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Segunda prueba
¿Furulas?
[NOVELA Z] Race to Survive
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[NOVELA Z] Race to Survive
Hola gente. Abro este hilo para postear la novela Zombie que comencé a escribir hace medio año en mi blog.
Cuando empecé no tenía muy claro hasta donde me llevaría mi viaje. Jamás me plantee un desenlace para mi historia y me dediqué a ir escribiendo una serie de relatos en primera persona en mis ratos libres. A principios de verano tenía ya escritas unas 120 páginas y mi calidad para redactar había mejorado bastante, así que me dije a mi mismo, "¿y si le hacemos un rework, nos marcamos unos objetivos, y comenzamos de nuevo desde el principio siendo fiel al trabajo original?", y así lo hice.
Esta será mi aportación a la comunidad, la cual considero hoy por hoy como el mejor escaparate virtual donde poder compartir contenido zombie en español y recibir feedback (críticas) a cambio. Todos los refuerzos, tanto positivos como negativos serán bien recibidos para tratar de mejorar mi novela.
Para no perderse cuando empiecen a haber varios coments voy a hacer un índice en este mismo mensaje. Así, solo tenéis que pinchar el hipervínculo y este os conducirá hasta el susodicho capítulo.
Una cosa más. Los capítulos tienen el nombre del protagonista a través del cual se vivencia cada acto. Hay distintas historias entrelazadas y está enfocado hacia un público adolescente, así que se harán bastantes reminiscencias a las drogas y sexo, mezclado todo con un lenguaje bastante soez y vulgar.
PD: Espero vuestras críticas ^.^!
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Resumen:
Año 2012. Un extraño virus que vuelve agresiva a la población se propaga a gran velocidad por todo el mundo. En poco más de un mes las medidas de contención fallan y la raza humana avanza de manera irreversible hacia su propio final.
Race To Survive narra los acontecimientos que suceden durante la Noche Zero en las vidas de un grupo de amigos que viven en Cartagena y, simultáneamente, la última misión de una unidad militar que trata de evacuar civiles en Murcia. Los momentos de acción y diálogos se desarrollan paralelamente en distintos escenarios. Todo está relacionado. El objetivo de los protagonistas es simple: sobrevivir y escapar de la muerte.
Race To Survive narra los acontecimientos que suceden durante la Noche Zero en las vidas de un grupo de amigos que viven en Cartagena y, simultáneamente, la última misión de una unidad militar que trata de evacuar civiles en Murcia. Los momentos de acción y diálogos se desarrollan paralelamente en distintos escenarios. Todo está relacionado. El objetivo de los protagonistas es simple: sobrevivir y escapar de la muerte.
Indice:
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Última edición por Sierras89 el Mar Dic 18, 2012 11:32 pm, editado 3 veces
Sierras89- Recien llegado al refugio
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Fecha de inscripción : 17/12/2012
SAID (I)
"Prefiero a los Zombies. Ellos no mienten. No tienen agentas ocultas. Tu sabes lo que son. Puedes respetarlos al menos por eso. Los humanos sin embargo, trabajan con recovecos, marchando al son que les toquen. Nunca sabes lo que están pensando. Los malos son siempre los humanos"
George A. Romero
19:05 CASA DE JOSÉ LUIS, CARTAGENAEra una fría tarde de Marzo en Cartagena. La primavera había llegado, pero el mal tiempo que perduraba durante todo el invierno seguía sin desaparecer. El país se encontraba atravesado por una ola de frío siberiano que le había costado ya la vida a más de un centenar de personas a su paso por Europa. Muchas ciudades del norte estaban incomunicadas e incluso allí, en la cálida Región de Murcia, hacía un tiempo espantoso.
Las unidades de la UME (Unidad Militar de Emergencias) tenían mucho trabajo por delante limpiando la nieve que se amontonaba sobre las carreteras de Madrid. En Murcia sin embargo, el problema era algo distinto: las lluvias torrenciales habían dejado incomunicados a decenas de pequeños ayuntamientos por toda la comunidad autónoma, y la ayuda humanitaria en forma de medicamentos y provisiones era por ello, necesaria.
Pero aquel maldito tiempo de perros no era del todo malo. Al menos no para todo el mundo. A Said y José Luis parecía no amargarles en absoluto. Excepto quizás, cuando la conexión Wi-Fi de casa de José Luis fallaba. "Mierda de Router y jodida lluvia" maldecía este una y otra vez cuando se caían de la partida que estaban jugando On-Line.
El padre de José Luis era oficial de la unidad militar de emergencias destinada en Murcia, y llevaba ya muchos días fuera de casa. Circunstancias que Said siempre aprovechaba para instalarse en el acogedor y caliente salón de la casa de su amigo. "Al carajo con la universidad", pensaba Said.
El Call Of Duty era un juego muy adictivo y oportunidades como aquella no se presentaban muchas veces al año. Así que se viciaron durante días sin atender a lo que sucedía en el resto del mundo.
- Eso es, ¡que os den por culo mamones! –la sonrisa de triunfo en la cara de José Luis delataba la victoria conseguida en su última partida-. Tiempo muerto Said. Llevamos desde que nos hemos levantado jugando y me ruge el estómago, ¿quieres que te traiga algo?
- ¡Nah! Voy a tumbarme un rato en el sofá del salón. Desenchufo la consola.
Said Kaddour era mestizo. De padre argelino y madre española. Fibrado. No medía mucho más de metro setenta. Estudiaba Ciencias del Deporte en San Javier desde hacía poco más de un año y se encontraba en segundo curso. Cuando cumplió los dieciocho se alistó en la Infantería de Marina y pasó allí tres largos años destinado a tareas de logística antes de presentarse nuevamente a selectividad y comenzar sus estudios universitarios. Debido a la ubicación de la ciudad portuaria, en Cartagena aproximadamente un tercio de la población eran o bien ingenieros navales, o militares de marina.
Su piel tenía un color cálido y su pelo largo y rizado era uno de los pocos rasgos genéticos que conservaba de su padre. No sentía vergüenza por sus raíces.
Era una persona alegre y llena de vitalidad que disfrutaba jugando a los videojuegos con su greñoso amigo, o bebiendo y fumando junto a su gente siempre que no se encontrase en el gimnasio.
Acostado sobre el sofá encendió la tele a ver lo que echaban.
Todas las cadenas comentaban la misma mierda: desde principios de febrero un extraño virus había saltado a los telediarios. Algunos hablaban de gripe aviar, otros de las vacas locas, el Ébola e incluso le achacaban la culpa a los pepinos españoles… Lo que comenzó como unos pocos casos aislados de fiebre y gripe por aquí y allá se había expandido por todo el globo y el número de afectados aumentaba día a día desmesuradamente. En Antena3 decían que en la última semana habíamos pasado de 100 hospitalizados en todo el país a más de 700 casos contabilizados en hospitales. Tan solo en Madrid.
Said cambió de cadena. En TVE1 daban una noticia de última hora: todos los militares destinados en terreno extranjero estaban siendo inminentemente trasladados a la península y enviados a bases de todo el litoral. La información se daba a cuentagotas y se encontraba demasiado sesgada. Cuando la periodista le preguntó a un condecorado sargento del ejército de tierra sobre los soldados muertos en Irak por mordeduras animales, este evadio sutilmente la pregunta respondiendo que la gripe era un problema mucho más peligroso que los animales rabiosos en Oriente.
Puso Tele5. Un grupo de tertulianos debatía las últimas decisiones de Ángela Merkel. Por lo visto, la canciller alemana acababa de anunciar el cierre de las fronteras de su país.
El joven no pudo ver mucho más. Su incondicional amigo, José Luis, volvía de la cocina y balbuceaba con la boca llena mientras le hacía señas a su invitado para regresar a los ordenadores y continuar jugando.
- Tío, algo gordo ha estado pasando durante estos cuatro dias–le comentó Said mientras se levantaba del sofá-.
- ¿De que coño hablas?
- Han replegado a nuestras fuerzas de Irak y Bosnia. Además, los pagafantas estos de Tele5 se han puesto filosóficos. Hablan sobre un cierre en las fronteras alemanas.
- Mmm…Ahora que lo dices, creo que un noruego ha comentado algo sobre el toque de queda en su ciudad hace un par de partidas a través del chat. Por lo visto andaban sueltos unos cuantos locos que atacaban a la gente. Los nórdicos están mal de la cabeza.
- Creo que va a estallar algo gordo.
- Si. Y nos va a pringar en la cara como no te sientes ya mismo delante de la play. Tenemos que probar una partida a los zombis del Black Ops usando la estrategia esa que me contaste. Además, ¿desde cuando cojones te interesas por las noticias?
- Tienes razón. El mundo se va a la mierda pero lo más producente es jugar a la Play3 mientras haya Wi-Fi–dijo el argelino mientras agarraba a su amigo del pescuezo-.
………………………………………………………………………
Finalmente Said hizo caso a su anfitrión y ambos marcharon de nuevo a la habitación de este a echar otra partida mientras hablaban de sus cosas:
- En la tele dicen que hay una epidemia y tú te lo crees… Todo eso no es más que una sucia estratagema de los alemanes para vender vacunas. La ola de frío transilvana esa ha provocado muchos catarros y un par de muertes. Todos quieren sacar tajada del asunto e intentan asustar a los pobres ciudadanos. Cerdos capitalistas.
- ¿Y de donde has sacado esa idea tan descabellada? –Said creía que no merecía la pena tan siquiera corregir a su amigo-.
- Me lo ha contado Rafa. El lo ha leído en Foro Coches.
- Foro Coches y Rafa son fuentes muy fiables –dijo el invitado de Joselas con sarcasmo-. Por cierto, Edd me dejó ayer un privado por Tuenti. Dice que vayamos a casa de Paolo. Están con David y Metadonas.
- ¿Pero tienen droja? Ya sabes que si el Paolo nos dice que vayamos para su piso es porque están con el mono y quieren que les llevemos buena mierda.
- Nah, tranqui. Me han dicho que le quitaron una bolsa con maría a la pija esta que se junta con ellos a veces y se lo están fumando ahora mismo.
-¡Qué cabrones!. Bueno, prepárate que vamos a probar esa jugada– dijo José Luis mientras indicaba a la pantalla-. Esta partida está ya acabada.
- Robar no está bien, pero si es por fumar gratis no voy a ponerle pegas. Por cierto…¿Tu hermano dónde anda a estas horas?
- No sé. Habrá ido a fumar a las vías de tren.
- ¿Qué divertido, no?
- Bueno ya sabes. Sus putos amigos de “las seiscientas” son todos así. Ponerse ciegos a polen y pasearse por los railes es la nueva forma que tienen de entretenerse.
Unos minutos después fueron devorados por los zombis del Call of Duty. Said se desperezaba mientra José Luis maldecía a la pantalla del televisor. Al rato se calmó.
- Oye moro, ¿Rafa y Jesús no están en casa de Paolo?
- No. Edu me contó que Rafa está de bajón por lo de la novia. Jesús se lo ha llevado al Sex Shop que hay por el centro, cerca de la calle Real.
- Malditas zorras. Últimamente estamos todos en racha… ¿Te refieres al Sex Shop de la calle Jabonerías?
- Si, ese mismo... Sexy Land creo que se llama.
- ¡Que puto amo! ¿Y qué van a hacer allí, comprar penes de plástico?
- No, hombre –le respondió el mestizo entre risas-. Por lo visto tiene detrás una sala de esas de sexo en directo con cabinas y tal. Jesús ha reservado dos entradas para el espectáculo de esta noche.
- Y luego dice el Jesús que a él eso del porno no le hace falta, que con lo que folla… Si ese fuese pinocho tendría ya las manos chamuscadas de meneársela… Puto fantasma.
José Luis Mosquera era un palmo más alto que su amigo Said. Había sido amigo de este desde que sus padres llegaron a la ciudad, cuando ambos eran pequeños. Tenía veintitrés años –dos menos que el argelino-. Aquella tarde lucía su greñosa cresta rizada sin peinar. No se había duchado en los últimos dos días y llevaba sus vaqueros rotos, DCs oscuras, y su camiseta de los “Hollywood Undead”. Tenía los ojos podridos de legañas secas que, pese a los intentos de Said porque fuese a lavarse la cara, no se había quitado. "¿Tu que rezas al Alá ese y te pasas semanas sin ducharte me vas a decir a mi que apesto? ¡Anda y que te follen moro!"
Sí. Si Joselu destacaba por algo era precisamente por ser rudo y mal hablado. Le resultaba imposible cerrar una frase sin soltar un taco. Aparte de eso, era un amante empedernido del punk.
- …Llevas una semana sin aparecer por casa Said. ¿Sabes algo de tu familia?
- Pues hablé con mi hermana ayer. Se encuentra bien. De borrachera en borrachera dice –el argelinopuso entonces cara de preocupación-.
- Joder está en Sevilla City estudiando. Si no estuviera de borrachera en borrachera entonces si que sería preocupante.
- Supongo… Y la vieja ya sabes. Desde que perdimos a mi padre casi nunca aparece por casa. Está siempre fuera apagando su tristeza dios sabe donde. Solo espero que no se mate un día por conducir borracha.
- …¡Es jueves joder! –José Luis se arrepentía de haberle echo aquella pregunta a su amigo y trataba ahora de animarlo-. Vayamos ya para casa de Paolo a beber y tomar drojas –dijo mientras se ponía su gorra de Matix-. Y luego vayamos a buscar unos coños calientes por la calle de los pijos.
- Lo de las drogas lo veo, pero eso último ya no.
- ¡Ese no es el camino Said! Si no metes tu polla árabe en un buen chocho jamás conseguirás olvidarte de esa zorra.
- No tiene nada que ver con ella.
- ¡¿Pero que mierda?! Tío eso es agua pasada. Además, solo fueron tres semanas de mier…
- Tres semanas follando como conejos –le interrumpió Said-. Y el roce hace el cariño.
- Al cuerno con el cariño. ¡Que le den al amor! ¡Esta noche solo sexo con esas niñatas pijas y sus fajos de billetes!
Poco después ya tenían los electrodomésticos apagados, la casa “decentemente” recogida y ultimaban detalles antes de abandonar el hogar.
- Jose –Said llamaba la atención de su amigo mientras se ponía su sudadera gris de los Rangers-. Acuérdate de guardar las llaves en el bolsillo izquierdo del pantalón, por favor. No quiero volver a pasarme otra noche buscándolas por todo el edificio porque se te hayan vuelto a caer por el roto.
- Tranquilo joder. Las pondré a salvo –le respondía mientras cogía su sudadera verde de Rock Star-.
Mientras bajaban en el ascensor, José Luis no podía evitar hablar con su pensativo amigo mientras se repeinaba la cresta con saliva:
- ¿En qué piensas Said? Estás embobado. ¡Olvida ya a esa mujer!
- No es eso. Me acabo de acordar que hoy venía Juanxi a la ciudad.
- No me repliques. Sabes que todo es por culpa de las mujeres... ¿y quién coño es ese Juanxi?
- Un mago bastante bueno. He visto varios de sus trucos por youtube y están muy logrados. Ha ganado varios concursos importantes de ilusionismo.
- Empiezo a pensar que eres gay –le dijo José Luis mientras entraban en el ascensor-. No se habla tan bien de alguien a menos que te guste.
- Quien tiene talento tiene talento. Te lo digo yo.
-¿Sabes cual habría sido un planazo? Pasar la noche en el ciber. Antonio ha vuelto ha organizar una noche cerrada y está allí Siko. Podríamos haber jugado los tres juntos durante horas al league of legends y al wow... ¿Me estás escuchando?
- …Iba a comprar un par de entradas para ir con ella a la actuación –el rostro de Said mostraba una melancólica mezcla entre tristeza y añoranza- Lo hubiésemos pasado bien.
- Pues menos mal que no te dejaste las pelas invitando a esa zorra.
…………………………………………………………………………………………
20: 40 CALLE JUAN FERNÁNDEZ
Los dos amigos abandonaron el edificio enzarzados en una pelea. Las palabras de José Luis habían conseguido enfadar a Said, que ahora se encontraba practicando varias llaves de lucha sobre su amigo mientras este gritaba y arremetía codazos contra su abdomen. Parecían un par cachorros jugando salvajemente. Con el revuelo que tenían montado no pudieron escuchar como media docena de helicópteros militares atravesaban el cielo a lo lejos. Rumbo hacia el viejo hospital de marina.
Paolo vivía cerca de la casa de José Luis. Se conocían desde pequeños porque habían sido vecinos hasta que los padres del muchacho se mudaron a una casa más grande. Durante el trayecto pudieron percibir que algo no iba bien.
- ¿Qué hora es? –preguntó Said extrañado-.
- Déjame que vea… Que raro, son las ocho de la tarde y no se ve ni un alma. ¿Será por lo que han dicho en las putas noticias?
- No creo, es jueves universitario. Debe de haber una buena fiesta montada por el centro, fíjate – a lo lejos se escuchaban sirenas-. Parece que la policía va hacia el puerto.
- Seguramente la dependienta del Sex Shop les halla llamado porque hay un par de “fantasmas”en su local. Por cierto, esta noche va a llover. Mira esos nubarrones allí a los lejos.
Mientras hablaban -ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor-, llegaron hasta el portal de la casa de Paolo. Por norma general, aquella zona de la ciudad era un hervidero de gente y de coches debido al colapso en las rotondas colindantes y los pubs que se extendían junto al Club de Cabos.
La puerta del edificio de su amigo se encontraba abierta de par en par y el pomo estaba recubierto de sangre. Pensaron que algún vecino se habría magullado por la calle y no le dieron mayor importancia.
Subieron al ascensor y marcaron el sexto piso. Jose bromeaba haciendo un chiste fácil entre sexto y sexo, prometiéndole una vez más a Said que cuando llegasen a dicha planta arrancaría la “T” de la placa que se encontraba sobre el rellano. Junto a las escaleras.
Cuando se abrieron nuevamente las puertas del ascensor, cruzaron el pasillo del sexto y llamaron al timbre. Al otro lado de la puerta la televisión sonaba alto. "¿¡Quién va!?" les gritó David cuando José Luis volvió a llamar. Pero antes de que les abriesen, el de la cresta ya había comenzado a hablar en voz baja nuevamente con Said. Era muy impaciente y no podía estarse callado ni por un minuto.
-¿Crees que Metadonas habrá vuelto a traer Speed después de lo que pasó la última vez?
-Claro. El negocio es el negocio –le respondió el argelino-.
- Cerdo capitalista… Al Jesús casi le da algo por culpa de su droja.
- De algo tiene que vivir Metadonas. Su viejo está en la cárcel y apenas les da para llegar a fin de mes con lo que gana la madre. Además. Sabes que la culpa es únicamente de Jesús. Andrés no le obligó a tomarse aquellos cuatro gramos de Speed.
Al rato escucharon el sonido del visillo. Luego el traquetear de los pestillos y finalmente la puerta se abrió ligeramente. Entonces David asomó la cabeza, más pálido de lo normal. De no ser por la cara de susto que tenía encima pensarían que seguía siendo el mismo chico que conocían antes de que hubiese vuelto de Madrid. Era cocinero y acababa de regresar a casa de sus padres tras una experiencia no muy positiva trabajando en la gran capital.
Lucía sus Reebok clásicas de color blanco inmaculado, vaqueros oscuros marca Inside y un polo blanco de manga larga comprado en la misma tienda que los pantalones.
Su grasiento pelo estaba aplastado bajo una gruesa capa de gomina. Era una mezcla entre bacala y kani: La bestia definitiva. Seguidor del Real Madrid y fan incondicional de Cristiano Ronaldo.
-David, ¿Te ocurre algo? –le preguntó José Luis bastante desconcertado- ¿Has vuelto a las andadas con la anorexia?
- Amigo, deberías de comer más a menudo y dejarte el tabaco. Pásate un día por el gimnasio y te pongo una rutina para que machaques esos bíceps. Fíjate. Joselas lleva entrenando conmigo unos meses y ya se le nota algo.
- Sí. Dentro de poco podré darte palizas con una sola mano – respondió José Luis, mientras volvía a resurgir en él aquel instinto animal que acababan de dejar atrás en el rellano de su casa- ¿Y tu qué coño estás mirando? Tienes cara de pasmao.
