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Segunda prueba
¿Furulas?
Cielo e infierno. Relato zombie
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Cielo e infierno. Relato zombie
Bueno, aquí les presento un pequeño relato creado por un servidor, novato en esto del mundo de los zombies, pero simpatizante desde hace un tiempo.
Espero que les guste. Allá una introducción mas el primer "capítulo".
Noche, espectro de lunas plateadas y esferas de luz pigmentadas por el oscuro de una nube gris, pálida por el reflejo de la Luna, que mira al suelo llorando por ver un mundo destruido. De padres marchitos de corazón, una tierra consumida por la guerra, la tierra carcomida por la destrucción, y, sobre todo, un mundo marchito por cuerpos sin alma. Desde el comienzo de la civilización, el mundo ha ido deteriorandose cada vez mas, dejando paso a la oscuridad, y al desecho; dejando paso al carcomer y al destruir; consumiendo bosques, plagando tierras, y contaminando... Sobre todo, contaminando.
Año 2053, la tecnología de una civilización resuelta hasta el supuesto “estado de bienestar”, ha llegado a su fin. Los grandes mandatarios, los grandes jefes, los grandes políticos y poderosos empresarios jugaron con la vida allá en los maravillosos comienzos de este tercer milenio, quemando hasta el último ácaro de salud, física, mental y sobre todo, ecológica. El apogeo económico de las grandes potencias debíase a aquel resplandor de destrucción que ellos mismos provocaban. Los grandes y poderosos jugaban al ajedrez con las ciudades como tableros, y como fichas, las poblaciones, usando para el beneficio propio cualquier cosa que aquella codicia y maldad innata le diera qué poseer. Esta codicia, impulsa a las industrias armamentísticas a crear cada vez armas mas destructivas y mas poderosas. Las ciudades caen una por una a manos de la organización de La Mano de Oro. Católicos corruptos, que ya no solo no usan la fé de dios para predicar paz, sino que la usan para destruir, y descomponer la vida. Un secreto laboratorio de La Mano de Oro, prepara un experimento biológico que cambiará el mundo, y se lo entregará al Obispo de La Mano, Arturo de Pompadure. ¿Su naturaleza? Quemar cada átomo de vida en las venas de cada ser humano, por el bien de todos, para llegar a la cumplimentación del encuentro fortuito con Dios todopoderoso. Lo llaman Proyecto Expiación. La organización rebelde llamada “La Mandrágora”, produce un proyecto paralelo, llamado Proyecto Vida, que pretende hacer inmune a los ciudadanos en contra de la Expiación, basándose en unos planos tomados por un agente doble. Por desgracia, en el último instante, antes de dar el retoque que controlaría el virus Vida, el agente doble resulta ser la mano derecha del Obispo, y provoca la destrucción de los laboratorios de La Mandrágora, y la expiación del virus Vida, que sobrepasa las calles una por una.
Año 2054, el Proyecto Expiación es llevado a cabo. La muerte se cierne sobre el planeta Tierra, dejando cuerpos sin vida a su paso, y los corruptos de la Mano, como guardianes de un ultimo mundo. El virus Expiación, acapara las noticias, y vemos a gente morir día tras día. Las madres encintas, acaban muertas por la sobre alimentación del feto, efecto del virus, también llamado DEAD virus, o virus D, por el vulgo. Una pequeña parte de esta población sobrevive. Por lo demás, la quinta parte de la población general muere, por enfermedades hereditarias, acrecentadas por el virus D.
Año 2055, se envía una nueva cepa del virus D, llamado Virus Arcángel, y la población va muriendo por momentos, pero, sorprendente mente, los muertos, se levantan, sin vida, solo con ansia de carne. La sombra de una mano autoritaria se cierne sobre La Tierra. La Mano deja de intervenir, por lo cual, de aquí en adelante se considerará una leyenda.
Año 2056, el virus Arcángel ha sido devastador. Los muertos devoran a los vivos cual típico apocalipsis zombi, dejando solo muerte a su paso. Algunos consiguen escapar, y refugiarse en las ciudades anteriormente destruidas por La Mano, las cuales se encuentran vacías, sin ni siquiera voces de muertos por las calles, por el momento. Sobrevivir se hace dificil, y las calles se llenan de grupos que intentan vivir en paz, pero con la llegada y expansión de los muertos, todo empieza a ser hostil, y nadie confía en nadie. Es la guerra urbana, con un nuevo fondo: La ley del más fuerte.
Año 2059, los grupos no organizados van entrando en sociedad. El 12 de marzo de este año, se crean los primeros grupos organizados, con ley y bandera. Los pioneros son los Death Punk, que aterrorizan a los grupos pequeños e imponen su ley en la ancha ciudad de Las Vegas, lugar de la acción de nuestra historia. En el resto de ciudades se carece de detalles, pero todas las grandes ciudades aullan un solo nombre: Judas. Mas que un nombre, un apodo, una sombra de alguien que se oye que está ahí, pero no está. Un salvador, paradójicamente para aquellos que temen a los Death Punk, y no conocen La Mano. El nacido del virus.
Año 2060, Death Punk se asenta en el casino Cesar. El mas grande y bien abastecido de toda Las Vegas. La acción de los Death Punk, se limita a protegerse y dejar que los pequeños grupos se maten entre sí.
Año 2066...
Aquí empieza nuestra historia...
Nos situamos en Las Vegas, ciudad del vicio, de la juerga y la mala vida... Pero no hoy. Las calles se plagan de muertos vivientes, y a veces las bandas de supervivientes, también llamadas “zonas”, derivan en conflictos que pueden acaparar manzanas enteras, en la lucha por recursos para la vida.
En un edificio un poco inusual, nuestros ojos se postran sobre las atracciones que posan sobre el.
Se trata de la Stratosphere Tower, actual cuartel de la zona llamada The Desert. Dicha torre ha sido tapiada durante años, hasta convertirla en un bastión impenetrable, donde conviven miembros de distinta ideología, pero con un mismo objetivo. Liderados por el capataz, Sargento Ricardo Campo, de la brigada de protección civil, ya disuelta, se encuentran bajo la bandera de una palmera en llamas, la cual ondea sobre la montaña rusa del techo del edificio.
Tres calles mas allá, un joven de unos veinte años, trata de sobrevivir, huyendo de los zombis con una pistola en la mano, apenas sin balas, vestido con una camisa blanca, y unos vaqueros rasgados por las rodillas, bajo un desenmarañado pelo azabache, y tez morena. Su mirada al frente, a la alcantarilla de doscientos metros mas allá, hacia donde corre desesperadamente por salvar la vida. Su aliento se hace cada vez mas tangible. Los muertos son lentos, pero en manada pueden ser mas desesperanzadores de lo que parecería. Intenta huír sin descanso, y pese a llevarle largos metros de ventaja a la horda de zombis, no se puede permitir un paso en falso, o puede ser el último. De repente, y de la siguiente calle, otra chica, de tez pálida y aspecto desarraigado, vestida con un traje informal gris, mas masculino que femenino, y una camisa sobresalida, al parecer manchada de sangre, cual antiguo gangster de la época de Al Capone. La chica, perseguida por otra horda de zombis, mira al muchacho, y con sorna entra en la alcantarilla y le deja fuera, cerrando la tapa, y dejando las posibilidades del muchacho a cero. Los zombis que perseguían a la muchacha, se ciernen sobre la alcantarilla bloqueando todo atisbo de esperanza en el joven, el cual, ya con solo una bala en el cargador de su pistola, se reduce entre una horda al frente, y otra corriendo detrás suya, sin ningun refugio al que huir a derecha o izquierda. La esperanza parece acabarse, y el muchacho se planta entre ambas hordas, cuando desde la Stratosphere tower, una voz femenina suena al soltar una escala por una de las ventanas, poco mas allá de la horda que perseguía a la muchacha. El chico, con una sola bala en el cargador, ve una oportunidad de salvarse, mientras la voz le incita a subir por la escala de cuerda:
-¡Vamos chico! ¡No hay mucho tiempo, aprovecha antes de que empiecen a subir, o será demasiado tarde! ¡Corre!
Ante el aviso de la voz femenina, el muchacho no ve otra salida que subir por la escala, o morir bajo su única bala, con tal de no convertirse en uno de ellos, sin alma...
Delante de el, antes de los zombis, había varios coches, de la época de la civilización. De repente una idea pasa por delante de los ojos del moreno muchacho. Si alguno de esos coches poseyese combustible, podría usar uno de ellos para llegar hasta la entrada del edificio... para llegar hasta la escala...
Rápidamente, el chico salió corriendo hacia un todoterreno, que había en medio de la calle, el cual debería ser el mas indicado para atravesar el mar de muertos vivientes. Sin muertos de por medio fue muy facil llegar al coche, el cual se encontraba a unos 20 metros de él. Sus ojos se iluminaron. Una vez hubiese llegado al coche, no tendría mas que arrollar los 20 zombis que hubiese a su paso, subir por la ventana del techo lunar del coche, y subir a la escala, la cual se encontraba a unos 2 metros sobre el suelo. Un plan infalible, perfecto, o casi perfecto.
Cuando el muchacho alcanzó a abrir la puerta del coche, dos infectados mas habitaban dentro de el, dejandolo estupefacto, pues solo poseía una bala, lo cual no era suficiente para ambos. Echadas por tierra sus últimas posibilidades, mas allá vio un Cadillac rojo, el cual no se encontraba plagado de zombis, pero estaba demasiado cerca de la masa de infectados al frente del jóven. Intentó llegar al cadillac, pero los zombis fueron mas rápidos, y le vieron llegar, por lo cual se lanzaron a corre hacia el... La esperanza estaba perdida...
-¡Dispara al depósito! ¡Al depósito del Cádillac!
La voz de la ventana le dio una idea, si los zombis eran tan descerebrados como pensaba, nada mas ver una fuente de energía y luz tan grande como una explosión, no dudarían en abalanzarse sobre ésta, provocando una distracción lo suficiente para desbloquear el camino lo que fuese necesario para llegar a su objetivo. Solo tenía que confiar en su puntería, y en que el Cadillac tuviese la suficiente gasolina para explotar. Solo tenía una oportunidad. Una bala, un objetivo.
De repente lo vio claro, esa sería su muerte... rápida e indolora, bajo su propia pistola, como un cobarde, o dura y llena de sufrimiento, pero habiendo intentado sobrevivir...
-¡Dispara de una maldita vez!
La mente del muchacho se volvió completamente nublada, y casi acto reflejo, disparó al Cadillac, y, afortunadamente dió en el depósito. Sin embargo, la bala solo picó el depósito lo suficiente para que la gasolina se derramase en el suelo, pero no lo suficiente para que explotase. Todo había acabado.
Una voz masculina y adulta surgió de sus espaldas.
-¿Quien dijo que fumar no serviría de nada?
Dicho esto, el hombre, de cabello castaño y tez morena, bastante corpulento, vestido con una gabardina negra y un pantalon y camisa oscuros, se sacó un puro encendido de los labios, y lo lanzó donde había sido derramada la gasolina, con tal precisión, que las llamas no tardaron en brotar. Los descerebrados no tardaron en correr hacia el fuego, causando un revuelo, y poco mas allá, llegando a la lumbre, el hombre volvió a actuar, sacando su revolver de seis balas, y, con un disparo preciso, volvió a atinar en el depósito del Cadillac, haciendolo volar por los aires. Acto seguido, miró al muchacho, que aún estaba estupefacto, en estado de shock.
-¡Vamos imbécil! No tenemos todo el día. Capitán Ralph Pereira. Pero luego nos presentaremos, Rosa nos espera allá arriba.
Tras esto, ambos corrieron hacia la escala, sorteando a los pocos infectados que no acudían a la explosión, a los cuales, el joven esquivava con precisión, y el Capitán los aplastaba con sus propias manos. Una vez ambos llegaron a la escala, el joven subió primero, apoyado por el Capitan Pereira, quien quedó abajo aplastando las cabezas podridas y descompuestas de los descerebrados. Una vez hubo subido lo suficiente el muchacho, el militar le siguió, casi cercado por los muertos, que intentaron subir, pero no pudieron.
La vida estaba salvada, ahora debía saber en qué berenjenal se había metido el joven.
Espero que les guste. Allá una introducción mas el primer "capítulo".
Noche, espectro de lunas plateadas y esferas de luz pigmentadas por el oscuro de una nube gris, pálida por el reflejo de la Luna, que mira al suelo llorando por ver un mundo destruido. De padres marchitos de corazón, una tierra consumida por la guerra, la tierra carcomida por la destrucción, y, sobre todo, un mundo marchito por cuerpos sin alma. Desde el comienzo de la civilización, el mundo ha ido deteriorandose cada vez mas, dejando paso a la oscuridad, y al desecho; dejando paso al carcomer y al destruir; consumiendo bosques, plagando tierras, y contaminando... Sobre todo, contaminando.
