Foro de Amanecer zombie
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¿Furulas?

Desalmados. Nuevo.

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Mensaje  Leafar Mar Dic 21, 2010 1:44 am

Antes de que Neo me acribille neonabo dejo claro que aunque se llame igual que el anterior relato que escribí aqui es en lo único que se parece. Ya que ese relato lo deseché y hoy empezé a escribir uno nuevo xDD así que aqui va. ( Tomé algunos personajes de la anterior historia, pero los acontecimientos son distintos excepto para uno de los protas. [Rafa] )

Prólogo.

Raúl se encontraba ante los restos de lo que antiguamente había sido un hotel, junto a el Fernández lloraba a moco tendido tras la perdida de su amigo y compañero de apocalipsis Monalí. Todo había pasado demasiado rápido, en apenas tres días Raúl había pasado de tener una vida de lo más normal a estar paseandose por un mundo apocalíptico gobernado por muertos vivientes, poseidos y personas que habían perdido la cordura hacía ya mucho tiempo.

- Crees... ¿crees que puede haber algún superviviente entre los escombros ? - preguntó Sandra perpleja ante la desoladora imágen.
- Lo dudo... se ha caido como una torre de naipes, aparte de que el edificio estaba infestado de esos cabrones, dudo que nadie pudiera haber sobrevivido incluso antes del derrumbe ... - contestó Raúl mientras acariciaba la cabeza de su enorme perro Bronco.

Manrique estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la rueda del 4x4 fumandose el último cigarro que le quedaba en su cajetilla de ChesterField mientras miraba el vacío contenido de esta.

- No debímos haber volado el edificio... - dijo Manrique sin quitar su vista de la cajetilla de Tabaco - Monalí ahora seguiría vivo... -

Fernández se giró rápidamente hacia Manrique, su comandante, el hombre al que había seguido durante tanto tiempo y empezó a caminar hacia este con una expresión de enfado que cabía destacar.

-Sí es posible , ¡pero ahora tendríamos que estar lidiando con esos hijos de puta, te recuerdo que todos los cabrones en kilómetros a la redonda estaban concentrados dentro de esa puta ratonera! - contestó Fernández ante el asombro de todos - Puede que Monalí lo hubiera conseguido de otra forma,¡ pero no es nuestra culpa !, era algo que debíamos hacer... - finalmente tras soltar un sonoro grito de desahogo se secó las lágrimas de los ojos.

Manrique miraba sorprendido a Fernández, su hombre le había dado un discurso acerca del deber. Vió su estado de ánimo, su mejor amigo había muerto y no quería pensar que lo había echo en vano. Supo que debía sobreponerse y volver a tomar las riendas de la situación.

- Hay que enterrar a Monalí. - dijo Manrique mientras lanzaba la vacía cajetilla de tabaco a un lado y se levantaba del sucio suelo.

Todos asintieron mientras miraban a Manrique con decisión.

Los cuatro supervivientes subieron el cuerpo de Monalí al todoterreno bajo la atenta mirada del Gran Danés. Subieron en sus respectivos sitios y se pusieron en marcha hacia ningún lugar.
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Mensaje  Leafar Mar Dic 21, 2010 4:47 pm

Capítulo I. Un día cualquiera.
Como cada día el despertador sonó a las 10:30 de la mañana, un manotazo hizo que se apagara casi en el instante que empezó a sonar.

Rafa se despejó los ojos con las manos y estiró todos y cada uno de los músculos de su largo cuerpo antes de levantarse de la cama. Caminó tambaleante hacia el cuarto de baño, se miró en el espejo descubriendo su adormilado rostro tras una pequeña neblina que se despejó al colocarse las lentillas. Tras mirarse detenidamente en el espejo, como de costumbre, descubrió una nueva cana en su negro pelo a la que apenas dió importancia, ya que se perdía entre su densa y oscura cabellera.
Giró la llave del agua fría y se metió en la ducha tan rápido como pudo. Se despertó de golpe tras el contacto del agua fría por todo su cuerpo, estubo durante unos minutos bajo el grifo para espabilarse del todo.