David no se había inmutado durante todo aquel tiempo. Seguía con la vista clavada tras sus amigos. A lo lejos. Miraba hacia las escaleras del rellano, donde las oscuridad se fundía con las losetas. Aquella mirada inmutable, perdida en el espacio tiempo les pareció a ambos tan enigmática que hasta ellos mismos dudaron y miraron tras de sí. Decepcionados. Tan solo vislumbraban sus sombras dibujadas en el suelo.
Finalmente David escapó de su trance y se dirigió a los muchachos:
-¿Habéis visto algo extraño en la calle? ¿Os han mordido? –el tono de aquellas preguntas sonaba demasiado inquisitivo. Acusador. David no se andaba con chiquitas e iba siempre directo al grano-.
- Hay unas nubes muy jodidas aproximándose por el norte. Y no; por muy petado que esté el Said aún no se le lanzan encima a comérselo vivo. Por lo demás, mucho frío. Frío y silencio.
-¿Silencio? Eso no es nada bueno ¿Es posible el virus haya llegado ya hasta Cartagena? Aquellos helicópteros hace un rato… –las palabras de aquel hombre estaban llenas de tristeza, impotencia y curiosidad a su vez-.
- ¿De que puñetas estás hablando? –David los estaba poniendo de los nervios con aquella actitud. Tanto que incluso Said se había visto contagiado por el vulgar lenguaje de su amigo Jose-.
- ¿Es que no os habéis enterado de nada?
- ¡¿Pero enterarnos de que?! –la frustración del argelino aumentaba a cada enigma que planteaba David-.
- El virus. Llevan días hablando de él por televisión.
- Las putas noticias no son importantes. El Call of Duty y el Star Wars si. Hemos pasado toda la semana delante de la play y del ordenador–dijo José Luis lleno de orgullo. Siempre le entraba aquella fanfarronería cuando decía públicamente lo bueno que era a aquel juego-.
Parecía que finalmente David comprendía por donde iban los tiros y porqué aquellos dos anacletos se habían presentado en casa de Paolo como si nada.
- No se como podéis ser tan imbéciles –aquel era el insulto favorito del cocinero-. Como explicároslo… Al principio, el Ministro de Defensa de los Estados Unidos habí dicho que el virus era una extraña cepa, mezcla de la rabia y el ébola. Algo inofensivo. Pero eso no se lo creía ni el. Los infectados desarrollan hemorragias internas, fiebre alta, naúseas... y en algunos casos se vuelven incluso violentos en vez de acabar curándose. Pasa pocas veces, pero existe esa posibilidad.
Unas horas más tarde Rajoy explicó que no hay de qué preocuparse; que sería complicado que esa basura se extendiese por nuestro país y que además, nuestros“excelentes” investigadores están tratando de encontrar una cura. Todo aquello sucedió el lunes. Desde entonces la cosa ha ido a peor. Han acordonado hospitales y ciudades. Varios países del este han cerrado sus fronteras y los tiroteos se repiten en cientos de lugares. Mucha gente ha muerto ya. Se habla de una gran depresión y de histeria colectiva. Los suicidios están a la orden del día. Por si fuese poco se ha censurado la libertad de prensa... Pero por mucho que quieran censurar la información es imposible que bloqueen la totalidad de Internet. No os podéis ni imaginar los vídeos que hay subidos.
Mientras David seguía rajando, el sonido de la caja tonta llamó la atención de Said. El ruído provenía del salón.
- “…pacientes infectados por la cepa de rabia atacan a enfermeros y médicos en el USP San José de Madrid. Los agresores han sido aislados. Noticias de última hora afirman que la policía nacional se haya desalojando el policlínico ante posibles brotes de contagio entre el resto de enfermos. El hospital ha sido rodeado y puesto bajo cuarentena… Si saben de alguien que esté infectado -ya sean amigos o familiares- aíslenlo por su propia seguridad y llamen a la policía. Repito. Aléjense de ellos por su propia seguridad y no intenten acercarse. Los síntomas son fácilmente reconocibles: pupilas enrojecidas, fiebre alta, hemorragias internas….”
Said escuchaba atónito lo que decían en la televisión mientras cruzaba por enfrente de David, que discutía ahora con José Luis sobre las estrambóticas teorías que Rafa le había contado hacía dias al gallego.
Aquello estaba sucediendo en Madrid. Relativamente a pocos kilómetros de su ciudad. Notaba como el miedo le invadía todo el cuerpo y le encogía las extremidades. Mientras avanzaba a paso decidido por el pasillo no podía dejar de pensar en su hermana y en la madre que le parió. ¿Se encontrarían a salvo?
En el salón estaban Paolo, Edu y Andrés. Tenían la vista clavada al televisor. Ellos también se encontraban hechizados por las imágenes del hospital que retransmitían desde helicóptero por la tres. Algo muy gordo se estaba desatando frente a sus ojos y, tal como había dicho José Luis “aquella mierda les iba a salpicar directamente en la cara”.
……………………………………………………………………………………
El reloj marcaba las nueve de la noche. Durante cinco eternos minutos ninguno se había separado del televisor. Lo que sucedía en el USP eran tan real e intrigante que ninguno quería perderse ni el más mínimo detalle.
Paolo Rossi tenía veinticuatro años. Era italiano. Su padre -comandante de marina- había aceptado un cargo militar en la pequeña base extranjera situada en el arsenal de Cartagena. Llevaba más de diez años viviendo en la ciudad y dominaba el idioma a la perfección. Aún así, su entonación a la hora de hablar estaba cargada de esos matices tan… “Italianos”.
Lucía como siempre: converse negras, vaqueros de pitillo rotos, una camiseta sin mangas de color blanco y una bandana negra a modo de cinta, con la que se apartaba sus largos pelos lisos y oscuros de los ojos. Era de complexión delgada; tísico, y le encantaba la ganja y el Jack Daniels. Si el grupo se mantenía unido era quizás gracias a él; no tenía dotes de líder, pero conseguía tener a sus amigos siempre cerca. Le pirraban las mujeres y era un pamplinas irreverente; un Don Juan barriobajero que se pasaba todo el día mostrando aquella sonrisa pretenciosa y hablando con su acento italiano.
Por otro lado, Eduardo Delgado era un rockero alto y fuerte de veintidós tacos. Se había rapado al cero hace un par de semanas y aquella cabeza le recordaba a Said el casquillo de una bala. Cabía también destacar que Eduardo estaba aún más machacado en el gimnasio que el argelino, y además sobrepasaba el metro ochenta. Siempre había sido muy jovial; le encantaba agradarle a la gente y reírle las bromas a Paolo. Su palabra favorita era “Tío”.
La televisión seguía comentando las noticias de última hora mientras los chicos atendían acongojados. Un cámara había conseguido colarse entre el cordón policial y grababa desde primera línea como todos los heridos eran evacuados. Aquellos doctores de bata blanca –teñida de rojo- corrían despavoridos. Todos mostraban una mirada de pánico y terror en sus ojos. Resultaba irónico ver a los profesionales que tantas decenas de casos desagradables habrían presenciado en sus vidas huir del centro sanitario a tal velocidad.
La imagen volvió al plató de televisión, donde Matías Prats informaba que los casos de infectados hospitalizados eran mínimos en comparación con el número de enfermos que debían de continuar en sus casas o haciendo vida normal. Advertía a los oyentes de que permaneciesen en sus hogares, aislándose de todo posible caso de contagio. Ni siquiera en aquellos momentos se tenía una conciencia real sobre la magnitud del problema.
José Luis se incorporaba al resto del grupo en el salón. Interrumpiendo el telediario. Mientras que David salía hasta las escaleras del rellano para husmear en el resto de plantas. Sentía curiosidad por escuchar detrás de las paredes en busca de algún posible brote de infección dentro del edificio.
- ¿Eso está ocurriendo en Madrid?
- Si tío. Por lo visto muchos de los infectados se han vuelto agresivos o algo de eso. Todo ha comenzado hará como media hora– le respondió Edd-.
- Están poniendo bajo cuarentena todos los hospitales del País -añadió Paolo-. Aunque no se hayan declarado brotes.
- ¿Y se sabe ya que clase de virus es? – Preguntó Said-.
- Aún nada –Edd negaba con la cabeza-. Continúan pensando que tiene que ver con la rabia.
- Nosotros lo llamamos “Charlie Sheen”.
- ¡¿Cómo?! –la paja mental que Jose tenía en la cabeza había alcanzado su límite al escuchar los desvaríos de Paolo-.
- Hace poco ha salido un vídeo del actor en la CNN. Estaba totalmente drogado y se ha puesto a atacar a la reportera. Le ha arrancado una oreja y todo. Ha sido muy gore –el italiano hizo muecas de asco-. No se si estaba infectado, pero lo ha petado un huevo–una sonrisa volvió a surcarle su alargada cara tras usar aquella expresión-.
- Así que les hemos apodado Charlis –añadió Edd triunfante. Orgulloso de que se le hubiese ocurrido, a la vez que llenaba el pecho de aire y mostraba su mejor sonrisa-.
- A vosotros lo que os pasa –José Luis cogió la bolsa de maría sobre la mesa antes de continuar-. Es que habéis fumado demasiado por hoy. Y ahora dadme un jodido papel que me líe uno de estos.
Said volvió a pensar en su familia. "¿Dónde coño estarán esas dos?"; Desde que su padre falleció todo se había vuelto un caos en su vida. Se consoló pensando que al menos no tendría que ver la que se estaba montando en la tierra.
Sacó su móvil del pantalón, pero enseguida calló en que lo tenía apagado. Sin batería. Como siempre. Mientras pensaba en que finalmente el karma le estaba pasando factura por ser tan vago y perezoso miró hacia el otro lado del salón. Metadonas continuaba en silencio. Con el móvil agarrado entre las manos y sin dejar de marcar teclas. Entonces Said se dio cuenta del porqué de su absoluto silencio.
- Metadonas, ¿Sabes algo de Jesús y Rafa? –preguntó el argelino, pero su amigo negó con la cabeza-.
- Llevo veinte minutos tratando de localizarlos pero no me lo cogen.
Andrés Metadonas había sido el mejor amigo de Rafa. Era bajito y despreocupado. Con el pelo afro y las patillas anchas. Era pálido de piel y tenía unas pocas pecas en la cara que le brotaban de entre su frondosa barba. Su cara se encontraba más llena de greña que la del propio José Luis. Trabajaba de camello y las drogas eran su perdición. Sufría cambios bruscos de personalidad, por lo que igual estaba calmado que se alteraba y se volvía incontrolable. Aún así lo conocía desde hacía mucho tiempo y tenían bastante confianza en el.
- Nada. Rafa sigue sin cogerlo.
José Luis sacó su móvil y tecleó el número de Jesús. Este tampoco respondía la llamada.
GLOSARIO:
- Call Of Duty: Videojuego bélico en primera persona muy famoso. Cuenta con numerosas entregas, entre ellas el Call Of Duty Black Ops (1 y 2), que incluyen un modo de juego donde debes sobrevivir a oleadas de zombis nazis atrincherado en un bastión.
Última edición por Sierras89 el Lun Dic 17, 2012 11:51 pm, editado 3 veces
Sierras89- Recien llegado al refugio
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Edad : 35
Fecha de inscripción : 17/12/2012
JAVIER (I)
22:00 CAMPUS DE ESPINARDO, MURCIA
Una hora más tarde Murcia se encontraba sumida en el caos más absoluto. La ciudad era un hervidero de gritos, sirenas de ambulancias y disparos que se fundían con las fuertes ráfagas de viento que surcaban aquel valle urbanizado. La policía trataba de contener a las masas de civiles sin éxito. Desbordados, se veían obligados a utilizar la violencia
Se había desatado una colisión en cadena junto a una gasolinera de Repsol situada junto a la plaza circular –en pleno centro de Murcia-, que a su vez había generado que los depósitos de gasolina explotasen, formando un gigantesco incendio que se vislumbraba decenas de kilómetros a la redonda. Los bomberos no podían llegar hasta aquel fuego debido a los atascos formados por cientos de coches que embotellaban toda carretera, tratando de abrirse paso hasta la autovía del mediterráneo para escapar a las afueras. Lejos de la muerte.
Los soldados Javier y Alejandro de la BRIPAC contemplaban aquella destructora estampa desde el campus de Espinardo, que se encontraba en una planicie al noroeste de la capital autonómica. Su escuadra de asalto tenía órdenes de evacuar a todos los civiles no contaminados de aquella zona y dirigirse de regreso hasta la base Ortíz de Zarate.
Hace quince días que abandonaban al resto de la 2ª Compañía Paracaidista en la base de Herat -Afganistán–, tras sufrir varios brotes de contagio dentro de su unidad. Los nueve boinas negras que aún quedaban al mando del Sargento Torres habían recibido instrucciones de colaborar en la evacuación junto con las tropas del Ejército de Tierra lideradas por el Teniente Bastida.
El centro de la ciudad de Murcia era impenetrable, pero los dirigentes políticos y militares creían estar aún a tiempo de salvar a los centenares de personas que vivían a las afueras de la urbe, aunque no tuviesen muy claro que hacer después con ellos.
Primo y Zamora vigilaban el puesto de control que habían levantado al lado de la residencia del campus junto a varios soldados más. Su misión era impedir que nadie entrase al parking exterior que se encontraba anexo al edificio.
Unos metros más adentro, el Doctor Rodríguez le ordenaba a un grupo de civiles que se desvistieran para poder inspeccionar su estado de salud. Asegurándose de que no hubiese arañazos ni heridas visibles. También les tomaba la temperatura en busca de fiebre y finalmente los apuntaba con una pequeña linterna a los ojos para examinar sus pupilas. Una vez el médico comprobaba que los sujetos se encontrasen “limpios”, otro militar los escoltaba hasta los cuatro autobuses que habían varados en el interior del aparcamiento. Entonces, los del puesto de control permitían el acceso de otro grupo de afortunados mientras pedían orden a la multitud. El análisis clínico era bastante lento pero necesario.
Javier y Alejandro se encontraban en una de las habitaciones del tercer piso de la residencia. Este último trataba de montar su pesada MG4 sobre cama de la habitación mientras Javier observaba el incendio a lo lejos. El desolador paisaje y aquel dichoso y gélido aire siberiano generaban en el un frío paralizante que trataba de repeler titiritando. "Va a llover..." pensó Javier entrecortadamente para sus adentros.
Los soldados tenían órdenes de disparar contra la multitud en caso de percibir hostilidades, debiendo de permanecer en aquel punto de evacuación hasta cargar los cuatro autobuses con refugiados y garantizar su seguridad.
- …Sabes muy bien porque no podemos ayudarles–Alejandro trataba de romper el hielo, pero sus palabras eran absorbidas por el ruido de explosiones a lo lejos-.
- Sí. Bastida dice que la situación allí abajo es peor de lo que vivimos en Afganistán –Javier finalmente apartó la mirada del paisaje nocturno y ayudó a su compañero-.
- Aparte de eso. Hemos recibido órdenes y debemos seguirlas. Nuestro sitio está aquí.
Alejandro Torres parecía calmado. Había vivido demasiadas aventuras durante sus doce años en el ejército y sabía como sobrellevar las situaciones tensas. Si Primo y Zamora eran altos, Alex lo era aún más, pero también era el único capaz de cargar con aquella pesada ametralladora de la segunda guerra mundial sin apenas esfuerzo.
Los galones en el hombro y su rango de Cabo Primero le permitían privilegios con los que Javier soñaba, como por ejemplo, llegar tarde a las juras, escabullirse de alguna marcha o dejarse crecer el pelo.
- ¿¡Pero es que no lo escuchas!? ¡La gente está muriendo mientras nosotros jugamos a ser niñeras!
- ¿Y que harás Cachorro?, ¿Piensas cargar tu pistola y coser a los malos a balazos? ¡Idiota! –Alex le pegó una colleja-. Ni siquiera hemos sido informados de a que nos enfrentamos. Aún te queda mucho por aprender ayudante de ametralladora.
- Esa es otra –Javier pegó un estufido-. El teniente se ha reído de nosotros. Según nos informaron en base, menos de un diez por ciento de los infectados acaban volviéndose violentos. ¡Las cuentas no cuadran! ¡Es imposible que unos pocos psicópatas puedan haber causado todo ese destrozo!
- El teniente Bastida ha dicho que cuando tengamos que disparar lo sabremos. Con eso me basta. Ahora se un buen soldado y vigila –Alex le hacía señas al túmulo de civiles-. Tu único problema debería de ser este por el momento.
- ¿A que te refieres?
- ¡Idiota! -el corpulento encargado de la MG4 sonreía, orgulloso de saber más que aquel subordinado con el que había pasado largas noches de guardia en más de una ocasión- En los autobuses solo hay espacio para unas trescientas personas, y ahí afuera deben de haber más de tres mil. Hoy tendremos que volver a apretar el gatillo si no queremos que una multitud furiosa acabe con nosotros Cachorro. Eso si los salvajes no llegan primero.
- Puede que tengas razón –Javier se calmó, pero enseguida volvió a explotar-. Es solo que me irrita que nos manden a hacer de niñeras. Me jode que no cuenten con nosotros para defender la ciudad.
- Novato. Llevas menos de un año en esta unidad y aún te queda mucho por aprender. El único que está haciendo aquí de niñera soy yo. Idiota. –Alejandro volvió a golpear a su compañero de vigilancia en la nuca-.
Ambos siguieron discutiendo hasta que el Sargento Alberto hizo su aparición.
- Mi Sargento –Javier recibió a su superior con el saludo militar, mientras Alejandro pasaba un poco de todo y se rascaba el mentón-.
- Descanse novato. Vengo a relevarte y a hablar un rato con mi hermano.
- Bien, ¿Dónde me toca?
- En el portón. El segundo autobús está a medio llenar. Básicamente se trata de que te quedes junto a Blanco al lado del vehículo para que los civiles sientan una figura autoritaria cercana. Lo último que queremos es que se vuelvan histéricos e incontrolables.
El Sargento Alberto Torres era hermano gemelo del cabo Alejandro. Ambos tenían treinta años, siendo los hombres más viejos de la Escuadra. A diferencia de su hermano, el suboficial se tenía mucho cariño a sí mismo y continuaba en un formidable estado físico pese a su edad. Tenía la cara algo más perfilada que Alex y lucía un espléndido afeitado. Aquel rostro maltratado por cicatrices y su estado inalterable inspiraban un respeto tal que los galones a su lado parecían pegatinas. Alberto Torres era un hombre muy querido en la base Ortíz de Zarate. Todo un profesional en su trabajo.
- ¿Cómo te encuentras hoy? –le preguntó el Cabo Alejandro en cuanto Javier abandonó la habitación-.
- Mucho mejor. Solo me queda un poco de tos ronca–respondió Alberto esbozando una sonrisa-.
- Eres un cabrón con suerte. No creo que muchas personas se hayan recuperado de este virus tan rápido como tú.
- Las he pasado muy putas durante estos nueve días... Pero prefiero no acordarme de ello. Me entristezco mucho cuando pienso en que los otros dos chicos no han podido… -pero Alberto no sabía como terminar la frase-.
- Va hombre, arriba esa moral. Perteneces a ese“veinte por ciento” que se ha recuperado de la infección. Es una buena señal, y tus chicos también lo creen. Tienen mucha confianza puesta en ti para que los saques de esta de una sola pieza.
…………………………………………………………………………………………
Tras bajar las escaleras Javier se topo con El Mirillas, el tirador selecto de la unidad. Este se encontraba paseándose por los pasillos, buscando la mejor habitación donde situarse con su rifle de precisión AW308. Se saludaron alzando el puño y cada uno continuó por su lado. Mirillas era un fantástico tirador de veintitrés años. De físico atlético y voluntad inquebrantable, siempre al servicio de la cadena de mando.
En la planta baja del edificio había un grupo de militares del ejército de tierra sentados en una habitación, donde discutían con El Cabras -el operador de radio- sobre quién ganaría aquel año la liga de fútbol. A Javier le hubiese gustado participar en la conversación y ponerse de parte de su buen amigo, pero había recibido órdenes y debía tomar su relevo en el exterior.