Año 2053, la tecnología de una civilización resuelta hasta el supuesto “estado de bienestar”, ha llegado a su fin. Los grandes mandatarios, los grandes jefes, los grandes políticos y poderosos empresarios jugaron con la vida allá en los maravillosos comienzos de este tercer milenio, quemando hasta el último ácaro de salud, física, mental y sobre todo, ecológica. El apogeo económico de las grandes potencias debíase a aquel resplandor de destrucción que ellos mismos provocaban. Los grandes y poderosos jugaban al ajedrez con las ciudades como tableros, y como fichas, las poblaciones, usando para el beneficio propio cualquier cosa que aquella codicia y maldad innata le diera qué poseer. Esta codicia, impulsa a las industrias armamentísticas a crear cada vez armas mas destructivas y mas poderosas. Las ciudades caen una por una a manos de la organización de La Mano de Oro. Católicos corruptos, que ya no solo no usan la fé de dios para predicar paz, sino que la usan para destruir, y descomponer la vida. Un secreto laboratorio de La Mano de Oro, prepara un experimento biológico que cambiará el mundo, y se lo entregará al Obispo de La Mano, Arturo de Pompadure. ¿Su naturaleza? Quemar cada átomo de vida en las venas de cada ser humano, por el bien de todos, para llegar a la cumplimentación del encuentro fortuito con Dios todopoderoso. Lo llaman Proyecto Expiación. La organización rebelde llamada “La Mandrágora”, produce un proyecto paralelo, llamado Proyecto Vida, que pretende hacer inmune a los ciudadanos en contra de la Expiación, basándose en unos planos tomados por un agente doble. Por desgracia, en el último instante, antes de dar el retoque que controlaría el virus Vida, el agente doble resulta ser la mano derecha del Obispo, y provoca la destrucción de los laboratorios de La Mandrágora, y la expiación del virus Vida, que sobrepasa las calles una por una.
Año 2054, el Proyecto Expiación es llevado a cabo. La muerte se cierne sobre el planeta Tierra, dejando cuerpos sin vida a su paso, y los corruptos de la Mano, como guardianes de un ultimo mundo. El virus Expiación, acapara las noticias, y vemos a gente morir día tras día. Las madres encintas, acaban muertas por la sobre alimentación del feto, efecto del virus, también llamado DEAD virus, o virus D, por el vulgo. Una pequeña parte de esta población sobrevive. Por lo demás, la quinta parte de la población general muere, por enfermedades hereditarias, acrecentadas por el virus D.
Año 2055, se envía una nueva cepa del virus D, llamado Virus Arcángel, y la población va muriendo por momentos, pero, sorprendente mente, los muertos, se levantan, sin vida, solo con ansia de carne. La sombra de una mano autoritaria se cierne sobre La Tierra. La Mano deja de intervenir, por lo cual, de aquí en adelante se considerará una leyenda.
Año 2056, el virus Arcángel ha sido devastador. Los muertos devoran a los vivos cual típico apocalipsis zombi, dejando solo muerte a su paso. Algunos consiguen escapar, y refugiarse en las ciudades anteriormente destruidas por La Mano, las cuales se encuentran vacías, sin ni siquiera voces de muertos por las calles, por el momento. Sobrevivir se hace dificil, y las calles se llenan de grupos que intentan vivir en paz, pero con la llegada y expansión de los muertos, todo empieza a ser hostil, y nadie confía en nadie. Es la guerra urbana, con un nuevo fondo: La ley del más fuerte.
Año 2059, los grupos no organizados van entrando en sociedad. El 12 de marzo de este año, se crean los primeros grupos organizados, con ley y bandera. Los pioneros son los Death Punk, que aterrorizan a los grupos pequeños e imponen su ley en la ancha ciudad de Las Vegas, lugar de la acción de nuestra historia. En el resto de ciudades se carece de detalles, pero todas las grandes ciudades aullan un solo nombre: Judas. Mas que un nombre, un apodo, una sombra de alguien que se oye que está ahí, pero no está. Un salvador, paradójicamente para aquellos que temen a los Death Punk, y no conocen La Mano. El nacido del virus.
Año 2060, Death Punk se asenta en el casino Cesar. El mas grande y bien abastecido de toda Las Vegas. La acción de los Death Punk, se limita a protegerse y dejar que los pequeños grupos se maten entre sí.
Año 2066...
Aquí empieza nuestra historia...
Nos situamos en Las Vegas, ciudad del vicio, de la juerga y la mala vida... Pero no hoy. Las calles se plagan de muertos vivientes, y a veces las bandas de supervivientes, también llamadas “zonas”, derivan en conflictos que pueden acaparar manzanas enteras, en la lucha por recursos para la vida.
En un edificio un poco inusual, nuestros ojos se postran sobre las atracciones que posan sobre el.
Se trata de la Stratosphere Tower, actual cuartel de la zona llamada The Desert. Dicha torre ha sido tapiada durante años, hasta convertirla en un bastión impenetrable, donde conviven miembros de distinta ideología, pero con un mismo objetivo. Liderados por el capataz, Sargento Ricardo Campo, de la brigada de protección civil, ya disuelta, se encuentran bajo la bandera de una palmera en llamas, la cual ondea sobre la montaña rusa del techo del edificio.
Tres calles mas allá, un joven de unos veinte años, trata de sobrevivir, huyendo de los zombis con una pistola en la mano, apenas sin balas, vestido con una camisa blanca, y unos vaqueros rasgados por las rodillas, bajo un desenmarañado pelo azabache, y tez morena. Su mirada al frente, a la alcantarilla de doscientos metros mas allá, hacia donde corre desesperadamente por salvar la vida. Su aliento se hace cada vez mas tangible. Los muertos son lentos, pero en manada pueden ser mas desesperanzadores de lo que parecería. Intenta huír sin descanso, y pese a llevarle largos metros de ventaja a la horda de zombis, no se puede permitir un paso en falso, o puede ser el último. De repente, y de la siguiente calle, otra chica, de tez pálida y aspecto desarraigado, vestida con un traje informal gris, mas masculino que femenino, y una camisa sobresalida, al parecer manchada de sangre, cual antiguo gangster de la época de Al Capone. La chica, perseguida por otra horda de zombis, mira al muchacho, y con sorna entra en la alcantarilla y le deja fuera, cerrando la tapa, y dejando las posibilidades del muchacho a cero. Los zombis que perseguían a la muchacha, se ciernen sobre la alcantarilla bloqueando todo atisbo de esperanza en el joven, el cual, ya con solo una bala en el cargador de su pistola, se reduce entre una horda al frente, y otra corriendo detrás suya, sin ningun refugio al que huir a derecha o izquierda. La esperanza parece acabarse, y el muchacho se planta entre ambas hordas, cuando desde la Stratosphere tower, una voz femenina suena al soltar una escala por una de las ventanas, poco mas allá de la horda que perseguía a la muchacha. El chico, con una sola bala en el cargador, ve una oportunidad de salvarse, mientras la voz le incita a subir por la escala de cuerda:
-¡Vamos chico! ¡No hay mucho tiempo, aprovecha antes de que empiecen a subir, o será demasiado tarde! ¡Corre!
Ante el aviso de la voz femenina, el muchacho no ve otra salida que subir por la escala, o morir bajo su única bala, con tal de no convertirse en uno de ellos, sin alma...
Delante de el, antes de los zombis, había varios coches, de la época de la civilización. De repente una idea pasa por delante de los ojos del moreno muchacho. Si alguno de esos coches poseyese combustible, podría usar uno de ellos para llegar hasta la entrada del edificio... para llegar hasta la escala...
Rápidamente, el chico salió corriendo hacia un todoterreno, que había en medio de la calle, el cual debería ser el mas indicado para atravesar el mar de muertos vivientes. Sin muertos de por medio fue muy facil llegar al coche, el cual se encontraba a unos 20 metros de él. Sus ojos se iluminaron. Una vez hubiese llegado al coche, no tendría mas que arrollar los 20 zombis que hubiese a su paso, subir por la ventana del techo lunar del coche, y subir a la escala, la cual se encontraba a unos 2 metros sobre el suelo. Un plan infalible, perfecto, o casi perfecto.
Cuando el muchacho alcanzó a abrir la puerta del coche, dos infectados mas habitaban dentro de el, dejandolo estupefacto, pues solo poseía una bala, lo cual no era suficiente para ambos. Echadas por tierra sus últimas posibilidades, mas allá vio un Cadillac rojo, el cual no se encontraba plagado de zombis, pero estaba demasiado cerca de la masa de infectados al frente del jóven. Intentó llegar al cadillac, pero los zombis fueron mas rápidos, y le vieron llegar, por lo cual se lanzaron a corre hacia el... La esperanza estaba perdida...
-¡Dispara al depósito! ¡Al depósito del Cádillac!
La voz de la ventana le dio una idea, si los zombis eran tan descerebrados como pensaba, nada mas ver una fuente de energía y luz tan grande como una explosión, no dudarían en abalanzarse sobre ésta, provocando una distracción lo suficiente para desbloquear el camino lo que fuese necesario para llegar a su objetivo. Solo tenía que confiar en su puntería, y en que el Cadillac tuviese la suficiente gasolina para explotar. Solo tenía una oportunidad. Una bala, un objetivo.
De repente lo vio claro, esa sería su muerte... rápida e indolora, bajo su propia pistola, como un cobarde, o dura y llena de sufrimiento, pero habiendo intentado sobrevivir...
-¡Dispara de una maldita vez!
La mente del muchacho se volvió completamente nublada, y casi acto reflejo, disparó al Cadillac, y, afortunadamente dió en el depósito. Sin embargo, la bala solo picó el depósito lo suficiente para que la gasolina se derramase en el suelo, pero no lo suficiente para que explotase. Todo había acabado.
Una voz masculina y adulta surgió de sus espaldas.
-¿Quien dijo que fumar no serviría de nada?
Dicho esto, el hombre, de cabello castaño y tez morena, bastante corpulento, vestido con una gabardina negra y un pantalon y camisa oscuros, se sacó un puro encendido de los labios, y lo lanzó donde había sido derramada la gasolina, con tal precisión, que las llamas no tardaron en brotar. Los descerebrados no tardaron en correr hacia el fuego, causando un revuelo, y poco mas allá, llegando a la lumbre, el hombre volvió a actuar, sacando su revolver de seis balas, y, con un disparo preciso, volvió a atinar en el depósito del Cadillac, haciendolo volar por los aires. Acto seguido, miró al muchacho, que aún estaba estupefacto, en estado de shock.
-¡Vamos imbécil! No tenemos todo el día. Capitán Ralph Pereira. Pero luego nos presentaremos, Rosa nos espera allá arriba.
Tras esto, ambos corrieron hacia la escala, sorteando a los pocos infectados que no acudían a la explosión, a los cuales, el joven esquivava con precisión, y el Capitán los aplastaba con sus propias manos. Una vez ambos llegaron a la escala, el joven subió primero, apoyado por el Capitan Pereira, quien quedó abajo aplastando las cabezas podridas y descompuestas de los descerebrados. Una vez hubo subido lo suficiente el muchacho, el militar le siguió, casi cercado por los muertos, que intentaron subir, pero no pudieron.
La vida estaba salvada, ahora debía saber en qué berenjenal se había metido el joven.
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Bienvenido compañero!! Debes ponerte un avatar para poder postear, léete las normas, que son 5 minutos! Un saludo!
Kable- Coleccionista de Zombies
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Kable escribió:Bienvenido compañero!! Debes ponerte un avatar para poder postear, léete las normas, que son 5 minutos! Un saludo!
Si, lo sabía, lo siento, pero me encontraba en el ordenador de mi padre, que es algo mas... como decirlo... lata de cocacola es un termino muy tecnológico en comparación. Por ello no pude colocar la imagen en el perfil, pero como ves, en cuanto he tenido oportunidad, ya la puse. Saludos, y gracias!
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Una cosilla, cuando escribas tu relato, usa el color blanco predeterminado, nuestros ojos te lo agradeceran.
Grinko_92- Jefe de Seguridad
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Esque soy daltónico y mi duende me dice que queme cosas...
Nah, es broma, dicho y hecho, proximo capítulo: blanco xD
Nah, es broma, dicho y hecho, proximo capítulo: blanco xD
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Fecha de inscripción : 12/06/2012
Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Te edito yo este. Para que veas! (en ambos sentidos)
Kable- Coleccionista de Zombies
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Localización : Bcn town
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Kable escribió:Te edito yo este. Para que veas! (en ambos sentidos)
Gracias Kable, a mi no me dejaba.
