido recompensa. Esta mañana han salido sanos y salvos por la puerta, y, como no, descansados. Mientras ellos han dormido cómodamente en un colchón, nosotros lo hemos hecho aquí sentados. Queráis que no, esto se nota bastante. Al día siguiente de dormir en el vehículo, cuando sales al exterior, se notan todas las extremidades y articulaciones agarrotadas. Y no hablemos de los dolores de espalda... Pero no me arrepiento, y supongo que mis demás compañeros tampoco, de no habernos arriesgado a dormir en esa comuna. Prefiero seguir con mis dolores de espalda que no, por un exceso de confianza, acabar con dolor abdominal a causa de una cuchillada nocturna. Como os decía, Esther y Juanca han salido esta mañana del edificio y han venido a buscarnos. Nos han contado lo maravillosamente que han dormido y la exquisita atención que les ha dado la comunidad. Según cuentan, les han acondicionado las habitaciones como si de un hotel se tratase. Luego nos han dicho que Miguel y la comunidad nos esperaba en el salón comedor para desayunar, que todos querían despedirse de nosotros por nuestra inminente partida, ya que la noche anterior les comunicamos que por la mañana, o como muy tarde, al mediodía, marcharíamos. A pesar de que la noche anterior rechazamos la invitación de cenar con ellos (cenamos en el coche, con alimentos que ellos nos suministraron), hemos aceptado la oferta de desayunar con ellos. No es muy cortes que digamos, el rechazar una invitación de despedida. El único que si estaba dispuesto a rechazarla ha sido Iván. Él les procesa mucha animadversión a todos y cada uno de la comunidad. Los llama "Atajo de puretas insoportables".

Cuando hemos entrado al salón, nos hemos encontrado con casi todos en sus respectivos asientos. Miguel nos ha vuelto a pedir que nos sentáramos en su mesa y así lo hemos hecho. He sido yo uno de los que se ha sentado a su lado. Él nos ha recibido con la misma cortesía de siempre. No se como consigue mantener siempre la sonrisa en la boca. El desayuno ha transcurrido con normalidad. Nos han servido un vaso de leche, galletas y algo de miel (parece ser que tienen también panales de los que obtienen la miel). Como no, Iván no ha probado bocado y su niñita, Elena, se ha comido su parte. Cuando hemos acabado de desayunar, Miguel se ha puesto a hacerme preguntas como "¿Ha donde os dirigís?" y "¿Estáis seguros de que no preferís quedaros?". Le he contestado que nos íbamos hacía el norte y que gracias por la oferta, pero que tenemos pensado buscar algún lugar tranquilo donde no haya llegado la infección o lo que narices sea lo que esta pasando. Esta claro que no le iba a decir la verdad, que nos vamos a Reus porque no nos fiamos de lo que él nos ha dicho. Sus palabras textuales "No perdáis el tiempo, hermanos. Todo esta igual que lo que habéis conocido hasta ahora. Es el apocalipsis que Dios nos ha enviado y esto se extiende a todos los rincones del planeta". Palabras alentadoras donde las haya. Yo me he limitado a no replicarle, pero Iván... Iván no se ha callado. Con tono burlón, le ha dicho "Tu Dios es un poco tocapelotas, ¿verdad?". Al escuchar esas palabras, he temido que Miguel estallase como lo haría cualquier fanático, pero no, todo lo contrario, sonriendo y en tono pausado ha replicado "Hermano, los 'tocapelotas', como tu dices, hemos sido nosotros, que hemos ignorado su palabra. Nosotros somos responsables de todo esto, nadie más. El altísimo solo se limita a darnos lo que nos merecemos para hacernos entrar en razón". Iván no se esperaba que Miguel contestara sin alterarse, es más, creo que su intención era provocarlo. Iván le ha dicho "En primer lugar, no me llames hermano. No soy tu hermano, ni tuyo ni de ninguno de los ignorantes que tienes aquí enclaustrados. Segundo, ¿que me estas contando? ¿que nos merecemos esto? Todos los beatos meapilas siempre tenéis que venir con el mismo cuento. Que si nos merecemos esto, que Dios nos castiga por lo otro... La cuestión es tener que creer en algo, cuanto más absurdo, mejor. ¿Y sabes porqué? Porque vuestras vidas son tan insignificantes y aburridas que necesitáis creer en algo. No tenéis el valor suficiente para enfrentaros a la vida con dos cojones, así que tenéis que inventaros y creer en que un ser divino os ayuda o castiga. Dejaros de chorradas, ¡por favor! Estamos crecidos para creer en cuentos de este calibre, así que abrir los ojos y ver la realidad. Dios no existe ni ha existido jamás. Y si existiera, se cagaría en vuestras plegarias, porque os vería como lo que sois, un atajo de patéticos disfrazados. No se porque coño los muertos se levantan, andan y se dedican a destripar a las personas, pero que no sepa el motivo no quiere decir que tenga que ser algo divino y sobrenatural. La religión es la droga de los ignorantes y eso es lo que os pasa a vosotros, que sois unos ignorantes...". Ni todos los puntapiés que le he dado por debajo de la mesa a Iván han logrado que se callé. Aunque comparto gran parte de su forma de pensar, no es motivo para que ofenda así a Miguel, que hasta el momento, se ha portado correctamente con nosotros. Pero a pesar de todo lo que le ha dicho, Miguel ha seguido con su actitud anterior, tranquilo, sosegado y sonriente. Mientras cogía de la mesa una pequeña cajita metálica, la abría y sacaba una pastilla (¿?) que tomó con agua, contestó "No es mi intención ofenderte cuando te llamo hermano, así que discúlpame si te molesta. Pero todos somos hijos de Dios y, por lo tanto, hermanos. Sobre tu opinión de nosotros, la respeto. Yo no soy quién para juzgar tus palabras y, mucho menos, juzgarte a ti. Solo el altísimo es capaz de eso. Pero te diré una cosa. Yo antes pensaba como tú. Es más, era similar a ti. En tu aspecto y forma de vestir me veo a mi hace años, cuando era joven. Vivir la vida al limite, reírme de la muerte, estar con cuantas más mujeres mejor... Me creía alguien. Me sentía Dios. Pero luego, ciertos hechos que ocurrieron, me hicieron darme cuenta que había llevado una vida poco correcta. Estaba yendo por la senda equivocada. De la noche a la mañana, me vi sin nada. Sin amigos, sin familia, sin dinero, enfermo... Cuando comenzó el apocalipsis fue cuando comprendí que todo lo que me ocurría era que Dios me estaba castigando por mi mala vida. Y ahora estaba castigando a toda la humanidad. Y te preguntaras, ¿por qué esta tan seguro de todo esto? ¿Por qué se dio cuenta cuando empezó el apocalipsis? Muy sencillo. La misma mañana que los muertos comenzaban a levantarse y a andar, Dios me hizo su primera revelación". Todos permanecimos callados e Iván dijo "¿Qué?". Miguel no tardó en decir "Como lo has oído. Dios mismo me habló. Esa fue la primera vez de muchas que la han precedido. Yo quedé asombrado como todos los profetas anteriores a los que se les reveló Dios por primera vez. En su primera revelación, me dijo muchas cosas. Entre ellas, que el apocalipsis había llegado y yo era el último elegido para guiar al rebaño a su reino. El último profeta. Desde entonces, no hay día que Dios no me hable. Todos los días me encierro unas horas en la pequeña habitación que os enseñe ayer y escucho su palabra. Él mismo me aviso que vendríais días antes de vuestra llegada...". Aquí ha sido cuando Iván se ha levantado de golpe y exclamando un "¡¡Venga ya!!" se ha alejado, andando hacía la puerta del comedor. Cuando estaba cruzando esta, nos ha dicho "Os espero en el coche, paso de seguir escuchando más estupideces". Miguel, sin inmutarse, nos ha dicho "Lo compadezco... Esta perdido. Era de esperar que reaccionara así. Todo el mundo lo hace cuando no quiere entender algo. Si no tuvieseis que marcharos hoy, yo mismo le demostraría a ese chico que digo la verdad con algo muy simple...". No he querido preguntar a que se refería. Ya he tenido suficiente teología por hoy. Después de esto, Miguel nos ha dicho que si íbamos a asistir a la misa del día, a lo cual, claro esta, le hemos dicho que no, que teníamos prisa. Nos ha deseado que Dios este con nosotros y que en la misa del día pediría porque volvamos pronto. Esta perdiendo el tiempo con sus plegarias, no pensamos volver por aquí. Ni Dios puede hacernos cambiar de opinión.

Después de despedirnos de Miguel, este y toda la comunidad se han marchado a la iglesia. Nosotros hemos salido al exterior y hemos cargado los alimentos que nos han dejado en la puerta. Cuando estaba junto a Belén llenando nuestro vehículo, Esther se ha acercado a nosotros. Le he sonreído y le he dicho que si quería algo. Cuando de su boca han salido las palabras "Yo no voy. Me quedo", el corazón me ha dado un vuelco. ¿Como se iba a quedar allí ella sola? Belén se ha sorprendido igual o más que yo. No olvidemos que antes de que yo conociera a Belén, ella convivía con Esther, por lo tanto, ambas se tienen mucho apego y cariño. Esta le ha dicho que no sea tonta, que qué pintaba ella allí con todos esos sectarios. Esther a contestado "Lo siento... No puedo seguir adelante. No me quedan fuerzas. Desde que nos enteramos de que Reus ha caído, mis esperanzas y fuerzas para seguir adelante han desaparecido. No soportaría llegar allí y encontrarme la ciudad asolada. Necesito tener un lugar donde asentarme y comenzar una nueva vida. Y este lugar es lo más parecido que he encontrado hasta ahora. Son unos fanáticos religiosos, pero se nota que no son malas personas. Ya lo habéis comprobado. Así que yo me quedo...". Belén y ella se han abrazado y se han puesto a llorar. Echaremos de menos a Esther. Sobretodo, cuando alguno de nosotros caiga herido. Cuando los demás se han percatado de esto, no me ha quedado más remedio que explicar que ocurría. Y mi sorpresa ha sido más mayúscula aun cuando María y Juanca han dicho que también se quedan. Por Juanca me da un poco igual, no hemos tenido tiempo para estrechar lazos con él, pero María... la única persona superviviente de mi antiguo grupo, una buena amiga, nos abandona también. La voy a echar mucho de menos. Aun más la echare de menos cuando tengamos que enfrentarnos a merodeadores o cualquier otro peligro. Ha demostrado su valía a la hora de entrar en combate. Pero es su decisión y yo no puedo hacer nada, más que preguntarle el motivo y de si hay posibilidad de hacer cambiar de opinión. Ha dicho algo similar a lo que ha dicho Esther y no, ha dicho que no podemos hacerla cambiar de opinión. Acto seguido, la he abrazado y he contenido las ganas de llorar. Le he pedido que cuide de Esther y que no pierda de vista a los miembros de "La Iglesia del fin de los tiempos". Que aunque parecen inofensivos, no hay que fiarse de nadie. Me ha jurado que no bajara la guardia y nos ha deseado suerte. Después, se han despedido de todo el grupo. El momento más emotivo ha sido cuando María y Eduardo se han abrazado y ambos se han emocionado. Nunca me había fijado hasta ahora, pero parece que ambos sienten un profundo cariño el uno por el otro. Después, le he dado una palmada en la espalda a Juanca, que estaba a un lado, cabizbajo. Este también nos ha deseado suerte.

Después de despedirnos, nos hemos montado en los coches y nos hemos alejado poco a poco de allí. Verlos por el retrovisor, diciéndonos adiós con la mano desde la puerta del edificio, ha hecho que me acongoje hasta el punto de derramar unas lágrimas. Belén también estaba llorando. Hace horas que nos hemos marchado de allí. Ahora nos encontramos acampados en mitad de la autovía. Llevo hora pensando en si nuestra decisión, o más bien, mi decisión de continuar la marcha a Reus ha sido buena idea. Quizás debimos haber hecho lo mismo que Esther, María y Juanca, resignarnos y habernos quedado con los sectarios. Pero es que no se si será por todo lo que hemos vivido hasta ahora o que, simplemente, algo me dice que no nos fiemos de ellos, pero no me hacía mucha gracia quedarme allí. Quizás, si llegamos a Reus y tal ciudad ya no existe, volvamos a la iglesia. Quizás esa sola sea la única forma de que confiemos en ellos, volviendo y comprobando que María, Esther y Juanca están sanos y salvos. Si llegamos y Reus esta intacta, será que Miguel nos ha mentido y nuestros amigos corren un grave peligro, ya que la comunidad no será de fiar. Que dilema. Bueno, ahora solo podemos desearles lo mejor y mirar hacía delante, no hay más. Lo que sea, será.


- Erik -


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+ 08-06-10 + Retorno forzado

Hemos rozado nuestro destino casi con nuestros dedos. Jamás hemos estado tan cerca de Reus. El trayecto desde la 'Iglesia del fin de los tiempos' hasta aquí ha sido muy rápido y fluido, ya que la autovía estaba bastante despejada de vehículos y le hemos podido pisar a fondo a nuestros coches. Salvo algunos merodeadores desperdigados en la carretera, no hemos visto ninguna horda significante. Cuando hemos alcanzado el desvío que se supone que nos lleva a Reus y lo hemos transitado, nos hemos llevado una gran desilusión. No hemos recorrido mucha distancia en esta calzada, ya que nos hemos dado de bruces con un tremendo socavón. Sin salir de nuestro asombro, hemos bajado de los coches e inspeccionado este. El socavón era tremendo e imposible de cruzar con los vehículos. Fuera de la autovía habían también una serie de socavones y zanjas. Comparto la opinión de Iván, el cual ha dicho que están hechos a propósito, con dinamita. Han volado la carretera por algún motivo y creo que se cual es. Deduzco, y Eduardo y Hans me han dado la razón, que los militares de Reus han hecho esto para cortar los accesos a Reus. Pero, ¿no se supone que son una comunidad que acoge a más supervivientes? No tiene sentido que echen folletos por las ciudades llamando a la evacuación y que después vuelen los accesos a la ciudad. Después de estudiar todas las formas de intentar pasar los vehículos, hemos desistido y decidido probar suerte autovía arriba, en el siguiente desvío. Así lo hemos hecho. Hemos vuelto a la autovía y hemos buscado la siguiente salida, pero esta estaba peor que la anterior. La habían volado también y era intransitable desde el principio, ya que el socavón se había comido media autovía. Por lo visto, aquí habían utilizado más cantidad de explosivos, ya que el agujero era tremendo. Por si fuera poco, fuera de la calzada y rodeando el socavón artificial, estaba lleno de alambre de espino. A unos metros del agujero también había más de este y con sorpresa además, ya que había tres merodeadores enganchados en el alambre. Con sus extremidades apresadas en el espinoso alambre, no han parado de mirarnos y gemir con los brazos levantados en nuestra dirección hasta que nos hemos ido del lugar. ¿No tienen suficiente con volar las entradas que tienen que poner alambre de espino? Hans ha dicho que solo nos queda una posibilidad. Intentar llegar a Reus desde Tarragona. Según él, las demás carreteras secundarias estarán igual y la única que no habrán volado es la carretera que comunica Reus con Tarragona. El motivo es que buscaran tener acceso a esta ciudad por diversos motivos (abastecerse de los suministros de la otra ciudad, limpiar la ciudad y asegurarla por si Reus cae, etc) Esto tiene lógica, aunque no es algo en lo que podamos confiar al 100%. Quizás el acceso desde Tarragona lo han volado también. Y hay que sumar a todo esto el que si conseguimos llegar, no nos encontremos con una ciudad "muerta" (no olvidemos lo que dijo Miguel). De todas formas, no hemos podido llegar ni a Tarragona.

Ayer a mediodía, nos encontrábamos conduciendo hacía Tarragona. Estábamos casi llegando, cuando la furgoneta que conduce Eduardo y en la que van todos los demás, menos Belén, Hans y el perro, ha frenado en seco. Yo he frenado nuestro coche y he esperado a que reanuden la marcha. No sabíamos a que se debía ese frenazo repentino. Hemos esperado, pero viendo que no reanudaban la marcha, hemos bajado de nuestro vehículo y nos hemos acercado a la furgoneta. Por la ventanilla hemos podido ver como Eduardo, Iván y Elena estaban observando a Fede, el cual estaba acurrucado en un lado del asiento trasero con una espantosa cara de dolor. Desde fuera hemos podido ver como Iván le hablaba y situaba su mano en el hombro de Fede. Cuando hemos abierto la puerta de la furgoneta, hemos escuchado a Fede decir entre lamentos de dolor "¡Me duele! ¡Dios! ¡Es como si me estuvieran apuñalando!". Sus manos las tenía situadas en el vientre. Como hemos podido, hemos sacado a Fede del vehículo, pero este no podía ni mantenerse en pie. Lo hemos tumbado en la calzada y dicho que se moviera lo menos posible. Pero esto era imposible, tumbado en el suelo no ha parado de retorcerse de dolor. Eduardo le ha pedido que le diga donde le dolía y Fede, señalando la parte inferior derecha del vientre, ha dicho "Es insoportable. Llevo algunas semanas con molestia pero ahora... ahora es un dolor que no lo aguanto... Dios...". Hemos buscado en las mochilas calmantes, pero nada, no teníamos ningún tipo de medicación. Todos los medicamentos se habían quedado en la mochila de Esther. Que fallo el nuestro... Y encima nuestra única persona que entendía de medicina, Esther, no estaba con nosotros. Ella podía diagnosticar que le ocurría a Fede.

Aguardamos unos 20 minutos a la espera de que el dolor se le calmara, pero no fue así. En toda nuestra estancia a la espera de una mejoría, solo sirvió para que Fede siguiera agonizando. Nos terminamos de alarmar cuando Belén le tocó la frente a Fede y dijo "Esta ardiendo. Tiene fiebre...". Aquí es cuando nos vimos obligados a tomar una decisión rápida. Le estaba ocurriendo algo grave y su vida estaba en peligro si no hacíamos algo. Pensamos en que hacer, pero ninguno de nosotros tenía la más remota idea. Eduardo fue quién dio la única opción en esos momentos: "Debemos volver a donde esta Esther. Ella es la única persona que conocemos que puede saber que le ocurre y darle algún tipo de medicación". Todos estuvimos de acuerdo, aunque se que a ninguno nos hizo gracia tener que desandar lo andado y mucho menos después de estar tan cerca de nuestro destino. Lo que llevábamos meses soñando lo teníamos a dos pasos de nosotros y ahora nos tocaba retroceder. Pero lo que había en juego era una vida, así que no podíamos escoger otra opción. No tardamos en subirnos a los vehículos y tomar rumbo hacía 'La iglesia del fin de los tiempos'. Tardamos varias horas en llegar hasta allí y cuando llegamos a la puerta del recinto, les dije a Eduardo y a Iván que sacaran a Fede del vehículo mientras yo iba a buscar a Esther y a Miguel. Corrí al interior del edificio y cuando estuve dentro, no vi a nadie. Esto me extraño mucho. Mire en el comedor, pero no vi rastro ni siquiera de ningún perturbado con túnica. Entonces fue cuando me alarme. Algo había pasado aquí. Algo malo. Entre pensamientos de "Sabía que esa gente no era de fiar, lo sabía..." recorrí todo el edificio, incluyendo las plantas superiores, pero no había rastro de NADIE. Cuando baje y llegué al hall, me encontré a Iván y Eduardo cargando con Fede, que seguía quejándose del dolor. También estaba Belén, Elena y Hans. Eduardo me dijo "¿Donde esta la gente?" y mi respuesta fue "No hay nadie. El edificio esta vació". Iván soltó a Fede y fue corriendo a los coches. No tardó en volver, pero esta vez cargado con las armas. Nos dio una a cada uno y dijo "Aquí pasa algo raro y debemos de estar preparados para cualquier cosa. Dividamonos, Eduardo, quédate con Fede, Elena y yo vamos a buscar en las áreas de trabajo y en el campo. Erik, Belén y Hans, mirar en la iglesia". Sin tiempo que perder y empuñando mi subfusil, salimos del edificio y fuimos camino a la iglesia. Esta estaba anexa a el tanatorio y no tardamos en llegar a las puertas. Pegué la oreja a la puerta con la esperanza de oír algún tipo de signo de vida, pero el silencio era sepulcral. Entonces, en voz baja, me dirigí a Belén y a Hans: "Parece que no hay nadie, pero como ha dicho Iván, no podemos fiarnos, ya que aquí esta pasando algo raro. Puede ser que se hayan ido de aquí deprisa y corriendo, pero lo dudo. Voy a abrir las puertas de la iglesia de forma brusca, así que tú, Hans, ponte a mi derecha y tú, cariño, a mi izquierda. Cuando las haya abierto, apuntar al interior y abrir fuego al mínimo signo de peligro, ¿ok?". Ambos asintieron con la cabeza y yo retrocedí unos pasos para coger carrerilla y darle una patada a las puertas. Cogí aire, empuñe fuerte el subfusil y comencé a correr hacía la puerta. Cuando estuve delante de esta, extendí mi pierna y le propine una patada con todas mis fuerzas. Un calambre recorrió mi pierna tras el impacto, pero las puertas cedieron y se abrieron de golpe tras un fuerte estruendo. Seguidamente, apunté al interior con mi arma y Belén y Hans hicieron lo mismo. Lo que vimos en el interior nos dejo paralizados. Pero paralizados de vergüenza. En la iglesia estaban todos y cada uno de los miembros, todos ellos mirándonos con cara de asombro. Al final de la sala, ante un altar y con las manos entrelazadas bajo la barbilla en posición de rezo pero con los ojos clavados en nosotros, estaba Miguel. Allí estaba toda la comunidad, mirándonos. Y nosotros allí, paralizados y con las armas en alto todavía. En mi vida he pasado tanta vergüenza. Pasaron unos segundos que parecieron horas, hasta que de uno de los asientos centrales se levantó alguien y gritó nuestros nombres. Era una chica con túnica y se dirigía hacía nosotros. Cuando estuvo a nuestra altura, diciendo "¡Chicos! ¡Habéis vuelto! ¡El hermano Miguel lo predijo!", vimos de quién se trataba y no salimos de nuestro asombro. Era Esther, disfrazada como un sectario más. ¿Nos vamos dos días y ya le lavan el cerebro? Evité preguntarle porque iba así vestida, ya que teníamos un asunto preferente, pero Belén no pudo contenerse y le soltó "Esther, ¿que haces así vestida?". Esta le contestó "Me la ha regalado Miguel. Es la túnica de iniciada, totalmente lisa. Con el tiempo podre obtener la de creyente. Soy la primera persona de la comunidad que en menos de un día la obtiene. Miguel me la ha dado después de que se encerrara para hablar con Dios...". No salí de mi asombro al escuchar eso y Belén le replicó "¿Como puedes creer en todo eso? Ese hombre se ha montado una secta aprovechando todo lo que ha pasado y esta pasando, nada más. No habla con Dios". Esther contestó "Eso creía cuando llegamos. Pero cuando os fuisteis nos demostró que todo lo que dice es cierto. Nos ha dado pruebas. Tenéis que ver que es capaz de hacer... entonces cambiaréis de opinión y me daréis la razón, ya veréis...". Vi la intención de Belén de querer replicarle y yo también tuve ganas de rebatirle, pero Fede estaba agonizando en el otro edificio y no había tiempo que perder, así que les dije "Ya tendremos tiempo de hablar de esto, pero ahora no es el momento. Esther, Fede esta enfermo y necesitamos que le eches un vistazo. No sabemos que le ocurre. Síguenos". Esther preguntó que le ocurría pero yo comencé a correr hacía el edificio principal y ellos tres me siguieron. Doblando la esquina nos dimos de bruces con Iván y Elena. Iván preguntó "¿Donde están todos los perturbados?" pero no le contestamos. Cuando entramos al hall del tanatorio vimos a Eduardo junto a Fede, que estaba en el suelo con mueca de sufrimiento. Esther se puso de cuclillas junto a Fede y comenzó a hacerle preguntas sobre donde tenía el dolor y como era este. Mientras ella hacia eso, Eduardo e Iván miraban el atuendo de Esther con cara de sorprendidos. Iván me hizo un gesto y señalo a Esther, pero no le contesté.

Cuando esta acabo de hacerle preguntas a Fede, se giró y nos dijo "Tiene la apéndice inflamada, o sea, apendicitis. En la habitación tengo antibióticos y antiiflamatorios, pero no serán suficiente, hay que intervenirle quirúrgicamente. Si no lo hacemos, la inflamación ira a más y se le producirá una peritonitis, que es que se le perforara el apéndice, entonces morirá. Yo he asistido a cirujanos en operaciones de este tipo pero nunca he realizado una. No se si sería capaz de hacerlo sin ayuda...". Le hemos dicho que tiene que hacerlo si no tenemos una mejor opción. Eduardo ha dicho de preguntar en la comunidad si hay alguien que tiempo atrás ejerciera de cirujano, pero la voz de Miguel se ha pronunciado. Estaba detrás nuestra junto a una gran cantidad de miembros de la comunidad. Ha dicho "Sed bienvenidos nuevamente, hermanos. Sabía que volveríais, Dios me lo dijo. Él tiene planes para vosotros. Aunque yo personalmente no me esperaba una llegada tan... tan extraña. Nos habéis pillado en mitad de la misa diaria. En respuesta a lo que has dicho, Eduardo, siento decirte que los miembros de esta iglesia rechazamos cualquier tipo de medicina e intervenciones quirúrgicas. El motivo es que creemos que a quién le llega la hora, le llega, y solo Dios decide esto, por lo tanto, de nada sirve que intentemos sanarlo si Dios a escogido un destino para esa persona. De todas formas, aquí no tenemos nada prohibido. Las únicas dos cosas que están prohibidas aquí son matar y la perversión, así que si queréis buscar a un médico bajo el techo de nuestra humilde iglesia, sois libres de hacerlo. Al igual que si la hermana Esther quiere ayudaros, es libre de hacerlo también, nadie la juzgara. Lo máximo que podemos hacer nosotros es habilitaros la antigua sala de autopsias para que allí llevéis a cabo dicha operación. Allí tenéis diverso material de ese tipo que os puede servir de ayuda. Pero ya os he avisado, si Dios tiene planes para ese chico, de nada servirá que alarguéis su sufrimiento innecesariamente. Bueno, voy a acondicionaros unas cuantas habitaciones para vosotros, ya que supongo que os quedaréis un tiempo. Lo que necesitéis, pedírnoslo". Ninguno le contestó y cuando paso junto a Fede, se agachó y situándole la mano en la cara, le dijo "Tranquilo, hermano. No tengas miedo. Dios te tiene en sus planes". Después de esto, se ha marchado y todos los allí presentes han comenzado a perderse por los pasillos o saliendo al exterior. Solo se han quedado, a parte de nosotros, María y Juanca. Ambos se han acercado y María me ha dado un abrazo. Me ha dicho "Están locos, pero son inofensivos. El único peligro que conlleva vivir con ellos es que son pesados con el asistir a sus misas, pero yo me escaqueo siempre que puedo... Me alegro de volver a verte, Erik".

Después de llevar a Fede a un sofá, han venido dos miembros de la comunidad y, tímidamente, nos han dicho que teníamos nuestras habitaciones preparadas. Nos han acompañado y en la primera hemos dejado a Fede. Esther se ha quedado junto a él, suministrándole algunas pastillas. La siguiente habitación ha sido para Iván y Elena (Iván esta rabioso ante la obligación de quedarse aquí), la otra para compartir entre Hans y Eduardo y la última para Belén y para mi. La verdad que las habitaciones son muy cómodas y con un detalle que valoro mucho: cerrojo. A pesar de que las habitaciones son muy confortables, me recorre un escalofrió el pensar que dichas salas eran velatorios.
Hemos permanecido poco tiempo en las habitaciones desde ayer. No hemos parado desde entonces. Esther, María y Elena están trabajando en aclimatar la sala de autopsias para la operación y limpiando el material a utilizar. Lo están haciendo a toda prisa, ya que según a dicho Esther, es cuestión de tiempo que se le perfore la apéndice y entonces la cosa se complicara mucho y Fede morirá. Esto puede ocurrir en cualquier momento, así que no hay tiempo que perder. Iván y Eduardo van a ir al hospital del pueblo más cercano, el cual nos ha dado la ubicación Miguel. El motivo de que vayan es que necesitamos más material estéril y dosis de sedante para dormir a Fede. Mañana temprano saldrán a conseguir el material. Por otro lado, Hans ha dedicado toda la mañana a buscar a algún miembro de la comunidad que haya sido cirujano o al menos, tuviera una idea de como llevar a cabo una operación. Para nuestro asombro, a encontrado a tres, los cuales ¡se han negado a participar en la operación! Han alegado que por motivos religiosos no pueden ayudarnos. Menudos hijos de la gran puta.

Hoy he intentado hablar con Esther sobre su decisión de formar parte de la comunidad religiosa. He bajado a la sala de autopsias, donde se encuentra trabajando en la limpieza del material. Estaba sola, así que era un buen momento para tratar ese tema. Pero me ha dicho una cosa que me ha trastocado y me ha hecho olvidar lo que quería hablar con ella. Sus palabras han sido: "Erik, necesito que me ayudéis Belén y tú en la operación. Como ya os he dicho, no soy cirujana, así que necesitare todo tipo de ayuda mientras llevo a cabo la intervención. Tenéis que estar junto a mi y hacer lo que yo os diga. La vida de Fede depende de nosotros, así que cuento con vuestra ayuda...". ¿Nosotros ayudando en una operación? ¡No tenemos ni idea de medicina! Aún no se lo he dicho a Belén, pero si a mi ya me horroriza la idea de asumir tan gran responsabilidad, no quiero ni imaginar a ella... De todas formas, haré lo que este en mi mano lo mejor posible. Al menos, lo intentare. Esta noche se lo comunicare a Belén y mañana por la mañana intentare hablar con Esther sobre su rápida conversión a la religión de esta panda de tarados.


- Erik -

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Mensaje  ElChacal Sáb Sep 25, 2010 1:47 am

Muy bueno. Ya leí un par de entradas (de las primeras) y voy a seguir leyendo porque está muy bueno el relato. Felicitaciones y gracias por compartirlo!
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Mensaje  President Sáb Sep 25, 2010 3:09 am

me encanto tu historia esta requete buena y tambien a ella

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lol!
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Mensaje  Miembro de la resistencia Lun Sep 27, 2010 12:40 am

Gracias a ambos! Mensajes como los vuestros son los que me hacen que siga adelante con la historia! Un saludo andant01
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Mensaje  maldo Miér Oct 20, 2010 5:31 am

esperando la prox entrada u.u XD
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Mensaje  Battousai Miér Oct 20, 2010 3:10 pm

maldo escribió:esperando la prox entrada u.u XD

eso, lenguaje sms powa
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Mensaje  Miembro de la resistencia Dom Nov 07, 2010 4:20 pm

+ 09-06-10 + Andando entre muertos

Hoy nos hemos levantado bastante temprano. A las 7:00 ya estábamos todo el grupo en pie. En el exterior e interior del recinto, el calor era sofocante. El aire soplaba de poniente y abrasaba. A pesar de la hora que era, Miguel y la mayoría de miembros de su comunidad ya estaba en pie, haciendo tareas en el interior y exterior del recinto. Lo primero que he hecho nada más levantarme, ha sido ir a ver el estado de salud de Fede, el cual ha pasado la noche acompañado de Esther. Esta ha estado cuidándolo toda la noche, sin separarse de su lado ni un solo momento. Cuando he entrado a la habitación, allí estaba también Eduardo. Fede se encontraba tumbado en la cama y me ha saludado al verme. Me ha dicho que gracias a los calmantes y demás medicación que le esta suministrando Esther, le duele mucho menos y se encuentra un poco mejor. De todas formas, dice que no le duele si no hace grandes movimientos. Ponerse en pie le es casi imposible. He estado en la habitación durante un rato hablando con ellos, hasta que se han hecho las 8:00. Entonces ha sido cuando Eduardo ha dicho que era la hora en la que tenía que salir junto a Iván camino al hospital más cercano para hacerse con material útil, como ya habíamos acordado. Antes de salir de la habitación, Eduardo me ha dicho que saliera afuera con él un momento, que me tenía que decir una cosa. He salido con él sin tener ni la más remota idea de que me quería decir. Sus palabras han sido "Fede no sabe nada de la operación. Alguien debería decirselo y yo no tengo la suficiente valentía... ¿Crees que tu podrías?". He dudado por unos segundos. ¿Por qué se lo tengo que decir yo? ¿Por qué siempre me tocan las peores tareas?. A pesar de que no me hacía mucha gracia, he accedido y le he dicho que si. En ese momento ha aparecido Iván por el pasillo, cargado con unas mochilas y dos subfusiles, y ha gritado "¡Edu! ¡Esther ya me ha dado la lista de lo que tenemos que traer¡ ¡Es hora de salir ahí afuera a acribillar podridos! ¡¿O ya te has rajado?!". Eduardo me ha mirado y ha hecho un gesto con las cejas queriendo decir "¡Ay Dios! ¡Dame paciencia!". Yo me he reído y me ha dicho que se marchaban, entonces me he despedido de Eduardo. Le he dado un abrazo y le he dicho que tengan cuidado y sean prudentes. Iván se ha despedido dándome una palmada en la espalda que casi me la parte, mientras decía "¿Prudencia? ¡Eso es nombre de abuela!" y se reía a carcajadas. Cuando se han alejado por el pasillo, he vuelto a entrar a la habitación de Fede. Nada más verme, Esther se ha levantado y me ha dicho que me quedara con él unos minutos, que iba a por agua. Era lo último que me faltaba, comerme el marrón yo solo y entero. Cuando se ha ido de la habitación, me sentado en el sillón y he pensado en como empezar a decírselo. No se como lo ha averiguado, pero me ha dicho "Erik, notó que me quieres decir algo. Dispara". Yo me he quedado sorprendido por sus palabras y los nervios han hecho que se lo dijera de golpe y porrazo. "Te tenemos que operar. Si no lo hacemos, morirás. Y es posible que en la operación también lo hagas. Pero es un riesgo que tienes que correr...". Fede se ha quedado callado pensando durante unos segundos. Luego me ha dicho "Lo imaginaba. No soy tonto. Que pase lo que tenga que pasar. No temo a la muerte". No esperaba que se lo tomara con tanta filosofía.

