Foro de Amanecer zombie
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"¿Hacen los zombies la digestión?"

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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  Bub Vie Ene 21, 2011 11:10 pm

Hola, soy Bub y acabo de llegar al refugio. La verdad es que este lugar es perfecto. Rodeado de cazadores, pirómanos, guerreros, y sobre todo, amantes de los zombies (supongo que esta última frase daría mucho de si en la tesis de un psiquiatra), uno se siente como en casa. Hace algunos meses maduré un par de relatos, que me gustaría compartir con vosotros. Uno, el que da título a este mensaje, es un diario en clave cómica de los últimos días del Bony, un tipo sencillo, bastante vulgar, que queda atrapado en su lugar de trabajo y que se convierte, a su pesar, en cronista de primera mano del apocalipsis zombie.
El segundo, más extenso y de carácter más formal, se titula "Los hijos de Noé", y como no, es un relato de zombies, en el que profundizo en el origen de la infección. Espero que os gusten. Un abrazo.
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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty Re: "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  Battousai Sáb Ene 22, 2011 4:09 am

creo que te he comentado lo del avatar, aunque veo que no me has hecho caso, no importa, eso tiene solucion, ahora te pongo yo uno chupilerendi hasta que eligas tu uno
en cuanto al hilo, esta seccion es para que expongais aqui vuestros trabajos, es decir, para que publiqueis aqui vuestras historias, no para que os limiteis a decir que habeis escrito algo, asi que en tu mano queda, o pones aqui el contenido de tus trabajos o se mueve el hilo al cubo, porque sin historia este hilo no tiene sentido alguno
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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty Re: "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  Bub Sáb Ene 22, 2011 1:13 pm

Lo sé. Mi intención es colgar los relatos, pero no he dispuesto de todo el tiempo que quisiera. Valga mi anterior comentario como presentación, y sólo os pido un poquillo de paciencia. En cuanto a lo del avatar, si te soy sincero no se como hacerlo, te aseguro que lo he intentado, pero aun me pierdo en el proceso. No soy demasiado hábil con estos cacharros, lo mio es el aerógrafo. Un saludo.
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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty Re: "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  H.R.Tabaco Sáb Ene 22, 2011 2:47 pm

Quiero leer la historia de Bony ponla por favor jejejeee

¿Son muy largos los relatos?
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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty "¿Hacen los zombies la digestión?" Las crónicas apocalípticas del Bony 1

Mensaje  Bub Sáb Ene 22, 2011 2:55 pm

Mes 6 desde la infección

Hemos llegado a Barcelona. Nuestro destino está más cerca aunque el camino se hace cada vez más difícil. Esta mañana hemos contactado con el asentamiento de los Pirineos. Las cosas marchan bien allí. Hay grandes zonas libres de infección y la posibilidad de un nuevo comienzo para la raza humana es alentadora, sin embargo, la llegada masiva de supervivientes hace que la estabilidad de la base peligre; cada vez hay más necesidades y menos recursos. Nuestro convoy es imprescindible, pero la destrucción y el cierre masivo de las principales carreteras ordenado cuando la infección se extendió, nos retrasa mucho.
Nos hemos detenido en el centro de la ciudad, en un edificio de oficinas que parece muy seguro. No había nadie, vivo o no muerto, pero este lugar sirvió de refugio a algunos supervivientes. Junto con otros restos de su paso por aquí he encontrado una grabadora y un puñado de cintas. Ha resultado ser un diario, una crónica de uno de esos supervivientes, un vigilante que trabajaba aquí. Hemos añadido estas grabaciones al archivo documental.



¿Hacen los zombis la digestión?
Las crónicas apocalípticas del Bony

GRABACIÓN 1
Coño…, ¿ya funciona esto? ¿estoy grabando….? Hay que joderse, ni siquiera se si he metido bien la cinta.(…) Vale, parece que… Si. Hola, hola, eh… Me llamo Bony. Bonifacio, en realidad, aunque siempre he sido Bony desde que puedo recordar. Algunos piensan que es un mote, ya sabeis. Bueno, joder, con las mierdas de nombres que le ponen a las criaturas ahora, Johnny, Kevin, su puta madre, un nombre como el mío suena un poco a chiste, ¿Qué no?. hay que joderse. La cuestión es que a mi me importa un carajo. Quiero decir que, hay apodos peores: comemocos, cara sucia, qué se yo… ¿Pero qué coño estoy diciendo? Hostias, vamos al grano. Lo siento, pero es que me siento como un imbécil hablando solo y se me va la olla. (…)
Bien. Soy vigilante. Pero armado, de los buenos ¿eh?, no uno de esos gorilas hormonados que vigilan las puertas de las discos. Un tio serio. Estoy en un edificio de oficinas de Incosa, en la Diagonal, en pleno centro de Barcelona. Es mi curro, mi lugar de trabajo. La puñetera cuestión es que hace 26 horas que yo debería estar de vacaciones, rascándome las pelotas en algun lugar de la costa, disfrutando de un buen pelotazo; pero no, joder. Hace aproximadamente 15 horas que todo se ha ido al carajo. Y cuando os digo al carajo, quiero decir literalmente al carajo, a la puta mierda. Es algo gordo. Gordo de la leche. Por lo que yo sé, puede que ahora mismo esteis escuchando al único hombre vivo de la ciudad. La radio sólo emite música desde medianoche, y la puñetera tele no se coge bien. El Anselmo se cargó la antena y ahora tenemos que apañarnos con un alambre y un rollo de celo, así que pillo la primera y gracias. De todas maneras, tampoco entiendo un carajo de lo que dicen.
Así que, de entrada voy a pegar una buena meada, me zumbaré un pelotazo de coñac y luego me sentaré aquí de nuevo, y os contaré cómo ha sido la movida.
¡ClicK!

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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty Re: "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  H.R.Tabaco Sáb Ene 22, 2011 3:11 pm

Muy bueno me rei un buen rato.
Me gusta que sea un personaje tan cotidiano jejejee sigue asi jejee
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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty "¿Hacen los zombies la digestión?" 2