Grinko_92- Jefe de Seguridad
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Localización : Alcala de Henares
Fecha de inscripción : 27/10/2011
Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Capítulo 2:
-¡Rosa! Es la ultima vez que incumples las normas del refugio. Solo se entra por la alcantarilla. Nadie puede saltarse el protocolo de desinfección. Puede estar mordido, o peor aún, ser un enemigo.
-Pero general, estaba entre la vida y la muerte...
-¡No Rosa! No hay excepciones. Las reglas son las reglas. Ahora sal de aquí, antes de que pierda la paciencia.
-General Ocampo, yo...
-Fuera.
Cuando Rosa salió de la habitación, oscura y solo iluminada por un tubo fluorescente en el techo, a las puertas se encontraba el joven superviviente anónimo, que no sabía qué hacer. Rosa había respondido ante su jefe solo por haberle salvado. Le debía algo mas que la vida. Le había salvado dos veces el pellejo, y cuando aquella muchacha alta, de tez morena y pelo rizado le miró a los ojos, solo pudo mostrar un gesto de agradecimiento. Rosa era alta y esbelta, y sus ojos negros inspiraban algo mas que respeto. Inspiraban cariño y protección. Su piel era oscura, como la de un habitante de lo que antiguamente llamaban “el desierto”, o de las zonas bajas de la ciudad. Su cuerpo parecía hecho de un material resistente, y sus brazos parecían densos, sin restarle ni una pizca de feminidad. Parecía que había nacido para sobrevivir en un mundo cruel. Su pelo era rizado y recogido tras una especie de felpa, que lo dejaba caer sobre su espalda. Vestía unos pantalones anchos marrones y una camiseta de licra ajustada blanca, manchada de grasa y sangre por el pecho.
-Ven, te llevaré a las salas de control médico, antes de que te vea alguien y te echen fuera.
-Gracias... Tu debes ser Rosa, ¿verdad?
-La misma que viste y calza. Perdona por no haberme presentado.-dijo la morena con una sonrisa en la cara, que inspiraba confianza.- Lo siento si no te pido tu nombre, pero aún no es seguro. Te aconsejo que nadie aquí sepa que estás, ya demasiado saben Pereira y Ocampo, como para que alguien mas te vea. Deberías haber entrado por la escotilla de la alcantarilla, donde está la zona de control. Entonces sería diferente.
-Gracias por el consejo, Rosa, pero no pude entrar en la alcantarilla. Esa chica me cerró el paso entrando antes que yo,-entonces Rosa, cambiando su expresión, le dirigió una mirada de preocupación- dejándome todo aquello plagado de muertos. Si no llega a ser por tí y por el Capitán, ahora mismo estaría muerto.
-Un momento, para. ¿Qué chica? ¿Alguien más sabe que estás aquí?
-Una chica vestida de traje y camisa, ¿es importante?-dijo el muchacho, a lo que la chica soltó una exhalación de preocupación-pero no te preocupes, no me vio entrar, ahora debe creer que estoy muerto.
-¿Estás seguro?-dijo una voz proveniente de su derecha.
Al girar la cabeza, allí estaba, la chica por la cual casi pierde la vida. Vestida con un pantalón marrón con rallas negras, y una camisa con unos tirantes negros ajustada, con el pelo recogido en una cola, que caía sobre su cuello. Parecía el clásico ganster desarrapado, pero en versión femenina, y en su mano sostenía un sombrero marrón con acabados de cinta negra. Llevaba unos guantes de piel negros y zapatos bien brillantes, negros también.
-Creía que estarías muerto, pero veo que has recibido ayuda desde el interior. Rosa, ya conoces las normas, quien no entra por la alcantarilla, no entra. Era así de claro. Espero que Ocampo ya te haya hecho avergonzarte lo suficiente como para no tener que hacerlo yo. Y tu,-volvió a mirar al chico- bienvenido al refugio, ve a desinfectarte, si no quieres meterte en problemas.
Entonces ambos emprendieron camino por un angosto pasillo oscuro, iluminado de cuando en cuando por tubos fluorescentes. Por los pasillos solo había puertas a la izquierda, y puertas a la derecha, y las puertas tenían numeros en ellas, por lo que el muchacho dedujo que ese edificio antes sería un hotel, o al menos gozaría de alojamiento. En algunos se escuchaban voces, a lo cual Rosa le rogó encarecidamente que mantuviese el silencio. A medida que las puertas se iban dejando atrás, por la cabeza del muchacho iban pasando infinidad de sensaciones, desde alivio, por estar de nuevo ante un hogar, o al menos un sitio donde refugiarse y reponer fuerzas, hasta la preocupación por no ser apto para esa sociedad. Los ojos del joven se volvieron turbios, y su mirada directa al final del pasillo, donde podía alcanzar a ver, poco a poco un triste halo verde fantasmagórico, que recordaba a las antiguas películas de frankestein, y similares, o a la electricidad gamma, de los años 50, antes de que todo se fuese al garete. La luz se fue acercando cada vez mas, y cuando llegaron a divisarla claramente, no era mas que el reflejo de una puerta entreabierta, ante la cual Rosa se detuvo, y señalando con un leve movimiento de cuello, le sugirió al joven de entrar. El chico, sin dudarlo cinco segundos entró, valientemente en la sala fantasmagórica, donde, al entrar, había un escáner de radiación, con energía Gamma, que emanaba aquel verdoso resplandor. Allí, una cara conocida. El hombre de la gabardina estaba allí a los controles, y cuando vió entrar al chico, le sonrió y con una mueca de prepotencia, dijo:
-Cuidado por donde pisas chaval, no sea que vayas a infectar toda la zona.-tras lo cual le hizo un gesto de estar bromeando- anda, y entra en el escáner, antes de que venga alguien y te vea sin examinar.
-Gracias Ralph, por hacernos este favor. El chico tiene que ser descontaminado y analizado antes de que nadie se de cuenta de que está aquí. Cuando tenga el chip, ya no habrá problemas por si Ronald o Locke le encuentran.-dijo Rosa, mientras el muchacho iba colocandose entre dos semimarcos de metal hechos con lo que parecían lamparas de tubos fluorescentes, reciclados, y superpuestos dos a dos, conectados a un potente ordenador, al cual se sentó el Capitán Ralph.
-No te preocupes Rosa, todo está controlado, pero recuerda, me debes un cigarro.-Dijo esbozando una sonrisa picaresca, a lo que Rosa se rió.
De los focos del escaner emanó una luz verde, y en el ordenador aparecieron unas estadísticas y unos cálculos, en los cuales se podía ver el nivel de radiación del muchacho, la existencia de virus, y el estado de ese virus.
-Todo parece estar en orden, chaval. Rosa, inyectale el microchip.-dijo, pero una alerta apareció en el ordenador.- Espera un momento Rosa. Aquí hay algo extraño. No solo posee el virus D, como todos nosotros. Parece que otro patógeno hay activo en su organismo. Un patógeno desconocido, pero, debe ser inofensivo, o el escaner lo habría frito en un par de segundos.
-Un segundo, ¿frito? ¿pensabais freírme si estaba contaminado, y no me lo avisasteis?
-Es el riesgo, amigo.-dijo Ralph, aún sin despegar la mirada del ordenador.- Parece un patógeno activo. Es genético, por lo cual, no creo que haya problemas, pero ante todo, ¿alguna vez has pasado un episodio de contaminación vírica?-a lo que el muchacho negó con la cabeza.
-Ralph, ¿deberíamos informar?
-No. Si informasemos de esto, ejecutarían al chico antes de preguntar. Ya conoces a Ocampo, lo diferente es aniquilable.
-Entonces...
-Entonces tu lo vigilarás. Si el patógeno se vuelve activo, inyéctale el microchip. Eso lo freirá.
-¡Qué manía con freirme!
-Es lo que hay, chico. Por cierto, ¿cómo te llamas, renacuajo?
-Carl. Mi nombre es Carl.
-¿Algo mas?
-No recuerdo nada mas. Y no recordaría mi nombre de no ser por esta chapa-dijo señalandose al pecho, de donde colgaba una chapa militar con su nombre por iniciales: C.A.R.L.
-Está bien Carl, andando. Ocampo quiere presentarte a los demás- dijo la joven mafiosa entrando por la puerta entreabierta.- Si el “Capitán Clandestino” ha acabado contigo ya.
-Tranquila Colt. Es todo tuyo.-respondió el soldado.
-Rosa, Pereira, quedaos aquí, luego volveré para hablar con vosotros.-Dijo Colt con semblante serio.
-¡Rosa! Es la ultima vez que incumples las normas del refugio. Solo se entra por la alcantarilla. Nadie puede saltarse el protocolo de desinfección. Puede estar mordido, o peor aún, ser un enemigo.
-Pero general, estaba entre la vida y la muerte...
-¡No Rosa! No hay excepciones. Las reglas son las reglas. Ahora sal de aquí, antes de que pierda la paciencia.
-General Ocampo, yo...
-Fuera.
Cuando Rosa salió de la habitación, oscura y solo iluminada por un tubo fluorescente en el techo, a las puertas se encontraba el joven superviviente anónimo, que no sabía qué hacer. Rosa había respondido ante su jefe solo por haberle salvado. Le debía algo mas que la vida. Le había salvado dos veces el pellejo, y cuando aquella muchacha alta, de tez morena y pelo rizado le miró a los ojos, solo pudo mostrar un gesto de agradecimiento. Rosa era alta y esbelta, y sus ojos negros inspiraban algo mas que respeto. Inspiraban cariño y protección. Su piel era oscura, como la de un habitante de lo que antiguamente llamaban “el desierto”, o de las zonas bajas de la ciudad. Su cuerpo parecía hecho de un material resistente, y sus brazos parecían densos, sin restarle ni una pizca de feminidad. Parecía que había nacido para sobrevivir en un mundo cruel. Su pelo era rizado y recogido tras una especie de felpa, que lo dejaba caer sobre su espalda. Vestía unos pantalones anchos marrones y una camiseta de licra ajustada blanca, manchada de grasa y sangre por el pecho.
-Ven, te llevaré a las salas de control médico, antes de que te vea alguien y te echen fuera.
-Gracias... Tu debes ser Rosa, ¿verdad?
-La misma que viste y calza. Perdona por no haberme presentado.-dijo la morena con una sonrisa en la cara, que inspiraba confianza.- Lo siento si no te pido tu nombre, pero aún no es seguro. Te aconsejo que nadie aquí sepa que estás, ya demasiado saben Pereira y Ocampo, como para que alguien mas te vea. Deberías haber entrado por la escotilla de la alcantarilla, donde está la zona de control. Entonces sería diferente.
-Gracias por el consejo, Rosa, pero no pude entrar en la alcantarilla. Esa chica me cerró el paso entrando antes que yo,-entonces Rosa, cambiando su expresión, le dirigió una mirada de preocupación- dejándome todo aquello plagado de muertos. Si no llega a ser por tí y por el Capitán, ahora mismo estaría muerto.
-Un momento, para. ¿Qué chica? ¿Alguien más sabe que estás aquí?
-Una chica vestida de traje y camisa, ¿es importante?-dijo el muchacho, a lo que la chica soltó una exhalación de preocupación-pero no te preocupes, no me vio entrar, ahora debe creer que estoy muerto.
-¿Estás seguro?-dijo una voz proveniente de su derecha.
Al girar la cabeza, allí estaba, la chica por la cual casi pierde la vida. Vestida con un pantalón marrón con rallas negras, y una camisa con unos tirantes negros ajustada, con el pelo recogido en una cola, que caía sobre su cuello. Parecía el clásico ganster desarrapado, pero en versión femenina, y en su mano sostenía un sombrero marrón con acabados de cinta negra. Llevaba unos guantes de piel negros y zapatos bien brillantes, negros también.
-Creía que estarías muerto, pero veo que has recibido ayuda desde el interior. Rosa, ya conoces las normas, quien no entra por la alcantarilla, no entra. Era así de claro. Espero que Ocampo ya te haya hecho avergonzarte lo suficiente como para no tener que hacerlo yo. Y tu,-volvió a mirar al chico- bienvenido al refugio, ve a desinfectarte, si no quieres meterte en problemas.
