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Segunda prueba
¿Furulas?
la última lágrima (capítulo 1)
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DarkHades
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arturo864
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Re: la última lágrima (capítulo 1)
mmtta!!!!! yo pense que iban a poner mas,, ya vez que se queda inconclusa!! pa eso me gustaban!! jajajajajaja
Gilo- Recien llegado al refugio
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Re: la última lágrima (capítulo 1)
Gilo escribió:mmtta!!!!! yo pense que iban a poner mas,, ya vez que se queda inconclusa!! pa eso me gustaban!! jajajajajaja
el lenguaje sms no esta permitido, asi que cuidado con los mensajes, eso y que no se si la primera palabra esta escrita en el lenguaje de los ewoks, el de los perros o solo es mas lenguaje sms, pero acostumbrate a escribir cosas que las entienda todo el mundo
Re: la última lágrima (capítulo 1)
Hahaha Battousai,me encanta,nose si esta escrito en el idioma de los ewoks o el de los perros hahaha xD
DarkHades- Pirómano
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Re: la última lágrima (capítulo 1)
eso de los ewoks estuvo bueno
arturo864- Recien llegado al refugio
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Re: la última lágrima (capítulo 1)
de los ewoks!!! jajajaja, no sabes nada papa
Gilo- Recien llegado al refugio
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Re: la última lágrima (capítulo 1)
Huuu ese "no sabes papa" sono mal.
Amigo,te recomiendo que "bajes un cambio" antes de postear.
Amigo,te recomiendo que "bajes un cambio" antes de postear.
DarkHades- Pirómano
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Re: la última lágrima (capítulo 1)
Gilo escribió:de los ewoks!!! jajajaja, no sabes nada papa
o hablas con respeto o te vas a la calle niño
Re: la última lágrima (capítulo 1)
Si le mandas a la calle, ¿me dejan quedarme con el cuchillo?. Es que abrir las latas con las manos cuesta un montón. xDD
Minase- Asesino de Necromorfos
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Cap 33
Yo no quiero un cuchillo ¡yo quiero un bate! jeje, bueno, continuaré el capítulo 33, se supone que ya lo debería de haber acabado desde hace ... mucho, bueno, continuemos. Retomaré desde donde me quedé, para no perder continuidad.
Capítulo 33 (continuación, si, otra vez)
Tengo miedo- confesó Marina.
Descuida, tenemos una camioneta, armas, no nos pasará nada- Karen trató de alentarla.
No por mi, por ellos, y lo que pueda salir mal-
¿Por quienes?- preguntó Mónica.
Por Gael, Armando y Elliot-
No hay nada de que tener miedo- dijo Karen mirando a Gabriel sin que éste se diera cuenta.
Marina entendió el mensaje de Karen y agachó la cabeza.
Ellos son fuertes, deben sobrevivir, el plan, lo lograremos... ...lo lograrán- dijo Karen más para sí misma que para que las otras la escucharan.
Tu no conoces a Elliot desde hace meses, estoy segura- afirmó Marina.
No, desafortunadamente no-
¿Desafortunadamente?-
Sí, mira, lo conozco desde hace un par de años, pero al principio nos odiabamos, era una relación muy difícil, nos insultábamos, la cicatríz que tiene en el rostro, yo se la hice, no fue intencional, claro, pero la hice-
Pero estoy segura de que ahora tus sentimientos han cambiado. ¿no es así?-
Si, eso creo, ahora no lo odio, pero hasta ahí-
No es cierto, todos sabemos que hay algo más- insistió Marina.
¿Qué rayos? ¡Claro que no! es decir, somos unidos ahora, pero es porque hemos estado juntos casi desde que todo ésto empez+o, y hemos superado juntos circunstancias muy difíciles, es el tipo de relación que se dearrolla en los desastres-
Algún día te convencerás- dijo Marina.
Además, estoy segura de que lo traes más loco tú que yo-
¿Qué?-
Si, desde que te encontró en la ciudad pone especial atención en tí, te protege más de lo que me protegía a mí, ¿no lo has notado?-
No, porque no es cierto-
Claro que sí, y deberías de saber cuanto se encela cuando hablas con...- Karen advirtió la mirada de Gabriel-
No, estás equivocada, mucho-
Eso crees-
No, cuando todo ésto empezó, creo que desde aquel día bloqueé todo lo que no tenga que ver con sobrevivir-
Pase lo que pase, yo no dejaría de querer a Armando- interrumpió Mónica.
¿Y tú Karen? ¿Sientes algo por Elliot?-
Yo se hacia donde debo correr cuando algo pase, creo que si estamos ttodos nosotros aquí, es por algo-
Tienes razón, pero aún no has contestado la pregunta-
Karen sonrió estúpidamente, se limitó a agachar la mirada después.
¿Tú que sabes de ésto?- le preguntó agresivamente a Marina después de un rato.
¿Qué? ¿Que qué sé acerca de ésto?-
Tranquilas, recuerden que debemos llegar vivas a la ciudad- dijo Mónica.
Marina miró a Karen de una forma que ella nunca hubiera podido imaginar, pero Karen era una experta en miradas, y supo como combatir a Marina.
"Así que es así como te vas a comportar" pensó Karen...
Capítulo 33 (continuación, si, otra vez)
Tengo miedo- confesó Marina.
Descuida, tenemos una camioneta, armas, no nos pasará nada- Karen trató de alentarla.
No por mi, por ellos, y lo que pueda salir mal-
¿Por quienes?- preguntó Mónica.
Por Gael, Armando y Elliot-
No hay nada de que tener miedo- dijo Karen mirando a Gabriel sin que éste se diera cuenta.
Marina entendió el mensaje de Karen y agachó la cabeza.
Ellos son fuertes, deben sobrevivir, el plan, lo lograremos... ...lo lograrán- dijo Karen más para sí misma que para que las otras la escucharan.
Tu no conoces a Elliot desde hace meses, estoy segura- afirmó Marina.
No, desafortunadamente no-
¿Desafortunadamente?-
Sí, mira, lo conozco desde hace un par de años, pero al principio nos odiabamos, era una relación muy difícil, nos insultábamos, la cicatríz que tiene en el rostro, yo se la hice, no fue intencional, claro, pero la hice-
Pero estoy segura de que ahora tus sentimientos han cambiado. ¿no es así?-
Si, eso creo, ahora no lo odio, pero hasta ahí-
No es cierto, todos sabemos que hay algo más- insistió Marina.
¿Qué rayos? ¡Claro que no! es decir, somos unidos ahora, pero es porque hemos estado juntos casi desde que todo ésto empez+o, y hemos superado juntos circunstancias muy difíciles, es el tipo de relación que se dearrolla en los desastres-
Algún día te convencerás- dijo Marina.
Además, estoy segura de que lo traes más loco tú que yo-
¿Qué?-
Si, desde que te encontró en la ciudad pone especial atención en tí, te protege más de lo que me protegía a mí, ¿no lo has notado?-
No, porque no es cierto-
Claro que sí, y deberías de saber cuanto se encela cuando hablas con...- Karen advirtió la mirada de Gabriel-
No, estás equivocada, mucho-
Eso crees-
No, cuando todo ésto empezó, creo que desde aquel día bloqueé todo lo que no tenga que ver con sobrevivir-
Pase lo que pase, yo no dejaría de querer a Armando- interrumpió Mónica.
¿Y tú Karen? ¿Sientes algo por Elliot?-
Yo se hacia donde debo correr cuando algo pase, creo que si estamos ttodos nosotros aquí, es por algo-
Tienes razón, pero aún no has contestado la pregunta-
Karen sonrió estúpidamente, se limitó a agachar la mirada después.
¿Tú que sabes de ésto?- le preguntó agresivamente a Marina después de un rato.
¿Qué? ¿Que qué sé acerca de ésto?-
Tranquilas, recuerden que debemos llegar vivas a la ciudad- dijo Mónica.
Marina miró a Karen de una forma que ella nunca hubiera podido imaginar, pero Karen era una experta en miradas, y supo como combatir a Marina.
"Así que es así como te vas a comportar" pensó Karen...
arturo864- Recien llegado al refugio
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Cap. 33 (mier.. no se acaba?)
La noche nos ha alcanzado, y todavía nos falta un poco menos de la mitad- sentenció Gael.
Mejor da gracias a que ningún rojo nos ha topado- le sugirió Armando.
Elliot se había adelantado un poco para saber que no hubieran ojos siguiéndolos, o esperándolos.
Bien, yo me quedo aquí-
No jodas Gael, tenemos que seguir, falta menos, y tenemos que salir de ésta zona antes de acampar, o pensar en acampar siquiera-
Elliot regresó con la respiración agitada, recargó sus manos en sus rodillas y después de recobrar el aliento dijo:
Tenemos que rodear el lugar-
¿Qué? yo no voy a caminar más, tenemos armas-
No vamos a gastar balas en algo que no es necesario- dijo Armando.
Mierda, caminemos-
Tenemos que alejarnos de aquí rápido- declaró Elliot.
Mejor da gracias a que ningún rojo nos ha topado- le sugirió Armando.
Elliot se había adelantado un poco para saber que no hubieran ojos siguiéndolos, o esperándolos.
Bien, yo me quedo aquí-
No jodas Gael, tenemos que seguir, falta menos, y tenemos que salir de ésta zona antes de acampar, o pensar en acampar siquiera-
Elliot regresó con la respiración agitada, recargó sus manos en sus rodillas y después de recobrar el aliento dijo:
Tenemos que rodear el lugar-
¿Qué? yo no voy a caminar más, tenemos armas-
No vamos a gastar balas en algo que no es necesario- dijo Armando.
Mierda, caminemos-
Tenemos que alejarnos de aquí rápido- declaró Elliot.
arturo864- Recien llegado al refugio
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Cap. 33, 34
¿Cuántos son?- preguntó Armando.
Aproximadamente una docena, posiblemente más-
Mierda- susurró Gael.
Los muchachos caminaron con un paso más apretado, dejaron el asfalto y subieron por la colina que estaba a un lado.
Silencio- susurró Elliot mirando atrás, a sus compañeros.
El terreno estaba resbaloso, había lodo y hojas de árboles húmedas en el suelo, si pisaban sin cuidado, podrían caer y revelar su presencia a los rojos, había que caminar rápida y silenciosamente, rezando para que los rojos no los vieran, los escucharan, o tal vez los olieran...
...Gael se debatía entre atravesar un tramo más inseguro que los anteriores, había una piedra salida de entre el suelo, y un montón de hojas. Se veía resbaloso.
Con cuidado- le dijo Elliot.
Ya los sé-
Mierda, están ahí abajo- dijo Armando. Elliot miró y efectivamente, un montón de rojos estaban alrededro de lo que parecía ser un cuerpo, un venado o algo parecido, posiblemente un perro grande. Entonces se preguntó si esas cosas estaban ahí cuando Karen y las otras pasrón por ahí seguramente no, debiéron de haber llegado después. De pronto un sonido lo distrajo. Gael estaba mirándolo con un rostro de quien está aterrado, cuando Elliot miró hacia abajo, notó que la piedra ya no estaba. Abajo, donde estaban los rojos se escuchó un golpe seco y un rugido. Se habían delatado.
Eres un idiota-
Mierda-
¡Vamos! ¡corran!- gritó Armando
Los rojos enfurecidos comenzaron a trepar por la colina hasta donde estaban ellos, entonces Elliot sintió algo que no sentía desde hacía tiempo. No eran rojos como los últimos que había visto con Marina en la ciudad, no, éstos eran como los primeros, eran salvajes, sus ojos al rojo vivo lso miraban con un deseo tremendo de matar, comer, de hacerlos sufrir. Rugían y les lanzaban furtivas miradas.
¿Son tus amigos Gael?- preguntó Armando mientras trepaban los tres a prisa.
No, pero son muy parecidos-
¿No son a los que queremos?-
No, no son éstos-
¿Qué hacemos?-
Huir-
En cuanto terminaron de trepar el borde, corrieron por la superficie plana, habían un par de árboles, pero a un kilómetro se cerraban.
Hay que llegar ahí- sentenció Elliot señalando el área donde se cerraban los árboles.
Bien, ahora hay que correr-
Las piernas de Elliot exigían un descanso, sentía como si sus músculos fueran un montón de tela que se desgarraba a cada paso que daba, se impulsaba con todas sus fuerzas. Si hubiera sido la clase de deportes de la escuela, probablemente ya se habría rendido, seguramente ya estaría bajando el ritmo, o simplemente no harían un ejercicio tan duro, pero ahora, una vez más se trataba de su vida, había que hacer todo lo posible por mantener el paso.
Parece que ésto no acabará jamás, posibklemente se cansen más lentamente que nosotros, además, si nos metemos a ese lugar, perderemos el camino, nos perderemos-
Ya cállate, deja de lloriquear, debemos seguir-
La respiración de Elliot lo presionaba a detenerse, lo obligaba, le gritaba por un descanso, no se había sentido bien durante el camino, no estaba listo para lo que habían planeado, aún cuando fue él quien tuvo la idea, quería dejarlo todo, arrojar el tablero con las piezas y dejarse caer de una vez por todas, pero un miedo lo detenía, un miedo a ser devorado, asesinado, destazado.
Su visión se tornó naranja, de pronto no sintió las piernas, el creía que seguía corriendo, pero no sentía nada. "te vas a desmayar, caerás" le decía la voz de su cabeza "aquí acaba todo, aquí, de noche, aquí mueres".
Ya ni siquiera sabía que había delante de él, su visión estaba niblada por completo. La desesperación se apoderó por completo de él, sus oídos se volvieron inútiles, su paso perdió velocidad, y sintió cómo cayó al suelo, sintió cómo perdía el control de su cuerpo, el bate cayó con fuerza, y su cabeza golpeó el pasto, había caído mientras corría, debió de haber sido un fuerte golpe, pero no sintió nada.
La carrera se había perdido...
Aquí termina el capítulo número 33 de L.U.L. por su atención muchas gracias - acabee!!!!!
Capítulo 34 "Damián; vino y sangre".
La fría noche había dejado huella en su espalda, un dolor resbalaba desde la mitad de su columna vertebral hasta un par de centímetros arriba de sus glúteos, su costado derecho todavía tenía las marcas del día anterior, había sido un día divertido, pero muy cansado.
Tomó el palo de madera que estaba afilado en la punta y su arma de fuego, modesta, pero efectiva.
Se levantó, era un nuevo día. "La niebla bajó mucho hoy" pensó Damián. con una mano rascó su barba y bigote, después la pasó por su largo y negro cabello que caía sobre el traje desgastado, nos e hubiera sabido si era gris o negro, había pasado muchos meses expuesto a la lluvia, a la interperie, al frío sentido apocalíptico.
Salió de su escondite, para ver por un día más aquel paisaje que tanto odiaba, desde antes de que todo eso pasara, había odiado esa ciudad, quería algo diverido, algo que hiciera demostrarse a sí mismo que podía ser un dios, necesitaba una catástrofe, y ahí estaba, los rojos eran su sueño, eran su mayor anhelo, lo más importante que había pasado en su vida.
Después de todo, el mundo entero desea catástrofes, desea probar que pueden vivir, es uno de los defectos del humano, siempre en busca de mierda para saber que son algo más que máquinas de cagar- sí, esa era la mentalidad de Damián, un sobreviviente más, uno de los que demostró ser algo más que su propio deshecho.
"He pasado mucho tiempo aquí, debo buscar algo más" como hombre, habían un par de cosas que Damián deseaba, quería saber que habían más personas sanas en el mundo, y no por altruista. Bien, hora de partir.
Con un paso elegante y enérgico, Damián siguió su camino, pensaba en el día en el que sus sueños se convirtieron el realidad, en una sangrienta realidad...
...Jueves 19 de noviembre del 2009.
Estaba en su oficina, como las dos semanas anteriores, no salió de casa ni un solo día, su camisa arrugada resplandecía frente a la luz de la ventana, tenía una linda casa, vivía solo ahí, después de la muerte de su esposa un año atrás, creía haber perdido toda esperanza de tener una buena vida.
Llenaba unos formularios que le habían pedido desde la semana anterior, si no los tenía para el sábado, su jefe lo colgaría. Al diablo con la compañía, no tenían nada que ofrecerle, él tenía dinero, tenía una casa, autos, y sabía que no habría una persona igual a su esposa, no había nada que lo pudiera convencer, y sabía que sus deseos íntimos, al igual que los de la demás gente, eran imposibles de cumplir, so había nada que ese anciano pudiera ofrecerle, si podía, ese mismo día iría a presentar su renuncia, pero había un precio por eso, esa era la razón de que siguiera trabajando ahí.
Harto de ver el papel blanco con la luz del sol, arrojó las hojas y se reclinó en la silla de piel, tapó sus ojos con una mano, y decidió ir a tomar un baño. Justo en eso, el teléfono sonó.
Diga-
Dam, tenemos un nuevo cargamento, ven el sábado, con las hojas, llenálas-
¿Un nuevo cargamento?-
Si, incrementamos el porcentaje, ahora es el 75%-
Eso... ¿Eso es posible?-
Ven a verlo por tí mismo-
No, no he llenado las hojas- suspiró
Llénalas, ya casi terminamos el proyecto, faltan un par de permisos, pero los tendremos para enero-
Bien, bien-
Lo estamos haciendo bien, Dam, llena esas hojas-
Y ¿es seguro?-
Si, ya hicimos todos los procedimientos, tenemos la puerta abierta-
Bien, iré-.
Colgó el teléfono, no presentaría la renuncia, al parecer había mejorado una propuesta, debía ser algo bueno, para llamarlo debía ser algo grande. "En enero" pensó "eso es muy pronto"...
Ahora creía que había sido una buena idea. Sí, conservó su trabajo hasta aquel día.
"Buena labor" dijo para sí.
El plan era sencillo, debía de llegar a algún lugar seguro con gente segura, sí, esa sería la forma ideal de empezar una nueva vida, para que lo aceptaran solo tenía que evitar a los rojos, de lo contrario, se darían cuenta de su locura. Como prueba de ésto, todos los lugares que Damián había visitado habían sido manchados de sangre, o de cualquier otra cosa repugnante. Tan solo, el día anterior había ido en busca de diversión, en la cual asesinó a diez rojos, diez rojos en una sola tarde, sin usar el arma de fuego, eso si era diversión.
Aproximadamente una docena, posiblemente más-
Mierda- susurró Gael.
Los muchachos caminaron con un paso más apretado, dejaron el asfalto y subieron por la colina que estaba a un lado.
Silencio- susurró Elliot mirando atrás, a sus compañeros.
El terreno estaba resbaloso, había lodo y hojas de árboles húmedas en el suelo, si pisaban sin cuidado, podrían caer y revelar su presencia a los rojos, había que caminar rápida y silenciosamente, rezando para que los rojos no los vieran, los escucharan, o tal vez los olieran...
...Gael se debatía entre atravesar un tramo más inseguro que los anteriores, había una piedra salida de entre el suelo, y un montón de hojas. Se veía resbaloso.
Con cuidado- le dijo Elliot.
Ya los sé-
Mierda, están ahí abajo- dijo Armando. Elliot miró y efectivamente, un montón de rojos estaban alrededro de lo que parecía ser un cuerpo, un venado o algo parecido, posiblemente un perro grande. Entonces se preguntó si esas cosas estaban ahí cuando Karen y las otras pasrón por ahí seguramente no, debiéron de haber llegado después. De pronto un sonido lo distrajo. Gael estaba mirándolo con un rostro de quien está aterrado, cuando Elliot miró hacia abajo, notó que la piedra ya no estaba. Abajo, donde estaban los rojos se escuchó un golpe seco y un rugido. Se habían delatado.
Eres un idiota-
Mierda-
¡Vamos! ¡corran!- gritó Armando
Los rojos enfurecidos comenzaron a trepar por la colina hasta donde estaban ellos, entonces Elliot sintió algo que no sentía desde hacía tiempo. No eran rojos como los últimos que había visto con Marina en la ciudad, no, éstos eran como los primeros, eran salvajes, sus ojos al rojo vivo lso miraban con un deseo tremendo de matar, comer, de hacerlos sufrir. Rugían y les lanzaban furtivas miradas.
¿Son tus amigos Gael?- preguntó Armando mientras trepaban los tres a prisa.
No, pero son muy parecidos-
¿No son a los que queremos?-
No, no son éstos-
¿Qué hacemos?-
Huir-
En cuanto terminaron de trepar el borde, corrieron por la superficie plana, habían un par de árboles, pero a un kilómetro se cerraban.
Hay que llegar ahí- sentenció Elliot señalando el área donde se cerraban los árboles.
Bien, ahora hay que correr-
Las piernas de Elliot exigían un descanso, sentía como si sus músculos fueran un montón de tela que se desgarraba a cada paso que daba, se impulsaba con todas sus fuerzas. Si hubiera sido la clase de deportes de la escuela, probablemente ya se habría rendido, seguramente ya estaría bajando el ritmo, o simplemente no harían un ejercicio tan duro, pero ahora, una vez más se trataba de su vida, había que hacer todo lo posible por mantener el paso.
Parece que ésto no acabará jamás, posibklemente se cansen más lentamente que nosotros, además, si nos metemos a ese lugar, perderemos el camino, nos perderemos-
Ya cállate, deja de lloriquear, debemos seguir-
La respiración de Elliot lo presionaba a detenerse, lo obligaba, le gritaba por un descanso, no se había sentido bien durante el camino, no estaba listo para lo que habían planeado, aún cuando fue él quien tuvo la idea, quería dejarlo todo, arrojar el tablero con las piezas y dejarse caer de una vez por todas, pero un miedo lo detenía, un miedo a ser devorado, asesinado, destazado.
Su visión se tornó naranja, de pronto no sintió las piernas, el creía que seguía corriendo, pero no sentía nada. "te vas a desmayar, caerás" le decía la voz de su cabeza "aquí acaba todo, aquí, de noche, aquí mueres".
Ya ni siquiera sabía que había delante de él, su visión estaba niblada por completo. La desesperación se apoderó por completo de él, sus oídos se volvieron inútiles, su paso perdió velocidad, y sintió cómo cayó al suelo, sintió cómo perdía el control de su cuerpo, el bate cayó con fuerza, y su cabeza golpeó el pasto, había caído mientras corría, debió de haber sido un fuerte golpe, pero no sintió nada.
La carrera se había perdido...
Aquí termina el capítulo número 33 de L.U.L. por su atención muchas gracias - acabee!!!!!
Capítulo 34 "Damián; vino y sangre".
La fría noche había dejado huella en su espalda, un dolor resbalaba desde la mitad de su columna vertebral hasta un par de centímetros arriba de sus glúteos, su costado derecho todavía tenía las marcas del día anterior, había sido un día divertido, pero muy cansado.
Tomó el palo de madera que estaba afilado en la punta y su arma de fuego, modesta, pero efectiva.
Se levantó, era un nuevo día. "La niebla bajó mucho hoy" pensó Damián. con una mano rascó su barba y bigote, después la pasó por su largo y negro cabello que caía sobre el traje desgastado, nos e hubiera sabido si era gris o negro, había pasado muchos meses expuesto a la lluvia, a la interperie, al frío sentido apocalíptico.