Salió de la ducha, se vistió con unos calzoncillos, unos pantalones cortos de correr y una camiseta de tirantes. Era el momento de su sesión matinal de ejercicio. Bajó al salón y se subió a la cinta de correr, empezó caminando, y a medida que pasaban los minutos iba subiendo la velocidad de la cinta hasta llegar a la máxima que le era permitida a la máquina. Corrió durante 30 minutos en la cinta; hizo ejercicios varios con las mancuernas y finalmente unos abdominales.

Volvió a subir al cuarto de baño, se desvistió y esta vez giró la llave del agua caliente, esperó a que esta saliera templada y entonces se volvió a meter en la ducha.
Se enjabonó bien disfrutando hasta el último segundo del agua caliente, ya que disponía de un termo eléctrico que daba una capacidad de agua caliente limitada, y una vez se acabara había que esperar entre treinta minutos y una hora para que volviera a salir agua caliente a pleno rendimiento.

Una vez aseado y vestido bajó al salón y se preparó el desayuno que se componía de un bocadillo de pavo; un batido echo con un preparado de proteinas para deportistas con sabor a chocolate, un plátano y dos yoghures.
Como cada día, después de darse un buen atracón durante el almuerzo, Rafa se pasaba la tarde leyendo o navegando por internet, hasta la hora de cenar.

Su día a día se componía de esta rutina y era así desde hacía siete años.
Siete años durante los cuales se había aislado del mundo exterior apresado por la agorafobia, esa terrible enfermedad que le afligía desde aquel fatídico momento que un chalado, armado con un rifle de caza empezó a tirotear a la gente que paseaba tranquilamente por el Parque San Telmo. Uno de los disparos impactó a Rafa en el pecho rozándole el corazón, cayó de espaldas a cámara lenta mientras lo últimos soplos de vida se escapaban de su interior.

Cuando despertó estaba en un hospital. Confuso y en un lugar desconocido, la histeria no tardó en apoderarse de el. Oía ruidos, toses, llantos, no veía nada debido a su miopía que únicamente le permitía ver con claridad aquellos elementos que estuvieran a menos de medio metro de él. Se arrancó un molesto tubo que tenía en la garganta en un ataque de pánico, provocandose daños internos en esta y confiriendole una voz bastante ronca desde aquel suceso. Se quitó unas agujas que tenía en el brazo que le apresaban junto a unas botellas de suero. Se levantó y empezó a correr hacia ningún lugar con una mano agarrándose el costado y la otra el cuello, no paraba de toser y escupir sangre, no sabía donde estaba, no llevaba las gafas y mucho menos las lentillas, todo lo que le rodeaba eran espectros de colores y figuras sómbrias por doquier. Golpeaba y empujaba las personas que se le ponían en medio quería salir de ahí, necesitaba salir de ahí.
Un celador lo apresó y forcejeó con él, a pesar de haber estado en camilla durante un mes era los suficientemente grande y fuerte como para que el celador requiriera la ayuda de otro compañero, entre los dos lo inmovilizaron y le administraron un calmante.

Cuando volvió a despertar estaba atado a la camilla y chillaba como un poseso, quería salir de ahí, su corazón se aceleraba de tal forma que se podían ver los latidos de este en su yugular, sus ojos eran dos orbes apunto de explotar, sus brazos amenazaban con romperse por cada tirón que daba intentando liberarse de esa camilla y su cara se tornaba roja por momentos. Tuvieron que mantenerlo sedado hasta que se le diagnosticó un claro caso de agorafobia, y una vez recuperado lo transladaron a su casa.

Y esta tercera vez que despertó, se encontró en su casa, con su hermano Raúl a su lado, el cual le cedió las gafas rápidamente al ver que se había despertado.

Rafa se tranquilizó al ver a su hermano y al despertar en su casa, pero desde aquel momento jamás volvió a pisar la calle, su hermano le ayudaba como buenamente podía, era una familia adinerada, y en poco tiempo llegaron a adaptar su casa hasta conseguir que su estancia en ella fuera lo más comoda posible.

Raúl el día quince de cada més le llevaba la compra con la que Rafa aguantaría hasta la primera quincena del mes siguiente. Aparte de esa visita mensual para abastecer de víveres a su hermano, Raúl siempre iba los fines de semana a casa de Rafa. Fines de semana en los que entrenaban con el saco de boxeo y se montaban sus combates hermano contra hermano, es decir, combates sin ningún tipo de miramiento, fueron muchas las veces que alguno de los dos acababa con un ojo morado o sangrando abundantemente por la nariz o los labios, pero nada que no se pudiera arreglar con un poco de algodón y un buen apretón de manos.