He permanecido en la sala hasta que ha vuelto Esther. Durante esos largos minutos, ninguno de los dos hemos cruzado una palabra. Yo no sabía que decir y él no estaría con muchos ánimos. Cuando Esther ha estado de vuelta, me he levantado y me he dirigido hacía la puerta para marcharme. Estaba abriendo esta, cuando Esther me ha detenido con una pregunta. "¿Cual es tu grupo sanguíneo?". "Cero negativo" he contestado y ella ha terminado diciendo "Perfecto. Tu sangre sirve para todos los receptores. Iván y Eduardo me van a traer material para transfusiones, así que cuando estén de vuelta, necesito que dones sangre. Lo haremos esta tarde, ya te avisare". La verdad, no me importa donar sangre. Es por una buena causa. Pero con la alimentación tan pobre que llevamos, esto me va a sentar como un tiro.

El día a transcurrido tranquilo. Las chicas han pasado toda la mañana trabajando en la sala de autopsias, aclimatando a esta. Yo les he ayudado. He estado limpiando la sala mientras ellas terminaban de preparar y clasificar el material (Gasas, bisturís y demás utensilios). Nos hemos horrorizado cuando he abierto una cámara frigorífica para cadáveres y nos hemos encontrado con una bolsa de cadáveres con un cuerpo reanimado dentro. Pero no era la única cámara con esto, unas tres más contenían cadáveres reanimados. En otras circunstancias, habría acabado con ellos, pero he preferido avisar a Miguel. Este ha mandado extraer de allí a los reanimados y llevárselos a su particular granja de podridos. No me ha hecho mucha gracia, pero se habrían ofendido si los hubiera eliminado y esto habría traído serías consecuencias, ya que Miguel nos tiene prohibido acabar con merodeadores en cualquier zona de los terrenos de la iglesia. Pensándolo bien, me es indiferente lo que hagan con ellos siempre y cuando no escapen de la cárcel donde los retienen.
Después de esto, ha habido una buena y una mala noticia. Eduardo e Iván han regresado sanos y salvos con todo tipo de material quirúrgico útil. Varias mochilas llenas y el coche repleto. Por traer han traído hasta sabanas de hospital limpias y gran variedad de medicamentos. Nos han contado que la incursión no ha sido difícil, pero tampoco pan comido. Se han tenido que abrir camino por el hospital a golpe de katana y plomo. Por lo visto, el hospital estaba bastante habitado por merodeadores, pero el problema grave ha sido cuando han tenido que volver a los coches. Según han contado, una horda de merodeadores se agolpaban en la puerta del hospital, atraídos por los disparos. Han podido barrer a todos pero han agotado toda la munición que se han llevado. Ya nos queda muy poca en las reservas. La mala noticia no ha sido esa. Esta ha surgido cuando Esther, mientras clasificaba todo el material nuevo, ha preguntado donde estaba la anestesia y Eduardo ha contestado que no han encontrado. La cara de horror de Esther se ha hecho notar y ha preguntado como íbamos a llevar la operación a cabo sin anestesia. Iván ha dicho "Con esto" mientras de su mochila ha sacado varias botellas de whisky. Todos lo hemos mirado con cara de desconcierto y él, que se ha percatado de esto, nos ha dicho "Vamos a ver... No había ni rastro de la anestesia por ningún lado y esto es lo mejor que se nos ha ocurrido. No es tan descabellado. Hace 200 años no existía la anestesia y las operaciones se hacían a lo vivo con este método. Así que funcionara...". Todos nos hemos mirado y Eduardo nos ha hecho un gesto queriendo decir que ha sido idea de Iván. Esther ha comenzado a gritar y a decir "¡Como voy a llevar a cabo una operación sin anestesia! ¡¿Creéis que emborrachandolo no va a sufrir y ser consciente?¡ ¡Vosotros habéis visto muchas películas!". Acto seguido, ha dado un portazo y se ha marchado de la sala. La verdad es que la sola idea de operar a Fede sin anestesia, emborrachandolo y sosteniéndolo entre todos para que no se retuerza de dolor mientras grita, me horroriza. Pero Iván tiene razón, si no hay anestesia no nos queda otra. Que dilema.

Sobre la una del mediodía, todo el grupo hemos acudido al salón comedor para comer nuestro rancho diario. Nos hemos situado al final de una mesa junto a varios miembros de la comunidad. Estos, de forma disimulada, se han levantado y alejado de nosotros. Es como si nos tuvieran miedo... ¿por qué? Son muy amables y hospitalarios con nosotros, pero tienen cosas que no comprendo. Sin embargo, a Esther y Juanca no les ocurre nada de esto, todo lo contrario. Todos los miembros de la comunidad les saludan como a uno más y hablan y bromean con ellos. Por lo visto, Esther no es la única que esta creyendo en todas esas paparruchas de Miguel. Juanca también. Él no lo ha reconocido, pero se lo noto. Acude a las misas de la comunidad y siempre anda detrás de Miguel, preguntándole cosas y hablando con él. La comida ha transcurrido con normalidad. Nos han servido un revuelto de huevos acompañados de unas patatas. Y como no, una gran y exquisita ensalada. No habíamos terminado de acabar el plato, cuando toda la comunidad se ha levantado y ha comenzado a correr hacía la mesa de Miguel. Todos se han agolpado a su alrededor y nosotros nos hemos quedado confusos. No sabíamos que ocurría. Esther también ha sido una de las personas que ha acudido a la mesa de Miguel. La marea de gente comenzó a moverse hacía la salida del comedor con Miguel en el centro. Cuando pasaron por nuestra mesa, pude ver que varias personas sostenían por los brazos a Miguel, el cual estaba desmayado. Todos nos hemos levantado y he visto a Esther entre el tumulto. He intentado hablar con ella para preguntarle que pasaba, pero me ha sido imposible. Estaba demasiado concentrada en acompañar a Miguel e internada en la marea de gente. María se ha puesto a mi lado y nos ha dicho en tono exceptico "No os preocupéis. Le pasa siempre, no es la primera vez que lo veo. Ahora se lo llevan a un cuarto y lo encierran allí, porque cuando le pasa esto, es cuando habla con su Dios...". Los demás y yo los hemos seguido hasta la habitación, la cual nos enseño Miguel cuando llegamos y en donde dice él que Dios le habla. Cuando han llegado a esta, lo han internado allí dentro, tumbado en el suelo. Parecía que estaba muerto. Después, han cerrado la puerta y se han arrodillado todos en el pasillo, ante la puerta de la habitación y han comenzado a rezar. Todos nosotros nos hemos quedado sorprendidos ante tanto fanatismo, sobretodo Iván, que ha exclamado "Que ganas de arrasarlos con el subfusil". Esther se nos ha quedado mirando y he visto sus intenciones de arrodillarse allí junto a los demás, pero no se porque, quizás por vergüenza o miedo a que diríamos, no lo ha hecho. Cuando nos estábamos alejando de allí, Esther me ha dicho "Acompáñame. Tengo que extraerte sangre, ¿recuerdas?".

Hemos ido hasta la sala de autopsias y me ha hecho sentar en una silla metálica, apoyando el brazo sobre una camilla. Ella ha preparado todo el material y cuando lo ha tenido listo, me ha clavado la aguja en el brazo y el tubo ha empezado a llenarse de sangre, corriendo hasta caer en la bolsa de transfusión. Mientras yo abría y cerraba la mano como Esther me había dicho que hiciera, ella se ha ido al fondo de la sala y se ha sentado en una silla. La he observado durante unos instantes y he sentido pena de ver como había cambiado. Verla vestida con esa túnica y su actitud recién adoptada, como si fuese una copia de los demás sectarios, me ha hecho decirle lo siguiente: "Esther... No te das cuenta, pero has escogido un camino equivocado. La serie de acontecimientos que hemos vivido desde que todo esto empezó ha hecho que te aferres a religión, a la espera de obtener respuestas. Nadie sabe que esta pasando, el porque hemos llegado a esto, ni lo sabemos nosotros, ni lo saben los miembros de esta comunidad y mucho menos lo sabe Miguel. Este se ha montado una religión aprovechando...". No me ha dejado terminar. En seguida me ha dicho "Ya te lo dije cuando llegasteis. Yo soy la primera exceptica. Siempre lo he sido. He creído en la ciencia, nunca en lo místico o religioso. Cuando llegamos, vi al hermano Miguel como a un charlatán y a los demás como una panda de pirados que lo seguían. Pensaba igual que tú. Pero cuando os fuisteis, mi opinión cambio. He visto lo que puede hacer ese hombre. He visto de lo que es capaz y eso ha hecho darme cuenta de que ese hombre es un elegido. Lo que hace él no lo puede hacer un hombre normal. Tienes que verlo con tus propios ojos, entonces compartirás mi forma de pensar". No he podido contenerme y le he preguntado de que es capaz ese hombre, que había visto para hacerla cambiar de opinión tan rápidamente. Ella solo me ha dicho "No debo explicarlo con palabras. Tienes que verlo. Cuando salga de su trance, ves y dile que te lo muestre. Él lo hará sin ponerte peros". Me he quedado dándole vueltas a que podía ser de lo que es capaz de hacer hasta que ha terminado la extracción de sangre. Nada más terminar y apretando un algodón contra mi brazo, he andado rápido por los pasillos en busca de Miguel. He ido a la famosa habitación pero no había nadie, ni dentro ni fuera. Le he preguntado donde se encontraba Miguel a un miembro de la comunidad y este me ha contestado "Esta en el exterior, meditando. Ha gastado mucha energía en la última revelación divina". He ido rápidamente al exterior del edificio y lo he visto en medio de un campo, cerca de la 'granja' de podridos, sentado sobre una roca. He andado a paso ligero hacía donde se encontraba. El ardiente sol me ha hecho empapar de sudor la camiseta y por poco me asfixio de calor. Cuando he llegado junto a él, este se me ha quedado mirando, sonriendo, y me ha saludado. Me ha sorprendido verlo sin ni siquiera una gota de sudor en su frente. Le he dicho "Miguel, he hablado con Esther sobre su rápida conversión...". Este ha dicho "Es una chica lista y afortunada. Ha encontrado la senda de Dios muy rápido. Dios me ha hablado de ella hoy...". Le he interrumpido como él lo ha hecho, diciéndole "Sí, sí, claro. Pero no vengo a hablar de eso. Lo que me ha traído aquí es que ella me ha dicho que sabes hacer algo que me puede hacer cambiar de opinión. Quiero verlo. Quiero ver cuan de sorprendente es eso". Miguel me ha mirado y luego, mirando hacía el cielo, ha exclamado "Dios mio... Tan dificil les es a todos seguirte solo por fe y sin necesidad de ver tus poderes..." Luego me ha mirado a mi y ha continuado "...te lo demostrare. A ti y a todos tus compañeros. Vais a ver que yo no miento y digo la verdad. Todo sea por haceros ver la verdadera senda de Dios". Ha llamado a un miembro de la comunidad que se encontraba trabajando en el campo a varios metros de nosotros y le ha dicho que fuese a buscar a mis demás compañeros. Este ha soltado su azada y ha corrido dirección al edificio, cumpliendo ordenes.

A los 10 minutos, han aparecido mis compañeros acompañados por varios miembros de la comunidad. Todos, menos Iván, que exhibía una mueca de indiferencia y asco, estaban desconcertados. No sabían que ocurría y porque se les había hecho traer aquí. Entonces Miguel ha dicho "Ya estamos todos. Si os he hecho llamar, es por lo siguiente. Al igual que Erik, la mayoría de vosotros me ha tomado por un loco que ha reunido una panda de tarados y ha construido una iglesia..." Aquí Iván ha exclamado un sonoro "Correcto". Miguel ha hecho oídos sordos y ha continuado "...pero no es así. Tranquilos, no os culpo, ya que el ser humano es ignorante por naturaleza. Se que no vais a cambiar de opinión por simple fe y por ello os he hecho llamar. Os voy a demostrar que cada una de mis palabras son ciertas. De que Dios me ha escogido a mi para ser el que guié a los puros de espíritu, a aquellos que entraran al reino de los cielos después del juicio de las almas. Bien... Permanecer atentos y no temáis". Después de esto, se ha arrodillado y ha comenzado a rezar. Lo ha hecho durante un minuto mientras todos lo observábamos. Después, se ha levantado y dirigiéndose a uno de sus fieles, le ha ordenado "Hermano Alfredo, abre las puertas de la verja". Al oír esto, me he estremecido. Iban a abrir las puertas de la granja de los podridos. Estos se agolpaban en la verja con sus blanquecinos ojos sin vida clavados en nosotros. Instintivamente, he empuñado mi arma y he mandado a mis compañeros retroceder y estar atentos. Esther se me ha acercado y ha dicho "Tranquilos, no va a pasar nada". El tal Alfredo ha quitado el candado de la verja y ha abierto las puertas, mientras retrocedía. Miguel a entrado rápidamente antes de que se acercaran los merodeadores y Alfredo ha cerrado las puertas. Cuando he visto dicha escena, he exclamado un "¡¿Estas loco?! ¡¿Te van a atacar?!". Iván, de fondo, a apuntillado "No caerá esa breva...". Miguel ha permanecido allí quieto mientras todos los merodeadores se dirigían a él. Cuando los tenía encima, he quitado la mirada temiendo lo peor. Pero me equivocaba. Los merodeadores lo han rodeado y se han quedado quietos, observándolo. No se cuantos merodeadores tenía a su alrededor, pero diría que casi todos los que había allí encerrados. Después de esto, Miguel a comenzado a andar y a apartarlos con sus manos. Estos, inmóviles y con la mirada perdida, se han ido apartando por cada empujón de Miguel. No han hecho ni la más mínima intención de atacarle y se han ido alejando uno a uno de él, volviendo a la verja y centrando toda su atención en nosotros. Iván, que permanecía a mi lado, ha exclamado "¡¿Nos tomas por estúpidos?! ¡A esos merodeadores les ocurre algo! ¡Les habéis hecho algo para que tu puedas hacer este numerito de circo!". Miguel ha dicho "No. Esto es una prueba de que soy el elegido. Dios me da este don. Nada más". Iván ha dicho "¡Y una mierda!" y ha comenzado a andar a paso ligero hacía la puerta. Una vez en esta, ha quitado del medio de un empujón a Alfredo, ha abierto la puerta y ha entrado. No se porque ninguno de nosotros hemos reaccionado, pero teníamos que haberlo impedido. Al entrar Iván, todos los merodeadores han comenzado a andar hacía él. Miguel, desde un punto más alejado, le ha dicho "Hermano, sal de aquí o te matarán". Iván ha hecho oídos sordos y se ha quedado quieto mientras mascullaba un palillo que llevaba en la boca. El primer merodeador lo tenía casi encima, gimiendo y con los brazos en alto, pero el a seguido sin inmutarse. Por lo visto, estaba muy confiado de que a él tampoco le iban a atacar. Ha sido Miguel quién, de un rápido esprint, se ha situado junto a Iván y le ha quitado el merodeador de encima, que ya estaba abriendo la boca y abalanzándose. Después, ha empezado a empujar y a derribar a todos los que se le estaban acercando a Iván. Este ha salido de su trance y se ha dado cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo, del peligro que corría si no salía de ahí. Le ha encajetado un puñetazo a un merodeador que se le interponía entre él y la puerta y, seguidamente, ha salido al exterior no sin antes cerrar las puertas. Nos ha mirado a todos con ojos de desconcierto y se ha dirigido a Miguel, que permanecía en el interior, diciéndole "¡No me has demostrado nada! ¡Tu sabrás cual es tu truco, viejo loco!". Al acabar sus palabras, se ha marchado de la zona no sin antes dirigirnos una mirada a todos nosotros. Personalmente, me he quedado sin palabras. Yo y todos mis compañeros. Miguel ha salido de la jaula y nos ha dicho "Ahora esta en vuestras manos. Creer o no creer, seguir la palabra de Dios que os llevara a la salvación o seguir transitando la senda del pecado. Vosotros mismos, hermanos". Al acabar sus palabras, se ha marchado también y nos ha dejado allí, pasmados.

La verdad es que, desde que he visto a Miguel hacer eso, no he parado de pensar como puede ser que los merodeadores no le hayan atacado. Esta claro que no me creo su explicación de que es un elegido de Dios. Tiene que haber una explicación lógica, alguna explicación científica, pero ¿cual? Aunque la lógica hace mucho tiempo que desapareció del mundo. Mis compañeros están tan confusos como yo. Ni siquiera Eduardo encuentra una explicación a esto. Iván sigue manteniendo su teoría de que esos merodeadores están atontados a causa de algo que les han hecho, pero ¿como se les puede atontar para que no ataquen? Me encantaría conocer el truco. Eso nos haría inmunes a esas cosas y podríamos transitar todas la zonas y ciudades sin miedo. Pero tenga o no tenga truco, Miguel no me va a dar otra explicación que la oficial. Tengo la cabeza hecha un lío. Debo de encontrar una explicación a esto... Pero, ¿como?


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+ 10-06-10 + Un sufrimiento innecesario

Era de esperar que el estado de salud de Fede empeorara. Es algo de lo que Esther ya nos había mentalizado. La aparente mejoría de Fede era pasajera y su problema no se resolvería sin realizar la intervención quirúrgica. Como ella nos dijo "...solo ira a peor y es cuando tendremos que intervenirle" y, como si de una profecía se tratase, así ha ocurrido. La madrugada del día 9 me encontraba en la habitación junto a Belén. Ella dormía a pierna suelta, pero yo, por más que lo intenté, me fue imposible. No paré de darle vueltas y vueltas a lo que había visto ese día, o sea, a Miguel andando entre muertos y estos sin atacarle. En mi mente estaba pensando en explicaciones lógicas cuando el silencio nocturno fue quebrado por un grito desgarrador. Belén se despertó al instante y yo me incorporé en la cama instintivamente. Al primer grito le siguieron varios más. Eran gritos de dolor y en ese momento supe de quien eran. Por si acaso, cogí la pistola de Belén y en ropa interior corrí pasillo abajo, hasta llegar a la habitación de Fede. Mientras pasaba por las demás habitaciones, todas se iban abriendo y de ellas asomaban las cabezas de algunos miembros de la comunidad. De una de las puertas salió Eduardo y comenzó a correr junto a mi. También nos siguió Hans. Cuando llegamos a la habitación de Fede y abrimos la puerta, nos encontramos con un panorama dantesco. Fede se encontraba en el suelo, vomitando y retorciéndose de dolor mientras Esther lo intentaba calmar. Esta, al vernos y con una clara cara de asustada, nos dijo "Ha ocurrido lo que os dije. Se le ha perforado el apéndice. O lo intervenimos ahora mismo o morirá aquí mismo. ¡Llamar a todos! ¡Que dos los lleven a la sala de autopsias mientras yo preparo todo! ¡Vamos!". Sin tiempo que perder, Eduardo y yo cogimos a Fede, yo por los hombros y Eduardo por las piernas, y comenzamos a correr camino a la sala de autopsias. No fue tarea nada fácil, ya que Fede no paraba de moverse bruscamente y gritar. A nuestro paso iban saliendo gente de las habitaciones a curiosear y otros muchos cerraban estas, escondiéndose. Por el pasillo nos topamos con Miguel, que nos miraba con cara de preocupación. No nos dijo nada y nosotros pasamos por su lado como una exhalación. Llegamos a la sala de autopsias y allí estaba Esther y Belén, ambas con batas blancas. A Eduardo y a mi nos dieron un par que nos pusimos inmediatamente después de dejar a Fede en la camilla. Mientras Esther lo intentaba tranquilizar y preparaba el material, apareció Iván acompañado de Elena. La segunda se puso también una bata blanca mientras temblaba como un flan. Iván sacó de su mochila una de las botellas de whisky y mientras le decía a Fede en tono amistoso "Venga, tipo duro, estamos contigo. Esto va a ser un paseo, ya veras. Bebamos, yo te acompaño en la borrachera..." y le volcaba la botella en la boca. El primer trago lo escupió y entre gritos de dolor, dijo "¡¡Ponerme anestesia!! ¡¡¿Que hacéis?!!". Todos nos miramos y vi que a Belén se le escapaban unas lágrimas. Ante esas palabras, Iván se nos quedo mirando con una tremenda cara de impotencia. Nunca había visto esa clase de mueca en su rostro. Conocía al Iván tarado, psicópata, violento, pasota... pero no al Iván compasivo. No duró mucho esa mueca en su rostro y volvió a darle de beber otro trago. Esther se dirigió a nosotros con voz quebrada, diciendo "Es imposible... no podemos hacer esto, joder. Como le voy a cortar a lo vivo. ¿Sabéis lo que va a sufrir?". Sus manos eran un show. No paraban de temblar violentamente. De mi boca salió lo siguiente: "A nadie nos gusta esto y mucho menos ver a Fede padeciendo, pero hay que hacerlo si queremos que tenga una mínima posibilidad de sobrevivir. Si no lo hacemos, morirá. Y lo hará sufriendo terribles dolores, así que puestos a que sufra, que lo haga luchando con la esperanza de salvarse. Podrá soportarlo. Debe soportarlo. Es fuerte". Esther me miró unos segundos y dijo "Tienes razón. Hay que intentarlo. Vamos".

Cuando volvimos los ojos a la camilla, vimos que la botella de whisky que sostenía Iván y a la cual le estaba pegando un trago, estaba por el final. Le había suministrado ya una gran cantidad de alcohol y los quejidos de Fede eran menos intensos. Este ya decía cosas incoherentes y miraba la sala y a todos los presentes con la mirada perdida. Iván comentó "Esta lo suficiente borracho. Es el momento de que hagáis lo que tengáis que hacer...". Esther ordenó a Elena que le cortara la camiseta con las tijeras. Cuando esta hizo esto, Esther le limpió la zona de la ingle con una gasa empapada con yodo y otra sustancia e hizo una raya con un rotulador en la zona de la incisión. Iván le introdujo parte de una toalla en la boca a Fede con la intención de que la mordiera con fuerza cuando comenzara la operación. Acto seguido, él y Eduardo lo agarraron fuerte, inmovilizándolo y Esther cogió el bisturí y se preparó para cortar. Se quedó inmóvil con el bisturí a escasos centímetros de la piel. Así permaneció unos largos segundos en los cuales todos la observamos. Al final, se alejo de Fede diciendo entre sollozos "No puedo... no puedo..." y llorando. Eduardo cogió a Esther por la bata y le gritó "¡Hazlo! ¡Por lo que más quieras, hazlo! ¡Todos estamos padeciendo lo mismo que tú! ¡Terminemos con esto de una puta vez!". Esther se le quedó mirando con los ojos empapados en lágrimas y dijo un "Ok". Eduardo volvió a su puesto y agarró a Fede por las piernas mientras Esther cogió el bisturí de nuevo y volvió a centrarse en la zona de la incisión. Por unos instantes pensé que se volviera a echar atrás de nuevo, pero no fue así. Hizo un preciso corte en la piel de Fede y este, al notar que el bisturí se hundía en su piel, soltó la toalla de su boca y profirió un grito desgarrador que sonó en toda la sala, mientras se revolvió de tal forma que se soltó de Eduardo e Iván. Estos volvieron a inmovilizarlo rápido y el segundo situó la toalla de nuevo en su boca. Tengo grabado la forma en que apretaba los dientes contra esta mientras que de sus ojos brotaban lágrimas de dolor. El corte fue limpió y preciso. Elena comenzó a limpiar la sangre que brotaba de la herida y entonces fue cuando Belén y yo tuvimos que intervenir. Como nos ordenó Esther, pusimos cuatro pinzas en los dos extremos del corte, consiguiendo con esto que la herida quedase lo suficiente abierta para que Esther trabajase con más facilidad. Mientras Elena, siguiendo ordenes, limpiaba la sangre, Esther continuó la intervención. Hizo uso de un par de utensilios mientras Fede se retorcía de dolor y profería gritos ahogados. Este perdió el conocimiento en dos ocasiones y cuando lo recuperó, fue brutal. Parecía que los ojos se les iban a salir de las cuencas. Ver esto me horrorizaba. Cuando desvié la mirada para olvidarme de lo que estaba ocurriendo, vi por los ventanucos de la puerta de la sala a Hans, María y un par de caras que no reconocía, todos observando.

Esther encontró la apéndice y la saco al exterior. Nunca había visto esa parte del organismo, así que desconozco si la apariencia de esta era normal que fuese tan repugnante o, por el contrario, era a causa de la infección. Con unas tijeras, Esther cortó esta y comenzó a limpiar la zona. Cuando terminó, le facilité la aguja y el hilo para que la cosiera. Le llevo unos minutos hacer esto que supongo que para Fede resultaron ser horas. Luego introdujo la parte del intestino al interior y, cuando hizo esto, ocurrió algo que no esperábamos. Fede volvió a escupir la toalla y comenzó a vomitar en todas las direcciones. Iván fue el que se llevó la peor parte, pero a pesar de ello, no lo soltó ni un solo momento. Esther y Elena se pusieron a limpiar la zona de la herida, pero era imposible. Fede no para de gritar e intentar escaparse de Iván y Eduardo. Esther comenzó a gritar "¡Sujetarlo fuerte!" y en ese mismo instante, de la herida comenzó a brotar un potente chorro de sangre que las empapo a las dos. El chorro perdió fuerza pero no paró de salir más y más sangre. Fede profería gritos sobrehumanos. Esther, empapada en sangre y con cara de horror, comenzó a presionar la herida y nos ordenó que sacásemos las bolsas de sangre para realizar la transfusión, ya que estaba perdiendo muchísima sangre. Así lo hicimos mientras ella intentaba cortar la hemorragia. De nada sirvió. Ahí fue cuando Fede cesó de gritar. En un primer momento pensamos que se había desmayado, pero cuando Iván le busco el pulso nos dio la mala noticia. Estaba muerto. Se nos había muerto en plena intervención, quizás por algo que habíamos hecho mal. Esther se desplomó en el suelo y estalló a llorar. Su aspecto era lamentable. La sangre le cubría toda la cara y toda su bata chorreaba. Elena también comenzó a llorar y Belén se abrazó a mi. Yo miré a Eduardo y a Iván, que me miraban con expresión de tristeza. No negaré que yo también comencé a llorar. Hicimos lo que pudimos y de nada había servido. Había sufrido terriblemente para nada. ¿Que habíamos hecho mal? La confusión duró poco. Fede comenzó a mover un brazo y eso hizo que Esther gritara "¡No esta muerto! ¡Esta vivo!". Solo pude gritar "¡¡Apartaros!! ¡¡Correr!!". Iván y Eduardo se percataron de que iba el tema y de un salto se apartaron. El primero arrastró a Elena con él, pero Esther se quedo allí plantada. Fede se puso de pie de un rápido movimiento, expulsando espuma y sangre por la boca, y se lanzó sobre Esther, cayendo sobre ella. Esta no se esperaba esta reacción, pero aun así, le dio tiempo para evitar que el cuerpo reanimado de Fede le mordiera. Este estaba encima y ella lo cogía del cuello evitando así que le clavara los dientes.

Iván y yo nos abalanzamos sobre Fede y, agarrándolo por detrás, lo conseguimos lanzar al fondo de la sala. Este aterrizó sobre un armarito donde se guardaba parte del material quirúrgico y lo hizo añicos con el impacto. No tardó en ponerse en pie de nuevo y volver a por nosotros. Busqué desesperadamente la pistola que llevaba conmigo una hora antes pero ya no la llevaba encima, la había dejado en la habitación de Fede. Este pegó un salto en nuestra dirección y todos nos apartamos. Este cayó de morros y se golpeó contra unas sillas. Iván cogió la bandeja donde estaba el material quirúrgico y lo golpeó en la espalda. Como era de esperar, de nada sirvió. Eduardo repitió lo mismo con una de las sillas, pero pareció que con esto solo conseguimos enrabiarlo más. De repente, fijo su objetivo en mi y comenzó a correr. Iván intento frenarlo cogiéndolo de un brazo pero fue inútil, este se zafó. Cuando lo tenía casi encima mía y con los gritos de Belén de fondo, cogí la camilla y se la lancé encima. Esto consiguió frenarlo durante unos segundos, tiempo suficiente con el que pude armarme con un bisturí. Cuando se me hecho encima, se lo clavé en la cabeza, pero de nada sirvió. Lo tenía encima con la boca abierta, la cual la dirigía a mi cara, cuando algo me lo quitó de encima. Un lazo de acero lo aprisiono del cuello e hizo que saliera disparado hacía detrás. Dos lazos más lo apresaron y lo inmovilizaron. Era Miguel y dos personas más con sus lazos para inmovilizar perros. Mientras los otros dos mantenían a Fede inmovilizado, Miguel se arrodillo frente a él y mientras susurraba unas palabras en latín, le hizo el símbolo de una cruz en la frente con el dedo pulgar. Este no intentó atacar a Miguel, sin embargo, sus ojos sin vida estaban clavados en mi. Después de esto, dijo "Llevarlo junto a los otros". Iván lo intento evitar diciendo "De eso nada. Estoy seguro que Fede no quería este final. Hay que rematarlo y enterrarlo". Miguel replicó "Ya sabéis que aquí no se puede matar ni a vivos ni a reanimados. Es una de las dos únicas normas. Si no te gusta, te puedes marchar. Aquí no te obligamos a que te quedes". Iván frunció el ceño y Miguel nos dijo "Siento mucho lo ocurrido. Si ha muerto, es porque Dios tenía esos planes para él. Ahora el altísimo sabrá que hacer con él...". No terminó de hablar cuando Iván le propino un puñetazo que lo hizo salir despedido y aterrizar sobre la camilla volcada. Iván estaba furioso. Miguel se volvió a levantar y se situó frente a él, nuevamente. Lo miró e Iván repitió lo mismo. Le propino otro golpe. Los dos miembros de la comunidad salieron rápidamente de la sala con Fede inmovilizado. Miguel se levantó nuevamente y se plantó frente a Iván. Este lo miró con los ojos desorbitados, pero no lo volvió a golpear. Entonces, el otro le dijo "¿Has acabado, hermano?". No contestó. Iván se marchó de la sala sin decir una palabra más.

Desde entonces, nos sentimos destrozados. Hemos perdido a un buen compañero. Otro más que hemos dejado atrás. Lo peor de todo que ha muerto de la forma más absurda. No lo ha hecho luchando, sino de una enfermedad que hace poco más de un año, habría salvado su vida con una simple operación a manos de profesionales. Nunca nos acostumbraremos a este nuevo mundo y al nuevo orden de lo incomprensible. Nosotros lo hemos intentado hacer lo mejor posible y solo hemos conseguido cagarla. No me puedo perdonar que no hayamos buscado otra solución en vez de operarlo tan primitivamente. Hemos sido unos imprudentes y unos ignorantes. Solo hemos conseguido que sufra y ha muerto por nuestra culpa. Nosotros lo hemos matado. Lo mismo opina Iván. Ayer, tras lo ocurrido, lo visité. Estaba en su habitación, destrozado. Nada más verme, estalló a llorar. Ver a ese armario empotrado de dos metros, llorando, me hundió más aun. Entre sollozos, no paró de lamentarse. Decía que pudimos salvarle la vida, pero la habíamos cagado. Que no mereció sufrir como lo hizo. Se lamentó de no haber buscado otra solución en vez de proponer el tema del sustituto de la anestesia. Dice que debieron haber buscado anestesia en otro hospital en vez de haber recurrido al alcohol. Como pude, lo tranquilice, pero cuando me marché, me derrumbé. En la esquina de un pasillo me deje caer y estallé a llorar. Allí permanecí, hasta que me encontré a Esther, la cual se me abrazó, llorando también y diciendo "Lo siento, lo siento... es culpa mía... solo mía...". No tuve fuerzas para decirle que no. Se que no es culpa suya, pero no pude decírselo. Estamos todos hundidos. Belén ídem. Todos. Hasta Hans, que apenas conocía a Fede. He intentado hablar con Miguel para que nos deje darle un "mejor final" a Fede y poder enterrarlo, pero se niega por completo. Lo único que dice que hará es dedicarle la misa de mañana.