Salió de su escondite, para ver por un día más aquel paisaje que tanto odiaba, desde antes de que todo eso pasara, había odiado esa ciudad, quería algo diverido, algo que hiciera demostrarse a sí mismo que podía ser un dios, necesitaba una catástrofe, y ahí estaba, los rojos eran su sueño, eran su mayor anhelo, lo más importante que había pasado en su vida.
Después de todo, el mundo entero desea catástrofes, desea probar que pueden vivir, es uno de los defectos del humano, siempre en busca de mierda para saber que son algo más que máquinas de cagar- sí, esa era la mentalidad de Damián, un sobreviviente más, uno de los que demostró ser algo más que su propio deshecho.
"He pasado mucho tiempo aquí, debo buscar algo más" como hombre, habían un par de cosas que Damián deseaba, quería saber que habían más personas sanas en el mundo, y no por altruista. Bien, hora de partir.
Con un paso elegante y enérgico, Damián siguió su camino, pensaba en el día en el que sus sueños se convirtieron el realidad, en una sangrienta realidad...
...Jueves 19 de noviembre del 2009.
Estaba en su oficina, como las dos semanas anteriores, no salió de casa ni un solo día, su camisa arrugada resplandecía frente a la luz de la ventana, tenía una linda casa, vivía solo ahí, después de la muerte de su esposa un año atrás, creía haber perdido toda esperanza de tener una buena vida.
Llenaba unos formularios que le habían pedido desde la semana anterior, si no los tenía para el sábado, su jefe lo colgaría. Al diablo con la compañía, no tenían nada que ofrecerle, él tenía dinero, tenía una casa, autos, y sabía que no habría una persona igual a su esposa, no había nada que lo pudiera convencer, y sabía que sus deseos íntimos, al igual que los de la demás gente, eran imposibles de cumplir, so había nada que ese anciano pudiera ofrecerle, si podía, ese mismo día iría a presentar su renuncia, pero había un precio por eso, esa era la razón de que siguiera trabajando ahí.
Harto de ver el papel blanco con la luz del sol, arrojó las hojas y se reclinó en la silla de piel, tapó sus ojos con una mano, y decidió ir a tomar un baño. Justo en eso, el teléfono sonó.
Diga-
Dam, tenemos un nuevo cargamento, ven el sábado, con las hojas, llenálas-
¿Un nuevo cargamento?-
Si, incrementamos el porcentaje, ahora es el 75%-
Eso... ¿Eso es posible?-
Ven a verlo por tí mismo-
No, no he llenado las hojas- suspiró
Llénalas, ya casi terminamos el proyecto, faltan un par de permisos, pero los tendremos para enero-
Bien, bien-
Lo estamos haciendo bien, Dam, llena esas hojas-
Y ¿es seguro?-
Si, ya hicimos todos los procedimientos, tenemos la puerta abierta-
Bien, iré-.
Colgó el teléfono, no presentaría la renuncia, al parecer había mejorado una propuesta, debía ser algo bueno, para llamarlo debía ser algo grande. "En enero" pensó "eso es muy pronto"...
Ahora creía que había sido una buena idea. Sí, conservó su trabajo hasta aquel día.
"Buena labor" dijo para sí.
El plan era sencillo, debía de llegar a algún lugar seguro con gente segura, sí, esa sería la forma ideal de empezar una nueva vida, para que lo aceptaran solo tenía que evitar a los rojos, de lo contrario, se darían cuenta de su locura. Como prueba de ésto, todos los lugares que Damián había visitado habían sido manchados de sangre, o de cualquier otra cosa repugnante. Tan solo, el día anterior había ido en busca de diversión, en la cual asesinó a diez rojos, diez rojos en una sola tarde, sin usar el arma de fuego, eso si era diversión.
arturo864- Recien llegado al refugio
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Cap. 35
Capítulo 35 "Corre".
¡Silencio!- susurró Armando enérgicamente cuando Elliot abrió los ojos.
¿Qué sucede?-
Te quedaste, caíste y ya-
Elliot observó a su alrededor, era de día y éstaban en una especie de cueva, Gael estaba asomado en la parte izquierda del lugar, mientras Armando parecía haber estado esperando el momento en el que Elliot despertara. De las piedras escurría agua y otros líquidos de apariencia asquerosa.
¿Dónde están?- preguntó Elliot.
Gael lo miró, hizo una seña de que guardara silencio y señaló hacia arriba.
¿Estás bien?- le preguntó Armando a Elliot.
Siento un cosquilleo en las manos, pero bien-
Vamos retrasados- dijo Armando.
Mierda- Elliot se incorporó -¿Y ahora qué hacemos?-
Bien, podemos salir corriendo y matar a lo que se aparesca, o podemos esperar aquí, salir corriendo y confiar en que estén cansados-
Prefería no correr- dijo Elliot.
Hay que buscar otro camino, de cualquier forma, ya nos deviamos, y mucho- dijo Gael.
Tengo una idea, ya la cagamos, así que saldremos lentamente, y después iremos un poco más rápido, no importa que suceda-
Eso no es una idea, es un maldito suicidio-
¿Tienes una idea mejor?-
Hubo un silencio, entonces los tres pudieron darse cuenta de que no había ningún ruido que indicara que los rojos seguían ahí afuera.
Bien, vamos-
¡Silencio!- susurró Armando enérgicamente cuando Elliot abrió los ojos.
¿Qué sucede?-
Te quedaste, caíste y ya-
Elliot observó a su alrededor, era de día y éstaban en una especie de cueva, Gael estaba asomado en la parte izquierda del lugar, mientras Armando parecía haber estado esperando el momento en el que Elliot despertara. De las piedras escurría agua y otros líquidos de apariencia asquerosa.
¿Dónde están?- preguntó Elliot.
Gael lo miró, hizo una seña de que guardara silencio y señaló hacia arriba.
¿Estás bien?- le preguntó Armando a Elliot.
Siento un cosquilleo en las manos, pero bien-
Vamos retrasados- dijo Armando.
Mierda- Elliot se incorporó -¿Y ahora qué hacemos?-
Bien, podemos salir corriendo y matar a lo que se aparesca, o podemos esperar aquí, salir corriendo y confiar en que estén cansados-
Prefería no correr- dijo Elliot.
Hay que buscar otro camino, de cualquier forma, ya nos deviamos, y mucho- dijo Gael.
Tengo una idea, ya la cagamos, así que saldremos lentamente, y después iremos un poco más rápido, no importa que suceda-
Eso no es una idea, es un maldito suicidio-
¿Tienes una idea mejor?-
Hubo un silencio, entonces los tres pudieron darse cuenta de que no había ningún ruido que indicara que los rojos seguían ahí afuera.
Bien, vamos-
arturo864- Recien llegado al refugio
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Cap. 35, 36
Los tres echaron a correr, evidentemente, ningún sonido sugirió que hubiera alguien o algo siguiéndolos, solo se escuchaban sus pisadas, así que después de un rato de trotar, bajaron el ritmo para evitar una situación parecida a la de Elliot.
Pasó poco tiempo antes de que encontraran de nuevo el camino del que se habían desviado, y aunque sabían que los rojos los habían perido, miraban alrededor de cuando en cuando para verificar que no hubieran ojos observándolos.
El tiempo no había pasado invisible en los caminos; el pavimento y el paisaje mostraban daños ocasionados por la falta de mantenimiento. Las lluvias habían abierto incluso algunos tramos de los caminos, en los cuales a veces se veía vegetación, o en su defecto, lodo. En cuanto a la fauna, no había mucho rastro de criaturas, ni siquiera en olor de los zorrillos, a veces se veían aves, en todo el camino vieron apenas cuatro de ellas. Elliot sentía nostalgia cada vez que pasaban por esos lugares, recordaba la vez que abandonó a Karen a su suerte, sin agua, y con poca comida. Milagrosamente nada malo había ocurrido, pero eso no importaba mucho, ya que él sentía un peso tremendo, el pensar en que Karen pudo haber muerto por su culpa no era nada grato.
Bien, ahora queda esperar que no nos deshidratemos, nos hemos retrasado un poco, y no me gustaría arruinar el plan- confesó Elliot.
Bueno, pues, creo que no es muy fácil que eso ocurra- dijo Armando
La vez que vine con Karen, la primera vez, nos peleamos, creo que fue efecto del calor, la cosa es que por unos días pensé que ella había muerto, la abandoné aquí, no teníamos agua, hacía un calor brutalmente espantoso, y estabamos agotados, así que creeeme cuando te digo que si es posible que eso ocurra, creo que dentro de un par de horas deberíamos detenernos o buscar un poco de recursos-
Estoy de acuerdo, dejamos las provisiones, solo traemos un par de armas- dijo Gael
En ese caso, caminemos mientras podamos, todavía nos quedan balas y parece que será un lindo día, en marcha- sentenció Armando.
El pronóstico de Armando no había sido muy equivocado, era un lindo día, aunque a medida que éste avanzaba, Elliot temía más que se repitiera lo que vivió con Karen, era algo parecido a una especie de trauma. El sol se levantaba cada vez más, y cada vás hacía más calor, aunque los tres aparentaron no sentirlo.
Creo que ahora sería un buen momento para comenzar a buscar un poco de agua, he recorrido varias veces este camino a pie y nos falta mucho aún, así que ahora es cuando para buscar algún lugar- dijo Elliot deteniéndose. Sus labios estaban resecos, y su piel se veía maltratada y sucia.
Cuando sus compañeros lo miraron indiferentes notó que ellos se encontraban en una situación similar.
Caminaremos un poco más mientras buscamos alguna tienda o algo- dijo Armando.
Si mi memoria no me falla, hay una tienda y una gasolinería en aproximadamente diez kilómetros-
No es mucho, estoy seguro de que podemos llegar- dijo Gael.
Antes de eso, creo que debo orinar- dijo Armando, se acercó a la orilla del camino, donde el pavimento estaba roto, bajó el cierre de sus pantalones, y sus compañeros pudieron escuchar el sonido del líguido golpeando el suelo. Cuando terminó, subió el cierre de sus pantalones, sacudió un pie y miró hacia lo que parecía ser una barranca.
Oh miera...- dijo suavemente mirando hacia el horizonte.
¿Qué ocurre?- preguntó Gael.
Armando no contestó, se quedó en la misma posición, con la vista perdida.
Gael y Elliot se acercaron.
En la barrance descansaban nada más y nada menos que los cuerpos de los rojos que los habían estado persiguiendo la noche anterior. Pero no estaban durmiendo, parecía que alguien más había pilado los cadáveres, eran alrededor de una docena, ensangrentados.
Los muchachos bajaron por la barranca para ver más de cerca el curioso fenómeno. A algunos se les habían sido amputadas las extremidades, otros tantos habían sido mordidos. Pero no habían rastros del huso de balas, ni siquiera apuñalados. El olor ahí abajo era terrible. Un par de ratas estaban alimentándose de los restos.
Será mejor irnos de aquí, las ratas pueden estar infectadas- dijo Gael, así que los tres subieron de nuevo.
¿Qué mierdas fue eso, qué pasó ahí?- preguntó Armando mientras se apoyaba en sus roillas para respirar profundamente.
Pudieron ser dos cosas, pero no estoy seguro de la segunda- dijo Elliot automáticamente.
¿Bien, qué opinas?-
La primera, pudieron haber sido humanos sanos, las mordidas no son de perros ni bestias, pudo haber sido un grupo de sobrevivientes un poco enfermos mentales, la segunda, el clan de Krull pudo haber crecido-
¿Qué mierda?- excñamó Armando mientras miraba extrañado a Elliot -Es decir, se necesita el doble o más de esos cabrones para que pase eso-
Bueno, Krull y sus amigos han estado ahí afuera durante un tiempo, y él era fuerte según se- dijo mirando a Gael -creo que otros grupos pequeños se les fueron uniendo y por lo visto, han arruinado nuetro plan-
¿Qué?- preguntó Gael
Las detectaron a ellas...- susurró Armando.
Nunca pensé que esto pudiera estar así, es decir, no hay rojos aquí- decía Mónica.
Se han ido todos- dijo Marina.
Bien, así está mejor- suspiró Karen mientras bajaba de la camioneta.
Estaban en donde Elliot había conseguido armas poco después de la catástrofe. Le había hablado a Karen acerca de ese lugar tiempo atrás. Era justo decir que en ese momento, ella sentía nonstalgia también, a su mente llegaban recuerdos de cuando la encontraron frente al wtc de la Ciudad de México, un lindo lugar, "no mucho cuando una esta deshidratada, y un montón de idiotas quieren salvarla" pensó Karen. Aun le parecía como si el refugio, Thur, Irv y todos ellos siguieran vivos, la abuela, Ruth, Milly.
Era dificil pensar en como todos ellos, sus amigos, el mundo se había convertido en una especie de museo donde todo se queda silencioso, en espera de que algún día alguien pueda ver todo lo que existía de nuevo, maravillarse, y pensar en cuan magníficos debiéron de haber sido aquellos días, cuando los edificios eran usado por cientos de personas, cuando los automóviles andaban por las calles, y las tiendas departamentales eran muy diferentes a una cueva. No era un museo, era una tumba, una gran tumba.
Se habría podido haber pensado que eso solo ocurrió en México, o en paises vecinos también, pero las noticias habían reportado focos en todo el mundo, principalmente en Canadá, pero los casos aislados, con la gripe púrpura suelen convertirse en un desastre total, en una esperanza aislada.
Karen suspiró de nuevo, hacía guardia mientras Marina y Mónica conseguían las armas. Kanuh se había quedado con ella, ahí estaba el lindo perro que había perforado el brazo de Elliot, parecía tan inofensivo ahora, a pesar de su tamaño se veía tan tierno a los ojos de Karen, que esta tuvo que contenerse para evitar abrazarlo. Habría sido una buena idea, pensaba que se vería muy ridículo, pero aunque no había nadie que la viera, ella esperaba que de pronto todas las personas del mundo aparecieran, hablando por sus teléfonos celulares, gritando, haciendo el desastre en el que eran expertos. Esperaba que como el sonido de una motocicleta aproximandose, poco a poco espectros, visiones vagas fueran haciendose más y más fuertes hasta convertirse en personas tangibles, sólidas, que ella misma pudiera saludarlas y que estas contestaran el saludo.
Si, sería magnífico que todo volviera a la normalidad, después de casi un año, después de casi doce meses de haber vivido en un infierno. Pronto la navidad vendría, y de nuevo, no habrían luces en la ciudad que la recibieran, justo como el año anterior, en el cual, una de las celebraciones más cálidas del mundo fue aquella que se dio en el refugio, hasta Gill, hasta ese bastardo se había mostrado contento. Ese día, la humanidad que solía festejar masivamente, alrededor de todo el mundo no era más que cincuenta personas en un refugio improvisado, cincuenta personas de millones que se habían transformado en bestias, o en frías hamburguesas.
Aquí acaba el capítulo 35 de La última lágrima, por su atención, gracias.
Bueno, primero que nada, quiero disculparme, no he escrito en casi un mes, y hoy Gilo me recordó que tenía este asunto pendiente, del cual puedo casi asegurar que quedan si acaso cinco capítulos. Espero que este último les guste, y ahora puedo decirles que verán el relato acabado antes del 2011. Quiero hacerlo nostálgico y dramático, después de todo, qué harían ustedes después de un año en el infierno. Ciertamente yo sería feliz si un virus pudiera convertir a todo el mundo en zombis, pero eso es más una fantasía de niños que un deseo. De nuevo les agradesco que continuen con el relato, se que no he dado pauta para que lo hagan, y de nuevo me disculo, pero les prometo que el final será magnífico.
Atentamente: su amigo Arturo.
Hola! Soy yo, su amigo Arturo continuando la historia. Ya lo decidí, termina en el capítulo 40, el cual será en dos partes, algo así como una edición especial, espero que lo disfruten, cinco capítulos y todo acaba, bueno, solo la primera temporada, ya que el siguiente año daré a conocer la siguiente temporada, la segunda de tres. El nombre será "La última alianza" y estará formada de casi 50 capítulos, no será la misma trama, ya que nuestros personajes se tendrán que enfrentar a retos y enemigos mayores, ustedes ya conocen a algunos de ellos. Poco a poco los he incrustado en el relato, pero ahora no son más que unos cuantos personajillos. Por ahora, continuemos.
Capítulo 36 "Fallar".
El plan se había arruinado ya, dado que los rojos se les habían adelantado, pero no podían darse por vencidos, y menos ahora que las chicas esetaban en la ciudad y tenían a un grupo numeroso de rojos pisándoles los talones, deberían estar a unas cuantas horas de llegar a la ciudad, ya que la matanza evidenciada había tenido lugar aproximadamente ocho horas antes, los rojos son rapidos, con lo que les llevaban unas diez horas de ventaja a los muchachos que llegarían a la ciudad de noche, probablemente entrando la madrugada. Debían encontrar a las chicas antes que los rojos.
No corrieron con la misma suerte que Elliot en uno de sus viajes, no, unos kilómetros adelante encontraron la gasolinería descrita y el minisuper, que brillaba como un oasis en medio del desierto, claro, no literalmente, ya que ahora se veía como un mugriento y asqueroso cubo junto a una inservible gasolinería, los cristales estaban en sun mayoría estrellados, y la caja registradora había sido destruida a palasos. También pudieron notar que faltaban muchas provisiones, y lo que quedaba estaba podrido. Bien, ahora solo hacía falta encontrar un poco de agua y comida.
Tardaron un poco, pero por fin, junto a lo que parecía ser un refrigerador encontraron un par de botellas de agua. En cuanto a la comida, nada, al menos nada comestible todavía.
Después de haber bebido rergesaron al camino, el sol estaba hasta arriba, era medio día ya, y todavía faltaba un tramo.
En todo el viaje hicieron un par más de paradas para ir al baño, otras tantas para beber y descansar un poco, pero finalmente se vieron rodeados de edificios, poco a poco, primero unas cuantas casas a los lados del camino, luego más caminos, más casas abandonadas, más edificios, hasta que por fin se podía asegurar estar en la ciudad. Como es de suponer, la noche había caido sobre ello y ahora estaba por terminar.
Llegaron al lugar acordado, la dirección que Mónica le había dado a Elliot. Todo estaba sumamente oscuro, faltaban un par de horas para el amanecer, pero aún así no había restro de la camioneta. La dirección era un lugar a unas calles de la torre del caballito, eran calles amplias, llenas de automóviles y rastros de destrucción.
¿Dónde podrán estar?- preguntó Gael, a lo que Elliot contestó:
No se, mierda, no se nos habrán adelantado los rojos-
No- aseguró Armando mientras miraba a uno de los edificios de la zona -tengo una leve idea-
Se dirigió a uno de los automóviles abandonados, metió una mano por la ventana y comenzó a hacer una serie de ruidos rítmicos con la bocina. Cesó por unos momentos y se escucharon sonidos de otro automovil.
Es la camioneta- dijo Elliot y echó a andar hacia donde venía el sonido.
La vocina sonaba de vez en cuando para seguir orientando a los muchachos.
Evidentemente, ahí estaba la camioneta, dentro de ella estaba Mónica, tocando la bocina. En otro edificio, en el séptimo piso se encontraba Karen apuntando con un rifle desde la ventana, encuanto identificó a sus compañeros, redirigió la mira de su rifle hace los extremos de la calle para verificar que los rojos no frustraran el plan.
Mónica, Gael, Elliot y Armando entraron al edificio bloqueando la puerta principal con unos muebles que ya estaban amontonados cuando ellos llegaron.
Dentro del edificio, no se distinguía ni un alma, estaba incluso más oscuro que afuera.
Subieron a paso veloz las escaleras, hasta llegar al séptimo piso, donde estaban Karen, Marina, Gabriel (quien abrazó a Gael de inmediato) y Kanuh en la ventana.
Fue el piso más iluminado que encontramos- dijo Karen mientras Elliot observaba las armas amontanadas en un rincón de la habitación. En el pasado, ese edificio pudo bien haber sido usado como oficinas, o algo parecido, ya que cada piso estaba dividido en pequeñas habitaciones, en diferentes proporciones a las de un departamento normal.
Son muchas armas- dijo Gael
Nadie le hizo caso, Elliot se quitó la chamarra y la dejó tirada en el suelo, Armando dejó las botellas de agua y los tres recién llegados se recostaron unos momentos en el suelo.
Sospechamos que Krull y los otros ya están en la ciudad- dijo Armando
Karen lo miró y le dijo: -no hay razón para sospecharlo, de hecho nosotras estamos seguras de eso-
¿A qué te refieres?- preguntó Gael
Ya los vimos, por eso cambiamos el lugar, además, estabamos seguras de que ustedes lo descubrirían-
¿Qupe tan cerca estuvieron de los rojos?- preguntó Elliot.
Bueno, hicimos uso de las armas, aunque desafortunadamente no herimos ninguno- dijo Mónica.
¡Mierda!- maldijo Elliot.
Descuida, el plan no está arruinado del todo- dijo Karen -solo debemos cambiarlo un poco, estamos en el lugar alto, tenemos armas- decía cuidando de no mencionar las palabras equivocadas.
Bien, haremos guardias, para vigilar la llegada de los rojos, he pensado que son cerca de 30- dijo Elliot.
Son más de 50- dijo Mónica con amargura.
Elliot, Armando y Gael se quedaron boquiabiertos.
Cincuenta era un número muy grande, sin contar a Kanuh ni a Gabriel, que eran menos aptos para el combate, ellos eran apenas seis, y eso, probablemente Marina no dispararía un arma en ttoda su vida, eso dejaba cinco.
Superados por diez veces, los pronósticos no eran muy favorables.
"Si asesinamos Krull, que es el más fuerte, probablemente los otros no nos sigan" pensaba Elliot, aunque sabía que eso eran puras estupideces.
Una frustración acompañada de una desesperación extrema se apoderaron de Elliot, de pronto deseó dejar todo, regresar a casa, no importaba ser asesinado y devorado, quería que todo acabara.
Notó que todos sus compañero estaban en la misma situación que él.
Todo es demasiado riesgoso- dijo Karen -pero es pero no hacer nada- exclamó con un tono que Elliot no escuchaba desde hacía ya tiempo, arrastrando las palabras, ese tonito que tanto odiaba, una mezcla entre un ruego y una orden. Ahora sonaba diferente, como una petición, necesitaban un plan.
Veamos que ventajas tenemos- dijo Elliot.
Tenemos armas, el punto elevado que tanto querías, pusimos un poco de gasolina en el pavimento, en frente del edificio. Tenemos visibilidad a ambos lados de la calle, y solo dos puntos por donde nos puedan atacar-
Elliot descubrió que no era tan malo, encontró consuelo y calma, justo lo que necesitaba-
Bien, dispararemos a los rojos que lleguen de cualquier punto, solo son dos puntos, por lo que habrán dos de ustedes en las ventanas, con eso quedarían dos, Marina se encargará de cuidar a Gabriel, Karen y Armando tienen buena puntería, estarán en las ventanas. Si algunos llegan a la puerta, ahí estaremos Gael Móica y yo para recibirlos con plomo-
Recordemos que el punto principal es Krull- les dijo Gael.