Mensaje  Bub Sáb Ene 22, 2011 4:09 pm

GRABACIÓN 2

Bueno, aquí estoy de nuevo. Creo que voy a tener un serio problema cuando quiera ir de… bueno, ya me entendeis, Cuando quiera cagar. Estoy meando en el paragüero de la recepción, y ya empieza a estar peligrosamente lleno. Puedo convivir con ello, pero no quiero ni pensar cómo olerá este lugar cuando me alivie un par de veces… Joder. Me cagüenmiputasuerte!! Espero que llegue algún tipo de ayuda antes de que mi intestino necesite soltar lastre. Sé que os estareis preguntando. ¿Es que ese sitio no tiene baño? Y tanto que lo tiene. Y de puta madre. Dos baños por planta. 8 plantas. 16 blancos, relucientes y desinfectados cagaderos Roca. Y otros dos en el sótano, justo debajo de mí. Apenas a 12 escalones de distancia de mi maltratado estómago. Pero ahora mismo es como si estuvieran en la puta muralla china.
Pero, es mejor que vayamos por orden. A mí me da por divagar; es frecuente en los que trabajamos de noche y solos, nos da por pensar en jilipolleces y perdemos el hilo… ¿no os lo digo? ya estoy otra vez.
Trabajo de noche, bueno, ya os lo he dicho. Llevo 31 años de noche. Me gusta. Nadie te toca los cojones, vas a tu bola y hasta puedes echarte un sueñecillo de vez en cuando, depende del servicio. Aquí se está de lujo. El sitio es un edificio de oficinas. Nuevecito. Lo abrieron hace un año. Lo bueno que tienen las oficinas es que, normalmente, no hay nadie de noche. Ni los fines de semana. Mi trabajo consiste en mantener bloqueados los ascensores y cerrados los accesos, controlar el cuadro de alarmas y vigilar el circuito cerrado de televisión. Vamos, que me toco los cojones a dos manos…
La recepción es amplia, con un pequeño mostrador desde donde se controla todo, un sofá cojonudo de piel para las visitas y un par de esas maquinitas expendedoras de café, bollería y otras porquerías. A propósito, que hambre tengo, joder!. Hay una doble puerta. Una exterior blindada con los vidrios tintados que sólo puede abrirse manualmente, y otra corredera de dos hojas con un sensor de movimiento. Ahora está bloqueada. Desde la calle no puede verse el interior, pero me siento más seguro así. No tengo miedo, en serio. Pero estoy agobiado del carajo.
Debajo hay un aparcamiento privado al que se accede desde la recepción y desde la calle usando una tarjeta magnética.
No hay más entradas ni salidas, salvo en la segunda planta, una clínica privada en la que tratan muchachas de esas que les da por no comer, ya sabeis, noxéricas, o algo así… Bueno, ahí hay una cocina, y tienen un acceso con un montacargas por donde les traen los suministros. No hay más puertas, así que es un sitio bastante seguro; o al menos lo era. Cagüenmiputasuerte!!
Empecé mi turno hace dos días. Cuando llegué, el viernes por la tarde, todo era normal. Coño, todo lo normal que puede ser una ciudad como ésta. ¿os habéis dado un paseito por las Ramblas ultimamente? Hay tal cantidad de gente rara que uno acaba preguntándose de qué puñetero planeta se han escapado.
La mayoría de las oficinas ya habían cerrado. Los viernes se escaquean antes; por mí, de coña. Menos estirados tocando los huevos.
A las 8 salieron los últimos. Una compañía americana de seguros. Unos plastas del carajo. La última fue la directora comercial, una jaca tremenda con un par de tetas de impresión. Joder, adoro las tetas. Bueno, es lo que hay. hay tipos que pierden el culo por conducir un ferrari; yo pierdo el norte por una buena delantera, qué le voy a hacer. En fin, la cuestión es que la tipa se acercó a dejarme las llaves, y empezó a explicarme algo sobre el día siguiente; pero yo sólo estaba pendiente de sus enormes tetas prisioneras en algodón blanco. Me pasa mucho. ¿No os ha ocurrido a veces cuando os presentan a alguien y al segundo de darle la mano caeis en la cuenta de que no habéis oído su nombre? a mí me pasa con las tetas. No hay nada que hacer. No recuerdo un solo nombre de mujer, a no ser que lleven una de esas chapitas con el nombre escrito prendidas en una de las peras. Pero os podría decir cómo tienen las dumbas todas y cada una de las tías que conozco. Mierda, estoy divagando de nuevo. A este paso, voy a quedarme sin cintas, coño!
Bueno, la cosa es que la tipa se largó, y ahí me quedé yo, musitando un “nasnoshes” y pensando en lo buena que estaba la jodia. No sé que me había dicho; la cuestión es que en 12 horas me iba de vacaciones. Que el Anselmo cargara con las chorradas de aquella gente
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Mensaje  H.R.Tabaco Sáb Ene 22, 2011 4:36 pm

Jajajjajaaaa sigue jajajaja me parto con el personaje, se le va la cabeza y acaba hablando de otro tema
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Mensaje  Bub Sáb Ene 22, 2011 6:24 pm



GRABACIÓN 3
A las 9 de la noche, el edificio se quedó vacío. Acababa de zamparme el bocata cuando mi walkie comenzó a crepitar. Alguien me estaba llamando por una frecuencia baja. Era el Valdés, el muy cabronazo. Luego os hablaré de él. Un cubano cachondo del copón, un “hideputa” mu salao como él mismo dice. El tío tenía servicio en el Hospital Clínic. Pasé a una banda segura.
-¡Qué pasa, Bonifasssi- dijo. Siempre me llamaba así, usando una jerguilla catalano-cubana algo rara.
-Valdés, ¿cómo va la noche por ahí, tío?
- Movida, “helmano”, mu movida. No sé qué pasa, chico, pero algo raro se “cuese”, mira lo que te digo…
- Eres un jodio paranoico, negro. ¿Vas puesto?
- Nooo, tio. Te lo digo en serio. No es “nolmal”. Acá no paran de “llegal” ambulancias, “helmano”. Y “pol” lo que sé, lo mismito a otros hospitales. Algo ha pasado en el metro, chico. Te llamé “pol” si estabas al loro, ya sabes, si has “sentío” algo en la radio. Aquí “parese” que nadie sabe qué coño pasó.
- ¿Un accidente en el metro? No jodas. No he puesto la radio, tío.
- “Haslo” chico. Y me “dises” qué. Tengo que “ilme”. Luego te toco. “Taluego”,
- Vale tío.
Aquella fue la primera noticia, si se puede llamar así, que tuve de esta movida. La siguiente media hora la pasé intentando pillar una frecuencia con buena recepción. Cada dos por tres, las emisoras de la policía y de los servicios de emergencia interferían en el receptor, de manera que no podía sacar nada en claro, sólo un batiburrillo molesto de voces que se amontonaban. Apagué la radio y decidí salir a la Diagonal. Había empezado a mosquearme.
Me colgué el walkie en el cinturón y abrí la corredera. Estaba a punto de desbloquear la puerta de entrada cuando instintivamente me palpé la pierna, en busca del arma. Había dejado la “pipa” sobre la mesita, y eso me asustó. Coño, no el hecho de que no la llevara encima, nunca lo hago durante el servicio, sino que nunca antes había pensado que pudiera necesitarla. Ese jodido pensamiento fue el que me hizo empezar a ser consciente de en qué coño estaba metido. He tenido servicios chungos, ya te digo. Sitios como el “yonquibus” de la metadona o los aparcamientos públicos de Sant Andreu, chungos. Pero nunca hasta hoy había echado en falta los tres cuartos de kilo de acero y madera colgando del cinto.
Retrocedí unos pasos, y entonces algo sonó en la calle con una fuerza de mil pares de cojones. Los vidrios de la puerta temblaron y por mi santa madre que sentí que todo el edificio se movía. Con el puñetero corazón intentando salir por mi boca, me acerqué a la puerta. Sólo distinguí una espesa columna de humo negruzco que se levantaba a unas manzanas de allí. Y luego la gente. Un huevo de gente corriendo en todas direcciones como pollos sin cabeza.
Tres ambulancias zumbaban Diagonal abajo, con las sirenas centelleando. Una de ellas se llevó por delante a un pobre desgraciado que vagaba sin rumbo por la calzada. Lo golpeó de frente, levantándolo tres metros, lo embistió de nuevo a la caída y lo arrastró una decena de metros hasta que quedó hecho un guiñapo junto a un kiosco de prensa. Joder, en otras condiciones, que te atropelle una ambulancia hubiera sido un chollo, ¿no?; quiero decir, que, ya puestos a que te despachurren, mejor que sea una ambulancia, pero ésta no se detuvo, ni siquiera disminuyó la velocidad. Pasó por encima del cuerpo sin inmutarse. Qué coño, pasaron las tres. Lo que quedaba del pobre tipo formaba un tapiz oscuro desparramado por todo lo ancho de la calle.
Otro grupo de gente pasó junto al edificio. Corrían. Corrían como si estuvieran en las putas olimpiadas para tarados. Acerté a ver a un par de tipas jóvenes, casi niñas. Había un tío gordo con la pechera de la camisa llena de sangre y un brazo vendado (juraría que era un empleado del metro de Barcelona) y un chavalote con la cara llena de granos que iba casi en pelotas, con los jirones de sus tejanos volteando como velas. Copón, hasta creo que vi un jodido cura abriendo la marcha. ¿Adónde iban? ¿De qué coño huían?. Lo último que ví fueron coches de los mossos de escuadra volando hacia la zona donde se había producido la explosión. Cerré la puerta corredera, la aseguré bien y me refugié en mi silla, intentando digerir qué mierda acababa de ver ahí afuera.