Por mi, que se meta por el culo su jodida misa. Solo quiero acabar con la agonía de Fede y darle una sepultura digna. No merece ser una de esas cosas contra las que luchamos día a día. No lo merece. Ni él, ni nadie.


- Erik -
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Mensaje  Miembro de la resistencia Sáb Nov 27, 2010 2:46 pm

[b]+ 11-06-10 + Viejos fantasmas

El pasado siempre vuelve, o al menos, eso dicen. Más bien, decían.

No hemos vuelto a ser los mismos desde la perdida de Fede. Quizás es demasiado pronto, ya que solo ha pasado un día y tenemos la experiencia de Alicia y demás compañeros que han perdido la vida desde que todo esto empezó. Tal vez sea por esto que nos cueste tanto superar una nueva perdida. Ya son muchas a nuestras espaldas y cada una duele más que la anterior. Cada vez que un compañero cae, somos más conscientes de que el siguiente puede ser servidor o lo que es peor, un ser todavía más allegado, en mi caso, Belén. ¿Que haría yo si perdiera a Belén? O, ¿que pasaría si el próximo en caer fuera yo? Me iría al otro mundo con el pesar de abandonar a su suerte a mi niña. No podría estar para defenderla. Se que quedaría Eduardo, el cual cuida muy bien del grupo y es una persona muy sensata, pero no sería lo mismo. Él no tiene porque cargar con más cargas, ya tiene suficiente con lo suyo.

Anoche tuve una serie de pesadillas, para variar. Desde el inicio de este apocalipsis, he tenido muchas, las cuales ya os he contado, más otras que no os he mencionado. Si tuviera que mencionar todas las que he tenido hasta ahora, tendríais una entrada diaria relatándoos estas. Anoche, para ser exactos, tuve dos. Como siempre, estas me dan mucho que pensar. No se si son simples sueños o son algo más. Os cuento. El primer sueño tenía como escenario Reus. En el sueño, vivíamos allí y la vida era como nos la habíamos imaginado. Tranquila, segura y apacible. Aquel refugio era inmenso, una gran ciudad, llena de gentes que realizaban sus tareas diarias como si nada hubiese ocurrido. Niños que iban al colegio, mujeres que hacían la compra y hombres que iban a trabajar. Hasta habían coches que circulaban de aquí para allá. En el sueño, yo trabajaba como agente de la ley. Recuerdo que iba por la calle y estaba multando coches mal aparcados, como yo hacía en el pasado. Iba transitando por una avenida, tranquilamente. De repente, el tráfico cesaba y todo los coches que transitaban la calzada desaparecían. Solo quedaban los viandantes que iban de un lado al otro sin mirarme, como si yo no existiera. En ese momento, algo llamaba mi atención. En mitad de la calzada, había un hombre plantado, de espaldas hacía mi. Vestía una túnica como los de la comunidad. Yo comencé a andar hacía él. Cuando estuve a su altura, le toque el hombro en señal de llamada, pero este no se giró. Ande unos pasos y me plante delante de él. Cuando estuve delante suya, lo reconocí. Era Miguel. Este no me miraba, mantenía la cabeza en alto, mirando hacía el cielo. Levanté la cabeza y miré hacía el cielo también. El sol me deslumbraba y me quemaba la vista, pero seguí mirando en busca de lo que él tanto observaba. En ese momento, el aspecto del sol cambio. Su fulgurante color dorado cambio y se convirtió en un simple redondel anaranjado. La luz que inundaba las calles también mutó, siendo de un color rojizo y un fuerte viento abrasador comenzó a recorrer las calles. Este aire quemaba la piel y arrastraba todo tipo de enseres. Bolsas de plástico, mochilas, periódicos y ramas de árbol eran arrastrados por el viento. Volví mi mirada a Miguel y le pregunté que ocurría. Él agacho su mirada y la clavó en mi. Comenzó a hablarme una lengua desconocida y que yo, en el sueño, identificaba como latín. Cada vez hablaba más deprisa y en tono más elevado. Acto seguido, dejo de hablar en latín y comenzó a hablar al revés. Al menos, eso pensé en el sueño. Ya no hablaba, sino gritaba. Por cada palabra que pronunciaba, un trozo de asfalto salía despedido del suelo. Su ojos no se apartaban de mi en ningún momento y su rostro tenía una expresión violenta, agresiva, de odio hacía mi. Sus últimas palabras ya eran en castellano. Recuerdo que decían: "¡Yo soy el azote de los impuros! ¡Yo soy el enviado de Dios! ¡Yo soy el agua cristalina que limpiara la inmundicia de este mundo! ¡Yo soy el comandante del ejercito divino! ¡Arrepentíos, el día del juicio ha llegado! ¡Es la hora de que Dios ponga en la balanza vuestras almas y las envié al fuego eterno!". Al terminar esas palabras, el suelo de la calle se comenzó a desquebrajar y gigantescas grietas de varios metros se abrieron por todos los lados. Miguel y yo nos quedamos aislados en una isla de asfalto. Me asomé por una de las grietas y en el fondo de esta vi un río de lava. De la grieta salían unos fuertes vapores que abrasaban. Por la pared de la grieta podía ver algo. Toda la pared de esta estaba repleta de cosas que ascendían trepando. Eran merodeadores. Toda la pared repleta y estaban subiendo de forma muy rápida. Yo me volví rápidamente y miré a Miguel. Esté me miraba y sonreía con las misma sonrisa que siempre nos dedicaba. Le grité "¡Frenalos! ¡Detenlos! ¡Hay niños en esta comunidad! ¡Hay gente inocente!". Pero él me miraba sonriente e impasible. Cuando volví la mirada, vi como de la grieta ya emergían los merodeadores y cuando plantaban los pies en tierra firme, comenzaban a correr en todas las direcciones. En todos los lados de la calle veía a personas que miraban atónitas. Pero estos no se movían, no intentaban huir, era como si estuvieran congelados. Los merodeadores comenzaron a llegar a sus posiciones y se abalanzaron encima de ellos, despedazandolos a dentelladas. Yo miraba horrorizado la escena mientras de la grieta seguían emergiendo más y más merodeadores. Cuando me giré, tenía a Miguel justo detrás de mi. En ese momento, me dijo "Redime tus pecados, Erik" (esta frase no es la primera vez que me la dedican en un sueño) y me propinó un empujón que me hizo caer de espaldas por la grieta. Mientras descendía en picado por la grieta, los merodeadores que estaban trepando extendían sus brazos hacía mi y me agarraban, frenando la caída. El sueño acabo cuando estaba a punto de aterrizar sobre la lava. Belén me despertó, ya que estaba vociferando entre sueños.

Me desperté agitado, pero no tardé en dormirme, entonces es cuando he tenido el segundo sueño. Este ha sido más extraño que el anterior. Me encontraba con Iván y Eduardo. Los tres estábamos empuñando nuestras armas, delante de una puerta. Hablábamos de entrar de forma rápida y disparar a los merodeadores que allí se encontrasen. Tome carrerilla y derribé la puerta de una patada. Esta se vino abajo y apunte hacía el interior. Era un baño. El baño de mi casa. Estaba vacío. Volví la mirada, pero mis compañeros ya no estaban. Estaba solo. Cuando devolví la mirada al baño, vi a Alicia ante el espejo. Estaba llorando. Le hablé, pero no me contestó. Era como si yo no estuviera allí. Esta se comenzó a quitar la ropa y cerró el grifo de la bañera, que estaba abierto. Después, se metió en el agua y cogió una cuchilla de afeitar que había en la repisa de la bañera y la dirigió a su muñeca. Intente evitar que hiciera lo que pretendía, pero fue imposible. Intente correr hacía ella, pero mis movimientos eran en cámara lenta. Se cortó las venas y el agua se tiño de rojo. Cuando llegué a la bañera, me tiré sobre ella para intentar sacarla, pero el suelo de la bañera se hundió bajo mis pies y me sumergí en el agua. Esta estaba oscura e intente nadar hacía la superficie. Cuando al fin pude emerger, aparecí en una sala llena inundada de agua. Como pude, abrí la puerta y la sala se vació de agua. Ante mi se extendía un largo pasillo iluminado por tubos de luz. Comencé a transitar el pasillo. Parecía que estaba en el hospital de Valencia. La luz parpadeaba a mi paso. De repente, me percaté que estaba andando sobre charcos de sangre seca. Al final del pasillo, sentados y apoyados sobre la pared, juntos, habían dos cadáveres. Cuando estuve lo suficientemente cerca, los reconocí. Eran José y Manuel. Sus cuerpos estaban mutilados y sus ojos estaban clavados en mi. En el sueño me dio un vuelco el corazón cuando vi que José parpadeaba. Manuel dijo "No te culpes, Erik". Yo me quedé callado y observando. José continuó "Las cosas pasan porque tienen que pasar". Les pregunté a que se referían, pero solo me miraban. Manuel rompió el silencio diciendo "Ya vienen. Corre". A mi pregunta "¿Quienes vienen?" solo respondió José, diciendo "Corre". Ambos se pusieron a repetir al unisono, una y otra vez, la palabra "Corre", subiendo el tono de voz cada vez. Cuando me giré, vi una terrible horda de merodeadores acercándose por el pasillo. Busqué una salida rápidamente mientras José y Manuél repetían la misma palabra. A la izquierda vi una puerta, la cual abrí rápidamente y entre, cerrándola tras de mi. Ahora estaba en un lugar oscuro. Muy oscuro. Solo escuchaba una débil voz que parecía rezar entre sollozos. Busqué en mis bolsillos mi mechero y cuando lo encontré, lo encendí. La tenue luz iluminó la estancia y por lo que vi, deduje que estaba en el interior de un contenedor. En una esquina, agarrando con fuerza un rifle, estaba Juan. Ese estibador que conocí en el puerto de Valencia y decidió quedarse en el puerto cuando los "Skull Korps" nos hicieron huir de allí. Estaba asustado y no paraba de llorar y lamentarse. Unos fuertes golpes en el contenedor me alertaron. De golpe y porrazo, la puerta de este se abrió y la luz del exterior me cegó. En ese momento, escuche risas y burlas. Cuando pude fijar la vista, vi a Vladimir y sus secuaces apuntando a Juan. Este empuño su arma tembloroso pero una lluvia de plomo impacto contra su pecho y este se desplomó con sus ojos clavados en mi. Yo me tiré al suelo y me acurruqué en una esquina, tapándome con mis manos el rostro. Así permanecí durante unos segundos, hasta que cuando retiré mis manos de la cara, descubrí que ya no estaba en el interior del contenedor. Me encontraba acurrucado en medio de la autovía. Por todos los lados habían coches abandonados. A varios metros de mi, había una tremenda hoguera de varios metros de altura. Ante esa hoguera, había alguien observándola, de espaldas a mi. Parecía una mujer e iba vestida de militar. Me puse en pie y camine hacía ella. Cuando estuve tras ella, esta se giró y me sonrió. Era Ana. Le pregunté que hacía allí, pero esta se giró nuevamente y, sonriendo, se llevó el dedo indice a los labios en señal de silencio. Yo mire la hoguera y enseguida supe que estaba pasando allí. En medio de la hoguera, entre maderos y trastos ardiendo, estaba el cadáver de Ricardo. Era la pira funeraria en la que quemamos el cadáver de este militar. La observé unos segundos y a mi izquierda apareció alguien, el cual también observaba. Cuando lo miré, vi de quién se trataba. Era Fede. Este me miró y comenzó a hablarme. Más o menos, dijo "No te preocupes por nosotros, estamos bien. Ahora debes de preocuparte por el grupo. Ellos te necesitan. Nosotros solo somos ceniza. Recuerda que nada es lo que parece. Las apariencias engañan. Solo tienes que aprender a diferenciar la realidad de la ilusión, la verdad de la mentira, el justo del farsante, a Dios del diablo. Estáis en peligro. Muchos morirán si decidís continuar con la misión, todos moriréis si os negáis a continuar. En tu mano esta". Me quedé observándolo y le dije que no entendía lo que quería decir. Este solo me sonrió. Lo siguiente que ocurrió, transcurrió al mismo tiempo. Ana comenzó a gritar mientras su cuerpo se encendió y envolvió en llamas. Las llamas la envolvían y devoraban sus ropas, su carne. La pira funeraria estalló y todos los maderos ardientes salieron volando. Devolví la mirada a Fede, pero la expresión de su rostro había cambiado. Ya no sonreía, tenía expresión de dolor. De su vientre comenzó a brotar litros y litros de sangre. De su boca ocurrió lo mismo. Entonces chilló "¡¡Corre, soldado, CORRE!!". Ahí me he despertado gritando. Para variar, he sobresaltado a Belén. Eran las 4 de la madrugada. Ya no he podido dormirme. Se que este sueño y el anterior quieren decir algo. Pero no los consigo descifrar. No entiendo a que misión se refería Fede. Tampoco se que se supone que tengo que aprender a diferenciar. No entiendo nada de ambos sueños. Pero quizás les estoy dando demasiada importancia y solo son eso, simples sueños.

Viendo que no podía dormir, a las 5 de la madrugada me he bajado al salón comedor. Allí he permanecido hasta que ha salido el sol y poco a poco ha ido bajando gente. De mi grupo, el primero en aparecer ha sido Eduardo. Este me ha dado una palmada en la espalda y me ha dicho que hacía ahí tan temprano. Yo no le he dicho nada, solo le he comentado que no he podido pegar ojo. Me ha dicho que a él le ha ocurrido lo mismo. Al rato ha aparecido Miguel y este se ha dirigido a nosotros, diciéndonos "Hoy, la misa será a las 12:00 y como dije, ira dedicada a vuestro amigo fallecido. Espero que asistáis para honrar la memoria de vuestro compañero". Ni Eduardo ni yo le hemos contestado. Ambos estamos muy resentidos por su actuación, la de no querer dejarnos dar sepultura al cadáver reanimado de Fede.
Las horas han transcurrido muy sumamente lentas. Cuando ha llegado la hora de la misa, todo el grupo nos hemos dirigido a la iglesia. Todos menos Iván, claro esta. Hemos tomado asiento en uno de los últimos bancos del santuario. En este asiento solo estábamos los miembros del grupo, todos menos Juanca, que estaba sentado cinco bancos más adelante, integrado con más miembros de la comunidad. Esther, por el contrario, se ha sentado con nosotros. Aunque sigue pensando igual y vistiendo su túnica sectaria. La misa a comenzado igual de aburrida y monótona que las anteriores. Desde su atrio, Miguel ha comenzado a hablar de Dios, de su plan apocaliptico para terminar con la impureza de la humanidad, del infierno y ha leído versículos del libro "El apocalipsis de San Juan". Esto le ha llevado al menos una hora de reloj y ha sido el sumum del aburrimiento. Cuando ha comenzado a hablar de Fede y de que "Dios lo ha llamado" y demás sandeces divinas, le he dicho en voz baja a Belén que me salía al exterior a tomar el aire. Me estaba crispando demasiado. En plena misa me he levantado y he andando hacía la puerta. He podido ver como Miguel, mientras hablaba, me ha seguido con la mirada. Me ha dado igual. He salido al exterior. Una vez aquí, he ido a la entrada del otro edificio y me he sentado en las escaleras. Lo que no me esperaba era lo siguiente. Cuando llevaba unos minutos aquí sentado, la puerta del edificio se ha abierto y cuando me he girado, he visto a Iván. Este cargaba con su arma, varios cinchos de munición y un par de mochilas. Al verme, se ha quedado sorprendido y no ha pronunciado ni una palabra. Me ha salido del alma preguntarle "¿A donde vas? ¿Nos abandonas?". Su respuesta ha sido contundente "Eso nunca". Después de aguardar silencio durante unos segundos, ha continuado "Creo que debo darte una explicación de lo que voy a hacer". Ha dejado las mochilas en el suelo y se ha sentado en las escaleras junto a mi. Ha comenzado diciendo "La verdad, pensaba irme sin decir nada. No me gusta dar explicaciones de mis actos y mucho menos preocupar a los demás. Sabes que no soporto a Miguel y a su atajo de beatos. Me tienen hasta la punta de la polla. Pero no me marcho por ello. Tengo una buena escusa para marcharme. Te explico. ¿Recuerdas el tiempo que pasamos en casa de los abuelos? ¿te acuerdas de la incursión que realizamos junto a María en busca de gasolina? Vale. No se si te acordaras, pero cuando entraste a la gasolinera, mientras nosotros llenábamos los depósitos de los coches y las garrafas de gasofa, tuviste un enfrentamiento con un merodeador. ¿Lo recuerdas? Pues mira lo que llevaba este podrido...". Después de esto, ha abierto una de sus mochilas y ha comenzado a buscar algo. Al final ha cogido algo y lo ha sacado, plantandomelo delante de los morros. Era un cinturón con una hebilla, todo lleno de sangre seca. Ya decía yo que cuando Iván vio al merodeador y se quedo a solas con él, a este le desapareció la hebilla que antes llevaba colgando de sus pantalones. La hebilla era una calavera con las iniciales "S - K" en la frente. Bajo de esta, el lema "Hermanos Proletarios". Al ver esto, un escalofrió me ha recorrido el cuerpo e Iván a continuado: "...en efecto, esta hebilla es del Skull Korps. La reconocí al instante porque yo mismo la he llevado en el pasado, como ya sabéis. No he querido deciros nada desde entonces para no alarmaros, pero ahora te lo digo a ti. Esas ratas de cloaca están vivas. Vivas y coleando. Es más, me atrevería a decir que Vladimir también..." Cuando le he dicho que es imposible, yo mismo lo vi caer al suelo muerto tras una de las explosiones, Iván a dicho "...tú lo viste caer por la explosión, pero no has comprobado si murió a causa de esta. Si el grupo esta en movimiento es porque el esta vivo. Y esta en movimiento, ya que esa gasolinera esta a varios kilómetros de donde tuvimos el enfrentamiento con ellos y os liberamos. Por lo que pude ver allí, la gasolinera la utilizaron como hospital de campaña y ese gordo podrido fue uno de los heridos que no sobrevivió. Para que no tengas dudas, también te diré que conocía a ese gordo. Así que esos están muy vivos y quiero averiguarlo. Desde entonces, difícilmente pego ojo por las noches. El solo pensar que Vlad esta vivo y sediento de venganza, me quita el sueño. Y me lo quitará hasta que no le demos caza y lo matemos. El motivo de mi marcha es para encontrarlos. Quiero saber donde se refugian, donde están escondidos. Cuando los encuentre, podremos asaltarlos y acabar con ellos. Yo solo no podré, así que quiero saber si cuento contigo al menos...". No he dudado en contestar un "Si, cuenta conmigo". Después de esto, se ha levantado y ha dicho "No te preocupes por mi. Es más, se que te vas a ofrecer a acompañarme y mi respuesta es no, quiero ir solo. Trabajo mejor así, sin la voz de mi conciencia que eres tú. La tarea será fácil. Los voy a encontrar y cuando lo haga, estudiare sus pasos y entonces volveré, os informaré y acabaremos con ellos. No se cuanto tiempo me llevará esto. Solo te digo que si pasa más de 15 días, darme por muerto y fúmate un pitillo en mi honor. No quiero que me busquéis. Seguir con el plan de Reus y andar con mil ojos. Tanto por el Skull Korps, que están ahí fuera, como los perchados de esta comunidad, de los cuales sigo sin fiarme. Pero no te preocupes, volveré". Me ha guiñado un ojo mientras se ponía el pañuelo en la cabeza y después me ha dado un fuerte abrazo. Después ha montado en una de las dos Harleys que hay en el aparcamiento y mientras ha sacado de su bolsillo una llave, ha arrancado la moto con esta, me ha lanzado una segunda llave mientras ha dicho "Esa es la llave de la otra Harley. Consideralo un regalo. Las he encontrado en un cajón de la habitación de Miguel junto a más llaves y demás cosas interesantes que te recomiendo que les eches un vistazo. Hasta más ver, Erik" y de un acelerón ha desaparecido carretera abajo envuelto en el inconfundible rugido del motor de la moto. Estoy muy intrigado con las cosas que me ha recomendado que vea en la habitación de Miguel. Tampoco no serán muy importantes cuando no me ha contado de que se trataba. Aunque no sé, quizás, cuando Miguel este dando misa, me meta en su habitación a curiosear.

Después de la marcha de Iván y sin saber cuanto quedaba de misa (por supuesto, ni por asomo se me ha ocurrido entrar para comprobarlo) me he ido caminando por los terrenos del recinto, envuelto en mis pensamientos. Me envuelve una mezcla de miedo y nerviosismo desde que me he enterado que los psicópatas del "Skull Korps" siguen vivos y vagando por ahí, posiblemente en nuestra busca. Más miedo me da el tener que volvernos a enfrentar a ellos. Pero es algo que no podemos esquivar. O golpeamos nosotros primero y los pillamos por sorpresa, nuevamente, o no viviremos tranquilos pensando que pueden estar tras nuestros pasos y terminen sorprendiéndonos ellos a nosotros. También estoy preocupado por Iván. Se que sabe valerse por si mismo, pero no me hace ninguna gracia que se haya ido solo a ver si los encuentra. Conociéndolo, se que a la mínima oportunidad que se le presente, los asaltara el solo, por muchos hombres armados que sean. Su odio hacia Vladimir es visceral y lo puede cegar. Eso puede hacer que de un mal paso y acabe mal. Solo espero que no sea un inconsciente y no haga ninguna tontería. Si los tenemos que atacar, tendremos que trazar primero un buen plan. Si no vuelve en la fecha que él mismo ha señalado, tendremos que darlo por muerto e irnos de aquí lo antes posible.

Como os decía, iba caminando, pensando en todo esto que os he hablado, hasta que he llegado a la "granja de podridos". Para variar, estos, al verme, se han excitado y han comenzado a golpear la valla. Todavía, aunque estoy más que acostumbrado a verlos, se me siguen erizando los pelos al mirarlos y oír sus gemidos. A pesar de ello, he seguido andando junto a la valla. Mi subconsciente me estaba guiando, ya que conforme iba caminando, mis ojos iban buscando algo. Buscaba a Fede o lo que queda de su persona. Necesitaba verlo. Algo absurdo, ya que así solo iba a conseguir torturarme más y regocijarme en mi dolor. Pero aun así, he seguido buscándolo. De repente, algo ha llamado mi atención a varios metros de mi. En la valla, alejado de la horda que se agolpaba en el otro lado de la verja, había un papel blanco ondeando. Esto me ha llamado la atención y he andado lo más deprisa que he podido hasta alcanzarlo. Cuando lo he cogido con mis manos he descubierto que se trataba de una nota. Escrito con bolígrafo, ponía: "Por fin descansa en paz". No he entendido que quería decir esto hasta que he levantado la cabeza y he visto en el interior de la valla, tendido en el suelo, el cadáver de Fede. En su frente tenía un orificio de arma blanca. Enseguida he comprendido, o al menos eso creo, que ha sido Iván. Él es el único capaz de pasarse por el forro las normas de Miguel. No he podido evitar venirme abajo cuando he visto su cuerpo allí tendido.

He esperado a que terminase la misa para contarle mi hallazgo a los demás y pedirle Miguel la llave de la valla. Cuando le he pedido la llave a Miguel y le he contado lo que ha ocurrido, su siempre presente sonrisa se ha desvanecido y en seguida me ha preguntado quién ha sido quién se ha saltado la norma. Yo he intentado disfrazar la verdad diciendo que quizás esos seres, en ocasiones, se matan entre ellos, pero no ha colado. Su respuesta ha sido "Eso jamás. No esta en los planes de Dios. Espero no enterarme de quién ha sido o se tendrá que marchar de aquí". A regaña dientes y muy cabreado, le ha dado las llaves a uno de sus lacayos y este nos ha acompañado y ayudado a sacar el cuerpo de Fede. Después de esto, todo el grupo, incluido Juanca y Hans, hemos llevado el cadáver de Fede al interior de la arboleda más próxima. Una vez allí y con palas que hemos cogido del cobertizo, hemos comenzado Eduardo, Juanca y yo a cavar la tumba de Fede. Aquí han comenzado a preguntarme "¿Que ha ocurrido? ¿Donde esta Iván?". He reunido valor y he contado todo. Cuando he nombrado al "Skull Korps" y he dicho que Iván tiene pruebas de que siguen vivos y muy cerca, las caras de todos, menos la de Hans y Juanca, se han desencajado de horror. Eduardo, que estaba cavando a mi lado, a soltado la pala y se ha quedado petrificado sin quitarme la mirada. María ha dicho que esto era imposible, que no podía ser que Vladimir siga vivo y Esther ha opinado lo mismo. Belén no se ha pronunciado. Yo solo he dicho que tendremos que esperar a que regrese Iván y nos cuente si los ha visto. Mientras pronunciaba esas palabras, en mi mente he terminado la frase con "...si vuelve".

Hemos tardado una hora en tener la tumba lista. Cuando hemos acabado con esta, hemos metido en la fosa el cadáver de Fede y hemos comenzado a tapar el hoyo. Al acabar con esto, Juanca a fabricado una cruz con dos maderos y la ha clavado en la tumba. Él y Esther han comenzado a rezar arrodillados al pie de esta. Yo he sido el último en marcharme de allí. Cuando Belén me ha dicho que me esperaba en el edificio y me he quedado solo, he estallado a llorar y me arrodillado sobre la tumba.

Este ha sido nuestro último adiós a un compañero. Espero que sea el último amigo que tenemos que despedir.

Solo pido eso...


- Erik -


--------------------


+ 18-06-10 + Desterrado

Han pasado 7 días desde la marcha de Iván y todavía no ha vuelto. Quizás es demasiado pronto para que vuelva. No tengo ni idea de a donde se habrá dirigido, hacía donde piensa él que se esconde el Skull Korps. La verdad, no me comentó nada de que rumbo pretendía tomar. Posiblemente, su primera parada ha sido la gasolinera donde descubrió la hebilla. Allí puede encontrar alguna pista de que rumbo han tomado esos hijos de mala madre. Al menos, ese sitio sería al primero que me dirigiría yo en su lugar. La marcha de Iván se ha tomado con más recelo que esperanza. Yo confío plenamente en Iván, pero se que algunos de mis compañeros no. Por ejemplo, hace unos días hablé con Esther y me dio su opinión sobre Iván. Según ella, a pesar de que Iván ha hecho muchas cosas buenas por el grupo, piensa que su repentina marcha en busca del Skull Korps no tiene un trasfondo transparente. Según su teoría, la cual no comparto en ninguno de sus aspectos, es posible que Iván nos venda al Skull Korps y les revele nuestra actual posición. Para ella, si Iván ha pertenecido a ese grupo, algún tipo de lazo o sentimiento lo sigue uniendo a ellos. Según ella dice, palabras textuales, "un lobo no se convierte en cordero sin la ayuda de Dios". Mi opinión sobre su teoría es que no tiene validez y lo que le ocurre es que esta muy influenciada por Miguel, el cual, a pesar que no lo ha dado a entender en sus varios enfrentamientos con Iván, no guarda muchas simpatías por este. Y a las pruebas me remito con lo que os voy a contar a continuación.

Esta mañana, cuando Belén y yo nos hemos levantado, nos hemos dirigido al salón comedor para desayunar, como todas las mañanas. En la mesa más alejada, situada en una esquina de la sala y en la cual siempre nos sentamos todo el grupo, hemos encontrado a Hans y Eduardo, ambos charlando tranquilamente. Allí nos hemos sentado y al poco han venido María, Esther y Elena. Aprovecho para decir que esta última no esta, al menos aparentemente, apenada por la marcha de Iván. No ha dado ni una sola muestra de tristeza o preocupación. Bueno, mientras desayunábamos tranquilamente, un miembro de la comunidad, el cual iba ataviado con túnica y cubre cabezas, se ha acercado a la mesa, y de forma tímida y sin mirarnos a los ojos, se me ha dirigido a mi. Me ha dicho que Miguel quería que fuera a verlo en cuanto terminase de desayunar. No he entendido que podía querer de mi. He mirado en la mesa "presidencial", pero allí no he visto a Miguel. Su asiento estaba vació. En ese momento he pensado: ¿Donde narices estaba? Desde que estamos aquí, nunca ha faltado a una comida de la comunidad. Cuando le iba a preguntar al hombre del disfraz (así los llama Belén. No puedo evitar una carcajada siempre que los llama así) donde podía encontrar a Miguel, este ya se había alejado de la mesa. Como ya os comente hace poco, los demás miembros de la comunidad nos rehuyen como si fuésemos apestados. Mis compañeros se han extrañado de que Miguel quisiera verme y Eduardo se ha ofrecido acompañarme a dicha cita, pero le he dicho que no hace falta. Eduardo no se fía nada de Miguel. Aunque desde que estamos aquí, esta tranquilo, Eduardo no baja la guardia por si Miguel y su comunidad nos da alguna ingrata sorpresa. Bueno, eso le ocurre a Eduardo y a la mayoría de nosotros, obviando a los dos conversos, Esther y Juanca. Este último pasa más tiempo con su nueva hermandad que con nosotros.