Habrá fuego- dijo Karen.
No lo había contemplado, eso nos podría servir si algunos se acercan a la puerta, pero tamién puede ser una trampa para nosotros, nos obstaculizaría la huída-
¿Cuál huida?- preguntó Armando
Si algo sale mal, sería mejor tener un segundo plan, y encerrarnos aquí no es buena idea-
Elliot tiene razón- dijo Karen.
Ahora, el fuego nos impediría salir de aquí-
Mierda, no pensé en eso- dijo Mónica.
No hay problema, encontraremos una forma- trató de consolarla Elliot, pero él sabía que había sido una estupidez.
Bueno, será mejor que comencemos con las guardias, mañana se nos ocurrirá algo- dijo Elliot.
Yo primero- se ofreció Mónica, era más fácil ser la primera -después seguirá Gael-
Escojo a Armando después de mi- dijo Gael
Yo a Karen-
Elliot-
Bien, ya estamos listos- dijo Elliot para finalizar, pero en el interior sabía que no estaban ni cercanamente listos. Esa era la clase de cosas que los adultos deberían hacer, ellos eran unos muchachos, él estaba por cumplir 16, al igual que Karen y Gael, Armando y Mónica eran un par de años mayores, pero seguían siendo muy jóvenes, Marina era un año menor que él, y Gabriel era un niño. ¿Por qué debían ellos manchar sus manos con sangre? Todo ésto es una injusticia" le dijo la voz en su cabeza, voz que no había podido callar en todo ese tiempo "además, sabes que no estás preparado, lo de mañana será una masacre, son más de cincuenta Elliot, ustedes son apenas cinco" "tienen armas, ¿pero las saben usar?". Esos pensamientos acosaron a Elliot durante la noche, o lo que quedaba de ella.
El sol se había levantado ya cuando Elliot escuchó una detonación.
"está ocurriendo" pensó.
Se levantó rápidamente, y poco a poco los gritos de Karen se apoderarond de sus oídos. Todos se habían levantado ya, y Karen disparaba desde la ventana, Gael apenas cargaba su rifle, e instantes después disparaba.
Elliot sintió que sus oidos se tapaban, que un silbido los atacaba, de pronto sintió la fuerza de su sangre golpeando su cabeza y sus oidos, miró a todas partes, estaba sucediendo, ahi estaban sus compañeros, defendiendo sus vidas, parecía tan irreal, la luz clara del sol matutino entraba por las ventanas. Era una hermosa mañana.
Elliot se desplazó suavemente hasta los crsitales, donde pudo ver que los rojos los atacaban de ambos puntos, de los dos extremos de la calle. Karen y Gael no tenían una puntería tan precisa como el esperaba, se habían escuchado muchos disparos, de los cuales solo habían consegiudo darle a dos.
Poco a poco, los oidos de Elliot se llenaron de nuevo de disparos y de rugidos, de gritos y golpes.
¿Estás bien? preguntó Armando
Si-
¿Qué hacemos?-
No se-
Digiste que estabamos preparados-
No lo estamos, no, no lo estamos-
Hay que hacer algo- gruñó Armando -mierda-
Sigamos el plan- dijo Karen mientras dejaba el rifle y miraba atrás, donde estaban Armando y Elliot
Se ha pasado uno- dijo Gael
¿Qué?- exclamó Karen y siguió disparando.
¿Cuántos muertos?- preguntó Mónica
Llevamos cuatro, y dos nos burlaron- contestó Gael.
Bloqueamos la entrada, tardarán un poco- dijo Armando
No disparen en donde está la gasolina, no hasta que sean quince lo rojos ahí- ordenó Elliot
Se escucharon golpes en la puerta principal.
Mierda-
Ya pasaron tres-
Llevamos cinco-
Corren muy rápido-
Ya pasaron seis-
Mierda son muchos-
Siete muertos-
Ya pasaron diez-
Le dí a otro-
Pasaron otros cinco-
Ya van ocho muertos y quince están en la puerta- dijo Elliot con voz queda.
Nueve muertos- gritó alegremente Gael.
¿Ya lo quemamos?-
No, todavía no-
ya van 18 ahí abajo-
once muertos-
No hay rastro de Krull-
Bajaremos- dijo Elliot.
¿Estás loco?- preguntó Armando abriendo exageradamente los ojos, cosa que Karen hizo también, pero obviamente con su característica especial.
Tengo un plan, podemos sacar un par de armas, de fuego, bates, cuchillos, correr y llegar a los edificios de enfrente, Karen y Gael nos cubrirán, entonces podremos atacar desde dos puntos, así ellos matarán a los que están en la entrada de nuestro edificio y nosotros a los de ellos, pero para eso hay que correr un poco de riesgo- terminó Elliot argumentando con palabras de Karen, quien no lo aprobó.
Hubo un silencio, interrumpido únicamente por los disparon, golpes y gritos.
Vamos- dijo finalmente Gael -yo iré con ustedes-
¿Y quién disparará?- preguntó Mónica.
Lo hare yo- contestó Armando.
Bien-
Armando tomó el rifle de Gael y siguió disparando.
Los tres tomaron varias armas, bajaron las escaleras, se colocaron en el pasillo, y dispararon hacia la puerta. Los rojos habían logrado desplazar ya un par de muebles.
Bien, ¿cómo lo haremos?- preguntó Armando.
Elliot había reservado una granada de las que Ruth le dió.
Habrá un poco de ruido- dijo mostrándola a sus compañeros.
En el pasillo habían cuatro puertas que daban hacia un baño, y tres cuertos pequeños.
Elliot entró en la que era el baño, ya que estaba más cerca de la puerta. Mónica y Gael se refugiaron en la habitación que estaba frente al baño.
Elliot quitó el seguro y arrojó la granada. Pasaron un par de segundos y de pronto una explosión. El calor alcanzó a Elliot, quien se escondió detras de sus brazos.
Un zumbido se alojó en sus oidos de nuevo.
¡Vamos!- gritó y salió corriendo, detrás de él, Mónica y Gael.
Los cuerpos de los rojos que estaban cerca habían quedado despedazados en todas direcciones.
Los tres chicos salieron corriendo del edificio justo cuando la gasolina se estaba encendiendo, de pronto un calor similar al de unos instantes atrás recorrió la espalda de Elliot, quien seguía corriendo hacia el edificio más cercano.
Entonces, en medio de todo el alboroto apareció Krull, imponente, saliendo desde la izquierda.
Elliot combatía a los rojos que quedaban con su bate, parecía un videojuego en esos que desde que empiezas a jugar estás destinado a perder.
Mónica también se defendía con el cuchillo de Elliot, pero Gael se quedó inmóvil, viendo fijamente a Krull.
Entonces corrió en otro sentido, a la derecha de la calle.
¿Qupe haces? ¡Mierda!- gritó Elliot pensando que se trataba de un acto de cobardía.
Gael siguió corriendo, Krull lo siguió sin pensarlo dos veces.
Karen y Armando trataron de dispararle, pero corría muy rápido y su puntería no era muy buena.
Elliot y Mónica entraron en el edificio. Cerraron rápidamente la puerta, no se preocuparon por bloquearla, ya que Karen y Armando podían disparar a los rojos que se atrevieran a entrar desde el ángulo en el que estaban.
Era un edificio de cuatro pisos, Elliot y Mónica subieron al último.
Cuando llegaron se dieron cuenta de que el paisaje que habían ocasionado era insólito. La calle a la altura del edificio en el que se encontraban los otros estaba ardiendo en llamas, sería un lío sacar de ahí a los demás, después se preocuparían por eso.
Elliot y Mónica cargaron sus armas y dispararon desde las ventanas, disparaban a los rojos que se encontraban en medio de los dos edificios.
Ya habían desaparecido a la mitad aproximadamente.
Mientras tanto, Gael corría a toda velocidad, Krull se le acercaba cada vez más, claro, con su tamaño no era difícil, y en cualquier instante lo alcanzaría y derribaría.
Solo contaba con una navaja.
De cuando en cuando miraba atrás para ver que tan lejos seguía de Krull, cada vez el espacio era menor, y cada vez Gael se cansaba más, pero Krull seguía constante y fuerte.
Sigiueron así un par de minutos hasta que Gael decidió cambiar de estrategia y se aventuró corriendo por calles más cerradas, pensó que podría perderlo, y atacarlo por la espalda.
No pasó mucho hasta que llegaron a un centro de eparaciones de autos, donde todavía quedaban unos cuantos autos que nunca iban a ser terminados.
Gael sabía que había perdido, miró hacia atrás y sintió como el inmenso cuerpo de Krull lo golpeaba con todas sus fuerzas, lo lanzó a un par de metros, la navaja cayó lejos de él, estaba perdido.
Krull no lo mordió, sino que lo miró fijamente con una expresión de furia en el rostro.
Gael se levantó y se inclinó mirando a su oponente, sería una lucha cuerpo a cuerpo.
¡Vamos, acabemos ésto de una vez por todas!- le gritó a Krull, quien obviamente no entendía sus palabras. Se quedó fijo unos instantes y luego atacó a Gael a toda velocidad, acertando un puñetáso en el estómago del muchacho, quien se debló del dolor, en eso sintió otro golpe que iba dirigido a su rostro, instantes después sintió sus labios adormecidos.
Se recuperó para recibir otro golpe de Krull en el cuello, rodó por el piso mientras que el rojo lo veía desde arriba y le rugía.
Gael le lanzó una mirada colérica, corrió adolorido hasta el lugar donde había caído su navaja, y para ganar tiempo recogió una llave de cruz que estaba tirada y la arrojó a la cabeza de su enemigo, quien gritó de dolor. Gael no contempló que después de usar esa llave para ese propósito, probablemente Krull la recogería y pensaría en lo mismo, lo cual ocurrió, el rojo enorme se agachó, recogió la llava y se aproximó a Gael, quien para ese entonces ya había dado con la navaja y estab de pie frente a Krull, quien lo tomó del cuello, Gael clavó la navaja en el brazo del enemigo, quien lo soltó dando un aullido de dolor. Pero de inmediato alcanzó al muchacho de nuevo, sujetándolo de la ropa, y le dió un golpe con la llave justo en las costillas, Gael giró rápidamente el brazo en el que tenía la navaja, con lo que trazó una linea en el rostro del rojo. Este rugió y lo miró enfurecido.
Krull se agachó rápidamente y golpeó la pierna de Gael con la pieza de metal, a su vez, el muchacho clavó la navaja en la espalda del rojo repetidas veces, y a la velocidad que su mano se lo permitió.
Krull rugió, fue un sonido tan espantoso que Gael se apartó aterrado.
La respiración del gigante musculoso se volvió trabajosa y ruidosa, Gael se acercó para dar el último golpe de la navaja, justo en el cuello, el rojo logró dar un golpe con todas sus fuerzas y la llave en la cabeza de Gael. Ambos cayeron.
Krull respiraba convulsivamente en el suelo, o trataba de hacerlo, mientras una mancha oscura crecía debajo de él. Se escuchaba el ruido de la sangre en su garganta, lo que habría hecho vomitar a Gael de no estar este inconsciente.
Mientras tanto, Armando y Karen apuntaban a lo que identificaron como Trixie y Hen.
Karen acertó un tiro en el pecho de Hen, pero Armando no le disparó a Trixie, algo parecido a la misericordia se había apoderado de él.
Trixie huyó del lugar, corría desesperada, ni siquiera miró atrás.
Mónica y Elliot bajaron para ayudar a sus amigos a salir.
Llegaron al otro edificio, el fuego seguía muy vivo, pero lograron sacar a Karen, Armando, Marina, Kanuh y Gabriel por una orilla.
La última en salir fue Karen, quien se sujetó a Elliot, lo besó en la mejilla, y con los ojos húmedos acercó sus labios al oido de Elliot, como si fuese a decirle un secreto, pero a cambio de eso, retrocedió y agachó la vista.
Bien, todo ha acabado- dijo Elliot.
Una hora después encontraron el lugar donde se había llevado a cabo la pelea de Krull y Gael.
Al ver los cuerpos, Marina, que llevaba de la mano a Gabriel lo abrazó y le cubrió los ojos.
Elliot se acercó y descubrió que había un tercero en el lugar, era Frankie, sujetaba la mano del cadaver de Krull, y hacía algo parecido a un llanto. Advirtió la llegada de los otros.
Elliot no sabía que era Frankie aquel rojo, ya que estaba de espaldas, le dio un golpe en la espalda con su bate y la apuntó con Margaret, pero al ver el rostro del joven rojo, bajó el arma.
Frankie emitía junto con su respiración sonidos que Elliot nunca había escuchado en un rojo, como si tratara de pronunciar algo.
Mónica y Armando se acercaron al cuerpo de Gael.
Sigue respirando- dijo Armando
Elliot pareció no escucharle, y miró a Frankie a los ojos, el rojo no apartó la vista ni intentó cualquier movimiento para esquivar la vista de Elliot, en cambio, loq eu hizo fue mirarlo también.
Tenemos reglas- dijo Elliot -¿no es así muchachos?- les preguntó a sus compañeros.
Él intentará vengar la muerte de Krull y lo sabes- le espetó Armando.
Pero eso será después, ahora tenemos reglas-
Se apartó y Frankie salió corriendo del lugar.
Todos miraron extrañados a su compañero con la cicatrízz en el rostro. Hasta Marina, que seguía cubriendo a Gabriel lo miró.
¿Cómo está Gael?- preguntó Elliot desobligadamente.
Está bien, bueno, se pondrá bien- dijo Mónica.
Estuvieron unos minutos más en ese lugar, en todo ese tiempo Marina se encargó de que Gabriel no viera a su hermano en tan mala condición.
Finalmente Gael despertó.
Armando y Mónica lo ayudaron a levantarse.
¿Qué ha pasado?- preguntó con la cara ensangrentada y una mueca de dolor.
Hemos fallado- contestó Elliot.
Pero yo los veo a todos aquí- contestó Gael.
Aquí termina el capítulo 36 de La última lágrima, por su atención, muchas gracias.
Pasó poco tiempo antes de que encontraran de nuevo el camino del que se habían desviado, y aunque sabían que los rojos los habían perido, miraban alrededor de cuando en cuando para verificar que no hubieran ojos observándolos.
El tiempo no había pasado invisible en los caminos; el pavimento y el paisaje mostraban daños ocasionados por la falta de mantenimiento. Las lluvias habían abierto incluso algunos tramos de los caminos, en los cuales a veces se veía vegetación, o en su defecto, lodo. En cuanto a la fauna, no había mucho rastro de criaturas, ni siquiera en olor de los zorrillos, a veces se veían aves, en todo el camino vieron apenas cuatro de ellas. Elliot sentía nostalgia cada vez que pasaban por esos lugares, recordaba la vez que abandonó a Karen a su suerte, sin agua, y con poca comida. Milagrosamente nada malo había ocurrido, pero eso no importaba mucho, ya que él sentía un peso tremendo, el pensar en que Karen pudo haber muerto por su culpa no era nada grato.
Bien, ahora queda esperar que no nos deshidratemos, nos hemos retrasado un poco, y no me gustaría arruinar el plan- confesó Elliot.
Bueno, pues, creo que no es muy fácil que eso ocurra- dijo Armando
La vez que vine con Karen, la primera vez, nos peleamos, creo que fue efecto del calor, la cosa es que por unos días pensé que ella había muerto, la abandoné aquí, no teníamos agua, hacía un calor brutalmente espantoso, y estabamos agotados, así que creeeme cuando te digo que si es posible que eso ocurra, creo que dentro de un par de horas deberíamos detenernos o buscar un poco de recursos-
Estoy de acuerdo, dejamos las provisiones, solo traemos un par de armas- dijo Gael
En ese caso, caminemos mientras podamos, todavía nos quedan balas y parece que será un lindo día, en marcha- sentenció Armando.
El pronóstico de Armando no había sido muy equivocado, era un lindo día, aunque a medida que éste avanzaba, Elliot temía más que se repitiera lo que vivió con Karen, era algo parecido a una especie de trauma. El sol se levantaba cada vez más, y cada vás hacía más calor, aunque los tres aparentaron no sentirlo.
Creo que ahora sería un buen momento para comenzar a buscar un poco de agua, he recorrido varias veces este camino a pie y nos falta mucho aún, así que ahora es cuando para buscar algún lugar- dijo Elliot deteniéndose. Sus labios estaban resecos, y su piel se veía maltratada y sucia.
Cuando sus compañeros lo miraron indiferentes notó que ellos se encontraban en una situación similar.
Caminaremos un poco más mientras buscamos alguna tienda o algo- dijo Armando.
Si mi memoria no me falla, hay una tienda y una gasolinería en aproximadamente diez kilómetros-
No es mucho, estoy seguro de que podemos llegar- dijo Gael.
Antes de eso, creo que debo orinar- dijo Armando, se acercó a la orilla del camino, donde el pavimento estaba roto, bajó el cierre de sus pantalones, y sus compañeros pudieron escuchar el sonido del líguido golpeando el suelo. Cuando terminó, subió el cierre de sus pantalones, sacudió un pie y miró hacia lo que parecía ser una barranca.
Oh miera...- dijo suavemente mirando hacia el horizonte.
¿Qué ocurre?- preguntó Gael.
Armando no contestó, se quedó en la misma posición, con la vista perdida.
Gael y Elliot se acercaron.
En la barrance descansaban nada más y nada menos que los cuerpos de los rojos que los habían estado persiguiendo la noche anterior. Pero no estaban durmiendo, parecía que alguien más había pilado los cadáveres, eran alrededor de una docena, ensangrentados.
Los muchachos bajaron por la barranca para ver más de cerca el curioso fenómeno. A algunos se les habían sido amputadas las extremidades, otros tantos habían sido mordidos. Pero no habían rastros del huso de balas, ni siquiera apuñalados. El olor ahí abajo era terrible. Un par de ratas estaban alimentándose de los restos.
Será mejor irnos de aquí, las ratas pueden estar infectadas- dijo Gael, así que los tres subieron de nuevo.
¿Qué mierdas fue eso, qué pasó ahí?- preguntó Armando mientras se apoyaba en sus roillas para respirar profundamente.
Pudieron ser dos cosas, pero no estoy seguro de la segunda- dijo Elliot automáticamente.
¿Bien, qué opinas?-
La primera, pudieron haber sido humanos sanos, las mordidas no son de perros ni bestias, pudo haber sido un grupo de sobrevivientes un poco enfermos mentales, la segunda, el clan de Krull pudo haber crecido-
¿Qué mierda?- excñamó Armando mientras miraba extrañado a Elliot -Es decir, se necesita el doble o más de esos cabrones para que pase eso-
Bueno, Krull y sus amigos han estado ahí afuera durante un tiempo, y él era fuerte según se- dijo mirando a Gael -creo que otros grupos pequeños se les fueron uniendo y por lo visto, han arruinado nuetro plan-
¿Qué?- preguntó Gael
Las detectaron a ellas...- susurró Armando.
Nunca pensé que esto pudiera estar así, es decir, no hay rojos aquí- decía Mónica.
Se han ido todos- dijo Marina.
Bien, así está mejor- suspiró Karen mientras bajaba de la camioneta.
Estaban en donde Elliot había conseguido armas poco después de la catástrofe. Le había hablado a Karen acerca de ese lugar tiempo atrás. Era justo decir que en ese momento, ella sentía nonstalgia también, a su mente llegaban recuerdos de cuando la encontraron frente al wtc de la Ciudad de México, un lindo lugar, "no mucho cuando una esta deshidratada, y un montón de idiotas quieren salvarla" pensó Karen. Aun le parecía como si el refugio, Thur, Irv y todos ellos siguieran vivos, la abuela, Ruth, Milly.
Era dificil pensar en como todos ellos, sus amigos, el mundo se había convertido en una especie de museo donde todo se queda silencioso, en espera de que algún día alguien pueda ver todo lo que existía de nuevo, maravillarse, y pensar en cuan magníficos debiéron de haber sido aquellos días, cuando los edificios eran usado por cientos de personas, cuando los automóviles andaban por las calles, y las tiendas departamentales eran muy diferentes a una cueva. No era un museo, era una tumba, una gran tumba.
Se habría podido haber pensado que eso solo ocurrió en México, o en paises vecinos también, pero las noticias habían reportado focos en todo el mundo, principalmente en Canadá, pero los casos aislados, con la gripe púrpura suelen convertirse en un desastre total, en una esperanza aislada.
Karen suspiró de nuevo, hacía guardia mientras Marina y Mónica conseguían las armas. Kanuh se había quedado con ella, ahí estaba el lindo perro que había perforado el brazo de Elliot, parecía tan inofensivo ahora, a pesar de su tamaño se veía tan tierno a los ojos de Karen, que esta tuvo que contenerse para evitar abrazarlo. Habría sido una buena idea, pensaba que se vería muy ridículo, pero aunque no había nadie que la viera, ella esperaba que de pronto todas las personas del mundo aparecieran, hablando por sus teléfonos celulares, gritando, haciendo el desastre en el que eran expertos. Esperaba que como el sonido de una motocicleta aproximandose, poco a poco espectros, visiones vagas fueran haciendose más y más fuertes hasta convertirse en personas tangibles, sólidas, que ella misma pudiera saludarlas y que estas contestaran el saludo.
Si, sería magnífico que todo volviera a la normalidad, después de casi un año, después de casi doce meses de haber vivido en un infierno. Pronto la navidad vendría, y de nuevo, no habrían luces en la ciudad que la recibieran, justo como el año anterior, en el cual, una de las celebraciones más cálidas del mundo fue aquella que se dio en el refugio, hasta Gill, hasta ese bastardo se había mostrado contento. Ese día, la humanidad que solía festejar masivamente, alrededor de todo el mundo no era más que cincuenta personas en un refugio improvisado, cincuenta personas de millones que se habían transformado en bestias, o en frías hamburguesas.
Aquí acaba el capítulo 35 de La última lágrima, por su atención, gracias.
Bueno, primero que nada, quiero disculparme, no he escrito en casi un mes, y hoy Gilo me recordó que tenía este asunto pendiente, del cual puedo casi asegurar que quedan si acaso cinco capítulos. Espero que este último les guste, y ahora puedo decirles que verán el relato acabado antes del 2011. Quiero hacerlo nostálgico y dramático, después de todo, qué harían ustedes después de un año en el infierno. Ciertamente yo sería feliz si un virus pudiera convertir a todo el mundo en zombis, pero eso es más una fantasía de niños que un deseo. De nuevo les agradesco que continuen con el relato, se que no he dado pauta para que lo hagan, y de nuevo me disculo, pero les prometo que el final será magnífico.
Atentamente: su amigo Arturo.