GRABACIÓN 4
Perdodarme si en algun insssstande no me esprdeso bien. Acabo… acabo de pulidme lo gue guedaba en la bodella de coñá. De un drago. De un jodido drago, si seññor. Cod dosss cohoness. Mirad, algo chungo, muuuuu chunngo ha pasado. Si seññor, ¿y cobo lo se, eh? Jejejeje, joder… Midad, en edste puñetedo país solo hay doss cossas que pueden haced que “El Larguero” no se emita… Una es gue se cadguen al Rey, si seññor; y la odra es que se acabe el munnnnndo. El Borbón está en Mallorca, bañando su real trdasero tann ricamennte, así que solo nos gueda la odra opcionnn… Qué putada
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Mensaje  H.R.Tabaco Sáb Ene 22, 2011 6:45 pm

Muy bueno este! me gusta la ultima grabacion y la parte del amigo cubano jejeee muy bueno sigue asi
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Mensaje  Bub Lun Ene 24, 2011 7:39 pm

GRABACIÓN 5
Diosss… me va a explotar la cabeza y la boca me sabe como si hubiera estado chupando monedas. Siento lo de antes, en serio; ha sido un puntazo, una de esas locuras que me da por hacer; es el agobio. No sé ni qué he grabado, espero que no haya jodido todo lo anterior.
Ese engrudo de Torres V me ha caído como el culo. Supongo que es porque tengo el estómago vacío. Hace ya media vida que me ventilé el bocata, y desde entonces sólo he comido porquerías de la máquina. Por cierto, ya sólo quedan chuches de esas, muñequillos de goma cubiertos de azúcar y ladrillos rojos que a saber de qué coño están hechos. Creo que en breve voy a tener un problema. Otro. Cagüentó.
El coñac me ha dejado KO. Me ha tumbado, aunque no he dormido mucho, porque aun está oscuro ahí afuera. Pero me ha hecho potar. Diablos, he potado como no lo hacía desde aquellas gloriosas cogorzas de la mili. Y sí. He usado el paragüero. No soy un tipo remilgado, ya me entendeis, uno de esos que se limpian el culo con toallitas húmedas y se depilan el pecho, no. Pero ese paragüero hace que se me revuelva la bilis con sólo mirarlo. Tengo que sacarlo de aquí como sea. Y cómo sea significa que no tengo ni puñetera idea de cómo hacerlo. Y eso me recuerda que aun no os he explicado el asunto de los lavabos, así que vamos a ello.
Más o menos una hora después de la movida de las ambulancias, ha saltado una alarma. Me ha pillado desorientado, en babia, y me ha pegado un susto del copón. Cuando me he levantado de la silla tenía las pelotas como aceitunas. He tardado unos segundos en ubicarme. No duermo desde Dios sabe cuándo y mis reflejos no están en su mejor momento.
El cuadro mostraba un alarma antiincendios. Desactivé la señal sonora (esas cosas son capaces de licuarte el cerebro en minutos, ¿Quién coño las diseña?) y esperé la llamada de la central de alarmas, el protocolo, ya sabeis. Pero no llamaron. Estaba claro que no estaban para puñetas.
Veréis, las antiincendios son un engorro. La centralita recoge todo el edificio, así que salte donde salte, se activa el programa de emergencias de todo el bloque. Eso significa que las cortafuegos de todas las plantas se cierran, se bloquea el sumnistro electrico principal y se abren automáticamente todas las salidas de emergencia hasta que se desactiva desde el cuadro central, que está en el sótano. Un cacao del carajo, os lo aseguro.
Un segundo más tarde la recepción se quedó a oscuras; se me escapó un gritito de maruja. Tenía los nervios tensos como cuerdas de piano. Cogí mi linterna y un manojo de llaves del tamaño de una alcachofa y me dirigí hacia el sótano. Sentía los pies como si fueran de corcho. ¡¿Pero qué te pasa?!¡Has hecho esto mil veces antes!! , me grité, pero no atinaba a meter la llave en la cerradura. Por fin, abrí la puerta y bajé los primeros escalones, caminado sobre mis nuevas piernas de trapo, rezando para que los pies no me fallaran y acabara estampado contra la puerta del párking.
En el hueco sólo había una luz de emergencia, una de esas lamparitas verdosas señalizadoras que dejaban el pasillo sumido en una penumbra pegajosa. Y la linterna tampoco ayudaba mucho. Cosa del Anselmo. El muy cabrito siempre le quitaba las pilas para ponérselas al la radio. La luz iba y venía a intervalos en mis manos temblorosas. Me sentía el puñetero Chiquito de la Calzada de uniforme. Por fin llegué al rellano, me tomé un par de segundos de respiro y abrí la puerta del aparcamiento.
Estaba prácticamente vacío. Al fondo pude distinguir el mini bus de la clínica y a su derecha la máquina barredora. Unos metros más allá estaba el cuadro de alarmas, con una pequeña lucecita que parpadeaba rítmicamente.
Eché a andar. Mis pasos resonaban como martillazos, amplificándose en el vacío. ¿Había algo que diera más canguelo que un párking vacío y a oscuras? En aquel momento lo dudaba.
Apenas había avanzado unos metros, cuando algo llamó mi atención. Era una luz. En realidad un halo de claridad, ya sabeis, como el que produciría una nevera entreabierta. Parte del resplandor quedaba tapado por una columna. Enfoqué mi linterna tartamuda hacia aquella luz, cuando vi por el rabillo del ojo que el acceso del aparcamiento estaba abierto. Mi esfínter se apretó como si evitara una diarrea. ¿Qué hacía aquella puerta abierta? No podía haber sido la alarma. Aquel portón funcionaba independientemente, accionado con una tarjeta personal. De pronto me invadió un terror angustioso. Empecé a sudar como una bestia. ¿Cuánto tiempo llevaba abierta? ¿Y si alguno de aquellos zumbados que había visto en la calle había entrado en el edificio?. Tenía que cerrar el portón, tenía que desconectar la puñetera alarma para que los accesos se cerraran de nuevo, y sobre todo, tenía que largarme de allí abajo, cagando leches. Pero para ello, tenía que andar, joder, y mis piernas no estaban por la labor. Apagué la linterna. Si había alguien allí, escondido en la oscuridad, yo debía parecer una puta boya marítima, haciendo señas “eh, estoy aquí. Sólo tienes que seguir la luz…” A trompicones llegué hasta la primera columna. Dios, estaba agotado, como si hubiera corrido una marathon de espaldas y cuesta arriba. Había avanzado quizás 8 o 10 metros desde la puerta, pero a mí se me antojaban kilómetros y kilómetros de oscuridad, una distancia que se alargaba y se doblaba sobre sí mismo, como en los sueños. Me apoyé en el pilar de cemento y miré hacia el portón.