Después de recibir la noticia de que Miguel quería verme, apenas he seguido desayunando y no he tardado en levantarme de la silla y dirigirme a buscar a Miguel. Lo he buscado en la iglesia y viendo que aquí no estaba, he decidido ir a su dormitorio a ver si allí se encontraba. No he encontrado a nadie de camino a este. Por lo visto, toda la comunidad se encontraba en el salón comedor. Nada más llegar a la puerta de su habitación, he dado unos golpes en esta en señal de llamada. No ha tardado en dejarse oír la voz de Miguel con un "Adelante". Nada más abrir la puerta, lo que me ha llamado la atención ha sido la tenue y anaranjada luz de varias velas que iluminaban la habitación. A pesar que era de día, las persianas de la habitación estaban bajadas. Casi al fondo de la habitación, sentado tras un escritorio de madera, cerca de la cama, estaba Miguel. Su rostro era el mismo que el día que se enteró de que alguien había acabado con el cadáver reanimado de Fede. La siempre sonrisa de su cara no se encontraba por ningún lado. Después de saludarlo, he andado hacía donde estaba él. Mientras he avanzado, me he fijado en todos los detalles de su habitación. Nunca había entrado aquí y he de decir que hasta he sentido escalofríos de ver la gran cantidad de símbolos religiosos que adornaban la sala. Ojo, no he sentido escalofríos porque sean objetos religiosos, sino porque esa sala me ha recordado a un cementerio en toda regla. Nada más llegar a donde se encontraba Miguel, este ha cerrado una Biblia, la cual y por lo visto, estaba leyendo mientras me esperaba. Después me ha invitado a tomar asiento en una silla frente a su escritorio. Acto seguido, ha clavado sus ojos en mi y me ha preguntado que tal me encontraba. Después de oír mi respuesta, ha comenzado a hablar, diciendo "No me voy a andar con rodeos. Si te he hecho llamar es porque debo deciros algo a ti y a tu grupo. Si te he elegido a ti para hablar esto es porque se que eres el portavoz de tus compañeros y una persona comprensible y con la cual se puede mantener una conversación afablemente. Una pena que no sea así con todos tus compañeros, los cuales parece que el maligno les ha cubierto los ojos y los oídos con un manto. Lo que quiero haceros saber es lo siguiente...". En ese momento, alguien ha llamado a la puerta, interrumpiendo sus palabras. Miguel ha guardado silencio y mientras mantenía sus ojos clavados en los míos, se ha levantado y se ha dirigido hacía la puerta. Después de abrir esta, he oído a un hombre que decía "Hermano Miguel, siento interrumpirle, pero debo hablar con usted sobre una asunto. Es importante". Yo he seguido sin girarme, a pesar de que Miguel le ha dicho "Claro" y después, dirigiéndose a mi, me ha dicho "Erik, disculpame un minuto. En seguida estoy contigo". Nada más decir esto, ha entrecerrado la puerta y tras ella he escuchado al desconocido hombre hablar con Miguel. He intentado captar algo de lo que le estaba contando, pero me ha sido imposible. Solo he podido cazar palabras sueltas. Mientras seguía intentando enterarme de que era eso tan importante de lo que le tenía que contar, me ha venido a la mente algo que me dijo Iván antes de marcharse: "...las llaves de la Harley las he encontrado en un cajón de la habitación de Miguel, junto a más llaves y demás cosas interesantes que te recomiendo que les eches un vistazo". En ese momento, mis ojos se han puesto a buscar por toda la habitación cual podía ser el famoso cajón el cual Iván me había recomendado que le echara un vistazo. Los cajones de la mesa de noche, los del armario, los del escritorio... a esos últimos se debía de referir Iván. Si había algo interesante, tenía que estar en ese cajón. Al menos eso he pensado en ese momento. Pero era arriesgarse mucho el levantarme de la silla y ponerme a escudriñar estando Miguel al otro lado de la puerta, el cual podía entrar en cualquier momento... pero pensándolo bien, ¿cuando iba a volver a tener una oportunidad tan buena como esa? No lo he dudado más y después de asegurarme que ese hombre y Miguel seguían hablando, me he levantado de la silla y he ido directo a los cajones del escritorio. Sin perder de vista la puerta, he abierto el primero lo más silenciosamente que he podido. Este estaba prácticamente vacío. En él solo había un pequeño rosario de madera. Lo he cerrado cuidadosamente y he abierto el segundo. Este estaba lleno de llaves. Llaves de todo tipo: pequeñas, grandes, llaveros hasta arriba de llaves, llaves de vehículos... buscar aquí una llave especifica sería como buscar una aguja en un pajar. En ese momento, las voces tras la puerta han cesado y mi corazón ha sufrido un vuelco. Por momentos esperaba que la puerta se abriera de golpe y me pillara con las manos en la masa, pero no ha sido así. La voz de ese hombre ha vuelto a sonar. Ahora, de forma más rápida que cuidadosa, he abierto el tercer y último cajón, esperando encontrar lo que Iván quería que viera. Pero no ha sido así. Este estaba vacío. Iván había dicho que lo que tenía que ver estaba junto a muchas llaves, pero en el segundo cajón no había nada. Lo único que se me ha ocurrido en ese momento ha sido mirar en los dos cajones de la mesa de noche. Para ello he tenido que andar hacía la cama, bastante cerca de puerta. Me estaba arriesgando demasiado y me he puesto bastante nervioso. Al abrir el primer cajón, lo primero que he visto ha sido varias llaves sobre un fardo de papeles y varias cajetillas de medicamentos. He abierto el segundo cajón y he descubierto que este estaba hasta arriba de cajetillas de medicamentos. Lo primero que me ha venido a la mente ha sido "¿Para que tantas cajas de medicina?". Las cajas eran casi todas de la misma marca, salvo un par de cajas diferentes que también se repetían. He cogido una de las cajas y me la he guardado en el bolsillo, con la intención de averiguar más tarde de que clase de medicación se trataba. He cerrado este cajón y cuando iba a hacer lo mismo con el primero, me ha llamado la atención el fardo de papeles que allí había. Los he cogido y he comenzado a ojearlos. Habían al menos 20 folios y todos procedían del mismo sitio. Todos estaban encabezados con las palabras "Hospital de las Mercedes" y un sello de dicho hospital. Estaban a nombre de Miguel Díaz Escudero y tenían diferentes fechas. La fecha más reciente era del 10 de Febrero de 2008. He comenzado a leer y rápidamente he comprendido que se trataban de diagnósticos y tratamientos médicos. Lo único que he podido leer ha sido "...presentando en la piel unas fuertes angioqueratomas. El paciente también ha tenido que ser tratado de fuertes dolores abdominales y lumbares, los cuales son producidos a causa de...". Hasta ahí he podido leer, ya que en ese mismo instante, he oído a Miguel decir "No te preocupes, hermano Marcos. Lo solucionare lo antes posible. Ahora debo volver a atender cierto asunto. Te veo después de misa...". Mis ojos se han clavado en la puerta mientras esta se comenzaba a abrir. He lanzado los papeles al cajón y lo he cerrado lo más rápido que he podido. Pero me ha sido imposible volver a mi asiento a tiempo y he permanecido allí de pie. Miguel, al verme, me ha dicho "¿Que haces ahí, Erik?". En ese momento, lo he mirado y su cara de sorpresa me ha puesto más nervioso aún. Después he dirigido la mirada a la mesa de noche y he visto la escusa que me podía hacer salir airoso. He cogido de la mesa una figura de un Cristo de metal y le he dicho "Estaba mirando las imágenes religiosas que tiene en la habitación. No soy muy religioso, pero me parecen muy interesantes y laboriosas". Laboriosas... pfff, no se ni porque me ha salido esa palabra. En ese momento, el rostro de Miguel ha cambiado de expresión y me ha dedicado una sonrisa. Entonces es cuando he podido respirar tranquilo. Después, me ha invitado a tomar asiento otra vez. A continuación, ha comenzado a hablar y la sonrisa se ha desvanecido de su rostro.

"Como iba diciendo antes de que el hermano Marcos nos interrumpiera, tengo que tratar un asunto contigo y con los tuyos. Uno de tus compañeros, el que ha marchado, no puede volver a esta comunidad. Por su bien y por el nuestro, no puede volver" No he podido evitar preguntar cual era el motivo. Miguel, sin reparos, ha contestado tajantemente. "Me he enterado recientemente que quién se saltó la norma de no matar reanimados fue él. Él fue quién entró en la verja donde están todos los reanimados y acabo con el que antaño fue vuestro compañero, el cual Dios se llevo tan repentinamente hace unos días. Se que si él hizo eso, el desobedecer una norma, fue un mensaje de Dios. El altísimo lo permitió para hacerme ver que esa persona no es trigo limpio, que es un impío qué, con el maligno de su lado, ha sobrevivido todo este tiempo evadiendo el castigo divino. Un impío que se muestra reacio a todo lo que tenga que ver con esta congregación religiosa y que nos ha faltado el respeto en numerosas ocasiones, la última, desobedeciendo una ley divina. A conseguido evadir el castigo divino, pero nadie escapa de la ira de Dios y sé que su destino no tardara en llegar. Quizás, no vuelva de su misión con vida. Esa extraña misión de ir a encontrar a ese otro grupo de impíos. Pero por si acaso el maligno sigue de su parte, ayudándolo a sobrevivir, él no entrara aquí...". En ese momento, me han sorprendido dos cosas: ¿Como sabe que fue Iván quién acabo con el cadáver reanimado de Fede? (no lo sabemos a ciencia cierta, pero ninguno de los del grupo que habemos aquí en estos momentos fuimos quién realizó dicha tarea. Esto es algo que hemos hablado solo entre nosotros) y ¿como sabe que Iván se ha marchado en busca del Skull Korps?. Eso mismo le he preguntado a Miguel. Este se ha quedado pensativo por unos segundos y ha respondido "Dejemoslo en que Dios ha querido que me entere". ¿Quién narices ha podido decirle toda esa información a Miguel? ¿Alguien de la comunidad nos habrá escuchado hablarlo y se ha chivado? No tengo ni idea, pero me mosquea bastante. Aquí hay gato encerrado. Después de esas palabras, ha zanjado el tema diciéndome "Espero que esto sirva de ejemplo para todos los de tu grupo. Solo existen dos normas, las cuales hay que respetar a rajatabla. No os pido más, ni siquiera que creáis en Dios. Ese es vuestro problema y por el cual os arrepentiréis llegada vuestra hora. Solo que cumpláis las dos normas que imperan en la comunidad si queréis seguir bajo el techo de esta iglesia. Si no lo hacéis, os tendréis que marchar. Y ahora, si me disculpas, voy a preparar la misa de hoy..."

Después de esto y despidiéndome de Miguel cuanto apenas, he salido de su habitación y me he dirigido al salón comedor. De camino allí, he ido pensando en la pequeña charla que me ha soltado Miguel y en su decisión de no dejar volver a Iván a la comunidad. Se que a este se la trae floja y lo que quiere es irse de aquí cuanto antes. Pero con esto, pone al grupo en un aprieto. Si no deja volver a Iván, esto acelerará la marcha de todos nosotros. No pensábamos quedarnos mucho más tiempo después del retorno de Iván, pero si el suficiente como para planear enfrentarnos al Skull Korps o, al menos, esquivarlos. Esta es la idea que están barajando mis compañeros y que yo no comparto y que Iván tampoco compartirá cuando conozca. Así que en cuanto regrese, nos marcharemos de aquí. No voy a permitir dejar tirado a Iván. Aquí hemos llegado todos juntos y nos marcharemos todos juntos. Quizás, con un poco de tiempo, consigo que Miguel cambie de opinión y lo permita quedarse el tiempo que necesitemos, aunque lo dudo mucho. Mientras andaba por los pasillos, he tenido tiempo para curiosear la cajetilla de medicina que he cogido del cajón. La cajetilla es de tamaño medio y tiene unas letras grandes y azules, en las cuales pone "REPLAGAL 1mg/ml". Nunca he visto esta clase de medicamento en ningún otro sitio. Es más, antes de abrirlo, pensaba que eran pastillas, pero cuando he abierto la caja he podido descubrir que no era así. Era un pequeño botellin y el cual he deducido que se trataba de un inyectable. He husmeado la caja por dentro, pero no estaba el prospecto, algo que me ha resultado extraño. ¿Que medicamento no lleva prospecto? Quizás esta caja ya había sido abierta y han sacado el folleto. Ni idea. Cuando he llegado al salón comedor, he visto que estaba casi vacío. En una mesa alejada y solos, charlando, estaban Esther y Juanca. Cuando los he visto, me he dirigido hacía ellos. Nada más llegar, ambos me han mirado. Esther me ha dedicado una sonrisa a la cual le he respondido. Ella me ha dicho "¿Que quería el hermano Miguel?". Mi respuesta ha sido "Nada, quería comentarme cierta cosilla, un asunto sin importancia. Te quiero consultar una cosa, ¿conoces este medicamento?". Le he lanzado la caja del medicamento sobre la mesa y Esther la ha cogido con cara de extrañada. Esta ha mirado la caja y la ha abierto sacando el botellin del interior. Después de darle vueltas, me ha preguntado "¿Y el prospecto?". Después de decirle que no lo llevaba, me ha contestado "Para serte sincera, no tengo ni la más remota idea. No lo he visto en mi vida. Sin leer el prospecto solo te puedo decir que es un inyectable. ¿Para qué se administra? Pues ni idea. ¿De donde lo has sacado? ¿Te lo ha dado Miguel?". Nada más oír el nombre Miguel, Juanca ha girado la cabeza y se me ha quedado mirando. He dudado en que contestar y es obvio que la verdad no la iba a decir. No quiero que se me tache de ladrón. He contestado "Em... No, no me la ha dado Miguel. Lo he encontrado en el cajón de mi dormitorio y he pensado que puede ser útil para nuestro botiquín, ya sabes, Belén sufre de dolores de cabeza y he pensado que podía ser Paracetamol o Ibuprofeno...". Esther se ha reído y me ha dicho "Pues no, no creo que sea Paracetamol inyectable. Aunque quizás su antiguo dueño prefería chutarse cuando le dolía la cabeza antes que tomarse una pastilla". Me he reído yo también, más que nada por disimular. Después de esto, he cogido la caja del medicamento y me he dirigido al dormitorio, donde se encontraba Belén, leyendo un libro.
Debí haberme guardado los papeles que habían en ese cajón. Quizás ahí pone algo sobre este medicamento y el porque Miguel toma esto (de esto último no tengo pruebas, pero no creo que Miguel guarde tal cantidad de medicamentos de este tipo por capricho). Esos papeles hablaban de alguna dolencia que Miguel padece. Sospechaba algo, ya que en varias ocasiones lo he visto tomar pastillas después de las comidas. Siento curiosidad sobre que le ocurre. En próximos días creo que intentare hacerme con esos papeles que descansan en ese cajón, aunque viendo lo estricto que es para ciertas cosas, no quiero ni pensar que ocurriría si me pillase en su habitación hurtándole archivos personales. Es arriesgado, pero quiero conocer todo sobre el hombre que ha levantado esta comunidad y nos da techo. Necesito saber si es trigo limpio, si estamos seguros permaneciendo aquí.

Sobre la decisión de Miguel, ya se la he dado a conocer a Eduardo y Belén. A los demás todavía no. Ambos no se han sorprendido por esta decisión, la cual dicen que era de esperar. Comparten mi idea de abandonar la comunidad en cuanto vuelva Iván. Mañana le comentare a todos los demás la decisión de Miguel.

Cambiando ligeramente de tema, todo esta transcurriendo con mucha normalidad salvo la ausencia de Iván. Estamos trabajando en el campo, recolectando patatas, boniatos y demás hortalizas. También recolectamos algunos tipos de frutas: manzanas, naranjas, mandarinas... Belén y las chicas también trabajan junto a varios miembros de la comunidad confeccionando ropajes y túnicas. También estamos colaborando en las limpiezas de las zonas comunes. El tiempo libre lo solemos matar leyendo, dando paseos en los que nos acompaña Thor y repasando los mapas, en los cuales hemos trazado varias posibles rutas que podemos seguir cuando partamos camino a Reus. En respecto a las misas de Miguel, no asistimos a ninguna. En horas de misa, Eduardo, Hans y yo nos dirigimos al salón comedor, que a esas horas esta completamente vacío, y nos tiramos un buen rato charlando y riendo, recordando cosas del pasado y bebiendo lingotazos de whisky, el cual guarda Eduardo en su habitación como si se tratase de un tesoro.

Sobre Iván, nunca pensé que echaría a faltar sus chascarrillos ofensivos y su mala leche. Comienzo a pensar que lo estoy echando más en falta que cualquier otro, incluso que Elena, la cual ya os he comentado que ni lo nombra. Espero que este bien y vuelva pronto. Se que sabe valerse por si solo, pero con solo pensar lo trastornado que esta y las mil imprudencias que es capaz de hacer, temo por que no vuelva. Por mucho que diga Esther, Iván es completamente de fiar, un tío reformado y legal. Es más, lo necesitamos entre nosotros. Aunque es un imprudente, un temerario y un engreído, ha demostrado que sabe actuar bien en momentos decisivos y sacar las castañas del fuego al grupo. Y no hablemos de su manejo con las armas en combate. Esta claro que si no vuelve, tendremos que apañarnoslas solos, como lo hemos hecho hasta antes de conocerlo. Pero el querer que vuelva sano y salvo no se limita solo por el interés del grupo, sino también porque lo aprecio como aprecio a Eduardo o a María o a cualquier otro miembro del grupo. Es un compañero más. Y si no vuelve, romperé mi palabra de no ir a buscarlo y saldré en su busca. No voy a permitir dejar atrás a ningún otro compañero más.

Palabra.


- Erik -
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Mensaje  Miembro de la resistencia Sáb Ene 22, 2011 2:09 am

+ 23-06-10 + Un mal augurio

La mañana de hoy, como todas, ha amanecido tranquila, al menos, aparentemente. Todos los miembros de la comunidad arriba y abajo, ignorándonos, Miguel con su habitual amabilidad, la cual me empieza a mosquear, la ya común jornada de trabajo en el campo e Iván brillando por su ausencia. 12 días van desde su partida. Bueno, como os voy diciendo, esta mañana pintaba como otra cualquiera. Aburrida y tediosa en un mar en calma. Pero hoy ha sido día de acontecimientos. El primero ha sido una discusión, de la cual he sido uno de los dos protagonistas. Eran las 11 de la mañana y me encontraba recolectando patatas en el campo junto a Esther y Juanca. En este campo habríamos unos diez realizando la misma tarea, ya que el campo es bastante grande. Eduardo y Hans se encontraban trabajando en la obra de ampliación del edificio. Si se han ido allí ha sido porque Miguel se lo ha pedido a ambos, alegando que hay pocas personas ocupando esta tarea y les sería de gran ayuda si ambos trabajasen allí durante nuestra estancia. Belén, Elena y María se encontraban en el taller de costura, remendando ropas y túnicas. Si no me equivoco, Miguel y varios miembros de la comunidad estaban recolectando cítricos en los campos de los alrededores.

Mientras Juanca y yo sacábamos las patatas de la tierra y se las pasábamos a Esther, la cual las amontonaba en el capazo, estábamos charlando sobre lo lentos que pasaban los días aquí. Cuando he dicho "Tenemos que aprovechar esta tranquilidad. Dentro de poco, cuando tengamos que retomar el viaje hacía Reus, se nos habrá acabado el chollo". Esther, totalmente indignada, me ha replicado "Erik, creo que ya os lo he dejado claro. Yo no me voy a marchar. Mi sitio esta aquí, junto al hermano Miguel. Quítate esa idea de la cabeza". Como es costumbre, no me he podido morder la lengua y he intentado hacerla entrar en razón, una vez másm contestándole "Mira, se que han ocurrido muchas cosas desagradables y que hemos sufrido mucho. Pero eso, como ya te he dicho muchas veces, no es motivo para que busques consuelo en la religión. Nunca has sido religiosa y por los acontecimientos que hemos vivido te estas volcando tanto hacía esa fe que promulga Miguel. Tú sitio esta junto a nosotros. Tú eres una de los nuestros. A pesar de que vistas esa túnica, no eres una de ellos. Estas equivocada y debes replantearte las cosas". Ella me ha lanzado una mirada que parecía cargada de odio y me ha gritado "¡Basta de juzgarme! ¡Basta! ¿Quién te crees para hacerlo? Soy libre de escoger mi fe y de decidir si quiero continuar junto a vosotros o no. No voy a ir. No ahora que he encontrado la paz espiritual". Nunca hasta ese momento he visto gritar a Esther de esa manera. Parecía que iba a dar un salto sobre mi y empezar a pegarme. Sin levantar la voz, he comenzado a decirle "No conoces a Miguel más allá de la imagen que nos ha dado. No sabemos nada de él. ¿Quién te dice que no es un perturbado más como los que nos hemos encontrado en nuestro camino? No podemos confiar tan fácilmente. Eso es algo que tenemos que haber aprendido a estas alturas. Sinceramente, no me creo eso de que habla con Dios. Antes de que comenzara todo esto, él sería un charlatán más, como el Carlos Jesús ese que salía en la tele y todos se reían de él. Pero ahora, con el fin de la humanidad encima de nosotros, se le da credibilidad a cualquier individuo disfrazado de elegido. Te voy a demostrar de que no conoces de nada a Miguel. ¿Recuerdas la medicación que te enseñe hace unos días? La encontré en su habitación, junto a unos diagnósticos médicos que no pude leer. ¿Como sabemos que esa medicina no es para algún tipo de trastorno mental? ¿O alguna droga que le hace creer que habla con Dios? Esther, por lo que más quieras, a toda esta gente le han vendido la burra, no caigas en el mismo error y razona por ti misma". Esther ha permanecido en silencio y después, ha dicho "¿Has robado a Miguel?". No he sabido que contestarle. De mi boca ha salido un "Robar... robar, no...". Rápidamente, se ha levantado del suelo del campo en el cual se encontraba sentada y cogiendo el capazo de patatas con la mano, me ha dicho "O sea, el hermano Miguel nos abre las puertas de su casa, nos acepta e integra en su comunidad, comparte sus alimentos con nosotros, nos da techo... y tú... y tú... se lo pagas ¿robandole? Es un acto repugnante. Él no tiene culpa de que seas un puto desconfiado. Te estas volviendo un enfermo como tu amigo Iván. Siento pena por Belén por estar con un tipo como tú. Te voy a juzgar como tú me has estado juzgando. ¿Sabes que es lo que pienso de ti? Que eres un hijo de puta". Después de estas palabras, me ha lanzado el capazo, el cual ha caído al suelo esparciendo las patatas del interior por todas partes y se ha marchado camino al edificio. Cuando he mirado a Juanca, este me ha devuelto la mirada y acto seguido se ha agachado, comenzando a recoger las patatas una a una y devolviéndolas al capazo. Yo, sin decir nada, he comenzado a hacer lo mismo. Juanca, sin dejar de recoger las patatas, ha comenzado a decir:

"Yo no soy quién para opinar sobre esto. Cada uno de los que estamos aquí, tenemos nuestros motivos y razones para creer en las palabras de Miguel. Unos por simple fe, otros por la necesidad de creer en algo en estos momentos, otros porque este es un lugar seguro y una forma de permanecer vivo. Yo tengo mis motivos. He pasado una vida difícil. Muy difícil diría yo. Mi padre murió cuando yo tenía 2 años. Mi madre cuando yo tenía 6. La causa fueron las drogas. Mi padre estaba enfermo de sida y paso sus últimos días en la cárcel. Mi madre se paso con su dosis diaria de caballo. Con 6 años me tuvo que acoger mi abuelo en su casa. Y digo mi abuelo, porque mi abuela hacía años que estaba enterrada. Con él solo pase 3 años, los cuales transcurrieron con sus continuas borracheras y los azotes que me daba con su cinturón. El motivo era que ya no tenía a su mujer para maltratar y con alguien lo tenía que pagar. A los 3 años de estar con él, murió. Entonces, sin familia que se quisiera hacer cargo de mi, acabé en un orfanato. En esté, pase unos años y, la verdad, mis compañeros no fueron un buen ejemplo para mi. Cuando me encontraron una familia de adopción dispuesta a darme todo lo que me tenían que haber dado tiempo atrás, yo ya estaba echado a perder. Solo les dí que problemas y noches en vela. Con 15 años caí en las drogas. Empecé con los porros, los cuales me los fumaba a pares en un parque con la crème de la crème de mi barrio. A los 17 le comencé a pegar a las pastillas. A los 20, a la cocaína. A los 22, no tenía suficiente con esto y me metí en el caballo. Caí en el mismo error que mis padres. Al principio, conseguía mi dosis con el dinero que me daban mis padrastros. Más tarde, no era suficiente y comencé a robarles dinero. Cuando se percataron y escondían el dinero por las noches, comencé a vender cualquier cosa de valor que había en casa. La gota que colmó el vaso fue cuando le levanté la mano a mi padrastro. Aquí fue cuando me echaron de casa y me vi obligado a vivir en la calle. He hecho cosas de las que no me siento orgulloso. Me he prostituido para sacar mi dosis, he dado tirones de bolso a ancianas, he atracado comercios a punta de navaja... ¿Te acuerdas el día que nos encontramos por primera vez con el hermano Miguel? ¿Recuerdas que acudimos las chicas y yo en vuestro rescate empuñando las armas? En ese momento, yo temblaba como un flan porque con ese arma en la mano me estaba viniendo a la mente todo mi pasado. Recordé aquellas ocasiones en las que atracaba a personas inocentes para obtener mi dosis. Yo me rehabilite a los 25 años, gracias a una clínica de rehabilitación. Salí de la calle, obtuve un trabajo, me alquile una casa... remonte mi vida. Pero volvía recaer un día antes de que comenzara todo esto. El motivo fue porque me quede sin trabajo y me sentí deprimido. Pensé que por un chute no iba a pasar nada. Me chuté y cuando desperté del viaje, me encontré con todo esto. Las calles eran un caos, personas ensangrentadas atacan y mataban a otras personas. En ese momento solo podía pensar que ese chute me había sentado muy mal para que viera todo eso. Pronto comprendí que no, que era real. Salí de mi casa cuando me quedé sin comida y corrí lo más rápido que pude. Le robé la moto a un hombre que lo acababan de alcanzar un grupo de reanimados. Durante un tiempo estuve vagando sin rumbo y huyendo de esas cosas. Entonces fue cuando aquellos caníbales me apresaron y al poco aparecisteis vosotros, liberándome. Te estarás preguntando el porque te he soltado todo este rollo, que no viene al caso de tu pregunta. Pues es fácil y tiene mucho que ver. A los días de que esto empezó, comencé a pensar que todo esto era culpa de haber recaído en las drogas, por haber desaprovechado mi segunda oportunidad. Es decir, un castigo por no aprender de mis errores. Cuando conocí al hermano Miguel y me contó la historia de su vida llena de excesos, la revelación que le hizo Dios y el comienzo de todo esto, me sentí identificado. Entonces caí en la cuenta de que todo esto no era solo un castigo, sino la última oportunidad que nos daba Dios para la salvación. Cuando vi a Miguel andar entre los reanimados, ya no tuve más dudas. Yo, al igual que Esther, creemos en ese hombre. Creemos que nos trae la salvación, que es el mensajero de Dios, un mesías. Jamás en mi vida, antes de que comenzara esto ni después, he sentido tanta paz. Este sitio es perfecto. Un verdadero Edén. Aquí es donde me he encontrado a mi mismo. Y a todos los demás les ocurre lo mismo. A Esther también, por lo cual, comprendo que se haya puesto así. Vamos a seguir a Miguel hasta donde haga falta. Vamos a seguir su palabra sea cual sea. Así que es mejor que no pierdas el tiempo intentando convencernos de que cambiemos de opinión. No insistas. Tú y los demás no-creyentes os podéis marchar cuando os de la gana. Pero dejarnos en paz a los demás".

En otra ocasión no le habría contestado. Pero no me he podido contener: "Lamento mucho que hayas sufrido una vida tan difícil. Y me alegro de que por fin hayas encontrado tu paz aquí. Pero he de decirte una cosa al respecto. Tu haz lo que te plazca. Como si ahora mismo quieres abrir la verja de los podridos y meterte dentro para imitar a tu mesías. Pero a lo que respecta a mi y al antiguo grupo, abstente de dar tu opinión. Tu eres un recién llegado en el grupo mientras que la mayoría de nosotros llevamos juntos desde que todo esto empezó, sufriendo y padeciendo. Nos unen lazos muy fuertes para que un simple charlatán venga y nos desuna. Y tampoco voy a permitir que vengas tú a decirme lo que debo hacer o ha hablar con mis compañeros. Un consejo, guárdate tus jodidas opiniones para cuando te las pida. Lo que tengo claro es que no voy a dejar a Esther aquí cuando llegue el momento de marcharnos. Tu haz lo que te plazca, por mi, te puedes quedar aquí a adorar a tu líder".
Ahora en frío pienso que me he excedido un poco en mis palabras. Un poco bastante. Pero no puedo permitir que uno de los últimos en el grupo me censure lo que tengo que hablar con mis compañeros, los cuales los considero una familia. Y en realidad, es la única familia que me queda. Juanca, cuando ha oído mis palabras, las cuales mientras escuchaba ni siquiera me miraba, a seguido actuando normal, sin dirigirme la palabra y como si no hubiera escuchado nada. Cuando ha llenado el capazo, se ha dirigido al almacén, ha vaciado este y se ha dirigido a unos diez metros de donde yo estaba. Allí habían tres miembros de la comunidad realizando la misma tarea que nosotros. Juanca se ha unido a ellos y ha seguido recolectando patatas mientras reía y hablaba con ellos. Yo me he quedado solo. Tampoco me ha importado. He cogido un nuevo capazo y he seguido recolectando patatas.

Cuando he terminado mi jornada, he pasado por las obras a ver como les iba a Eduardo y Hans. Estos estaban subidos a un andamio junto a otro personaje de túnica. Los tres estaban terminando de enlucir el muro. Ambos se han puesto contentos al verme y han empezado a gastarme bromas y a reírse. Hasta el hombre de la túnica se reía por cada chascarrillo que soltaba la pareja. Al verlos así, no he podido evitar contagiarme de esa felicidad que compartían en ese momento. Hacía tiempo que no los veía así. Y eso es bueno. He preferido no contar mi enfrentamiento con Esther. Después de hacerles esta visita y de que me hayan pringado de yeso con sus bromas, he jugado con Thor a tirarle una pelota y cuando he terminado me he dirigido al taller de costura, donde estaba Belén, Elena y María, junto a más mujeres y hombres, todos ellos remendando ropas. Cuando he entrado, Belén y María estaban algo alteradas, hablando entre ellas. Cuando les he preguntado, no han tardado en contestarme. Esther había ido a hablar con Belén después de discutir conmigo. Según me han dicho, ha entrado hecho un basilisco y me ha puesto de vuelta y media. Ha dicho que soy un manipulador, que me creo líder y que no merezco que Belén sea mi pareja. A Belén le ha dicho que no sea tonta y que me mande a hacer puñetas, que solo voy a conseguir conducirla a una muerte segura. Parece ser que Belén no ha tolerado que dijese todo eso de mi y le ha terminado gritando, diciendo que ella me debe estar agradecida por permanecer viva hasta ahora, que sin mi, el grupo no habría sobrevivido tanto. Su respuesta ha sido que no me tiene nada que agradecer y que por mi culpa, su hermano Manuel murió en el hospital de Valencia, porque según dice, esta segura de que lo abandone y lo dejé tirado.

...

Sabía que en sus adentros, me culpa por la muerte de su hermano. Y eso me hace sentirme muy fatal...

Cambio de tema. Lo necesito, porque revivir viejos fantasmas solo va a conseguir que me hunda aun más. Como iba diciendo. Después de eso, cuando Belén ha terminado en el taller de costura, hemos salido al exterior del edificio y nos hemos sentado en las escaleras. Allí hemos estado disfrutando del sol veraniego mientras charlábamos. Me habría fumado un cigarro, pero hace tiempo que nos quedamos sin tabaco para intoxicarnos. Hablaba con Belén sobre la reacción de Esther, cuando algo me ha llamado la atención. En los campos habían miembros de la comunidad trabajando. Arando, recolectando, sembrando... En el campo más cercano al edificio, el cual hay plantadas lechugas, estaba la chica muda que rescatamos del campamento de los caníbales, ¿recordáis? Esta estaba de rodillas, cortando lechugas. Tras de ella habían tres personas que se le estaban acercando. En principio, no me ha parecido que esto tuviese nada de raro, sin embargo, estas tres personas caminaban con un estilo inconfundible. Eran merodeadores. La chica no se había percatado de esto y los tenía prácticamente encima. He dado un salto, poniéndome en pie, y he salido corriendo. Belén, que no se había percatado de lo que yo acababa de ver, me ha comenzado a chillar que a donde me dirigía. No he contestado. Solo corría y le gritaba a la chica que corriera. Esta, cuando se ha percatado de lo que tenía detrás, se ha quedado paralizada y en vez de correr, se ha puesto de rodillas y... ¡se ha puesto a rezar frente a ellos!
Me ha dado tiempo a llegar hasta donde estaba ella y he podido soltar un placaje al merodeador que ya se estaba abalanzando sobre ella. Este, en avanzado estado de podredumbre, ha caído desplomado. Al ver esto, varios miembros de la comunidad han acudido corriendo, algunos armados con azadas. Los dos merodeadores que quedaban en pie han centrado su atención en mi. El primero, una adolescente que le faltaba maxilar inferior, se ha lanzado sobre mi y de una patada la he conseguido repeler. El otro, un hombre anciano y que le faltaba un brazo, ha sido inmovilizado por tres miembros de la comunidad. Estos lo han derribado y en el suelo, sujetado. Cuando he cogido una azada y me dispuesto a golpear a los otros dos que se estaban levantado, un hombre de túnica con ribetes rojos me ha detenido y ha mandado a dos chicos a coger los lazos. La chica que no habla, Eugenia se llama si no recuerdo mal, seguía de rodillas, con los ojos cerrados y en posición de rezo. Entre todos, han inmovilizado a los otros dos merodeadores y cuando ya estaban llegando los chicos con los lazos, uno de los hombres que sujetaba al anciano merodeador, ha pegado un grito. Este le había mordido, en un descuido, le había mordido un brazo. Todas las personas allí presentes nos hemos horrorizado al ver esto. El hombre se ha cogido el brazo inmediatamente mientras de este brotaba sangre a chorros. Mientras, el merodeador mascaba el trozo de carne que le había arrancado al tiempo que los tres chicos de los lazos han capturado a los merodeadores y se los han llevado de camino a la granja de podridos. El hombre que había sufrido el ataque no paraba de lamentarse y gritar mientras se apretaba la herida. Allí hemos permanecido todos hasta que ha aparecido Miguel y sus acompañantes. Estos venían portando sacos repletos de frutas, y que, al ver lo que allí había ocurrido, los han soltado y han comenzado a preguntar que ha ocurrido. Cuando todos le han contado lo que ha pasado, lo primero que ha preguntado ha sido que habíamos hecho con los merodeadores. Al enterarse de que los habían llevado a la granja, se ha preocupado por el herido mientras le decía "Tranquilízate, hermano, tranquilízate... Dios te ha llamado a sus filas". Pero este había olvidado su fe y estaba desesperado. Era consciente de cual era su destino. Por orden de Miguel lo han llevado a su dormitorio y allí lo han encerrado, hasta que se ha convertido. Es la segunda transformación más rápida que he visto desde que todo esto empezó. Lo han encerrado a la 1:00 PM y a las 4:30 PM ya estaba golpeando la puerta de su dormitorio convertido en un reanimado. No han tardado en llevarlo a la granja junto a los demás podridos.