Entonces ambos emprendieron camino por un angosto pasillo oscuro, iluminado de cuando en cuando por tubos fluorescentes. Por los pasillos solo había puertas a la izquierda, y puertas a la derecha, y las puertas tenían numeros en ellas, por lo que el muchacho dedujo que ese edificio antes sería un hotel, o al menos gozaría de alojamiento. En algunos se escuchaban voces, a lo cual Rosa le rogó encarecidamente que mantuviese el silencio. A medida que las puertas se iban dejando atrás, por la cabeza del muchacho iban pasando infinidad de sensaciones, desde alivio, por estar de nuevo ante un hogar, o al menos un sitio donde refugiarse y reponer fuerzas, hasta la preocupación por no ser apto para esa sociedad. Los ojos del joven se volvieron turbios, y su mirada directa al final del pasillo, donde podía alcanzar a ver, poco a poco un triste halo verde fantasmagórico, que recordaba a las antiguas películas de frankestein, y similares, o a la electricidad gamma, de los años 50, antes de que todo se fuese al garete. La luz se fue acercando cada vez mas, y cuando llegaron a divisarla claramente, no era mas que el reflejo de una puerta entreabierta, ante la cual Rosa se detuvo, y señalando con un leve movimiento de cuello, le sugirió al joven de entrar. El chico, sin dudarlo cinco segundos entró, valientemente en la sala fantasmagórica, donde, al entrar, había un escáner de radiación, con energía Gamma, que emanaba aquel verdoso resplandor. Allí, una cara conocida. El hombre de la gabardina estaba allí a los controles, y cuando vió entrar al chico, le sonrió y con una mueca de prepotencia, dijo:
-Cuidado por donde pisas chaval, no sea que vayas a infectar toda la zona.-tras lo cual le hizo un gesto de estar bromeando- anda, y entra en el escáner, antes de que venga alguien y te vea sin examinar.
-Gracias Ralph, por hacernos este favor. El chico tiene que ser descontaminado y analizado antes de que nadie se de cuenta de que está aquí. Cuando tenga el chip, ya no habrá problemas por si Ronald o Locke le encuentran.-dijo Rosa, mientras el muchacho iba colocandose entre dos semimarcos de metal hechos con lo que parecían lamparas de tubos fluorescentes, reciclados, y superpuestos dos a dos, conectados a un potente ordenador, al cual se sentó el Capitán Ralph.
-No te preocupes Rosa, todo está controlado, pero recuerda, me debes un cigarro.-Dijo esbozando una sonrisa picaresca, a lo que Rosa se rió.
De los focos del escaner emanó una luz verde, y en el ordenador aparecieron unas estadísticas y unos cálculos, en los cuales se podía ver el nivel de radiación del muchacho, la existencia de virus, y el estado de ese virus.
-Todo parece estar en orden, chaval. Rosa, inyectale el microchip.-dijo, pero una alerta apareció en el ordenador.- Espera un momento Rosa. Aquí hay algo extraño. No solo posee el virus D, como todos nosotros. Parece que otro patógeno hay activo en su organismo. Un patógeno desconocido, pero, debe ser inofensivo, o el escaner lo habría frito en un par de segundos.
-Un segundo, ¿frito? ¿pensabais freírme si estaba contaminado, y no me lo avisasteis?
-Es el riesgo, amigo.-dijo Ralph, aún sin despegar la mirada del ordenador.- Parece un patógeno activo. Es genético, por lo cual, no creo que haya problemas, pero ante todo, ¿alguna vez has pasado un episodio de contaminación vírica?-a lo que el muchacho negó con la cabeza.
-Ralph, ¿deberíamos informar?
-No. Si informasemos de esto, ejecutarían al chico antes de preguntar. Ya conoces a Ocampo, lo diferente es aniquilable.
-Entonces...
-Entonces tu lo vigilarás. Si el patógeno se vuelve activo, inyéctale el microchip. Eso lo freirá.
-¡Qué manía con freirme!
-Es lo que hay, chico. Por cierto, ¿cómo te llamas, renacuajo?
-Carl. Mi nombre es Carl.
-¿Algo mas?
-No recuerdo nada mas. Y no recordaría mi nombre de no ser por esta chapa-dijo señalandose al pecho, de donde colgaba una chapa militar con su nombre por iniciales: C.A.R.L.
-Está bien Carl, andando. Ocampo quiere presentarte a los demás- dijo la joven mafiosa entrando por la puerta entreabierta.- Si el “Capitán Clandestino” ha acabado contigo ya.
-Tranquila Colt. Es todo tuyo.-respondió el soldado.
-Rosa, Pereira, quedaos aquí, luego volveré para hablar con vosotros.-Dijo Colt con semblante serio.
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Capítulo 3:
Bajo el techo de la Stratosphere Tower, allá por el piso decimocuarto, o los alrededores, se oscurecían los pasillos frente a una sala central plagada de mesas y sillas, donde había unas siete personas, cada cual mas variopinta que la anterior.
Sentado en una silla, se encontraba un joven rubio, alto y esbelto, de ojos claros. Vestía un pantalón vaquero bastante deteriorado, y, lo que parecía ser una camisa de tiras de vendas, superpuestas como si fuesen una malla, y por encima un chaleco naranja. Llevaba unas botas negras, y jugaba con una moneda, impaciente; a su derecha, había una chica con el pelo lacio y castaño, con unas gafas de sol y vestida con una camisa blanca, unos shorts vaqueros y una cazadora vaquera por encima. La chica reía impaciente, como si le hiciese gracia la llegada de un nuevo miembro; a su derecha, había otra muchacha, de cabellos ondulados y largos de un color castaño, que caían sobre su espalda, la cual estaba a medio cubrir por un cuello alto beige, y unos pantalones vaqueros largos, con unas botas marrones al final. Ésta no hacía mas que molestar a otro chico, este algo mayor, que se encontraba a su lado, vestido con una camiseta negra bastante deteriorada, con unas ciertas marcas de sangre y grasa, con un pantalón vaquero mas que manchado por dichos fluidos. Un poco mas apartada del grupo, había una muchacha, bastante mas joven que el resto del grupo, de pelo castaño y ojos pardos, vestida con una camiseta negra, y una especie de bandera azul con una cruz roja en su estampado. Llevaba unos vaqueros shorts rasgados e hilvanados como si de pelusilla se tratase al final de estos. Estaba escuchando música con un auricular conectado, mientras que el otro oído parecía estar a lo que cazase, como sus ojos, mirando a la nada. En otro rincón se encontraba un joven alto y paliducho con el pelo lacio y de media longitud, bastante delgado y con una camiseta negra de tirantes rasgada, y unos pantalones oscuros, con una sobrecamisa negra que le dejaba un hombro al descubierto mostrando una herida ya cicatrizada, que le recorría todo el brazo. Y en el centro de la sala, un hombre ya maduro, rubio y con barba, vestido con pantalones de camuflaje y una camiseta verde oscura de tirantas, muy ceñida, dejando ver unos musculos bastante densos, con heridas cicatrizadas y tatuajes recorriendole ambos brazos. A su espalda portaba un fusil AK-45, y en su cinturón, desde un cuchillo largo hasta dos pistolas simples.
En la sala entraron de repente Colt y Carl, con paso firme y decidido, y tal cual fueron entrando, los demás de la sala les miraron impacientes. De repente, el militar, que parecía ser el lider de todo el grupo, se dirigió al muchacho:
-Así que tu eres el novato sin desinfectar.-hizo una parada ante la mueca de descontento del grupo, y con semblante serio añadió.- ¿Cuando pensabas venir a saludar? ¿Cuando el escaner te hubiese frito el cerebro?- Comentario ante el cual, varios rieron.
-Si no tiene bastante, yo lo despedazo y lo trincho como a un pollo asado-dijo el paliducho del rincón.
-¿Este es el gilipollas que ha destrozado mi Cadillac?-preguntó el muchacho manchado de grasa.- Me había costado mucho tiempo preparar ese coche, ahora no lo podremos meter en el refugio, porque el señorito le apeteció hacerlo volar.-añadió con un tonillo de rintintín, mientras el rubio de la moneda sonreía, manteniendo la moneda de canto en equilibrio sobre su propio dedo.
-Callate Locke, el muchacho no tuvo otra opción.-comentó la chica del pelo largo.
-Pues yo pienso que deberíamos echarlo de aquí. Nunca se sabe si podría ser un espía, o peor aún, si está infectado.-afirmó el chico con pinta de mecánico.
-¡Callaos todos! En este refugio no se le cierra la puerta a nadie que haya sido desinfectado, aunque sea el mayor de los espías. Siempre fue así, y siempre lo será. ¿Cómo te llamas, recluta?-Soltó el lider del grupo con decisión.
-Mi.. Mi nombre es Carl.-dijo el muchacho, creyendo conveniente el decir su nombre sin explicar nada mas, a lo que Colt no soltó ni prenda.
-Ricardo Ocampo, general de este refugio. A las ordenes de mí mismo y del bienestar de mi gente, galones de plata por aniquilación de zombis, y bajo la bandera de los Desert, grupo del cual ahora eres miembro. El joven de la monedita, es Ronald Olivera, experto en aniquilación masiva y armas pesadas, de gran calibre, como ametralladoras gatlings o escopetas de cartuchos modificadas. La chica a su lado es Jeaney Peanutt, experta en blindaje y trajes especiales. Es la “diseñadora” del grupo, y experta en volar cosas. Artillería pesada, y explosiones por cortesía de nuestra pequeña Jeaney. A su derecha, Jockey Los Santos, experta en hípica y vehículos equinos para el mas silencioso de los transportes. Sin motor, no hay muertos alrededor. A veces está un poco loca, no le hagas demasiado caso-a lo que Jockey contestó con un quejido de fastidio- pero suele venir util cuando hay que salir a buscar recursos, y el Patrol está limpiando la manzana. El chico del Cadillac es Locke Smith, nuestro chofer particular, y mecánico de vehículos pesados. Todo lo que quieras que un vehículo haga, el te lo instalará... Excepto el autosexo, eso se lo reserva para él solo. Esa monada de ahí es mi hermana pequeña, Luna Ocampo. Experta en sabotaje y tecnología. Y ese flacucho de ahí es Lee O'donnell, armas blancas e informática vírica. Podemos decir que es como el ninja espía del grupo...
De repente un estruendo retumba en la Stratosphere Tower, provocando un terremoto en el interior del edificio, y alertando al grupo, cuando una sombra baja del sistema de ventilación con gran agilidad, y se descuelga ante Ocampo. Era una mujer pálida con el pelo oscuro y algunas mechas rubias, vestida con una especie de traje ajustado negro que realzaba las sensuales curvas que hacían mella en todo hombre allí. Sobre el traje, un chaleco ajustado que realzaba la belleza de sus ceñidos pechos, dejando a la imaginación lo justo y necesario para decirlo todo y no decir nada.
-Ocampo, algo ha chocado contra el techo de la torre. Es un objeto no identificado, necesito a los frikis para poder inspeccionarlo. Parece un objeto de alta tecnología, quizás de la mismísima Mano.
-¡No es posible! La Mano es solo una leyenda urbana.-dijo la joven gangster con alta exaltación, sacando su revolver y corriendo
-Callate cariño, ahora hay cosas mas importantes que tu opinión.-achacó la joven sombría.- Por cierto, tu eres el de la ventana. Yo soy Rain Vega, encantada.
-Yo soy Carl,...
-Carl, eres mono, pero, ¿me permites un consejo? Si no quieres dejar de serlo, no te acerques a mi habitación, o te dejaré sin cara. Por cierto, aprende a disparar, cariño.-Dijo guiñándole un ojo, mientras se le acercaba sensualmente.
-Rain, no es momento de ligar, vamos al techo. Todos. Colt, tu avisa a Ralph y Rose. Necesitamos al jefe de laboratorio por aquí.
-Si, general capullo, aunque no estoy ligando, y lo sabes.-respondió Rain con una sonrisa pícara en los labios.
Bajo el techo de la Stratosphere Tower, allá por el piso decimocuarto, o los alrededores, se oscurecían los pasillos frente a una sala central plagada de mesas y sillas, donde había unas siete personas, cada cual mas variopinta que la anterior.