Había algo en el suelo. Algo parecido a un fardo. Aquello había evitado que la puerta se cerrara. La hoja había estado bajando, chocando y volviendo a subir hasta que la alarma había desconectado la corriente del edificio. Y la luz, aquel extraño resplandor, era el piloto de un coche que señalizaba una puerta abierta. El coche era un Corolla. Por el modelo no lo hubiera identificado, pero con los años, había memorizado las matrículas de todos los vehículos autorizados y sabía de quién era éste. Su dueña tenía unas hermosas tetas.
Un millón de pensamientos se volcaron en mi cabeza. ¿qué había pasado allí? ¿y dónde estaba la tipa? ¿Había salido caminando, dejando allí su co…
En esas ideas estaba cuando un movimiento me hizo mirar de nuevo hacia el portón. Una sombra, una forma indefinida había salido de entre las sombras y se arrastraba hacía el fardo que estaba tendido en el suelo. Era una forma pequeña, que parecía avanzar a cuatro patas; un perro, pensé. Uno de esos cruces raros que hacen en la China, mezcla de quien sabe qué puñetas. Entonces, la forma se detuvo, se alzó y su silueta se recortó contra la luz de la calle. Era una persona; por el tamaño, un niño, o un enano. Se inclinó sobre el fardo y comenzó a rebuscar en él, moviendo frenéticamente los brazos. Desde mi posición parecía alguien revolviendo en una maleta o una bolsa de viaje. Al momento, sacó algo alargado y húmedo, un pañuelo o quizás una bufanda pringada de algún líquido viscoso y se lo llevó a la boca. Se sentó y comenzó a masticar ruidosamente.
Yo estaba flipando en colores. Avancé un tímido paso y la linterna golpeó contra la columna, vomitando una débil luz amarillenta. La figura detuvo su cena, cualquiera que fuera, y miró fijamente hacía la fuente de la luz. Yo alcé la linterna. Joder, fue un movimiento reflejo, como una espasmo; una micromilésima de segundo antes de poder evitarlo estaba alumbrando directamente a aquella cosa.
Veréis, puedo explicaros con todo lujo de detalles lo que ví. Pero os aseguro que nada de lo que os diga puede describir exactamente lo que sentí en aquel momento.
Era un crío; o lo había sido. Quiero decir que, desde luego, aquella cosa ya no parecía un niño. Todo rastro de ingenuidad, bondad, incluso de humanidad parecía haber sido borrado de su cara. Tenía el pelo revuelto, sucio, con restos de algo indefinido colgando de los mechones desordenados. Llevaba una camiseta verde, pintada con uno de esos monigotes cósmicos que se lanzan bolas de energía . Iba desnudo de cintura para abajo, a excepción del calcetín derecho. Tres heridas consecutivas destrozaban su pierna izquierda, una sucesión de agujeros a ráfaga que parecían ¿mordiscos? y que dejaban a la vista el hueso brillante. Por un instante se quedó absorto, con expresión bobalicona, la boca medio llena de algo rojizo y brillante, mirando el haz de luz que le enfocaba directamente a la cara. No se tapó los ojos con la mano, no gañoteó por la luz molesta. Sólo se quedó allí mirando la luz, con aquella cosa larga y húmeda colgándole de las manos. Un pañuelo, ¿eh? ¿una bufanda? Una mierda. Aquello era una ristra de tripas, un puñado de intestinos cual atado de morcillas aun calientes. Y a sus pies, lo que había tomado por un fardo de ropa o una bolsa de viaje, no era sino lo que quedaba del glorioso cuerpazo de “tetas grandes” (Dios, acabo de darme cuenta de que ni siquiera recuerdo su nombre), ultrajado por un diabólico niño cabrón caníbal. Mientras trataba de convencer a mi estómago de no era el mejor momento de soltar lastre, caí en la cuenta de que el niño no me había visto. Sólo había visto la luz; yo permanecía oculto por el destello. Dejé la linterna lentamente en el suelo, no sin antes mirar, por última vez, aquel par de tetas divinas (Qué Dios me perdone). Aparté poco a poco la linterna con el pie. El crío seguía mirando la luz de forma hipnótica. Tratando de no hacer ruído eché a andar hacia el cuadro de las alarmas. Si todo iba bien, la desconectaría, y me largaría de allí antes de que aquel pequeño maníaco se diera cuenta.


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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty Re: "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  H.R.Tabaco Mar Ene 25, 2011 6:23 pm

Me gusta. Lo de la luz ha sido un punto, me espera que el saliera corriendo hacia el, pero se quedo sentado, muy bueno.
Lo mejor lo de las aceitunas jajaaa
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"¿Hacen los zombies la digestión?"  Empty Re: "¿Hacen los zombies la digestión?"

Mensaje  antonioj Mar Ene 25, 2011 8:25 pm

Quiero seguir leyendo Razz sigue asi ^^
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Mensaje  Bub Mar Ene 25, 2011 10:36 pm