Al salir por la puerta de acceso se encontró con Cristina y Elisa, las chicas del equipo. Eran amigas inseparables. Si a una la mandaban a una misión en el extranjero la otra intentaba por todos los medios irse también. Siempre acababan convenciendo a sus superiores para acabar juntas y permanecer en la misma unidad, bajo las órdenes del Sargento Torres.
A Javier le gustaba Elisa desde que la vio por primera vez. Era bajita y tenía el pelo largo, tintado de color fucsia. Intentó saludarla, pero cuando alzó la vista y sus miradas chocaron, Javier se sonrojó. Por si fuese poco el viento era aún mucho más frío allí fuera, y el soldado notó como el cosquilleo de un escalofrío le recorrió toda la espalda. Balbuceó algo similar a un saludo y se dirigió hacia el puesto que le habían asignado a paso ligero, donde Blanco le esperaba aburrido. "Otra vez has vuelto a cagarla, bravo" pensó para sí mismo.
No muy lejos de allí, los primeros infectados por el virus atravesaban la carretera nacional rumbo al campus universitario.
GLOSARIO:
GLOSARIO:
- Autovía del Mediterráneo: También conocida como AP-7. Una de las carreteras del estado que atraviesa varias CCAA.
- Campus de Espinardo: Campus Universitario de la Ciudad de Murcia.
- BRIPAC: Brigada Paracaidista. Unidad del Ejército de Tierra de España.
- Base Ortíz de Zarate: Una de las tres banderas paracaidistas (cuartel de la BRIPAC situado en Murcia).
- MG4: Ametralladora pesada bastante antigua y que aún sigue en uso en el ejército español.
- Tirador Selecto: Nombre que reciben los francotiradores militares.
- AW308: Modelo de Rifle Francotirador de alta precisión.
Sierras89- Recien llegado al refugio
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ZONA CARTAGENA
Hoy os dejo por aquí una fotito de google maps editada con algunas de las localizaciones que se nombran en la historia (así os ayudo a ubicaros un poquito xD).
PD: Dentro de los propios capítulos, en ocasiones, cuando hago mucho movimiento entre zonas, adjunto un mapa más detalladito del trayecto.
PD: Dentro de los propios capítulos, en ocasiones, cuando hago mucho movimiento entre zonas, adjunto un mapa más detalladito del trayecto.
Última edición por Sierras89 el Jue Dic 20, 2012 3:31 pm, editado 1 vez
Sierras89- Recien llegado al refugio
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Re: [NOVELA Z] Race to Survive
Sigue asi con el relato, Sierra, que esta genial. Y buena idea lo del mapa, asi es mas facil ubicarse en la situacion de la historia
RAFA (I)
Gracias Shadow. El próximo capítulo tiene hasta sus momentos morbosillos. Es el primero que escribí y de ahí nacio toda esta rayada xD!
PD: No se si es cosa del servidor, o algún problema de mi acc, pero no me deja editar mis últimas entradas, así que no puedo re-editar el post principal e ir añadiéndole más links a capítulos =(
Ya veré como lo soluciono más adelante. Ahora os dejo con RAFA (I):
20:10, CALLE QUITAPELLEJOS, CARTAGENA
La noche del jueves iba a ser el inicio del fin. Aún faltaban unos cuantos minutos para que se desatase la locura y el caos. José Luis y Said no eran los únicos que no se habían enterado de nada sobre la plaga. Jesús y Rafa iban montados en un Lancia Dedra azul metalizado, propiedad del segundo. Se dirigían hacia el Sex Shop y se encontraban absortos en una pequeña rayada de cabeza:
- …¡Te digo que se dice parguela!.
- Nada de eso –le contestó Rafa-, el singular de parguelas sigue siendo parguelas. No se le quita la ese.
- Tronco, que lo he escuchado decir muchas veces por la tele y lo he visto escrito en chats. Es parguela.
- Vamos a ver Jesús, que ya me estás tocando mucho los cojones: parguelas no tiene ni género ni número. Se dice siempre de la misma manera te refieras a quien te refieras.
- Luego cuando volvamos me meto a Foro Coches y le preguntamos a la peña, a ver que nos dicen. Así te cierro la bocaza de listo esa que tienes... Puñeteros atascos. ¿No podemos ir más rápido? Vamos a llegar tarde.
- El capullo d´alante lleva la L. ¿Dónde coño le habrán dado el carnet de conducir?
- ¡Conduces como mi puta abuela cabrón! –le gritó Jesús al vehículo, mientras sacaba medio cuerpo por la ventanilla y le propiciaba un ingrato corte de manga-.
Jesús López era así. Borde y cabrón. Aprovechaba cualquier comentario de sus amigos para meterse con ellos. Se lo pasaba bien irritándolos. Ni Rafa comprendía porque le caía bien ese hijo de puta. Físicamente era alto y robusto. Un poco rollizo, pero lo disimulaba muy bien. Trabajaba de cocinero bajo los fogones, y eso le mantenía en forma. Tenía la cara grande y redonda. Por el estrés del trabajo se le había comenzado a caer el cabello, y en consiguiente, lucía un lindo rapado que no conseguía ocultar su alopecia.
- Esta cola no va a acabar nunca, así que relajémonos hermano –dijo Rafa mientras buscaba una canción en su iPod-. Esto nos distraerá –un solo de guitarra eléctrica comenzó a sonar y el conductor se puso a tararear la letra-. ¡Can´t you see, I´m easily, bothered by persistence…!
Continuaron avanzando lentamente durante un buen tramo mientras escuchaban “Walk” de Pantera. En aquella zona de la ciudad siempre se montaban atascos a las horas de entrar y salir del trabajo, ya que confluían por sus calles decenas de trabajadores de la base militar cercana, ingenieros de ingenieros de Navantia y los comerciantes locales. Pero el reloj marcaba las ocho y cuarto de la tarde. No era aquel el motivo de la caravana. Toda esa gente estaba escapando de la ciudad; de los contagiados de los que tanto se especulaba en las noticias. Los que tenían casa en el campo se dirigían hacia sus refugios, y los que no, simplemente pretendían huir lejos de las zonas pobladas.
Rafa Flores tenía veintitrés años. Uno menos que Jesús. Era de complexión similar a su amigo. Algo más flacucho. Le encantaba el metal y tenía una calavera de los Avenged Sevenfold tatuada en su antebrazo derecho, escondida bajo la chupa de cuero que vestía. El contorno de su barbilla estaba muy perfilado, y un flequillo liso le asomaba tras su gorro de lana oscuro. Le tenía mucho aprecio a aquel gorrito.
Finalmente llegaron hasta la Calle Real. Un alargado paseo que se juntaba un par de kilómetros más adelante con la zona marítima del puerto. A su derecha quedaba la amarillenta fachada de la muralla del Arsenal de Marina, donde atracaban los barcos del ejército y los submarinos, mientras que a su izquierda se encontraba un amplio paseo residencial, atravesado por un carril bici que bordeaba toda la zona centro. Aquella parte histórica de la ciudad era muy frecuentada por turistas.
Aparcar en la Calle Real era toda una odisea, así que se pasaron unos cuantos minutos buscando sitio hasta dar con una pequeña zona libre rallada en amarillo.
- Jesús, creo que aquí no se puede aparcar –Rafa señalaba desde su asiento de conductor a la señal de “prohibido estacionar hasta las 20:30 excepto carga y descarga”.
- Creo que no se puede aparcar aquí -repitió Jesús en tono burlesco-. No me jodas hermano. Son las ocho y veinte. O aparcamos aquí o nos vamos a tener que pegar un buen pateo hasta el Sex Shop, y las plazas las he reservado para el espectáculo de las y media.
- No se… -Rafa no parecía muy convencido y miraba a la señal con el ceño fruncido-.
- Son las ocho y veinte. Por diez minutos no va a pasar nada.
El dueño del coche encontró consuelo en aquella expresión: “Por diez minutos…”. Bajaron del vehículo y cruzaron la Calle Real hasta Jabonerías. Avanzaron por aquel paseo residencial. Había poca gente para tratarse de un jueves. Desde algunos bajos podía escucharse el sonido de los telediarios a todo volumen, o el bajar de las persianas tras la extinción de los últimos rayos de sol. La gélida noche había caído y su negro espesor iba consumiendo las calles, iluminadas bajo la luz de las farolas.
Jesús se detuvo frente a uno de los portales en el que dos jovencitos se estaban enrollando. El cocinero era muy morboso y le valía cualquier escena para excitarse. Rafa le tiró de la oreja y siguieron caminando mientras conversaban.
- ...Aún no te he dado las gracias por todo Jesús. Desde que Elena y yo lo dejamos te has preocupado mucho por mí. Si no hubiésemos pasado todos los días pillando cogorzas y fumando canutos estaría en mi casa llorando y acordándome de ella.
- ¡Basta tronco! –Jesús se sonrojó- Eso que me has dicho ha sonado muy gay. Si hago todo esto es solo para no tener que soportarte hablando una y otra vez de esa piba o llorando como una nenaza. No me tienes que dar las gracias por nada.
Rafa y su novia lo habían dejado de mutuo acuerdo después de una larga temporada pasándolo mal. Pese a vivir en la misma ciudad, ambos le dedicaban demasiado tiempo a los estudios y la chica tenía muchos problemas familiares en casa. Se veían muy poco y cuando lo hacían, casi siempre acababan discutiendo. Pese a que luego acabasen teniendo sexo y reconciliándose, la situación cada vez era más insostenible.
Al mismo muchacho le extrañó y se le encogió el corazón cuando ella le dijo de darse un tiempo y el aceptó. Ahora se encontraba mucho más aliviado. Libre. Pero en el fondo la seguía queriendo.
Cuando vio la respuesta de Jesús y como este se sonrojaba no pudo evitar que se le escapase una sonrisa. Aunque “sonase muy gay” su amigo le tenía aprecio. Tras la coraza de hijo puta que mostraba Jesús al resto del mundo se escondía una persona cariñosa y cordial. “Está bien saber que puedo contar con él en los malos momentos” pensó Rafa.
A cada paso que avanzaban por la calle jabonerías veían menos borroso el imponente cartel rodeado de neones rosas. En el letrero que sobresalía de la fachada de aquel edificio se podía leer “SEXILAND” en letras grandes y brillantes de color verde. Los dos amigos se sintieron atraídos hacia las luces como si fuesen un par de mosquitos.
Al abrir la puerta, un timbre en forma de gemido avisó de su entrada en el local. El mostrador estaba vacío, así que Rafa se puso a husmear entre los pasillos mientras esperaban al encargado.
Allí había de todo. Más de lo que el muchacho pudiese imaginar o haber visto en películas. Multitud de juguetes eróticos colgaban de las distintas estanterías: penes de plástico de diversos tamaños y formas, bolas chinas, aceites corporales, juegos de esposas, trajes de látex, fustas, látigos, velas, uniformes de enfermera,… Incluso un caballito de balancín de madera.
Jesús agarró un pene de plástico y se puso a hacer el ganso un rato mientras su amigo le reía las gracias. Luego se pararon frente al mostrador y esperaron.
La dependienta salió por el lavabo del personal. Tenía el pelo tintado de rojo y estaba un poco regordeta. Era una mujer de mediana edad.
No mostraba buen aspecto: tenía la piel rugosa y reseca, despellejada a la altura de los antebrazos. Los labios estaban hechos un cristo; cortados y ensangrentados. Parecía que los vasos sanguíneos de sus globos oculares fuesen a estallar de lo cargados que se encontraban y se pasaba la mano por la frente para secarse el sudor provocado por la fiebre.
- Decidme chicos –dijo ella con voz ronca, mientras le daba un par de tragos a un botellín de agua-. ¡Hombre mi cliente favorito! ¿Qué va a ser esta vez, Jesús?
- Hola Clara –este le devolvió el saludo. Se conocían muy bien. El cocinero había estado allí decenas de veces-. Veníamos a ver el show de las ocho y media. Espero que la muchacha tenga mejor aspecto del que tienes tú hoy, encanto –se encargó de que aquel último piropo sonase con gancho-.
- Tranquilo –respondió ella mientras sonreía-. Creo que he cogido el virus ese del que hablan en las noticias.
- Ese virus es una patochada –se apresuró a responder Rafa-. Seguramente hayas pillado un resfriado con este tiempo de perros que hace. Pero aún así deberías de ir al hospital.
- Me encantaría, pero alguien tiene que llevar el negocio. Aquí tenéis, por la puerta del fondo. Vuestras habitaciones son las uno y tres. ¡Pasáoslo bien, sois los únicos por el momento!
Tras cruzar la puerta llegaron hasta una sala circular con siente pequeñas cabinas en el centro. Seis de ellas numeradas.
Jesús entró en la suya mientras Rafa se fijaba en aquel extraño lugar. Las paredes de aquel estrecho pasillo se encontraban llenas de pósters de chicas. Seguramente las que trabajaban en el local. Rubias, pelirrojas, morenas… Bajo sus figuras estaban apuntados unos números de teléfono. Rafa fue a sacar el móvil para apuntar el de la más guapa “por si acaso”, Pero al palpar sus bolsillos recordó que se le había olvidado encenderlo tras salir de clase. Antes de poder ponerlo en funcionamiento Jesús llamó su atención.
- ¡Rafa mira! -le grito el cocinero desde su habitación-. Tenemos clínex y chicles de menta –dijo este mientras salía por su puerta-. Lo de los clínex lo entiendo, pero los chicles… - hizo una mueca de asco-.
Una luz roja sobre la puerta por la que habían entrado a aquel pasillo cambió a verde. El espectáculo comenzaba.
- Disfrútalo tronco –Jesús acompañó aquellas palabras de un gesto con la mano mientras entraba a su cabina-.
……………………………………………………………………………………………
Rafa se sentó sobre la mini-cama desplegable de aquel pequeño habitáculo, frente a un cristal tintado, de forma que no se les pudiese ver desde el otro lado. Las luces se encendieron frente a el. La música comenzó a sonar, y una rubia de pelo largo y físico portentoso apareció en medio de la sala circular. Estaba sentada sobre una vieja silla de madera. Se levantó. Bailó sensualmente al ritmo de la música y poco a poco se fue quitando la ropa hasta quedar cubierta tan solo por un fino tanga oscuro y unas botas de cuero. Continuó bailando.
Todo parecía correcto. Jesús no le había defraudado y el show prometía. Rafa sacó su monedero de los A7X y extrajo un paquetito de CBO y un Clipper de su interior. También cogió una pitillera del interior de su chupa y se dispuso a liarse un porro de marihuana mientras observaba como la rubia se contoneaba. Aquel vaivén de caderas le hipnotizaba.
Por la puerta sin número entró un tipo en vaqueros. Tras menearse con la rubia un buen rato, esta le bajó los pantalones y lo empujó con fuerzas sobre la silla. Estaba muy encendida. Se subió sobre el y se frotó mientras lo maniataba con unas esposas al respaldo.
Rafa comenzó entonces a fumarse el porro. Se lo estaba pasando bien. Fue a desabrocharse los pantalones cuando se dio cuenta de que algo malo ocurría. La rubia empezó a toser sangre y aquella imagen le desconcertó. No obstante, decidió esperar a ver que sucedía. Ella le bajó los boxers a aquel tipo con suerte y comenzó a chupar.
Entonces sucedió. La cara del muchacho cambió de gusto a agonía en cuestión de segundos. Había algo malo en aquella felación. Rafa le dio una fuerte calada a su porro y se acercó todo lo que pudo hasta que la nariz le chocó con la cristalera. Atónito, fue testigo privilegiado de como la rubia le arrancaba el pene de un mordisco.
Rafa se quedó petrificado. Sin querer, se tragó la última calada y comenzó a toser angustiado.
Cuando la rubia terminó de tragar, se abalanzó sobre aquel pobre diablo y lo derribó de la silla mientras le hincaba sus dientes sobre la yugular. El chaval gritaba maniatado. Impotente. Sin poder liberarse mientras chorreaba sangre a borbotones.
Fue demasiado para Rafa. Consiguió reaccionar y salio de la cabina, tropezándose al abrir la puerta. El cuerpo le pesaba demasiado. Sentía como el terror estrujaba sus músculos y le impedía levantarse. Las piernas no le reaccionaban. A gatas, llegó hasta la sala de Jesús y se incorporó agarrándose del pomo.
Al abrir la puerta pilló a su amigo infraganti, pajeándose frente al crudo espectáculo que acontecía al otro lado del cristal. Con gran esfuerzo, lo cogió por el brazo, agarró la caja de clínex y lo sacó de aquel infierno mientras observaba como el maquillaje de la chica desaparecía, dejando al descubierto su mustia y marchita piel.
- ¡Límpiate las manos y salgamos de aquí, capullo! –gritó Rafa mientras le arrojaba los pañuelos-.
- ¿Es que no te mola? ¡Están en plan sado a muerte! ¿No viste como le daba la tía? ¡Zumba, zumba, zumba! –Jesús se abrochaba el cinturón a la vez que recreaba aquel gesto en su cabeza-.
- Hermano, a esa le pasaba algo, ¡Salgamos de aquí pero ya! No quiero que me haga lo mismo que al pobre desgraciado de la sala.
- ¿El qué? ¿Qué te la coma?
Rafa lo agarro de nuevo por el cuello de la camiseta y lo saco a rastras hasta el interior de la tienda. Pasaron por delante del mostrador a toda prisa y corrieron hacia la salida. Entonces una estantería llena de consoladores cedió. Calló al suelo y los penes de plástico rodaron por todo lados, dejando al descubierto la figura de la dependienta al otro extremo, junto a la salida.
Aquella ya no era Clara. Por los ojos y la nariz le brotaba una espesa sustancia oscura. Un espeso puré coagulado. La piel se le había vuelto reversible por distintas zonas de su cuerpo y se le caía a tiras.
Sea como fuese a aquella cosa le costaba mantener el equilibrio, y tras mirarlos fijamente durante unos segundos de tensión con aquellos ojos apagados, se abalanzó sobre Rafa a gran velocidad. El muchacho se encontraba confuso, paralizado por el miedo, y no pudo tomar la iniciativa. Aquel ser sencillamente lo derribó.
Ya en el suelo, Rafa la sujetaba por los hombros, luchando por impedir que le desfigurase el rostro a mordiscos.
Jesús intentó acercarse para separarlos, pero Clara le lanzó un bocado fallido a la mano y el cocinero retrocedió asustado. No sabía que hacer. ¿Acaso alguien sabría enfrentarse a una situación similar?
- ¡Ayúdame Jesús, esta perra quiere comerme vivo! –Rafa gritaba histérico mientras se aferraba a su suerte-.
No había mucho tiempo para actuar. Jesús miró a su alrededor para ver si encontraba algo con lo que auxiliarse. No quería que la poseída le arrancase la mano.
A su derecha se encontraba el caballito de balancín de madera. Lo observó. “¿Qué clase de pervertido utilizaría aquella estructura para practicar sexo?” pensó el. El pensamiento pasó fugaz, y cuando recobró la cordura lo agarró con ambas manos por la base y lo alzó en el aire. Después lo estampó con todas sus fuerzas contra el costado de la dependienta, haciéndolo añicos y derribándola a un lado. Maltrecha. Pudieron oír como se le reventaba algo por dentro tras el choque.
Ayudó a su amigo a incorporarse y salieron por patas del establecimiento antes de que la dependienta se levantase. Cerraron a tiempo la puerta e hicieron fuerzas. Había que mantener aquella infernal entrada sellada.
Jesús estuvo apunto de sucumbir cuando Clara restregó su delantera por el cristal, pero Rafa actuó rápido arreándole un buen coscorrón en la nuca. Fue una decisión acertada. El cocinero pronto recobró la compostura y miró al exterior del local.
La calle estaba plagada de gente que corría de un lado a otro. Intentando refugiarse en los portones y doblando las esquinas mientras gritaban pidiendo auxilio. Eran perseguidos por criaturas que padecían síntomas similares a las chicas del Sex Shop. Cuando conseguían agarrar a alguien, lo derribaban sobre el suelo y comenzaban a hundir sus fauces sobre el cuerpo de las pobres víctimas. Aquello era de locos.