Sentado en una silla, se encontraba un joven rubio, alto y esbelto, de ojos claros. Vestía un pantalón vaquero bastante deteriorado, y, lo que parecía ser una camisa de tiras de vendas, superpuestas como si fuesen una malla, y por encima un chaleco naranja. Llevaba unas botas negras, y jugaba con una moneda, impaciente; a su derecha, había una chica con el pelo lacio y castaño, con unas gafas de sol y vestida con una camisa blanca, unos shorts vaqueros y una cazadora vaquera por encima. La chica reía impaciente, como si le hiciese gracia la llegada de un nuevo miembro; a su derecha, había otra muchacha, de cabellos ondulados y largos de un color castaño, que caían sobre su espalda, la cual estaba a medio cubrir por un cuello alto beige, y unos pantalones vaqueros largos, con unas botas marrones al final. Ésta no hacía mas que molestar a otro chico, este algo mayor, que se encontraba a su lado, vestido con una camiseta negra bastante deteriorada, con unas ciertas marcas de sangre y grasa, con un pantalón vaquero mas que manchado por dichos fluidos. Un poco mas apartada del grupo, había una muchacha, bastante mas joven que el resto del grupo, de pelo castaño y ojos pardos, vestida con una camiseta negra, y una especie de bandera azul con una cruz roja en su estampado. Llevaba unos vaqueros shorts rasgados e hilvanados como si de pelusilla se tratase al final de estos. Estaba escuchando música con un auricular conectado, mientras que el otro oído parecía estar a lo que cazase, como sus ojos, mirando a la nada. En otro rincón se encontraba un joven alto y paliducho con el pelo lacio y de media longitud, bastante delgado y con una camiseta negra de tirantes rasgada, y unos pantalones oscuros, con una sobrecamisa negra que le dejaba un hombro al descubierto mostrando una herida ya cicatrizada, que le recorría todo el brazo. Y en el centro de la sala, un hombre ya maduro, rubio y con barba, vestido con pantalones de camuflaje y una camiseta verde oscura de tirantas, muy ceñida, dejando ver unos musculos bastante densos, con heridas cicatrizadas y tatuajes recorriendole ambos brazos. A su espalda portaba un fusil AK-45, y en su cinturón, desde un cuchillo largo hasta dos pistolas simples.
En la sala entraron de repente Colt y Carl, con paso firme y decidido, y tal cual fueron entrando, los demás de la sala les miraron impacientes. De repente, el militar, que parecía ser el lider de todo el grupo, se dirigió al muchacho:
-Así que tu eres el novato sin desinfectar.-hizo una parada ante la mueca de descontento del grupo, y con semblante serio añadió.- ¿Cuando pensabas venir a saludar? ¿Cuando el escaner te hubiese frito el cerebro?- Comentario ante el cual, varios rieron.
-Si no tiene bastante, yo lo despedazo y lo trincho como a un pollo asado-dijo el paliducho del rincón.
-¿Este es el gilipollas que ha destrozado mi Cadillac?-preguntó el muchacho manchado de grasa.- Me había costado mucho tiempo preparar ese coche, ahora no lo podremos meter en el refugio, porque el señorito le apeteció hacerlo volar.-añadió con un tonillo de rintintín, mientras el rubio de la moneda sonreía, manteniendo la moneda de canto en equilibrio sobre su propio dedo.
-Callate Locke, el muchacho no tuvo otra opción.-comentó la chica del pelo largo.
-Pues yo pienso que deberíamos echarlo de aquí. Nunca se sabe si podría ser un espía, o peor aún, si está infectado.-afirmó el chico con pinta de mecánico.
-¡Callaos todos! En este refugio no se le cierra la puerta a nadie que haya sido desinfectado, aunque sea el mayor de los espías. Siempre fue así, y siempre lo será. ¿Cómo te llamas, recluta?-Soltó el lider del grupo con decisión.
-Mi.. Mi nombre es Carl.-dijo el muchacho, creyendo conveniente el decir su nombre sin explicar nada mas, a lo que Colt no soltó ni prenda.
-Ricardo Ocampo, general de este refugio. A las ordenes de mí mismo y del bienestar de mi gente, galones de plata por aniquilación de zombis, y bajo la bandera de los Desert, grupo del cual ahora eres miembro. El joven de la monedita, es Ronald Olivera, experto en aniquilación masiva y armas pesadas, de gran calibre, como ametralladoras gatlings o escopetas de cartuchos modificadas. La chica a su lado es Jeaney Peanutt, experta en blindaje y trajes especiales. Es la “diseñadora” del grupo, y experta en volar cosas. Artillería pesada, y explosiones por cortesía de nuestra pequeña Jeaney. A su derecha, Jockey Los Santos, experta en hípica y vehículos equinos para el mas silencioso de los transportes. Sin motor, no hay muertos alrededor. A veces está un poco loca, no le hagas demasiado caso-a lo que Jockey contestó con un quejido de fastidio- pero suele venir util cuando hay que salir a buscar recursos, y el Patrol está limpiando la manzana. El chico del Cadillac es Locke Smith, nuestro chofer particular, y mecánico de vehículos pesados. Todo lo que quieras que un vehículo haga, el te lo instalará... Excepto el autosexo, eso se lo reserva para él solo. Esa monada de ahí es mi hermana pequeña, Luna Ocampo. Experta en sabotaje y tecnología. Y ese flacucho de ahí es Lee O'donnell, armas blancas e informática vírica. Podemos decir que es como el ninja espía del grupo...
De repente un estruendo retumba en la Stratosphere Tower, provocando un terremoto en el interior del edificio, y alertando al grupo, cuando una sombra baja del sistema de ventilación con gran agilidad, y se descuelga ante Ocampo. Era una mujer pálida con el pelo oscuro y algunas mechas rubias, vestida con una especie de traje ajustado negro que realzaba las sensuales curvas que hacían mella en todo hombre allí. Sobre el traje, un chaleco ajustado que realzaba la belleza de sus ceñidos pechos, dejando a la imaginación lo justo y necesario para decirlo todo y no decir nada.
-Ocampo, algo ha chocado contra el techo de la torre. Es un objeto no identificado, necesito a los frikis para poder inspeccionarlo. Parece un objeto de alta tecnología, quizás de la mismísima Mano.
-¡No es posible! La Mano es solo una leyenda urbana.-dijo la joven gangster con alta exaltación, sacando su revolver y corriendo
-Callate cariño, ahora hay cosas mas importantes que tu opinión.-achacó la joven sombría.- Por cierto, tu eres el de la ventana. Yo soy Rain Vega, encantada.
-Yo soy Carl,...
-Carl, eres mono, pero, ¿me permites un consejo? Si no quieres dejar de serlo, no te acerques a mi habitación, o te dejaré sin cara. Por cierto, aprende a disparar, cariño.-Dijo guiñándole un ojo, mientras se le acercaba sensualmente.
-Rain, no es momento de ligar, vamos al techo. Todos. Colt, tu avisa a Ralph y Rose. Necesitamos al jefe de laboratorio por aquí.
-Si, general capullo, aunque no estoy ligando, y lo sabes.-respondió Rain con una sonrisa pícara en los labios.
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Carl corría por un estrecho y oscuro pasillo, solo iluminado por la tenue luz de una ventanilla al final de dicho pasillo. El muchacho no hacía mas que correr, con sus nuevos compañeros delante y detrás de sí, entre el ruido de voces alarmadas, y mientras el General Ocampo sacaba su walkie-talkie, dando ordenes sin ton ni son, pero, si todos estaban allí, ¿a quien daba órdenes? Entonces llegando al final del pasillo, topando con la desviación hacia una escalera, se detuvieron, pero tan angosto era el pasillo, tan poca la luz, y tanta gente había, que no logró a divisar qué era lo que pasaba. Allí lo entendió todo. Estos no eran los únicos supervivientes. Había mas, tanto fuera como dentro del refugio. De repente comenzaron de nuevo a correr escaleras arriba, con el firme impulso de llegar a ver el extraño artefacto que había colisionado con la torre, causando todo aquel revuelo. A medida que iban subiendo por las escaleras, Carl podía ver las puertas de emergencia de los pisos superiores por los que pasaba. La mayoría estaban oscuros y vacíos. No comprendía por qué lo llamaban refugio, y no cuartel general, o algo por el estilo, pero en la planta nº 23, todo cambió, cuando por la puerta de emergencia se podían atisbar grandes luces y voces angelicales dentro, provenientes de niños no mayores de diez años.
A pesar de ello, siguió subiendo escaleras arriba, hasta llegar a la luz que salía de una puerta, donde salieron al exterior. Cualquiera de aquellos aparatos podría ser el extraño artefacto: una montaña rusa, y diversas atracciones de parque temático. Carl se preguntó si todo aquello estaría allí antes del año de la Mano, o lo pusieron para tener un rincón particular para aquellos niños del refugio. Todo podría ser el extraño artefacto, pero sin duda, lo que mas le llamó la atención era aquello que tenía un cráter bajo sí, y que había llegado al piso inferior. Aquel enorme huevo negro, obsidiana, con un símbolo de una cruz en su centro. Aquello debía ser el artefacto. Nada mas llegar, Lee y Luna se pusieron manos a la obra, intentando investigar el extraño huevo, con radares, escáners y demás aparatos de radiaciones. Sin embargo, el huevo parecía estar hecho con un material mas resistente de lo que jamás habían visto.
-Rick, esto nos llevará un buen rato, y necesitamos a Ralph por aquí-dijo Luna a su hermano, sin apartar la vista de aquel extraño cometa.- Precintame la zona.
-Esta bien, hermanita, pero no me llames Rick, sabes que lo odio.-protestó el lider- Chicos, bajad al salón principal, y en cuanto os topeis con Ralph y el resto, mandadlos directamente hacia aquí. Tu, novato, ni se te ocurra salir de allá abajo sin vigilancia. Aún no eres de fiar. Ronald, tu y Colt lo vigilaréis. Rain, donde coño estés, corre a tapiar las entradas. El refugio está cerrado hasta nuevo aviso.
-¡Si, mi señor, general soldadito de plástico!
-No te pases Rain, y haz lo que te ordeno.-dijo a la arrogante chica con tono desafiante.- Jeaney, quedate aquí. Puede que necesitemos volar esta cáscara para ver que hay dentro. Jock, tu y Locke iréis a por víveres antes que tapiemos esto del todo.
-Pero señor, el Patrol está aún fuera.-Achacó el impetuoso chófer.
-Pues avisalos por walkie, tienen una hora para llegar, si para entonces no están aquí, el refugio se cerrará herméticamente. Y lo mismo te digo, tienes una hora para volver.
Todos obedecieron y fueron bajando. Locke y Jockey bajaron directamente al garaje, mientras Ronald y el novato recluta del refugio bajaron a toda prisa hacia la sala principal. Mientras iban llegando a la sala, Ronald empezó a sonreír y miró al muchacho con cara de sorna, el cual iba asustado y no sabía donde se había metido. Había mas gente allá afuera, y los iban a dejar con aquellas bestias... ¿Qué clase de loco era aquel General Ocampo?
-Si, es un gilipollas. Si no fuese por su hermana y porque cuando llegamos ya estaba aquí, quizás ahora estaría fuera del refugio.-Dijo Ronald, como si le leyese el pensamiento.- No te preocupes, tu y yo no vamos a dejar que el Patrol se quede fuera. No nos vamos a quedar quietos.
-Pero,¿y Colt y los demás? Los necesitan arriba.
-Tranquilo, colega, si no me equivoco estarán a la vuelta de esa esquina.
Carl no entendió esa última afirmación, pero mientras iban corriendo, y unos segundos después, asomaron por la desviación del final del pasillo tres personas a toda velocidad, como si la vida les fuese en ello. Eran ellos. ¿Cómo podían ser tan rapidos?
-Pereira, con don capullo, Colt, ve con Jock y Don Hotwheels, van a necesitar tu puntería a donde van. Rosa, tu vendrás con nosotros. Necesitamos alguien que retuerza cuellos mientras llega el Patrol, y yo tengo que ir llamando. No podemos dejar al chico solo.
-¡Si Coronel!-Respondió la morena.
-Rosa, te he dicho mil veces que no me llames coronel. Esas cosas para el imbécil de Ocampo. a mi no me hacen gracia.-Dijo con el semblante serio, y a continuación miró al muchacho.- Tu, novato, ¿sabes como disparar un arma, o qué os enseñan en la escuela del General Ocampo?
-Se disparar, pero no apunto demasiado bien.
-Entonces como todos, no te preocupes.
Acto seguido cada uno tomó direcciones diferentes. Mientras Ronald, Carl, Rosa y Colt bajaban al garaje, Ralph subía a toda prisa hacia la azotea, mientras se encendía un puro y empezaba a fumar. Aquel hombre tenía una resistencia y un fisico asombroso para ser un fumador compulsivo. Una vez hubo llegado a la cumbre de la torre, y vio aquel artefacto, soltó una calada a su puro, y dijo:
-Vaya huevo del demonio, parece que nos ha tocado la negra.-tras lo cual soltó una risotada disimulada por el puro.
-¿Y los demás?- Soltó el General con alta exaltación.
-Bajaron corriendo al garaje, creo que decían algo de cubrir al Patrol.
-¡Maldita sea! Les dije que tapiaran todo herméticamente en una hora. Será mejor que vaya yo mismo, a asegurarme de que cumplen la orden cuando es debido.