Hola! Soy yo, su amigo Arturo continuando la historia. Ya lo decidí, termina en el capítulo 40, el cual será en dos partes, algo así como una edición especial, espero que lo disfruten, cinco capítulos y todo acaba, bueno, solo la primera temporada, ya que el siguiente año daré a conocer la siguiente temporada, la segunda de tres. El nombre será "La última alianza" y estará formada de casi 50 capítulos, no será la misma trama, ya que nuestros personajes se tendrán que enfrentar a retos y enemigos mayores, ustedes ya conocen a algunos de ellos. Poco a poco los he incrustado en el relato, pero ahora no son más que unos cuantos personajillos. Por ahora, continuemos.
Capítulo 36 "Fallar".
El plan se había arruinado ya, dado que los rojos se les habían adelantado, pero no podían darse por vencidos, y menos ahora que las chicas esetaban en la ciudad y tenían a un grupo numeroso de rojos pisándoles los talones, deberían estar a unas cuantas horas de llegar a la ciudad, ya que la matanza evidenciada había tenido lugar aproximadamente ocho horas antes, los rojos son rapidos, con lo que les llevaban unas diez horas de ventaja a los muchachos que llegarían a la ciudad de noche, probablemente entrando la madrugada. Debían encontrar a las chicas antes que los rojos.
No corrieron con la misma suerte que Elliot en uno de sus viajes, no, unos kilómetros adelante encontraron la gasolinería descrita y el minisuper, que brillaba como un oasis en medio del desierto, claro, no literalmente, ya que ahora se veía como un mugriento y asqueroso cubo junto a una inservible gasolinería, los cristales estaban en sun mayoría estrellados, y la caja registradora había sido destruida a palasos. También pudieron notar que faltaban muchas provisiones, y lo que quedaba estaba podrido. Bien, ahora solo hacía falta encontrar un poco de agua y comida.
Tardaron un poco, pero por fin, junto a lo que parecía ser un refrigerador encontraron un par de botellas de agua. En cuanto a la comida, nada, al menos nada comestible todavía.
Después de haber bebido rergesaron al camino, el sol estaba hasta arriba, era medio día ya, y todavía faltaba un tramo.
En todo el viaje hicieron un par más de paradas para ir al baño, otras tantas para beber y descansar un poco, pero finalmente se vieron rodeados de edificios, poco a poco, primero unas cuantas casas a los lados del camino, luego más caminos, más casas abandonadas, más edificios, hasta que por fin se podía asegurar estar en la ciudad. Como es de suponer, la noche había caido sobre ello y ahora estaba por terminar.
Llegaron al lugar acordado, la dirección que Mónica le había dado a Elliot. Todo estaba sumamente oscuro, faltaban un par de horas para el amanecer, pero aún así no había restro de la camioneta. La dirección era un lugar a unas calles de la torre del caballito, eran calles amplias, llenas de automóviles y rastros de destrucción.
¿Dónde podrán estar?- preguntó Gael, a lo que Elliot contestó:
No se, mierda, no se nos habrán adelantado los rojos-
No- aseguró Armando mientras miraba a uno de los edificios de la zona -tengo una leve idea-
Se dirigió a uno de los automóviles abandonados, metió una mano por la ventana y comenzó a hacer una serie de ruidos rítmicos con la bocina. Cesó por unos momentos y se escucharon sonidos de otro automovil.
Es la camioneta- dijo Elliot y echó a andar hacia donde venía el sonido.
La vocina sonaba de vez en cuando para seguir orientando a los muchachos.
Evidentemente, ahí estaba la camioneta, dentro de ella estaba Mónica, tocando la bocina. En otro edificio, en el séptimo piso se encontraba Karen apuntando con un rifle desde la ventana, encuanto identificó a sus compañeros, redirigió la mira de su rifle hace los extremos de la calle para verificar que los rojos no frustraran el plan.
Mónica, Gael, Elliot y Armando entraron al edificio bloqueando la puerta principal con unos muebles que ya estaban amontonados cuando ellos llegaron.
Dentro del edificio, no se distinguía ni un alma, estaba incluso más oscuro que afuera.
Subieron a paso veloz las escaleras, hasta llegar al séptimo piso, donde estaban Karen, Marina, Gabriel (quien abrazó a Gael de inmediato) y Kanuh en la ventana.
Fue el piso más iluminado que encontramos- dijo Karen mientras Elliot observaba las armas amontanadas en un rincón de la habitación. En el pasado, ese edificio pudo bien haber sido usado como oficinas, o algo parecido, ya que cada piso estaba dividido en pequeñas habitaciones, en diferentes proporciones a las de un departamento normal.
Son muchas armas- dijo Gael
Nadie le hizo caso, Elliot se quitó la chamarra y la dejó tirada en el suelo, Armando dejó las botellas de agua y los tres recién llegados se recostaron unos momentos en el suelo.
Sospechamos que Krull y los otros ya están en la ciudad- dijo Armando
Karen lo miró y le dijo: -no hay razón para sospecharlo, de hecho nosotras estamos seguras de eso-
¿A qué te refieres?- preguntó Gael
Ya los vimos, por eso cambiamos el lugar, además, estabamos seguras de que ustedes lo descubrirían-
¿Qupe tan cerca estuvieron de los rojos?- preguntó Elliot.
Bueno, hicimos uso de las armas, aunque desafortunadamente no herimos ninguno- dijo Mónica.
¡Mierda!- maldijo Elliot.
Descuida, el plan no está arruinado del todo- dijo Karen -solo debemos cambiarlo un poco, estamos en el lugar alto, tenemos armas- decía cuidando de no mencionar las palabras equivocadas.
Bien, haremos guardias, para vigilar la llegada de los rojos, he pensado que son cerca de 30- dijo Elliot.
Son más de 50- dijo Mónica con amargura.
Elliot, Armando y Gael se quedaron boquiabiertos.
Cincuenta era un número muy grande, sin contar a Kanuh ni a Gabriel, que eran menos aptos para el combate, ellos eran apenas seis, y eso, probablemente Marina no dispararía un arma en ttoda su vida, eso dejaba cinco.
Superados por diez veces, los pronósticos no eran muy favorables.
"Si asesinamos Krull, que es el más fuerte, probablemente los otros no nos sigan" pensaba Elliot, aunque sabía que eso eran puras estupideces.
Una frustración acompañada de una desesperación extrema se apoderaron de Elliot, de pronto deseó dejar todo, regresar a casa, no importaba ser asesinado y devorado, quería que todo acabara.
Notó que todos sus compañero estaban en la misma situación que él.
Todo es demasiado riesgoso- dijo Karen -pero es pero no hacer nada- exclamó con un tono que Elliot no escuchaba desde hacía ya tiempo, arrastrando las palabras, ese tonito que tanto odiaba, una mezcla entre un ruego y una orden. Ahora sonaba diferente, como una petición, necesitaban un plan.
Veamos que ventajas tenemos- dijo Elliot.
Tenemos armas, el punto elevado que tanto querías, pusimos un poco de gasolina en el pavimento, en frente del edificio. Tenemos visibilidad a ambos lados de la calle, y solo dos puntos por donde nos puedan atacar-
Elliot descubrió que no era tan malo, encontró consuelo y calma, justo lo que necesitaba-
Bien, dispararemos a los rojos que lleguen de cualquier punto, solo son dos puntos, por lo que habrán dos de ustedes en las ventanas, con eso quedarían dos, Marina se encargará de cuidar a Gabriel, Karen y Armando tienen buena puntería, estarán en las ventanas. Si algunos llegan a la puerta, ahí estaremos Gael Móica y yo para recibirlos con plomo-
Recordemos que el punto principal es Krull- les dijo Gael.
Habrá fuego- dijo Karen.
No lo había contemplado, eso nos podría servir si algunos se acercan a la puerta, pero tamién puede ser una trampa para nosotros, nos obstaculizaría la huída-
¿Cuál huida?- preguntó Armando
Si algo sale mal, sería mejor tener un segundo plan, y encerrarnos aquí no es buena idea-
Elliot tiene razón- dijo Karen.
Ahora, el fuego nos impediría salir de aquí-
Mierda, no pensé en eso- dijo Mónica.
No hay problema, encontraremos una forma- trató de consolarla Elliot, pero él sabía que había sido una estupidez.
Bueno, será mejor que comencemos con las guardias, mañana se nos ocurrirá algo- dijo Elliot.
Yo primero- se ofreció Mónica, era más fácil ser la primera -después seguirá Gael-
Escojo a Armando después de mi- dijo Gael
Yo a Karen-
Elliot-
Bien, ya estamos listos- dijo Elliot para finalizar, pero en el interior sabía que no estaban ni cercanamente listos. Esa era la clase de cosas que los adultos deberían hacer, ellos eran unos muchachos, él estaba por cumplir 16, al igual que Karen y Gael, Armando y Mónica eran un par de años mayores, pero seguían siendo muy jóvenes, Marina era un año menor que él, y Gabriel era un niño. ¿Por qué debían ellos manchar sus manos con sangre? Todo ésto es una injusticia" le dijo la voz en su cabeza, voz que no había podido callar en todo ese tiempo "además, sabes que no estás preparado, lo de mañana será una masacre, son más de cincuenta Elliot, ustedes son apenas cinco" "tienen armas, ¿pero las saben usar?". Esos pensamientos acosaron a Elliot durante la noche, o lo que quedaba de ella.
El sol se había levantado ya cuando Elliot escuchó una detonación.
"está ocurriendo" pensó.
Se levantó rápidamente, y poco a poco los gritos de Karen se apoderarond de sus oídos. Todos se habían levantado ya, y Karen disparaba desde la ventana, Gael apenas cargaba su rifle, e instantes después disparaba.
Elliot sintió que sus oidos se tapaban, que un silbido los atacaba, de pronto sintió la fuerza de su sangre golpeando su cabeza y sus oidos, miró a todas partes, estaba sucediendo, ahi estaban sus compañeros, defendiendo sus vidas, parecía tan irreal, la luz clara del sol matutino entraba por las ventanas. Era una hermosa mañana.
Elliot se desplazó suavemente hasta los crsitales, donde pudo ver que los rojos los atacaban de ambos puntos, de los dos extremos de la calle. Karen y Gael no tenían una puntería tan precisa como el esperaba, se habían escuchado muchos disparos, de los cuales solo habían consegiudo darle a dos.
Poco a poco, los oidos de Elliot se llenaron de nuevo de disparos y de rugidos, de gritos y golpes.
¿Estás bien? preguntó Armando
Si-
¿Qué hacemos?-
No se-
Digiste que estabamos preparados-
No lo estamos, no, no lo estamos-
Hay que hacer algo- gruñó Armando -mierda-
Sigamos el plan- dijo Karen mientras dejaba el rifle y miraba atrás, donde estaban Armando y Elliot
Se ha pasado uno- dijo Gael
¿Qué?- exclamó Karen y siguió disparando.
¿Cuántos muertos?- preguntó Mónica
Llevamos cuatro, y dos nos burlaron- contestó Gael.
Bloqueamos la entrada, tardarán un poco- dijo Armando
No disparen en donde está la gasolina, no hasta que sean quince lo rojos ahí- ordenó Elliot
Se escucharon golpes en la puerta principal.
Mierda-
Ya pasaron tres-
Llevamos cinco-
Corren muy rápido-
Ya pasaron seis-
Mierda son muchos-
Siete muertos-
Ya pasaron diez-
Le dí a otro-
Pasaron otros cinco-
Ya van ocho muertos y quince están en la puerta- dijo Elliot con voz queda.
Nueve muertos- gritó alegremente Gael.
¿Ya lo quemamos?-
No, todavía no-
ya van 18 ahí abajo-
once muertos-
No hay rastro de Krull-
Bajaremos- dijo Elliot.
¿Estás loco?- preguntó Armando abriendo exageradamente los ojos, cosa que Karen hizo también, pero obviamente con su característica especial.
Tengo un plan, podemos sacar un par de armas, de fuego, bates, cuchillos, correr y llegar a los edificios de enfrente, Karen y Gael nos cubrirán, entonces podremos atacar desde dos puntos, así ellos matarán a los que están en la entrada de nuestro edificio y nosotros a los de ellos, pero para eso hay que correr un poco de riesgo- terminó Elliot argumentando con palabras de Karen, quien no lo aprobó.
Hubo un silencio, interrumpido únicamente por los disparon, golpes y gritos.
Vamos- dijo finalmente Gael -yo iré con ustedes-
¿Y quién disparará?- preguntó Mónica.
Lo hare yo- contestó Armando.
Bien-
Armando tomó el rifle de Gael y siguió disparando.
Los tres tomaron varias armas, bajaron las escaleras, se colocaron en el pasillo, y dispararon hacia la puerta. Los rojos habían logrado desplazar ya un par de muebles.
Bien, ¿cómo lo haremos?- preguntó Armando.
Elliot había reservado una granada de las que Ruth le dió.
Habrá un poco de ruido- dijo mostrándola a sus compañeros.
En el pasillo habían cuatro puertas que daban hacia un baño, y tres cuertos pequeños.
Elliot entró en la que era el baño, ya que estaba más cerca de la puerta. Mónica y Gael se refugiaron en la habitación que estaba frente al baño.
Elliot quitó el seguro y arrojó la granada. Pasaron un par de segundos y de pronto una explosión. El calor alcanzó a Elliot, quien se escondió detras de sus brazos.
Un zumbido se alojó en sus oidos de nuevo.
¡Vamos!- gritó y salió corriendo, detrás de él, Mónica y Gael.
Los cuerpos de los rojos que estaban cerca habían quedado despedazados en todas direcciones.
Los tres chicos salieron corriendo del edificio justo cuando la gasolina se estaba encendiendo, de pronto un calor similar al de unos instantes atrás recorrió la espalda de Elliot, quien seguía corriendo hacia el edificio más cercano.
Entonces, en medio de todo el alboroto apareció Krull, imponente, saliendo desde la izquierda.
Elliot combatía a los rojos que quedaban con su bate, parecía un videojuego en esos que desde que empiezas a jugar estás destinado a perder.
Mónica también se defendía con el cuchillo de Elliot, pero Gael se quedó inmóvil, viendo fijamente a Krull.
Entonces corrió en otro sentido, a la derecha de la calle.
¿Qupe haces? ¡Mierda!- gritó Elliot pensando que se trataba de un acto de cobardía.
Gael siguió corriendo, Krull lo siguió sin pensarlo dos veces.
Karen y Armando trataron de dispararle, pero corría muy rápido y su puntería no era muy buena.
Elliot y Mónica entraron en el edificio. Cerraron rápidamente la puerta, no se preocuparon por bloquearla, ya que Karen y Armando podían disparar a los rojos que se atrevieran a entrar desde el ángulo en el que estaban.
Era un edificio de cuatro pisos, Elliot y Mónica subieron al último.
Cuando llegaron se dieron cuenta de que el paisaje que habían ocasionado era insólito. La calle a la altura del edificio en el que se encontraban los otros estaba ardiendo en llamas, sería un lío sacar de ahí a los demás, después se preocuparían por eso.
Elliot y Mónica cargaron sus armas y dispararon desde las ventanas, disparaban a los rojos que se encontraban en medio de los dos edificios.
Ya habían desaparecido a la mitad aproximadamente.
Mientras tanto, Gael corría a toda velocidad, Krull se le acercaba cada vez más, claro, con su tamaño no era difícil, y en cualquier instante lo alcanzaría y derribaría.
Solo contaba con una navaja.
De cuando en cuando miraba atrás para ver que tan lejos seguía de Krull, cada vez el espacio era menor, y cada vez Gael se cansaba más, pero Krull seguía constante y fuerte.
Sigiueron así un par de minutos hasta que Gael decidió cambiar de estrategia y se aventuró corriendo por calles más cerradas, pensó que podría perderlo, y atacarlo por la espalda.
No pasó mucho hasta que llegaron a un centro de eparaciones de autos, donde todavía quedaban unos cuantos autos que nunca iban a ser terminados.
Gael sabía que había perdido, miró hacia atrás y sintió como el inmenso cuerpo de Krull lo golpeaba con todas sus fuerzas, lo lanzó a un par de metros, la navaja cayó lejos de él, estaba perdido.
Krull no lo mordió, sino que lo miró fijamente con una expresión de furia en el rostro.
Gael se levantó y se inclinó mirando a su oponente, sería una lucha cuerpo a cuerpo.
¡Vamos, acabemos ésto de una vez por todas!- le gritó a Krull, quien obviamente no entendía sus palabras. Se quedó fijo unos instantes y luego atacó a Gael a toda velocidad, acertando un puñetáso en el estómago del muchacho, quien se debló del dolor, en eso sintió otro golpe que iba dirigido a su rostro, instantes después sintió sus labios adormecidos.
Se recuperó para recibir otro golpe de Krull en el cuello, rodó por el piso mientras que el rojo lo veía desde arriba y le rugía.
Gael le lanzó una mirada colérica, corrió adolorido hasta el lugar donde había caído su navaja, y para ganar tiempo recogió una llave de cruz que estaba tirada y la arrojó a la cabeza de su enemigo, quien gritó de dolor. Gael no contempló que después de usar esa llave para ese propósito, probablemente Krull la recogería y pensaría en lo mismo, lo cual ocurrió, el rojo enorme se agachó, recogió la llava y se aproximó a Gael, quien para ese entonces ya había dado con la navaja y estab de pie frente a Krull, quien lo tomó del cuello, Gael clavó la navaja en el brazo del enemigo, quien lo soltó dando un aullido de dolor. Pero de inmediato alcanzó al muchacho de nuevo, sujetándolo de la ropa, y le dió un golpe con la llave justo en las costillas, Gael giró rápidamente el brazo en el que tenía la navaja, con lo que trazó una linea en el rostro del rojo. Este rugió y lo miró enfurecido.
Krull se agachó rápidamente y golpeó la pierna de Gael con la pieza de metal, a su vez, el muchacho clavó la navaja en la espalda del rojo repetidas veces, y a la velocidad que su mano se lo permitió.
Krull rugió, fue un sonido tan espantoso que Gael se apartó aterrado.
La respiración del gigante musculoso se volvió trabajosa y ruidosa, Gael se acercó para dar el último golpe de la navaja, justo en el cuello, el rojo logró dar un golpe con todas sus fuerzas y la llave en la cabeza de Gael. Ambos cayeron.
Krull respiraba convulsivamente en el suelo, o trataba de hacerlo, mientras una mancha oscura crecía debajo de él. Se escuchaba el ruido de la sangre en su garganta, lo que habría hecho vomitar a Gael de no estar este inconsciente.
Mientras tanto, Armando y Karen apuntaban a lo que identificaron como Trixie y Hen.
Karen acertó un tiro en el pecho de Hen, pero Armando no le disparó a Trixie, algo parecido a la misericordia se había apoderado de él.
Trixie huyó del lugar, corría desesperada, ni siquiera miró atrás.
Mónica y Elliot bajaron para ayudar a sus amigos a salir.
Llegaron al otro edificio, el fuego seguía muy vivo, pero lograron sacar a Karen, Armando, Marina, Kanuh y Gabriel por una orilla.
La última en salir fue Karen, quien se sujetó a Elliot, lo besó en la mejilla, y con los ojos húmedos acercó sus labios al oido de Elliot, como si fuese a decirle un secreto, pero a cambio de eso, retrocedió y agachó la vista.
Bien, todo ha acabado- dijo Elliot.
Una hora después encontraron el lugar donde se había llevado a cabo la pelea de Krull y Gael.
Al ver los cuerpos, Marina, que llevaba de la mano a Gabriel lo abrazó y le cubrió los ojos.
Elliot se acercó y descubrió que había un tercero en el lugar, era Frankie, sujetaba la mano del cadaver de Krull, y hacía algo parecido a un llanto. Advirtió la llegada de los otros.
Elliot no sabía que era Frankie aquel rojo, ya que estaba de espaldas, le dio un golpe en la espalda con su bate y la apuntó con Margaret, pero al ver el rostro del joven rojo, bajó el arma.
Frankie emitía junto con su respiración sonidos que Elliot nunca había escuchado en un rojo, como si tratara de pronunciar algo.
Mónica y Armando se acercaron al cuerpo de Gael.
Sigue respirando- dijo Armando
Elliot pareció no escucharle, y miró a Frankie a los ojos, el rojo no apartó la vista ni intentó cualquier movimiento para esquivar la vista de Elliot, en cambio, loq eu hizo fue mirarlo también.
Tenemos reglas- dijo Elliot -¿no es así muchachos?- les preguntó a sus compañeros.
Él intentará vengar la muerte de Krull y lo sabes- le espetó Armando.
Pero eso será después, ahora tenemos reglas-
Se apartó y Frankie salió corriendo del lugar.
Todos miraron extrañados a su compañero con la cicatrízz en el rostro. Hasta Marina, que seguía cubriendo a Gabriel lo miró.
¿Cómo está Gael?- preguntó Elliot desobligadamente.
Está bien, bueno, se pondrá bien- dijo Mónica.
Estuvieron unos minutos más en ese lugar, en todo ese tiempo Marina se encargó de que Gabriel no viera a su hermano en tan mala condición.
Finalmente Gael despertó.
Armando y Mónica lo ayudaron a levantarse.
¿Qué ha pasado?- preguntó con la cara ensangrentada y una mueca de dolor.
Hemos fallado- contestó Elliot.
Pero yo los veo a todos aquí- contestó Gael.
Aquí termina el capítulo 36 de La última lágrima, por su atención, muchas gracias.
arturo864- Recien llegado al refugio
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Cap. 37
Capítulo 37 “Ruido en La Resistencia Final”
La noche caía suavemente sobre la ciudad una vez más, siguiendo los pasos de un muchacho de cabello oscuro que caía hasta los hombros, tenía una cicatriz que trazaba una línea desde su ojo hasta la barbilla, estaba un poco flaco, pero no enclenque. Caminaba con un aire nostálgico y de cuando en cuando echaba una mirada por encima del hombro, una vez más, Elliot era acechado.
Sentía como unos ávidos ojos seguían cada movimiento suyo, sentía que podían observar como su pecho se levantaba y volvía a su lugar con cada exhalación, estaba seguro de que si lo quisieran atacar, ya lo habrían hecho, eso lo tranquilizaba un poco, pero aún así, era perturbador sentirse observado.