Debían de actuar rápido. Si continuaban allí forcejeando solo era cuestión de tiempo que los infectados fijasen su atención en ellos dos. Mientras mantenía su pulso personal en aquella puerta Rafa se dirigió a su colega:
- Si seguimos aquí vamos a palmar. ¡A la de tres soltamos la puerta y corremos hasta el coche!
- ¿Tienes las llaves?
- … -Rafa rebuscó entre su pantalón- Aquí están.
- Vale, pues cuando tu digas. Pero date prisa.
- Uno, dos…
- ¡Espera!
- ¡¡¿QUÉ COJONES PASA AHORA JESÚS?!!
- Nada. Es solo que…Que te quiero tronco. ¡¡Nunca quise que nuestra visita a pornolandia acabase así!!
- No te preocupes por eso ahora. Venga, a la de tres. ¡Uno, Dos… ¡TRES!
Corrieron. Corrieron como no lo habían echo nunca en sus vidas. Las puertas del Sex Shop se habrían a sus espaldas y la dependienta salía a la calle, persiguiéndoles a lo lejos.
- Ehhh! Ehhh!!! ¡Ayuda! ¡Dar la vuelta!
Alguien les gritaba por detrás, pero no eran héroes. Aquello les venía demasiado grande y solo podían pensar en atravesar toda Jabonerías hasta el desvío que conducía a la calle Real. Hasta su coche. Hasta la salvación. Intentaba no hacer caso a las súplicas de quien quisiera que estubiese detrás, a la vez que cruzaban junto a un cúmulo de infectados agazapados, que roían las tripas de alguien con peor suerte que ellos.
Cuando alcanzaron la calle Real Jesús gritó con rabia y frustración.
- ¡No! ¡Mierda!
- No puede ser… esto no puede estar sucediéndome… -susurró Rafa casi sin poder respirar-. Este es…nuestro fin.
En lugar del Lancia Dedra, donde debería de estar este había una pegatina con forma de rombo fosforito sobre el suelo. Tenía el símbolo de una grúa y el logotipo del Ayuntamiento de Cartagena.
GLOSARIO:
- Parguelas: Insulto. Dícese de alguien que es muy afeminado (o lo que es lo mismo, maricón).
- Foro Coches: Uno de los foros virtuales más famosos del país -junto a MediaVida-.
- Walk, de Pantera: Conocidísima canción. Puedes escucharla >AQUÍ<
- Navantia: Empresa de ingeniería naútica civil situada cerca de una base militar. Una de las principales fuentes de trabajo de la ciudad.
- Avenged Sevenfold: Banda de Metal. También conocida como A7X. >AQUÍ< una de las canciones que les proyectó a la fama hace unos años.
PD: No se si es cosa del servidor, o algún problema de mi acc, pero no me deja editar mis últimas entradas, así que no puedo re-editar el post principal e ir añadiéndole más links a capítulos =(
Ya veré como lo soluciono más adelante. Ahora os dejo con RAFA (I):
20:10, CALLE QUITAPELLEJOS, CARTAGENA
La noche del jueves iba a ser el inicio del fin. Aún faltaban unos cuantos minutos para que se desatase la locura y el caos. José Luis y Said no eran los únicos que no se habían enterado de nada sobre la plaga. Jesús y Rafa iban montados en un Lancia Dedra azul metalizado, propiedad del segundo. Se dirigían hacia el Sex Shop y se encontraban absortos en una pequeña rayada de cabeza:
- …¡Te digo que se dice parguela!.
- Nada de eso –le contestó Rafa-, el singular de parguelas sigue siendo parguelas. No se le quita la ese.
- Tronco, que lo he escuchado decir muchas veces por la tele y lo he visto escrito en chats. Es parguela.
- Vamos a ver Jesús, que ya me estás tocando mucho los cojones: parguelas no tiene ni género ni número. Se dice siempre de la misma manera te refieras a quien te refieras.
- Luego cuando volvamos me meto a Foro Coches y le preguntamos a la peña, a ver que nos dicen. Así te cierro la bocaza de listo esa que tienes... Puñeteros atascos. ¿No podemos ir más rápido? Vamos a llegar tarde.
- El capullo d´alante lleva la L. ¿Dónde coño le habrán dado el carnet de conducir?
- ¡Conduces como mi puta abuela cabrón! –le gritó Jesús al vehículo, mientras sacaba medio cuerpo por la ventanilla y le propiciaba un ingrato corte de manga-.
Jesús López era así. Borde y cabrón. Aprovechaba cualquier comentario de sus amigos para meterse con ellos. Se lo pasaba bien irritándolos. Ni Rafa comprendía porque le caía bien ese hijo de puta. Físicamente era alto y robusto. Un poco rollizo, pero lo disimulaba muy bien. Trabajaba de cocinero bajo los fogones, y eso le mantenía en forma. Tenía la cara grande y redonda. Por el estrés del trabajo se le había comenzado a caer el cabello, y en consiguiente, lucía un lindo rapado que no conseguía ocultar su alopecia.
- Esta cola no va a acabar nunca, así que relajémonos hermano –dijo Rafa mientras buscaba una canción en su iPod-. Esto nos distraerá –un solo de guitarra eléctrica comenzó a sonar y el conductor se puso a tararear la letra-. ¡Can´t you see, I´m easily, bothered by persistence…!
Continuaron avanzando lentamente durante un buen tramo mientras escuchaban “Walk” de Pantera. En aquella zona de la ciudad siempre se montaban atascos a las horas de entrar y salir del trabajo, ya que confluían por sus calles decenas de trabajadores de la base militar cercana, ingenieros de ingenieros de Navantia y los comerciantes locales. Pero el reloj marcaba las ocho y cuarto de la tarde. No era aquel el motivo de la caravana. Toda esa gente estaba escapando de la ciudad; de los contagiados de los que tanto se especulaba en las noticias. Los que tenían casa en el campo se dirigían hacia sus refugios, y los que no, simplemente pretendían huir lejos de las zonas pobladas.
Rafa Flores tenía veintitrés años. Uno menos que Jesús. Era de complexión similar a su amigo. Algo más flacucho. Le encantaba el metal y tenía una calavera de los Avenged Sevenfold tatuada en su antebrazo derecho, escondida bajo la chupa de cuero que vestía. El contorno de su barbilla estaba muy perfilado, y un flequillo liso le asomaba tras su gorro de lana oscuro. Le tenía mucho aprecio a aquel gorrito.
Finalmente llegaron hasta la Calle Real. Un alargado paseo que se juntaba un par de kilómetros más adelante con la zona marítima del puerto. A su derecha quedaba la amarillenta fachada de la muralla del Arsenal de Marina, donde atracaban los barcos del ejército y los submarinos, mientras que a su izquierda se encontraba un amplio paseo residencial, atravesado por un carril bici que bordeaba toda la zona centro. Aquella parte histórica de la ciudad era muy frecuentada por turistas.
Aparcar en la Calle Real era toda una odisea, así que se pasaron unos cuantos minutos buscando sitio hasta dar con una pequeña zona libre rallada en amarillo.
- Jesús, creo que aquí no se puede aparcar –Rafa señalaba desde su asiento de conductor a la señal de “prohibido estacionar hasta las 20:30 excepto carga y descarga”.
- Creo que no se puede aparcar aquí -repitió Jesús en tono burlesco-. No me jodas hermano. Son las ocho y veinte. O aparcamos aquí o nos vamos a tener que pegar un buen pateo hasta el Sex Shop, y las plazas las he reservado para el espectáculo de las y media.
- No se… -Rafa no parecía muy convencido y miraba a la señal con el ceño fruncido-.
- Son las ocho y veinte. Por diez minutos no va a pasar nada.
El dueño del coche encontró consuelo en aquella expresión: “Por diez minutos…”. Bajaron del vehículo y cruzaron la Calle Real hasta Jabonerías. Avanzaron por aquel paseo residencial. Había poca gente para tratarse de un jueves. Desde algunos bajos podía escucharse el sonido de los telediarios a todo volumen, o el bajar de las persianas tras la extinción de los últimos rayos de sol. La gélida noche había caído y su negro espesor iba consumiendo las calles, iluminadas bajo la luz de las farolas.
Jesús se detuvo frente a uno de los portales en el que dos jovencitos se estaban enrollando. El cocinero era muy morboso y le valía cualquier escena para excitarse. Rafa le tiró de la oreja y siguieron caminando mientras conversaban.
- ...Aún no te he dado las gracias por todo Jesús. Desde que Elena y yo lo dejamos te has preocupado mucho por mí. Si no hubiésemos pasado todos los días pillando cogorzas y fumando canutos estaría en mi casa llorando y acordándome de ella.
- ¡Basta tronco! –Jesús se sonrojó- Eso que me has dicho ha sonado muy gay. Si hago todo esto es solo para no tener que soportarte hablando una y otra vez de esa piba o llorando como una nenaza. No me tienes que dar las gracias por nada.
Rafa y su novia lo habían dejado de mutuo acuerdo después de una larga temporada pasándolo mal. Pese a vivir en la misma ciudad, ambos le dedicaban demasiado tiempo a los estudios y la chica tenía muchos problemas familiares en casa. Se veían muy poco y cuando lo hacían, casi siempre acababan discutiendo. Pese a que luego acabasen teniendo sexo y reconciliándose, la situación cada vez era más insostenible.
Al mismo muchacho le extrañó y se le encogió el corazón cuando ella le dijo de darse un tiempo y el aceptó. Ahora se encontraba mucho más aliviado. Libre. Pero en el fondo la seguía queriendo.
Cuando vio la respuesta de Jesús y como este se sonrojaba no pudo evitar que se le escapase una sonrisa. Aunque “sonase muy gay” su amigo le tenía aprecio. Tras la coraza de hijo puta que mostraba Jesús al resto del mundo se escondía una persona cariñosa y cordial. “Está bien saber que puedo contar con él en los malos momentos” pensó Rafa.
A cada paso que avanzaban por la calle jabonerías veían menos borroso el imponente cartel rodeado de neones rosas. En el letrero que sobresalía de la fachada de aquel edificio se podía leer “SEXILAND” en letras grandes y brillantes de color verde. Los dos amigos se sintieron atraídos hacia las luces como si fuesen un par de mosquitos.
Al abrir la puerta, un timbre en forma de gemido avisó de su entrada en el local. El mostrador estaba vacío, así que Rafa se puso a husmear entre los pasillos mientras esperaban al encargado.
Allí había de todo. Más de lo que el muchacho pudiese imaginar o haber visto en películas. Multitud de juguetes eróticos colgaban de las distintas estanterías: penes de plástico de diversos tamaños y formas, bolas chinas, aceites corporales, juegos de esposas, trajes de látex, fustas, látigos, velas, uniformes de enfermera,… Incluso un caballito de balancín de madera.
Jesús agarró un pene de plástico y se puso a hacer el ganso un rato mientras su amigo le reía las gracias. Luego se pararon frente al mostrador y esperaron.
La dependienta salió por el lavabo del personal. Tenía el pelo tintado de rojo y estaba un poco regordeta. Era una mujer de mediana edad.
No mostraba buen aspecto: tenía la piel rugosa y reseca, despellejada a la altura de los antebrazos. Los labios estaban hechos un cristo; cortados y ensangrentados. Parecía que los vasos sanguíneos de sus globos oculares fuesen a estallar de lo cargados que se encontraban y se pasaba la mano por la frente para secarse el sudor provocado por la fiebre.
- Decidme chicos –dijo ella con voz ronca, mientras le daba un par de tragos a un botellín de agua-. ¡Hombre mi cliente favorito! ¿Qué va a ser esta vez, Jesús?
- Hola Clara –este le devolvió el saludo. Se conocían muy bien. El cocinero había estado allí decenas de veces-. Veníamos a ver el show de las ocho y media. Espero que la muchacha tenga mejor aspecto del que tienes tú hoy, encanto –se encargó de que aquel último piropo sonase con gancho-.
- Tranquilo –respondió ella mientras sonreía-. Creo que he cogido el virus ese del que hablan en las noticias.
- Ese virus es una patochada –se apresuró a responder Rafa-. Seguramente hayas pillado un resfriado con este tiempo de perros que hace. Pero aún así deberías de ir al hospital.
- Me encantaría, pero alguien tiene que llevar el negocio. Aquí tenéis, por la puerta del fondo. Vuestras habitaciones son las uno y tres. ¡Pasáoslo bien, sois los únicos por el momento!
Tras cruzar la puerta llegaron hasta una sala circular con siente pequeñas cabinas en el centro. Seis de ellas numeradas.
Jesús entró en la suya mientras Rafa se fijaba en aquel extraño lugar. Las paredes de aquel estrecho pasillo se encontraban llenas de pósters de chicas. Seguramente las que trabajaban en el local. Rubias, pelirrojas, morenas… Bajo sus figuras estaban apuntados unos números de teléfono. Rafa fue a sacar el móvil para apuntar el de la más guapa “por si acaso”, Pero al palpar sus bolsillos recordó que se le había olvidado encenderlo tras salir de clase. Antes de poder ponerlo en funcionamiento Jesús llamó su atención.
- ¡Rafa mira! -le grito el cocinero desde su habitación-. Tenemos clínex y chicles de menta –dijo este mientras salía por su puerta-. Lo de los clínex lo entiendo, pero los chicles… - hizo una mueca de asco-.
Una luz roja sobre la puerta por la que habían entrado a aquel pasillo cambió a verde. El espectáculo comenzaba.
- Disfrútalo tronco –Jesús acompañó aquellas palabras de un gesto con la mano mientras entraba a su cabina-.
……………………………………………………………………………………………
Rafa se sentó sobre la mini-cama desplegable de aquel pequeño habitáculo, frente a un cristal tintado, de forma que no se les pudiese ver desde el otro lado. Las luces se encendieron frente a el. La música comenzó a sonar, y una rubia de pelo largo y físico portentoso apareció en medio de la sala circular. Estaba sentada sobre una vieja silla de madera. Se levantó. Bailó sensualmente al ritmo de la música y poco a poco se fue quitando la ropa hasta quedar cubierta tan solo por un fino tanga oscuro y unas botas de cuero. Continuó bailando.
Todo parecía correcto. Jesús no le había defraudado y el show prometía. Rafa sacó su monedero de los A7X y extrajo un paquetito de CBO y un Clipper de su interior. También cogió una pitillera del interior de su chupa y se dispuso a liarse un porro de marihuana mientras observaba como la rubia se contoneaba. Aquel vaivén de caderas le hipnotizaba.
Por la puerta sin número entró un tipo en vaqueros. Tras menearse con la rubia un buen rato, esta le bajó los pantalones y lo empujó con fuerzas sobre la silla. Estaba muy encendida. Se subió sobre el y se frotó mientras lo maniataba con unas esposas al respaldo.
Rafa comenzó entonces a fumarse el porro. Se lo estaba pasando bien. Fue a desabrocharse los pantalones cuando se dio cuenta de que algo malo ocurría. La rubia empezó a toser sangre y aquella imagen le desconcertó. No obstante, decidió esperar a ver que sucedía. Ella le bajó los boxers a aquel tipo con suerte y comenzó a chupar.
Entonces sucedió. La cara del muchacho cambió de gusto a agonía en cuestión de segundos. Había algo malo en aquella felación. Rafa le dio una fuerte calada a su porro y se acercó todo lo que pudo hasta que la nariz le chocó con la cristalera. Atónito, fue testigo privilegiado de como la rubia le arrancaba el pene de un mordisco.
Rafa se quedó petrificado. Sin querer, se tragó la última calada y comenzó a toser angustiado.
Cuando la rubia terminó de tragar, se abalanzó sobre aquel pobre diablo y lo derribó de la silla mientras le hincaba sus dientes sobre la yugular. El chaval gritaba maniatado. Impotente. Sin poder liberarse mientras chorreaba sangre a borbotones.
Fue demasiado para Rafa. Consiguió reaccionar y salio de la cabina, tropezándose al abrir la puerta. El cuerpo le pesaba demasiado. Sentía como el terror estrujaba sus músculos y le impedía levantarse. Las piernas no le reaccionaban. A gatas, llegó hasta la sala de Jesús y se incorporó agarrándose del pomo.
Al abrir la puerta pilló a su amigo infraganti, pajeándose frente al crudo espectáculo que acontecía al otro lado del cristal. Con gran esfuerzo, lo cogió por el brazo, agarró la caja de clínex y lo sacó de aquel infierno mientras observaba como el maquillaje de la chica desaparecía, dejando al descubierto su mustia y marchita piel.
- ¡Límpiate las manos y salgamos de aquí, capullo! –gritó Rafa mientras le arrojaba los pañuelos-.
- ¿Es que no te mola? ¡Están en plan sado a muerte! ¿No viste como le daba la tía? ¡Zumba, zumba, zumba! –Jesús se abrochaba el cinturón a la vez que recreaba aquel gesto en su cabeza-.
- Hermano, a esa le pasaba algo, ¡Salgamos de aquí pero ya! No quiero que me haga lo mismo que al pobre desgraciado de la sala.
- ¿El qué? ¿Qué te la coma?
Rafa lo agarro de nuevo por el cuello de la camiseta y lo saco a rastras hasta el interior de la tienda. Pasaron por delante del mostrador a toda prisa y corrieron hacia la salida. Entonces una estantería llena de consoladores cedió. Calló al suelo y los penes de plástico rodaron por todo lados, dejando al descubierto la figura de la dependienta al otro extremo, junto a la salida.
Aquella ya no era Clara. Por los ojos y la nariz le brotaba una espesa sustancia oscura. Un espeso puré coagulado. La piel se le había vuelto reversible por distintas zonas de su cuerpo y se le caía a tiras.
Sea como fuese a aquella cosa le costaba mantener el equilibrio, y tras mirarlos fijamente durante unos segundos de tensión con aquellos ojos apagados, se abalanzó sobre Rafa a gran velocidad. El muchacho se encontraba confuso, paralizado por el miedo, y no pudo tomar la iniciativa. Aquel ser sencillamente lo derribó.
Ya en el suelo, Rafa la sujetaba por los hombros, luchando por impedir que le desfigurase el rostro a mordiscos.
Jesús intentó acercarse para separarlos, pero Clara le lanzó un bocado fallido a la mano y el cocinero retrocedió asustado. No sabía que hacer. ¿Acaso alguien sabría enfrentarse a una situación similar?
- ¡Ayúdame Jesús, esta perra quiere comerme vivo! –Rafa gritaba histérico mientras se aferraba a su suerte-.
No había mucho tiempo para actuar. Jesús miró a su alrededor para ver si encontraba algo con lo que auxiliarse. No quería que la poseída le arrancase la mano.
A su derecha se encontraba el caballito de balancín de madera. Lo observó. “¿Qué clase de pervertido utilizaría aquella estructura para practicar sexo?” pensó el. El pensamiento pasó fugaz, y cuando recobró la cordura lo agarró con ambas manos por la base y lo alzó en el aire. Después lo estampó con todas sus fuerzas contra el costado de la dependienta, haciéndolo añicos y derribándola a un lado. Maltrecha. Pudieron oír como se le reventaba algo por dentro tras el choque.
Ayudó a su amigo a incorporarse y salieron por patas del establecimiento antes de que la dependienta se levantase. Cerraron a tiempo la puerta e hicieron fuerzas. Había que mantener aquella infernal entrada sellada.
Jesús estuvo apunto de sucumbir cuando Clara restregó su delantera por el cristal, pero Rafa actuó rápido arreándole un buen coscorrón en la nuca. Fue una decisión acertada. El cocinero pronto recobró la compostura y miró al exterior del local.
La calle estaba plagada de gente que corría de un lado a otro. Intentando refugiarse en los portones y doblando las esquinas mientras gritaban pidiendo auxilio. Eran perseguidos por criaturas que padecían síntomas similares a las chicas del Sex Shop. Cuando conseguían agarrar a alguien, lo derribaban sobre el suelo y comenzaban a hundir sus fauces sobre el cuerpo de las pobres víctimas. Aquello era de locos.
Debían de actuar rápido. Si continuaban allí forcejeando solo era cuestión de tiempo que los infectados fijasen su atención en ellos dos. Mientras mantenía su pulso personal en aquella puerta Rafa se dirigió a su colega:
- Si seguimos aquí vamos a palmar. ¡A la de tres soltamos la puerta y corremos hasta el coche!