Mientras, escaleras abajo hacia el garaje, paralelamente se encontraban Carl, Colt, Ronald y Rosa, bajando a un ritmo calmado. A medida que bajaban, la expresión de Ronald se hacía aún mas superior, con una media sonrisa asomando. Colt, de repente paró.
-¿Qué sucede Colt?-Soltó Rosa con aire de preocupación.
-Que Ocampo está bajando las escaleras como alma que lleva el diablo.-Dijo Ronald como si ambos hubiesen notado lo mismo.- Solo hay que pensar un poco. Ralph ha subido y nos ha dejado aquí, cuando las ordenes eran que tu subieras y nosotros vigilasemos al chico-dijo a Rosa.- Está tardando en llegar.
-¿Qué hacemos? Si ve que lo vamos a desobedecer ¿no se pondrá furioso?-dijo el muchacho.
-Furioso es poco. ¿Viste la herida de O'donnell?- Dijo el rubio pasando el semblante a serio, como si fuese casi robótico.- le abrió las puertas a los niños cuando llegaron.
-Un momento, ¿los niños de allá arriba?
-Esos niños. Decían que solo consumirían recursos. Treinta niños a las puertas de tu refugio, y a ti no se te ocurre otra cosa que tapiarlo todo herméticamente.-dijo Colt- Este hombre ha perdido la cabeza.
-Solo consiguieron entrar diez de esos treinta niños. El resto...-Dijo rosa, tras lo cual hizo una pausa larga.
-Ronald, yo intentaré detenerlo. Cubrid al Patrol. Deben entrar pase lo que pase.-Dijo Colt.
-Pero Colt, te destrozará.- Dijo Rosa.
-Mejor un brazo roto, que siete personas muertas. Siete amigos muertos.- Afirmó la muchacha, y los demás siguieron bajando hasta llegar al garaje, con la esperanza de que el patrol llegase a tiempo antes de cerrar. Carl, en la inopia total, seguía preguntandose qué diablos era el patrol, y por qué era tan importante. Unos dos o tres pisos mas arriba, donde se suponía que debía estar Colt esperando al General Ocampo, empezaron a oírse voces, y de repente se oyó un golpe sordo, seguido de sonidos de pelea, que poco tiempo duraron, pues de repente se oyó un grito femenino. Colt había caído...
A pesar de ello, siguió subiendo escaleras arriba, hasta llegar a la luz que salía de una puerta, donde salieron al exterior. Cualquiera de aquellos aparatos podría ser el extraño artefacto: una montaña rusa, y diversas atracciones de parque temático. Carl se preguntó si todo aquello estaría allí antes del año de la Mano, o lo pusieron para tener un rincón particular para aquellos niños del refugio. Todo podría ser el extraño artefacto, pero sin duda, lo que mas le llamó la atención era aquello que tenía un cráter bajo sí, y que había llegado al piso inferior. Aquel enorme huevo negro, obsidiana, con un símbolo de una cruz en su centro. Aquello debía ser el artefacto. Nada mas llegar, Lee y Luna se pusieron manos a la obra, intentando investigar el extraño huevo, con radares, escáners y demás aparatos de radiaciones. Sin embargo, el huevo parecía estar hecho con un material mas resistente de lo que jamás habían visto.
-Rick, esto nos llevará un buen rato, y necesitamos a Ralph por aquí-dijo Luna a su hermano, sin apartar la vista de aquel extraño cometa.- Precintame la zona.
-Esta bien, hermanita, pero no me llames Rick, sabes que lo odio.-protestó el lider- Chicos, bajad al salón principal, y en cuanto os topeis con Ralph y el resto, mandadlos directamente hacia aquí. Tu, novato, ni se te ocurra salir de allá abajo sin vigilancia. Aún no eres de fiar. Ronald, tu y Colt lo vigilaréis. Rain, donde coño estés, corre a tapiar las entradas. El refugio está cerrado hasta nuevo aviso.
-¡Si, mi señor, general soldadito de plástico!
-No te pases Rain, y haz lo que te ordeno.-dijo a la arrogante chica con tono desafiante.- Jeaney, quedate aquí. Puede que necesitemos volar esta cáscara para ver que hay dentro. Jock, tu y Locke iréis a por víveres antes que tapiemos esto del todo.
-Pero señor, el Patrol está aún fuera.-Achacó el impetuoso chófer.
-Pues avisalos por walkie, tienen una hora para llegar, si para entonces no están aquí, el refugio se cerrará herméticamente. Y lo mismo te digo, tienes una hora para volver.
Todos obedecieron y fueron bajando. Locke y Jockey bajaron directamente al garaje, mientras Ronald y el novato recluta del refugio bajaron a toda prisa hacia la sala principal. Mientras iban llegando a la sala, Ronald empezó a sonreír y miró al muchacho con cara de sorna, el cual iba asustado y no sabía donde se había metido. Había mas gente allá afuera, y los iban a dejar con aquellas bestias... ¿Qué clase de loco era aquel General Ocampo?
-Si, es un gilipollas. Si no fuese por su hermana y porque cuando llegamos ya estaba aquí, quizás ahora estaría fuera del refugio.-Dijo Ronald, como si le leyese el pensamiento.- No te preocupes, tu y yo no vamos a dejar que el Patrol se quede fuera. No nos vamos a quedar quietos.
-Pero,¿y Colt y los demás? Los necesitan arriba.
-Tranquilo, colega, si no me equivoco estarán a la vuelta de esa esquina.
Carl no entendió esa última afirmación, pero mientras iban corriendo, y unos segundos después, asomaron por la desviación del final del pasillo tres personas a toda velocidad, como si la vida les fuese en ello. Eran ellos. ¿Cómo podían ser tan rapidos?
-Pereira, con don capullo, Colt, ve con Jock y Don Hotwheels, van a necesitar tu puntería a donde van. Rosa, tu vendrás con nosotros. Necesitamos alguien que retuerza cuellos mientras llega el Patrol, y yo tengo que ir llamando. No podemos dejar al chico solo.
-¡Si Coronel!-Respondió la morena.
-Rosa, te he dicho mil veces que no me llames coronel. Esas cosas para el imbécil de Ocampo. a mi no me hacen gracia.-Dijo con el semblante serio, y a continuación miró al muchacho.- Tu, novato, ¿sabes como disparar un arma, o qué os enseñan en la escuela del General Ocampo?
-Se disparar, pero no apunto demasiado bien.
-Entonces como todos, no te preocupes.
Acto seguido cada uno tomó direcciones diferentes. Mientras Ronald, Carl, Rosa y Colt bajaban al garaje, Ralph subía a toda prisa hacia la azotea, mientras se encendía un puro y empezaba a fumar. Aquel hombre tenía una resistencia y un fisico asombroso para ser un fumador compulsivo. Una vez hubo llegado a la cumbre de la torre, y vio aquel artefacto, soltó una calada a su puro, y dijo:
-Vaya huevo del demonio, parece que nos ha tocado la negra.-tras lo cual soltó una risotada disimulada por el puro.
-¿Y los demás?- Soltó el General con alta exaltación.
-Bajaron corriendo al garaje, creo que decían algo de cubrir al Patrol.
-¡Maldita sea! Les dije que tapiaran todo herméticamente en una hora. Será mejor que vaya yo mismo, a asegurarme de que cumplen la orden cuando es debido.
Mientras, escaleras abajo hacia el garaje, paralelamente se encontraban Carl, Colt, Ronald y Rosa, bajando a un ritmo calmado. A medida que bajaban, la expresión de Ronald se hacía aún mas superior, con una media sonrisa asomando. Colt, de repente paró.
-¿Qué sucede Colt?-Soltó Rosa con aire de preocupación.
-Que Ocampo está bajando las escaleras como alma que lleva el diablo.-Dijo Ronald como si ambos hubiesen notado lo mismo.- Solo hay que pensar un poco. Ralph ha subido y nos ha dejado aquí, cuando las ordenes eran que tu subieras y nosotros vigilasemos al chico-dijo a Rosa.- Está tardando en llegar.
-¿Qué hacemos? Si ve que lo vamos a desobedecer ¿no se pondrá furioso?-dijo el muchacho.
-Furioso es poco. ¿Viste la herida de O'donnell?- Dijo el rubio pasando el semblante a serio, como si fuese casi robótico.- le abrió las puertas a los niños cuando llegaron.
-Un momento, ¿los niños de allá arriba?
-Esos niños. Decían que solo consumirían recursos. Treinta niños a las puertas de tu refugio, y a ti no se te ocurre otra cosa que tapiarlo todo herméticamente.-dijo Colt- Este hombre ha perdido la cabeza.
-Solo consiguieron entrar diez de esos treinta niños. El resto...-Dijo rosa, tras lo cual hizo una pausa larga.
-Ronald, yo intentaré detenerlo. Cubrid al Patrol. Deben entrar pase lo que pase.-Dijo Colt.
-Pero Colt, te destrozará.- Dijo Rosa.
-Mejor un brazo roto, que siete personas muertas. Siete amigos muertos.- Afirmó la muchacha, y los demás siguieron bajando hasta llegar al garaje, con la esperanza de que el patrol llegase a tiempo antes de cerrar. Carl, en la inopia total, seguía preguntandose qué diablos era el patrol, y por qué era tan importante. Unos dos o tres pisos mas arriba, donde se suponía que debía estar Colt esperando al General Ocampo, empezaron a oírse voces, y de repente se oyó un golpe sordo, seguido de sonidos de pelea, que poco tiempo duraron, pues de repente se oyó un grito femenino. Colt había caído...
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Me esta gustando bastante tu relato, espero que no lo dejes abandonado
Grinko_92- Jefe de Seguridad
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
yo tambien espero poder continuarlo jejeje
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
-¡Corred!¡ya está aquí!
-Maldita sea, Rosa, también me he dado cuenta.-Gritó Ronald, con desesperación.- Yo me quedaré, e intentaré pararlo. Puede que yo lo consiga.
-Pero entonces ¿quién va a llamar por walkie?-Dijo Rosa, tras lo cual se hizo un gran silencio, sonando de fondo los rugidos de ira de Ocampo, que bajaba cada vez mas deprisa.-Tendré que quedarme yo.
-¡Pero Rosa!-exclamó Carl.
-Tranquilo, novato. Rosa podrá pararle los pies durante un rato. Mientras, haremos lo que podamos para tapiar las puertas al garaje. ¡Corre! Baja tu primero.-Dijo, mientras se quedaba atrás, y con una mirada le dijo a Rosa todo lo que ella entendió como un: “eres nuestra ultima esperanza”. Tras esto, bajó rápidamente hacia el garaje.
Rosa quedó cual cancerbero esperando ante las puertas del infierno a aquel bastardo que bajaba tratando de destruir todo lo destruible. Allí quedaba la oportunidad de detenerlo todo, o de perecer en el intento. Los segundos se hicieron inesperables, mas rapidos de lo que le gustaría, mas lentos de lo que jamás habría podido imaginar, esperando la hora en la que se probaría a si misma. De repente el ritmo al que se venía venir a Ocampo, fue bajando de intensidad, y en la esquina de la escalera un par de botas que bajaban andando, con aire de superioridad y de tranquilidad. Sobre ellas, un tipo manchado de sangre, y con una nueva herida en el abdomen, aún brotando un hilo de sangre que bastaba para llenar un vaso en pocos minutos.
-Hombre, mi buena amiga Rosa. Otra vez ha venido a desafiarme.-Soltó el maduro militar con sorna y congoja.
-No te tengo miedo, Ricardo. Vas a pagar todo lo que nos has hecho pasar a todos.
-Eso mismo me ha dicho tu amiga la “choriza”. Ya no volverá a decirlo.
-¡¿Qué demonios le has hecho a Colt?!
-Lo mismo que voy a hacerte a ti.