Hoy no se habla de otra cosa. En el ataque de esos tres merodeadores. A pesar de lo creyentes que son aquí, hay una gran mayoría que están asustados. La gente dice que desde que el edificio fue convertido en "La iglesia del fin de los tiempos", jamás se han acercado tanto unos merodeadores a la zona. Miguel ha dicho que si esto ha ocurrido es porque Dios los ha enviado por uno de dos motivos: o bien porque el hombre al que han mordido era una persona carente de fe y, por lo tanto, un impío, o porque Dios no esta de acuerdo de como están funcionando las cosas en la comunidad.

¿Queréis saber mi opinión? Que Miguel esta obcecado en su religión y no quiere o no le interesa ver la realidad: los merodeadores, si atacan en grupo, nunca lo hacen aleatoriamente o por casualidad. Estos tres solo han sido la punta del iceberg. Estoy seguro que detrás de ellos hay una gran cantidad de merodeadores acercándose hacía nuestra posición que han averiguado que aquí hay carne fresca. Esto lo digo por experiencia propia. Y sino, tiempo al tiempo. Espero equivocarme. Solo digo que tenemos que estar preparados para la que se nos viene encima.


- Erik -


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+ 29-06-10 + Temores confirmados

No me he equivocado. Y no soy ni adivino, ni un profeta, ni un enviado de Dios. Todo lo que me temía y os comente en mi última entrada, se ha cumplido. Después del ataque del día 23 han habido varios acercamientos más de merodeadores. El día 24 fueron dos los que se adentraron en la zona. Aparecieron por la mañana rondando por la entrada del edificio. El día 25 fueron cinco y aparecieron en diferentes intervalos. Dos por la mañana, los cuales nos alertaron mientras desayunábamos, ya que comenzaron a golpear la puerta principal, otros dos al mediodía, mientras trabajábamos en el campo y el último bien entrada la noche. Este se coló por una ventana del vestíbulo y sorprendió a una chica de la comunidad. A Dios gracias, no hemos tenido que lamentar ninguna muerte. Entre el día 26 y 27 contamos al menos quince merodeadores que se acercaron. Viendo el peligro que suponía esto, Miguel suspendió las actividades al aire libre y pidió que toda la comunidad rezase e implorase a Dios que los ataques cesen. Toda la comunidad ha pasado estos días rezando prácticamente sin descanso mientras Miguel y varios miembros más no han parado, capturando a todos estos merodeadores y encerrandolos en la granja de podridos. Como es obvio, nosotros no hemos rezado. Todo lo contrario han hecho Juanca y Esther, los cuales, todo sea dicho, se han alejado de nosotros hasta tal punto que ni siquiera nos miran ni dirigen la palabra. Ayer, día 28, ha sido el peor de todos. Los días anteriores no han sido nada comparados con ayer...

El día amaneció tranquilo. En el exterior no había ni rastro de merodeadores. Todo parecía seguro. Aun así, Miguel pidió que nadie saliese al exterior hasta que él y su séquito se cerciorase de que salir era seguro. Antes de que realizasen dicha tarea, Miguel nos dio una pequeña charla a toda la comunidad en el salón comedor. Resumiendo, lo que dijo fue:

"Hermanos y hermanas, mis peores temores se han confirmado. Cuando sucedió el primer ataque, pensé que Dios había enviado a esos tres reanimados para llevarse a un hermano. Pensé que Dios lo arrebató de esta comunidad por alguna deuda pendiente, por alguna causa que desconozco, el altísimo decidió que no era digno de permanecer en esta comunidad. Pero no. No era así. Después de ese fatídico día, Dios ha seguido enviándonos a huestes de su ejercito divino. Él quiere castigarnos..." Al escuchar estas palabras, la comunidad se ha asombrado y ha comenzado a murmurar. Miguel ha continuado "...quiere hacernos pagar algún error que hemos cometido. No esta de acuerdo de como están funcionando las cosas en la comunidad. No esta de acuerdo con algo. Y ese algo lo desconozco. ¿Por qué lo desconozco? Porque hace más de una semana que no me hace ninguna revelación. Ha dejado de comunicarse conmigo. No me hace entrar en ese trance en el cual él se pone en contacto conmigo. He rezado todo este tiempo, he pasado noches en vela implorándole que me haga una revelación, que me diga cual es el motivo de su enojo. Pero nada. Dios nos ha dado la espalda porque hemos hecho algo mal y, por lo cual, seguiré rogándole que me haga saber para poder enmendarlo. Mientras el altísimo siga castigándonos, os pido, os suplico que no abandonéis la fe. Quizás, todo esto sea una prueba más de las muchas que nos hace superar. Una definitiva para terminar de separar las malas hierbas de las flores puras. Hasta entonces, no temáis, mantener la fe y pedir en vuestras oraciones que el castigo cese y que todo vuelva a ser como antes...".

Cuando ha acabado el discurso, se ha dirigido a la puerta principal seguido de cuatro hombres más ataviados con túnicas. Toda la comunidad ha comenzado a cuchichear. Estaban totalmente horrorizados por la revelación de Miguel. Hasta pude ver a varias mujeres y algún que otro hombre llorar desesperados. Nosotros, alejados y ajenos al barullo, solo nos miramos y comprendimos que estas personas habían estado mucho tiempo alejadas del mundo real, ya que por lo que hoy se estaban alarmando, para nosotros, antes de llegar aquí, era el pan nuestro de cada día. Salimos del salón comedor cuando todos se pusieron de rodillas y comenzaron con uno de sus rezos en comuna. Al salir de la sala, distinguí a Esther entre el populacho, rezando como una más.

Miguel y sus cuatro acompañantes han tardado al menos unos 20 minutos en volver. Casi toda la comunidad estaba en el amplio recibidor en ese momento, los cuales, nada más acabar de rezar, se han concentrado aquí. Miguel, al cruzar la puerta, ha pronunciado en alto con una sonrisa en la boca: "No hay rastro de reanimados. Dios ha perdonado lo que solo él sabe que hicimos mal. Salir en paz. Ya no hay nada que temer". Al escuchar estas palabras, toda la comunidad comenzó a exclamar alabanzas y a abrazarse entre ellos. Nosotros asimilamos estas palabras con más recelo y desconfianza que otra cosa. Miguel cruzó la multitud, la cual comenzaba a salir al exterior, y comenzó a alejarse por el pasillo en dirección a su habitación. Yo me dirigí a mis compañeros, que aguardaban junto a mi. Les dije "Voy a hablar con Miguel. Esta muy equivocado. Que no haya visto merodeadores ahora no quiere decir que no siga existiendo un peligro latente. Debo hablar con él. Quedaros por aquí y, si salís, hacerlo con mil ojos. No os fiéis de la calma que hay ahí fuera". Eduardo asintió al oír mis palabras y, después de darle un beso a Belén, comencé a andar a paso ligero por el pasillo, dirección a la habitación de Miguel. Al llegar a esta, llamé insistente a la puerta hasta que Miguel abrió y me invito a pasar. Una vez dentro y contestando a su pregunta "¿En que puedo ayudarte, Erik?", le dije: "Miguel, te estas equivocando. Que no hayáis visto merodeadores fuera, no quiere decir que no estén merodeando cerca o mucho peor, que se estén acercando hacía aquí. Deberías dar orden de que todos vuelvan al edificio y esperemos al menos un día...". No me dejo acabar. Dijo "Te agradecería que no pronuncies la palabra "ordenar". Aquí nadie ordena. Ni yo, ni tú... nadie. Solo Dios. No somos nadie para tomarnos la libertad de dar ordenes. Sobre lo que me pides, no, no hay ningún peligro. Dios lleva varios días mandándonos a sus huestes, los cuales nos han hostigado desde las primeras luces del alba hasta las últimos rayos de sol. Que esta mañana los reanimados brillen por su ausencia quiere decir que Dios ha cesado de castigarnos. No se que hemos hecho para enojarlo de esa forma, y no dudare en preguntárselo en cuanto se decida a darme una revelación, pero sea lo que sea, es una deuda que ha sido saldada y nos tenemos que tomar todo esto como un aviso. Un aviso para que midamos nuestros actos y aprendamos de que si no seguimos en la senda correcta, Dios nos dará el mismo trato que a cualquier infiel. Doy por zanjado este tema, Erik. Por cierto, quería hablarte de una cosa...". Tras estas palabras, ha abierto un cajón de su escritorio, ha sacado algo y lo ha dejado en la mesa para que yo lo viera. Era una caja del famoso inyectable que cogí de su habitación. Una caja de "Replagal 1 mg/ml". Al ver que dejaba eso sobre la mesa y me preguntaba "¿Sabes lo que es?", el corazón me ha dado un vuelco. He contestado un "No". Miguel ha continuado "No suelo hablar de esto, pero contigo haré una excepción. Toda la comunidad sabe que estoy enfermo. Enfermo crónico. Desde hace muchos años, padezco una grave enfermedad, tan grave como rara. Mira...". En ese momento, Miguel se arremango la túnica y me enseño su brazo. Este estaba lleno de puntos y manchas rojas que recorrían todo el antebrazo hasta donde tenía la túnica arremangada. Continuó "...este solo es uno de los síntomas de mi enfermedad y el más leve. Padezco de fuertes dolores generales, mareos, problemas cardíacos y renales... Llevo años con esto y los médicos me dijeron que esta rara enfermedad la padecería hasta el día de mi muerte. Solo pudieron recetarme este medicamento junto a unas cuantas pastillas más. Todo esto solo consigue aliviarme un poco el dolor y alguno de los otros síntomas, pero nada más. ¿Pero sabes qué? Los médicos olvidaron recetarme el mejor medicamento y la única cura existente para cualquier mal. La fe. Desde que encontré a Dios y a mi mismo, mis síntomas han ido disminuyendo. Los dolores son más leves y, en ocasiones, inexistentes. A pesar de todo esto, sigo tomando el medicamento. Lo sigo haciendo por costumbre, son muchos años administrandome el medicamento, pero muy pronto voy a dejar de tomarlo. En cuanto me sienta preparado, lo haré. Dios me ayuda en todo momento...". En cuanto tuve oportunidad, le pregunté "¿Por qué me cuentas todo esto?". Su respuesta fue "La pregunta es, ¿por qué no debo contártelo? No tengo nada que ocultar. Soy transparente y limpio, como el agua que corre por los ríos. Y tú y los tuyos, aunque no creyentes, mis hermanos, así que me siento obligación de contarte todo esto". Cuando acabo de decirme eso y algo confuso, le dije que me marchaba a realizar mis tareas diarias. Miguel, sonriendo, me dijo que fuera tranquilo, que no había nada más que temer ahí fuera. Ande hacía la puerta, abrí esta y cuando estaba a puto de salir, me dijo "¡Ah! ¡Por cierto! Si encuentras por el edificio una cajetilla de este medicamento, no olvides traérmela. Es que la he perdido". Sorprendido por estas palabras, me giré y lo miré. Seguía con su sonrisa, aun más acentuada. Se había enterado de que yo le había sustraído una caja del inyectable hace unos días y esa era su forma de hacérmelo saber. Nervioso, conteste un "Por supuesto" y salí de la habitación. ¿Como ha podido averiguar que le falta una caja de medicamento? Puede tenerlas contadas, pero, ¿como ha averiguado que soy yo el culpable? ¿Acaso me vio? Imposible. Estaba al otro lado de la puerta en ese momento. Quizás... quizás... Esther ha sido quién se lo ha chivado. Esta opción me cuesta mucho de creer, pero viendo en el estado que estaba después de discutir conmigo y sabiendo que a ella le dije que había cogido ese medicamento de la habitación de Miguel, sin olvidar su reacción, por mucho que me cueste de creer, debo considerarlo como la opción con más peso, al menos, por el momento. Si confirmo que ha sido ella quién ha ido corriendo a Miguel para delatarme, me sentiré muy decepcionado y muy difícilmente serán con ella las cosas como lo han sido hasta ahora. Es más, yo mismo la dejaré atrás cuando llegue el momento de marcharnos de aquí. Espero que me este equivocando. Por el momento voy a seguir sin contar mis sospechas a los demás miembros del grupo.

Bien. El plato fuerte viene ahora. No había llegado al final del pasillo cuando un grito procedente del exterior me sobresalto. Alarmado, me aupé en el ventanal de la pared y miré que ocurría. Desde esta perspectiva podía ver todo el campo y los alrededores. Y no era lo único que podía ver. Ya en el primer campo y cubriendo toda mi perspectiva del horizonte, había una inmensa horda de merodeadores, una colosal muchedumbre de incontables andantes desmembrados marchando hacía un objetivo: los miembros de la comunidad que permanecía allí, atónitos y asustados. Algunos corrían hacía el edificio aunque la gran mayoría estaba allí petrificada. No perdí más tiempo y corrí por el pasillo hacía la puerta de salida. Cuando llegué a esta, la abrí prácticamente de un golpeé y de un salto me planté en el exterior. Desde aquí, la visión fue más aterradora aun. Muchos miembros de la comunidad se habían postrado de rodillas y habían comenzado a realizar su inútil acto de rezar. Lo que me hizo reaccionar fue cuando vi que cuatro merodeadores se abalanzaron sobre un hombre que estaba de rodillas y, entre gritos y chorretones de sangre, comenzaron a devorarlo. Esto me hizo correr hacía la gente e instigarlos a entrar al edificio. Eduardo y Belén salieron a mi encuentro. Ambos estaban exhaustos. Sin tiempo que perder, les pedí que fueran a por las armas mientras yo convencía a la gente de que entrara al edificio y mantenía a raya a los merodeadores. En ese momento no pensé que eso último era prácticamente imposible, porque eran tantos como hacía tiempo que no veía. Un centenar al menos. Mientras levantaba a estirones a dos mujeres y les gritaba que se escondieran, vi como varios merodeadores se abalanzaban sobre dos hombres y otros tres andantes fijaban sus ojos en mi. Cogí una azada del suelo y se la incruste en el pecho al que tenía más cerca. Este, con la azada clavada en el pecho, vacilo unos pasos pero siguió en pie. Retrocedí corriendo y seguí levantando a los ignorantes que allí permanecían. Algunos, al escucharme, reaccionaban y huían hacía el edificio, otros volvían a clavar sus rodillas en el suelo y me ignoraban. Hasta uno me empujó y me dijo "¡Déjame, infiel!" momentos antes de ser devorado por cinco merodeadores. Mientras estos lo desmembraban, él gritaba "¡Dios! ¡Dios! ¡Apiádate de mi! ¡Apiádate!". Siento pena por él... Su fanatismo lo ha llevado a la tumba. Eduardo y Belén no tardaron en volver a aparecer, ¡pero sin las armas!. Cuando les dije que donde estaban las armas, una voz a mi espalda me respondió: "No lo he permitido yo. No vais a utilizar las armas. Ir al edificio. ¡Que todos se refugien en el edificio! Yo soy el único en la tierra que puede frenarlos". Era Miguel. Ver a ese regordete entrado en años decir eso fue casi gracioso. No perdimos tiempo y corrimos hacia el edificio. No fuimos los únicos, todos los miembros de la comunidad que habían escapado de los merodeadores y antes rezaban, ahora obedecían a Miguel. Cuando nosotros tres llegamos a la puerta fuimos quienes dirigimos ordenadamente a la marea de personas al interior. A lo lejos, entre la horda, pude ver a Miguel. Este, invisible a los ojos de los merodeadores, como siempre, los cogía y a empujones lo movía en dirección a la granja de podridos. En ese instante pensé que si él solo tenía que cogerlos uno a uno y meterlos allí, iba a tardar todo el día. Y así fue. Pasaron varias horas y mientras toda la horda se agolpaba en la puerta, Miguel los cogía de dos en dos y se los iba llevando. Mientras, toda la comunidad y nosotros permanecíamos en el recibidor del edificio, viendo a los merodeadores agolpando sus podridos cuerpos contra el gordo cristal de las puertas. Por suerte, el cristal de las puertas, las cuales habíamos cerrado con llave y parapetado con sillas y muebles, parecía aguantar. No podía quedarme de brazos cruzados, y si no nos estaba permitido acabar con los merodeadores, alguna forma habría de ayudar. Le pregunté a un hombre de túnica que había a mi lado que donde estaban los palos de lazo que utilizaban para inmovilizar a los merodeadores. Este me dijo que lo siguiera, que me llevaba a la habitación donde se guardaban. Belén intento detenerme, ya que en seguida se imagino que se me estaba pasando por la cabeza. Le dije que estuviera tranquila, que sabía lo que me hacía y que no me iba a pasar nada. Me dejo ir, pero se quedo bastante preocupada y enfadada por mi decisión. Eduardo insistió en acompañarme. Era de esperar.

Cuando llegamos a la habitación, nos hicimos con dos palos de estos y Eduardo y yo salimos al exterior por una ventana que daba al patio trasero. Cuando llegamos a donde se concentraba la horda, estos no se percataron de nuestra presencia. Estaban demasiado obcecados con entrar al interior del edificio. Algunos de la última fila si que repararon en nosotros, pero en seguida los lazamos por el cuello y comenzamos a arrastrarlos camino a la jaula. Miguel, al vernos, nos dijo que nos marcháramos al edificio. No le hicimos caso y continuamos ayudandole. Se le notaba exhausto. Solo pudimos ayudarle durante poco más de media hora, ya que cada vez eran más los que reparaban en nuestra presencia y la cosa comenzó a ponerse fea. A pesar de que llevamos a bastantes a la jaula, aun seguían quedando un gran número. Miguel terminó la tarea al anochecer. Por esa hora, ya había encarcelado a todos los merodeadores y no quedaba ninguno. Ahora, la granja contenía una verdadera horda que había duplicado su número en cuestión de horas. Miguel, antes de marcharse a su habitación, pronunció unas palabras a toda la comunidad, la cual permanecía a la espera de que su líder hablase. Este dijo con voz entrecortada por el cansancio "Me he equivocado. Dios sigue enojado con nosotros. Y cada día parece estarlo más. O averiguo el motivo de porque nos castiga o su ejército terminara acabando con nosotros. Lo de estos días solo ha sido un aviso. Pedir en vuestras oraciones que todo esto acabe". Acto seguido, se alejo lentamente por el pasillo mientras toda la comunidad murmuraba horrorizada.

Tal como predije, los ataques anteriores fueron un aviso de lo que hoy ha ocurrido. Y no descarto que en próximos días se vuelvan a repetir nuevos y peores ataques. Así que las cosas se están poniendo bastante feas. Los días tranquilos han terminado, ya que por cualquier razón, los merodeadores comienzan a saber que aquí se esconde una gran cantidad de "comida" fácil. He hablado con Eduardo y hemos llegado a la conclusión que permanecer aquí comienza a ser arriesgado, ya que el lugar ha dejado de ser seguro. Pero por el contrario, no nos podemos marchar, ya que Iván sigue sin volver. Así que solo hay una solución. En contra de lo que le dije a Iván, voy a salir a buscarlo en los próximos días. Se que sigue vivo y no nos podemos marchar sin antes localizarlo y hacerle saber nuestra intención de retomar el camino a Reus. Estos días voy a comenzar a trazar en el mapa las rutas que voy a tomar y donde lo voy a buscar. En el caso que no lo encuentre, volveré y comenzaremos los preparativos para marcharnos de aquí. Y pienso ir a buscar a Iván solo. No voy a arrastrar a nadie conmigo.


- Erik -
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Mensaje  Miembro de la resistencia Sáb Feb 05, 2011 5:09 pm

+ 05-07-10 + Partiendo en silencio

Solo hace unos días de que hice saber a todo el grupo mi intención de ir a buscar a Iván. Como era de esperar, la noticia fue aceptada con desacuerdo. Solo Elena apoyo mi idea. Los demás me lo intentaron quitar de la cabeza prácticamente al momento de exponer mi idea. Belén me dijo que ni se me ocurriera, que por nada del mundo iba a permitir que me marchase a buscar a Iván, ni solo ni acompañado. Remató su opinión diciendo que Iván, si no había vuelto, es porque casi seguro había muerto y que su vida no merecía poner en peligro las nuestras saliendo en su busca. Eduardo, la siempre voz madura y razonable del grupo, le dio la razón a Belén, matizando que mi intención era buena solo si tuviésemos la certeza de que Iván esta vivo, pero que no es así, no sabemos si esta vivo o muerto. María, moviendo la cabeza de lado a lado en forma de negativa, pronuncio tan solo un "Quitatelo de la cabeza, Erik. No merece la pena". Hans, clavando sus ojos azules en los míos, con expresión de impotencia, dijo "Yo empiezo a estar demasiado mayor para estos trotes...". Solo Elena dijo que estaba dispuesta a acompañarme con tal de que la misión se realizase. Por lo visto, echa más de menos a Iván de lo que yo pensaba. Cuando esta se ofreció a acompañarme, Belén le lanzó una mirada de odio y le dijo en tono amenazante "Ni lo sueñes. Tu no te vas con mi chico a ninguna parte". Antes de que la niña tuviera tiempo de replicar, les dije que lo olvidaran, que me lo quitaba de la cabeza. Belén me sonrió al oír esto. Después de esta conversación y sintiéndome mal por decir algo que no pensaba hacer, y, sobretodo, por mentir a Belén, me aleje para sentarme en las escaleras de la entrada. Allí permanecí un buen rato, dándole vueltas al asunto. Había estado estudiando los mapas y trazando rutas a escondidas los días anteriores. Más o menos, me había hecho una idea de hacía que lugares podía haberse dirigido Iván. En ese momento, vi a Eduardo caminando hacía mi posición. Cuando llegó a donde yo me encontraba, se sentó a mi lado y me dijo "¿Sabes una cosa? En todo este tiempo que llevamos juntos, he llegado a conocerte mejor que si te hubiera parido. Antes de que des un paso, ya se a donde te vas a dirigir, antes de que hables, ya se lo que vas a decir, antes de que pienses algo, ya se que vas a pensar. Y no es que seas predecible, créeme. Por ello, ya se que estas tramando, ya se que te ronda la cabeza. Cual asno testarudo que eres, se que te quieres marchar solo en busca de Iván. ¿A que he dado en el clavo?". Sorprendido y con miedo de que se lo dijera a los demás, le contesté que no, que en ningún momento se me había pasado por la cabeza marcharme solo. Segunda mentira. Era mi idea desde un primer momento. Eduardo soltó una carcajada y me dijo "Eso no te lo crees ni tú. Ahora me dirás que nunca lo has hecho. No vengo a recriminarte que tengas pensado eso y mucho menos a sonsacarte para decírselo a los demás. Se que eres un gran tío, muy noble, y te reconcome pensar que hay un compañero que puede estar en apuros y tú estas aquí sin hacer nada. Esa es una de tus virtudes. Por eso quiero que, antes de hacer eso, sepas que yo te acompaño. Sabes que opino igual que los demás, pero por ello no voy a dejar a un amigo en la estacada y a su suerte. Necesitaras a alguien que te cubra la espalda, ¿no?. Pues ante eso no hay nada. Así que, antes de hacer la locura de irte solo, cuenta conmigo, ¿vale?". Contesté un "Claro" sonriendo y le di una palmada en la espalda, la cual me devolvió antes de levantarse y marcharse. Tercera mentira. Aunque le agradezco su ofrecimiento, ya dije en la entrada anterior que no pensaba poner en peligro la vida de nadie por una decisión mía. En ese momento, decidí cuando poner en marcha mi plan. Lo haría el día 5 y antes de que amaneciese. Y así lo he hecho.

Hoy, día 5, no he pegado ojo en todo la madrugada. El día anterior, durante la cena junto a mis compañeros, sentí un fuerte pesar. Mientras Belén me hablaba como si nada, cuando me besaba, cuando Eduardo me decía de ir hoy a darnos un baño al río situado a 2 kilómetros de aquí, cuando todos reían, yo no paraba de pensar en que hoy tenía planeado marcharme sin decir nada. No me quería ni imaginar sus caras de asombro cuando descubriesen de que me había ido y lo que me parte más aun el alma, saber el tremendo disgusto de Belén y las lágrimas que iba a derramar por mi. Por ello, ayer por la mañana, en un descanso de las tareas del campo, me alejé para sentarme bajo un pino y allí le escribí la carta que hoy le he dejado a Belén en la mesita de noche. El contenido de la carta es este:


Estimada Belén:

Te preguntarás el porque hoy no he amanecido en la cama junto a ti como todas las mañanas. Quizás hayas pensado que me he levantado más temprano y estoy en el salón comedor. Pero al leer esta carta, te habrás dado cuenta de que no es así. Antes de nada, quiero decirte que no quiero ni que derrames una lágrima, ya que no hay motivo para que lo hagas. No me he muerto ni me he marchado para siempre. No se si recordaras que hace unos días os hable de mi intención de ir a buscar Iván. Bueno, nadie mejor que tú sabe la de vueltas que le he dado a esto desde que terminó el plazo en el que Iván tenía que estar de vuelta. Bien. Me he marchado en su busca. Cuando os hable de esto, no era para organizar un equipo de búsqueda. He tenido muy claro desde un primer momento que a esta misión tenía que marchar solo. ¿Por qué? Pues porque estoy harto de ver como no paran de morir compañeros, personas que poco a poco se han ido convirtiendo en nuestra única familia y de la noche nos han sido arrebatadas. No me acostumbro, cariño. No me acostumbro al mundo que vivimos, al hilo tan fino que separa la vida de la muerte. Siempre que ocurre esto, siento como si me golpearan el alma con una maza. Siento que, tal cual caen estas personas, puedes ser tú la siguiente que me abandones. Todo esto me atormenta. Por el mismo motivo que marcho a buscar a Iván, no os dejo participar en la búsqueda.

Se que ahora estarás diciéndome de todo por haberte hecho esto. Y te comprendo. Yo haría lo mismo. Pero ya sabes como soy. Me pierden mis principios. Pero no te preocupes. No me va a pasar nada y en cuanto zanje este asunto, para bien o para mal, vuelvo junto a ti (se que me recibirás con un buen sopapo, el cual me merezco Razz) y no me vuelvo a separar de tu lado jamás.
No se cuantos días me llevará esto. Es posible que unas semanas, todo depende de como transcurran los días y me duren las provisiones. Por lo demás, estate tranquila. Voy armado y con suficiente munición, por lo cual, no hay nada que temer. Ya sabes que en todo este tiempo, todos hemos aprendido lo suficiente como para salir airosos de situaciones difíciles. Así que no padezcas. Y... si en el peor de los casos, sucede lo que NO va a ocurrir, o sea, que yo no vuelva, cosa que, repito, NO va a ocurrir, quiero que sepas algo. Lo eres todo para mi. Si del apocalipsis dependiese que nos volviéramos a conocer, no dudes que firmaría porque ocurriese de nuevo. Eres lo que siempre he buscado, el equilibrio que ha faltado en mi vida desde que existo. Ese equilibrio que me ha devuelto las ganas de vivir, las ganas de ver un nuevo amanecer, de respirar un día más, de EXISTIR. Ese algo que nunca tuve y que no pienso renunciar ahora que por fin lo he encontrado. No hay día que no recuerde la primera vez que te vi. Tu hermoso pelo, tus preciosos ojos, tus labios, me enamoraron desde un primer momento. Eras un ángel en medio del infierno. Lo último que esperaba encontrar entre tanto horror. Y mucho menos esperaba que ese ángel fuese para mi. Quien me lo iba a decir... Por todo eso, no pienso permitir que me arrebaten de tu lado. No ahora. Así que solo te pido que me esperes y que no pierdas la esperanza, ya que volveré en cuanto menos te lo esperas. Te lo prometo, cariño. Tú solo espérame.

Te amo, cielo.

Erik



P.D. Explícales a todos porque me he marchado sin avisar. Sobretodo a Eduardo, y pídele perdón de mi parte, por faltar a mi palabra. ¡Ah! ¡Lo olvidaba! Ni se os ocurra salir en mi busca. No lo hagáis, por favor. Se lo que me hago.



La carta la he dejado en la mesita de noche, junto a la lámpara, lo suficientemente a la vista para que Belén la vea. En el momento de marcharme, he sido lo más silencioso posible para evitar despertarla. Antes de salir por la puerta, he mirado a Belén. Ella estaba tan bonita como siempre, durmiendo y ajena a todo lo que yo me disponía a hacer. He sentido una tremenda nostalgia y las lágrimas han saltado de mis ojos. No he podido contenerme y me he acercado a ella, le he acariciado el pelo suavemente y le he besado la mejilla muy despacio. Quizás sería la última vez que la viera. En ese momento, le he susurrado que volvería antes de que empezara a echarme en falta, que se lo prometía. En ese mismo instante, Belén, entre sueños, ha empezado a hablar. Era como si estuviera asustada y repetía mi nombre una y otra vez. Con mucha delicadeza, me he alejado de la cama y he salido por la puerta. Entre la oscuridad del pasillo, he andado en dirección al cuarto trastero donde guardamos parte de nuestras armas. Este esta ubicado al fondo del pasillo, cerca de la puerta de la habitación de Miguel. Mientras me iba acercando a esta habitación, he comenzado ha distinguir una serie de ruidos y voces que me ha llamado la atención. Al principio, me hicieron dudar de si seguir o abortar la misión, pero decidí continuar. Parecía que se trataba de una discusión en alguna de las habitaciones, nada más. Mi sorpresa ha sido cuando he averiguado de que habitación se trataba: los ruidos provenían de la habitación de Miguel. He sentido tanta curiosidad por lo que estaba pasando que no he podido resistirme a pegar la oreja en la puerta. Era como si allí dentro hubiese una batalla campal. Pude distinguir como si alguien estuviese rompiendo todo el mobiliario de la habitación. De repente, los ruidos cesaron y unos lamentos se hicieron oír. Era Miguel. Este comenzó a decir: "Señor, ¿por qué? ¿por qué me has abandonado cuando más te necesito? ¿por qué ya no te revelas ante mi, tu humilde siervo? ¿que estamos haciendo mal? ¿por qué hemos despertado tu cólera hacia nosotros? Dímelo, hazme una revelación y yo enmendaré el error...". Después de esto, Miguel ha estallado a llorar desconsoladamente. Ahora ya no me cabe duda de que hasta él mismo se creé su propia historia. Al menos, si es así y la cosa no cambia, seguirá siendo un simple inofensivo beato. No he querido arriesgarme a escuchar más y he continuado hasta llegar al cuarto trastero. Como yo esperaba, las armas seguían en su sitio y ni siquiera nadie las había tocado. Cogí el rifle semi-automático, llené la mochila con toda la munición que pude y me marché camino a la salida del edificio.

Cuando he abierto la puerta, he visto una silueta prácticamente encima mía que me ha sobresaltado y me ha hecho encañonar mi arma rápidamente. Menos mal que no hice caso a mi instinto y no abrí fuego. Se trataba de Eugenia, la famosa chica que no hablaba. Ésta, al verme apuntándole se ha sobresaltado y ha puesto cara de espanto. Rápidamente he bajado el arma y la he comenzado a tranquilizar. Ésta se ha alejado de mi y se ha acurrucado en una esquina, como si temiera que le hiciese daño. Le he preguntado que hacía sola en el exterior del edificio a esas horas, que no había amanecido y que era peligroso. Obviamente, no contestó. Le dije que se metiera dentro del edificio y, antes de que acabará la frase, corrió hacia el interior. Sin tiempo que perder, me he dirigido hacía el que sería mi vehículo: la Harley-Davidson. Aún conservaba las llaves que me dio Iván antes de su partida. Sabía que poner en marcha la moto en el mismo aparcamiento iba a ser una locura, ya que si las Harleys son conocidas por ser unas motocicletas preciosas, también lo son por su inconfundible y ruidoso rugido, por eso me he alejado del lugar llevando la moto apagada. La he puesto en marcha cuando he calculado estar lo suficientemente alejado. Habría andado un poco más, pero andar este camino en plena oscuridad me ponía cada vez más nervioso. No he parado de pensar que enfrente de mi podía haber un merodeador y no lo iba a ver hasta que lo tuviera mordiéndome el cuello. Cuando metí la llave y la giré, esta arrancó sin problema. Una vez encima, he comprobado que el depositó estaba prácticamente lleno, he acelerado y me he alejado a toda velocidad. Con el viento acariciando mi cara, he recordado la última vez que cogí una motocicleta de este calibre. Como recordaréis, el desenlace no fue nada bueno y todo por mi exceso de confianza al manillar, por lo cual, hoy he conducido de forma prudente y sin excederme en la velocidad. En esta ocasión no me acompaña Thor para sacarme las castañas del fuego.