Trató de pensar en otra cosa para quitarse aquella sensación. Comenzó a pensar en qué habría sido de la gente famosa, ¿La cantante de su banda favorita sería ahora una de los rojos? ¿La enfermedad habría llegado a los actores de sus películas épicas favoritas? Si había algo de justo en la gripe púrpura era que atacaba ciegamente, no le importaba si habías aparecido en alguna pantalla, o si tu voz se oía en el radio, si eras un empresario importante, igual te haría mierda. Ese pensamiento le hizo gracia a Elliot. Antes él había sido un joven muy peculiar, no solía ser buen estudiante, pero tampoco era un caso perdido, era como indiferente ante el mundo. De vez en cuando salía con amigos, se divertían un poco, y regresaba a su rutina habitual, para ser honestos, no había nada de especial en Elliot, no hasta aquel día, cuando dejó de ser un don nadie y se transformó en uno de los sobrevivientes, si había algo en él ahora, pero era una de esas cosas que rara vez salen a flote. Un hombre podía ser un fantasma en su antigua vida, y ser todo un capitán en una situación difícil. Algo parecido le había pasado a Elliot, ahora era casi el jefe de La Resistencia Final, aunque era un grupo pequeño, confiaban ciegamente en él, hasta Gael había confiado en sus elecciones, y aunque no simpatizaban mucho, había salido del edificio junto con él, confiando en que no pasaría nada malo. Pero Elliot no pensaba en ellos como sus brazos, o sus herramientas, ni siquiera como amigos, después de lo que habían vivido juntos, después de lo que habían pasado, Elliot los catalogaba con la clave “familia”. Ahora que pensaba en ello, había algo raro en esa palabra, nunca sintió tanta cercanía con sus primos o parientes relativamente cercanos, comenzó a cuestionar el significado de la palabra “familia”, cuando un pequeño ruido llegó a sus oídos. Venía de abajo, uno de sus pies había pisado algo, algo metálico, se agachó lentamente para recogerlo, primero analizó el objeto; era un anillo, con una pequeña piedra verde incrustada en él. Elliot frunció el ceño, el anillo le parecía familiar, trató de recordar, pero nada llegó a su mente. Lo guardó en uno de sus bolsillos, quizás Karen supiera algo.
Siguió su caminata, después de aquella distracción sintió de nuevo la mirada, la trató de ignorar, en cierto momento llegó a pensar que se había vuelto paranoico, trató de calmarse, se sentó frente a la puerta principal de una tienda departamental, respiró lenta y profundamente para tomar una sensación de calma.
Escuchó pasos que se aproximaban, y a lo lejos apareció una figura, una sombra apenas, no se distinguía mucho en la oscuridad, solo se notaba una silueta que lo miraba fijamente, inmóvil, Elliot se quedó quieto, pensó que probablemente la criatura se iría, pero se quedó ahí. Estuvieron de esa manera una media hora más, hasta que Elliot se levantó, y caminó de nuevo mirando la silueta, que apenas se movía. Elliot se volvió y echó a correr por la calle, esperando que la figura no lo siguiera.
Después de unos minutos llegó al refugio que habían improvisado para descansar y partir al día siguiente.
Le habían colocado un par de vendajes a Gael, quien ya se encontraba mejor, y habían conseguido más municiones, después de que casi todo había sido ocupado.
¿Dónde has estado?- preguntó Karen
Salí a caminar, siento nauseas- contestó Elliot
Bueno, será mejor que esa sensación se largue, porque comeremos un poco-
Armando y Mónica habían realizado una breve excursión por la ciudad, en la cual lograron conseguir alimentos enlatados y rescatar un par de cosas que eran todavía comestibles. También un par de velas, y alcohol.
La cena fue un poco más “cómoda” de lo que estaban acostumbrados a celebrar. Hasta Elliot intercambió un par de bromas ligeras con Gael. Fue en resumen una cena ideal, las velas iluminaban a la perfección proyectando una atmósfera de tranquilidad y armonía. Gabriel comprendía poco de las bromas de los demás, pero mostraba una risa que no era fingida del todo. Después abrieron las botellas de alcohol, Karen lo repartió en copas que habían encontrado en el edificio. Aunque la comida no era del todo deliciosa era mucho más de lo que ellos mismos podían agradecer, pero no era eso lo que hacía exquisita la reunión, sino la extraña convivencia que había nacido entre los compañeros. Al parecer una buena conversación aliviaba el peso que habitaba ahora en sus almas, la matanza les había dejado exhaustos, no solo físicamente. Sentían una especie de remordimiento, en especial cuando recordaban cómo insistieron a Elliot para que asesinara también a Frankie, ahora pensaban que la elección de su compañero había sido acertada.
Uno por uno los miembros de la resistencia final cayeron en un profundo sueño hasta que solo quedaron Karen y Elliot, entonces él susurró:
Cuando caminaba por la calle encontré esto- sacó el anillo de su bolsillo y lo mostró a Karen, quien le contestó con una suave voz que apenas se podía entender lo que decía.
Me parece familiar- dijo e hizo una pausa –pero no recuerdo muy bien-
Algo en aquella conversación motivó a Elliot a seguir hablando, le gustaba platicar en voz baja mientras escuchaba la respiración de sus amigos, compañeros, las personas que ahora valoraba, y de hecho las únicas que le quedaban en el mundo.
Platicaron de muchas cosas, viejas anécdotas que apenas recordaban y que juntos complementaban. Hacían alguna pausa después de una pequeña carcajada, o cuando alguno de los que dormían hacían un brusco movimiento amenazando con despertarse.
Así transcurrió la noche, hasta que entre susurros y sonrisas Karen y Elliot quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, el sol saludaba cariñosamente al muchacho de cabello largo y oscuro, calmando su dolor de cabeza, había veces en las que Elliot no sabía si había dormido demasiado, o tal vez se aproximara a un resfriado, pero un dolor lo molestaba haciéndose presente en su cabeza, nuca y alrededor de sus ojos. Terminó por levantarse y beber un poco de agua, la mañana auguraba un día caluroso y soleado, parecido al anterior.
Más tarde comenzaron a preparar su cosas para regresar a casa, empacar no fue muy difícil, ya que no habían muchas cosas que valieran más la pena que sus armas y comida, no llevaban sus pertenencias, todo se había quedado en casa, ahora que el problema había finalizado, volverían a ese cómodo lugar en el cual planeaban quedarse un buen tiempo.
No hace mucha falta recordar cómo fue el viaje, justo como los otros que habían hecho, la diferencia era que ahora todos iban en la camioneta. Llegaron a casa en un par de horas.
Lo primero que hicieron al llegar fue revisar que todo estuviera en orden, sin huellas, ni objetos perdidos, nuevos inquilinos, o miradas peligrosas. Tal como esperaban, todo se encontrada en orden, un poco revuelto por lo de la partida, pero justo como lo habían dejado.
La noche caía suavemente sobre la ciudad una vez más, siguiendo los pasos de un muchacho de cabello oscuro que caía hasta los hombros, tenía una cicatriz que trazaba una línea desde su ojo hasta la barbilla, estaba un poco flaco, pero no enclenque. Caminaba con un aire nostálgico y de cuando en cuando echaba una mirada por encima del hombro, una vez más, Elliot era acechado.
Sentía como unos ávidos ojos seguían cada movimiento suyo, sentía que podían observar como su pecho se levantaba y volvía a su lugar con cada exhalación, estaba seguro de que si lo quisieran atacar, ya lo habrían hecho, eso lo tranquilizaba un poco, pero aún así, era perturbador sentirse observado.
Trató de pensar en otra cosa para quitarse aquella sensación. Comenzó a pensar en qué habría sido de la gente famosa, ¿La cantante de su banda favorita sería ahora una de los rojos? ¿La enfermedad habría llegado a los actores de sus películas épicas favoritas? Si había algo de justo en la gripe púrpura era que atacaba ciegamente, no le importaba si habías aparecido en alguna pantalla, o si tu voz se oía en el radio, si eras un empresario importante, igual te haría mierda. Ese pensamiento le hizo gracia a Elliot. Antes él había sido un joven muy peculiar, no solía ser buen estudiante, pero tampoco era un caso perdido, era como indiferente ante el mundo. De vez en cuando salía con amigos, se divertían un poco, y regresaba a su rutina habitual, para ser honestos, no había nada de especial en Elliot, no hasta aquel día, cuando dejó de ser un don nadie y se transformó en uno de los sobrevivientes, si había algo en él ahora, pero era una de esas cosas que rara vez salen a flote. Un hombre podía ser un fantasma en su antigua vida, y ser todo un capitán en una situación difícil. Algo parecido le había pasado a Elliot, ahora era casi el jefe de La Resistencia Final, aunque era un grupo pequeño, confiaban ciegamente en él, hasta Gael había confiado en sus elecciones, y aunque no simpatizaban mucho, había salido del edificio junto con él, confiando en que no pasaría nada malo. Pero Elliot no pensaba en ellos como sus brazos, o sus herramientas, ni siquiera como amigos, después de lo que habían vivido juntos, después de lo que habían pasado, Elliot los catalogaba con la clave “familia”. Ahora que pensaba en ello, había algo raro en esa palabra, nunca sintió tanta cercanía con sus primos o parientes relativamente cercanos, comenzó a cuestionar el significado de la palabra “familia”, cuando un pequeño ruido llegó a sus oídos. Venía de abajo, uno de sus pies había pisado algo, algo metálico, se agachó lentamente para recogerlo, primero analizó el objeto; era un anillo, con una pequeña piedra verde incrustada en él. Elliot frunció el ceño, el anillo le parecía familiar, trató de recordar, pero nada llegó a su mente. Lo guardó en uno de sus bolsillos, quizás Karen supiera algo.
Siguió su caminata, después de aquella distracción sintió de nuevo la mirada, la trató de ignorar, en cierto momento llegó a pensar que se había vuelto paranoico, trató de calmarse, se sentó frente a la puerta principal de una tienda departamental, respiró lenta y profundamente para tomar una sensación de calma.
Escuchó pasos que se aproximaban, y a lo lejos apareció una figura, una sombra apenas, no se distinguía mucho en la oscuridad, solo se notaba una silueta que lo miraba fijamente, inmóvil, Elliot se quedó quieto, pensó que probablemente la criatura se iría, pero se quedó ahí. Estuvieron de esa manera una media hora más, hasta que Elliot se levantó, y caminó de nuevo mirando la silueta, que apenas se movía. Elliot se volvió y echó a correr por la calle, esperando que la figura no lo siguiera.
Después de unos minutos llegó al refugio que habían improvisado para descansar y partir al día siguiente.
Le habían colocado un par de vendajes a Gael, quien ya se encontraba mejor, y habían conseguido más municiones, después de que casi todo había sido ocupado.
¿Dónde has estado?- preguntó Karen
Salí a caminar, siento nauseas- contestó Elliot
Bueno, será mejor que esa sensación se largue, porque comeremos un poco-
Armando y Mónica habían realizado una breve excursión por la ciudad, en la cual lograron conseguir alimentos enlatados y rescatar un par de cosas que eran todavía comestibles. También un par de velas, y alcohol.
La cena fue un poco más “cómoda” de lo que estaban acostumbrados a celebrar. Hasta Elliot intercambió un par de bromas ligeras con Gael. Fue en resumen una cena ideal, las velas iluminaban a la perfección proyectando una atmósfera de tranquilidad y armonía. Gabriel comprendía poco de las bromas de los demás, pero mostraba una risa que no era fingida del todo. Después abrieron las botellas de alcohol, Karen lo repartió en copas que habían encontrado en el edificio. Aunque la comida no era del todo deliciosa era mucho más de lo que ellos mismos podían agradecer, pero no era eso lo que hacía exquisita la reunión, sino la extraña convivencia que había nacido entre los compañeros. Al parecer una buena conversación aliviaba el peso que habitaba ahora en sus almas, la matanza les había dejado exhaustos, no solo físicamente. Sentían una especie de remordimiento, en especial cuando recordaban cómo insistieron a Elliot para que asesinara también a Frankie, ahora pensaban que la elección de su compañero había sido acertada.
Uno por uno los miembros de la resistencia final cayeron en un profundo sueño hasta que solo quedaron Karen y Elliot, entonces él susurró:
Cuando caminaba por la calle encontré esto- sacó el anillo de su bolsillo y lo mostró a Karen, quien le contestó con una suave voz que apenas se podía entender lo que decía.
Me parece familiar- dijo e hizo una pausa –pero no recuerdo muy bien-
Algo en aquella conversación motivó a Elliot a seguir hablando, le gustaba platicar en voz baja mientras escuchaba la respiración de sus amigos, compañeros, las personas que ahora valoraba, y de hecho las únicas que le quedaban en el mundo.
Platicaron de muchas cosas, viejas anécdotas que apenas recordaban y que juntos complementaban. Hacían alguna pausa después de una pequeña carcajada, o cuando alguno de los que dormían hacían un brusco movimiento amenazando con despertarse.
Así transcurrió la noche, hasta que entre susurros y sonrisas Karen y Elliot quedaron dormidos.
A la mañana siguiente, el sol saludaba cariñosamente al muchacho de cabello largo y oscuro, calmando su dolor de cabeza, había veces en las que Elliot no sabía si había dormido demasiado, o tal vez se aproximara a un resfriado, pero un dolor lo molestaba haciéndose presente en su cabeza, nuca y alrededor de sus ojos. Terminó por levantarse y beber un poco de agua, la mañana auguraba un día caluroso y soleado, parecido al anterior.
Más tarde comenzaron a preparar su cosas para regresar a casa, empacar no fue muy difícil, ya que no habían muchas cosas que valieran más la pena que sus armas y comida, no llevaban sus pertenencias, todo se había quedado en casa, ahora que el problema había finalizado, volverían a ese cómodo lugar en el cual planeaban quedarse un buen tiempo.
No hace mucha falta recordar cómo fue el viaje, justo como los otros que habían hecho, la diferencia era que ahora todos iban en la camioneta. Llegaron a casa en un par de horas.
Lo primero que hicieron al llegar fue revisar que todo estuviera en orden, sin huellas, ni objetos perdidos, nuevos inquilinos, o miradas peligrosas. Tal como esperaban, todo se encontrada en orden, un poco revuelto por lo de la partida, pero justo como lo habían dejado.
arturo864- Recien llegado al refugio
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Cont. Cap. 37 y 38
Durante un par de días, Elliot sospechó que algo andaba mal de nuevo alrededor de casa. Sentía alguna extraña presencia. Se pasaba ratos analizando el anillo que había encontrado, tratando de descubrir al propietario. Lo había visto antes, y sabía que conocía a la persona, pero por más que trataba, no podía recordar a la persona.
Durante esos mismos días, Karen anduvo un poco solitaria, algo en el grupo había cambiado. No sabían bien que había sido, pero sospechaban que sería difícil de reparar. Era como si alguno o quizá todos los miembros de la resistencia final hubieran roto algún cristal, formando una nueva barrera entre ellos.
De vez en cuando, Elliot y Armando intercambiaban unas cuantas palabras mientras se dirigían a la cocina. Karen preparaba a veces la comida, y algunas otras, era Mónica la que se encargaba de esa tarea. En resumen, las actividades del grupo no habían cambiado, pero la comunicación o aquel lazo emocional que los unía se había desvanecido.
Un buen día, Mónica y Armando convocaron una junta. Todos estaban ahí, y todos sentían una tristeza inexplicable, era como si ya se esperaran lo que sus dos compañeros les iban a anunciar.
Bueno, después de pensarlo un tiempo, decidimos que es hora de irnos- dijo Armando apoyando una mano en la mesa.
¿Pero a dónde?- preguntó Karen sorprendida – es decir, no hemos encontrado otro lugar como este-
No nos referimos a todos, solo nosotros dos, nos vamos- contestó Mónica un poco nerviosa.
Somos un equipo eficaz, hemos sobrevivido- insistía Karen, intuyendo lo que se avecinaba. Una ruptura definitiva.
No hay nada que los ate aquí- murmuró Elliot sombríamente
¿Tu ya sabías esto?- preguntó Karen emitiendo una voz chillona y mirando fijamente a su compañero.
No, pero desde hace tiempo este lugar es un cementerio- confesó Elliot
¿Qué? ¿Soy la única aquí a la que le interesan los demás?- preguntó Karen fastidiada –yo quería que todos estuviéramos a salvo, y aquí lo estamos-
No eres nuestra madre, y no sabes lo que es mejor para ellos- espetó Elliot
Mientras tanto, Gael y Marina miraban la batalla un tanto tensos. Gabriel ya se había ido a su habitación y lloraba en el suelo.
Elliot, estamos bien, tranquilo- trató de calmarlo Armando
No, no están bien, somos unas bestias ¿Se han dado cuenta de lo que hemos estado haciendo? ¡Apenas dejamos vivo a Frankie! Por dios, no somos mejores que nada, y sobre todo ¡No estamos ben!-
Gael, harto de la batalla salió de casa a tomar aire.
¿Lo ves? ¡No estamos bien! Somos diferentes y no podemos seguir así- aclaró Elliot
Karen sollozaba con las mejillas sonrosadas.
Armando humedeció sus labios, exhaló fuertemente y dijo:
Nos vamos-
Mónica se levantó de la silla y siguió a Armando a través de la puerta. Elliot pudo ver bien que no planeaban llevarse la camioneta. Entonces Gael entró de nuevo.
Esto no es sano para mi hermano, y me voy también- dijo. Después salió de casa sujetando a su hermano por el brazo.
Marina estaba en un estado de shock, no sabía cómo responder.
¿También te irás Elliot?- preguntó Karen. Elliot se limitó a mirarla, apoyó su espalda contra el refrigerador e hizo rechinar los dientes.
Bien, entonces púdrete- susurró Karen con amargura, se levantó de la silla y se retiró, cuando atravesaba el pasillo, paró y regresó, tomó a Elliot por el cuello de la playera y lo agitó.
¿Sabes algo, tonto?- Karen tenía lágrimas en los ojos y mostraba amenazadoramente los dientes, además, presentaba una curiosa dificultad para hablar, seguramente por la rabia que sentía –te he seguido y he soportado tus pendejadas, todo esto para crear un grupo y sobrevivir, lo teníamos todo, compañerismo, amistad, armas, comida…amor… Pero tú no supiste valorarlo, y ahora mira la tontería en la que nos has metido. Estamos peor que antes, y todo por tus lloriqueos. ¿Qué no lo ves? No podemos salvar a los rojos, están igual o más perdidos que nosotros, y no vamos a hacer caridad cuando necesitamos sobrevivir-
Elliot se quitó rápidamente la mano violinista de Karen –¡A mí me importa un carajo la caridad! ¡No estoy haciendo ninguna de esas mierdas, y nunca he estado contigo! Antes creía que me gustabas, pero al ver lo bestia que eres, lo bestia que somos todos, he decidido que no puede atraerme lo mínimo posible una bestia asesina y despiadada como tú-
Dos horas después de la pequeña batalla, Karen sollozaba destrozada en el sillón, Elliot hacía dibujos en su cuaderno para liberar la ansiedad, Marina se encontraba de pie fuera de la casa junto a su perro, esperando ver a los demás regresar. Gael y Gabriel se habían marchado y estaban ya a varios kilómetros de distancia. Lo mismo ocurrió con Armando y Karen, quienes se proponían regresar a la ciudad y esta vez, quedarse ahí. La resistencia final estaba quebrada.
Este es el final del capítulo 37 de "La última lágrima" por su atención, muchas gracias : )
¡Hola a todos! Soy Arturo, me da gusto estar por aquí de nuevo, después de haber tenido el relato tan descuidado, pido disculpas, pero es solo que la escuela no me ha dado mucho tiempo para continuar. Ahora tengo tres meses de vacaciones, y pienso aprovecharlos para por fin terminar el relato, y si puedo, comenzar otro.
Capítulo 38 "A un año"
Se acercaba navidad, por segunda vez desde la aparición de los rojos en el mundo. Elliot se encontraba peor que nunca; ya casi no comía, y salía a buscar pistas de lo que fuera para mantenerse alejado de Karen. El frío cerca del refugio lo obligaba a usar una chamarra gruesa. Últimamente, había estado recordando a Fernanda y a Milly a diario, se sentía muy mal, y había llegado a pensar que su fin estaba muy cerca. El calor había cesado desde hacía semanas, y había dado paso a una nubes opacas y borrosas y a un viento un poco hostil. Ya casi pasaba un año con la ausencia de Fernanda y de Milly, de sus padres, de Irv, Ruth, Thur, y los demás. Elliot no tenía la menor idea de cómo había llegado tan lejos. Sabía que el Viejo Coyote Jack seguramente seguía vivo, y algo le decía que habían más de sus conocidos quienes aún conservaban vida. Eso no mejoraba su estado de ánimo, al contrario, sentía una inmensa curiosidad por saber qué había sido de todos ellos. Sabía también que Karen, Marina y él no durarían mucho si la ayuda de los demás. Los conejos estaban muriendo, no había mucha comida, y sin Armando estaban casi perdidos. Elliot mantenía una comunicación muy primitiva con Karen, se limitaban a hablar sobre asuntos de real importancia, lo demás no tenía suficiente fuerza como para unirlos de nuevo. Marina era quien les hacía soportarse, ya que sin su compañía, aquello hubiera sido realmente un infierno. Marina, en el fondo sabía que era parte de su responsabilidad mantener la comunicación en casa, y aprovecharía cualquier oportunidad para hacer que sus dos amigos se hablaran de nuevo. Ella se sentía realmente amenazada e impotente frente a la situación.
Mientras tanto, Mónica y Armando exploraban las zonas que conocían bien de la ciudad, y hasta el momento solo habían encontrado dos grupos pequeños de rojos, los cuales habían sido exterminados.
Gael y Gabriel trataban de sobrevivir en las carreteras y en las zonas verdes que encontraban y, aunque Gael era hábil para conseguir comida y refugio, les estaba costando mucho conseguir suficiente comida. Gael sabía que si continuaban así, perderían algo más que solo un par de kilos. Todos los antiguos miembros de la resistencia final sabían o intuían que sin su vieja unión, no lograrían llegar muy lejos. Mónica ya le había sugerido indirectamente un par de veces a Armando que debían regresar, a lo cual, su compañero se negaba rotúndamente. Mónica estaba preocupada por su amiga, Karen. En el tiempo que había estado con ella, había descubierto que además de ser una gran amiga, Karen tenía tendencias "autodestructivas".
Después de tres semanas, Armando empezaba a tomar en cuenta las sugerencias de Mónica sobre regresar, de hecho, habían estado a punto de hacerlo dos veces.
Iré a la ciudad- dijo Elliot al pasar por la cocina, donde se encontraba Karen.
Sabía que también te largarías- contestó ella.
Voy a buscar a Mónica y a Armando-
Karen miró a Elliot asombrada.
Sin ellos no podemos- confesó Elliot.
En eso, Marina se acercó hacia Elliot, y este, adivinando lo que su amiga pensaba, siguió hablando.
Si los encuentro hoy, mañana iré a buscar a Gael y a Gabriel-
Iré contigo- declaró Marina con un destello en los ojos -estoy ansiosa por ver a mis amigos.
¿Y dónde los buscarás, genio?- preguntó Karen con los brazos cruzados.
En los lugares que conocesmos, no creo que puedan mantenerse muy lejos. ¿vendrás con nosotros?-
Necesito preparar un poco de comida, para cuando regresen- contestó Karen.
Muy bien, entonces, Marina, es hora de irnos-
Aunque Karen seguía enojada con Elliot, no pudo evitar sentir mariposas en el estómago durante y después de esa plática.
Marina y Elliot subieron a la camioneta. Se llevaron algunas armas y municiones, el bate, y cuchillos. No dejaron mucho mucho en casa, y no pensaron que Karen llegara a necesitar defenderse, pensaron que ella tendría su pistola, y a decir verdad, la tenía. Su pistola no estaba cargada...