Ya en el garaje, se escuchaban los pasos de la encarnizada pelea, en la cual se enzarzaban ambos, y el miedo recorría los cuerpos de los presentes en el garaje. Cuando ambos muchachos llegaron a la planta del suelo, Carl pudo ver el garaje, tal cual estaba provisto. Se había hecho una demolición de la pared principal, a modo de arco de garaje, y allí se había puesto una puerta, que parecía ser blindada, la cual poseía varios engranajes complejos y números de seguridad. La puerta se conectaba a un superordenador de quizás tres metros de ancho y otros dos de alto, el cual tenía señales de peligro por prácticamente toda su superficie. Unas luces moradas, se volvían verdes a la vez que la puerta se iba abriendo cada cerrojo y engranaje que mantenía la puerta cerrada. La puerta parecía ser de una aleación tan resistente, precisamente para que los no muertos no pudieran entrar de ninguna manera. El garaje era un sitio bastante amplio, donde parecía que se había dispuesto toda la planta principal como garaje, con contrafuertes mecánicos en el techo, en cada pilar, que parecían dispuestos allí para aguantar el peso de la torre sobre si, pues todos los tabiques habían sido derribados. Carl jamás había visto esa tecnología, pero parecía ser bastante avanzada y casera, puesto que los contrafuertes no eran sino objetos hechos con restos de otra puerta, por lo que dedujo que debieron traerla de algun lugar, y que debía ser grande, pues dos puertas de aquel calibre y tecnología eran suficiente para proteger un refugio militar bastante grande. Al ordenador, se encontraba Locke tecleando claves y desbloqueando cierres para abrir la puerta. En el garaje había 4 coches: un Ford Mustang GT, deportivo, preparado especialmente con puertas de metal blindado y aleacion de fibra de carbono; un Nissan Pick up, azul con una ametralladora gatling solapada a la parte de carga; un Toyota V8, todoterreno con un rifle de mira en el techo, y unas lanzas cuchilla en forma de estrella de ocho puntas en los ejes, de no mas de 30 centímetros de largo, afiladas y brillantes; una furgoneta Renault traffic, aparentemente normal, pero dispuesta con aleación de un metal extraño para Carl; y por ultimo, un Chevrolet Camaro con sendas ametralladoras a ambos lados del coche, a la altura del depósito, solapadas a un brazo afilado que llegaba al coche. Aquello era un garaje dispuesto de tal manera que todo vehículo era un arma mortal. Al lado del Nissan Pick up, se encontraba Jockey, llenando el depósito con una serie de bidones y un compresor de nitrógeno líquido que hacía presión sobre el bidón para expulsarlo al interior del coche. Nada mas llegar, Ronald intentó comunicar con el resto del equipo del Patrol . Sin embargo una sensación de frustración inundó el rostro de Ronald, que, al descolgar el walkie, observó que no había linea.
-¡Maldita sea! No hay linea.
-¿Eso qué quiere decir?-dijo Carl con semblante preocupado.
-Quiere decir, que el Patrol no está en una zona comunicada. Te explico brevemente, tenemos antenas dispuestas por prácticamente toda Las Vegas, o mas bien dicho, por todos los lugares a los que solemos llegar. Esa es la linea que usa el walkie. Deben haberse desviado.-Tras esto, oyó varios golpes en los pisos superiores, y la preocupación le inundó.- ¡Rápido chico, tapia la puerta con la llave!-Dijo señalando a una llave mecánica de un metro y medio de larga aproximadamente, con la que Carl, rápidamente atrancó la puerta.
De repente la puerta blindada empezó a abrirse bajo luces verdes, y un murmullo amenazador se oyó tras ella. Al dejar un resquicio mientras iba abriendose, la puerta mostró a una horda de zombis que perseguían a una chica pelirroja, que se abría camino disparando entre los pocos que había entre ella y la puerta blindada. Ronald, al ver aquello, no dudó en entrar en una habitación que había al lado de la puerta que daba a la escalera, y salió con dos fusiles semiautomáticos. Miró desafiantemente a Carl, que tuvo miedo de disparar a la chica viva, pero tomó uno de los fusiles, y se atrevió a adelantarse, junto con el joven rubio, y, al unísono empezaron a disparar a aquellas criaturas, intentando sortear a la chica.
-¡Cerrad las puertas! ¡Cerrad las puertas! ¡El Patrol ha caido!- Gritaba la joven pelirroja, mientras corría a mas no poder.
-¡Locke! ¡Cierra la maldita puerta!- Dijo Ronald, mientras la puerta de emergencia, que daba a las escaleras, era derrumbada de una sola patada, y aparecía un hombre ensangrentado, mas que un hombre, una bestia.
-Oh mierda...-Suspiró Locke, mientras intentaba cerrar las puertas. Sin embargo, las luces que estaban en verde, se volvieron rojas de repente.
Mientras, el General Ocampo se dirigió corriendo hacia Ronald, quien intentó disparar, pero, sin munición, no tuvo mas que hacer que el amago de disparar. Mientras, Carl seguía guardando la espalda a la chica pelirroja, hasta que llegó a entrar. Jockey, que había entrado en la habitación en la que anteriormente entró Ronald, traía otros tres fusiles, de los cuales uno se lo dió a Locke, y el otro a la chica nueva, y los cuatro siguieron disparando y avanzando hacia los zombis haciendolos retroceder. Paralelamente, Ronald era apresado por aquella bestia a la que una vez osó llamar General.
-Pensabas que podías desobedecerme todas las veces que te diera la gana, ¿verdad?-Dijo mientras lo sostenía por el cuello, y lo iba llevando hacia fuera del edificio. Una vez fuera, lo sostuvo en alto.-Es la ultima vez que me desobedeces.
-Calla, maldito lunático.-Dijo mientras cogía un cuchillo militar del cinto del propio Ocampo, y le cortaba la mano que le estaba sujetando. Mientras, los zombis olieron la sangre, y los de la avanzadilla, retrocedieron al verlos encolerizar. El general Ocampo soltó un grito desgarrado, y Ronald empezó a correr hacia la puerta. Locke, viendo sus intenciones, mandó a todos entrar, mientras los muertos cada vez iban siendo mas rapidos. Una vez todos dentro, Locke fue cerrando la puerta, pero aquella encolerizada bestia desmembrada y ensangrentada, intentó detener la puerta con sus propias manos, ralentizando el cierre de la puerta, y permitiendo que algunos infectados entrasen por la misma. De repente, alguien entró por la puerta de atrás, corriendo hacia el general, abalanzándose sobre él, y lanzándolo fuera, hacia los zombis. Sin embargo, esa persona también cayó dentro de la oleada de muertos. Tras aquellos lisos cabellos castaños y el reflejo de aquellas gafas de sol, se ocultaba una chica con una granada de mano sostenida en sus propios dedos. Aquella persona, no era ni mas ni menos que la pequeña Jeaney, que durante el ultimo atisbo de esperanza de que volviese a entrar, el resquicio de la puerta se iba cerrando, y ésta, con una sonrisa y lágrimas en los ojos, tras aquellas oscuras gafas de sol, quitó la anilla de la granada de mano, y la puerta se cerró.
-Maldita sea, Rosa, también me he dado cuenta.-Gritó Ronald, con desesperación.- Yo me quedaré, e intentaré pararlo. Puede que yo lo consiga.
-Pero entonces ¿quién va a llamar por walkie?-Dijo Rosa, tras lo cual se hizo un gran silencio, sonando de fondo los rugidos de ira de Ocampo, que bajaba cada vez mas deprisa.-Tendré que quedarme yo.
-¡Pero Rosa!-exclamó Carl.
-Tranquilo, novato. Rosa podrá pararle los pies durante un rato. Mientras, haremos lo que podamos para tapiar las puertas al garaje. ¡Corre! Baja tu primero.-Dijo, mientras se quedaba atrás, y con una mirada le dijo a Rosa todo lo que ella entendió como un: “eres nuestra ultima esperanza”. Tras esto, bajó rápidamente hacia el garaje.
Rosa quedó cual cancerbero esperando ante las puertas del infierno a aquel bastardo que bajaba tratando de destruir todo lo destruible. Allí quedaba la oportunidad de detenerlo todo, o de perecer en el intento. Los segundos se hicieron inesperables, mas rapidos de lo que le gustaría, mas lentos de lo que jamás habría podido imaginar, esperando la hora en la que se probaría a si misma. De repente el ritmo al que se venía venir a Ocampo, fue bajando de intensidad, y en la esquina de la escalera un par de botas que bajaban andando, con aire de superioridad y de tranquilidad. Sobre ellas, un tipo manchado de sangre, y con una nueva herida en el abdomen, aún brotando un hilo de sangre que bastaba para llenar un vaso en pocos minutos.
-Hombre, mi buena amiga Rosa. Otra vez ha venido a desafiarme.-Soltó el maduro militar con sorna y congoja.
-No te tengo miedo, Ricardo. Vas a pagar todo lo que nos has hecho pasar a todos.
-Eso mismo me ha dicho tu amiga la “choriza”. Ya no volverá a decirlo.
-¡¿Qué demonios le has hecho a Colt?!
-Lo mismo que voy a hacerte a ti.
Ya en el garaje, se escuchaban los pasos de la encarnizada pelea, en la cual se enzarzaban ambos, y el miedo recorría los cuerpos de los presentes en el garaje. Cuando ambos muchachos llegaron a la planta del suelo, Carl pudo ver el garaje, tal cual estaba provisto. Se había hecho una demolición de la pared principal, a modo de arco de garaje, y allí se había puesto una puerta, que parecía ser blindada, la cual poseía varios engranajes complejos y números de seguridad. La puerta se conectaba a un superordenador de quizás tres metros de ancho y otros dos de alto, el cual tenía señales de peligro por prácticamente toda su superficie. Unas luces moradas, se volvían verdes a la vez que la puerta se iba abriendo cada cerrojo y engranaje que mantenía la puerta cerrada. La puerta parecía ser de una aleación tan resistente, precisamente para que los no muertos no pudieran entrar de ninguna manera. El garaje era un sitio bastante amplio, donde parecía que se había dispuesto toda la planta principal como garaje, con contrafuertes mecánicos en el techo, en cada pilar, que parecían dispuestos allí para aguantar el peso de la torre sobre si, pues todos los tabiques habían sido derribados. Carl jamás había visto esa tecnología, pero parecía ser bastante avanzada y casera, puesto que los contrafuertes no eran sino objetos hechos con restos de otra puerta, por lo que dedujo que debieron traerla de algun lugar, y que debía ser grande, pues dos puertas de aquel calibre y tecnología eran suficiente para proteger un refugio militar bastante grande. Al ordenador, se encontraba Locke tecleando claves y desbloqueando cierres para abrir la puerta. En el garaje había 4 coches: un Ford Mustang GT, deportivo, preparado especialmente con puertas de metal blindado y aleacion de fibra de carbono; un Nissan Pick up, azul con una ametralladora gatling solapada a la parte de carga; un Toyota V8, todoterreno con un rifle de mira en el techo, y unas lanzas cuchilla en forma de estrella de ocho puntas en los ejes, de no mas de 30 centímetros de largo, afiladas y brillantes; una furgoneta Renault traffic, aparentemente normal, pero dispuesta con aleación de un metal extraño para Carl; y por ultimo, un Chevrolet Camaro con sendas ametralladoras a ambos lados del coche, a la altura del depósito, solapadas a un brazo afilado que llegaba al coche. Aquello era un garaje dispuesto de tal manera que todo vehículo era un arma mortal. Al lado del Nissan Pick up, se encontraba Jockey, llenando el depósito con una serie de bidones y un compresor de nitrógeno líquido que hacía presión sobre el bidón para expulsarlo al interior del coche. Nada mas llegar, Ronald intentó comunicar con el resto del equipo del Patrol . Sin embargo una sensación de frustración inundó el rostro de Ronald, que, al descolgar el walkie, observó que no había linea.
-¡Maldita sea! No hay linea.
-¿Eso qué quiere decir?-dijo Carl con semblante preocupado.
-Quiere decir, que el Patrol no está en una zona comunicada. Te explico brevemente, tenemos antenas dispuestas por prácticamente toda Las Vegas, o mas bien dicho, por todos los lugares a los que solemos llegar. Esa es la linea que usa el walkie. Deben haberse desviado.-Tras esto, oyó varios golpes en los pisos superiores, y la preocupación le inundó.- ¡Rápido chico, tapia la puerta con la llave!-Dijo señalando a una llave mecánica de un metro y medio de larga aproximadamente, con la que Carl, rápidamente atrancó la puerta.
De repente la puerta blindada empezó a abrirse bajo luces verdes, y un murmullo amenazador se oyó tras ella. Al dejar un resquicio mientras iba abriendose, la puerta mostró a una horda de zombis que perseguían a una chica pelirroja, que se abría camino disparando entre los pocos que había entre ella y la puerta blindada. Ronald, al ver aquello, no dudó en entrar en una habitación que había al lado de la puerta que daba a la escalera, y salió con dos fusiles semiautomáticos. Miró desafiantemente a Carl, que tuvo miedo de disparar a la chica viva, pero tomó uno de los fusiles, y se atrevió a adelantarse, junto con el joven rubio, y, al unísono empezaron a disparar a aquellas criaturas, intentando sortear a la chica.
-¡Cerrad las puertas! ¡Cerrad las puertas! ¡El Patrol ha caido!- Gritaba la joven pelirroja, mientras corría a mas no poder.
