RELATO "FE"

FÉ

El hermano mayor instigaba a los devotos a reforzar la entrada del templo mientras intentaba consolar a todos los presentes y trataba de recomponer mentalmente lo ocurrido. Todos los jueves de madrugá era igual; se había convertido en una especie de tradición desde aquella primavera del año 2000 en la que, el pánico se apoderó de las masas, y las carreras, los gritos, llantos y avalanchas hicieran que la sangre de los sevillanos se helara; desde aquella noche, grupos de graciosillos intentaban que el caos volviera a crearse. Por fortuna los hechos nunca pasaban de ser anecdóticos. Era Jueves Santo del año 2013 y parecía que los vándalos se estaban saliendo con la suya, la cuestión es que en esta ocasión el motivo no era ese y el hermano mayor lo sabía, él había estado delante cuando horas antes uno de los costaleros de la hermandad sufría una paro cardiaco mientras llevaba en volandas el paso de Cristo, los sanitarios solo pudieron certificar la muerte entre el estado compungido de todos los presentes, que pasó de forma inmediata a convertirse en euforia cuando justo después el costalero se ponía de nuevo en pie con renovada energía; todo el mundo aplaudió y nadie dudó en considerar el hecho como milagroso y producto de la acción divina, sin embargo las palmas se trasformaron de inmediato en gritos de horror y desesperación cuando vieron que el resucitado se precipitó con fiereza hacia la mujer de avanzada edad que se acercó a abrazarle, en menos de dos segundos clavó incisivamente sus dientes en el cuello de la anciana que expulsaba sangre a chorros como si se tratara de un aspersor al tiempo que movía su cabeza de un lado a otro sacudida por convulsiones. La mayoría de la gente quedó paralizada y perpleja cuando la mujer caía al suelo inerte con la garganta destrozada entre tiras de carne colgante. Pero la multitud no echó a correr en bandada hasta que vieron con nitidez la expresión de furia y el baño de sangre que mostraba la cara del costalero; miles de personas en estampida provocaron que la multitud cayera una encima de la otra, muriendo muchos aplastados por la presión y todo esto al tiempo que dos policías eran incapaces de reducir al costalero enrabietado. La pesadilla aumentó al abrir la anciana sus ojos para agarrar el pie de un nazareno haciéndole caer y arrastrándolo por el suelo. Por primera vez el desgarrador rostro de dolor y pasión del Cristo del Perpetuo Socorro parecía responder a la escena de la que era testigo mudo. El hermano mayor no podía apagar su remordimiento por dejar la imagen del señor desamparada a su suerte, sin embargo ahora tenían algo que proteger o mejor dicho algo que les protegería a ellos. Él y unos cuantos hermanos más estaban ya en el templo junto a su preciada Virgen de la Consolación a la que nada había impedido volver a la parroquia. Se encontraban junto a ella, pudieron traerla de vuelta y ya nada ni nadie les separarían ni les harían daño. No les importaban los desquiciantes gemidos, ni el endiablado sonido de sirenas ni tampoco que aquellos monstruos golpearan las puertas del templo con intención de echarlo abajo. Iban a estar allí dentro son su imagen, el tiempo que fuera necesario. Porque la Virgen de la Consolación jamás abandona a sus devotos, ni sus devotos la abandonan a ella.