Gané la pared y me pegué a ella, desplazándome lateralmente en pasos cortos, como si caminara por una estrecha cornisa. Mis ojos iba una y otra vez del crío al cuadro de alarmas, y otra vez al crío, que seguía mirando la linterna, moviendo la cabeza como un buho, a medida que la luz parpadeaba. “Joder, que no se acaben ahora las puñeteras pilas, ahora no…” Tan absorto estaba en estos pensamientos que no vi la caja del extintor a mi izquierda hasta que me di de bruces con ella. El golpe despidió un sonido metálico, como una de esas puñeteras panderetas gigantes de los chinos, un going o gongo o qué se yo. La cuestión es que hizo un ruído de pelotas. El niño se levantó como un resorte, soltó las tripas de la jamona y miró directamente hacia donde yo estaba. “La madre que me parió”, pensé, “me ha visto, me ha visto”. Pero sabía que era imposible. Un par de metros más allá del resplandor que creaba la linterna agonizante todo eran tinieblas. No podía verme. Pero podía oírme. De alguna manera, aquel crío del demonio sabía que yo estaba allí, estaba seguro de ello. Como para confirmar mis temores, el niñato echó a andar hacia mí.
Esquivé el extintor con la gracia de un elefante borracho, trastabillé con mis propios pies y caí de rodillas junto la columna; un dolor sordo, finísimo me atravesó la pierna. Me incorporé jadeante y avancé todo lo rápido que pude hacia la central de alarmas, frotándome la rodilla dolorida. Ahora estaba a menos de un par de metros. Miré atrás. El crío avanzaba lentamente, arrastrando la pierna (¿mordida?) sobre el cemento oscuro. Su pie dibujaba un ángulo imposible, con los dedos pálidos vueltos hacia abajo, cubierto de algo oscuro y reseco, barro pensé, pero yo sabía que era sangre, la sangre que había perdido por aquellas heridas terribles. Sus manos eran garras, guantes rojizos que se crispaban en garfios tensos, los brazos extendidos, como aquellas momias cutres en blanco y negro de las pelis de la Hammer. “Va despacio”, me dije. “Tienes tiempo”. Eso me tranquilizó. Aun había doce o quince metros entre el bicho y yo.
Alcancé la caja. Durante un par de segundos que me parecieron eternos busqué la llave entre las muchas que había en el manojo, consciente del tintineo que eso producía. El crío cambió levemente de dirección y se encaminó hacia el nuevo sonido. “Cojonudo, lo estás poniendo cada vez mejor”, pensé. Entonces, se me ocurrió algo que podía darme algunos segundos más. Me eché la mano al bolsillo y saqué un puñado de monedas que siempre llevaba encima para la máquina de café. Las lancé dibujando un arco, esparciéndolas lejos por todo el suelo, produciendo una lluvia de tintineos que desorientó al crío. Por un segundo pareció dudar, pero luego empezó a cojear hacia su izquierda, alejándose renqueante de mí.
Respiré aliviado. Con mucho cuidado, sujetando el manojo para que no sonara, introduje la llave en la tapa de la caja y la abrí. Había saltado la zona 13, pero se trataba de un fallo del sistema. No había incendio. Mejor, lo último que necesitaba en aquel momento era un puto edificio en llamas. Anulé la zona y…….. sí, joder, reinicié el sistema.
Justo un segundo antes de que mi cerebro racional (el que sabía lo que aquello suponía) pudiera avisar a mi cerebro irracional (el que me gritaba “vamonosdaquíyastastardando”) pulsé el botón de reset.
Setenta y dos pares de preciosos, enormes y potentes fluorescentes se encendieron al unísono, vomitando su luz blanca, en una orgía gloriosa de kilowatios, que hizo, para enorme satisfacción de mi ego, que me meará encima por primera vez desde los ocho años. Así, mientras miraba incrédulo la mancha oscura que se iba formando en el fondillo de mis pantalones reglamentarios, descubrí que mi vecino demoníaco no había venido solo a la fiesta. No, se había traído a la abuela, a dos primos lejanos, al barbero del barrio y al cuñao de su puta madre, un grupito la mar de majo con una pinta aun más chunga, si eso era posible, que Carlitos, el niño cabrón. Y yo allí, como una puñetera conejita playboy que acabara de salir de una tarta. ¡Tachaaannn, ya está aquí el Bony
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Mensaje  H.R.Tabaco Miér Ene 26, 2011 12:06 pm

Muy buena Bub, me enganche a tu relato! ajajjaaja.
la parte de la luz es benusuma jajjajajaa
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Mensaje  Bub Miér Ene 26, 2011 1:03 pm

Un millón de pensamientos se arremolinaron en mi mente, pisándose los unos a los otros, forcejeando por imponer su criterio, gritándome que hiciera algo. Que hiciera algo, hay que joderse… como si fuera tan fácil. Traté de apartar aquel torbellino de voces y me concedí unos segundos para analizar la situación.
Había cinco tarados más, al menos que yo pudiera ver desde allí. Habían estado ocultos entre las sombras, entretenidos en Dios sabe qué historias. También ví otro vehículo, oculto por el coche de la… bueno, de ella. Era uno de esos trastos de plástico que se podían conducir sin carnet, de un amarillo grotesco y con un par de dados de peluche colgados en la luna. “ Jesús Garmendia. 3ª. planta, Notaría Vázquez y Navarro”. Conocía al tipo. Administrativo. Buena gente. Ahora ya no quedaba mucho de él. Sus restos se esparcían como los juguetes desordenados de un niño alrededor de aquel huevo motorizado.
En cuanto a los bichos, bueno, durante un segundo se habían quedado quietos, tan sorprendidos como yo por aquella repentina vorágine de luz, pero al instante fijaron la vista en mí, olvidando por completo sus otros quehaceres. Echaron a andar, y para mi sorpresa, mucho más rápido de lo que lo había hecho el pequeño antropófago.
Abría la marcha una vieja, una dulce abuelilla a la que la faltaba media cara y que masticaba con fruición la corbata del pobre Garmendia como si fuera una caña de azúcar. Su vestido, que en algún momento debió ser azul o gris, aparecía ahora totalmente cubierto de sangre.
Tras la yaya, estaban los gemelos. Dos bichos por el precio de uno, un par de jovenzuelos melenudos, pantalones cagados (ya sabéis, de esos seis tallas más grandes que dejan ver los calzoncillos) y zapatillas deportivas. Al parecer habían estado disputándose lo que parecía el hígado del difunto contable, hasta que mi aparición estelar de vedette les había sacado del trance. El órgano púrpura colgaba de los dedos lacios de uno de ellos, meciéndose suavemente a medida que el chavalote avanzaba.
En tercera posición, no por ello con mejor pinta, andaba un tío enorme, un bicharraco de testa pelada y brazos como troncos que sostenía unas tijeras de carnicero. Tenía un boquete en la garganta del tamaño de un puño. Sus pasos emitían un sonido sordo.
Había otro. Un tio pequeño con uno de esos trajes de ejecutivo y zapatos de piel. Se limitaba a dar vueltas con los brazos estirados, lanzando zarpazos al vacío, como si quisiera agarrar puñados de aire. Entonces se giró y ví que estaba ciego. Le habían arrancado los ojos.
Aquella era la procesión, la Hermandad del Cristo de los Despojos, con los cofrades más repugnantes que uno pudiera imaginar. Y me querían a mí.
Coño, y me faltaba uno, claro. El pequeño cabroncete al que había mandado a coger monedas. Busqué frenéticamente con la vista por toda la nave, antes de darme cuenta de que lo tenía detrás, apenas a tres metros. En la puñetera oscuridad, había lanzado las monedas hacia la puerta, bloqueándome la única salida segura de aquel lugar.