- ¿Tienes las llaves?
- … -Rafa rebuscó entre su pantalón- Aquí están.
- Vale, pues cuando tu digas. Pero date prisa.
- Uno, dos…
- ¡Espera!
- ¡¡¿QUÉ COJONES PASA AHORA JESÚS?!!
- Nada. Es solo que…Que te quiero tronco. ¡¡Nunca quise que nuestra visita a pornolandia acabase así!!
- No te preocupes por eso ahora. Venga, a la de tres. ¡Uno, Dos… ¡TRES!
Corrieron. Corrieron como no lo habían echo nunca en sus vidas. Las puertas del Sex Shop se habrían a sus espaldas y la dependienta salía a la calle, persiguiéndoles a lo lejos.
- Ehhh! Ehhh!!! ¡Ayuda! ¡Dar la vuelta!
Alguien les gritaba por detrás, pero no eran héroes. Aquello les venía demasiado grande y solo podían pensar en atravesar toda Jabonerías hasta el desvío que conducía a la calle Real. Hasta su coche. Hasta la salvación. Intentaba no hacer caso a las súplicas de quien quisiera que estubiese detrás, a la vez que cruzaban junto a un cúmulo de infectados agazapados, que roían las tripas de alguien con peor suerte que ellos.
Cuando alcanzaron la calle Real Jesús gritó con rabia y frustración.
- ¡No! ¡Mierda!
- No puede ser… esto no puede estar sucediéndome… -susurró Rafa casi sin poder respirar-. Este es…nuestro fin.
En lugar del Lancia Dedra, donde debería de estar este había una pegatina con forma de rombo fosforito sobre el suelo. Tenía el símbolo de una grúa y el logotipo del Ayuntamiento de Cartagena.
GLOSARIO:
- Parguelas: Insulto. Dícese de alguien que es muy afeminado (o lo que es lo mismo, maricón).
- Foro Coches: Uno de los foros virtuales más famosos del país -junto a MediaVida-.
- Walk, de Pantera: Conocidísima canción. Puedes escucharla >AQUÍ<
- Navantia: Empresa de ingeniería naútica civil situada cerca de una base militar. Una de las principales fuentes de trabajo de la ciudad.
- Avenged Sevenfold: Banda de Metal. También conocida como A7X. >AQUÍ< una de las canciones que les proyectó a la fama hace unos años.
Sierras89- Recien llegado al refugio
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SAID (II)
23:00 CASA DE PAOLO
Eran las once de la noche y los muchachos habían pasado las últimas horas encerrados en la casa de Paolo. Estaban muy tensos. Demasiado. Trataban de localizar a sus familiares por teléfono o a través de las redes sociales, pero no había suerte. Es indescriptible lo que se puede llegar a sentir cuando no comprendes nada y estás lejos de tus seres queridos. Todos lo sentían, pero trataban de escudarse entre ellos.
- ¿Ceéis que las cárceles serán seguras? –murmuró Andrés con tristeza. Su viejo estaba en el trullo y se esperaba lo peor para el-.
- Claro que si tío. ¿Qué puede haber más seguro que una prisión? Con lo difícil que es entrar y salir de ellas –Edu trató de tranquilizarlo. Sus palabras sonaron seguras y con firmeza-.
- Pero ya habéis visto las imágenes de Murcia. La ciudad arde en llamas, si yo fuese funcionario de prisiones habría recogido a toda mi familia y me habría largado lejos del centro hace ya mucho tiempo.
- Calmare Andrés, todo va a salir bien. ¿Un porro? –el italiano acababa de dar con la mejor solución para apaciguar la mente de Metadonas y la del resto del grupo: las drogas-.
- ¿Pero cuando cojones no hace un verde? Trae que líe otro y los vamos rulando –dijo José Luis-.
Said se imaginó entonces una prisión vacía de personal. Con todos los reclusos encerrados en sus celdas de por vida a causa de la infección. Con sed y hambre. Espectadores privilegiados de su lento final. Era una visión escalofriante. “Ojala les hayan dado una oportunidad para salvarse” pensó Said.
En la televisión casi todo lo que soltaban era basura. El estado tenía a la prensa amarrada por los huevos y los noticieros se dedicaban a lanzar hipótesis inventadas y recordar una y otra vez lo importante que era aislar a los infectados y no acercarse a estos.
Tal y como había dicho David, la basta red de Internet era el único lugar incapaz de ser censurado en su totalidad. Al principio del día no dejaban de llegar más y más vídeos a youtube. Individuos de todo el mundo grababan con cámaras y móviles lo que sucedía en sus ciudades y lo colgaban en la red. Los administradores borraban los vídeos, pero como si de una hidra se tratase, por cada vídeo suprimido los usuarios subían diez más. Al verse superados por los cibernautas, en Google Inc. decidieron bloquear la subida de vídeos y comenzaron a borrar todo el contenido relacionado con la extraña infección. Pero era tal la cantidad de enlaces que el FBI decidió tomar parte en el asunto y cerrar la página web, al igual que hicieron en su día con Megaupload.
Mientras David le contaba aquella historia a Said y José Luis, Eduardo esbozaba una siniestra sonrisa. Este último había descargado varios vídeos de Youtube a su portátil y se los mostraba triunfante.
Todos aquellos seres endemoniados parecían compartir un mismo deseo irrevocable por la carne fresca. Se movían en grupos desorganizados, corriendo como posesos y sin cansarse hasta apresar a sus víctimas como perros de caza. No sabían abrir puertas, pero si aporrearlas hasta tirarlas abajo. Habían desarrollado el olfato y agudizado sus oídos. Todos ellos presentaban heridas de mordiscos o arañazos en distintas partes del cuerpo y sus ojos rojizos les daban un aspecto similar a fieras salvajes.
De la decena de vídeos, Said se quedó con dos de ellos grabados a fuego en su cerebro.
En el primero, un grupo acababa de reducir a uno de aquellos seres y lo apaleaban contra el suelo con bates de béisbol y barras de metas. Aquel pobre desgraciado estaba recibiendo la paliza de su vida. El sonido de las embestidas y el crujir de los huesos formaba una macabra banda sonora, acompañada de los gemidos de la bestia y las maldiciones en inglés de los agresores que Said no entendía. Por más que le golpeasen, el charli seguía removiéndose en el arcén. Agitando los brazos y lanzando dentelladas al aire mientras escupía tropezones de sangre. Finalmente, cuando los captores dejaron de golpearlo, dándole por muerto, charli se revolvió con un último estertor hincando sus dientes sobre la tibia del hombre que tenía más cerca. Continuaron apaleándolo, pero la bestia no llegó a separar sus encías de aquella pierna hasta que un buen golpe en el occipital le detonó el encéfalo. Los trocitos de vísceras, sangre y huesecillos se desparramaron por el suelo a la par que el infectado convulsionaba ferozmente poco antes de yacer muerto, esta vez para siempre.
El otro vídeo transcurría en las inmediaciones de una granja sureña. Un señor grababa en vídeo como su hijita de quince años, infectada por el virus devoraba una res. El indefenso animal permaneció quieto mientras la lunática le desgarraba las entrañas. Finalmente la res se desplomó sobre el suelo. Muerta.
…………………………………………………………………………………………
Paolo se encontraba haciendo zapping por los canales mientras el grupo discutía sobre “esas cosas”. Al poner Tele5, Paolo subió el volumen del televisor. Los seis muchachos pudieron presenciar en directo como los infectados habían roto el cordón de seguridad montado alrededor del hospital USP San José. Los agentes de policía vaciaban sus cargadores sobre el cuerpo de los charlis. Era una visión horrible. Pese a que les acertasen de lleno en las piernas o en el torso, los pacientes infectados continuaban su demencial carrera hasta el exterior sin sentir dolor alguno. Vestían con sus camisones de enfermos y más de uno iba incluso desnudo, dándole un toque más espantoso y espeluznante a la situación. En cuestión de minutos no quedó títere con cabeza. Ni siquiera el cámara que filmaba la matanza logró sobrevivir. David le arrebató el mando al italiano y apagó el televisor. El silencio se apoderó de la habitación y los chicos se miraron entre ellos. Todo esto les superaba.
- ¡Joder, joder, joder!–mascullaba José Luis mientras se frotaba inquietamente la cresta-. Eso acaba de suceder en la capital.
- Si. Y nuestro hospital también está lleno de enfermos afectados por la cepa de rabia esa, ¿no? –preguntó Said, que aún seguía con el rostro bastante pálido de la impresión que habían producido sobre él las imágenes televisivas-.
- ¿Qué rabia ni qué hostias? –Metadonas estaba enfurecido-, ¿No ves que nos han estado tomando el pelo todo este tiempo? ¡Ese virus transforma a la peña en zombies! ¡No es una simple gripe!
- Infectados –le corrigió José Luis-. Los zombis caminan despacio, estos más bien parecen como los de 28 días después.
- ¡Que te jodan Jose!
- ¡¿Cómo que me jodan?! ¡Que te den a ti puto desgraciado!
- ¡Haya Paz! ...Has pasado demasiado tiempo jugando a los zombis del Call of Duty Joselas. –le picó Paolo, que parecía el menos afectado por lo que acababan de presenciar. Quizás a causa de la gran ingesta de drogas que llevaba encima-.
- Venga ya joder, habría que estar ciego para no darse cuenta de que son zombies. ¡Fíjate bien! Si te muerden o te arañan te transformas en un de ellos, y por si no fuera suficiente, por más que les golpeen o disparen no consiguen matarlos a no ser que les destruyan el puto cerebro. Más claro agua y en botella.
- No se yo... Los zombis son cosa de películas y videojuegos. Esto es la vida real, tiene que haber otra…
Pero Said no logró acabar aquella frase. Los gritos provenientes de la calle llamaron su atención y la del resto de sus compañeros, que asomaron sus cabezas a través de las ventanas con vista al exterior. La ciudad comenzaba a convertirse poco a poco en un hervidero de monstruos, gritos, sirenas y disparos. La pandemia finalmente les había alcanzado. Paolo abrió la terraza y desde allí pudieron observar como la gente moría frente a sus ojos –y no precisamente de una forma agradable-. En la zona del inmueble que daba al club de cabos podían observar, a seis pisos sobre el suelo, como varios individuos que pululaban los bares cercanos corrían despavoridos; perseguidos por los perros rabiosos, ávidos por derribarles.
En la cara opuesta del edificio, por donde estaba la entrada, era todavía mucho peor: el parking en batería que se expandía por toda la manzana se encontraba en el más absoluto caos; numerosos vecinos de la comunidad habían intentado coger apresuradamente sus vehículos para escapar de aquel infierno, pero los charlis les habían dado caza, dejando la calle completamente colapsada e imposibilitando la salida del resto de coches. Más a lo lejos, unos chavales que jugaban un partido de fútbol fueron víctima de sus propias gamberradas. Aunque habían cerrado la puerta con pestillo, los infectados se colaron a través de los desgarros en la verja que rodeaba la pista y acabaron vilmente con ellos. Pasados unos minutos, cuando ya solo quedaban infectados pululando por las calles, los amigos volvieron a sentarse en el salón. Todos menos Said, que observaba estupefacto a aquellas criaturas. Trataba de idear un posible plan de escape a la vez que se maldecía una y otra vez por haber abandonado el ejército. Un buen fusil de asalto le proporcionaría bastante alivio en aquel preciso instante.
Metadonas sacó una guiness del frigorífico y se puso a liarse un porro. Se encontraba muy nervioso. No podía evitar que la hierba se le cayese al suelo mientras pensaba en sus viejos y en el desgraciado de Rafa, que seguía sin coger el teléfono. Paolo y Eduardo se volvieron a sentar frente al televisor, buscando algo con lo que evadir sus cabezas de la realidad, mientras David husmeaba por el visillo de la puerta, rezando porque los “podridos” -comos el los llamaba- no se hubiesen adentrado hasta la sexta planta de aquel edificio.
José Luis se preparó en la cocina un buen bocadillo de pechuga empanada con los repitajos que habían sobrado de la cena preparada por David. Comer era un acto reflejo que realizaba el gallego siempre que se encontraba estresado. Le preguntó a Said si quería otro bocadillo como el suyo, a lo que el argelino le contestó “ni de coña”.
- Tú te lo pierdes capullo –contestó su amigo con la boca llena-.
- Sabes perfectamente que sigo una estricta dieta en proteínas.
- Claro, y seguro que mañana abren muchos gimnasios.
- Capullo –ambos rieron. Eludiendo por unos segundos todo lo que acababa de ocurrir-. Hay que joderse. Al final va a resultar que los mayas tenían razón. El ser humano se extinguirá el 2012.
- ¿Pero que cojones dices? Nosotros aún seguimos con vida. Además, seguro que cuando menos te lo esperes tus amigos de la armada aparecerán por aquí con sus juguetitos dándole caña a los chicos malos y rescatándonos.
- Echo de menos toda esa mierda, ¿sabes? –el argelino cerró los ojos y respiró profundamente, recordando con nostalgia tiempos felices-.
- ¡Al cuerno con todo eso! Mientras nos tengamos los unos a los otros todo irá bien –dijo José Luis mientras señalaba con el dedo a sus amigos-. ¿Habéis escuchado? –el gallego se giró para que todos los demás le escuchase- Mientras nos tengamos los unos a los otros…
¡KABUUM!
José Luis y Said pudieron verlo con claridad desde la ventana. A no más de seiscientos metros de allí, un poste de electricidad acababa de saltar por los aires envuelto en chispas. Fugazmente, las luces de las manzanas colindantes se apagaron de golpe. Algo o alguien acababa de chocar con el tendido eléctrico, sumiendo al edificio de Paolo entre otros en la más absoluta oscuridad. Iluminados tan solo con la tenue luz de la luna que se filtraba a través de un cielo medio encapotado por grises nubes cargadas de agua.
Cuando se recuperaron de la confusión, Eduardo sintonizó Antena3 desde el ordenador portátil mientras Paolo colocaba velas por toda la casa. El argelino agradeció en aquel momento que el metrosexual italiano tuviese un buen arsenal de cirios y pétalos de rosa en su habitación (según el “por lo que pudiese surgir en compañía de una bella ragazza”). La batería del portátil estaba muy fundida, y solo aguantó durante veinte minutos. Tiempo suficiente para escuchar un par de cosas interesantes sobre los infectados: sus sistemas nocioceptores habían desaparecido; siendo incapaces de sentir dolor, así como de procesar información compleja. Aunque su sistema nervioso central había quedado reducido a las necesidades más primitivas seguían anclados a el. Un tiro en la cabeza era la forma más simple de acabar con ellos. No eran noticias muy alentadoras, pues excepto Said y José Luis, el resto jamás habían empuñado una pistola. Lo último que pudieron averiguar fue que la falta de coordinación de los charlis se debía precisamente a los fallos en el sistema nervioso central; el cual no conseguía transmitir bien las órdenes vía neuronal, provocando movimientos poco hábiles.
……………………………………………………………………………………….
Eran las doce de la noche. Said volvía de la cocina con un puñado de lonchas de pavo frío mientras los demás se rulaban un porro en el salón. Estaban muy colocados.
- ¡Ey tío, pásame una de esas! –le dijo Edd-.
- Hermanos, esa es mi comida. Me vais a dejar la nevera vacía –les regañaba el italiano, mientras fumaba plácidamente-.
- No hay corriente Paolo, así que mejor dentro de mi estómago antes de que se eche a perder.
- Eso si que es cierto, sería una auténtica lástima que la comida se echase a perder –recalcó Eduardo mientras agarraba otra lámina de pechuga de pavo-.
- ¡Sois una panda de gorrones! ...Pero os quiero.
Bip bip, bip bip.
- A alguien le acaba de llegar un mensaje al móvil.
- Es para mí –dijo David-.
- ¿Y quién es? –preguntó Metadonas con la cara decaída, mientras llamaba nuevamente a Rafa sin recibir respuesta-.
- Es mi hermano, dice que está bien. Se encuentra en la Casa Real esperando recibir instrucciones.
- ¿Y qué cojones pinta tu hermano en la residencia de los reyes? –José Luis sentía curiosidad-.
- Te lo he dicho ya mil veces, pero tu nunca escuchas. Hace un par de años que mi hermano se gaduó en la escuela de oficiales y eligió plaza en la Guardia Real. En el mensaje nombra un tal Búnker de la Moncloa. ¿Sabéis donde queda eso?
- Ni zorra… Pero lo petaría mucho estar bajo tierra. Con luz, agua, comida, rodeados de buena compañía femenina y bien alejados de los charlis.
……………………………………………………………………………………..
Metadonas no paraba de teclear el número de Rafa, que seguía sin dar señal, mientras que Edd y David trataban de arreglar una vieja radio de corta frecuencia que habían encontrado en un altillo, propiedad de los padres de Paolo. “Condenado aparato. Si Jesús estuviese aquí lo habría arreglado en un santiamén” pensó Eduardo. No había mucho más que hacer. José Luis sacó algo de polen y se pusieron a fumar otro porro. Los cigarrillos de la risa era lo único que aún mantenía sus nervios a ralla, impidiéndoles enloquecer a causa de la incomunicación y la oscuridad. Lo fumaron como siempre. Le daban dos profundas caladas y se lo pasaban al de su derecha. Cuando se acabó, Paolo volvió a sacar su fundita con hierba y comenzaron otro nuevo bucle. En ese momento el móvil de Andrés por fin consiguió contactar.
- ¿Jesús? ¿Estás bien? ¿Rafa está contigo?
- ¿¡METADONAS!? – la voz de Rafa resonó al otro lado del auricular. Después escucharon unos ruidos como de forcejeo y nuevamente la voz de su amigo- Joder, que alegría escuchar tu voz amigo. ¡Estamos atrapados en el Ápoca!, fuera está lleno de esos cabrones. Un policía nos ha ¡Ghshshshshsh!…
- ¡Ey! ¡Rafa! ¿¡Me escuchas!? ¿Qué ha pasado? ¿Qué hostias hacéis en el Apoca? ¡Ghshshshshsh!...
- ¿Qué sucede Andrés?–le preguntó Said-.
- ¡Hostia puta no lo se! La llamada se ha ido a tomar por culo, ¡Jesús se ha debido de quedar sin batería!
- Pues parece que Rafa salió hoy sin su móvil, porque no lo coge nadie –añadió Paolo-. La cosa pinta mal.
- ¡Ey, venir a ver esto joder! –José Luis hacía señas desde la terraza para que el resto fuesen a asomarse. Un pequeño incendio se vislumbraba al norte de la ciudad-.
- ¿Eso de allí no es Santana? –preguntó Said-.
- En ese lugar casi todos son chalets. Se ha debido montar una buena carnicería.
- ¡No podemos quedarnos aquí tíos! –graznaba Edd. Histérico-Tenemos que salir de la ciudad cuanto antes, esto no es seguro.
- ¿Y que propones?, ¿Nos vamos de picnic al campo? –le contestó David-.
- Yo me marcho a buscar a Rafa y Jesús. Jamás me lo perdonaría si dejase morir a mi mejor amigo en ese tugurio.
- El bar Ápoca está muy lejos de aquí Andrés. Y si te soy francamente sincero, parecían estar muy jodidos –le contestó Paolo, evitando clavar los ojos en la mirada de su amigo-.
- Hablar de todo eso es inútil. El único vehículo que tenemos es el coche de Edu, y fijaros. Tiene cortada la salida por esos dos vehículos que han chocado. No podemos escapar.–el pesimismo era latente en las palabras de David mientras miraba a través de las ventanas que daban a la entrada del edificio-.
- Pero tío, siempre podríamos salir y probar a apartarlos. Seguro que tienen las llaves puestas aún.
- Claro que si Eduardo, ¿y que nos den caza esas cosas no?, ¿es que no os ha bastado con todo lo que hemos visto ya por televisión?, ¿en serio vais a ser tan imbéciles como para salir allá fuera? Debe de ser eso. Estoy rodeado de gilipollas.
- Tranquilízate David, estás muy alterado.