Durante esos mismos días, Karen anduvo un poco solitaria, algo en el grupo había cambiado. No sabían bien que había sido, pero sospechaban que sería difícil de reparar. Era como si alguno o quizá todos los miembros de la resistencia final hubieran roto algún cristal, formando una nueva barrera entre ellos.
De vez en cuando, Elliot y Armando intercambiaban unas cuantas palabras mientras se dirigían a la cocina. Karen preparaba a veces la comida, y algunas otras, era Mónica la que se encargaba de esa tarea. En resumen, las actividades del grupo no habían cambiado, pero la comunicación o aquel lazo emocional que los unía se había desvanecido.
Un buen día, Mónica y Armando convocaron una junta. Todos estaban ahí, y todos sentían una tristeza inexplicable, era como si ya se esperaran lo que sus dos compañeros les iban a anunciar.
Bueno, después de pensarlo un tiempo, decidimos que es hora de irnos- dijo Armando apoyando una mano en la mesa.
¿Pero a dónde?- preguntó Karen sorprendida – es decir, no hemos encontrado otro lugar como este-
No nos referimos a todos, solo nosotros dos, nos vamos- contestó Mónica un poco nerviosa.
Somos un equipo eficaz, hemos sobrevivido- insistía Karen, intuyendo lo que se avecinaba. Una ruptura definitiva.
No hay nada que los ate aquí- murmuró Elliot sombríamente
¿Tu ya sabías esto?- preguntó Karen emitiendo una voz chillona y mirando fijamente a su compañero.
No, pero desde hace tiempo este lugar es un cementerio- confesó Elliot
¿Qué? ¿Soy la única aquí a la que le interesan los demás?- preguntó Karen fastidiada –yo quería que todos estuviéramos a salvo, y aquí lo estamos-
No eres nuestra madre, y no sabes lo que es mejor para ellos- espetó Elliot
Mientras tanto, Gael y Marina miraban la batalla un tanto tensos. Gabriel ya se había ido a su habitación y lloraba en el suelo.
Elliot, estamos bien, tranquilo- trató de calmarlo Armando
No, no están bien, somos unas bestias ¿Se han dado cuenta de lo que hemos estado haciendo? ¡Apenas dejamos vivo a Frankie! Por dios, no somos mejores que nada, y sobre todo ¡No estamos ben!-
Gael, harto de la batalla salió de casa a tomar aire.
¿Lo ves? ¡No estamos bien! Somos diferentes y no podemos seguir así- aclaró Elliot
Karen sollozaba con las mejillas sonrosadas.
Armando humedeció sus labios, exhaló fuertemente y dijo:
Nos vamos-
Mónica se levantó de la silla y siguió a Armando a través de la puerta. Elliot pudo ver bien que no planeaban llevarse la camioneta. Entonces Gael entró de nuevo.
Esto no es sano para mi hermano, y me voy también- dijo. Después salió de casa sujetando a su hermano por el brazo.
Marina estaba en un estado de shock, no sabía cómo responder.
¿También te irás Elliot?- preguntó Karen. Elliot se limitó a mirarla, apoyó su espalda contra el refrigerador e hizo rechinar los dientes.
Bien, entonces púdrete- susurró Karen con amargura, se levantó de la silla y se retiró, cuando atravesaba el pasillo, paró y regresó, tomó a Elliot por el cuello de la playera y lo agitó.
¿Sabes algo, tonto?- Karen tenía lágrimas en los ojos y mostraba amenazadoramente los dientes, además, presentaba una curiosa dificultad para hablar, seguramente por la rabia que sentía –te he seguido y he soportado tus pendejadas, todo esto para crear un grupo y sobrevivir, lo teníamos todo, compañerismo, amistad, armas, comida…amor… Pero tú no supiste valorarlo, y ahora mira la tontería en la que nos has metido. Estamos peor que antes, y todo por tus lloriqueos. ¿Qué no lo ves? No podemos salvar a los rojos, están igual o más perdidos que nosotros, y no vamos a hacer caridad cuando necesitamos sobrevivir-
Elliot se quitó rápidamente la mano violinista de Karen –¡A mí me importa un carajo la caridad! ¡No estoy haciendo ninguna de esas mierdas, y nunca he estado contigo! Antes creía que me gustabas, pero al ver lo bestia que eres, lo bestia que somos todos, he decidido que no puede atraerme lo mínimo posible una bestia asesina y despiadada como tú-
Dos horas después de la pequeña batalla, Karen sollozaba destrozada en el sillón, Elliot hacía dibujos en su cuaderno para liberar la ansiedad, Marina se encontraba de pie fuera de la casa junto a su perro, esperando ver a los demás regresar. Gael y Gabriel se habían marchado y estaban ya a varios kilómetros de distancia. Lo mismo ocurrió con Armando y Karen, quienes se proponían regresar a la ciudad y esta vez, quedarse ahí. La resistencia final estaba quebrada.
Este es el final del capítulo 37 de "La última lágrima" por su atención, muchas gracias : )
¡Hola a todos! Soy Arturo, me da gusto estar por aquí de nuevo, después de haber tenido el relato tan descuidado, pido disculpas, pero es solo que la escuela no me ha dado mucho tiempo para continuar. Ahora tengo tres meses de vacaciones, y pienso aprovecharlos para por fin terminar el relato, y si puedo, comenzar otro.
Capítulo 38 "A un año"
Se acercaba navidad, por segunda vez desde la aparición de los rojos en el mundo. Elliot se encontraba peor que nunca; ya casi no comía, y salía a buscar pistas de lo que fuera para mantenerse alejado de Karen. El frío cerca del refugio lo obligaba a usar una chamarra gruesa. Últimamente, había estado recordando a Fernanda y a Milly a diario, se sentía muy mal, y había llegado a pensar que su fin estaba muy cerca. El calor había cesado desde hacía semanas, y había dado paso a una nubes opacas y borrosas y a un viento un poco hostil. Ya casi pasaba un año con la ausencia de Fernanda y de Milly, de sus padres, de Irv, Ruth, Thur, y los demás. Elliot no tenía la menor idea de cómo había llegado tan lejos. Sabía que el Viejo Coyote Jack seguramente seguía vivo, y algo le decía que habían más de sus conocidos quienes aún conservaban vida. Eso no mejoraba su estado de ánimo, al contrario, sentía una inmensa curiosidad por saber qué había sido de todos ellos. Sabía también que Karen, Marina y él no durarían mucho si la ayuda de los demás. Los conejos estaban muriendo, no había mucha comida, y sin Armando estaban casi perdidos. Elliot mantenía una comunicación muy primitiva con Karen, se limitaban a hablar sobre asuntos de real importancia, lo demás no tenía suficiente fuerza como para unirlos de nuevo. Marina era quien les hacía soportarse, ya que sin su compañía, aquello hubiera sido realmente un infierno. Marina, en el fondo sabía que era parte de su responsabilidad mantener la comunicación en casa, y aprovecharía cualquier oportunidad para hacer que sus dos amigos se hablaran de nuevo. Ella se sentía realmente amenazada e impotente frente a la situación.
Mientras tanto, Mónica y Armando exploraban las zonas que conocían bien de la ciudad, y hasta el momento solo habían encontrado dos grupos pequeños de rojos, los cuales habían sido exterminados.
Gael y Gabriel trataban de sobrevivir en las carreteras y en las zonas verdes que encontraban y, aunque Gael era hábil para conseguir comida y refugio, les estaba costando mucho conseguir suficiente comida. Gael sabía que si continuaban así, perderían algo más que solo un par de kilos. Todos los antiguos miembros de la resistencia final sabían o intuían que sin su vieja unión, no lograrían llegar muy lejos. Mónica ya le había sugerido indirectamente un par de veces a Armando que debían regresar, a lo cual, su compañero se negaba rotúndamente. Mónica estaba preocupada por su amiga, Karen. En el tiempo que había estado con ella, había descubierto que además de ser una gran amiga, Karen tenía tendencias "autodestructivas".
Después de tres semanas, Armando empezaba a tomar en cuenta las sugerencias de Mónica sobre regresar, de hecho, habían estado a punto de hacerlo dos veces.
Iré a la ciudad- dijo Elliot al pasar por la cocina, donde se encontraba Karen.
Sabía que también te largarías- contestó ella.
Voy a buscar a Mónica y a Armando-
Karen miró a Elliot asombrada.
Sin ellos no podemos- confesó Elliot.
En eso, Marina se acercó hacia Elliot, y este, adivinando lo que su amiga pensaba, siguió hablando.
Si los encuentro hoy, mañana iré a buscar a Gael y a Gabriel-
Iré contigo- declaró Marina con un destello en los ojos -estoy ansiosa por ver a mis amigos.
¿Y dónde los buscarás, genio?- preguntó Karen con los brazos cruzados.
En los lugares que conocesmos, no creo que puedan mantenerse muy lejos. ¿vendrás con nosotros?-
Necesito preparar un poco de comida, para cuando regresen- contestó Karen.
Muy bien, entonces, Marina, es hora de irnos-
Aunque Karen seguía enojada con Elliot, no pudo evitar sentir mariposas en el estómago durante y después de esa plática.
Marina y Elliot subieron a la camioneta. Se llevaron algunas armas y municiones, el bate, y cuchillos. No dejaron mucho mucho en casa, y no pensaron que Karen llegara a necesitar defenderse, pensaron que ella tendría su pistola, y a decir verdad, la tenía. Su pistola no estaba cargada...
arturo864- Recien llegado al refugio
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Continuación del capítulo 38 y 39
Continuación – capítulo 38
Hay ocasiones en las cuales, la gente únicamente siente algo
extraño dentro de ellos, a veces un dolor de cabeza, a veces un
estremecimiento, o alguna sensación poco placentera cuando se avecina algo
malo. Cuando se está peleando por sobrevivir, además de desarrollarse los
sentidos básicos, como la vista y el oído, la velocidad de reacción y los
reflejos, también la gente se vuelve más sensible a otro tipo de situaciones,
por más leves que sean. En aquel momento, mientras Elliot conducía de camino a
la ciudad, algo dentro de él le decía que pronto habría que tomar las armas.
Eran tan confusas las sensaciones de Elliot en ese momento, que siguió
conduciendo, ignorando un mal presentimiento.
Los
caminos se habían vuelto una parte muy aburrida en la vida de los
sobrevivientes. Antes tenían que esforzarse demasiado para vivir cuando
viajaban de un lugar a otro. Ahora, no había nada fuera de lo común en los
caminos, bueno, no fuera de lo común para aquellos tiempos. Ya no había tantos
rojos, solo cadáveres que se descomponían poco a poco. El sol y los
microorganismos los consumían lentamente. La primera vez que Elliot vio un
cadáver fue en un funeral, pero estos cadáveres eran diferentes; no tenían un
tratamiento para verse presentables un par de horas, y tampoco llevaban un día
pudriéndose. No. Estos cadáveres caminaban y poco a poco se consumían, pero
muchos habían sido asesinados “por completo”. Los restos quedaban en el
pavimento, manchando el suelo de un tinte oscuro y repulsivo. Los cabellos de
algunos muertos yacían colgando como las telarañas de las casas descuidadas. A
veces hilos de sangre corrían desde sus labios hasta el suelo. Y en todos ellos
las expresiones eran simplemente aterradoras y repulsivas. Era como ver a
alguien dar un grito de verdadero pánico. Las mandíbulas formaban graciosas y
espeluznantes caras. Y la piel lastimada poco a poco revelaba la forma de los
huesos, eso después de haberse inflado un poco por la barriga. A menudo
moretones oscuros e irregulares crecían en las zonas infladas. Otras veces los
cuerpos estaban incompletos o “vaciados”. Las calles y las autopistas se habían
convertido en pequeños museos donde se exhibían cadáveres, en diferentes
posiciones, estados, y con diferentes tipos de muertes. Y como en todo museo,
no faltan los intrusos que se atreven a tocar los objetos, a desmembrarlos y
devorarlos. En ocasiones algún animal infectado se acercaba para reutilizar a
los pobres desgraciados que habían quedado en el asfalto. A veces únicamente
quedaban un par de huesos y la silueta, la marca de que ahí había habido algo
moribundo, posteriormente putrefacto. En su mente, Elliot les agradecía a los
animales que se dedicaban a remover los cuerpos de las calles. Sería una
verdadera tragedia que en todo el rato que llevaba aquella apocalipsis, los
cuerpos conservaran sus posiciones originales. Sería como un curioso tablero de
ajedrez abandonado a la mitad del partido, ocn las piezas regadas aquí y allá.
Lo más
triste era que ninguno de esos cuerpos había caído del cielo o había sido tallado,
pintado o creado, como suele suceder con algunas piezas de museos. No. Estos
objetos habían tenido vida, se habían movido por ella, y la habían recorrido
toda. Tenían que levantarse temprano, ir a trabajar o a estudiar, bebían,
fumaban, algunos se drogaban. Dormían, despertaban, y muchos de ellos amaban.
Quizá alguno fuera famoso. ¡Qué va! Los famosos también mueren, y muchos
guitarristas, bajistas, actores, pintores debían encontrarse en sus lujosas
casas escenificando un cuadro igual al que veía Elliot en aquel momento. Lleno
de muerte, lleno de nada.
No pasó
mucho tiempo para que llegaran a la ciudad, o si pasó, realmente no se dieron
cuenta. Realmente el camino había sido muy silencioso. Marina había caído
dormida en tres ocasiones al menos, y Kanuh no había mostrado interés por
mantenerse despierto. Elliot prefería que fuera así; no habría aguantado
preguntas o relatos por parte de Marina, y no le hubiera gustado responder sus
preguntas. No le interesaba nada en ese momento, además de encontrar a los
compañeros. Aunque hubieran llegado a la ciudad, no significaba que hubieran
conseguido la meta, al contrario, la parte difícil apenas comenzaba. Buscaron
en el antiguo refugio, en los edificios grandes, en aquel lugar en donde
cenaron felices por última vez. Nada.
Eran ya
alrededor de las cinco de la tarde y no habían encontrado nada aún. Elliot se
molestaba porque en su opinión, Marina no hacía nada. En ese instante, aunque
se arrepintió, pensó que hubiera sido mejor traer a Karen. Recordó como trabajaban
en equipo antes, y tuvo que contener una lágrima. No tanto porque no quisiera
llorar, o porque encontrara estúpido hacerlo, sino porque no quería que Marina
le hiciera cualquier tipo de pregunta, o tratara de reconfortarlo. Kanuh solo
hacía compañía, pero no brindaba ninguna clase de ayuda a la búsqueda.
Santa
mierda…- suspiró Elliot mientras conducía de nuevo por las calles que conocía.
Pensé
que ahora estabas haciendo las cosas bien- dijo Marina suavemente tratando de
disfrazar su enojo.
Realmente
no hay nada que pueda estar haciendo bien en este momento, y creo que es mejor
que solo sigamos buscando- al terminar de hablar, Elliot no pudo evitar
reconocer lo odioso que resultaba para Marina en ese instante, aún así, ella
solamente guardó silencio, prefería no seguir tratando el tema.
Tal vez
tengamos que regresar hasta mañana- susurró Elliot tratando de aminorar la
grosería anterior –es solo que no creo que encontramos nada ahora-
Confía
en que lo hagamos Elliot, sería demasiado tonto empeñarse en no encontrar nada
aún buscando-
Elliot
taró un poco en entender eso último. No porque fuera algo difícil, sino porque
ya estaba cansado y todas las palabras le sonaban iguales.
Comenzaba
a anochecer y Elliot tuvo una idea estúpida, pero que quizá funcionaría.
Comenzó a conducir frenéticamente. Parecía que buscaba algo. Marina le preguntó
qué hacía en repetidas ocasiones, primero tranquila y después extrañamente
asustada. Kanuh comenzó a ladrar, pero Elliot parecía no mostrar intenciones de
detenerse. Finalmente se detuvo frente a una pipa, pero después de leer
detenidamente los rótulos del vehículo comenzó la carrera de nuevo.
¡Ahí
estás bebé!- dijo para sí mismo y bajó de la camioneta. Ya había oscurecido por
completo y solo se veía la silueta de Elliot caminando hacia la pipa. En eso,
Elliot levantó el brazo, donde se encontraba un arma y comenzó a disparar hacia
la pipa. Disparó en repetidas ocasiones, algunas veces solo se escuchó el ruido
del metal, otras solo un choque, alguna hizo que se derramara un poco de
líquido, y otra hizo una luz pequeña.
Y está-
dijo Elliot resuelto. La luz creció y creció poco a poco, se iba
intensificando, y un sonido extraño comenzó a hacerse presente. El fuego fue
iluminando el lugar poco a poco. Comenzó a hacer calor, y después de unos
minutos, la pipa se encontraba envuelta en un manto rojizo, luminoso, con
algunas partes de color azul.
Siempre
pensé que explotaban- dijo Marina suavemente.
Nunca
se sabe- comentó Elliot.
Los
tres se quedaron un rato contemplando la llama desde la camioneta. Todavía se
le notaba muy desesperado a Elliot, entonces comenzó a sonar la bocina de la
camioneta y a gritar
¡Vamos!
¡Malditos! ¡Bastardos! ¡¿Por qué no vienen?! ¡Muéranse! ¡Muéranse todos!-
A todo
esto, Marina únicamente lo observaba sorprendida y hasta cierto punto,
asustada. Después de seguir gritando y maldiciendo, Elliot disparó un par más
de veces al aire, y gritó sin decir palabras, únicamente desataba sus
emociones.
Después
de un rato, comenzaron a escucharse otros ruidos, además del incesante sonido
que produce el fuego, que en ese momento, ya había crecido bastante. Se
escuchaban ruidos que solo podían significar dos cosas: amigos, o peligro.
Elliot
tomó su bate y prestó atención, intentando descubrir de donde venía el ruido.
¡¿Amigo
o enemigo?!- gritó. No hubo respuesta, así que se quitó la chamarra y se acercó
más al fuego, sosteniendo el bate con ambas manos y mirando hacia todas partes.
Mientras tanto, Marina se encerró en la camioneta, abrió una ventanilla y sacó
la punta de una pistola, por si tenía que cubrir a Elliot desde ahí.
A unos
metros de donde estaban, se comenzaron a escuchar pasos, y a menos que Armando
y Mónica hubieran encontrado más sobrevivientes, no podían ser ellos. Eran
alrededor de veinte individuos, y venían a paso veloz.
Unos
instantes después, el grupo de rojos ya había llegado al lugar, y al ver el
fuego directamente, decidieron no acercarse mucho, a excepción de un rojo
furioso que decidió arrojarse sobre Elliot, pero antes de que pudiera
derribarlo, el muchacho había asestado ya un fuerte golpe del bate en la cabeza
del rojo, rematándolo en el suelo. Había sudor en su frente, y el cabello largo
y negro se pegaba a su pálida piel.
¡¿Quién
más?!- gritó Elliot y se aproximó al otro grupo de rojos. Ninguno trató de
acercarse, no tanto por el miedo a Elliot, sino a la fogata gigante que se
encontraba a unos metros. Poco a poco los rojos fueron retrocediendo. No era lo
que Elliot esperaba, pero aún así, le resultó grato no haber tenido que
desperdiciar municiones en aquel grupo. De pronto algo estalló. Elliot se tiró
al piso asustado, pues creyó que finalmente la pipa estallaría o haría algo que
lo dañara. Pero se levantó cuando se dio cuenta de que el sonido había sido de
una explosión un poco más lejana. Un disparo. Elliot corrió rápidamente a la
camioneta para refugiarse. De pronto, de una de als calles salieron dos
siluetas familiares. Eran Armando y Mónica, cazando a los rojos que habían
llegado hasta ahí. Con los disparos, tres rojos habían caído ya al piso. Elliot
se unió al ataque y pronto fueron siete los caídos. Los otros salieron
corriendo y rugiendo.
Armando
y Mónica se quedaron inmóviles, observando a Elliot. Este último los observaba
también desde uno de los costados de la camioneta.
Y bien…
¿vienen?- preguntó con aire de indiferencia.
Ese es
el peor saludo que he oído jamás- dijo Armando y Mónica asintió reforzando la
opinión de Armando.
Los
muchachos subieron a la camioneta y Elliot arrancó.
¿Ya te
he dicho que estás completamente loco?- le preguntó Armando a Elliot.
Creo
que todos lo sabemos- contestó él –yo, lo siento, no era mi intención que nos
separáramos y bueno, creo que lo entienden-
Claro
que entendemos- sonreía Mónica en el asiento de atrás.
Bueno,
hoy regresaremos a Casa, y mañana seguiremos buscando a Gael y a Gabriel-
No
deben de estar muy lejos, creo que podemos dormir aquí en algún lugar oculto y
mañana por la mañana buscarlos. Después regresar a Casa- sugirió Marina.
Pero el
genio de Elliot encendió un foco gigante, si quieren dormir un poco y buscar a
Gael tiene que ser ya saliendo de la ciudad- argumentó Mónica.
Puedo
aguantar el sueño- insistió Marina –es decir, solo quiero que lleguemos todos
juntos, o como quieran-
Está
bien, pero Armando tendrá que manejar de regreso- finalizó Elliot con trabajo.
Marina,
Kanuh, Elliot, Armando y Mónica avanzaban a pie por el campo. Rondaba ya la
media noche, y habían dejado la camioneta unos metros atrás. La estrategia era
simple; debían avanzar un par de kilómetros, caminar un poco y regresar a la
camioneta, avanzar un tramo más, caminar de nuevo y repetir el proceso hasta
dar con Gael y Gabriel. Era una tarea aburrida, pero por alguna extraña razón,
a todos se les había quitado ya el sueño.
A la
mañana siguiente seguían buscando. Hasta ese momento solo habían encontrado dos
rojos, a los cuales exterminaron, una vaca muerta, un par de cadáveres de
perro, y lo que debió de haber sido una cabaña, que se ocupó como refugio, ya
que había huellas de sangre por las paredes y el piso, además de un cráneo que
había sido limpiado a la perfección.
Cuando
el sol ya iluminaba el camino, los miembros de la Resistencia Final estaban
exhaustos, pero nadie había insinuado abandonar la búsqueda. Probablemente si
alguien lo hubiera hecho, todos habrían obedecido sencillos y gustosos. Pero no
se les había presentado la oportunidad de renunciar.
Finalmente,
casi al medio día observaron una pequeña mancha en un claro, a un par de
kilómetros de donde estaban. Al acercarse, la mancha tomó forma de dos personas
ocultas bajo un manto amarillo.
Nombre-
dijo Armando apuntando con su arma cuando estuvieron lo suficientemente cerca
como para que los escucharan. Armando esperaba que fueran solo dos cadáveres de
lo cuales alguien se había apiadado y los habían cubierto con una manta, pero
de pronto bajo el manto se apreció un ligero movimiento.
No
disparen por favor, no tenemos nada, solo mi hermano y yo. No hemos comido, y
no tenemos nada, lo juro nada-
Pues
eso ya no es problema, porque hemos decidido venir por ustedes- contestó Mónica
reconociendo la voz empalagosa de Gael. Marina sonreía como un niño en navidad.