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Mensaje  H.R.Tabaco Miér Ene 26, 2011 1:18 pm

Dios!! estoy en ascuas!!! como sale de alli??? quitara el cadaver de la puerta para que no entre ninguno mas??????
dios continua jajajajajaaa
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Mensaje  Bub Miér Ene 26, 2011 9:48 pm

Supongo que ahora es cuando os preguntais (en el caso de que en algun momento alguien llegue a oír esto) ¿Pero no iba armado?Si
era una cuestión de vida o muerte ¿por qué no usó el revólver?. Bien, tengo dos buenas respuestas para eso. La primera es que el tambor de mi arma sólo tiene cinco proyectiles. Incluso en el poco probable caso de que acertara a la primera a cada uno de los bichos (cosa muuuuy rara, teniendo en cuenta el incontrolable tembleque que el canguelo confería a mis manos), aun quedaría uno, y yo estaría desarmado. Y la segunda es… ¡qué coño!,que mi arma estaba descargada. Siempre la llevo vacía. El tambor estaba guardado en la caja de seguridad de la recepción, a una vida de distancia de allí. Joder, es que me da mal rollo llevarla cargada, ya veis, una paranoia que padezco desde hace años en la que mi arma se dispara solita y me vuela un pie. Así que desechamos el comodín de la pistola. Claro que también os podría decir que me hubiera condicionado la cosa moral y todo ese rollo, ya me entendeis, que aquellas cosas, taradas o no (pero caníbales, no jodamos) no dejaban de ser personas, con familia, con trabajo, con una vida… Y una mierda. Todo eso suena muy bonito sentado en el despacho de un ministerio o soltando monsergas en el púlpito de la iglesia, pero no vale un carajo. En aquellos momentos yo sólo pensaba en salvar mis queridas y peludas pelotas, así que si hubiera tenido una simple escopeta de postas habrían estado recogiendo perdigones seis semanas. Es lo que hay.
La cuestión es que no tenía escopeta ni de balines, mi revólver valía menos que las pilas de los chinos, y estaba rodeado de dementes hambrientos. Un planazo. Entonces lo comprendí. Como una bocanada de revelación divina. Aquel era uno de esos momentos únicos en la vida de un hombre en los que una decisión le marcaba para siempre, en los que la desesperación le conviertía a uno en un héroe, en un dios; el espíritu henchido de fortaleza, el alma anegada de coraje, la herencia de miles de años de conquistas, de proezas, de sacrificios, de grandeza humana inmortal; era la hora…. de correr.
Antes de seguir, dejadme que os explique algo sobre mí. En agosto cumplí 53. Comencé a perder el pelo antes de los 17 y a los 20 me caía de espaldas y me rompía la frente, ya me entendeis. A la par que disminuía mi cabellera, aumentaba mi barriga, hasta que un buen día dejé de verme el rabo. Una dieta a base de encurtidos varios y cerveza de marcas blancas obraron el milagro. Y me quedé sin culo. Es cierto. (Un día alguien debería estudiar ese fenónemo, en serio. A lo mejor es que toda la piel nueva que necesita la barriga para formarse se saca del trasero, no sé, pero es un hecho.) La última carrera que recuerdo la eché en la mili en un bar de mala muerte haciendo un “sinpa”, y en los 35 años siguientes las únicas flexiones fueron las de mis rodillas para sentarme en la taza del váter, así que os podeis hacer una ligera idea de cual es mi estado de forma.
Y aún así, eché a correr. Bueno, lo intenté. Lo cierto es que resbalé con el humillante charco de orines que mi súbita incontinencia había formado, me elevé por un segundo en el aire con las dos piernas levantadas y caí de espaldas sobre mis excrecencias, pegándome una hostia de puta madre que me dejó sin respiración e hizo que me mordiera la lengua con tal fuerza que me acordé de súbito de todos mis insignes predecesores.
Hicieron falta tres intentos para volver a levantarme, y por tanto, otros tantos revolcones sobre mi agüita amarilla. Por Dios, me estaba rebozando en meados. “al menos son tuyos”, dijo una voz en mi cabeza; “Me cago en tu puta madre”, le contesté mientras trataba de agarrarme a la caja del extintor. Y a todo esto, aquellos bichos estaban ya a menos de un metro de mí. Debían flipar. “A este paso no hará falta que nos lo carguemos”, pensarían “se va a descojonar él solito”.
Por fin me puse de pie. Un segundo más tarde me alcanzó la vieja. Sentí su mano en la nuca, una garra fría y húmeda como el vientre de un pez. Me agarró de la camisa y tiró de mí con una fuerza inusitada, mientras abría y cerraba la boca, un cepo oscuro de labios amoratados y dientes podridos. Durante un segundo surrealista pude ver el alfiler de la corbata del pobre Garmedia clavado en sus encías enegrecidas. Agarré con fuerza la muñeca de la vieja, notando como sus huesos se quebraban igual que las ramas secas, y sin pensarlo, descargué un cabezazo contra su frente. Fue como rematar un balón de mortero. Los ojos se me torcieron, los oídos me zumbaban como un nido de avispas y perdí el equilibrio. Noté algo caliente deslizándose por mi cara, “por favor que sea Mi sangre, por favor”, pensaba mientras miles de estrellitas brillantes danzaban ante mis ojos. Parpadeé con fuerza y mi visión se aclaró un poco. La vieja estaba tendida en el suelo. Tenía la frente totalmente hundida, desde la nariz hasta la raíz del pelo, y toda su cara parecía haberse plegado sobre sí misma, como una pelota desinflada. Y ya no se movía.
Cogí el extintor del armario y apunté con él a Zipi y Zape. Los gemelos seguían andando sin importarles una mierda lo que acababa de hacer con la vieja. Parecían autómatas, como en esa película del tio biónico que llega del futuro para cargarse a la rubiaca y no hay cojones de pararlo. Algo así. Los chavales seguían erre que erre. Accioné la maneta del extintor y los rocié de espuma.


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Mensaje  Altheda Jue Ene 27, 2011 1:15 am

Esta muy bien tu historia, estoy sintiendo la tensión y el acojonamiento de Bony.
Me declaro fan de Bony
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Mensaje  antonioj Jue Ene 27, 2011 3:48 pm

Puto bony,espero que aproveche bien el extintor pq no es mala idea...... ^^

Esperando los siguientes capitulos Razz
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Mensaje  Battousai Jue Ene 27, 2011 4:13 pm

antonioj escribió:Puto bony,espero que aproveche bien el extintor pq no es mala idea...... ^^

Esperando los siguientes capitulos Razz

cuidadme ese lenguaje sms, hacedme feliz aunque solo sea porque no me vais a tener que aguantar mas en unos dias, que no me quiero ir baneando mas gente, que creo que ese apartado lo tengo aprobado y con matricula, un poquito de por favor
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Mensaje  Bub Jue Ene 27, 2011 8:19 pm