A pesar de llevar una vida introvertida , Rafa se había acostumbrado a ese estilo de vida, era feliz ejércitandose, leyendo, navegando por internet o tomando el sol en su jardín lejos de los peligros que aguardan las calles atestadas de vehículos y gente encerrada en su vida laboral.

Siempre echó de menos la compañía y siempre temió a la soledad, pero sabía, que cada fin de semana, él y su hermano se montarían uno de sus combates y se tomarían una cerveza en el jardín con la cara totalmente destrozada y eso siempre le reconfortaba.

Poco sabía Rafa acerca de la soledad, hasta que su hermano no apareció puntual como siempre, a las siete de la tarde del día quince, ni el findesemana siguiente ni los posteriores.
Su teléfono no daba ninguna señal y por alguna razón Rafa se había quedado sin internet en casa.
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Mensaje  homunculus Mar Dic 21, 2010 5:54 pm

es muy interesante, sigue así!
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http://laeradediogenes.blogspot.com

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Mensaje  Leafar Mar Dic 21, 2010 6:16 pm

Gracias, aqui va otro capitulillo.

Capítulo II. Hora Punta.

- ¡ Joder ! - Sandra no pudo evitar darle un fuerte golpe al volante debido a la frustración que le suponía llevar dos horas en ese concurrido atasco.

El embotellamiento abarcaba toda la zona del autopista de Las Palmas, desde la estación de guaguas San Telmo hasta el Parque Santa Catalina. La frustración de los conductores empeoraban el panorama. Largos golpes de claxon venían de aqui y allá y algunos de los conductores incluso se tomaban la libertad de bajarse del coche en medio del atasco para estirar las piernas, una mujer incluso llegó a bajarse de este y volver al rato con una bolsa del veinticuatro horas de la zona que Sandra llegó a reconocer.

El calor sofocante del medio día empezó a hacer mella en Sandra y tomó ejemplo de aquella señora. Apagó el motor, se bajó del coche y echó el seguro, la cola no parecía avanzar, y no había avanzado en una hora y media, así que se tomo la libertad de proclamar ese sitio de la autopista como su aparcamiento temporal.

- ¡ Chiquilla ! - dijo un hombre llamandole la atención. - ¡ No dejes el coche ahí mujé que ya bastante jodío está el atasco como para que tu lo empeores ! - comentó el hombre con más salero que enfado.

Sandra le sonrió y haciendo caso omiso al hombre fue corriendo al veinticuatro horas.
Al llegar a este observó otra larga cola, pero esta vez peatonal que salía del veinticuatro horas.
Sandra entró como pudo y llegó a la nevera donde encontró las botellas de agua. Se hizo con una y se dirigió a la interminable cola de gente.
El chico al que estaban cobrando en aquel momento se había fijado en Sandra, era el tipo de chica que le gustaba, una chica de metro setenta, rubia, ojos claros, cara fina y un cuerpo de esándalo.

- ¡ Hey Rubia ! - Dijo el chico haciendole señas a Sandra .

Sandra que ya estaba acostumbrado a que la llamaran Rubia levantó la cabeza para descubrir si era a ella realmente a quien llamaban.

- ¿Solo vas a pasar esa botella de agua? - preguntó él.

Sandra miró al chico y se señaló a sí misma.

- Si, si, tú - dijo el chico - ven aquí que te cobre la botella junto a lo mío.

Sandra se adelantó en la cola y le entregó la botella al chico, este la cobró y se la entregó a Sandra.

- Aqui tienes guapa. - dijo el chico al entregarle la botella.
- Muchas gracias, ¿Cuanto era la botella? - preguntó Sandra.
- Pues ... - dijo el chico mirando el recibo - ¿ Que tal tu número de teléfono ? - contestó por fin mirando directamente a Sandra a los ojos.

Sandra miró al chico y se rió, seguidamente sacó un bolígrafo, le apuntó su número de teléfono en el recibo y le entregó el importe en efectivo que ponía al lado de la descripción de la botella de agua.