El
saludo con Gael fue un poco raro, ya que él más que nadie deseaba abrazar a
todos, más aún a Marina, pero su orgullo era poderoso, así que lo dejó para
después. Gabriel por otro lado, mostró todo su cariño y no resistió convocar un
abrazo grupal, en el que ni Elliot ni Gael participaron.
Bueno,
está hecho, ahora creo que es hora de regresar a Casa, Karen debe de estar desesperada,
y si cocinó algo, debe de estar enfriándose en este momento- sugirió Elliot sin
la brusquedad con la que lo habría hecho un par de horas atrás. Todos estuvieron
de acuerdo y subieron a la camioneta.
Casi
una hora más tarde llegarían a Casa, y tal vez Karen los hubiera recibido con
un abrazo, tal vez les hubiera dado de comer algo delicioso y hubiera dicho que
estuvo aburrida mientras los esperaba a todos, con una gran sonrisa en el
rostro y con esos ojos grises tan abiertos como siempre, pero no fue así…
Aquí termina el capítulo 38 de “La Última Lágrima”. Por su
atención, muchas gracias.
Soy Arturo, y no crean, que esta historia fue hecha para
quedar inconclusa, me falta muy poco para acabarla, y no había tenido tiempo
para retomarla, por eso, les pido una enorme disculpa, pero les aseguro que para
navidad, ya sabrán el final de esta primera temporada. Muchas gracias.
Capítulo 39 “El acto”.
Sudor, frío, náuseas. Hay sensaciones que el cuerpo
manifiesta cuando hay algo fuera de lo normal. Cuando alguien se asusta en
exceso y su corazón se detiene, o se desmaya, o simplemente actúa de forma
irracional. Hay otras veces en las que las personas se acostumbras tanto a ver
algo, que no se inmutan ante sucesos a los que algunos otros lo harían. Así como
un cirujano permanece tranquilo al operar a alguien, mientras que algunas
personas caerían inconscientes al ver un cuerpo abierto justo por el tórax.
En el
caso de los sobrevivientes, en su mayoría no se inmutan ante la muerte, se
vuelven resistentes, y aprenden a no huir, a no correr, a ser fuertes y
reprimir cada lágrima. Además, están acostumbrados a ver la sangre de los
rojos. Por cierto, hay un par de diferencias entre la sangre de un infectado y
la de una persona normal; en el caso de los rojos, la sangre sale
constantemente del cuerpo, y adquiere un color más opaco, muy oscuro, y además
adquiere cierto espesor que la diferencia de la sangre normal. En el caso de
una persona normal, es claro que la sangre no tiene un color tan oscuro, y no
es tan espesa cuando está fresca, además, la sangre de rojo, cuando es mucha y
está concentrada en algún lugar, crea un olor muy fuerte, con una textura
ferrosa que haría vomitar a cualquiera que no estuviera acostumbrado a olerla. Cuando
se quemó el refugio, Elliot estuvo a punto de vomitar al menos unas seis veces,
y ahora que llevaban tanto tiempo viviendo en aquel mundo, era extremadamente
fácil reconocer entre la sangre de un rojo y la de uno de ellos. Era como
preguntarle a un niño las diferencias entre un triángulo y un círculo.
Aquel no
era un día excepcionalmente frío, pero desde la madrugada, desde mucho antes de
encontrar a Gael y a Gabriel, todos pudieron notar el frío de la temporada. En el
campo, se formaba una leve bruma, que cubría los cerros y las partes de terreno
elevadas. Daba cierta sensación de soledad y de olvido. Con cada minuto, el sol
había intentado disminuir fallidamente esa sensación, pero aún así, no tenía la
mínima intención de calentar el día. Ahora lo que se veía, era simplemente un
día claro, ya más despejado que en la mañana, pero con un poco de bruma
todavía, que se acrecentaba cerca de las zonas boscosas. Como las nubes de las
caricaturas que se elevan sobre ciertos lugares en específico. Así era aquel
día, como una decisión importante. Como un ir y un regresar. Como un sí y un
no. Como vivir y morir.
Regresaron
a Casa, y el sol ya iluminaba, desganado, la fachada de aquella cabaña que
tanto les había servido como hogar y refugio, pero algo andaba mal. Elliot se
enfocó en las ventanas, en la puerta, en la entrada. No había nada mal, solo
que todo tenía un aspecto paliducho, no había ningún cambio significativo, algo
que apoyara el vago sentir de Elliot, aquel presentimiento que había tenido al
salir de Casa.
Al
estacionar la camioneta todos salieron poco a poco, y en cuanto estuvieron
todos afuera, Gabriel corrió con todas sus ganas hacia la puerta de la casa.
¡Karen!
¡Karen! ¡Regresamos Karen!- gritaba dando torpes pasos.
¡Espera
Gabriel! Dejé la puerta cerrada- dijo Elliot, para evitar que Gabriel golpeara
inútilmente la puerta, pero cuando este lo escuchó, ya había dado un pequeño
empujoncito a la puerta, que se abrió lenta y fácilmente.
Elliot
sintió un golpe en el pecho y de pronto sintió todas las emociones combinadas y
maximizadas, todas al mismo tiempo. Un sudor frío recorría su cuerpo, y lo que
antes se había sentido como un fuerte golpe en el pecho ahora se había
transformado en unas náuseas tremendas que lo obligaron a reprimir todo
movimiento que se le ocurriera. Marina no lo pudo evitar, se agachó y vomitó
con ganas, después se echó a llorar frenéticamente. Elliot como reflejo, caminó
hasta la puerta.
Aléjate
de la puerta Gabriel, no entres- dijo con la barbilla temblando, mientras que
en el fondo se preguntaba cómo había sido capaz de caminar hasta la puerta y
hablar, cuando por dentro se encontraba congelado, presa del terror. Llevaba el
bate en una mano, y la pistola en la otra. Caminaba lentamente hacia la puerta
como si ya esperara la peor de las escenas. No se atrevió a llamar el nombre de
Karen, porque le aterraba no escuchar una respuesta. En eso su cerebro empezó a
plantear cualquier alternativa “Karen salió a buscar comida” “Karen salió de la
cabaña y solamente olvidó cerrar la puerta con llave” ninguna de esas situaciones
cuadraba con el presentimiento de Elliot. Armando se acercó a su lado y ambos
caminaron hasta la puerta, que había quedado entreabierta por el empujoncito
que le había proporcionado Gabriel.
En cuanto
llegaron al marco de la puerta, vieron una pequeña laguna, intensa en una
parte, pero se degradaba en otra, era de color carmín, sin grumos, y no muy
espesa, en la zona degradada, daba tonos rojos intensos, que se fundían poco a
poco con el piso. Elliot cayó al suelo, apoyando su espalda en la pared, miraba
horrorizado aquella mancha de sangre, que se veía demasiado grande como para
ser una simple cortada. Armando también contemplaba la imagen, atónito y
confundido.
Elliot
se apresuró y caminó hacia donde se dirigía el rastro de sangre. Los demás
todavía esperaban afuera de la cabaña. Mónica sostenía a Gabriel, abrazándolo,
y evitando que mirara dentro de la cabaña. Gael trataba de detener el vómito de
Marina.
El
rastro continuaba como una flecha hasta el final de uno de los pasillos que
llevaban a las habitaciones. Por último, al final del rastro de sangre, se
encontraba una figura que Elliot conocía. Karen estaba tumbada en el piso, dueña
de ese manto rojo que cubría el suelo. Estaba al borde del desmayo. Apenas movía
una mano, temblorosa, y con los ojos bañados en lágrimas miraba a Elliot y
Armando. El primero corrió hasta donde estaba la muchacha. La sostuvo un
momento, ayudándola a incorporarse ligeramente. Karen quedó apoyada en la
pared. Su cabello manchado de sangre también pintaba la pared. Estaba empapada
en sudor y sangre. La herida era una cuchillada en el muslo izquierdo. Brotaba todavía
un poco de sangre, pero Elliot intuía que la pero parte ya había pasado. Karen
tenía movimientos rápidos, bruscos e involuntarios, acompañados de bestiales
escalofríos. Entonces pronunció o trató de pronunciar una palabra, en la que
con el tartamudeo que presentaba, apenas se podía distinguir la letra “G”.
Eliot comprendió entonces, y todas las pistas se volvieron claras. Había dejado
las armas en el suelo, junto a la figura derrumbada y ensangrentada de Karen. Una
imagen que nunca ninguno de ellos había imaginado. Ni aún en los peores
momentos, ni aun cuando habían estado en riesgos extremos habían imaginado ver
a ninguno de ellos de esa forma, era una imagen que sus cerebros simplemente se
negaban a proyectar, pero ahora estaba ahí, y nadie usaba su imaginación. Karen
trataba de apretar un poco junto a la herida, torpemente, provocando que
solamente brotara más sangre, en una de esas ocasiones, la sangre salió
simulando un burbujeo.
El
corazón de Elliot comenzó a palpitar más rápidamente y con más fuerza que
cuando vio la sangre. Estaba aterrado, confundido, pero sobre todo, había un
monstruo de furia dentro de él esperando a salir. Para ese entonces, Mónica ya
había entrado a la casa, y miraba horrorizada el cuadro, con una mano en la
boca, como si con eso estuviera ahogando un grito de terror.
En eso,
se escuchó un ruido detrás de la casa. Elliot se incorporó de inmediato. Tomó
sus armas. Salió corriendo por la puerta esquivando hábilmente la sangre. Sus
latidos se escuchaban como tambores en sus oídos. Como enormes tambores. Corrió
hasta llegar detrás de la casa. Vio una silueta de un hombre con un arma y la
siguió. En la mano derecha llevaba el bate, y en la izquierda el arma.
Mientras
tanto, en Casa Mónica se había quedado con Karen, y trataba de amarrarle un
trapo en el muslo para detener el sangredo. Armando había salido corriendo tras
Elliot.
En la
mente de Elliot solo había una persona. No era Karen. No eran sus padres. No
eran ni Fernanda ni Milly. Era Gill. Aquel desgraciado que había ocasionado
mucha de la desgracia que lo rodeaba, y que había acuchillado a Karen. Ese
desgraciado. Tan solo pensar en su rostro, hacía que Elliot corriera más rápido
y apretara el bate con la mano. Los tambores en sus oídos sonaban cada vez más
fuerte. Le quedaba una bala, y la usaría.
Gill
entraba corriendo a la zona boscosa. Estaba aterrado. Llevaba un arma en la
mano, pero era el arma descargada de Karen. El cuchillo lo había dejado en
Casa, cubierto de sangre. Sabía que estaba indefenso frente a Elliot, lleno de
furia y con armas.
Lo
tambores habían llegado ya también a los oídos de Gill. El sudor hacía que su
ropa pesara. Llevaba una clara ventaja en terreno sobre Elliot, pero tan solo
un error le significaría la vida.
Los ojos
de Elliot se habían ensombrecido, y de él brotaba una energía monstruosa,
alimentada por el odio y el terror, por la mala suerte de que todo su mundo se
haya ido a la mierda y que ahora sea él el que tenga que sobrevivir.
Los
árboles se cerraban cada vez más, y cada vez era más difícil esquivarlos, así
como las raíces que sobresalían en la tierra. Aún así, los dos corredores
hacían un magnífico papel, de presa y cazador. Gill corría y hacía todo lo
posible para perder a Elliot, pero este último como buen cazador seguía fiel y
constante el paso de su víctima. Llevaba el bate levantado, a sus espaldas, y
se apoyaba de los troncos de los árboles para ir aún más rápido.
Cada vez
el paisaje se oscurecía más, los árboles ya no dejaban pasar la luz del sol, y
de repente, ambos se encontraron corriendo en una oscuridad tenue. Armando
corría detrás de Elliot para frenarlo, pero este no parecía disminuir su
velocidad.
Gill
comenzó a sentir un dolor en el abdomen, y en sus muslos. El dolor lo obligaba
a disminuir la velocidad, y cada vez la distancia entre cazador y presa se
hacía más corta. Por otra parte, Elliot ya estaba acostumbrado a correr, aunque
en las otras ocasiones él siempre había sido la presa, y ahora sentía la
euforia y la furia que motiva al cazador. Con los ojos abiertos mostraba una
extraña emoción por alcanzar a Gill. Estaba lleno de odio, y no tenía la menor
idea de lo que iba a hacer cuando llegara, cuando lo alcanzara, no tenía ni la
menor idea de lo que sucedería.
Armando
ya había disminuido su velocidad, estaba agotado, y sabía que no podría frenar
a Elliot aunque quisiera.
Los
árboles crecían más cerca uno de otro, y las raíces entre estos se entrelazaban
unas con otras formando siluetas parecidas a manos artríticas, manos que
esperaban hambrientas, sujetar algún pie y dejar la desgracia caer sobre
cualquiera que tropezara con ellas.
Finalmente,
entre la oscuridad, el pie derecho de Gill se enroscó con las raíces de dos
árboles, y este cayó al suelo. La carrera había terminado.
Gill
trató estúpidamente de ponerse de pié, y cuando Elliot llegó corriendo, le
asestó un batazo a Gill en la barriga. Este cayó al suelo ahogando un grito,
sin aire en el estómago. Entonces Elliot, cubierto de furia y odio le propinó
otro golpe en la espalda. Gill yacía en el suelo, entre la tierra y la mugre. Sus
manos cubiertas de sangre seca lo ayudaron a levantarse y a recargarse sobre
uno de los árboles que lo había capturado. Lágrimas de terror salían de sus
ojos, y su cabello recortado se pegaba asquerosamente a su cara y a su cabeza.
Había
sangre también en su rostro. Cuando Elliot trató de dar otro golpe con el bate,
Gill lo sujetó con el brazo derecho y se lo arrebató. Estuvo a punto de
arrojarse sobre el muchacho, pero tuvo una mejor idea. Tomó el arma de Karen y
le apuntó a Elliot en la cabeza. Elliot hizo el mismo acto, como si se tratase
de un siniestro espejo. Elliot sabía que Karen no se había defendido, así que
miró a Gill con un aire retador. Gill jaló el gatillo, pero nada sucedió. Entonces
Elliot pronunció una sonrisa malvada, la sonrisa más amarga y más repulsiva que
había hecho en toda su vida.
Se escuchó
en todo el bosque. Un par de aves se levantaron de los árboles y se fueron
volando. Armando inició de nuevo la carrera y llegó al punto donde estaba
Elliot, y en la tierra, había un bulto sin nombre ni historia, sin pena ni
desgracia, un simple cuerpo, como lo que habían en los caminos, sin otra
expresión más que con la que quedaron congelados en el tiempo, una expresión
que el tiempo y los gusanos se encargarían de borrar.
Gill
había dejado de existir.
Esa tarde
fue la peor que había habido en la Resistencia Final, y la peor en la vida de
Elliot. Peor aún que cuando murieron sus padres. Peor aún que cuando se
defendió del primer rojo que vio. Gill no estaba infectado, pero lo había
hecho, y no había nada que pudiera revertirlo. Elliot se había convertido en un
asesino en tan solo un par de instantes. Fue un acto sencillo y rápido. Una maniobra
casi invisible, oculta en medio del bosque. Y no le tembló el brazo, y no sudó
el arma. Había sido lo más frío y lo más cruel, lo más ruin que había visto en
toda su vida, y lo había hecho él.
Aquel día
quedó manchado, y Elliot recordaría una lección importante, tal vez la más
importante y fría que aprendería en toda su vida…
…Asesinar era sencillo.
Aquí termina el capítulo 39 de “La Última Lágrima”. Por su
atención, muchas gracias.
Hay ocasiones en las cuales, la gente únicamente siente algo
extraño dentro de ellos, a veces un dolor de cabeza, a veces un
estremecimiento, o alguna sensación poco placentera cuando se avecina algo
malo. Cuando se está peleando por sobrevivir, además de desarrollarse los
sentidos básicos, como la vista y el oído, la velocidad de reacción y los
reflejos, también la gente se vuelve más sensible a otro tipo de situaciones,
por más leves que sean. En aquel momento, mientras Elliot conducía de camino a
la ciudad, algo dentro de él le decía que pronto habría que tomar las armas.
Eran tan confusas las sensaciones de Elliot en ese momento, que siguió
conduciendo, ignorando un mal presentimiento.
Los
caminos se habían vuelto una parte muy aburrida en la vida de los
sobrevivientes. Antes tenían que esforzarse demasiado para vivir cuando
viajaban de un lugar a otro. Ahora, no había nada fuera de lo común en los
caminos, bueno, no fuera de lo común para aquellos tiempos. Ya no había tantos
rojos, solo cadáveres que se descomponían poco a poco. El sol y los
microorganismos los consumían lentamente. La primera vez que Elliot vio un
cadáver fue en un funeral, pero estos cadáveres eran diferentes; no tenían un
tratamiento para verse presentables un par de horas, y tampoco llevaban un día
pudriéndose. No. Estos cadáveres caminaban y poco a poco se consumían, pero
muchos habían sido asesinados “por completo”. Los restos quedaban en el
pavimento, manchando el suelo de un tinte oscuro y repulsivo. Los cabellos de
algunos muertos yacían colgando como las telarañas de las casas descuidadas. A
veces hilos de sangre corrían desde sus labios hasta el suelo. Y en todos ellos
las expresiones eran simplemente aterradoras y repulsivas. Era como ver a
alguien dar un grito de verdadero pánico. Las mandíbulas formaban graciosas y
espeluznantes caras. Y la piel lastimada poco a poco revelaba la forma de los
huesos, eso después de haberse inflado un poco por la barriga. A menudo
moretones oscuros e irregulares crecían en las zonas infladas. Otras veces los
cuerpos estaban incompletos o “vaciados”. Las calles y las autopistas se habían
convertido en pequeños museos donde se exhibían cadáveres, en diferentes
posiciones, estados, y con diferentes tipos de muertes. Y como en todo museo,
no faltan los intrusos que se atreven a tocar los objetos, a desmembrarlos y
devorarlos. En ocasiones algún animal infectado se acercaba para reutilizar a
los pobres desgraciados que habían quedado en el asfalto. A veces únicamente
quedaban un par de huesos y la silueta, la marca de que ahí había habido algo
moribundo, posteriormente putrefacto. En su mente, Elliot les agradecía a los
animales que se dedicaban a remover los cuerpos de las calles. Sería una
verdadera tragedia que en todo el rato que llevaba aquella apocalipsis, los
cuerpos conservaran sus posiciones originales. Sería como un curioso tablero de
ajedrez abandonado a la mitad del partido, ocn las piezas regadas aquí y allá.
Lo más
triste era que ninguno de esos cuerpos había caído del cielo o había sido tallado,
pintado o creado, como suele suceder con algunas piezas de museos. No. Estos
objetos habían tenido vida, se habían movido por ella, y la habían recorrido
toda. Tenían que levantarse temprano, ir a trabajar o a estudiar, bebían,
fumaban, algunos se drogaban. Dormían, despertaban, y muchos de ellos amaban.
Quizá alguno fuera famoso. ¡Qué va! Los famosos también mueren, y muchos
guitarristas, bajistas, actores, pintores debían encontrarse en sus lujosas
casas escenificando un cuadro igual al que veía Elliot en aquel momento. Lleno
de muerte, lleno de nada.
No pasó
mucho tiempo para que llegaran a la ciudad, o si pasó, realmente no se dieron
cuenta. Realmente el camino había sido muy silencioso. Marina había caído
dormida en tres ocasiones al menos, y Kanuh no había mostrado interés por
mantenerse despierto. Elliot prefería que fuera así; no habría aguantado
preguntas o relatos por parte de Marina, y no le hubiera gustado responder sus
preguntas. No le interesaba nada en ese momento, además de encontrar a los
compañeros. Aunque hubieran llegado a la ciudad, no significaba que hubieran
conseguido la meta, al contrario, la parte difícil apenas comenzaba. Buscaron
en el antiguo refugio, en los edificios grandes, en aquel lugar en donde
cenaron felices por última vez. Nada.
Eran ya
alrededor de las cinco de la tarde y no habían encontrado nada aún. Elliot se
molestaba porque en su opinión, Marina no hacía nada. En ese instante, aunque
se arrepintió, pensó que hubiera sido mejor traer a Karen. Recordó como trabajaban
en equipo antes, y tuvo que contener una lágrima. No tanto porque no quisiera
llorar, o porque encontrara estúpido hacerlo, sino porque no quería que Marina
le hiciera cualquier tipo de pregunta, o tratara de reconfortarlo. Kanuh solo
hacía compañía, pero no brindaba ninguna clase de ayuda a la búsqueda.
Santa
mierda…- suspiró Elliot mientras conducía de nuevo por las calles que conocía.
Pensé
que ahora estabas haciendo las cosas bien- dijo Marina suavemente tratando de
disfrazar su enojo.
Realmente
no hay nada que pueda estar haciendo bien en este momento, y creo que es mejor
que solo sigamos buscando- al terminar de hablar, Elliot no pudo evitar
reconocer lo odioso que resultaba para Marina en ese instante, aún así, ella
solamente guardó silencio, prefería no seguir tratando el tema.
Tal vez
tengamos que regresar hasta mañana- susurró Elliot tratando de aminorar la
grosería anterior –es solo que no creo que encontramos nada ahora-
Confía
en que lo hagamos Elliot, sería demasiado tonto empeñarse en no encontrar nada
aún buscando-
Elliot
taró un poco en entender eso último. No porque fuera algo difícil, sino porque
ya estaba cansado y todas las palabras le sonaban iguales.
Comenzaba
a anochecer y Elliot tuvo una idea estúpida, pero que quizá funcionaría.
Comenzó a conducir frenéticamente. Parecía que buscaba algo. Marina le preguntó
qué hacía en repetidas ocasiones, primero tranquila y después extrañamente
asustada. Kanuh comenzó a ladrar, pero Elliot parecía no mostrar intenciones de
detenerse. Finalmente se detuvo frente a una pipa, pero después de leer
detenidamente los rótulos del vehículo comenzó la carrera de nuevo.
¡Ahí
estás bebé!- dijo para sí mismo y bajó de la camioneta. Ya había oscurecido por
completo y solo se veía la silueta de Elliot caminando hacia la pipa. En eso,
Elliot levantó el brazo, donde se encontraba un arma y comenzó a disparar hacia
la pipa. Disparó en repetidas ocasiones, algunas veces solo se escuchó el ruido
del metal, otras solo un choque, alguna hizo que se derramara un poco de
líquido, y otra hizo una luz pequeña.
Y está-
dijo Elliot resuelto. La luz creció y creció poco a poco, se iba
intensificando, y un sonido extraño comenzó a hacerse presente. El fuego fue
iluminando el lugar poco a poco. Comenzó a hacer calor, y después de unos
minutos, la pipa se encontraba envuelta en un manto rojizo, luminoso, con
algunas partes de color azul.
Siempre
pensé que explotaban- dijo Marina suavemente.
Nunca
se sabe- comentó Elliot.