Aquello funcionó. Los hermanos Lecter retrocedieron unos metros, caminando en círculos, cegados por el polvo blanco. Dirigí la bocacha hacia el tipo de las tijeras y lancé otro chorro directamente a su cara. Tenía la boca abierta y gran parte de la nieve carbónica acabó dentro de ella. Pero el tío no se inmutó. Siguió intentando agarrarme, con la cara llena de babas blancas como un perro rabioso. Volví a apretar la palanca y esta vez alcancé sus ojos. Entonces se detuvo.
La maniobra me había dado un tiempo precioso. Dudaba que aquellos tres tuvieran habilidad suficiente para limpiarse la espuma que les cubría la cabeza, y la vieja seguía fuera de combate. Mi única preocupación residía ahora en el pequeño cabroncete cojo. El crío había avanzado apenas unos metros y estaba ahora a medio camino entre un servidor y la ansiada puerta de la escalera. Entonces recordé el portón. El retorno de la corriente eléctrica lo había accionado de nuevo, y la hoja subía y bajaba, chocando una y otra vez contra el cuerpo de… contra el cuerpo. “Tengo que cerrarlo”, pensé, ¡A la mierda el portón! Lárgate ahora que puedes cagando leches, no hagas jilipolleces, Bony. Crees que la flor en el culo va a durarte para siempre???? ,gritaba aquella vocecilla. Pero tenía que cerrarlo, hostias. Si la jodida puerta seguía subiendo y bajando, el motor acabaría calentándose y tarde o temprano produciría un cortocircuito, y eso haría que todo el sistema eléctrico se fuera a la mierda y por tanto, que todas las puertas se desbloquearan y… Joder, que tenía que cerrarlo, coño!! Además, mientras discutía con la vocecilla de los cojones ya me había plantado en la entrada.
Me agaché sobre el cuerpo de la tipa, sin dejar de echar un ojo a los otros parroquianos. Virgen del amor hermoso, vaya desastre habían hecho con ella. La habían vaciado como a una piñata. Desde luego, la tía estaba para comérsela, pero aquello resultaba exagerado. Tenía la blusa abierta desde el ombligo y donde había estado su vientre sólo quedaba ahora un boquete oscuro y sangrante, con jirones de tripas y otras porquerías inidentificables. Cogí su brazo derecho intentando no tocar la sangre que la cubría por completo, y al tirar, el cuerpo se ladeó un poco, dejando al descubierto aquellas tetas enormes. Dos cántaros perfectos, redondeados, tersos y bronceados, dos peras divinas, coronadas por unos pezoncillos como garbanzos que el rigor mortis había endurecido, y que permanecerían así, en su magnificencia eréctil, por toda la eternidad… ¡Joder, pero qué coño dices!!! ¡Estás enfermo, tío… empezó a decir otra vez el enano que se escondía en mi cabeza cuando, de pronto, la tipa se movió.
No fue un movimiento sutil. Primero arqueó la cabeza y emitió un gemido grutural que me heló la sangre, y antes de que pudiera reaccionar lanzó la mano izquierda, describió un arco sobre su propio cuerpo y se fue directa a mi entrepierna. Y me agarró la… el… Seamos sinceros. En cualquier otro momento lo más que hubiera pillado habría sido la bragueta de mis pantalones, un puñado de tela vacía, a lo sumo unos cuantos pelillos cojoneros; pero aquellas peras me habían puesto verraco. “Vaya un momento para tener una erección, Bonifacio” ¿Mamá? ¿pero qué coño haces tú en mi cabeza!!!!! Diosss, me estoy volviendo locooooo!!! Y aquella tipa estrujándome la… como un cacho de plastilina
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Mensaje  Bub Jue Ene 27, 2011 11:35 pm


Sin soltarme la entrepierna, la tipa intentó levantarse, retorciéndome el rabo como una de esas puñeteras tiras de regaliz de los cines. Un dolor horroroso me subió por las pelotas hasta el bajo vientre, haciendo que me ardieran las ingles. Me encogí como un vaso de plástico en una hoguera y acabé sentado de culo, con las piernas abiertas, resoplando como un jamelgo viejo. La jamona se arrastró sobre su vientre abierto, dejando un rastro de sangre y vísceras sobre el cemento, y subió por mis piernas, golpeando mis rodillas con sus pechos enormes, acercando cada vez más su boca a mi… Joder, había fantaseado millones de veces con aquella situación, lo admito, pero ni en mis más pervertidas, truculentas y oscuras ensoñaciones hubiera imaginado algo como aquello.
Le agarré los hombros para tratar de empujarla. Al hacerlo, la muy guarra se giró como un perro furioso y trató de morderme. Entonces, me apoyé sobre los codos, doblé la pierna derecha todo lo que mi barriga me permitía y le asesté una patada en la cara con la suela de la bota. Su cabeza se torció con un crujido y por un instante, la presión de mi entrepierna cedió, liberando mi pobre instrumento. Pude arrastrarme unos metros desplazándome sobre mi espalda mientras trataba de recuperar el aliento. Sentía unos calambres terribles en el vientre y el rabo me palpitaba como una muela cariada.
Me levanté. Estaba hecho una mierda. Justo entonces, uno de esos bichos entró por el portón, deslizándose por debajo de la hoja como una serpiente. Y luego otro. Y otro más. Cada vez que la puta puerta subía, se colaba uno de aquellos cabrones. “Jodeeer, sólo tenías que desconectar una alarma, sólo una alarma” pensaba. Miré a la escalera. Diez metros, tal vez quince. Podía hacerlo. Ahora, sólo uno de los pies de la tipa trababa el portón. La loca me miró con una expresión furiosa. Sus ojos estaban opacos, velados, grises… Se incorporó, y al hacerlo una porción de sus intestinos cayó al suelo. “¿pero por qué no está ya muerta?, me pregunté, pero decidí enseguida que me importaba una mierda. Agarré a la tía por el pelo y la arrastré, apartándola de la jodida entrada. Luego, con toda la rapidez que mis agotadas fuerzas me permitían eché a correr hacia la escalera, mientras me aseguraba de que mi valioso manojo de llaves seguía en el bolsillo. Tan absorto iba en mi huida que ni siquiera vi al niño de los cojones, hasta que choqué con él; por un simplísimo principio físico de masa y fuerza, el crío salió despedido como un pelele, partiéndose la crisma contra una columna. Por fin gané la escalera. Sin esperar a recuperar el resuello subí de dos en dos los escalones. Estaba ya en el rellano cuando caí en la cuenta de que no había cerrado la puerta del parking. Bajé de nuevo, pero uno de aquellos bichos estaba ya entrando en la escalera. Era uno de los gemelos. Después de todo, sí sabían limpiarse la cara. Subí de un salto y cerré la puerta de la recepción, con tanta fuerza que casi parto la llave.
Me derrumbé en el suelo de la portería. Me dolía terriblemente el pecho, por no hablar de la p…. A cada bocanada de aire, sentía un pinchazo en el costado. Tenía calambres en todos los músculos imaginables, una brecha en la frente y me había bañado en mi propia orina como un puerco en el fango…. Pero estaba vivo. Qué coño. El Bony seguía dando guerra.
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Mensaje  Battousai Jue Ene 27, 2011 11:40 pm

Bub, no me hagas doble post que te muerdo un ojo, espera al menos a que me vaya jodio, que me quiero jubilar de forma pacifica XD
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Mensaje  Bub Vie Ene 28, 2011 6:23 pm

