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Segunda prueba
¿Furulas?
Con zeta de zombi (4)
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Con zeta de zombi (4)
Me pregunto por qué estoy tan tranquilo…, bueno, en realidad eso es lo que parece, o eso creo, ya que sigo escondido aquí y asomándome con cuidado, y cada vez que uno de esos malditos zombis reales se choca contra el coche en su intento por cruzar hacia el otro lado de la calle, me sobresalto como si una avispa me hubiese picado el culo, que no sería la primera vez. Estos golpes se han hecho más constantes, sin duda porque ha aumentado el número de infectados, y la fuente de muertos vivientes ha sido el bar Terraza Recadero, situado unos metros más allá de donde nos hemos quedado atascados.
Todo había empezado con un estruendo de cristales rotos. Me asomé y vi cómo varios zombis se abrían paso entre la cristalera protectora de la terraza, atacando a cualquier persona viva que tuvieran delante. No pude evitar ver cómo uno le arrancaba la oreja de cuajo a un hombre gordo trajeado. No tardé ni medio segundo en cerrar los ojos y darme la vuelta. La verdad, no siento pena por ellos. ¿¡Qué cojones hacían en el bar tras la alerta de las noticias!? Bueno, supongo que los pilló de improviso, como a nosotros, o que ni siquiera se lo creyeron, como seguro les ocurrió a muchos.
Mi padre vaciló al principio, pero fue más por vergüenza que por otra cosa, puesto que es fan de Cuarto Milenio, y se cree todo lo que Iker suelta por su inquietante boca. Mi madre, por su parte, se cree todo lo que sale en las noticias, así que no dudó en decirle a su marido que tenían que irse de allí cuanto antes. ¿Adónde? Pues adonde siempre quieren ir las madres: a casa de su madre, situada en un pueblo muy pequeño donde estaba segura que no habría estos infectados. Y esa decisión fue la excusa que rompió la vacilación de mi padre. Metimos cuatro prendas de ropa en una maleta y salimos de casa echando leches, directos al coche. Aún perduraba la conmoción y el miedo en mi corazón, de modo que todo esto ocurrió para mí como en una especie de mundo surrealista, como un sueño. Mi hermana no dejaba de preguntar a mi madre: ‘’Mamá, ¿qué pasa? Mamá, ¿qué pasa?’’. Pero no lloró. Como tampoco ha llorado durante el tiempo que llevamos aquí metidos, aunque los constantes golpes en el coche, que incluso llegan a moverlo ligeramente, y el hecho de que cada vez hay menos sol, parecen haber roto parte de su ingenua e inocente cáscara de valentía, y se ha lanzado a mis brazos.
Como he dicho, yo estoy extrañamente tranquilo, aunque creo que es solo exteriormente y que mi horror se cuece por dentro, pero todavía me debe durar la conmoción, y eso es lo que debe estar impidiendo que exteriorice toda la tensión y miedo. Solo espero que cuando eso ocurra, no salga de mi garganta un agudo grito de mujer.
AdriZafra- Recien llegado al refugio
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Fecha de inscripción : 23/01/2016
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