He permanecido toda la mañana conduciendo y mi primera parada ha sido la gasolinera en la cual Iván encontró la hebilla del Skull Korps. Si me he dirigido aquí ha sido con la esperanza de encontrar alguna pista que me conduzca a donde se ha dirigido Vladimir (por mucho que diga Iván, sigo sin creerme que este vivo) y sus hombres. Averiguando esto, me haría una idea de hacía donde se había dirigido Iván. Llegar a la gasolinera me ha costado varias horas, y por el camino me he encontrado con multitud de merodeadores vagando por la carretera y con alguna pequeña horda que me ha obligado a desviarme. Cuando he llegado a mi destino y después de comprobar que la zona estaba despejada, he comenzado a indagar. He comenzado por el exterior. La zona, aparentemente, estaba igual que el día que llegamos por primera vez. No parecía que nadie hubiese ido después. Me he fijado en todos los detalles y solo algo ha llamado mi atención. Había un charco de aceite de motor y unas pisadas de bota que habían chafado el charco, dejando varias huellas. En seguida he pensado en Iván y las botas que calza, pero luego he recordado que esa clase de botas y similares también las calzara el Skull Korps al completo, por lo tanto, no se si esas pisadas son recientes o posteriores a nuestra visita. Viendo que no encontraba nada, he entrado al comercio de la gasolinera. Aquí, el aire era prácticamente irrespirable. Un pútrido hedor envolvía la sala y era imposible permanecer aquí sin taparse la nariz. A varios metros de la entrada, cerca del mostrador, yacía el cuerpo inerte del merodeador al cual Iván le cogió la hebilla. Este ya era una masa pútrida y purulenta, embadurnada en líquidos pegajosos y de diversos colores parduzcos. Casi vomito cuando he visto que estaba completamente lleno de gusanos y tenía un brazo separado del cuerpo. Por lo visto, las alimañas se habían dado un festín con él. He inspeccionado la sala lo más rápido que he podido, pero no he encontrado nada que me llamé la atención. No, al menos, hasta que me he girado para salir. En la pared y escrito con spray de pintura negra, ponía: "ERIK, CABRONAZO, TE DIJE QUE NO ME BUSCASES. POR SI TE INTERESA, ESTOS PERROS SE FUERON HACIA EL NORTE, DIRECCIÓN TARRAGONA-REUS. NO ME PREGUNTES COMO LO SÉ. IVÁN 18/06/10". Al parecer, esto lo escribió a los siete días de irse. Y como no, sabía que iba a ir en su búsqueda. Mucho ha llovido desde entonces. Si al menos hubiese sido un escrito reciente, podría saber que sigue vivo.

He perdido casi todo el día trazando nuevas rutas en los mapas. Esta pista me ha obligado a cambiar todas las rutas que pensaba tomar y que había trazado días anteriores. Al menos, ya se algo, y es que se ha dirigido en dirección norte, por lo tanto, me toca desandar todo lo andado. Aun me quedan horas de luz, pero creo que no voy a seguir por hoy con el camino. Quiero buscar algún lugar seguro para pasar la noche. Y creo que se donde me voy a dirigir. A la casa de los abuelos. Se que lo que ocurrió durante nuestra estancia allí hizo que se cabrearan bastante con nosotros, por lo cual nos echaron, pero quizás me dejan pasar solo una noche allí y, ya de paso, les informaré de la 'Iglesia del fin de los tiempos'. Quizás, cuando les hablé de que son religiosos como ellos y demás, accedan a ir. La verdad, dejar a esa pareja de ancianos allí, es una espinita que se me ha quedado clavada. Y más después de la metedura de pata que hicimos. Si no me dejan pasar noche en la casa, dormiré en su granero sin que ellos se enteren. Ya comprobamos que esa zona es segura, además, es la mejor opción, ya que tengo que pasar por esa zona de todas formas.

Bueno, os mantendré informados.


- Erik -



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+ 12-07-10 + Tras la pista

El día 5, tras acabar la entrada y comenzar mi viaje hacía la casa de los abuelos, el tiempo dio un cambio brusco. El cielo se encapotó de nubes en cuestión de minutos y comenzó a caer una lluvia torrencial que parecía un diluvio. Por una parte, esto me vino muy bien, ya que como siempre, los merodeadores se quedaron inactivos bajo la cortina de agua y deshice mi camino sin problemas, sin correr ningún peligro. En ese momento, el peligro residía en la calzada, la cual parecía una pista de patinaje cuando yo tocaba el freno de la moto. Para evitar riesgos innecesarios, moderé bastante la velocidad. Salvo porque yo me estaba empapando y parecía una sopa, no tenía ningún tipo de prisa. Recuerdo el paisaje. Era espectacular, digno de sacarle una fotografía. El cielo cubierto de nubes negras como el carbón, descargando cada diez segundos luminosos relámpagos que eran acompañados de rayos que surcaban el cielo envueltos en un atronador trueno. Y todo esto, rodeado de montañas y naturaleza. Impactante, creerme. También tenía un toque siniestro que me erizaba los pelos de la nuca cuando los cegadores relámpagos iluminaban la carretera y, con este aporte de luz extra, podía ver la inmensidad de autovía plagada con miles de cadáveres vivientes allí plantados, inmóviles bajo la lluvia.

Como iba diciendo, estos permanecieron como simples adornos del paisaje hasta que ceso de llover. Cuando cayó la última gota, todos los merodeadores comenzaron a reactivarse lentamente y a intentar atrapar a esa cosa comestible motorizada que era yo. Solo basto con arriesgarse sobre el suelo mojado y darle caña a la moto. Solo que tuve mala suerte cuando pasé junto a un grupo de seis andantes. Nada más pasar junto a estos, noté un fuerte golpe en la espalda. Al principio pensé que alguno consiguió tocarme cuando pase a toda velocidad junto a ellos, pero me comencé a preocupar cuando noté que me tiraban de la mochila. Por unos instantes, quité la mirada de la carretera y giré la cabeza para ver que ocurría a mi espalda. Mi sorpresa fue ver a un jodido merodeador, una vieja demacrada, huesuda y consumida por la putrefacción para ser exactos, agarrada a mi mochila con una mano y el resto del cuerpo ondeando en el aire como una bandera. Luchaba contra el viento, intentando acercarse para morderme, pero le era imposible. Alarmado por esta situación, en ese momento lo único que se me ocurrió hacer fue eses con la moto con la esperanza de que se soltara. Hice esto mirando una y otra vez hasta que conseguí que se desprendiera de mi espalda. Por uno de los retrovisores pude ver como la deje atrás y se hizo pedazos al chocar y rebotar contra el suelo. Ese fue el único percance del viaje y todo transcurrió dentro de la normalidad hasta que llegué a la casa de los viejos.

Cuando llegué a esta zona, comprobé que estaba tal cual como siempre: limpia de merodeadores. ¿Que narices tiene esta zona que parece que los repele? A pesar de esto, no me pareció prudente dejar la moto en el arcén de la autovía, ya que si iba a pasar la noche en la casa, la cual esta alejada de la autovía, prefería tener esta en la puerta de la casa por si tenía que salir de allí pitando. Como pude, baje la moto por el terraplén que hay entre el arcén y el campo, y una vez aquí, conduje muy despacio. Cuando por fin llegué hasta el porche de la casa, paré la moto y observé todo a mi alrededor. Me resultó muy extraño que Joaquin no saliese escopeta en mano alarmado por el rugir de la moto. Pensé que estaría en el granero, aunque estaba anocheciendo. Llamé a la puerta con tres sonoros golpes. Mientras esperaba que él o Mercedes me abriera la puerta, me percaté que a varios metros de la casa habían seis tumbas. Rápidamente comprendí de quienes se trataban. Eran de la familia reanimada que Joaquín y Mercedes guardaban con celo bajo llave en una habitación y por culpa de la imprudencia de Iván y Elena tuvimos que acabar con ellos. Volví a llamar a la puerta mientras intentaba recordar si matamos a todos o quedó alguno en la habitación. No estaba seguro, pero me sonaba que no matamos a todos. Si no fue así, ¿por qué son seis tumbas las que hay? ¿a caso Joaquin terminó el trabajo? Llamé una vez más y salí de mis pensamientos. Viendo que nadie me abría, empuñé mi arma y giré el pomo. La puerta se abrió y entré con cautela, temiendo lo peor. Pero vi el comedor intacto, tal cual estaba cuando nos fuimos, sin signos de lucha, tan solo los agujeros de bala que dejamos en las paredes. Pero la pareja de ancianos no estaban en el salón y tampoco en la cocina. Los llamé en voz alta por sus nombres, pero no obtuve respuesta. Solo silencio. Pensé que quizás, con todo lo que había ocurrido, decidieron marcharse al poco de irnos nosotros. Pero, ¿a donde se podían haber dirigido una pareja de ancianos, solos y con todo lo que había fuera? Lentamente, subí las escaleras dirección al piso superior. Mi primer destino fue la habitación de Joaquín y Mercedes. Al abrir esta, comprendí todo. Nada más abrir esta puerta, el fuerte olor casi me tumba. Si algo he aprendido es que siempre que mi nariz huele este hedor a muerte, tengo que apuntar mi arma y prepararme para lo peor. Pero en esta ocasión no hacía falta que me pusiese en guardia. Tendida sobre la cama, bocarriba y con un impacto de escopeta en la cabeza, estaba Mercedes. La anciana yacía sobre las sábanas empapadas de sangre seca y parecía que en el momento de la muerte, estaba durmiendo o, en su defecto, esperando el tiro en la posición más digna posible. El resto de la habitación estaba impoluto y sin ningún destrozo. Salí de la habitación preguntándome que había pasado aquí y donde estaba Joaquín. Lo busqué por todas las habitaciones y no dí con él hasta que no llegué a la última habitación del piso superior, la habitación donde ocurrió el pequeño incidente con la familia reanimada de los ancianos. Nada más abrir la puerta, vi que la sala estaba envuelta en penumbra, tan solo iluminada por unos rayos de sol del ocaso que se colaban por las rendijas de la persiana. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, pude vislumbrar en la oscuridad una silueta en una esquina de la habitación. Aun así, no distinguí más, así que busqué en mi mochila mi linterna y cuando la encontré, hice uso de ella. Nada más alumbrar la habitación, me pegué un tremendo susto. Esa silueta de la esquina era Joaquín. Más bien, lo que quedaba de él. Sentado en una esquina, tenía la escopeta enganchada de una mano y su rostro... el rostro del anciano era irreconocible. Se había suicidado pegándose un tiro en la cabeza y el impacto le había arrancado medio rostro. El lado izquierdo de su cabeza era un mejunje de sangre seca y trozos de hueso, con la mandíbula colgando tan solo por un trozo de carne. El olor era inaguantable. Habría salido de la habitación si no fuera porque junto a su cadáver había un folio de papel que me llamó la atención y el cual me acerque a inspeccionar. Cuando lo tuve en mis manos confirme mis sospechas. Era una nota escrita del puño y letra de Joaquin. La nota de reglones torcidos y temblorosa escritura, decía:

"No hay motivo para seguir viviendo. Satán vino con aquellos forasteros, ellos destrozaron nuestro pequeño santuario, ellos lo mancillaron, nos arrebataron a nuestra familia. Ya no hay motivo para seguir en este mundo y solo espero que Dios perdone lo que he hecho y voy a hacer. Mercedes no lo aprobaría, por eso he acabado con su sufrimiento mientras dormía. Para ella ya ha terminado esta agonía terrenal y se ha ganado la entrada al reino de los cielos, pero yo, con ese acto y el siguiente que voy a realizar, me he ganado el tormento eterno. Me voy a quitar la vida. Oh, Dios misericordioso, ten compasión de mi alma y perdona estos dos pecados"

Nada más terminé de leer la nota, miré el cadáver de Joaquín. Me invadió la pena y el sentimiento de culpa en ese instante. Pero esté desapareció en cuanto el cadáver de Joaquín abrió su único ojo y lo clavó en mi. Me sobresalté y la linterna cayó de mis manos, rodando por el suelo. Reculé rápidamente mientras oía como se levantaba el cadáver de Joaquín. Descolgué el rifle de mi hombro y apunté hacía donde supuse que se encontraba Joaquín. El disparo ilumino la habitación. Ese destello me permitió ver la posición de este, pero no hizo falta un segundo disparo. Un golpe seco en el suelo me confirmo que había acertado en el blanco y se había desplomado en el suelo. Cogí la linterna y alumbré para ver que estaba en lo cierto. Tendido en el suelo yacía Joaquín. El disparo le había impactado en el cuello y prácticamente le había cercenado la cabeza. Aparté la mirada horrorizado. En ese instante, tuve mi segunda sorpresa. Unos pasos a mi espalda me alertaron de que no estaba solo. Me giré y descubrí que tras de mi estaba Mercedes, con los brazos extendidos hacía mi y la boca desencajada. De un rápido movimiento, le propiné un culatazo con el rifle en la cara y conseguí tumbarla. No le dí tiempo a levantarse y le disparé en la cabeza. La bala atravesó su frente y se clavó en el suelo de madera. Después de esto, salí a toda prisa de la habitación, cerré la puerta y me baje al salón. Allí me senté en un sillón y me quedé en silencio durante una hora. Me sentía fatal, fatal porque le arruinamos la vida a esa pareja de ancianos que vivía apaciblemente antes de nuestra llegada, fatal porque acababa de dispararles... Me sentí destrozado, pero de mis ojos no brotó ni una lágrima. Quizás es porque ya he derramado tantas desde que esto empezó que ya no me quedan. No se ni como ni cuando, pero me quedé profundamente dormido. Tampoco se cuanto dormí, 3 o 4 horas quizás, pero lo que si que sé es porque me desperté. El sonido de cientos de cristales rompiéndose me alarmaron. Por unos instantes, aturdido por el sopor, no supe donde me encontraba. Cuando me ubique, encendí la linterna, ya que ya había anochecido y estaba rodeado de oscuridad. Los ruidos de cristales seguían sonando y al primer lugar donde enfoqué fue a las ventanas. Lo primero que vi fueron varios brazos que habían atravesado el cristal de la ventana y se agitaban violentamente. Las otras dos ventanas de la izquierda estaban igual. El sonido de otro cristal rompiéndose me volvió a sobresaltar. Enfoqué a mi derecha y vi que en la ventana del fondo del salón asomaba la cabeza de un merodeador, junto a varios brazos más. De un rápido movimiento, este merodeador descolgó el cuerpo por la ventana y se dejó caer al interior del salón. Empuñe mi rifle y le disparé, impactándole el proyectil en el pecho. Solo conseguí frenarlo y ganar tiempo. Corrí en dirección a la puerta de la casa, pero tras ella pude oír como la estaban golpeando. Viendo que escapar por la única salida de la casa era imposible y que los merodeadores estaban comenzando a entrar en la casa por las ventanas, solo se me ocurrió correr en dirección a las escaleras y subir al piso superior. Una vez allí y escuchando los gemidos de los merodeadores, cogí un aparador y lo lancé escaleras abajo, con el fin de entorpecer y retrasar a los merodeadores que no tardarían en subir. Hice lo mismo con otro aparador de una de las habitaciones. Cuando alumbré hacia el piso inferior, descubrí que el salón estaba repleto de merodeadores que caminaban hacía las escaleras y por las ventanas no paraban de entrar más y más. De nada iba a servir que siguiera tirando muebles por las escaleras. Nada los iba a frenar. Ascendí al último piso y entré a la habitación donde estaban los cadáveres de Joaquín y Mercedes. Cerré la puerta y la bloqueé con un armario. Acto seguido, corrí al fondo de la habitación, tomé posición tras una cama y, fatigado, recargué el rifle. Permanecí apuntando hacía la puerta mientras la luz de la linterna enfocaba hacía esta. Iluso de mi, tuve esperanza de que cuando subieran y no me encontrarán, se marcharían. No fue así. No tardaron en comenzar a golpear la puerta. Primero, golpes que poco a poco fueron aumentando en número, hasta convertirse en terribles embestidas que hacían temblar el armario. Este, por cada embestida, se iba separando de la puerta y esta no tardó en abrirse, haciendo que el armario cayese volcado, chafando el cadáver de Mercedes. Disparé hasta agotar el limitado cargador. Abatí a unos cuantos, pero habían muchisimos. Solo me quedaba una escapatoria y la aproveché. Me levanté y corrí hacia la ventana, rompí el cristal, rompí la persiana y enfoqué la linterna al vació. Era una considerable caída, pero no tenía otra opción. Eso o ser devorado por los merodeadores. Enfoqué nuevamente a mi espalda y pude ver que todavía estaban al fondo de la habitación. Busqué en mi bolsillo el mechero y, lo más rápido que pude, prendí una de las cortinas. El fuego avanzó rápido por estas y, acto seguido, lancé mis pertenencias al vació y salté. No se ni como sobreviví a esa caída. Quizás, el suelo embarrado amortiguo mi caída. Fuese como fuese, tuve suerte y ni siquiera me rompí un hueso, solo me hice daño en los pies y en las costillas al rodar por el suelo. Nada más. Cogí mis cosas y me asusté al ver la gran cantidad de merodeadores que había agolpados en las ventanas de la casa. Pero estos estaban tan concentrados en entrar que no repararon en mi. Corriendo, busqué mi moto, monté, arranqué, y me marché campo a través. De camino hacía la autovía me encontré a varios merodeadores que iban rumbo hacía la casa. Como pude, los esquivé. Cuando llegué a la autovía, miré hacía la casa. En la oscuridad de la noche, se alzaban las anaranjadas llamas que estaban consumiendo la casa. Estas se habían propagado por parte del piso superior, pero no tardarían en consumir la casa entera. Permanecí durante unos minutos observando las llamas y me marché. Ese fuego alertaría a todo el que lo viese a kilómetros a la redonda y no era de extrañar que algún grupo de indeseables acudiese a husmear, en el cual incluyo al Skull Korps, así que me marché en seguida. Me marché con la pena de no poder dar un entierro digno a la pareja de ancianos. A ellos les habría gustado descansar junto a su familia, la cual descansa enterrada cerca del porche...

Como me indicó Iván en su mensaje, me he dirigido hacia el norte. Estoy a varios kilómetros de donde se encuentra Belén y los demás, para ser más exactos, bastante cerca de Tarragona. He permanecido estos días buscando pistas que me ayuden a encontrar a Iván y he encontrado restos de actividad humana. Hace unos días, en el arcén de la carretera, encontré cenizas de una hoguera junto a unas latas de cerveza vacías y restos de comida. Al poco de esto, encontré en plena autovía varios casquillos de bala y dos merodeadores abatidos no hace mucho. Mi último hallazgo ha sido hoy. He encontrado las marcas de un frenazo de moto. El diámetro del neumático es el mismo que el de mi Harley, por lo cual, estoy casi seguro de que se trata de la moto de Iván.

Siento que estoy cada vez más cerca de él...


- Erik -



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+ 16-07-10 + Cazador cazado

Hoy, después de repostar combustible en la única gasolinera que me he encontrado en el camino, he descubierto algo bastante interesante. Llevo varios días en los que no he encontrado signos de vida en mi camino, pero mientras extraía combustible del surtidor, he escuchado el ruido de un motor. El sonido era de una moto. Me he quedado atónito durante unos segundos, intentando averiguar la procedencia del sonido. Por más que he mirado en las carreteras colindantes no he visto el vehículo. No he perdido tiempo, he llenado el depósito a mitad, me he montado en la moto y he tomado rumbo a la autovía. Cuando he llegado a la siguiente salida, la cual llevaba a un pueblo llamado "Mont-Roig del Camp", me he desviado por esta carretera comarcal. El motivo es que el vehículo que oído no transitaba por la autovía, si no por una carretera próxima a la gasolinera y esta salida era la más cercana. He conducido por aquí durante unos minutos, esquivando a unos pocos merodeadores que me ido encontrando. Al final, he llegado a una rotonda. Mi sorpresa ha sido que la entrada a esta estaba parapetada con tierra y escombros. La entrada y todas las salidas de la rotonda. He dejado la moto con el caballete puesto, he apagado el motor y he bajado a inspeccionar. Era imposible que el vehículo que he escuchado haya transitado por aquí. Me he equivocado. Viendo el montón de tierra y escombros que bloqueaba la carretera me he dado cuenta de que se trataba de una barricada. De entre los cascotes y tierra también habían sacos amontonados. ¿Quién y con que fin había hecho esto? He bordeado la barricada y he inspeccionado los siguientes parapetos. Habían dos que hasta tenían alambre de espino. Esta claro que esto no lo han hecho para frenar a los merodeadores, ya que sería inútil porque estos no tienen problemas para bordearlo como yo he hecho saliendo de la carretera. Esto esta hecho para frenar a viajantes. Ha sido entonces cuando me he percatado de lo que había en el centro de la glorieta. Bajo una pequeña estatua ornamental de unos toros, había un cadáver, el cual parecía de un merodeador, atado en la base de mármol de la estatua. De su cuello colgaba un cartón que parecía escrito. Mientras me he ido acercando, he podido ir viendo más detalles. Atadas con finas cuerdas y colgando de todos los extremos y salientes de las dos estatuas, habían al menos una decena de cabeza cercenadas. Parecían de merodeador, pero esto es imposible saberlo. Era muy tétrico ver como se mecían con el viento. Me produjo escalofríos. Cuando llegué frente a la estatua, observe el cadáver del cartel. En este ponía: "Forasteros, no sois bienvenidos. Marcharos por donde habéis venido". El cadáver se reanimó momentos antes de que acabara de leer la frase. Este abrió los ojos, los cuales clavó en mi, y comenzó a gemir agonizantemente. Rápidamente lo encañone con mi arma, pero no disparé, ya que estaba bien atado y no podía soltarse de sus ataduras. Ahora, en frío, me alegro de no haber disparado, ya que estoy casi seguro de que en la casa de los ancianos me asaltó esa horda de merodeadores porque fueron atraídos por mis disparos. Di media vuelta y me dirigí hacía mi moto. Para mi sorpresa, había alguien junto a mi moto. Estaba agachado junto a esta y de espaldas. He empuñado el rifle y lo encañonado mientras avanzaba hacía él. Cuando he estado lo suficientemente cerca, le he gritado "¡Eh! ¡tú! ¡¿que haces en mi moto?!". Al oír mi grito, este individuo se ha girado. Y mi sorpresa ha sido el descubrir que ese individuo era un niño de apenas 12 años. Cuando me ha visto apuntándole a puesto una cara de pena que me ha conmovido el alma. Entonces he bajado el rifle y le he dicho que se tranquilizase, que no le iba a hacer daño. El niño, de pelo castaño y la cara sucia, me ha mirado a los ojos y ha transformado su cara de pena en una cara de diablillo, con una picara sonrisa en la boca. Ha abierto su mano derecha y me ha enseñado algo. En sus manos tenía una pequeña navaja y acto seguido ha dirigido la mirada a la parte baja de mi moto. Yo no entendía nada, entonces he mirado a donde él miraba y lo he comprendido todo. Las ruedas de mi moto estaban rajadas. El puto niño me acababa de pinchar las ruedas. Le he gritado "¡¡Niño de los cojones!! ¡¿Por qué has hecho eso?!". Este, soltando una sonora carcajada, ha echado a correr en dirección campo a través. Le he gritado que no corriera, que no le iba a hacer nada. Pero el niño me ha hecho caso omiso y ha seguido corriendo. Entonces he salido corriendo detrás de él.

El niño me sacaba una distancia increíble y era rapidísimo y muy ágil. Saltaba los matojos y demás obstáculos con mucha facilidad, mientras que a mi me costaba una barbaridad. Mientras corría, tuve un traspiés que casi me hace caer al suelo, pero por suerte he podido mantener el equilibrio y seguir con la marcha. Este se interno en una pequeña arboleda. Me costó llegar aquí una eternidad. Como pude, atravesé todos los matojos y me libré de las ramas de un rosal que me han dejado los brazos y las piernas hechos un asco. Cuando crucé la arboleda, divisé al niño. Este estaba bastante lejos y se encontraba saltando un muro de hormigón. El muro que saltaba parecía que era de una fábrica. En menos de dos segundos se encaramó al muro y se perdió tras de él. Fatigado y exhausto, emprendí de nuevo la carrera. En realidad, no sé muy bien porque me he encabezonado tanto en perseguir a este niño. Esta claro que no iba a conseguir una explicación convincente de porque había hecho lo que ha hecho, pero quizás ha sido porque es un niño y he sentido compasión por él al mismo tiempo que también quería averiguar si estaba solo o acompañado. Cuando he llegado al muro, he trepado por él como he podido, costandome el triple de lo que le ha costado al niño. Una vez encaramado a este, he saltado al otro lado y he buscando la ruta que había podido seguir el niño. Me encontraba en un gran patio de una fábrica de neumáticos. Delante de mi se alzaban dos inmensas naves de trabajo. Seguí mi instinto y me dirigí hacía el edificio más grande. Cuando llegué y crucé la puerta, me encontré en una inmensa sala polvorienta, con maquinaria pesada. Anduve por la sala vigilando todos los rincones. Al fondo de la sala, sobre una cinta transportadora, vi al niño de marras. Estaba gateando y metiéndose en el interior de la gran máquina. Le grité que se detuviera, que podía ser peligroso y acudí rápidamente para impedirlo. Cuando llegué, el niño ya se había metido en el interior y, cautelosamente, me asomé por la abertura de la maquinaria. Allí dentro, acurrucado y con la navaja en la mano, estaba el crío. Le alenté a salir, pero este me contestó sacándome la lengua en tono burlón. Me dispusé a entrar a sacarlo cuando desde mi espalda, una voz infantil me chilló "¡Ni lo intentes, capullo!". Me giré y vi a dos niños. Uno de ellos me estaba apuntando con una escopeta que era casi más grande que él. El otro sostenía un gran palo macizo. El de la escopeta me ordenó que tirara el arma. Hice caso omiso e intenté negociar. Les dije que no quería hacerle nada malo a su amigo, que solo estaba de paso e intentaba ayudar. El niño de la escopeta, de unos 13 años, le ordenó al otro que me quitara el arma. Me sentí ridículo viendo como un crío de 11 años me desarmaba. Pero no me podía arriesgar a hacer nada, un niño con un arma es tan peligroso o más que un adulto. Otra voz sonó. Provenía del piso superior, de una pasarela flotante. Cuando miré, vi a dos niños más, ambos apuntándome, uno con un fusil automático y otro con un tirachinas. El del fusil parecía de unos 15 años, pero el otro, el canijo del tirachinas, no sobrepasaría los 11. El más pequeño dijo "Borja, mira esto" y acto seguido descargó su tirachinas. Pude ver como la piedra surcaba el espacio aéreo de la fábrica y me impactaba en el hombro. El dolor me recorrió la zona y me dejé caer al suelo con la mano en la zona del impacto. Mientras yo casi me retorcía de dolor, toda la turba de críos se reían a carcajadas, hasta el que hace un momento lo había estado persiguiendo, el cual ya había salido de su escondite. Dos proyectiles de tirachinas más me impactaron nuevamente, esta vez en el abdomen y cabeza. El impacto de la cabeza me hizo una brecha y no tardó en brotar la sangre y correr por mi cara. Pero lo niños siguieron riéndose. Ahora comprendo el dicho de que los niños pueden llegar a ser muy crueles. El niño del fusil gritó "¡Basta! ¡Rober, átalo de pies y manos!". Este saco de su bolsillo varias bridas y me las puso en las manos y en los pies. Mientras él hacía eso, yo intenté hacerles comprender a los niños que no era un enemigo, que me dejaran marchar. Solo conseguí que el niño del palo me "acariciara" con este. Por suerte, un niño de 11 años no tiene ni la fuerza ni la destreza con una palo que puede tener un adulto. Aun así, los golpes fueron dolorosos. Una vez inmovilizado, los niños de la pasarela superior bajaron y se reunieron con los demás. Entonces, comenzaron a preguntarme que hacía aquí, que quién era. Yo me expliqué, pero como niños que son, aunque jugasen a ser adultos, ni me comprendieron ni me prestaron atención. El niño de la navaja se dedicó a hacerme burla y a hacer bailes absurdos mientras yo hablaba. Esto desvió la atención de todos y no me escucharon. Entonces comenzaron a hablar de que hacer conmigo. Esto me heló la sangre. El niño del palo dijo "Eh, eh, chicos, esto es mejor. Podíamos chafarle la cabeza con una piedra grande. ¿Nunca habéis visto lo que hay dentro de la cabeza? Yo sí, una vez, ¡y es asqueroso!". Otro dijo "No, no, mejor lo abrimos con la navaja de Charly. Yo podría hacerlo, lo he visto hacer a mi padre con los cerdos". Otro "Podíamos decírselo a los demás... (esto me dio una ligera esperanza, la cual se desvaneció con lo siguiente) O no, mejor, lo atamos a un palo y hacemos puntería con las armas, disparandole". Entonces el más mayor habló "No, yo decidiré lo que haremos. Traer un merodeador". Todos los niños menos este se alejaron corriendo entre risas. No podía ser que estuvieran planeando lo que me temía. En ese momento pensé que iba a morir de la misma forma que dejé morir a aquel caníbal que me capturó en Valencia. Le pregunté al niño que pretendían hacer con un merodeador y él me contestó "Divertirnos". Le rogué que no lo hicieran, que me soltaran. Hasta le pedí que si querían diversión, que me soltaran las ataduras para poder luchar con el merodeador, que de esta forma sería más divertido para ellos. Él me contestó "No, queremos que te coma. Si te defiendes no tiene gracia. Nuestros padres siempre nos han impedido que veamos como comen los 'lentos'. Ahora lo vamos a poder ver". Entonces le dije que si sus padres estaban vivos, que si había adultos con ellos. No me contestó. No tardó en oírse los gritos de los demás niños. Decían "¡Por aquí, 'lento' cara de culo!", "¡A que no me pillas, tonto!" y "¡Aquí tienes comida, feo!". Los niños entraron y pude ver como lanzaban piedras al exterior. Rápidamente, todos los niños incluyendo el que me custodiaba subieron escaleras arriba y tomaron posiciones en la barandilla para observar bien la escena. Por la puerta no tardó en entrar un merodeador. Este, de movimientos torpes y consumido por la putrefacción, comenzó a observar la sala. En seguida fijo sus ojos en mi. Yo, tendido en el suelo, me mantuve quieto como una piedra con la esperanza de que no me distinguiera. Pero de nada sirvió. Con un sonoro gemido y con un paso torpe hacía mi indicó que ya sabía donde ir. Por cada paso que daba, sus roídos ropajes de chaqueta y pantalón de vestir a cuadros le bailaban en su escuálido cuerpo. Yo empecé a chillarle a los niños que por favor lo evitaran, pero estos se reían y hasta animaban a gritos al merodeador. Era como quién ve una pelea de boxeo y anima a su favorito. Cada paso lento que daba comprendía que estaba condenado, pero aun así, seguí gritando e intentando soltarme de las bridas. Estaban muy fuertes y era imposible soltarse, pero yo seguí hasta que comencé a notar que me estaban haciendo sangre en las muñecas. Ya estaba a apenas dos metros de mi y los niños estaban más ansiosos, gritando vítores. El merodeador dejo caer sus rodillas al suelo y puso sus zarpas sobre mi espalda. Poco a poco, empezó a acercar su cabeza con la boca abierta hacia mi cuello. Por cada movimiento que hacia acercándose, podía oír todas las articulaciones de su cuerpo crujir violentamente. Yo intenté propinarle un rodillazo, pero me era imposible, las ataduras me tenían limitado. Intenté rodar por el suelo, pero el merodeador me tenía fuertemente agarrado. En ese instante ya podía oler su pútrido aliento. Tenía su boca a centímetros de mi cara. Era imposible escapar. Entonces fue cuando ocurrió el milagro. Una voz resonó diciendo "¡Me cago en dios!" y sonó un disparo. La bala impacto al merodeador en la cabeza y me salpicó toda la cara de mejunje sanguinolento. Este cayó desplomado encima mía. Reptando, me lo quité de encima y vi en la puerta a mi salvador. Un hombre adulto que empuñaba un rifle de caza. Acto seguido, este le gritó a los niños "¡Que cojones habéis hecho, hijos de puta!" y corrió por las escaleras en dirección a los críos. Estos empezaron a colarse por un agujero de una puerta, pero el hombre pudo atrapar a dos de ellos, entre los cuales estaba el mayor de todos. Les quitó las armas mientras estos decían "¡No hemos hecho nada! ¡Abuelo, no nos pegues!". El adulto se quitó la correa y comenzó a azotarlos. Mientras los niños lloraban e intentaban esquivar los correazos, a mi me invadió una risa nerviosa. No me podía creer que estuviera vivo. Si hubiese tardado unos segundos más, estaría muerto y vagando sin rumbo como un merodeador más. Cuando el hombre acabó de azotarlos, los cogió de la oreja y bajo hasta mi posición.