Los
tres se quedaron un rato contemplando la llama desde la camioneta. Todavía se
le notaba muy desesperado a Elliot, entonces comenzó a sonar la bocina de la
camioneta y a gritar
¡Vamos!
¡Malditos! ¡Bastardos! ¡¿Por qué no vienen?! ¡Muéranse! ¡Muéranse todos!-
A todo
esto, Marina únicamente lo observaba sorprendida y hasta cierto punto,
asustada. Después de seguir gritando y maldiciendo, Elliot disparó un par más
de veces al aire, y gritó sin decir palabras, únicamente desataba sus
emociones.
Después
de un rato, comenzaron a escucharse otros ruidos, además del incesante sonido
que produce el fuego, que en ese momento, ya había crecido bastante. Se
escuchaban ruidos que solo podían significar dos cosas: amigos, o peligro.
Elliot
tomó su bate y prestó atención, intentando descubrir de donde venía el ruido.
¡¿Amigo
o enemigo?!- gritó. No hubo respuesta, así que se quitó la chamarra y se acercó
más al fuego, sosteniendo el bate con ambas manos y mirando hacia todas partes.
Mientras tanto, Marina se encerró en la camioneta, abrió una ventanilla y sacó
la punta de una pistola, por si tenía que cubrir a Elliot desde ahí.
A unos
metros de donde estaban, se comenzaron a escuchar pasos, y a menos que Armando
y Mónica hubieran encontrado más sobrevivientes, no podían ser ellos. Eran
alrededor de veinte individuos, y venían a paso veloz.
Unos
instantes después, el grupo de rojos ya había llegado al lugar, y al ver el
fuego directamente, decidieron no acercarse mucho, a excepción de un rojo
furioso que decidió arrojarse sobre Elliot, pero antes de que pudiera
derribarlo, el muchacho había asestado ya un fuerte golpe del bate en la cabeza
del rojo, rematándolo en el suelo. Había sudor en su frente, y el cabello largo
y negro se pegaba a su pálida piel.
¡¿Quién
más?!- gritó Elliot y se aproximó al otro grupo de rojos. Ninguno trató de
acercarse, no tanto por el miedo a Elliot, sino a la fogata gigante que se
encontraba a unos metros. Poco a poco los rojos fueron retrocediendo. No era lo
que Elliot esperaba, pero aún así, le resultó grato no haber tenido que
desperdiciar municiones en aquel grupo. De pronto algo estalló. Elliot se tiró
al piso asustado, pues creyó que finalmente la pipa estallaría o haría algo que
lo dañara. Pero se levantó cuando se dio cuenta de que el sonido había sido de
una explosión un poco más lejana. Un disparo. Elliot corrió rápidamente a la
camioneta para refugiarse. De pronto, de una de als calles salieron dos
siluetas familiares. Eran Armando y Mónica, cazando a los rojos que habían
llegado hasta ahí. Con los disparos, tres rojos habían caído ya al piso. Elliot
se unió al ataque y pronto fueron siete los caídos. Los otros salieron
corriendo y rugiendo.
Armando
y Mónica se quedaron inmóviles, observando a Elliot. Este último los observaba
también desde uno de los costados de la camioneta.
Y bien…
¿vienen?- preguntó con aire de indiferencia.
Ese es
el peor saludo que he oído jamás- dijo Armando y Mónica asintió reforzando la
opinión de Armando.
Los
muchachos subieron a la camioneta y Elliot arrancó.
¿Ya te
he dicho que estás completamente loco?- le preguntó Armando a Elliot.
Creo
que todos lo sabemos- contestó él –yo, lo siento, no era mi intención que nos
separáramos y bueno, creo que lo entienden-
Claro
que entendemos- sonreía Mónica en el asiento de atrás.
Bueno,
hoy regresaremos a Casa, y mañana seguiremos buscando a Gael y a Gabriel-
No
deben de estar muy lejos, creo que podemos dormir aquí en algún lugar oculto y
mañana por la mañana buscarlos. Después regresar a Casa- sugirió Marina.
Pero el
genio de Elliot encendió un foco gigante, si quieren dormir un poco y buscar a
Gael tiene que ser ya saliendo de la ciudad- argumentó Mónica.
Puedo
aguantar el sueño- insistió Marina –es decir, solo quiero que lleguemos todos
juntos, o como quieran-
Está
bien, pero Armando tendrá que manejar de regreso- finalizó Elliot con trabajo.
Marina,
Kanuh, Elliot, Armando y Mónica avanzaban a pie por el campo. Rondaba ya la
media noche, y habían dejado la camioneta unos metros atrás. La estrategia era
simple; debían avanzar un par de kilómetros, caminar un poco y regresar a la
camioneta, avanzar un tramo más, caminar de nuevo y repetir el proceso hasta
dar con Gael y Gabriel. Era una tarea aburrida, pero por alguna extraña razón,
a todos se les había quitado ya el sueño.
A la
mañana siguiente seguían buscando. Hasta ese momento solo habían encontrado dos
rojos, a los cuales exterminaron, una vaca muerta, un par de cadáveres de
perro, y lo que debió de haber sido una cabaña, que se ocupó como refugio, ya
que había huellas de sangre por las paredes y el piso, además de un cráneo que
había sido limpiado a la perfección.
Cuando
el sol ya iluminaba el camino, los miembros de la Resistencia Final estaban
exhaustos, pero nadie había insinuado abandonar la búsqueda. Probablemente si
alguien lo hubiera hecho, todos habrían obedecido sencillos y gustosos. Pero no
se les había presentado la oportunidad de renunciar.
Finalmente,
casi al medio día observaron una pequeña mancha en un claro, a un par de
kilómetros de donde estaban. Al acercarse, la mancha tomó forma de dos personas
ocultas bajo un manto amarillo.
Nombre-
dijo Armando apuntando con su arma cuando estuvieron lo suficientemente cerca
como para que los escucharan. Armando esperaba que fueran solo dos cadáveres de
lo cuales alguien se había apiadado y los habían cubierto con una manta, pero
de pronto bajo el manto se apreció un ligero movimiento.
No
disparen por favor, no tenemos nada, solo mi hermano y yo. No hemos comido, y
no tenemos nada, lo juro nada-
Pues
eso ya no es problema, porque hemos decidido venir por ustedes- contestó Mónica
reconociendo la voz empalagosa de Gael. Marina sonreía como un niño en navidad.
El
saludo con Gael fue un poco raro, ya que él más que nadie deseaba abrazar a
todos, más aún a Marina, pero su orgullo era poderoso, así que lo dejó para
después. Gabriel por otro lado, mostró todo su cariño y no resistió convocar un
abrazo grupal, en el que ni Elliot ni Gael participaron.
Bueno,
está hecho, ahora creo que es hora de regresar a Casa, Karen debe de estar desesperada,
y si cocinó algo, debe de estar enfriándose en este momento- sugirió Elliot sin
la brusquedad con la que lo habría hecho un par de horas atrás. Todos estuvieron
de acuerdo y subieron a la camioneta.
Casi
una hora más tarde llegarían a Casa, y tal vez Karen los hubiera recibido con
un abrazo, tal vez les hubiera dado de comer algo delicioso y hubiera dicho que
estuvo aburrida mientras los esperaba a todos, con una gran sonrisa en el
rostro y con esos ojos grises tan abiertos como siempre, pero no fue así…
Aquí termina el capítulo 38 de “La Última Lágrima”. Por su
atención, muchas gracias.
Soy Arturo, y no crean, que esta historia fue hecha para
quedar inconclusa, me falta muy poco para acabarla, y no había tenido tiempo
para retomarla, por eso, les pido una enorme disculpa, pero les aseguro que para
navidad, ya sabrán el final de esta primera temporada. Muchas gracias.
Capítulo 39 “El acto”.
Sudor, frío, náuseas. Hay sensaciones que el cuerpo
manifiesta cuando hay algo fuera de lo normal. Cuando alguien se asusta en
exceso y su corazón se detiene, o se desmaya, o simplemente actúa de forma
irracional. Hay otras veces en las que las personas se acostumbras tanto a ver
algo, que no se inmutan ante sucesos a los que algunos otros lo harían. Así como
un cirujano permanece tranquilo al operar a alguien, mientras que algunas
personas caerían inconscientes al ver un cuerpo abierto justo por el tórax.
En el
caso de los sobrevivientes, en su mayoría no se inmutan ante la muerte, se
vuelven resistentes, y aprenden a no huir, a no correr, a ser fuertes y
reprimir cada lágrima. Además, están acostumbrados a ver la sangre de los
rojos. Por cierto, hay un par de diferencias entre la sangre de un infectado y
la de una persona normal; en el caso de los rojos, la sangre sale
constantemente del cuerpo, y adquiere un color más opaco, muy oscuro, y además
adquiere cierto espesor que la diferencia de la sangre normal. En el caso de
una persona normal, es claro que la sangre no tiene un color tan oscuro, y no
es tan espesa cuando está fresca, además, la sangre de rojo, cuando es mucha y
está concentrada en algún lugar, crea un olor muy fuerte, con una textura
ferrosa que haría vomitar a cualquiera que no estuviera acostumbrado a olerla. Cuando
se quemó el refugio, Elliot estuvo a punto de vomitar al menos unas seis veces,
y ahora que llevaban tanto tiempo viviendo en aquel mundo, era extremadamente
fácil reconocer entre la sangre de un rojo y la de uno de ellos. Era como
preguntarle a un niño las diferencias entre un triángulo y un círculo.
Aquel no
era un día excepcionalmente frío, pero desde la madrugada, desde mucho antes de
encontrar a Gael y a Gabriel, todos pudieron notar el frío de la temporada. En el
campo, se formaba una leve bruma, que cubría los cerros y las partes de terreno
elevadas. Daba cierta sensación de soledad y de olvido. Con cada minuto, el sol
había intentado disminuir fallidamente esa sensación, pero aún así, no tenía la
mínima intención de calentar el día. Ahora lo que se veía, era simplemente un
día claro, ya más despejado que en la mañana, pero con un poco de bruma
todavía, que se acrecentaba cerca de las zonas boscosas. Como las nubes de las
caricaturas que se elevan sobre ciertos lugares en específico. Así era aquel
día, como una decisión importante. Como un ir y un regresar. Como un sí y un
no. Como vivir y morir.
Regresaron
a Casa, y el sol ya iluminaba, desganado, la fachada de aquella cabaña que
tanto les había servido como hogar y refugio, pero algo andaba mal. Elliot se
enfocó en las ventanas, en la puerta, en la entrada. No había nada mal, solo
que todo tenía un aspecto paliducho, no había ningún cambio significativo, algo
que apoyara el vago sentir de Elliot, aquel presentimiento que había tenido al
salir de Casa.
Al
estacionar la camioneta todos salieron poco a poco, y en cuanto estuvieron
todos afuera, Gabriel corrió con todas sus ganas hacia la puerta de la casa.
¡Karen!
¡Karen! ¡Regresamos Karen!- gritaba dando torpes pasos.
¡Espera
Gabriel! Dejé la puerta cerrada- dijo Elliot, para evitar que Gabriel golpeara
inútilmente la puerta, pero cuando este lo escuchó, ya había dado un pequeño
empujoncito a la puerta, que se abrió lenta y fácilmente.
Elliot
sintió un golpe en el pecho y de pronto sintió todas las emociones combinadas y
maximizadas, todas al mismo tiempo. Un sudor frío recorría su cuerpo, y lo que
antes se había sentido como un fuerte golpe en el pecho ahora se había
transformado en unas náuseas tremendas que lo obligaron a reprimir todo
movimiento que se le ocurriera. Marina no lo pudo evitar, se agachó y vomitó
con ganas, después se echó a llorar frenéticamente. Elliot como reflejo, caminó
hasta la puerta.
Aléjate
de la puerta Gabriel, no entres- dijo con la barbilla temblando, mientras que
en el fondo se preguntaba cómo había sido capaz de caminar hasta la puerta y
hablar, cuando por dentro se encontraba congelado, presa del terror. Llevaba el
bate en una mano, y la pistola en la otra. Caminaba lentamente hacia la puerta
como si ya esperara la peor de las escenas. No se atrevió a llamar el nombre de
Karen, porque le aterraba no escuchar una respuesta. En eso su cerebro empezó a
plantear cualquier alternativa “Karen salió a buscar comida” “Karen salió de la
cabaña y solamente olvidó cerrar la puerta con llave” ninguna de esas situaciones
cuadraba con el presentimiento de Elliot. Armando se acercó a su lado y ambos
caminaron hasta la puerta, que había quedado entreabierta por el empujoncito
que le había proporcionado Gabriel.
En cuanto
llegaron al marco de la puerta, vieron una pequeña laguna, intensa en una
parte, pero se degradaba en otra, era de color carmín, sin grumos, y no muy
espesa, en la zona degradada, daba tonos rojos intensos, que se fundían poco a
poco con el piso. Elliot cayó al suelo, apoyando su espalda en la pared, miraba
horrorizado aquella mancha de sangre, que se veía demasiado grande como para
ser una simple cortada. Armando también contemplaba la imagen, atónito y
confundido.
Elliot
se apresuró y caminó hacia donde se dirigía el rastro de sangre. Los demás
todavía esperaban afuera de la cabaña. Mónica sostenía a Gabriel, abrazándolo,
y evitando que mirara dentro de la cabaña. Gael trataba de detener el vómito de
Marina.
El
rastro continuaba como una flecha hasta el final de uno de los pasillos que
llevaban a las habitaciones. Por último, al final del rastro de sangre, se
encontraba una figura que Elliot conocía. Karen estaba tumbada en el piso, dueña
de ese manto rojo que cubría el suelo. Estaba al borde del desmayo. Apenas movía
una mano, temblorosa, y con los ojos bañados en lágrimas miraba a Elliot y
Armando. El primero corrió hasta donde estaba la muchacha. La sostuvo un
momento, ayudándola a incorporarse ligeramente. Karen quedó apoyada en la
pared. Su cabello manchado de sangre también pintaba la pared. Estaba empapada
en sudor y sangre. La herida era una cuchillada en el muslo izquierdo. Brotaba todavía
un poco de sangre, pero Elliot intuía que la pero parte ya había pasado. Karen
tenía movimientos rápidos, bruscos e involuntarios, acompañados de bestiales
escalofríos. Entonces pronunció o trató de pronunciar una palabra, en la que
con el tartamudeo que presentaba, apenas se podía distinguir la letra “G”.
Eliot comprendió entonces, y todas las pistas se volvieron claras. Había dejado
las armas en el suelo, junto a la figura derrumbada y ensangrentada de Karen. Una
imagen que nunca ninguno de ellos había imaginado. Ni aún en los peores
momentos, ni aun cuando habían estado en riesgos extremos habían imaginado ver
a ninguno de ellos de esa forma, era una imagen que sus cerebros simplemente se
negaban a proyectar, pero ahora estaba ahí, y nadie usaba su imaginación. Karen
trataba de apretar un poco junto a la herida, torpemente, provocando que
solamente brotara más sangre, en una de esas ocasiones, la sangre salió
simulando un burbujeo.
El
corazón de Elliot comenzó a palpitar más rápidamente y con más fuerza que
cuando vio la sangre. Estaba aterrado, confundido, pero sobre todo, había un
monstruo de furia dentro de él esperando a salir. Para ese entonces, Mónica ya
había entrado a la casa, y miraba horrorizada el cuadro, con una mano en la
boca, como si con eso estuviera ahogando un grito de terror.
En eso,
se escuchó un ruido detrás de la casa. Elliot se incorporó de inmediato. Tomó
sus armas. Salió corriendo por la puerta esquivando hábilmente la sangre. Sus
latidos se escuchaban como tambores en sus oídos. Como enormes tambores. Corrió
hasta llegar detrás de la casa. Vio una silueta de un hombre con un arma y la
siguió. En la mano derecha llevaba el bate, y en la izquierda el arma.
Mientras
tanto, en Casa Mónica se había quedado con Karen, y trataba de amarrarle un
trapo en el muslo para detener el sangredo. Armando había salido corriendo tras
Elliot.
En la
mente de Elliot solo había una persona. No era Karen. No eran sus padres. No
eran ni Fernanda ni Milly. Era Gill. Aquel desgraciado que había ocasionado
mucha de la desgracia que lo rodeaba, y que había acuchillado a Karen. Ese
desgraciado. Tan solo pensar en su rostro, hacía que Elliot corriera más rápido
y apretara el bate con la mano. Los tambores en sus oídos sonaban cada vez más
fuerte. Le quedaba una bala, y la usaría.
Gill
entraba corriendo a la zona boscosa. Estaba aterrado. Llevaba un arma en la
mano, pero era el arma descargada de Karen. El cuchillo lo había dejado en
Casa, cubierto de sangre. Sabía que estaba indefenso frente a Elliot, lleno de
furia y con armas.
Lo
tambores habían llegado ya también a los oídos de Gill. El sudor hacía que su
ropa pesara. Llevaba una clara ventaja en terreno sobre Elliot, pero tan solo
un error le significaría la vida.
Los ojos
de Elliot se habían ensombrecido, y de él brotaba una energía monstruosa,
alimentada por el odio y el terror, por la mala suerte de que todo su mundo se
haya ido a la mierda y que ahora sea él el que tenga que sobrevivir.
Los
árboles se cerraban cada vez más, y cada vez era más difícil esquivarlos, así
como las raíces que sobresalían en la tierra. Aún así, los dos corredores
hacían un magnífico papel, de presa y cazador. Gill corría y hacía todo lo
posible para perder a Elliot, pero este último como buen cazador seguía fiel y
constante el paso de su víctima. Llevaba el bate levantado, a sus espaldas, y
se apoyaba de los troncos de los árboles para ir aún más rápido.
Cada vez
el paisaje se oscurecía más, los árboles ya no dejaban pasar la luz del sol, y
de repente, ambos se encontraron corriendo en una oscuridad tenue. Armando
corría detrás de Elliot para frenarlo, pero este no parecía disminuir su
velocidad.
Gill
comenzó a sentir un dolor en el abdomen, y en sus muslos. El dolor lo obligaba
a disminuir la velocidad, y cada vez la distancia entre cazador y presa se
hacía más corta. Por otra parte, Elliot ya estaba acostumbrado a correr, aunque
en las otras ocasiones él siempre había sido la presa, y ahora sentía la
euforia y la furia que motiva al cazador. Con los ojos abiertos mostraba una
extraña emoción por alcanzar a Gill. Estaba lleno de odio, y no tenía la menor
idea de lo que iba a hacer cuando llegara, cuando lo alcanzara, no tenía ni la
menor idea de lo que sucedería.
Armando
ya había disminuido su velocidad, estaba agotado, y sabía que no podría frenar
a Elliot aunque quisiera.
Los
árboles crecían más cerca uno de otro, y las raíces entre estos se entrelazaban
unas con otras formando siluetas parecidas a manos artríticas, manos que
esperaban hambrientas, sujetar algún pie y dejar la desgracia caer sobre
cualquiera que tropezara con ellas.
Finalmente,
entre la oscuridad, el pie derecho de Gill se enroscó con las raíces de dos
árboles, y este cayó al suelo. La carrera había terminado.
Gill
trató estúpidamente de ponerse de pié, y cuando Elliot llegó corriendo, le
asestó un batazo a Gill en la barriga. Este cayó al suelo ahogando un grito,
sin aire en el estómago. Entonces Elliot, cubierto de furia y odio le propinó
otro golpe en la espalda. Gill yacía en el suelo, entre la tierra y la mugre. Sus
manos cubiertas de sangre seca lo ayudaron a levantarse y a recargarse sobre
uno de los árboles que lo había capturado. Lágrimas de terror salían de sus
ojos, y su cabello recortado se pegaba asquerosamente a su cara y a su cabeza.
Había
sangre también en su rostro. Cuando Elliot trató de dar otro golpe con el bate,
Gill lo sujetó con el brazo derecho y se lo arrebató. Estuvo a punto de
arrojarse sobre el muchacho, pero tuvo una mejor idea. Tomó el arma de Karen y
le apuntó a Elliot en la cabeza. Elliot hizo el mismo acto, como si se tratase
de un siniestro espejo. Elliot sabía que Karen no se había defendido, así que
miró a Gill con un aire retador. Gill jaló el gatillo, pero nada sucedió. Entonces
Elliot pronunció una sonrisa malvada, la sonrisa más amarga y más repulsiva que
había hecho en toda su vida.
Se escuchó
en todo el bosque. Un par de aves se levantaron de los árboles y se fueron
volando. Armando inició de nuevo la carrera y llegó al punto donde estaba
Elliot, y en la tierra, había un bulto sin nombre ni historia, sin pena ni
desgracia, un simple cuerpo, como lo que habían en los caminos, sin otra
expresión más que con la que quedaron congelados en el tiempo, una expresión
que el tiempo y los gusanos se encargarían de borrar.
Gill
había dejado de existir.
Esa tarde
fue la peor que había habido en la Resistencia Final, y la peor en la vida de
Elliot. Peor aún que cuando murieron sus padres. Peor aún que cuando se
defendió del primer rojo que vio. Gill no estaba infectado, pero lo había
hecho, y no había nada que pudiera revertirlo. Elliot se había convertido en un
asesino en tan solo un par de instantes. Fue un acto sencillo y rápido. Una maniobra
casi invisible, oculta en medio del bosque. Y no le tembló el brazo, y no sudó
el arma. Había sido lo más frío y lo más cruel, lo más ruin que había visto en
toda su vida, y lo había hecho él.
Aquel día
quedó manchado, y Elliot recordaría una lección importante, tal vez la más
importante y fría que aprendería en toda su vida…
…Asesinar era sencillo.
Aquí termina el capítulo 39 de “La Última Lágrima”. Por su
atención, muchas gracias.
arturo864- Recien llegado al refugio
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Localización : Méxo
Fecha de inscripción : 22/11/2009
Re: la última lágrima (capítulo 1)
Hombre, da alegría ver como se reanudan las historias que llevan toda la vida en el foro, aunque ya del argumento de esta me olvidé :s.
Tendré que hacer un resumen visual hehehe
Tendré que hacer un resumen visual hehehe
PeKaDoR- Lich King
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Localización : Almeria
Fecha de inscripción : 23/04/2010
Muchas gracias
Muchas Gracias, por la escuela había tenido que alejarme un poco del foro, pero lo importante es que ahora ya la retomé, y tengo preparado un final que espero les guste mucho.
arturo864- Recien llegado al refugio
- Cantidad de envíos : 90
Edad : 29
Localización : Méxo
Fecha de inscripción : 22/11/2009
Re: la última lágrima (capítulo 1)
que bueno que ya regresaste, buenos capitulos, vamos a ver en que termina esta historia, muy buena por cierto, hechale ganas
Gilo- Recien llegado al refugio
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Fecha de inscripción : 05/09/2010
Gracias
¡Muchas gracias! Gilo, gusto de verte otra vez jajajaja. Pues en este momento estoy escribiendo el capítulo 40, que va a ser un poco inesperado, pero creo que les va a gustar mucho.
arturo864- Recien llegado al refugio
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Localización : Méxo
Fecha de inscripción : 22/11/2009
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