-¡Locke! ¡Cierra la maldita puerta!- Dijo Ronald, mientras la puerta de emergencia, que daba a las escaleras, era derrumbada de una sola patada, y aparecía un hombre ensangrentado, mas que un hombre, una bestia.
-Oh mierda...-Suspiró Locke, mientras intentaba cerrar las puertas. Sin embargo, las luces que estaban en verde, se volvieron rojas de repente.
Mientras, el General Ocampo se dirigió corriendo hacia Ronald, quien intentó disparar, pero, sin munición, no tuvo mas que hacer que el amago de disparar. Mientras, Carl seguía guardando la espalda a la chica pelirroja, hasta que llegó a entrar. Jockey, que había entrado en la habitación en la que anteriormente entró Ronald, traía otros tres fusiles, de los cuales uno se lo dió a Locke, y el otro a la chica nueva, y los cuatro siguieron disparando y avanzando hacia los zombis haciendolos retroceder. Paralelamente, Ronald era apresado por aquella bestia a la que una vez osó llamar General.
-Pensabas que podías desobedecerme todas las veces que te diera la gana, ¿verdad?-Dijo mientras lo sostenía por el cuello, y lo iba llevando hacia fuera del edificio. Una vez fuera, lo sostuvo en alto.-Es la ultima vez que me desobedeces.
-Calla, maldito lunático.-Dijo mientras cogía un cuchillo militar del cinto del propio Ocampo, y le cortaba la mano que le estaba sujetando. Mientras, los zombis olieron la sangre, y los de la avanzadilla, retrocedieron al verlos encolerizar. El general Ocampo soltó un grito desgarrado, y Ronald empezó a correr hacia la puerta. Locke, viendo sus intenciones, mandó a todos entrar, mientras los muertos cada vez iban siendo mas rapidos. Una vez todos dentro, Locke fue cerrando la puerta, pero aquella encolerizada bestia desmembrada y ensangrentada, intentó detener la puerta con sus propias manos, ralentizando el cierre de la puerta, y permitiendo que algunos infectados entrasen por la misma. De repente, alguien entró por la puerta de atrás, corriendo hacia el general, abalanzándose sobre él, y lanzándolo fuera, hacia los zombis. Sin embargo, esa persona también cayó dentro de la oleada de muertos. Tras aquellos lisos cabellos castaños y el reflejo de aquellas gafas de sol, se ocultaba una chica con una granada de mano sostenida en sus propios dedos. Aquella persona, no era ni mas ni menos que la pequeña Jeaney, que durante el ultimo atisbo de esperanza de que volviese a entrar, el resquicio de la puerta se iba cerrando, y ésta, con una sonrisa y lágrimas en los ojos, tras aquellas oscuras gafas de sol, quitó la anilla de la granada de mano, y la puerta se cerró.
Zetacop- Recien llegado al refugio
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Re: Cielo e infierno. Relato zombie
Luna se encontraba en las escaleras de emergencia al pie del cuerpo prácticamente inerte de Colt, aún vivo y con respiración, pero sin conocimiento alguno. La chica se encontraba desmayada en el suelo, al pie de la pared, con un hilo de sangre recorriendole desde la frente hasta la camisa que llevaba. Yacía tras la ardua batalla con el general Ricardo Ocampo. A su lado había un cuchillo ensangrentado, con muestras de haber sido usado en pos de apuñalamiento. Sin embargo, la muchacha carecía de marcas tales que indicase el haber sido apuñalado. Luna, quien cogía un trozo de su propia camiseta, la cual rasgaba con el cuchillo ensangrentado, y se lo colocaba a presión en la frente para cortar la hemorragia, se sentía acongojada por el hecho de que su propio hermano había perdido el juicio, y no era la primera vez. Por su mente pasaban los recuerdos como fugaces estrellas en un cielo oscuro, ennegrecido por la desdicha de un mundo consumido. Recordaba cómo tiempo atrás aquella bestia a la que solía llamar hermano, abrió las puertas de un edificio que él mismo había tomado, para que todo aquel que necesitase ayuda, la recibiese. Pero aquellos recuerdos fueron aplastados por uno mas poderoso...
En una habitación se encontraba un numeroso grupo de personas. Entre ellos, una joven y esperanzada Rosa Costa, Colt, con expresión de seriedad, un flacucho Ronald, un chico que podría parecer Odonnell, pero que vestía con colores llamativos, Luna, y Jeaney. Además, también había un joven de pelo oscuro y tez palida, con mirada perdida en la habitación, vestido con un chaleco antibalas y una camisa de licra debajo, con un pantalón vaquero ancho, al más puro estilo del Ghetto; y un joven rubio, vestido con una camiseta de los New York Nicks, un pantalón deportivo y unas gafas de sol. De repente, Ocampo entraba por la puerta, y, con una sonrisa en la cara, la miraba a ella. Luna era feliz en aquel momento con el cariño y aceptación de su hermano, y de sus amigos. Sin embargo, de repente, una sombra apareció por el pasillo.
-General Ocampo, hay seres vivos fuera del refugio. Los sensores indican que no están mordidos, pero no podemos asegurarlo, ¿que hacemos?-Decía una joven Rain Vega, con una expresión de vitalidad en el rostro.
-Enfoca las cámaras de seguridad.
-Señor, son niños unos treinta niños pequeños, no mayores de diez años. No tienen marcas de mordeduras, ni heridas graves.-Dijo Rain. Ante esto, paró y por walkie dijo.- Kate, abre las puertas.
-No, Kate. No necesitamos mas bocas que alimentar.-dijo el general Ocampo, sorprendiendo a todos los reunidos.
-Señor, son solo unos niños... no podemos dejarlos fuera...- Dijo Rain, ante el asombro de todos.
-Son solo unos miembros no productivos para un refugio. Bocas que alimentar, y pueden estar infectados. No correremos ese riesgo.
-Pero.. ¡Estás loco! ¡Kate, abre la maldita puerta!-Gritaba Rain.
-Kate, no abras esa puerta. Es una orden.-Dijo, mientras Lee salía corriendo hacia el garaje como alma que lleva el diablo. Ninguno podía imaginarse que ese flacucho pudiese ser tan veloz. Ronald, al verlo, le siguió e intentó apoyarle, pero sus piernas no iban tan deprisa.
-Maldita sea, Odonnell, ¿que te propones?-Decía Ronald, mientras todos los demás veían el revuelo, y el General no hacía mas que ordenar que pasara lo que pasara, no abrieran la puerta.
Luna, intentó correr tras ellos, pero todos intentaron detenerla. Sin embargo, su estatura le permitía escabullirse cuanto pudo, y llegar al garaje tras sus dos compañeros. Cuando llegó a aquel garaje, donde se empezaban a abrir las puertas, Kate se encontraba al ordenador, recibiendo ordenes de Odonnell, que gritaba que abriese la puerta sin parar. Una vez la puerta había sido abierta, Lee salió corriendo al encuentro de los críos, a quienes fue indicando la entrada al lugar, por la puerta blindada. De la nada empezaron a aparecer muertos persiguiendo a los niños, y Odonnell empezó a llevarselos y a meterlos al refugio todo lo rápido posible, con expresión de pánico y preocupación. De repente, mientras iba mandando a los niños entrar, la puerta se empezó a cerrar rápidamente, y dejó a Odonnell y a la inmensa mayoría de los niños fuera. Lee tomó a dos de aquellos niños, y a una niña, y las cargó a cuestas, y rápidamente llegó a entrar con ellos al refugio antes de que el ultimo atisbo de luz para aquellos niños se desvaneciera bajo un portazo. Justo antes de que aquella puerta se cerrase, Odonnell tendió un brazo a uno de aquellos niños que había quedado fuera, e intentó hacerlo entrar hacia el refugio de un solo tirón, sin embargo la puerta era mas rapida de lo que el niño, o su propio brazo pudieron sobrepasar, quedando el brazo del muchacho intentando sujetar al chico. Encarnado en la puerta mecánica.
-Nunca volverás a desobedecer una orden directa de un superior.-Dijo seriamente el general Ocampo, mientras lo tomaba de un brazo y lo arrancaba de las garras de la puerta blindada, con un grito desgarrado por parte del joven, quien, envueltos sus ojos en lágrimas, perdió el contacto con aquella criaturita inocente, dejando a aquel niño a las puertas de morir solo, tras una oleada de gritos, rugidos de muertos andantes, y llantos de espanto por parte de los presentes...
En una habitación se encontraba un numeroso grupo de personas. Entre ellos, una joven y esperanzada Rosa Costa, Colt, con expresión de seriedad, un flacucho Ronald, un chico que podría parecer Odonnell, pero que vestía con colores llamativos, Luna, y Jeaney. Además, también había un joven de pelo oscuro y tez palida, con mirada perdida en la habitación, vestido con un chaleco antibalas y una camisa de licra debajo, con un pantalón vaquero ancho, al más puro estilo del Ghetto; y un joven rubio, vestido con una camiseta de los New York Nicks, un pantalón deportivo y unas gafas de sol. De repente, Ocampo entraba por la puerta, y, con una sonrisa en la cara, la miraba a ella. Luna era feliz en aquel momento con el cariño y aceptación de su hermano, y de sus amigos. Sin embargo, de repente, una sombra apareció por el pasillo.
-General Ocampo, hay seres vivos fuera del refugio. Los sensores indican que no están mordidos, pero no podemos asegurarlo, ¿que hacemos?-Decía una joven Rain Vega, con una expresión de vitalidad en el rostro.
-Enfoca las cámaras de seguridad.
-Señor, son niños unos treinta niños pequeños, no mayores de diez años. No tienen marcas de mordeduras, ni heridas graves.-Dijo Rain. Ante esto, paró y por walkie dijo.- Kate, abre las puertas.
-No, Kate. No necesitamos mas bocas que alimentar.-dijo el general Ocampo, sorprendiendo a todos los reunidos.
-Señor, son solo unos niños... no podemos dejarlos fuera...- Dijo Rain, ante el asombro de todos.
-Son solo unos miembros no productivos para un refugio. Bocas que alimentar, y pueden estar infectados. No correremos ese riesgo.
-Pero.. ¡Estás loco! ¡Kate, abre la maldita puerta!-Gritaba Rain.
-Kate, no abras esa puerta. Es una orden.-Dijo, mientras Lee salía corriendo hacia el garaje como alma que lleva el diablo. Ninguno podía imaginarse que ese flacucho pudiese ser tan veloz. Ronald, al verlo, le siguió e intentó apoyarle, pero sus piernas no iban tan deprisa.
-Maldita sea, Odonnell, ¿que te propones?-Decía Ronald, mientras todos los demás veían el revuelo, y el General no hacía mas que ordenar que pasara lo que pasara, no abrieran la puerta.
Luna, intentó correr tras ellos, pero todos intentaron detenerla. Sin embargo, su estatura le permitía escabullirse cuanto pudo, y llegar al garaje tras sus dos compañeros. Cuando llegó a aquel garaje, donde se empezaban a abrir las puertas, Kate se encontraba al ordenador, recibiendo ordenes de Odonnell, que gritaba que abriese la puerta sin parar. Una vez la puerta había sido abierta, Lee salió corriendo al encuentro de los críos, a quienes fue indicando la entrada al lugar, por la puerta blindada. De la nada empezaron a aparecer muertos persiguiendo a los niños, y Odonnell empezó a llevarselos y a meterlos al refugio todo lo rápido posible, con expresión de pánico y preocupación. De repente, mientras iba mandando a los niños entrar, la puerta se empezó a cerrar rápidamente, y dejó a Odonnell y a la inmensa mayoría de los niños fuera. Lee tomó a dos de aquellos niños, y a una niña, y las cargó a cuestas, y rápidamente llegó a entrar con ellos al refugio antes de que el ultimo atisbo de luz para aquellos niños se desvaneciera bajo un portazo. Justo antes de que aquella puerta se cerrase, Odonnell tendió un brazo a uno de aquellos niños que había quedado fuera, e intentó hacerlo entrar hacia el refugio de un solo tirón, sin embargo la puerta era mas rapida de lo que el niño, o su propio brazo pudieron sobrepasar, quedando el brazo del muchacho intentando sujetar al chico. Encarnado en la puerta mecánica.
-Nunca volverás a desobedecer una orden directa de un superior.-Dijo seriamente el general Ocampo, mientras lo tomaba de un brazo y lo arrancaba de las garras de la puerta blindada, con un grito desgarrado por parte del joven, quien, envueltos sus ojos en lágrimas, perdió el contacto con aquella criaturita inocente, dejando a aquel niño a las puertas de morir solo, tras una oleada de gritos, rugidos de muertos andantes, y llantos de espanto por parte de los presentes...
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