- ¡¿Qué me tranquilice?! ¡Pero como voy a tranquilizarme con la sarta de estupideces que estáis insinuando!
- … En el trasto de Edd no cabremos todos, pero si llegamos hasta casa de Joselas podríamos utilizar su coche y el mío. Están aparcados justo debajo del portón – dijo Said, tras llevar un buen rato observando la calle-.
- Otro imbécil más. Desde aquí no podemos ver como está el tráfico por donde vive José Luis. ¿Y si las calles están también colapsadas?
- ¿¡Además de quejarte por todo se te ocurre un plan mejor!? – le respondió Said, mientras miraba a David fijamente a los ojos, amansando el carácter de la fiera-.
- No contéis conmigo–aquella fue su respuesta final. Luego David se sentó en el sofá del salón y se puso a fumar un piti mientras pasaba de todo-.
- Puedo llegar hasta la casa de José Luis. Estoy seguro -afirmó Said-.Luego si es necesario traeré los coches lo más cerca posible de este lugar. Entiendo que no os haga ni puta gracia salir al exterior con los charlis pululando por ahí, pero necesito que me dejéis un teléfono con batería para contactar con vosotros.
- Eso último no es ningún jodido problema. Yo voy contigo moro –José Luis choco fuertemente su mano con la del argelino y se posicionó junto a él-.
- Tíos, ¿Y si cuando lleguéis allí las líneas están saturadas? –preguntó Eduardo-.
- ¿Pero qué mierda?, ¿acaso crees que hay mucha gente viva ocupando las redes telefónicas a estas alturas?
- No lo había mirado así. Supongo que tienes razón Joselas.
- Está bien capullos, pensémoslo por un momento –David apagaba el cigarro en el cenicero mientras se ponía en pie y se colocaba frente al argelino-. Si de verdad queréis bajar y traer unos coches hasta aquí perfecto. No contéis conmigo para ir a buscarlos. Pero tendréis que ir preparados por si tenéis que enfrentaros a esas cosas.
- Buscaré los coltellos... Los cuchillos –Paolo tradujo la palabra cuando se dio cuenta de que sus amigos lo miraban extrañado y se dirigió hasta su cocina con un porro que acababa de liarse en la mano-.
- Yo voy con vosotros, pero cuando estemos todos adentro de los vehículos tendremos que ir a buscar a Rafa y Jesús –Metadonas era el que más ganas tenía de salir al exterior en busca de sus amigos-.
- Te entiendo. Preparémonos. Van a ser los trescientos metros más infernales de nuestras vidas y no quiero que ninguno se me desplome sobre el asfalto con las piernas llenas de pinchazos por culpa del ácido láctico.
- Yo tengo la solución para eso –dijo Andrés, mientras se sacaba unas pastillitas del bolsillo derecho de su pantalón-. Es speed. ¿Alguien quiere?
- ¡Jodido camello! Métete tus pastillas por el culo.
- Entonces más para mí–respondió el pequeño Metadonas, mientras se tragaba su propia mercancía-.
- Dejaos las tonterías y coged todo lo que vayáis a necesitar ahí fuera. En diez minutos salimos.
Said concluyó la conversación. Dejando que los muchachos fueran a por sus futuras armas, unos abrigos resistentes con los que impedir las mordeduras de los charlis, linternas, y algunas provisiones.
- Joselas espera –Said llamó su atención antes de que abandonase el salón-.No creo que haga falta que te lo pregunte, pero asegúrate de que llevar las llaves del piso bien a mano. No me gustaría tener que pasar ni un segundo de más en la calle.
- Tranquilízate joder, las tengo aquí guardadas –respondió el de la cresta mientras se tocaba el bolsillo derecho del pantalón-.
- ¡Pero ahí no las guardes pedazo de mamón! Ese es el bolsillo roto por el que siempre se te pierden.
………………………………………………………………………………………….
Un cuarto de hora más tarde todos estaban preparados. José Luis llevaba un par de cuchillos bien afilados amarrados al cinturón. Se había colocado una ajustada camiseta interior de manga larga bajo sus prendas de vestir, intentando así aumentar sus posibilidades de supervivencia. Metadonas tenía los ojos enrojecidos por los porros y el speed. Se encontraba bebiendo otra guiness mientras discutía con David para que este le dejase llevar consigo los cuchillos de carnicero. Finalmente el segundo aceptó, y Andrés agarró ambas armas en su mano derecha mientras sostenía una linterna de baja intensidad en la otra. Era todo lo que habían podido conseguir.
Todos se habían reunido en el vestíbulo principal. Paolo observó el rostro de sus amigos y acto seguido, comenzó a abrir lentamente la puerta mientras el resto aguardaban un posible ataque enemigo. Said era el más adelantado de los cinco. Llevaba un par de cuchillos de sierra en las manos y se encontraba agazapado. Atento por si tenía que placar a alguna de esas bestias.
En cuestión de segundos quedaron expuestos a un negro infinito, frío y silencioso, que les ponía los pelos de punta a los chavales. El argelino miró fijamente a José Luis mientras pensaba para dentro que como se le perdiesen las llaves lo mataría el mismo. Metadonas encendió la linterna y enfocó a la oscuridad. La zona estaba despejada. Los muchachos se despidieron entre abrazos cargados de suerte y descendieron por las escaleras. Said echó un último vistazo atrás y vio la silueta del italiano entre el color rojizo de las velas. Paolo alzó su brazo derecho al aire, con el puño cerrado, y el argelino le devolvió el mismo gesto. Comenzaron su descenso hasta el infierno mientras escuchaban la puerta cerrarse, guiados por el foco de luz de la linterna.
GLOSARIO:
- Bar Apocalipsis: Tugurio de mala muerte situado cerca de la calle real, en un callejón que junta esta zona con el casco antiguo. En sus buenos días era un bar de Heavy Metal, y grupos como Ángelus Apatria llegaron a tocar en su interior. Hoy en día ha sido transformado en un bar de alterne, donde suenan canciones de pop y te clavan tres euros por una caña. RIP.
Eran las once de la noche y los muchachos habían pasado las últimas horas encerrados en la casa de Paolo. Estaban muy tensos. Demasiado. Trataban de localizar a sus familiares por teléfono o a través de las redes sociales, pero no había suerte. Es indescriptible lo que se puede llegar a sentir cuando no comprendes nada y estás lejos de tus seres queridos. Todos lo sentían, pero trataban de escudarse entre ellos.
- ¿Ceéis que las cárceles serán seguras? –murmuró Andrés con tristeza. Su viejo estaba en el trullo y se esperaba lo peor para el-.
- Claro que si tío. ¿Qué puede haber más seguro que una prisión? Con lo difícil que es entrar y salir de ellas –Edu trató de tranquilizarlo. Sus palabras sonaron seguras y con firmeza-.
- Pero ya habéis visto las imágenes de Murcia. La ciudad arde en llamas, si yo fuese funcionario de prisiones habría recogido a toda mi familia y me habría largado lejos del centro hace ya mucho tiempo.
- Calmare Andrés, todo va a salir bien. ¿Un porro? –el italiano acababa de dar con la mejor solución para apaciguar la mente de Metadonas y la del resto del grupo: las drogas-.
- ¿Pero cuando cojones no hace un verde? Trae que líe otro y los vamos rulando –dijo José Luis-.
Said se imaginó entonces una prisión vacía de personal. Con todos los reclusos encerrados en sus celdas de por vida a causa de la infección. Con sed y hambre. Espectadores privilegiados de su lento final. Era una visión escalofriante. “Ojala les hayan dado una oportunidad para salvarse” pensó Said.
En la televisión casi todo lo que soltaban era basura. El estado tenía a la prensa amarrada por los huevos y los noticieros se dedicaban a lanzar hipótesis inventadas y recordar una y otra vez lo importante que era aislar a los infectados y no acercarse a estos.
Tal y como había dicho David, la basta red de Internet era el único lugar incapaz de ser censurado en su totalidad. Al principio del día no dejaban de llegar más y más vídeos a youtube. Individuos de todo el mundo grababan con cámaras y móviles lo que sucedía en sus ciudades y lo colgaban en la red. Los administradores borraban los vídeos, pero como si de una hidra se tratase, por cada vídeo suprimido los usuarios subían diez más. Al verse superados por los cibernautas, en Google Inc. decidieron bloquear la subida de vídeos y comenzaron a borrar todo el contenido relacionado con la extraña infección. Pero era tal la cantidad de enlaces que el FBI decidió tomar parte en el asunto y cerrar la página web, al igual que hicieron en su día con Megaupload.
Mientras David le contaba aquella historia a Said y José Luis, Eduardo esbozaba una siniestra sonrisa. Este último había descargado varios vídeos de Youtube a su portátil y se los mostraba triunfante.
Todos aquellos seres endemoniados parecían compartir un mismo deseo irrevocable por la carne fresca. Se movían en grupos desorganizados, corriendo como posesos y sin cansarse hasta apresar a sus víctimas como perros de caza. No sabían abrir puertas, pero si aporrearlas hasta tirarlas abajo. Habían desarrollado el olfato y agudizado sus oídos. Todos ellos presentaban heridas de mordiscos o arañazos en distintas partes del cuerpo y sus ojos rojizos les daban un aspecto similar a fieras salvajes.
De la decena de vídeos, Said se quedó con dos de ellos grabados a fuego en su cerebro.
En el primero, un grupo acababa de reducir a uno de aquellos seres y lo apaleaban contra el suelo con bates de béisbol y barras de metas. Aquel pobre desgraciado estaba recibiendo la paliza de su vida. El sonido de las embestidas y el crujir de los huesos formaba una macabra banda sonora, acompañada de los gemidos de la bestia y las maldiciones en inglés de los agresores que Said no entendía. Por más que le golpeasen, el charli seguía removiéndose en el arcén. Agitando los brazos y lanzando dentelladas al aire mientras escupía tropezones de sangre. Finalmente, cuando los captores dejaron de golpearlo, dándole por muerto, charli se revolvió con un último estertor hincando sus dientes sobre la tibia del hombre que tenía más cerca. Continuaron apaleándolo, pero la bestia no llegó a separar sus encías de aquella pierna hasta que un buen golpe en el occipital le detonó el encéfalo. Los trocitos de vísceras, sangre y huesecillos se desparramaron por el suelo a la par que el infectado convulsionaba ferozmente poco antes de yacer muerto, esta vez para siempre.
El otro vídeo transcurría en las inmediaciones de una granja sureña. Un señor grababa en vídeo como su hijita de quince años, infectada por el virus devoraba una res. El indefenso animal permaneció quieto mientras la lunática le desgarraba las entrañas. Finalmente la res se desplomó sobre el suelo. Muerta.
…………………………………………………………………………………………
Paolo se encontraba haciendo zapping por los canales mientras el grupo discutía sobre “esas cosas”. Al poner Tele5, Paolo subió el volumen del televisor. Los seis muchachos pudieron presenciar en directo como los infectados habían roto el cordón de seguridad montado alrededor del hospital USP San José. Los agentes de policía vaciaban sus cargadores sobre el cuerpo de los charlis. Era una visión horrible. Pese a que les acertasen de lleno en las piernas o en el torso, los pacientes infectados continuaban su demencial carrera hasta el exterior sin sentir dolor alguno. Vestían con sus camisones de enfermos y más de uno iba incluso desnudo, dándole un toque más espantoso y espeluznante a la situación. En cuestión de minutos no quedó títere con cabeza. Ni siquiera el cámara que filmaba la matanza logró sobrevivir. David le arrebató el mando al italiano y apagó el televisor. El silencio se apoderó de la habitación y los chicos se miraron entre ellos. Todo esto les superaba.
- ¡Joder, joder, joder!–mascullaba José Luis mientras se frotaba inquietamente la cresta-. Eso acaba de suceder en la capital.
- Si. Y nuestro hospital también está lleno de enfermos afectados por la cepa de rabia esa, ¿no? –preguntó Said, que aún seguía con el rostro bastante pálido de la impresión que habían producido sobre él las imágenes televisivas-.
- ¿Qué rabia ni qué hostias? –Metadonas estaba enfurecido-, ¿No ves que nos han estado tomando el pelo todo este tiempo? ¡Ese virus transforma a la peña en zombies! ¡No es una simple gripe!
- Infectados –le corrigió José Luis-. Los zombis caminan despacio, estos más bien parecen como los de 28 días después.
- ¡Que te jodan Jose!
- ¡¿Cómo que me jodan?! ¡Que te den a ti puto desgraciado!
- ¡Haya Paz! ...Has pasado demasiado tiempo jugando a los zombis del Call of Duty Joselas. –le picó Paolo, que parecía el menos afectado por lo que acababan de presenciar. Quizás a causa de la gran ingesta de drogas que llevaba encima-.
- Venga ya joder, habría que estar ciego para no darse cuenta de que son zombies. ¡Fíjate bien! Si te muerden o te arañan te transformas en un de ellos, y por si no fuera suficiente, por más que les golpeen o disparen no consiguen matarlos a no ser que les destruyan el puto cerebro. Más claro agua y en botella.
- No se yo... Los zombis son cosa de películas y videojuegos. Esto es la vida real, tiene que haber otra…
Pero Said no logró acabar aquella frase. Los gritos provenientes de la calle llamaron su atención y la del resto de sus compañeros, que asomaron sus cabezas a través de las ventanas con vista al exterior. La ciudad comenzaba a convertirse poco a poco en un hervidero de monstruos, gritos, sirenas y disparos. La pandemia finalmente les había alcanzado. Paolo abrió la terraza y desde allí pudieron observar como la gente moría frente a sus ojos –y no precisamente de una forma agradable-. En la zona del inmueble que daba al club de cabos podían observar, a seis pisos sobre el suelo, como varios individuos que pululaban los bares cercanos corrían despavoridos; perseguidos por los perros rabiosos, ávidos por derribarles.
En la cara opuesta del edificio, por donde estaba la entrada, era todavía mucho peor: el parking en batería que se expandía por toda la manzana se encontraba en el más absoluto caos; numerosos vecinos de la comunidad habían intentado coger apresuradamente sus vehículos para escapar de aquel infierno, pero los charlis les habían dado caza, dejando la calle completamente colapsada e imposibilitando la salida del resto de coches. Más a lo lejos, unos chavales que jugaban un partido de fútbol fueron víctima de sus propias gamberradas. Aunque habían cerrado la puerta con pestillo, los infectados se colaron a través de los desgarros en la verja que rodeaba la pista y acabaron vilmente con ellos. Pasados unos minutos, cuando ya solo quedaban infectados pululando por las calles, los amigos volvieron a sentarse en el salón. Todos menos Said, que observaba estupefacto a aquellas criaturas. Trataba de idear un posible plan de escape a la vez que se maldecía una y otra vez por haber abandonado el ejército. Un buen fusil de asalto le proporcionaría bastante alivio en aquel preciso instante.
Metadonas sacó una guiness del frigorífico y se puso a liarse un porro. Se encontraba muy nervioso. No podía evitar que la hierba se le cayese al suelo mientras pensaba en sus viejos y en el desgraciado de Rafa, que seguía sin coger el teléfono. Paolo y Eduardo se volvieron a sentar frente al televisor, buscando algo con lo que evadir sus cabezas de la realidad, mientras David husmeaba por el visillo de la puerta, rezando porque los “podridos” -comos el los llamaba- no se hubiesen adentrado hasta la sexta planta de aquel edificio.
José Luis se preparó en la cocina un buen bocadillo de pechuga empanada con los repitajos que habían sobrado de la cena preparada por David. Comer era un acto reflejo que realizaba el gallego siempre que se encontraba estresado. Le preguntó a Said si quería otro bocadillo como el suyo, a lo que el argelino le contestó “ni de coña”.
- Tú te lo pierdes capullo –contestó su amigo con la boca llena-.
- Sabes perfectamente que sigo una estricta dieta en proteínas.
- Claro, y seguro que mañana abren muchos gimnasios.
- Capullo –ambos rieron. Eludiendo por unos segundos todo lo que acababa de ocurrir-. Hay que joderse. Al final va a resultar que los mayas tenían razón. El ser humano se extinguirá el 2012.
- ¿Pero que cojones dices? Nosotros aún seguimos con vida. Además, seguro que cuando menos te lo esperes tus amigos de la armada aparecerán por aquí con sus juguetitos dándole caña a los chicos malos y rescatándonos.
- Echo de menos toda esa mierda, ¿sabes? –el argelino cerró los ojos y respiró profundamente, recordando con nostalgia tiempos felices-.
- ¡Al cuerno con todo eso! Mientras nos tengamos los unos a los otros todo irá bien –dijo José Luis mientras señalaba con el dedo a sus amigos-. ¿Habéis escuchado? –el gallego se giró para que todos los demás le escuchase- Mientras nos tengamos los unos a los otros…
¡KABUUM!
José Luis y Said pudieron verlo con claridad desde la ventana. A no más de seiscientos metros de allí, un poste de electricidad acababa de saltar por los aires envuelto en chispas. Fugazmente, las luces de las manzanas colindantes se apagaron de golpe. Algo o alguien acababa de chocar con el tendido eléctrico, sumiendo al edificio de Paolo entre otros en la más absoluta oscuridad. Iluminados tan solo con la tenue luz de la luna que se filtraba a través de un cielo medio encapotado por grises nubes cargadas de agua.
Cuando se recuperaron de la confusión, Eduardo sintonizó Antena3 desde el ordenador portátil mientras Paolo colocaba velas por toda la casa. El argelino agradeció en aquel momento que el metrosexual italiano tuviese un buen arsenal de cirios y pétalos de rosa en su habitación (según el “por lo que pudiese surgir en compañía de una bella ragazza”). La batería del portátil estaba muy fundida, y solo aguantó durante veinte minutos. Tiempo suficiente para escuchar un par de cosas interesantes sobre los infectados: sus sistemas nocioceptores habían desaparecido; siendo incapaces de sentir dolor, así como de procesar información compleja. Aunque su sistema nervioso central había quedado reducido a las necesidades más primitivas seguían anclados a el. Un tiro en la cabeza era la forma más simple de acabar con ellos. No eran noticias muy alentadoras, pues excepto Said y José Luis, el resto jamás habían empuñado una pistola. Lo último que pudieron averiguar fue que la falta de coordinación de los charlis se debía precisamente a los fallos en el sistema nervioso central; el cual no conseguía transmitir bien las órdenes vía neuronal, provocando movimientos poco hábiles.
……………………………………………………………………………………….
Eran las doce de la noche. Said volvía de la cocina con un puñado de lonchas de pavo frío mientras los demás se rulaban un porro en el salón. Estaban muy colocados.
- ¡Ey tío, pásame una de esas! –le dijo Edd-.
- Hermanos, esa es mi comida. Me vais a dejar la nevera vacía –les regañaba el italiano, mientras fumaba plácidamente-.
- No hay corriente Paolo, así que mejor dentro de mi estómago antes de que se eche a perder.
- Eso si que es cierto, sería una auténtica lástima que la comida se echase a perder –recalcó Eduardo mientras agarraba otra lámina de pechuga de pavo-.
- ¡Sois una panda de gorrones! ...Pero os quiero.
Bip bip, bip bip.
- A alguien le acaba de llegar un mensaje al móvil.
- Es para mí –dijo David-.
- ¿Y quién es? –preguntó Metadonas con la cara decaída, mientras llamaba nuevamente a Rafa sin recibir respuesta-.
- Es mi hermano, dice que está bien. Se encuentra en la Casa Real esperando recibir instrucciones.
- ¿Y qué cojones pinta tu hermano en la residencia de los reyes? –José Luis sentía curiosidad-.
- Te lo he dicho ya mil veces, pero tu nunca escuchas. Hace un par de años que mi hermano se gaduó en la escuela de oficiales y eligió plaza en la Guardia Real. En el mensaje nombra un tal Búnker de la Moncloa. ¿Sabéis donde queda eso?
- Ni zorra… Pero lo petaría mucho estar bajo tierra. Con luz, agua, comida, rodeados de buena compañía femenina y bien alejados de los charlis.
……………………………………………………………………………………..