Sin mediar más palabra con el chico, Sandra se fué del veinticuatro horas corriendo en dirección a su coche mientras oía a lo lejos:

- ¡ Pienso llamarte ! ¡ Me llamo Miguel ! -

Sandra volvió a su coche

- ¡Menos mal chiquilla! ¡Ya pensaba que te había pasado algo y me iba a quedar aquí para siempre! - dijo el mismo hombre de antes.
- Disculpeme, es que había una cola que no veas en el bazar...-
- No pasa nada mi niña, si de todas formas esto no parece avanzar, yo dentro de poco tendré que ir a comprarme algo para beber tambien por que esto es insufrible eh... - dijo aquel dicharachero hombre.

Los conductores parecían empezar a rendirse, se oían cada vez menos las pitas los coches y los conductores empezaban a tomar ejemplo de aquellos que se bajaban de estos para ir a comprar o simplemente para estirar la espalda.

- Tiene que haber pasado algo gordo eh... - dijo más para sí mismo que para otra persona. - Niña, echame un ojo al coche porfavó que me voy a comprar algo de beber. -

Sandra asintió con la cabeza y le respondió:

- Me llamo Sandra - harta de que la llamaran niña,chiquilla, rubia...
- Encantado Sandra, yo me llamo Ramón. - dijo el hombre alejandose - ¡Ahora vengo que me estoy asando vivo!

Cuando Ramón ya había desaparecido de la atenta mirada de Sandra, el ruido de varias sirenas desviaron su atención hacia el otro arcén, varios coche de policía seguidos por ambulancias iban en dirección contraria camino al parque Santa Catalina, los coches de ese arcén, que no estaba para nada concurrido, se hacían a un lado al oir las sirenas de la policía.

Ramón volvió corriendo agarrándose su gorra de la Formula 1 con una mano y sujetando una botella de agua con la otra.

- ¡Niña, digo Sandra! ¡ Que me he perdío! ¡¿ que eran todas esas sirenas!? -
- La policía y algunas ambulancias, parecían tener mucha prisa en llegar al parque Santa Catalina. - Contestó Sandra.
-¡ Ayayay ! ¡ Si es que la gente va loca al volante ! ¡ loca ! - dijo Ramón dando por supuesto que la causa de la exaltación de la policía y la del embotellamiento era un accidente de tráfico.

Una hora después, aún seguían parados en el mismo sitio, los conductores ya empezaban a acomodarse en los coches y cada vez eran más y más los que volvían a este con comida rápida comprada en las tiendas de la zona.

Ramón había ido a por algo para almorzar, cuando un helicóptero militar cruzó rápidamente la autopista dirección parque Santa Catalina.

- ¡ Eso si que no me lo he perdido ! - dijo Ramón con dos menús del McDonald en las manos con su peculiar voz a gritos - ¡ Eso era un Mil Mi-8, un helicóptero de transporte del ejército ! - terminó de comentar Ramón tendiendole uno de los McMenú a Sandra.
- Muchas gracias, Ramón. - Dijo Sandra.
- ¡ De nada niña ! ¡ Si me quedaba de paso ! - Dijo Ramón - Lo que me preocupa es lo de ese helicóptero...
- ¿ Por qué ? A lomejor es para transportar a algún herido. - dijo Sandra con tono razonable.
- Lo dudo mucho, ese tipo de helicópteros no se usan para transporte de heridos, sino para transporte militar, y descenso de cuerda rápido... - Comentó Ramón para sí mismo muy por debajo de su tono habítual de voz.
-¿Como sabes todo eso? - Preguntó Sandra confusa.
-¡ Yo soy muy aficionado a esas cosas niña ! ¡ Para ser piloto hay que serlo ! - dijo Ramón muy sonriente. - Pero no creo que sea nada grave, de todas formas la base militar queda en esa dirección.

Sandra se comió su hamburguesa y parte de las papas fritas del McMenú observando la interminable fila de coches. Y rompiendo el silencio dijo:

- Ramón, muchas gracias por irme a comprar el almuerzo, voy a tumbarme un rato ya que esto parece ser para largo. - comentó Sandra para evadirse de Ramón un rato, que a pesar de ser un buen tipo también era un auténtico peñazo.

- ¡ De nada Sandra ! Yo también me voy a echar un rato que estoy reventao. -

Sandra colocó el parasol y reclinó el asiento hacia atrás, no tardó en quedarse dormida, ya que la noche anterior apenas lo había echo.
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