Cuando llegó a mi lado, le expresé mi agradecimiento y le conté lo sucedido, lo que habían hecho los niños y lo que pretendían. Luego le pedí que me soltara de las ataduras. Él me contestó "Tranquilo, cada cosa a su debido tiempo. Sobre lo que han hecho estos niños, obtendrán su castigo. Y uno doble además por adentrarse a zona prohibida para ellos. Desde que les dejamos ir armados se creen vaqueros, así que tendremos que empezar a pensar si es buena idea que tengan armas o no. Bueno, a lo que íbamos, ¿quién eres, que haces aquí, que buscas...?". Le expliqué todo, desde a donde voy hasta de donde vengo. Este hombre de aspecto de pueblo me escuchó sentado en un cascote de piedra y me interrumpió innumerables veces para hacerme más preguntas. Cuando acabé, sacó una navaja de su bolsillo y me cortó las bridas. Entonces me comentó "Mira, vamos a hacer una cosa. Te voy a llevar a nuestro refugio. Obviamente, tu arma estará a mi recaudo y ahora mismo voy a inspeccionar todos tus enseres en busca de más armas. Cuando esté seguro de que no eres peligroso aparentemente, te vendaré los ojos y yo te guiaré hasta nuestro escondite. Por motivos de seguridad, no quiero que veas el camino. Cuando lleguemos, te prestaremos una habitación y te daremos de comer y beber. Cuando llegué la hora de dormir, dormirás bajo llave. Espero que comprendas porque hago esto así. Seguridad. Por el contrario, puedes marcharte por donde has venido. Eso sí, tu arma me la quedaré yo. Tú decides". Lo estudié lo más rápido que pude. Era una opción muy arriesgada, pero este hombre parecía de fiar. Ya estaba en sus manos, pero con los ojos vendados o encerrado en una habitación lo estaría más. Por el contrario, podía obtener mucha información valiosa de él. Además, mi moto estaba inservible y en varias horas caería la noche, así que accedí. Cuando registró mi mochila, encontró mi pistola, la cual se guardó en el pantalón. Después de asegurarse de que no llevaba más armas, sacó una venda y me vendó los ojos. Me llevó al exterior y, una vez allí, me dio varias vueltas para desorientarme. La verdad es que lo consiguió. Entonces, ordenó a los dos niños sádicos que me cogieran de la mano y me guiaran junto a él. Por el camino, comencé a formularle preguntas. La primera fue si habían visto a Iván, del cual le di una breve descripción. Su respuesta me asombró y me llenó de esperanza: "Vimos a un chico que entra en la descripción que dices. Grandote, con pañuelo en la cabeza, con una Harley... Sí. Hace poco menos de un mes. Lo vimos husmeando en una gasolinera que hay a unos pocos kilómetros de aquí. Él no nos vio. Nosotros íbamos a coger combustible cuando lo vimos. Repostó, rebuscó en el área de servicio y se marchó. Fue hacía el norte, en dirección a Tarragona. Por su bien espero que no vaya hacía allí. Es un hervidero de muertos". O sea, pasó por aquí y estuvo en la gasolinera que yo he estado hoy. ¡Voy en buen camino!. Después le pregunté que me contará como iban las cosas por los alrededores y por qué Reus había caído. Su respuesta me lleno más aun de esperanza y sorpresa a partes iguales: "Pues bien, como te dicho, Tarragona es un hervidero. Al menos, la zona Este. Ya intentamos entrar para conseguir alimentos y nos fue imposible. Conforme te vas adentrando al interior de la ciudad, los infectados van doblándose en número. Allí cayó mi hijo hace meses" Aquí ha habido unos segundos de silencio. Le he dado mis condolencias pero él ha seguido hablando. "Sobre lo que dices de Reus, no se de donde te has sacado que ha caído. Sigue en pie y conservando a todos los refugiados". ¿Comprendéis porque digo que me he llenado de esperanza y sorpresa? Me muero por contárselo a Belén y los demás. Sabía que Miguel nos había mentido. Después de oír lo de Reus, exclamé un fuerte "¡¿Qué?! ¡No puede ser! ¡Nos dijeron que había caído!" a lo que respondió "Pues quién te lo ha dicho os ha mentido. No ha caído y sigue como el primer día. Si no me equivoco, con más terreno que cuando nosotros nos marchamos. Cuando nos fuimos, habían comenzado una expansión, limpiando calle por calle la zona no segura y ensanchando el perímetro seguro de las vallas...". Lo interrumpí diciendo "¿Como? A ver si he entendido bien... ¿Tú y los tuyos habéis estado en la ciudad segura de Reus? ¿Y que hacéis que no seguís viviendo allí?". Su respuesta fue contundente: "Pues mira, cosas que pasan. Yo he nacido en el pueblo de 'Mont-Roig'. Mi mujer e hijos también. Toda mi familia. Al principio de todo, con la confusión que había nos dejamos llevar por el pánico mediático y acudimos a Reus como miles de personas más. Nos enteramos de que estaban evacuando allí a la gente por un mensaje de radio. Entramos allí a la semana de que Reus se estableciera como zona segura y los militares tomarán el control total de la ciudad. Nos trataron muy bien. Nada más llegar, nos pusieron en cuarentena y nos hicieron pasar controles médicos para asegurarse de que no estábamos infectados. ¿Sabes? Allí no entra nadie sin pasar esos controles. Cuando se aseguraron de que estábamos limpios, nos hicieron firmar una pila de papeles y nos adjudicaron unos pisos. Allí todo funciona como funcionaba antes de todo esto. Hay leyes, oficios, comercios... todo supervisado por el ejercito. A parte, no he visto zona más segura que esa. Y ahora viene porque nos marchamos. ¿Sabes por qué? Porque somos gente de pueblo, no de ciudad. Siempre lo fuimos y siempre lo seremos. Añorábamos nuestro pueblo, el monte, todo. Y la vida de la ciudad nos estresaba. También tuvimos otras muchas discrepancias que nos llevaron a desertar de la ciudad, pero la principal fue esa, que no cambiábamos nuestra tierra y forma de vida por estar más seguros. Nosotros hemos sido cazadores toda la vida, así que no tenemos problemas en generarnos la seguridad nosotros mismos. Te aseguro que es más peligroso y difícil matar un jabalí que a un merodeador. Ya estamos llegando. En seguida te quito la venda".
Esto es algo que no he comprendido. Se van de la, posiblemente, única ciudad segura de España porque ¿les gusta vivir en el campo? ¿como se come eso? No lo entiendo. Absurdo totalmente. Y tampoco he entendido a que se refería con las discrepancias. No he podido hacerle más preguntas al respecto en ese momento.

No hemos tardado en llegar a su famoso refugio. Los niños me han soltado y este hombre me ha quitado la venda mientras me decía "Por cierto, me llamo Eusebio. ¿Tú?". Le he contestado y me ha dicho que le siguiera. He observado a mi alrededor. Estábamos frente a un pequeño caserón rodeado de campo. A lo lejos he podido divisar un pueblo, el cual he podido suponer que era el famoso pueblo de 'Mont-Roig'. Cuando Eusebio me ha dado la espalda, uno de los críos, el más pequeño, me ha sacado la lengua y me ha dado una patada en la espinilla, después, ha salido corriendo. Os juro que si pudiera, a ese niño le iba a dar unos cuantos azotes. A ese y a los otros cuatro. He seguido a Eusebio hasta las proximidades de la casa. Entonces ha comenzado a apartar unos matojos del suelo y ha dejado al descubierto una portezuela metálica incrustada en el suelo. La ha abierto y a comenzado a descender por unas estrechas escalinatas. Le he seguido y le he preguntado que si esto era un sótano. Él me ha dicho "No. Es un antiguo refugio antiaéreo de la guerra civil. El último propietario de la casa lo reformó en los años 60-70 y lo hizo más habitable y confortable. Era un antiguo ex-legionario obsesionado con el tema de la guerra fría y un posible ataque nuclear contra España. Estaba loco. Quien se iba a molestar en tirar una bomba nuclear contra este poblacho... Al menos nos ha venido bien este sitio para refugiarnos. Sígueme". Caminamos por un angosto pasillo. Este estaba iluminado por bombillas que colgaban del techo de tierra. El pasillo se adentraba descendiendo ligeramente. Al final, llegamos a una pequeña sala iluminada con una tenue luz. El techo estaba apuntalado por grandes maderos. En el centro de la sala había una mesa y varias sillas. Al fondo de la habitación había una puerta metálica. Eusebio se acercó a esta y la abrió. Yo le seguí por otro largo y estrecho pasillo. Cuando llegamos al final de este, Eusebio dijo "Traigo visita". Me situé junto a él y observé donde me encontraba. Ante mi se extendía una gran sala de unos 10x10 metros, reforzada por varias vigas de obra metálicas. En la sala habían varios sillones y hasta un aparador. Sobre este había una radio. En el centro de la sala, frente a una gran mesa, habían cinco personas, las cuales tenían clavados sus ojos en mi. En un extremo de la mesa, una mujer mayor que estaba pelando patatas sobre un bol, a su lado, una mujer de unos 45 años. En el otro extremo, un chico de unos 30 años junto a una chica de edad similar. De pie junto a ellos, otro chico de la misma edad. Este último preguntó "¿Quién es?". Eusebio comenzó a explicar todo lo ocurrido, pero él no le dejo terminar. En un tono de voz elevado, comenzó a vociferar "¡Esto es una locura! ¡¿Ahora alojamos a forasteros?! ¡¿Entonces para que nos arriesgamos en montar toda la parafernalia de la rotonda?! (al oír esto, miré a Eusebio. Me sigue sorprendiendo que hayan sido ellos los que montaron todo eso en la rotonda) Con todos mis respetos, tío... ¡eres un maldito ignorante! ¡No me extraña que el primo muriese en Tarragona!". Después de esto, cogió su escopeta, que estaba en la mesa, y se marchó por un oscuro pasillo no sin antes lanzarme una mirada asesina. Eusebio me miró y después miró a todos los presentes. La mujer de unos 45 años se pronunció: "No es prudente lo que has hecho. Siento reconocer que en eso mi sobrino tiene razón. Pero lo hecho hecho esta. Que cené con nosotros y después llévalo al almacén. Allí hay un colchón donde podrá dormir. Enséñale el refugio mientras nosotras preparamos la cena". Eusebio me invitó a acompañarle. Le pude ver afectado después de todo lo que le había dicho ese individuo. Entonces le pregunté si habían sido ellos los que habían puesto todo aquello en la rotonda. Me contestó en tono apagado. "Sí. Lo hicimos entre mi sobrino, hijos y yo. El motivo fue para alejar a los forasteros de aquí. No nos fiamos de nadie. A ti también te incluyo en el bote, así que no te engañes por nuestra hospitalidad. Por cierto, espero que disculpes a mi sobrino Andrés. Tiene muy mala leche y no se corta ni un pelo. Dos de los niños que te han asaltado hoy son hijos suyos. Los otros dos son hijos de mi hijo, el que estaba en la sala. El más mayor, de mi hijo el que murió...". Eusebio me enseño todo el refugio. Este era laberíntico, lleno de pasillos, salas y pequeñas habitaciones improvisadas. Hasta hay una segunda salida. El lugar es muy oscuro, ya que no entra nada de luz del exterior. El sitio parece muy seguro y oculto. Me llamó la atención algo. Estaba hablando con él junto a una puerta de una habitación cuando esta se abrió y apareció Andrés. Este nos miró con desprecio y cerró la puerta. Mientras cerraba esta, me pude fijar en el interior. Era una pequeña habitación alumbrada por una tenue luz. Al fondo había un pequeño camastro donde me pareció ver a alguien tapado. No me dio tiempo a ver más. Andrés terminó de cerrar la puerta y se marchó. No pude resistir la curiosidad y le pregunté a Eusebio "¿Esto es otra habitación? ¿De quién es?". Él me miró y contestó: "Sí, pero no te la puedo enseñar. Esta mi nieta, la hija de Andrés. Esta bastante enferma... Es diabética y se nos ha acabado la insulina. Va a peor cada día... y no podemos darle su insulina porque no encontramos. Hasta hace unas semanas no teníamos problemas para conseguir, pero ahora, imposible. El tiempo corre en nuestra contra".

La tarde pasó rápido. Esta la pasé junto a Eusebio y su otro hijo, ayudandoles a poner combustible al generador de electricidad del refugio. No me quitaron ojo ni me dieron la espalda en ningún momento. Cuando llegó la hora de cenar, nos sentamos en la mesa mientras la mujer de Eusebio y su suegra servían la mesa. Nos sirvieron un cocido de conejo con patatas, el cual estaba riquísimo. El momento de la cena ha sido muy incomodo. Salvó unas pocas preguntas que me ha hecho la mujer de Eusebio y el griterío de los niños, nadie más habló. Andrés ni siquiera apareció a cenar. Por lo visto, esta muy molesto con mi aparición y que haya decidido quedarme esta noche. No se fía de mi. Ni él ni nadie. Y no les culpo. Al terminar la cena, Eusebio me llevó hasta la que sería mi habitación. Cuando abrió esta y encendió la bombilla, pude ver como unas ratas corrieron a esconderse entre unos sacos de patatas. Era una sala grande, repleta de sacos, latas de comida, garrafas de agua y enseres varios. De detrás de los sacos sacó un sucio colchón con una manta y lo dejo caer en el suelo. Antes de irse me dijo: "Como te dije, voy a cerrarte con llave hasta mañana a las 8. Te agradecería que no comas nada de la comida que aquí hay. Tenemos los víveres racionados. Por el agua, no te preocupes. Bebe toda la que quieras. La de las garrafas esta limpia y ha sido hervida, así que puedes beber tranquilo. Y si necesitas hacer tus necesidades, haz uso de aquel cubo. Eso si, mañana a primera hora no olvides vaciarlo. Que descanses". Tras de él ha cerrado la puerta y he podido oír como ha echado los cerrojos exteriores. De esto hace unas horas y aquí estoy, sentado sobre un polvoriento colchón, con una mugrienta manta y viendo como las ratas corren de un lado a otro. He estado husmeando entre los trastos y he encontrado un pequeño cuchillo. Me lo he guardado en el pantalón. Ellos no son los únicos que no se fían. Yo tampoco me termino de fiar de ellos, así que mejor guardar una carta en la manga por si acaso. Parecen buena gente, pero los he conocido más hospitalarios que han resultado ser psicópatas.

Todavía me duelen los golpes y heridas de esta tarde. Al menos, la brecha de mi cabeza ha cerrado bien, aunque también me duele. Putos niños...
Voy a intentar dormir. Si nada me lo impide, mañana retomaré mi marcha. Este descanso no me va a hacer daño, al contrario. Además, sabiendo que Reus sigue en pie, voy a dormir más feliz que nunca. Aunque ese sentimiento de felicidad es contrarrestado por el pensar que Miguel nos mintió y no sé con que fin. Eso me preocupa, ya que Belén y los demás siguen allí.

Buenas noches.


- Erik -
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Mensaje  maldo Vie Mar 04, 2011 9:51 pm

sirve comentar aca?? o solo en el blog.. bueno te cuento que sigo tu historia Smile nos vemos.
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Mensaje  nikopro95 Dom Mar 06, 2011 1:58 am

que paso con la historia ha parado?
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Mensaje  Miembro de la resistencia Dom Jun 05, 2011 11:43 pm

+ 17-07-10 + Seres sin escrúpulos

He pasado una noche terrible. No os lo podéis ni imaginar. Este colchón mugriento me ha dejado la espalda hecha un verdadero asco. Encima, las ratas que deambulan por esta habitación se lo han pasado de miedo molestándome. En una de las pocas ocasiones que me he podido dormir, me he despertado con uno de estos roedores encima de mi pecho, olisqueandome la ropa, mientras otras dos ratas me mordisqueaban los zapatos. Yo no se quién se ha asustado más, si yo al descubrir al roedor encima mía o ella, que la he lanzado contra la pared mientras yo soltaba un grito de sobresalto. Después de esto, me ha costado volver a conciliar el sueño y mientras daba pequeñas cabezadas, no he quitado ojo del rincón donde se han ido corriendo estos animalitos. Estos asomaban el hocico de vez en cuando. Cuando al final he podido volver a dormirme, he tenido una pesadilla, para rematar la noche. No recuerdo muy bien que he soñado, pero se que no era algo bueno. En mi sueño aparecía Miguel y su sequito de hermanos, Belén también, la cual lloraba desconsoladamente y Eduardo, el cual estaba tendido en el suelo, bocabajo. No recuerdo más, ni siquiera que pasaba en el sueño. Como siempre, quiero pensar que solo se trata de un sueño, nada más. La cuestión es que cuando me he despertado de la pesadilla, me he descubierto de pie en medio de la habitación. Por unos largos segundos me he sentido desubicado a la vez que desesperado. Hasta que me he conseguido ubicar, no he sabido donde me encontraba y he intentado abrir la puerta una y otra vez mientras en mi mente repetía "Belén, Belén...". Por lo demás, nada que destacar. No ha entrado Eusebio a despellejarme y cocinarme como he temido en algún momento. De todas formas, no he bajado la guardia.

Eusebio ha venido a abrirme la puerta a las 8, tal como dijo. Un hombre puntual y, lo más importante, un hombre de palabra. Cuando me ha abierto me ha saludado con un "Buenos días, Erik. ¿Qué tal has dormido?". Yo, sentado en mi camastro como un preso en un calabozo, le he respondido que mejor no preguntara. No me ha sentado muy bien que se haya reído y me haya dicho "Espero que las ratas no te hayan molestado mucho". No es que me haya dicho algo ofensivo, pero cuando paso una mala noche me molesta hasta que me den los buenos días, así que imaginaros que me suelten comentarios jocosos. No he tardado en levantarme y salir de mi pequeño calabozo. Al salir al pasillo esperaba ver algún rayo de luz, pero no ha sido así. No estoy acostumbrado a vivir en un refugio subterráneo de estos. He seguido a Eusebio hasta el salón principal, donde estaba la mujer de Eusebio y su suegra. Estas estaban sirviendo unas tazas de café en la mesa. Cuanto apenas me han mirado de reojo. Mientras daba el primer sorbo de café, el cual sabía a rayos, Eusebio me ha asaltado diciendo "Luego te acompañaré a por un vehículo, ya que lo necesitaras para seguir con tu camino. Tenemos varios agenciados, así que puedes elegir el que más te guste". Esto no ha sido una indirecta para que me marche, sino una directa en toda regla. No me ha quedado otra que darle las gracias. Después de esto, hemos comenzado a conversar de varios temas, en los cuales le he preguntado más cosas sobre Reus. La verdad, no me ha contado nada relevante salvo una cosa. Me ha dicho que si quiero ir allí, solo hay un camino que llega hasta Reus. Y es la carretera que comunica Tarragona con Reus. Me ha dicho que todas las demás carreteras que no son esta han sido dinamitadas. Esto no me coge por sorpresa, ya lo descubrimos cuando intentamos ir hacía allí. A mi pregunta de si sabe quién ha dinamitado todos los accesos que llevan a Reus, me ha contestado "Ni idea. Tal vez fue el ejército que tiene la base en Reus. ¿El motivo? Pues quizás con intención de frenar a los lentos y que no se acerquen a la ciudad, o lo mismo para evitar que lleguen nuevos refugiados. Quién sabe, a lo mejor ya han excedido el cupo de refugiados y no quieren más personas. Sea quién haya sido, ha hecho esto con el fin de incomunicar a Reus, al menos, desde esta zona. Yo solo sé que cuando dinamitaron las carreteras, escuchamos las explosiones desde el refugio. Esto ocurrió hace unos meses, en plena noche y las explosiones se produjeron en intervalos de una hora. Al día siguiente, nos encontramos varias carreteras destrozadas. Con el tiempo, descubrimos que todas las destruidas son las que llevan a la ciudad. Si te sirve de algo, aún queda un acceso, que sepamos, que lleva Reus y que por lo que sé, no esta destruido, al menos, hasta donde yo lo he transitado. Es la carretera que comunica Tarragona con Reus. Pero como ya te dije ayer, pisar Tarragona es una locura. Esta infestada". Si es el único camino transitable, creo que nos arriesgaremos. Hemos pasado por cosas peores. Además, con precaución no tenemos nada que temer. Cuando zanjamos la conversación de Reus, le pregunté si conocía a los de 'La iglesia del fin de los tiempos'. Su respuesta fue que no, así que me tocó hablarle de ellos y de Miguel. Eusebio no tardó en llegar a una clara conclusión, la cual, cada día que pasa, la creo más: Miguel oculta algo. Y eso significa que no es de fiar. También siento miedo por una cosa, y es que Eusebio me ha dicho "Yo de ti no estaría tranquilo de haber dejado a mi mujer y mis amigos con ese tipo". Esto me ha hecho recapacitar y comienzo a pensar que buscaré a Iván unos días más y si mi tarea no da frutos y no lo encuentro, abandonaré la búsqueda y volveré a por los demás.

Mi conversación con Eusebio ha finalizado cuando por el pasillo de entrada han aparecido toda la caterva de niños, corriendo y gritando. Mientras estos saludaban a su abuelo, ha entrado Andrés y el hijo de Eusebio. Estos iban cargados con bidones y varias bolsas, en las que destacaba una pequeña bolsa de tela, la cual llevaba Andrés. Estos han dejado los trastos en el suelo y Eusebio les ha preguntado "¿Como ha ido la cosa?". Andrés, con su habitual tono de mala hostia, ha contestado "Mal. Fatal. Solo hemos conseguido dos bidones y esto. No será suficiente. No lo van a aceptar". Este ha lanzado sobre la mesa el pequeño saco y Eusebio lo ha cogido y ha mirado el interior, diciendo "Quizás sí. Se optimista. Si no nos sirve, optaremos por el otro plan. Ese es nuestro último recurso. Saldrá bien, no te preocupes". En ese momento no he entendido nada de nada. ¿De que hablaban? ¿A que se referían con 'no lo van a aceptar'? ¿Que había en ese saco? Muchas preguntas y no podía formular ninguna. No era prudente, y menos, con Andrés delante. Cuando han terminado de hablar, Andrés se ha ido a ver a su hija y Eusebio se ha guardado el pequeño saco en la chaqueta, este me ha dicho "Bueno, chico, ¿preparado para seguir tú camino? Vamos, coge tus cosas y te llevaré a por tu nuevo vehículo". Él me estaba echando y yo no he podido aguantar la tentación de saber de que habían estado hablando, así que le he preguntado. Ante mi pregunta, Eusebio, que se acababa de poner en pie, se ha quedado quieto durante unos segundos y después se ha vuelto a dejar caer sobre la silla, diciendo "Ay, Erik, eres un tipo muy preguntón. A ver, que veo que te corroe el no saber que hay en el saco. Mira..." Cuando ha volcado sobre la mesa el pequeño saco, de este han caído varias pulseras y collares de oro, junto a un par de anillos del mismo metal, un reloj y un fardo de billetes atados con una goma elástica. Cuando he visto esto solo he podido exclamar "¿Para que queréis esto? Esto ya no tiene valor. ¿Sois saqueadores?". Él me ha contestado con una sonora carcajada y me ha dicho "¿Saqueadores? Te aseguro que no. Hoy por hoy, a esto le damos el mismo valor que tú le acabas de dar, o sea, ninguno. Pero lo necesitamos. Al igual que necesitamos esos bidones de gasolina que ha traído mi hijo y mi sobrino. Verás, hay algo de lo que no te he hablado. Y si no lo he hecho no ha sido por ocultártelo, sino que es un tema espinoso que nos esta haciendo mucho daño. Pero visto que quieres saberlo, hago el esfuerzo. Te cuento. A varios kilómetros de aquí, cerca de Mont-Roig, hay un pequeño campamento. Sí, has oído bien, un campamento, si así se le puede llamar. Más que campamento, la palabra más acertada es asentamiento chabolero. Aquí viven varias familias hacinadas desde mucho antes de que comenzara todo esto. Estas familias nunca tuvieron buena fama en el pueblo, ya que se dedicaban a ciertas actividades ilegales, como venta de droga y armas. Allí no se acercaba ni la policía. Cuando todo esto comenzó, estas personas no tuvieron problemas en repeler a todos los lentos que se acercaban, ya que en sus chabolas tenían y tienen un verdadero arsenal de armas. Con todo este desorden y sin ley, todo este tiempo se han estado dedicando al saqueo y al pillaje. En poco tiempo consiguieron saquear todos los comercios, farmacias y el ambulatorio de Mont-Roig. Hasta se han atrevido con Tarragona. Todo lo que tenga valor y pueden llevárselo a su campamento, se lo llevan. ¿Y sabes lo peor de todo? Que con todo lo que han saqueado este tiempo, ahora lo están utilizando para hacer negocio. Sí, sí, para hacer negocio. Quieren asegurarse un buen patrimonio para cuando todo esto acabe. ¿Y sabes con que hacen negocio? Con todo tipo de cosas de primera necesidad, sobretodo, con medicinas y armas. Curioso, ¿verdad?, A pesar de todo, siguen viviendo como antes. Pues bien, ¿y sabes quienes, desde hace un tiempo, son sus principales compradores? Reus. No los culpes de hacer negocios con esta basura, es simple necesidad. Les es más fácil obtener medicinas y demás útiles comprándole a esta gente que haciendo nuevas incursiones en Tarragona. Mejor pagar con dinero que ya no sirve que con la vida de hombres en una peligrosa incursión. Bueno, aquí es donde entramos nosotros. Al igual que Reus, nos vemos obligados a hacer negocio con ellos. Estas joyas y gasolina son para realizar una compra a los individuos de este campamento. Como te dije ayer, mi nieta esta enferma y necesita insulina. Una insulina que no encontramos en ningún lado, ya que esta basura ha saqueado todas las farmacias del pueblo. Así que por desgracia y desde no hace mucho, hemos tenido que recurrir a hacer negocio con ellos. Las joyas las sacamos de donde podemos, normalmente, desvalijando a los lentos. Ellos ya no necesitan esto, nosotros sí. Hay muchos de ellos que van cargados de joyas y con dinero en los bolsillos. Solo basta con abatirlos y quitarles todo lo que lleven encima. De eso se trata y eso es lo que han hecho esta mañana mi hijo y mi sobrino. Pero hace unos días que nos ha surgido un problema. La última vez que fuimos a comprarles insulina, no les pareció suficiente el pago que teníamos acordado y, a parte de quitarnos las joyas y el dinero que les llevábamos, no nos dieron la medicina. Nos dijeron que, a partir de ese día, el pago tenía que ser el doble o no nos darían las dosis de insulina. Y aquí estamos, con mi nieta muriéndose en una cama por culpa de esa basura sin escrúpulos. Ya hemos reunido el pago que nos piden y hoy vamos a ir allí para intentar que nos vendan el medicamento". Cuando me ha contado esta historia, me he quedado muy sorprendido. Había visto muchas cosas desde que todo acabo, como caníbales, saqueadores, psicópatas... pero esto ya es demasiado. Gente que se dedica a hacer negocio con material de primera necesidad... muy fuerte. No se como la gente tiene esta facilidad para entregarse tan fácilmente a lo malo. Todavía no he visto un grupo de gente que se dedique a limpiar las calles de podridos o a salvar personas que están aisladas en refugios. Lo que le he dicho a Eusebio ha sido lo siguiente "Todavía no puedo comprender como hay gente que se comporta así. Mi grupo y yo nos hemos encontrado con individuos de este tipo, muy similares. Ojalá me equivoque, pero creo que estos individuos os van a dar problemas. Así que quiero que aceptes mi oferta: os voy a acompañar. En caso de que las cosas se pongan feas, os vendrá bien un arma más de vuestro lado. Es lo menos que puedo hacer en agradecimiento por vuestra hospitalidad". Eusebio se ha quedado pensativo durante unos segundos y ha hecho el amago de rechazar mi oferta, pero he insistido. Entonces ha aceptado y ha dicho "Gracias. Saldremos en seguida. Ahora mismo te entrego tu arma para que la tengas lista".

No ha tardado en entregarme mi rifle y mi pistola. En seguida he cargado de munición las dos armas y he estado listo para salir. Eusebio me ha llamado a los pocos minutos para irnos y lo he seguido por los pasillos del refugio hasta la salida. Cuando hemos salido por la portezuela al exterior, el sol me ha deslumbrado, cegandome. Allí he visto a Andrés y al hijo de Eusebio, el primero con un rifle de caza y el segundo con una escopeta. También llevaban los bidones de combustible, los cuales han comenzado a cargar en la parte trasera de una ranchera. Andrés, al verme, se ha acercado a mi y me ha dicho "Que sepas que desapruebo que vengas con nosotros, forastero. Si por mi fuese, tú nunca habrías pisado nuestro refugio. Así que dedícate a cerrar el pico y a no hacer nada, salvo que te ordenemos lo contrario. Esto no es un juego, así que no te hagas el duro". Yo le he respondido con un ligero movimiento de cabeza. Una vez han cargado los trastos en la ranchera, el hijo de Eusebio y yo hemos subido a un Ford que había aparcado detrás de la ranchera, mientras Andrés y su tío se han montado en la ranchera. No hemos tardado en ponernos en marcha. Hemos permanecido todo el camino siguiendo a la ranchera sin ni siquiera dirigirnos una palabra. Hemos transitado por un camino de tierra durante una media hora más o menos. Pasado este tiempo, he divisado el dicho campamento. En el borde del camino se extendían una serie de chabolas, pegadas las unas con las otras. Estas estaban fabricadas de infinidad de elementos: trozos de madera, láminas de metal, trozos de tejado de fibra de vidrio, plásticos, sabanas, vallas... era un asentamiento chabolero en toda regla. Conforme nos íbamos acercando, teníamos que ir sorteando la basura que había desperdigada por el camino. Había hasta una lavadora despiezada ahí en medio. De repente, la ranchera paró delante de nosotros e hicimos lo mismo con nuestro vehículo. Cuando bajamos del coche, pude observar todo con más detalle. Casi me pongo las manos en la cabeza al ver que de la chimenea de una de las chabolas salía humo. ¿Como se atrevían a hacer esto? ¡Esto es un reclamo para los merodeadores! Por los alrededores de las chabolas habían varias gallinas y perros correteando. Entonces ha sido cuando he notado como se apoyaba en mi cabeza el cañón de un arma. No me he girado, he permanecido inmóvil. Entonces ha sonado una voz, diciendo "¿Pero tú quie' ere'? Tú ere' nuevo" (os escribo tal cual nos ha hablado y habla este individuo). He seguido sin girarme, entonces Eusebio ha hablado por mi "Tranquilo, es un amigo. Venimos a zanjar el negocio, ¿recuerdas?". El otro, mientras apartaba el arma de mi cabeza, ha contestado "No nos guzta la gente nueva. Debería' zaberlo". Aquí ha sido cuando he podido girarme y ver quién era el que me había encañonado. Este hombre, de tez muy morena, pelo largo, mal vestido y desaliñado, me ha devuelto la mirada, sonriéndome. Su sonrisa ha dejado al descubierto su sucia dentadura, en la cual faltaban varias piezas dentales. De su cuello colgaban varios cordones gordos de oro y una gran medalla. Ha guardado su pistola en el pantalón y ha dicho "A ve' que noz traei'". Los cuatro lo hemos seguido en dirección a las chabolas. Entonces me he percatado de que en la puerta de las chabolas había un montón de gente observándonos. Hombres armados, mujeres con bebés en brazos, niños... y todos conel mismo patrón de estética que el primero que he visto. Este nos ha conducido hasta el interior de una de las chabolas. Al pasar entre la multitud, varios niños se han lanzado sobre mi arma y me la han intentado quitar de las manos. Han parado de hacer esto cuando un hombre mayor que había junto a ellos ha golpeado a uno de los niños, gritándoles "¡¡ 'taros quietos!!". Cuando hemos entrado en la chabola, casi me tapo la nariz a causa del olor que hacía aquí. Era una mezcla de olores horrible, como de suciedad y humedad. Al fondo de la chabola se alzaba una pila de cajas y en medio de la habitación, una pequeña mesa con una balanza romana. Junto a esta, había un hombre bastante gordo sentado. Este nos miraba y se reía con una sonrisa repugnante. El individuo al que habíamos seguido ha comenzado a decir "A ve', tres bidone' de gazolina y que maz traei'...". Eusebio ha sacado de su bolsillo la bolsa de tela y se la ha entregado. Este ha volcado el contenido sobre la balanza, quitando el reloj y los billetes. Ha mirado el peso del oro, ha contado los billetes y ha observado el reloj. Acto seguido, ha tirado el reloj al suelo y lo ha pisado, diciendo "E'te relo' no vale. E' una mierda. ¿Me dai' 70 euro', tre' bidone', un relo' de mierda y cuatro colgante' que cazi no pezan? ¿Me tomái' por tonto? ¡E'to no e' suficiente! ¡Trae'me mas! ¡Mas! ¡O no o' damo' la medicina!". El gordo de la silla ha comenzado a reír más fuerte, prácticamente a gritos. Eusebio ha comenzado a pedirle por favor que aceptara eso por las medicinas, pero solo ha conseguido que este chillará más. Andrés ha intentado intervenir, pero su primo lo ha detenido. He podido ver como Andrés cogía con fuerza su arma y los miraba con cara de odio. Entonces, el individuo ha gritado "¡¡Llevaro'lo de aquí!!" y las cortinas de la chabola se han abierto, entrando varios hombres, los cuales nos han cogido por los brazos y, a la fuerza, nos han sacado. Todos los que habían fuera han comenzado a reír y otros a insultarnos. Los niños hasta nos han golpeado y tirado piedras. Los que nos han cogido a la fuerza nos han arrastrado y nos han empujado. Yo he caído al suelo. Entonces, el otro ha salido de la chabola y nos ha gritado "¡¡Fuera!! ¡¡Y no volvai' sin el pago completo!!". Entre Eusebio, su sobrino y yo, hemos conseguido frenar a Andrés, que estaba insultando y quería ir a por él. Como hemos podido, lo hemos metido en el coche y nos hemos montado en los vehículos, emprendiendo la marcha de vuelta al refugio.