Metadonas no paraba de teclear el número de Rafa, que seguía sin dar señal, mientras que Edd y David trataban de arreglar una vieja radio de corta frecuencia que habían encontrado en un altillo, propiedad de los padres de Paolo. “Condenado aparato. Si Jesús estuviese aquí lo habría arreglado en un santiamén” pensó Eduardo. No había mucho más que hacer. José Luis sacó algo de polen y se pusieron a fumar otro porro. Los cigarrillos de la risa era lo único que aún mantenía sus nervios a ralla, impidiéndoles enloquecer a causa de la incomunicación y la oscuridad. Lo fumaron como siempre. Le daban dos profundas caladas y se lo pasaban al de su derecha. Cuando se acabó, Paolo volvió a sacar su fundita con hierba y comenzaron otro nuevo bucle. En ese momento el móvil de Andrés por fin consiguió contactar.
- ¿Jesús? ¿Estás bien? ¿Rafa está contigo?
- ¿¡METADONAS!? – la voz de Rafa resonó al otro lado del auricular. Después escucharon unos ruidos como de forcejeo y nuevamente la voz de su amigo- Joder, que alegría escuchar tu voz amigo. ¡Estamos atrapados en el Ápoca!, fuera está lleno de esos cabrones. Un policía nos ha ¡Ghshshshshsh!…
- ¡Ey! ¡Rafa! ¿¡Me escuchas!? ¿Qué ha pasado? ¿Qué hostias hacéis en el Apoca? ¡Ghshshshshsh!...
- ¿Qué sucede Andrés?–le preguntó Said-.
- ¡Hostia puta no lo se! La llamada se ha ido a tomar por culo, ¡Jesús se ha debido de quedar sin batería!
- Pues parece que Rafa salió hoy sin su móvil, porque no lo coge nadie –añadió Paolo-. La cosa pinta mal.
- ¡Ey, venir a ver esto joder! –José Luis hacía señas desde la terraza para que el resto fuesen a asomarse. Un pequeño incendio se vislumbraba al norte de la ciudad-.
- ¿Eso de allí no es Santana? –preguntó Said-.
- En ese lugar casi todos son chalets. Se ha debido montar una buena carnicería.
- ¡No podemos quedarnos aquí tíos! –graznaba Edd. Histérico-Tenemos que salir de la ciudad cuanto antes, esto no es seguro.
- ¿Y que propones?, ¿Nos vamos de picnic al campo? –le contestó David-.
- Yo me marcho a buscar a Rafa y Jesús. Jamás me lo perdonaría si dejase morir a mi mejor amigo en ese tugurio.
- El bar Ápoca está muy lejos de aquí Andrés. Y si te soy francamente sincero, parecían estar muy jodidos –le contestó Paolo, evitando clavar los ojos en la mirada de su amigo-.
- Hablar de todo eso es inútil. El único vehículo que tenemos es el coche de Edu, y fijaros. Tiene cortada la salida por esos dos vehículos que han chocado. No podemos escapar.–el pesimismo era latente en las palabras de David mientras miraba a través de las ventanas que daban a la entrada del edificio-.
- Pero tío, siempre podríamos salir y probar a apartarlos. Seguro que tienen las llaves puestas aún.
- Claro que si Eduardo, ¿y que nos den caza esas cosas no?, ¿es que no os ha bastado con todo lo que hemos visto ya por televisión?, ¿en serio vais a ser tan imbéciles como para salir allá fuera? Debe de ser eso. Estoy rodeado de gilipollas.
- Tranquilízate David, estás muy alterado.
- ¡¿Qué me tranquilice?! ¡Pero como voy a tranquilizarme con la sarta de estupideces que estáis insinuando!
- … En el trasto de Edd no cabremos todos, pero si llegamos hasta casa de Joselas podríamos utilizar su coche y el mío. Están aparcados justo debajo del portón – dijo Said, tras llevar un buen rato observando la calle-.
- Otro imbécil más. Desde aquí no podemos ver como está el tráfico por donde vive José Luis. ¿Y si las calles están también colapsadas?
- ¿¡Además de quejarte por todo se te ocurre un plan mejor!? – le respondió Said, mientras miraba a David fijamente a los ojos, amansando el carácter de la fiera-.
- No contéis conmigo–aquella fue su respuesta final. Luego David se sentó en el sofá del salón y se puso a fumar un piti mientras pasaba de todo-.
- Puedo llegar hasta la casa de José Luis. Estoy seguro -afirmó Said-.Luego si es necesario traeré los coches lo más cerca posible de este lugar. Entiendo que no os haga ni puta gracia salir al exterior con los charlis pululando por ahí, pero necesito que me dejéis un teléfono con batería para contactar con vosotros.
- Eso último no es ningún jodido problema. Yo voy contigo moro –José Luis choco fuertemente su mano con la del argelino y se posicionó junto a él-.
- Tíos, ¿Y si cuando lleguéis allí las líneas están saturadas? –preguntó Eduardo-.
- ¿Pero qué mierda?, ¿acaso crees que hay mucha gente viva ocupando las redes telefónicas a estas alturas?
- No lo había mirado así. Supongo que tienes razón Joselas.
- Está bien capullos, pensémoslo por un momento –David apagaba el cigarro en el cenicero mientras se ponía en pie y se colocaba frente al argelino-. Si de verdad queréis bajar y traer unos coches hasta aquí perfecto. No contéis conmigo para ir a buscarlos. Pero tendréis que ir preparados por si tenéis que enfrentaros a esas cosas.
- Buscaré los coltellos... Los cuchillos –Paolo tradujo la palabra cuando se dio cuenta de que sus amigos lo miraban extrañado y se dirigió hasta su cocina con un porro que acababa de liarse en la mano-.
- Yo voy con vosotros, pero cuando estemos todos adentro de los vehículos tendremos que ir a buscar a Rafa y Jesús –Metadonas era el que más ganas tenía de salir al exterior en busca de sus amigos-.
- Te entiendo. Preparémonos. Van a ser los trescientos metros más infernales de nuestras vidas y no quiero que ninguno se me desplome sobre el asfalto con las piernas llenas de pinchazos por culpa del ácido láctico.
- Yo tengo la solución para eso –dijo Andrés, mientras se sacaba unas pastillitas del bolsillo derecho de su pantalón-. Es speed. ¿Alguien quiere?
- ¡Jodido camello! Métete tus pastillas por el culo.
- Entonces más para mí–respondió el pequeño Metadonas, mientras se tragaba su propia mercancía-.
- Dejaos las tonterías y coged todo lo que vayáis a necesitar ahí fuera. En diez minutos salimos.
Said concluyó la conversación. Dejando que los muchachos fueran a por sus futuras armas, unos abrigos resistentes con los que impedir las mordeduras de los charlis, linternas, y algunas provisiones.
- Joselas espera –Said llamó su atención antes de que abandonase el salón-.No creo que haga falta que te lo pregunte, pero asegúrate de que llevar las llaves del piso bien a mano. No me gustaría tener que pasar ni un segundo de más en la calle.
- Tranquilízate joder, las tengo aquí guardadas –respondió el de la cresta mientras se tocaba el bolsillo derecho del pantalón-.
- ¡Pero ahí no las guardes pedazo de mamón! Ese es el bolsillo roto por el que siempre se te pierden.
………………………………………………………………………………………….
Un cuarto de hora más tarde todos estaban preparados. José Luis llevaba un par de cuchillos bien afilados amarrados al cinturón. Se había colocado una ajustada camiseta interior de manga larga bajo sus prendas de vestir, intentando así aumentar sus posibilidades de supervivencia. Metadonas tenía los ojos enrojecidos por los porros y el speed. Se encontraba bebiendo otra guiness mientras discutía con David para que este le dejase llevar consigo los cuchillos de carnicero. Finalmente el segundo aceptó, y Andrés agarró ambas armas en su mano derecha mientras sostenía una linterna de baja intensidad en la otra. Era todo lo que habían podido conseguir.
Todos se habían reunido en el vestíbulo principal. Paolo observó el rostro de sus amigos y acto seguido, comenzó a abrir lentamente la puerta mientras el resto aguardaban un posible ataque enemigo. Said era el más adelantado de los cinco. Llevaba un par de cuchillos de sierra en las manos y se encontraba agazapado. Atento por si tenía que placar a alguna de esas bestias.
En cuestión de segundos quedaron expuestos a un negro infinito, frío y silencioso, que les ponía los pelos de punta a los chavales. El argelino miró fijamente a José Luis mientras pensaba para dentro que como se le perdiesen las llaves lo mataría el mismo. Metadonas encendió la linterna y enfocó a la oscuridad. La zona estaba despejada. Los muchachos se despidieron entre abrazos cargados de suerte y descendieron por las escaleras. Said echó un último vistazo atrás y vio la silueta del italiano entre el color rojizo de las velas. Paolo alzó su brazo derecho al aire, con el puño cerrado, y el argelino le devolvió el mismo gesto. Comenzaron su descenso hasta el infierno mientras escuchaban la puerta cerrarse, guiados por el foco de luz de la linterna.
GLOSARIO:
- Bar Apocalipsis: Tugurio de mala muerte situado cerca de la calle real, en un callejón que junta esta zona con el casco antiguo. En sus buenos días era un bar de Heavy Metal, y grupos como Ángelus Apatria llegaron a tocar en su interior. Hoy en día ha sido transformado en un bar de alterne, donde suenan canciones de pop y te clavan tres euros por una caña. RIP.
Sierras89- Recien llegado al refugio
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Fecha de inscripción : 17/12/2012
SAID (III)
24:37, CAMINO HACIA CASA DE JOSÉ LUIS
Bajar aquellos seis pisos por las escaleras se les hizo eterno. Cada vez que llegaban hasta el rellano de la siguiente planta, Said pensaba que uno de esos hijos de puta les atacaría desde las sombras, acabando con sus planes sin haber podido tan siquiera pisar el asfalto. Al otro lado de las viviendas podía oírse en ocasiones como alguien deambulaba por los pasillos, arrastrando las piernas por el suelo. A veces incluso podían escucharse gritos que hacían que el argelino y sus acompañantes se diesen la vuelta y mirasen en todas direcciones. Una mujer le pedía a su marido que se tranquilizase en el tercero B. Tras unas cuantas súplicas se escuchó un gruñido seguido de un grito ahogado. Luego, algo se desplomó sobre el suelo y se escuchó ese horrible sonido que habían escuchado en el vídeo de la res. El infectado debía de estar atragantándose con las vísceras de su mujer.
Pasaron aquel rellano a paso ligero hasta llegar a la altura de la primera planta. José Luis y Andrés Metadonas no se llevaban excesivamente bien. El gallego odiaba las drogas duras porque le habían destrozado la vida a su madre hasta matarla de una sobredosis y un estúpido comentario bajo toda aquella tensión bastó para desatar la tormenta.
- Paolo me ha comentado que te echaron del curro.
- Eso no es problema tuyo –le respondió José Luis con brusquedad-.
-Deberías de haberle echo caso a David y pasar de hacerte cresta. Por lo visto, hasta en media markt exigen tener una buena presencia.
-¿Quién cojones te crees que eres para darme consejos? –José Luis se detuvo en seco y se quedó observándolo con rabia-.
- Nadie–Metadonas sonrió. La mierda que acababa de meterse estaba comenzando a funcionar y sentía la imperiosa necesidad de poner los nervios de José Luis a prueba-. Pero si cuando todo esto acabe no encuentras trabajo ya sabes que puedes trabajar para mí vendiendo mercancía-.
-¡Maldito Hijo de puta!
José Luis agarró a Metadonas de la chupa con ambas manos y le propinó un rodillazo a la altura del bazo. Al recibir el impacto Andrés soltó la linterna, que rodó por las escaleras mientras apuntaba en todas direcciones a la vez quetrataba de devolvérsela al gallego en medio de la oscuridad. Said escuchó como los cuerpos de ambos comenzaron a rodar escaleras abajo una vez que perdieron el control de sus piernas en medio del forcejeo. Podía escuchar como ambos tullidos gemían de dolor al pie de la barandilla, tendidos sobre el hall del edificio. Pese a lo aparatoso de la caída tan solo habían rodado diez escalones, y salvo unos cuantos moratones se encontraban perfectamente. Cuando se recuperaron del dolor Said les dio una buena colleja a ambos.
-¿Estáis tontos o que? Como si no tuviésemos suficiente con los infectados–bramó el argelino-.
- ¡Ha empezado él! –jadeó su greñoso amigo mientras señalaba a Metadonas con la mano-.
- ¿Te crees que eso me importa? Hemos tenido suerte de que el edificio esté despejado y las puertas cerradas. De no ser así ya los tendríamos encima con todo el alboroto que habéis causado.
- Ya paso Said. Ha sido culpa mía, lo siento por el alboroto –se disculpó Andrés mientras se erguía-.
Cuando se repusieron de la caída avanzaron por el largo pasillo compuesto por buzones a un lado y un gigantesco espejo de cristal al otro. Said cambió de enfado a frustración en aquel instante. ¿Cuántas tardes de su vida habría pasado allí abajo ligando con la vecina del quinto o esperando a que el tardón de Paolo terminara de alisarse el pelo? Los buenos tiempos disfrutando de la vida acababan de finalizar hace unas horas, dando paso a un enturbiado futuro donde deberían vérselas envueltos en una guerra contra un enemigo mortal del cual apenas tenían información. “Hay que joderse”, maldijo para sí mismo.
Cruzaron el último tramo del pasillo agachados bajo la luz de la luna hasta llegar frente a la puerta principal. Said se colocó a un lateral de esta junto a Andrés y José Luis se situó en el franco contrario, asegurándose de que no hubiera charlis en el exterior. La cosa pintaba tranquila. Demasiado calmada para todo lo que había ocurrido durante las últimas horas. Un silencio sepulcral envolvía las calles haciendo que la tensión dentro del argelino fuese a más. Este miró los rostros de sus amigos y se dio cuenta de que ellos sentían exactamente lo mismo. Pasaron allí tres largos minutos mientras reproducían en sus cabezas el plan que habían trazado previamente. Metadonas abriría la puerta, seguido de José Luis mientras Said cerraba el grupo, cruzando calle abajo a toda velocidad hasta la casa del gallego.
-Chicos… -Said tragó saliva mientras las pulsaciones se le disparaban- Puede que este sea nuestro final… -ahora sentía como si el corazón fuese a salirle disparado. Aquellas no habían sido unas palabras muy acertadas, pero debía continuar con su discurso hasta el final- Pase lo que pase ahí fuera, quiero que me aseguréis que si yo o alguno de vosotros se queda rezagado nadie acudirá a su rescate. Hay que alcanzar esos vehículos y traerlos hasta aquí. En una situación como esta no podemos dejarnos llevar por los sentimientos –hizo una pausa-. De héroes está lleno el cementerio. Las imprudencias se pagan con la vida y hay que ser egoísta para sobrevivir. Si vamos a morir mejor uno que dos–ser eficaz; esa había sido la filosofía del argelino en la vida, y hasta el momento todo le había salido bien. El mestizo sabía mejor que nadie que si confías demasiado en las personas acabas recibiendo una puñalada trapera antes o después-.
-Tienes razón Said. Yo también quiero añadir algo –dijo José Luis mientras empuñaba uno de sus afilados cuchillos. El brillo de la luna se reflejaba en el acero de la hoja, iluminándole unos ojos empañados en lágrimas-. Se que nunca hemos usado una de estas, pero no podemos echarnos atrás. Son ellos o nosotros.
- Muy emotivo muchachos. Vais a conseguir que acabe llorando –el sarcasmo era claramente evidente en las palabras del flaco de pelos rizados-. ¡Salgamos ya a por Rafa hostias!
Rafael y Andrés eran muy amigos. Ambos habían crecido juntos en La Aljorra, un pequeño pueblo a las afueras de Cartagena. Ya con dieciocho años, cuando Rafa empezó a desvariar con todas sus teorías sobre alienígenas, acudían por las noches a una casa en obras junto al campo. Se sentaban encima de una pila de ladrillos y fumaban maría. El grandullón hablaba sobre abducciones y reptilianos mientras observaban las estrellas. “Mira al cielo y aprende de ellos” mascullaba siempre Rafa… Metadonas no iba a permitir que la única persona del mundo que le había ayudado a sobrellevar su vida de mierda sin acabar en prisión o suicidándose muriese en el Ápoca. Debían darse prisa y debían hacerlo ahora.
-Espera Metadonas. Quiero decir unas últimas palabras –Said le agarró por el hombro para volver a sentarlo en su sitio-… Os quiero. Me lo he pasado genial con vosotros desde que volví del ejército, siempre os agradeceré como os portasteis conmigo después de estar tres años sin apenas saber de mi –miró a José Luis y le arreó una colleja con cariño-. ¡Sois únicos chavales!
- ¡Tú también nos caes bien joder! –le respondió José Luis a la par que le devolvía la caricia en la nuca-.
Metadonas asintió con la cabeza a modo de aprobación y tras la emotiva conversación Said le hizo un gesto para que procediese a girar el pomo. Poco a poco, la puerta se fue abriendo limpiamente sin hacer ninguna clase de chirrido, lo cual fue muy gratificante. Se miraron fijamente una última vez entre ellos. Todo lo que tenían que decir estaba dicho y sabían lo que tocaba hacer.
- Buena suerte camaradas… ¡Ahora!
……………………………………………………………………………………….
José Luis y Metadonas descendían ágilmente por la calle Carmen Conde hasta llegar a la intersección con Jorge Juan, la avenida principal que separaba el bloque de edificios de Paolo de la manzana de casa de José Luis. Said les seguían desde atrás. La zona parecía segura. El enemigo se había retirado y tenían vía libre.
Habrían pasado como veinte segundos desde que echaron a correr hasta llegar a la altura de la rotonda de la avenida principal. Fue entonces cuando los vieron emerger desde detrás de una zona verde, procedentes de una plaza cercana, sesgando sus posibilidades de éxito. A la izquierda de los muchachos se encontraba el acceso a la salvación –la calle Juan Fernández-,mientras que por la derecha se les aproximaban velozmente dos podridos. Uno era más joven que ellos. Un muchacho normal y corriente al que la vida le había pasado una mala jugada. Llevaba el uniforme de su escuela –pantalón gris y camisa azul de manga larga- y por la boca le caían goterones de sangre hasta la barbilla. Las salpicaduras de sangre ajena le cubría el cuello de la camisa, indicando que acababa de darse un buen festín con las tripas y vísceras de algún desafortunado. Tras el, una rubia treintañera en chándal le seguía hacia ellos. Ambos producían estridentes chillidos que resonaban a lo largo de toda la calzada, como si de un grito de guerra o una llamada a la manada se tratase, mientras corrían encorvados con un peculiar meneo de caderas muy exagerado.
Los tres supervivientes aumentaron su velocidad. Para los dos primeros no había problema en llegar hasta Juan Fernández sin ser interceptados, pero el primer charli se le echó encima a Said desde su flanco derecho. No tenía posibilidad alguna de esquivarlo, así que se frenó en seco y apuntó con ambos cuchillos hacia la joven bestia, esperando aterrado a que se produjese el choque mientras entornaba los ojos y pensaba que su enemigo era tan solo un crío.
Tras el fuerte impacto Said cayó al suelo. En una situación normal ese piltrafilla no habría conseguido tumbar al moro con tanta facilidad, pero tanta ansiedad buscando por donde explotar le pasó una mala jugada al argelino. El monstruo salió disparado a gran velocidad por el choque y acabó varado a cuatro metros por detrás de él, con ambos cuchillos clavados en el tórax y escupiendo a borbotones un asqueroso y sanguinolento poso oscuro por la boca mientras intentaba ponerse en pie. Said observó estupefacto como aquello no le impedía al charli intentar levantarse y se dio cuenta de que eso ya no era un crío, sino una puta bestia carnívora incapaz de sentir dolor. Cuando miró hacia delante y vio a la mujer infectada ya era demasiado tarde, la tenía a escasos metros como para levantarse y tratar de defenderse. Además, tras la paliza a correr y el frenazo en seco, su cuerpo se encontraba bloqueado e hiperventilando.
El argelino tristemente hubiese encontrado su final de no ser por un enano flacucho de pelo rizado que había hecho caso omiso de sus advertencias, aproximándose por detrás de la rubia con un brazo en alto.
-¡Aguanta Said! ¡Ahhhh!