Estuve tumbado en el suelo un buen rato; el frío mármol me reconfortaba. Había un millar de pequeñas hogueras dolorosas quemandome el cuerpo, y los oídos me pitaban como si me los hubieran abofeteado. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para sentarme, y mi espalda lanzó un crujido de protesta. Oía a los bichos tras la puerta, tratando de entrar. Al principio eran golpes fuertes, pero luego se tornaron más débiles y ahora se reducían a algo parecido a gemidos lastimeros acompañados de arañazos sobre la madera que me ponían los pelos de punta. No podrían pasar. Aquella puerta estaba blindada y el cierre de seguridad habría aguantado cualquier envite. De alguna manera, ellos lo sabían.
Me levanté y, apoyándome en el mostrador, llegué a mi silla. Me dejé caer pesadamente. Exhalé un suspiro de alivio.
Comprobé que el cuadro de control estaba en orden. La alarma había sido desconectada y los pilotos luminosos indicaban que todas las puertas estaban de nuevo bloqueadas. Eran las tres y cuarto de la madrugada. Miré hacia la calle. Apenas se podía distinguir nada debido a la doble puerta y a los vidrios tintados, pero pude percibir señales luminosas junto a la Diputación; ambulancias, bomberos… era difícil precisarlo, pero ahí afuera seguía habiendo jaleo.
La idea de los bomberos hizo que recordara el teléfono. Joder, lo había ignorado por completo. Podía llamar al 112, a emergencias. Explicarles lo del atajo de dementes que pululaban por el sótano. Ellos sabrían qué hacer, podrían ayudarme. Al descolgar comprobé para mi sorpresa que seguía habiendo línea. Aquella idea me desconcertó. ¿Por qué no iba a haberla? ¿tan mal podían haberse puesto las cosas en unas horas? Borré aquel pensamiento inquietante y marqué el número. Saltó una alocución, uno de esos puñeteros mensajes “ todas nuestras líneas están ocupadas, por favor, manténgase a la espera o vuelva a intentarlo pasados unos minutos…” y luego la línea se cortó. Llamé tres veces más antes de comprender que era inútil. El servicio de emergencias saturado. Diablos ¿había pasado alguna vez aquello? Quiero decir que ¿era normal? No, me dije, qué coño va a ser normal. Insistí. Llamé a mi empresa, a la comisaría de los mossos de escuadra, incluso al puñetero 11822 de Telefónica. Hubiera matado por oír aquella cursilada de “hola, mi nombre es Daisy y voy a hacer todo lo posible por ayudarle, tatatá, tatatá”, pero lo único que obtuve fue la puta alocución. Colapsado.
Por primera vez aquella noche noté un bajón. Necesitaba un trago. Pero en la máquina de bebidas sólo había cerveza “sin” y aquella mierda de cola. Entonces recordé que el Anselmo guardaba botellas en su taquilla. La parienta no quería alcohol en su casa, así que el tipo las tenía aquí. Que si un lote de Navidad, que si un obsequio de alguno de los inquilinos, todo iba a parar a la taquilla. Entré en el pequeño cuarto de los trastos de limpieza, que hacía las veces de vestuario, lamentándome de que no hubieran puesto también un puñetero váter. No tenía la llave de su taquilla, así que tuve que forzarla con un destornillador. El cierre saltó enseguida. Aquellos armaritos no valían un carajo. Por un momento pensé qué iba a decirle al Anselmo cuando viera su armario forzado, pero os aseguro que en aquel momento, el mosqueo del Anselmo era el más insignificante de mis problemas. Si lograba salir vivo de allí estaba dispuesto a comprarle una docena de taquillas, y a llenárselas de Möet Chandon si hacía falta.
El armario no decepcionó. No había mucha priva, sólo una botella de coñac barato y medio litro de tinto de brick., pero el tío tenía un uniforme limpio en la percha y un chorizo de salamanca colgado de un cordel. Al menos podría menear el bigote.
Me quité la ropa sucia y me puse su uniforme, que apestaba a embutido. La camisa me estaba un poco estrecha, pero aparte de eso, me servía. Había también unos calzoncillos pero deseché la idea. Uno tiene su pudor, aunque sea poco. Tiré mis gallumbos a la papelera, y así, con las pelotillas colgando libremente dentro de los pantalones limpios y la botella de coñac en la mano, salí de nuevo a la recepción.
Me atizé un lingotazo largo nada más sentarme, directamente de la botella. Luego, ya más calmado, eché un poco en mi taza y la acabé de llenar con café. Apenas había dado un par de sorbos, cuando el walkie sonó de nuevo. Dejé la taza sobre el mostrador, cogí el cacharro y cambié a la frecuencia baja; pero sólo pillaba estática. Entonces la voz del cubano tronó sobre el molesto ruidillo.
“Pasa al canal de emergensias, chiiico”. Hice lo que me dijo; la banda estaba limpia. La voz guasona del Valdés sonó de nuevo:
-Qué pá, qué pá, qué paaaaassssa, Bonifassi- gritó
-Joder, negro. Qué coño haces tú emitiendo en esta frecuencia.
-Estoy condusiendo un carrito de la polisia, helmano. Un carro bien guapo. Esta gente si tiene buenas emisoras, chico. No la mielda esa de Fishel Prais que nos dan a nosotros, ¿eh?
- ¿Un coche de pol… ¿Estás usando una emisora de la poli? ¿estás sonado? Ahora mismo deben estar copiándonos tod..
-Traaaanqui. Esos manes tienen cosas ma impoltantes de que preocupalse. No van a echal en falta el carrito, seguro.
- Pe.. pero, joder ¿dónde estás ahora? ¿Has abandonado el servicio?
-¿Abandonal-lo? Coño, helmano, ya lo creo. Pero qué dises. El Hospital Clínico está aldiendo, tío. Es una puta tea. Las llamas pueden velse desde el puerto, macho. Las cosas se han puesto muy feas allí. ¿no sentiste la radio?
- La radio, la radio… No, joder no pillaba una mierda. Además tuve movida aquí con unos… unos locos que…
-¿Movida? ¿qué.. qué movida? ¿estás bien? No estarás… no estarás herido.
- No, joder. Saltó una alarma y al bajar a desconectarla me encontré con un grupo de gente en el párking. Se habían colado por el portón. Mierda Valdés, se habían cargado a dos inquilinos. Los habían destrozado, tío.
- ¿Te moldieron, Bony?
- ¿Qué?
- Qué si te moldieron, tío. ¿te hisieron alguna herida, un arañaso????
- No. No, sólo tengo un pequeño corte en la frente. Pero fue de un golpe; estoy bien. Hostia Valdés, esos tíos, joder, no sé… estaban como drogados. Había una vieja que…
- Estan muertos.
- Nooo, qué va, no les hice nada. Bueno, a la vieja la dejé KO, y había un niño; sí, creo que ese se hizo daño, pero…
- No helmano. No era una pregunta. Escucha, esas pelsonas están muertas. Son muertos.
- ¡Estás flipando, negro! Qué coño van a estar muertas. Las tengo ahí mismo, detrás de la puerta del sótano, tratando de entrar. Te aseguro que están muy vivas, tío.
- ¿Coooooomo? Esa gente sigue ahí??? Pol Dios, Bony. Dime que esa puta puelta es segura!!
- Sí, mierda, es segura. Oye tío ¿de qué coño va todo esto? Por qué…
- Óyeme chico, plesta atensión. Esta historia tiene que vel con el puñetero acsidente del metro. Palese que fue un atentado y que no pasó solo aquí. Ese tema está confuso, no sé. Pero sobretodo, Bony, pol tu puta madre, no te acelques a esas cosas. Nunca, ¿OK? Nunca.
- Vale, vale… Oye Valdés…
- Escucha, ahora voy a dejalte; tengo que hasel una paradita. Pero luego te pego un toque, chico. No te muevas de ahí, Bony, ¿sí?
- Sí.



Bub
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