RELATO "HAMMELIN"

HAMMELIN

-Te voy a contar un secreto-
Yo sabía de sobra a lo que se refería Juancar, conocía sobradamente su impostada manera de hacerse el interesante, como si tuviera en su mano la jugada de póquer perfecta. Decidí no abrir la boca, pero lo cierto es que yo ya había estado en La pecera, me sobraba escuchar que era muchísimo más que una simple lanzadera para nuevos Dj´s, que constituía el auténtico templo de la nueva ola, que suponía en definitiva el nacimiento de un nuevo tipo de relación entre el espectador y la música. Mientras conducía su Seat Ibiza por aquella comarcal rodeada a cada lado del carril por una poblada arboleda pensé en que o aquel lugar había cambiado mucho o no era el mismo matadero cochambroso y maloliente que yo había visitado tres meses antes; si no recordaba mal en ese tugurio aún podían verse manchas de sangre reseca en la pared, el escenario eran apenas tres tablas mal colocadas y en la barra te ponían algo que podría ser petróleo.
Finalmente aparcamos en aquel polígono despoblado y oscuro. Una vez dentro pude comprobar que efectivamente las cosas habían cambiado bastante desde la primera vez, ahora había un verdadero escenario, con un inmenso equipo de luces y sonido, la barra parecía una barra y quizás lo más chocante era que el lugar estaba hasta las trancas de gente moviéndose. bailaban cada uno a su aire, metidos de lleno en la música que ese tipo llamado Dj Hammelin pinchaba, aquel cabrón era jodidamente bueno, esa música no se podía explicar había que sentirla, ni siquiera necesitabas estar puesto, el tipo hacia que sonara y todo fluía, como si el tiempo se suspendiera, como si estuvieras colgado de un hilo que solo podría cortarse de golpe al parar la música, pero nadie quería que esa música acabara, mis pensamientos se esfumaron y solo podía moverme y seguir, moverme y seguir, no sabía el tiempo que llevaba así, pero un hecho fortuito hizo que todo cambiara.
En un momento decidí mirar a mí alrededor y sentí algo que me estremeció, veía los ojos, la cara, la expresión de los que me rodeaban, el público; parecía que llevaran así toda la vida, las cuencas estaban vacías, la tez pálida, la expresión perdida, entonces dejé de bailar. Fue el momento más pavoroso de mi vida, la multitud empezó a fijar su mirada en mí,, me diseccionaban con sus caras de odio, sentí un ataque de pánico y me apresuré a dejar aquel lugar, pero un brazo me alcanzo, tuve que zafarme y correr hacía la puerta por suerte muchos de aquellos siniestros danzarines seguían embaucados por la música pero otros intentaban agarrarme con sus pezuñas ennegrecidas, entre empujones y patadas pude alcanzar la puerta, pero entonces la música se paro y la jauría se lanzó a por mí. Corrí como un condenado hasta el Ibiza con el corazón saliéndome por la boca, mientras un ejército de posesos enloquecidos solo pensaba en arrancar cada parte de mi cuerpo, tras varios intentos desesperados, en los cuales el sudor me abrasaba y mi pulso enloquecía arranqué el Seat Ibiza mientras algunas de aquellas bestias humanas casi lo habían alcanzado y empezaban a zarandearlo. Nunca más volví a ver a Juancar y ahora me estremezco cada vez que algún compañero no vuelve el lunes después de un largo fin de semana.