En cuanto hemos llegado al refugio y hemos bajado de los coches, Andrés se ha dejado caer al suelo y ha estallado a llorar. Eusebio y el sobrino han intentado consolarlo, mientras Andrés, entre sollozos, decía "Mi hija... mi hija... se me muere y no puedo hacer nada...". Eusebio le ha dicho "Sobrino, te juro que tu niña va a tener su insulina, solo tiene que aguantar un día más, solo un día más. Te lo prometo...". Cuando me he percatado, en la puerta del refugio estaba toda la familia, incluido los niños. Las mujeres estaban llorando. Como hemos podido, hemos cargado con Andrés y lo hemos llevado a su habitación. Este ha intentado zafarse de nosotros, pero no se lo hemos permitido. Cuando lo hemos metido en la cama, su primo y la esposa de este, su tía y su abuela se han quedado con él, consolándolo, mientras Eusebio ha salido de la habitación. Yo sobraba en ese momento, así que he salido también de la habitación. Aquí ha sido cuando Eusebio, con lágrimas en los ojos, me ha dicho "Erik, si sigues queriendo ayudarnos, quédate una noche más. Mañana te vamos a necesitar. Si por el contrario te quieres ir ahora, tienes la puerta abierta. Pero necesito saberlo ahora mismo". Le he contestado que cuenten conmigo para lo que necesiten. Me ha dicho "Gracias. Eres un buen tipo. Te lo recompensaré". Después de decir esto, se ha alejado pasillo abajo. Le he dicho "¿Que tengo que hacer?". Él, sin darse la vuelta, ha contestado "Mañana a primera hora lo sabrás. Solo te digo que mañana mi nieta va a tener la insulina. Hasta entonces, descansa y guarda fuerzas". No me hace falta saber más. Ya se de que va el tema.

El día ha pasado rápido y sombrío. Y no ha sido sombrío por la oscuridad del refugio, sino por los ánimos de todos los miembros de esta familia. Me he sentido como un fantasma deambulando por el refugio, invisible a ojos de todo el mundo. Eusebio ha permanecido todo el día encerrado en su habitación. Lo único que ha dado un toque de vida al refugio han sido los niños, correteando de una lado a otro, ajenos a todo. Cuando ha llegado la hora de la cena, solo han aparecido las mujeres, los niños y el sobrino de Eusebio. Pero yo he sido el único, junto a los niños, que se ha atrevido a pegar bocado. He dejado el plato a mitad porque me he sentido avergonzado por ser el único adulto que conservaba el apetito en ese momento. Al final, Eusebio se ha dejado ver a las 22:30 y el motivo ha sido para acompañarme a la habitación. Tenía muy mala cara. Como si hubiese estado llorando. Y lo comprendo. Cuando me ha conducido hasta a mi habitación, me ha dado las buenas noches y yo le he ido a entregar mis armas. Me ha contestado "No hace falta. Ya no. Sé que podemos confiar en ti. Hasta mañana, hijo" y ha cerrado la puerta. Ni siquiera ha echado el cerrojo. Desde esto, aquí me encuentro, con mis amigas las ratas, las cuales parecen estar esperando a que me duerma, y dándole vueltas a la cabeza.

A pesar de que Eusebio no me ha dicho que pretende que hagamos mañana, me lo imagino. Y tengo una sensación muy extraña dentro de mi. Nunca antes he sentido esta sensación. Y esto me preocupa. Es como si algo malo fuese a ocurrir mañana...


- Erik -



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+ 22-09-10 + Una verdadera tragedia

Ha pasado un tiempo desde mi última entrada, más de dos meses para ser exactos. Ha sido mucho tiempo. Muchos de vosotros habréis pensado que mi ausencia estaba debida a que había muerto. Lo comprendo. Es lógico, ya que después de mi última entrada, las cosas no pintaban demasiado bien. Os voy a relatar que ocurrió tras la entrada del 17 de julio, entonces lo comprenderéis todo.

El día 18 fui despertado por Eusebio algo temprano. No recuerdo bien la hora exacta. Este cuanto apenas me dirigió la palabra y solo me dijo que el desayuno estaba en la mesa, que en cuanto acabase, fuera a buscarlo. Así lo hice. Me tomé el dichoso café con sabor a rayos y fui en su busca. Busqué por los pasillos del refugio y hasta en los exteriores, pero ni rastro. No di con él hasta que encontré a su mujer, ya que fue su ella quién me condujo hasta la habitación donde él se encontraba. Al abrir la puerta, me lo encontré sentado ante una pequeña mesa, realizando algo sobre esta. La luz aquí era muy tenue, pero no tardé en ver todo lo que guardaba esa habitación. Era un verdadero arsenal de armas. Prácticamente amontonadas, habían armas de todas clases. Escopetas, rifles, ametralladoras... de todo tipo. También habían varías cajas de madera cerradas y apiladas. Eusebio me invitó a pasar y yo entré observando detalladamente la sala, entonces le dije "Vaya, no sabía que estabais tan bien equipados. Sois una caja de sorpresas". Esperaba al menos una sonrisa por su parte, pero no, totalmente serio, me contestó "Gran parte del arsenal proviene de un cargamento que iba para Reus. Lo encontramos en una furgona militar, en plena autovía. Al parecer, los lentos se interpusieron entre Reus y los militares que llevaban el cargamento. Al menos, eso deducimos, ya que los militares estaban en la furgona con las tripas fuera, ya me entiendes... Necesito que me ayudes a hacer unas cosas". Cuando dijo que le ayudara, me fijé en que estaba haciendo en esa pequeña mesa. Encima de esta, había una extraña máquina con una palanca, la cual estaba manipulando. Le pregunté "¿En que quieres que te ayude? A todo esto, ¿que es esa máquina y que haces con ella?". Su respuesta fue "Esta máquina que tú llamas sirve para recargar munición, y es lo que estoy haciendo. Necesito que mientras yo hago esto, rellenes aquellas botellas de vidrio con gasolina y les pongas un trapo en la boca. Cócteles molotov, vamos...". Lo miré extrañado, pero no sé de que me extrañaba, ya que sabía de que iba el tema y para que quería que hiciera eso. Me puse manos a la obra y, mientras Eusebio recargaba munición, yo me dediqué a llenar botellas de cristal con gasolina. Cuando preparé la séptima botella, me dijo que no hacía falta que llenara más, que eran más que suficientes. Dudé en preguntar, ya que se notaba que no era su mejor día, pero quería saber cual era el plan a seguir, así que le pregunté "¿Cual es el plan a seguir? ¿Lo habéis pensado?". Como si yo no hubiese hablado, rellenó una bala con pólvora, la preparó y la ensambló con la máquina, entonces me contestó "¿Cual es el plan? Fácil y sencillo. Vamos a darles caza como a jabalís. Los vamos a sacar de su madriguera y los vamos a abatir uno a uno. Ese es el plan". Yo me quedé un poco sorprendido por su contestación. Era un plan muy poco elaborado y, por lo tanto, peligroso. Le pregunté si estaba seguro de hacerlo así. En que mala hora pregunté. Eusebio me lanzó una mirada que casi me fulmina y entonces me gritó "¡¿Que si estoy seguro?! ¡¿Me preguntas que si estoy seguro?! ¡Mi nieta esta agonizando en la habitación de al lado y te atreves a preguntarme eso! ¡Por supuesto que lo estoy! ¡Que no te quepa la menor duda de ello!". No sé que cara se me quedó en ese momento, pero Eusebio se quedó callado unos segundos y en seguida se disculpo. Me dijo que lo perdonara, que estaba muy alterado por la situación y que yo no tenía culpa. Le acepté las disculpas. Se como se siente uno en su pellejo.

Pasaron las horas y Eusebio paso todo el día en la habitación. Yo le estuve ayudando en todo lo que pude. Entonces apareció Andrés. Este venía con las armas en la mano y por lo visto había estado vigilando desde la lejanía el campamento de los traficantes. Andrés comenzó a decirle a Eusebio "No ha habido ningún movimiento extraño en el campamento, tío. Están todos allí, incluido Josué. (según me explicó Eusebio, Josué fue quién nos trató en nuestra visita al campamento) No han salido del campamento para nada, salvo los críos, que han estado correteando por el exterior. Ni siquiera han salido a cazar ni a hacer incursiones a Tarragona. Quizás hoy no hagan nada, aunque queda mucho día por delante. El primo se ha quedado allí, vigilando. Si hay algún movimiento raro, me lo comunicará por walkie". Eusebio le preguntó "¿Habéis mirado lo que te dije?", a lo que contestó "Sí, es tal cual pensábamos. El material lo tienen en una de las chabolas de la entrada, junto donde cierran los negocios. Tendremos que iniciar el fuego por la zona oeste, ya que es la zona más alejada y el fuego tardará en llegar hasta donde guardan la mercancía. Nos dará tiempo a encontrar y sacar las cajas sin problemas". A partir de aquí, no logro recordar mucho más. No sé que hice durante el mediodía ni a principios de la tarde. Lo siguiente que recuerdo es durante bien entrada la tarde, a pocas horas del ocaso. Había llenado mi petate con la munición y preparado el rifle, cuando Eusebio entró a mi habitación y me dijo "No pensaras utilizar ese rifle para esto, ¿verdad? Espera, te voy a traer algo mejor". No comprendí que tenía de malo mi rifle. Cuando volvió, me lanzó otro rifle, algo más largo y con mira telescópica. Me dijo "Este te vendrá mejor, sobretodo, para el papel que vas a jugar en todo esto. Cuando lleguemos al campamento, te explicaré. Además, tiene más capacidad de munición que el que tú llevas. Venga, coge lo que tengas que coger, que nos vamos". Cuando salió de la habitación, observé detenidamente el rifle y no tardé en reconocerlo. Era un fusil Dragunov. Lo sé porque, hace unos años, leí artículos sobre este rifle, pero jamás pensé que tendría oportunidad de tener uno entre mis manos. Quién me lo iba a decir a mi por aquellos años... Trasteé durante unos minutos el arma para familiarizarme con el fusil y su mecanismo y, cuando comprendí más o menos el funcionamiento, me lo colgué del hombro y salí de la habitación. Cuando llegué al salón, me encontré con un panorama muy desolador, el cual me entristeció. Andrés, su primo y Eusebio estaban con las mujeres y los niños. Las mujeres lloraban y los abrazaban, mientras que los niños hacían preguntas sin comprender nada. Vi como Andrés besaba a uno de los niños mientras este preguntaba que a donde iba. El niño más mayor dijo "Se van y no volverán. Morirán como todos mueren, como murió mi papá". El silencio se hizo en la sala y nadie se atrevió a replicar. El corazón se me encogió al ver a ese niño pronunciar esas palabras. Eusebio contestó "Claro que volveremos. No nos va a pasar nada, ya verás, enano". Yo me alejé del salón rumbo al exterior, pensando en las palabras de Eusebio y en que desearía que Belén hubiese estado ahí para que se despidiera de mi y me pidiese que volviera sano y salvo. Vaya... que nostalgia sentí... Indescriptible.

Esperé en el exterior, junto a los coches, hasta que los tres salieron. Vi que en sus rostros habían lágrimas. No me atreví a pronunciar ni una palabra, solo me metí en uno de los coches y permanecí en silencio. Eran momentos muy duros para ellos, así que me mantuve al margen. Como el día anterior, yo subí en el utilitario, pero esta vez fue Eusebio quién subió en mi coche, poniéndose él al volante. Andrés y el primo subieron a la ranchera. Mientras nos poníamos en marcha, Eusebio sacó de su bandolera algo y me lo dio. Cuando miré que era descubrí que eran dos granadas de piña. Me dijo "No se si sabrás utilizarlas. Es tan fácil como quitar la anilla y lanzar. Eso sí, date aire para lanzarlas o no lo contarás". Fue una explicación que no me hacía falta. Quién no conoce el mecanismo de una granada de mano. Transitamos con los coches por la vía que transitamos el día anterior. De vez en cuando observaba a Eusebio. Estaba muy nervioso. Su labio superior temblaba ligeramente cada cierto tiempo. Llevábamos un poco conduciendo, cuando la ranchera se paró delante nuestra. Pensé que estábamos cerca del campamento, pero no lo divisé por ningún lado. Al parecer, habíamos parado muy alejados del campamento con la intención de no ser divisados por estos. Bajamos del coche y Eusebio habló: "Bien. Lo que vamos a hacer es simple. Erik, tú iras junto a mi hijo a aquella pequeña colina. Quiero que os apostéis allí con los rifles y en cuanto comiencen a salir, los elimináis. Indiferentemente quienes sean. Andrés y yo bordearemos el poblado y con los cócteles los haremos salir. Esa sera la señal para que comencéis a disparar. Después y bajo vuestra cobertura, cuando todo este más o menos limpio, entraremos a por el material. Se que mi hijo tiene buena puntería con el rifle, solo espero que tú también la tengas, Erik. Vamos, cada uno a sus puestos". Entonces, Andrés se nos acercó rápidamente y nos dijo antes de que nos alejásemos "Josué es mio. No lo matéis si lo tenéis a tiro". Asentí con la cabeza y el hijo de Eusebio y yo corrimos en dirección a la colina. Estaba un poco alejada y ya estaba comenzando a anochecer. Mientras corríamos, le pregunté "Por cierto, ¿como te llamas? Se que no es un buen momento para este tipo de preguntas, pero es que todavía no sé tú nombre". Este me contestó "Manuel. Me llamo Manuel". Yo dije prácticamente en voz baja "Como un viejo amigo...". Tardamos un poco en llegar a la colina, pero cuando lo hicimos, nos movimos ocultos en el follaje de los arboles y buscamos un buen puesto de tiro. Yo me situé tumbado frente a un reborde de piedra. Este me serviría de parapeto si desde el campamento nos descubrían y nos disparaban. Manuel se situó a un par de metros de mi, también tumbado y con su rifle de precisión a punto. Desde esta posición divisábamos todo el poblado chabolero. Preparé la mira de mi rifle con el aumento adecuado y comencé a husmear todo el poblado. Lo que vi fue lo siguiente. A pocos metros de la entrada del poblado había un individuo sentado sobre una vieja nevera. Este estaba fumando y con un fusil de asalto a su lado. En la puerta de una de las chabolas que tiraba humo por la chimenea, habían tres viejas gordas pelando lo que parecían patatas. Más adentro del poblado, paseaban unos tres individuos, los cuales, con sus armas colgadas del hombro, conversaban y reían. Luego busqué la posición de Eusebio y Andrés. Me costó encontrarlos. Los pude ver corriendo, ocultándose tras los matorrales y un ribazo. Estaban algo alejados del poblado, pero lo suficiente cerca para atacar. Manuel me habló "¿Nervioso, Erik?", a lo que contesté "Un poco. Pero no es la primera vez que hago esto, así que estoy un poco inmunizado en lo que se refiere a nervios". Manuél, sin dejar de mirar por la mira de su rifle, me dijo "Te envidio. Yo estoy acojonado. Nunca he disparado contra un hombre vivo, pero espero que sea tan fácil como disparar a un jabalí o a un lento". Permanecí en silencio, pero repliqué "Bueno, es algo más complicado. Pero más difícil es conllevarlo en la conciencia durante el resto de nuestros días". Su respuesta me sorprendió por la crudeza: "Para mi, en este caso, eso es lo de menos. No voy a tener ningún remordimiento en acabar con todos los que pueda. Y no voy a tener compasión ni miramiento en si disparo a una mujer o a un niño. No espero que lo comprendas, pero si estuvieras en nuestro lugar, lo entenderías. Los de ese poblado no son humanos, son alimañas, bestias salvajes. Ellos con nosotros harían lo mismo. De hecho, ya nos han hecho mucho daño y les voy a hacer pagar por ello". En ese mismo instante fuimos alertados por gritos que provenían del campamento. Cuando miré, descubrí la zona oeste en llamas. Varías chabolas estaban ardiendo y la gente salía de las casas para ver que ocurría. Pude divisar a Andrés y a Eusebio como lanzaban un par de cócteles más y retrocedían. Era la señal. Lo primero que hice fue abrir fuego contra el individuo que tenía más a tiro, el que hace unos minutos estaba sentado encima de la nevera desguazada. Este ya estaba en pie, con su arma en mano y observando que ocurría. Situé la cruceta de mi mira sobre su cabeza y apreté el gatillo. El retroceso del arma hizo que la culata del rifle golpeara mi hombro violentamente, pero pude ver como mi bala impactaba en el blanco. Le acerté justo en la cabeza y vi como su cabeza estallaba. Manuel me dijo "Buen disparo", pero yo sentí un profundo asco hacia mi persona. Tuve que mentalizarme que esa gente era como es el Skull Korps. Gente sin escrúpulos, gente que hacía daño a otra gente, personas que sobraban en este mundo. Solo así reuní fuerzas para seguir disparando. Manuel efectuó varios disparos que creo que acertaron en el blanco. Busqué un nuevo objetivo y lo encontré en varios individuos que corrían hacía el fuego. Efectué varios disparos, de los cuales, solo dos acertaron en el blanco. Uno de estos individuos cayó malherido al suelo, pero no lo rematé. Mi punto de mira pasó por encima de mujeres y niños, pero no disparé. No pude. Manuel si lo hizo. Él disparaba a todo lo que se cruzaba por su mira telescópica. Vacié mi cargador y me dispuse a cargar este. Mientras introducía las balas una a una, desde el poblado sonaron disparos. Mis temores se confirmaron cuando Manuel me gritó "¡Mierda! ¡Los han descubierto y están disparando! ¡Date aire en cargar, joder!". Cargué lo más rápido que pude y volví a apuntar con mi arma. Vi como los hombres se apostaban en parapetos en la zona norte y disparaban. Sus disparos iban dirigidos a Eusebio y Andrés, los cuales corrían entre los matorrales, ocultándose y devolviendo el fuego. Dirigí mis disparos hacía aquellos hombres apostados y Manuel hizo lo mismo. Los que estaban a la vista fueran abatidos, pero nos fue imposible acertar a aquellos que se escondían en las casas. Entonces fue cuando desde la posición de Eusebio y su sobrino salió un fogonazo seguido de un proyectil que impactó en una de las chabolas, la cual explosionó y salto a trozos. Acababan de utilizar un lanzacohetes de mano. Manuel gritó de alegría y en ese mismo instante, una ráfaga de balas alcanzó nuestra posición. Yo agaché la cabeza mientras las balas impactaban en las piedras y me saltaban trozos de estas. Le grité a Manuel que nos habían descubierto, pero cuando lo miré... cuando lo miré estaba tumbado bocabajo y con media cabeza destrozada por un impacto de bala. Los maldecí todo lo que pude y más, mientras que una nueva ráfaga de balas llegaba hasta mi posición. Si no cambiaba de posición era hombre muerto, así que retrocedí arrastrándome entre los matorrales y busqué nueva posición de tiro. Mi nueva posición fue en un ribazo, entre unos arbustos y bajo un pino, en el lateral de la colina. Desde aquí busqué a quienes nos habían descubierto y disparado. No tardé en encontrar a quienes eran. Desde el techo de varias chabolas se encontraban apostados varios hombres con ametralladoras pesadas de posición. Estos hijos de puta se habían estado preparando bien para un asalto de este tipo. Uno de estos individuos seguía disparando con la ametralladora a mi antigua posición. Le apunté y disparé, pero mi disparo no le alcanzó y este descubrió mi nueva posición. Mientras lo encañonaba de nuevo, él me disparó una ráfaga que no me dio de milagro e impactó por mi alrededor. Una o unas de estas balas impactaron en el tronco del pino donde yo me resguardaba, partiendolo y cayéndome el árbol prácticamente encima. Menos mal que este pino era un árbol joven y no pesaba lo suficiente como para aplastarme. Disparé de nuevo y esta vez si que alcancé a mi objetivo. El individuo cayó derribado y se quedó colgando de la ametralladora. Otra nueva explosión hizo saltar por los aires otra chabola. Mientras los individuos de las ametralladoras centraban su fuego en Andrés y Eusebio, yo los fui eliminando uno a uno con disparos certeros. Cuando acabé con ellos, los disparos en el campamento cesaron. Ahora reinaba la calma entre el fuego y los escombros. Dudé en si seguir ahí agazapado o bajar. De repente, escuché algo que provenía de mi antigua posición. Era como una voz. Pensé que era imposible que Manuel siguiera vivo, ese tiro había sido mortal de necesidad. Subí la colina silenciosamente, entonces descubrí que la voz provenía del walkie de Manuel. Con cuidado, di la vuelta al cuerpo y le desenganché el walkie del cinturón. Volvió a sonar la voz. Era Eusebio, diciendo "¿Manuel? ¿Estáis por ahí?". Contesté un "Sí" y me dijo "Bajar al poblado con cuidado. Parece que hemos acabado con todos, pero no nos podemos fiar. Nos encontraremos en la chabola donde guardan el material". No tuve valor a decirle que Manuel estaba muerto. Me guardé el walkie y comencé a bajar colina abajo. Cuando llegué abajo, dejé el rifle entre unos matojos y saqué mi pistola. Para esta ocasión era más cómodo y ligero utilizar la pistola. Poco a poco me fui acercando al poblado. Parecía una fosa común. Los cadáveres estaban desperdigados por todas partes y tenía que ir sorteándolos a mi paso. Cuando llegué al punto de reunión, me sobresalté al ver que de esa chabola salía alguien. En seguida apunté mi arma, pero era Andrés, el cual me dijo "Eeeh, baja el arma, forajido. ¿Donde esta Manuel?". No supe que contestar, pero mi silencio habló más que si lo hubiese dicho claramente. Su cara se transformó por momentos. Me dijo "No le digas nada a mi tío. No todavía". De la chabola salió Eusebio y se me quedó mirando. En ese instante pensé que había escuchado todo, pero no. Dijo "¿Y mi hijo, Erik?". No sabía que decir. Andrés se me adelantó, diciendo "Se ha quedado en la colina. Nos esta cubriendo". No sé hasta que punto es bueno mentir en estos asuntos, ya que tarde o temprano hay que decir la verdad y entonces el golpe es más fuerte. Andrés dijo "Voy a por la ranchera. La cargamos y nos vamos pitando de aquí" y se alejó. Eusebio me pidió que le ayudara a sacar las cajas de la chabola. Al entrar, vi allí tendido en el suelo el cadáver de aquel gordo que se reía a carcajadas de nosotros en nuestra anterior visita. Este tenía un tiro en la cabeza. Comencé a ayudar a Eusebio a bajar cajas y mirar el interior de estas. Al final dimos con las que buscábamos. Dos grandes cajas repletas de cajetillas de insulina. Seguimos buscando y encontramos una más. Cogimos las cajas y las sacamos al exterior. Estábamos dejándolas en el suelo, cuando un ruido nos sorprendió. Miramos rápidamente al frente, pero no nos dio tiempo a nada. Absolutamente a nada. Del techo de la chabola más cercana a nosotros había una ametralladora apuntándonos, la cual soltó una ráfaga de plomo. Pude ver como la mayor parte de los disparos impactaron en el cuerpo de Eusebio, el cual salió volando hacía atrás envuelto en sangre. Las últimas balas de la ráfaga fueron para mi. Sentí como el plomo candente me atravesaba el hombro, parte del brazo y el muslo derecho. Caí derribado al suelo. Desde aquí y aguantando como podía el intenso dolor, levanté el brazo para apuntar mi pistola, pero era imposible. Sentía un tremendo peso en el brazo que me impedía levantarlo y apuntar. En la ametralladora pude ver a Josué. Su mirada era una mirada cargada de odio. Por su frente brotaba un reguero de sangre que había empapado su camiseta. Me dedicó estas palabras "Mardito hijo de una hiena" y movió la ametralladora, encañonándome. No tuvo tiempo a más. Antes que él disparara, una bala atravesó su cabeza, seguido del sonido de un disparo lejano. Su cadáver cayó de lo alto de la chabola al suelo. En ese momento, me retorcí de dolor en el suelo mientras me apretaba con fuerza la herida del hombro. Por si fuera poco, un par de cadáveres que había a mi alrededor comenzaron a reanimarse. Me arrastré hasta la pared de una de las chabolas y empuñando la pistola con mi mano izquierda, les disparé. Necesité nueve disparos para acabar con los dos merodeadores. La ranchera con Andrés al volante hizo aparición. Este bajo con un Dragunov en sus manos y corrió hacía mi. Me preguntó que si estaba bien y me dijo que él había abatido a Josué. Cuando descubrió el cadáver de su tío, estalló a llorar. Tardo en calmarse, pero cuando lo hizo, me subió a la parte trasera de la ranchera y cargó las cajas. Después se subió al vehículo y comenzó a conducir rumbo al refugio. Yo pasé todo el camino retorciéndome de dolor.

Cuando llegamos al refugio, me sacó de la parte trasera del vehículo y cargó conmigo a hombros. Pude ver el tremendo charco de sangre que había dejado en la ranchera. Mientras me llevaba por los pasillos del refugio, vi a las mujeres al fondo de este. Estas comenzaron a chillar y Andrés les gritó que escondieran a los niños. Llegamos al salón y Andrés me tumbó sobre la mesa. Las tres mujeres comenzaron a preguntar por Eusebio y Manuel, y Andrés gritó "¡Muertos! ¡Todos muertos!". Ellas estallaron a llorar y la mujer de Eusebio se apoyó en una esquina de la habitación, dejándose caer. Continuó en un tono más relajado "Y si no hacemos algo por este chico, también estará muerto en breves. Traerme agua limpia, pólvora del almacén y gasas, muchas gasas". Ninguna se movió, era como si no lo hubieran escuchado. Lo siguiente que recuerdo es a Andrés lavándome las heridas y diciéndome "Tienes suerte, la bala del brazo y el muslo te han dado de refilón. Sin embargo, la del hombro te ha impactado de lleno, pero aún así, has seguido teniendo suerte. La bala te ha atravesado y ha hecho orificio de salida. Muerde este trapo, esto te va a doler". Me metió un trapo en la boca y con una navaja abrió una bala. Vertió la pólvora en la herida del hombro y la prendió con un mechero. No me dio tiempo a nada, solo a pegar un berrido y a retorcerme, mientras el me sujetaba con fuerza y me decía "Aguanta. Esto ha sido para cauterizarla. Cortará la hemorragia". El dolor fue tan intenso que me desmayé. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una cama que no era la mía. Una habitación mucho más decente. Al abrir los ojos, descubrí junto a mi cama a una niña de cabellos rubios, observándome. Me asusté e intenté moverme, pero un punzante dolor recorrió mis heridas. Esta niña, al ver mi reacción, cogió una muletas y se fue a toda prisa por la puerta. En seguida apareció Andrés, el cual me dijo "Vaya, ya estas despierto". Le pregunté cuanto tiempo había estado dormido, Su contestación me dejo boquiabierto: "Casi dos días. Los has pasado delirando, pero al final, conseguimos que te bajara la fiebre. Por cierto, esa niña era mi hija". Le dije que me alegraba que su hija estuviese bien por fin y el se sentó a los pies de mi cama. Comenzó a hablarme: "Si, ha mejorado bastante desde que tiene su insulina. Pero aún no esta bien del todo. Quiero agradecerte todo lo que has hecho por nosotros y siento haberte tratado tan mal desde que llegaste. Se que no tengo escusa, pero espero que al menos comprendas la situación por la que estaba pasando. Mi hija se moría y yo no podía remediarlo. Al final, hemos podido solucionarlo, pero a que precio...". Aquí agachó la cabeza y derramó varias lágrimas. Le pregunté que tal lo estaban llevando los demás. Me miró y me dijo "¿Tú como crees? Pues fatal. Mi tía intento suicidarse ayer. Le quité el cuchillo de las manos cuando se iba a cortar las venas. La mujer de Manuel no ha salido de la habitación desde entonces, ni siquiera para atender a sus hijos. Me toca vigilarla para que no haga ninguna locura. Mi abuela no habla con nadie. Los niños no paran de preguntar por el abuelo y los hijos de Manuel, por su padre. Se ha roto la familia. Es el segundo golpe que nos llevamos desde que mi otro primo murió en Tarragona. No se si superaremos esto. Y yo tengo que sacar fuerzas de donde no las tengo, porque ahora yo soy el líder de la familia y si me desmorono yo, todo se ira a la mierda. Espero que no pases nunca por mi situación. Ayer tuve que volver al campamento de nuevo para acabar con el cadáver reanimado de mi tío, coger el cadáver de Manuel y darles sepultura a ambos. ¿Como crees que me siento yo después de hacer todo esto? Como una puta mierda. Y encima me siento culpable. No paro de pensar que era yo y solo yo quién debió solucionar el tema de mi hija. Así, al menos, ellos estarían vivos y mi familia solo habría tenido que soportar una perdida en el peor de los casos. Si no fuera el pilar de la familia, ahora mismo me volaría los sesos. Pero no puedo. Ni puedo ni debo". Después de esta pequeña charla, en la que lo intenté consolar, Andrés se marchó de la habitación y yo me quedé a solas con mis dolores.

Los días han pasado muuuuy lentos. Demasiado. He pasado varias semanas encamado, sin apenas moverme y con fuertes dolores. Después, comencé a hacer pequeñas salidas para comer en el salón. Luego comencé a pasear por el refugio. Hace unas pocas semanas que he salido a los exteriores del refugio. Tras tantas semanas aquí encerrado sin ver la luz del sol, cuando por fin salí, apenas podía abrir los ojos. Me dolían horrores, ya que estaban acostumbrados a la oscuridad. Mis heridas ya han mejorado bastante, sobretodo la herida del hombro. No hace mucho, Andrés me quitó los puntos. Me esta quedando una cicatriz horrenda, pero eso es lo de menos. Con respecto a los ánimos de todos, la cosa no ha mejorado mucho. La mujer de Eusebio es prácticamente un alma en pena y su madre, más de lo mismo. Normal, se ha desquebrajado la familia. La mujer de Manuel tampoco es una excepción, pero ella ha canalizado su dolor centrándose en sus hijos. Hace todo lo posible para que estos no tengan tiempo en lamentar la perdida de su padre. Ella carga con las penas de todos ellos. Y Andrés... Andrés se mantiene muy ocupado en velar por todos. Lo noto aliviado por ver a su hija bien, pero hundido por la perdida de su tío y su primo. Por otro lado, es espectacular el cambio que ha realizado este chico desde que lo conocí. Ha pasado de ser una persona irascible a alguien que se preocupa por todos. Ahora, su trato conmigo es exquisito. En todo este tiempo que he estado aquí, no ha parado de preocuparse por mis heridas y cambiarme las gasas periódicamente.
Desde que me levanté de la cama y comencé a volver a la normalidad, he estado meditando algo. Voy a abandonar la búsqueda de Iván. En cuanto salga de aquí, me voy directo de vuelta al lado de Belén y los demás. Es mucho tiempo que no saben nada de mi, algo que no entraba en mis planes, y Belén lo estará pasando mal. Es posible que me haya dado por muerto. Lo siento mucho por Iván, pero he hecho todo lo que ha estado en mi mano. Además, con el tiempo que ha pasado, si no ha vuelto a la 'Iglesia' es que le ha ocurrido algo. Me duele pensarlo, pero es lo que hay.

Tal cual veo mi estado y como he mejorado, creo que esta semana o la siguiente podré retomar mi rumbo. No ansío otra cosa que volver junto a Belén y poder besarla. Paciencia... Es cuestión de unos pocos días.


- Erik -
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