El grito de Andrés hizo que la mujer se detuviese y mirase hacia el. Metadonas hundió su cuchillo en el cráneo de la criatura, perforándoselo hasta el tabique nasal en medio de un chaparrón de sangre a toda presión que dejó los rizos de Andrés teñidos de rojo y llenos de tropezones viscosos. Fue un hachazohorizontal con tanta fuerza que ni siquiera pudo extraer el cuchillo del cadáver de la criatura. Said se quedó embobando mientras observaba a su heroico amigo, hasta que una orquesta de gritos a lo lejos le hizo girar el cuello hacia su derecha, a la avenida principal. Una docena de charlis les estaban dando caza a lo lejos, atraídos por los grito de Metadonas. Este le tendió la mano al argelino y le ayudó a reincorporarse para salir por patas hasta casa del gallego.
Said echó un rápido vistazo a su alrededor antes de correr. El desvío de la rotonda a su izquierda estaba colapsado por el accidente entre una ambulancia y un turismo a la salida del hospital Virgen de la Caridad. No era el único tránsito vedado. En la carretera de Barrio Peraltambién había más vehículos siniestrados, reduciendo sus vías de escape considerablemente cuando consiguieran hacerse con los vehículos.
Avanzando todo recto por Juan Fernández tardaron poco en toparse con más infectados atraídos por el olor a carne fresca. Una jauría apareció a la altura de una iglesia que hacía pico esquina a lo lejos, a la vez que Andrés miraba atrás una última vez y veía como sus perseguidores habían sobrepasado un cajero de la Caixa a veinte metros de ellos.
- ¡Me cago en la hostia! ¡Corre más rápido Said! ¡Los tenemos pegados encima!
Torcieron a la izquierda en cuanto pudieron y se plantaron de bruces enfrente del portón de la casa de su amigo. La verja exterior se encontraba abierta mientras José Luis peleaba con las llaves para abrir la puerta principal. Los coches se encontraban aparcados a cinco metros y tenían vía libre de obstáculos. Entraron en el pequeño espacio entre ambas puertas y Metadonasechó el pestillo justo a tiempo para que los charlis que los perseguían se quedasen al otro lado, zarandeando la verja de poco más de un metro con furia.
- ¡Por el amor de dios, abre ya esa maldita puerta! –gruñó Said mientras él y Andrés hacían fuerza contra la verja para que no cediese.
- ¡Date prisa hostia! ¡Estos cabrones me están vomitando encima!
- ¡Ya casi está joder! ¡Aguantad! –respondió mientras sostenía el manojo de llaves en las manos-.
Finalmente el gallego dio con la llave correcta y entraron en el hall, donde inspiraron grandes bocanadas de aire para recuperar el aliento antes de poder procesar cualquier tipo de información. Los tres habían sobrevivido de una pieza y Said aún no se lo podía creer. Observó que José Luis aporreaba el botón del ascensor mientras un montón de lágrimas le caían por los ojos.
- Jose, Jose, Joselas –le dijo mientras le agitaba por el hombro- No se va a abrir. Aquí tampoco hay electricidad.
-¡Mierda, Joder! – José Luis golpeó la puerta del ascensor con ambas manos entre gritos- Lo siento Said. Lo siento de veras. No se que me ha pasado ahí fuera…He sido presa del miedo o algo así y os he abandonado –José Luis se derrumbó en el suelo, apoyado contra las puertas del ascensor y llevándose la cabeza entre las piernas para que no le viesen llorar-.
- Eso te ha ocurrido porque eres un cagao –dijo Andrés en tono de desprecio. Se encontraba fumando sentado sobre las escaleras, con las piernas aún temblándole a causa de la adrelanina-.
- No te preocupes ahora por eso –Said pasó por completo de las burlas de Metadonas y se centró en calmar a su amigo-. Esta situación es nueva para todos nosotros y has hecho lo que te pedí. Entremos en tu casa. No sabemos si el portal es seguro. Vamos –Said le tendió la mano para que se levantase-.
…………………………………………………………………………………..
-Increíble. Lo hemos logrado –pronunció el argelino con alegría, mientras cerraba la puerta de la casa de su amigo y se desplomaba sobre el suelo-.
- Lo verdaderamente increíble es que aún estemos todos vivos.
- Eso si que es cierto. De ahora en adelante te debo una Metadonas.
- Me conformaría con un buen trago de cerveza para refrescarme el gaznate.
- Creo que aún nos quedan unos litros en el frigo. Voy a buscarlos.
José Luis subió las persianas del salón y el reflejo de la luna atenuó la espesa negrura que sumía su casa en la oscuridad. Después se tumbó en uno de los sofás mientras Andrés hacía lo propio sobre un sillón. Estaban destrozados. Said llegó al poco tiempo con un par de litronas aún frescas, pero antes de entrar al salón se percató de que no estaban solos allí dentro.
- Joselas… ¿Dónde me dijiste que estaba tu hermano?
- Con unos amigos suyos en las seiscientas. ¿Por qué me lo vuelves a preguntar?
- Pues porque creo que volvió a casa antes que nosotros…
-¡¿Qué?! –con un salto el gallego se levantó del sofá y envuelto en una mezcla entre confusión y sorpresa se dirigió junto a su amigo. Metadonas también se levantó intrigado-.
Bajo la fina capa de luz que se colaba desde los ventanales del resto de habitaciones podían ver como reposaban sobre el suelo del pasillo unos vaqueros y un par de bambas. Un fino reguero de gotas de sangre conducía desde la ropa hasta la puerta de los aseos situados al fondo del pasillo. En el marco del interruptor encendido habían quedado impresas en sangre las siluetas de varios dedos.
-¡Psshh! Gonzalo, ¿estás ahí? –susurró Metadonas-.
-¡Shhh!
Said hizo señas para que los tres guardasen silencio. Luego mandó a José Luis que se mantuviese alejado, enfocando con su linterna hacia la puerta. El argelino y Andrés se posicionaron a ambos lados de esta y Said le indicó con un leve gesto de manos a su amigo que procediese a abrir la puerta. Metadonas desenfundó su cuchillo de carnicero y tiró del pomo con sutileza.
Antes de poder abrirla del todo, el hermano de José Luis salió de entre la oscuridad vociferando alaridos mientras agitaba los brazos en todas direcciones. Se abalanzó sobre Andrés y lo tumbó. El chaval forcejeó a oscuras sobre el suelo mientras pedía socorro. El tiempo parecía ir más despacio para el, y los quince segundos que duró todo se le hicieron interminables hasta que una cascada de líquido espeso comenzó a brotar de la cabeza de Gonzalo, salpicando el suelo y las paredes mientras este chillaba como si estuviese siendo desollado como un cerdo en mitad del pasillo. El cuerpo del infectado comenzó a ceder y Andrés cada vez tenía que aplicar menos fuerza para combatirlo hasta que finalmente lo que había entre sus brazos dejó de tener vida. No era ni humano ni charli. Tan solo un saco de carne y huesos lleno de heridas punzantes a su espalda.
José Luis lo había conseguido. Había vencido a sus miedos. Ya no era un cobarde que huía despavorido, sino un superviviente armado de coraje frente a una situación que ninguno de ellos hubiese deseado jamás.
José Luis había matado a su hermano.
Sierras89- Recien llegado al refugio
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JAVIER (II)
22:45 CAMPUS DE ESPINARDO, MURCIA
- La cola no avanza y la muchedumbre se impacienta –susurró Zamora para sus adentros- … ¡Ey doc! ¿Puedes darte más prisa con eso?
- ¡Voy lo más rápido que puedo! –le respondió el Teniente Rodríguez mientras hacía gestos a sus chicos para que escoltasen a los afortunados hasta los autobuses- Estos ya están, ¡traedme al siguiente grupo!
- ¿Cómo ves la situación? –le preguntó Primo a Zamora-.
- Jodida –respondió este mientras se encendía un pitillo-. Demasiada gente y muy pocos porteros vigilando. Si deciden romper el cordón de seguridad la llevamos cruda… ¡Señor vuelva a la cola, aléjese del perímetro de seguridad!
Al tiempo que los militares permitían el acceso a un nuevo grupo hasta la zona de control, un hombre anciano se habría paso a empujones entre la multitud. Se situó frente la cinta de seguridad que les separaba de los soldados y comenzó a refunfuñar. Vestía una gabardina gris y llevaba un pañuelo manchado de sangre en la mano con el que se tapaba la boca mientras tosía.
Su rostro cansado y desesperado le daba muy mala espina a Zamora. Presuponía que se encontraba infectado por la gripe y que se trataba de una posible amenaza en potencia. Pero el criterio de juicio de un soldado de primera no es importante. Las normas de enfrentamiento estaban claramente delimitadas. Solo podían actuar para pedir orden y tranquilidad. Mientras que los civiles no rebasasen la zona de contención todo iría bien.
El anciano se quejaba una y otra vez sobre la lentitud con que la cola avanzaba, y exigía que en el próximo grupo los llevasen a el y a su mujer hasta los autobuses.
- Tal y como te decía. Esta operación nos supera…
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Las nubes de color gris comenzaron a concentrarse sobre sus cabezas. Los truenos se escuchaban muy de cerca y las primeras gotas de lluvia no tardaron en caer.
Javier titiritaba bajo su uniforme en un vano intento por entrar en calor mientras el frío se le clavaba bajo la piel. A pocos metros de él, Elisa se colocaba su gorra para cubrirse los ojos de la lluvia. Se quedó absorto contemplando a tal belleza. El pulso se le aceleró, y su mente creyó subir hasta las nubes mientras mostraba una amplia sonrisa de bobalicón. Estaba muy pillado por la pelifucsia.
Cristina mantenía conversación con ella.
- … Estoy deseando que esto acabe. Desde que partimos para Afganistán han pasado ocho meses y quiero disfrutar de mis merecidas vacaciones.
- Vacaciones… -Elisa suspiró- ¿Qué es eso?–preguntó con ironía- Yo también quiero que todo esto se termine. Demasiado estrés. ¿A dónde tienes pensado ir?
- A Canarias. Las primaveras son muy suaves. Me apetece tumbarme unos días en la playa para coger color y ver pivones pasearse por la orilla ligeros de ropa.
- Siempre pensando con lo mismo Cris. Anda que…
- No empieces chocho. Con lo guapa que eres no entiendo como puedes ser tan sosa para algunas cosas.
- ¿A qué te refieres?
- Déjalo, no tengo ganas de discutir… ¿Y tú que piensas hacer?
- No lo tengo claro, pero creo que pediré destino en la reserva.
- ¿¡Vas a pedir la baja!? ¿¡Por qué!?
- …He visto demasiadas cosas malas en Afganistán…Pobreza, desolación, muerte… -recordar todo aquello se le hizo pesado y doloroso- Durante todos estos años pensé que el ejército estaba hecho para mí. Creo que me equivocaba.
- Calla, ¡pero si no tienes ni el bachiller acabado chiquilla! ¿qué piensas hacer con tu vida cuando abandones el ejército?
- No lo tengo claro, pero me encantaría ser seño…
- ¡Basta por favor! deja de decir estupideces. Tú lo que tienes que hacer es que venirte conmigo de vacaciones a la isla. Ya verás como cuando pasen unos días lo ves todo de otro color.
- No gracias. Ver “pivones” pasearse por la playa no es algo que me agrade.
- Pues ahí hay uno que se ha quedado empanado mirándote. Fíjate en el cachorro…
Elisa giró la cabeza y miró hacia donde estaba Javier. La contemplaba con cara de pánfilo. Esta sonrió y le hizo un saludo con la mano al militar, que tan pronto como se dio cuenta de que le habían pillado se sonrojó y trató de disimular girándose para hablar con Blanco.
- ¿Y entonces, cual me habías dicho que era el trayecto para evacuar a los civiles?
- Joder Cachorro, te lo he explicado ya tres veces –Blanco sacó en aquel momento un mapa de la zona-. Haz el favor de prestarme atención. A ver, abandonaremos el campus por la rotonda que hay aquí al lado y tomaremos el desvío que cruza bajo la AP-7...
Aquella carretera secundaria les conduciría hastaLa Ñora, una pequeña localidad a las afueras de Murcia, y desde allí atravesarían el centro del pueblo hasta Javalí Viejo para finalmente seguir por otra secundaria hasta el acuartelamiento de Santa Bárbara. Total ocho kilómetros de recorrido que, en caso de que no encontrasen atascos y las carreteras estuviesen transitables, tardarían un mínimo de veinte minutos en recorrer con los autobuses.
Mientras discutían sobre los posibles imprevistos que podrían encontrarse en el viaje, algo sucedió en la entrada del parking.
El anciano, viendo que los soldados no le dejaban pasar junto al siguiente grupo hasta donde se encontraba el médico, sacó un revolver que escondía bajo la gabardina.
Todo sucedió muy rápido. Uno de los soldados encañonó a aquel señor y abrió fuego acribillándolo a tiros. Presa de los nervios, no pudo quitar el dedo del gatillo y el arma siguió escupiendo plomo hasta que se vació el cargador, hiriendo de gravedad y matando a gente inocente. La muchedumbre comenzó a correr y gritar.
- ¿Lo habéis visto no? Ese hombre estaba apuntándome, ¡era el o yo! –le gritaba el soldado a Zamora. Estaba histérico. Presa del pánico por lo que acababa de realizar. Mientras, sus compañeros trataban de poner orden, apuntando con sus armas a los civiles para que no atravesaran el perímetro de seguridad-.
- Todo ha pasado muy rápido, chico, pero si no dejas de apuntarme con ese rifle voy a patear tu trasero hasta que cagues sangre –le respondió el boina negra-.
La histeria colectiva se hizo presa de la muchedumbre cuando varios infectados acudieron a la llamada de los disparos. Se lanzaron como depredadores sobre la marea humana, y esta echó a correr en todas direcciones. Los soldados no podían ver lo que sucedía al otro extremo de la multitud, y retrocedieron a la vez que quitaban el seguro de sus armas y rogaban a gritos que nadie cruzase la línea de seguridad. Pero no puedes pedirle a un rebaño asustado que razone.
Un agujero de color rojo oscuro apareció sobre la camisa blanca del primer civil. Pronto, más fusiles se sumaron al ataque, y la sangre comenzó a salpicar en todas direcciones tiñendo la gravilla del aparcamiento con las vísceras de los ciudadanos.
Los chicos de la BRIPAC no se lo podían creer. Decenas de personas morían como cucarachas ante sus ojos.
A Javier se le cruzaron muchos pensamientos por la cabeza mientras veía apilarse un montículo de cadáveres enfrente suya. Aquellos cuerpos pertenecían a los ciudadanos que había jurado defender. El joven juraría haber visto cosas inhumanas en el tercer mundo, pero esto le superaba. Solo se le podía venir una palabra a la cabeza: genocidio.
Dos minutos más tarde, la marea humana se había disgregado. Mensaje captado.
El joven boina negra se encontraba encolerizado. Ya no sentía frío bajo su piel. Lleno de rabia e impotencia avanzó por el parking hasta donde se encontraban los militares que acababan de abrir fuego. Tomó a uno de ellos por el cuello de la camiseta y lo zarandeó con fuerza.
- ¡Pero que coño acabáis de hacer putos asesinos!–aquel grito sonó desgarrador. Las lágrimas le brotaban por las cuencas de los ojos, fusionándose con las gotas de lluvia que cubrían su rostro- ¡Toda esa gente no tenía la culpa de nada! ¿¡Eran de los nuestros entiendes!? ¡De los nuestros maldito cabrón! ¡Había que salvarlos!
- ¿¡Pero quién te crees que eres niñato!? ¡Quítame las manos de encima! –el soldado golpeó a Javier con la culata de su rifle en la barbilla, derribándolo en el acto-. ¡Habíamos recibido órdenes de abrir fuego si cruzaban el perímetro de seguridad! ¿¡No lo recuerdas!? Las normas de enfrentamiento están para cumplirlas.
- ¡Hijos de puta! –gritó el muchacho lleno de impotencia, mientras escupía sangre a las botas del militar-.
- ¡Eh!¡¿A dónde crees que vas?! –Zamora golpeó en el estómago a otro de los soldados que pretendía golpear a su compañero. Pronto ambos grupos se posicionaron de parte de los suyos y comenzaron a repartirse hostias-.
En medio de aquel tinglado, mientras Zamora, Primo y Cachorro se daban de palos contra cinco soldados de tierra, una figura solitaria se alzó de entre los muertos. Un policía local. Estaba cubierto de sangre por toda la camisa, y le colgaba un hilillo viscoso de color oscuro a través de la comisura de los labios. Tenía dos agujeros de bala a la altura de la clavícula, el pelo alborotado y las manos manchadas de la misma sustancia que le brotaba por la boca. Antes de lanzarse sobre los militares emitió un alarido terrible que captó la atención de los chicos.
Estos se alejaron, dejando a Javier solo. Aquel inútil había permanecido inmóvil en mitad del terraplén. Su cuerpo se encontraba muerto de miedo.
El policía local se precipitó entonces contra el muchacho.
La escena le recordó a una corrida de toros, salvo porque esta vez, la bestia era un ser humano. Aún así no iba a permitir que ese policía le cornease. Desenfundó su pistola, apuntó como buenamente pudo y disparó tres veces. Fue como un instinto animal. Algo dentro de él le exigió que acabase con aquella criatura infernal.
No bastó con tres disparos en el tórax para detener a la bestia. Para sorpresa de todos, el señor de azul siguió corriendo hacia el soldado con la misma determinación que antes. Se detuvo tras dar media docena más de pasos. Una bala le machacó la cabeza, astillando todos los huesos de su frente y destrozándole el cerebro en cachitos. El francotirador. Excelente disparo.
Mirillas le había salvado la vida por tercera vez consecutiva desde que ingresó en la brigada de paracaidistas.
- ¡Rápido, rápido, moveos!
Javier apenas acababa de escapar de su trance cuando el Teniente Álvaro Bastidahizo su aparición. Salió del interior de la residencia dando órdenes a sus chicos. Era un hombre alto y un poco corpulento, entrado en años. Pese a todo lo que acababa de ocurrir, su rostro parecía sereno. Inmutable. O estaba muy acostumbrado a este tipo de situaciones, o le daban igual todas aquellas pobres víctimas.
Bastida solo cambió su expresión cuando el Sargento Alberto Torres se le acercó y ambos comenzaron a discutir. Javier se encontraba demasiado lejos como para saber de que estaban hablando, pero no tenía pinta de ser una conversación muy amigable.
Llegado un momento, Alberto hizo llamar al Cabras, que apareció corriendo con el equipo de radio. Se puso en contacto con sus superiores.
Finalmente y en tono derrotista, colgó el auricular y llamó a Zamora mientras los soldados del ejército de tierra subían a los autobuses y se preparaban para largarse de allí.
Tras recibir instrucciones, Zamora corrió hacia Javier y le hizo unas señas para que le siguiese hasta los vehículos militares al final del aparcamiento.
- Toma Cachorro, coloca el Santa Aníbal junto a la entrada. Vamos a defender esta posición.
- ¿¡Como!? –el soldado pensó que Zamora estaba bromeándole-.
- Esas cosas –su voz adquirió un tono demasiado serio cuando señaló el cuerpo del policía-. Van a venir más. Tenemos órdenes de disparar a matar para mantenerlos a raya.
- ¿y el Sargento está de acuerdo con que nos quedemos aquí tirados?
- Tenemos que garantizar la evacuación de los civiles, no queda otra. Órdenes de la cadena de mando.
- ¡Yo me cago en la puta cadena de mando…!
…………………………………………………………………………………
En cuestión de minutos, el chispear se fue tornando tan intenso que resultaba difícil ver con claridad a más de cincuenta metros bajo la tromba de agua.
Javier subió al Santa Aníbal, una versión militar de coche ligero todoterreno. Aquel modelo tenía el techo de lona color verde camuflaje y cuatro asientos en la parte trasera.
Accionó las llaves y el motor rugió ferozmente. Colocó el vehículo en cuña frente al pórtico, junto al Rebecoequipado con ametralladora pesada de Zamora.
Al apagar el motor, vio como los autobuses emprendía su retirada. El Teniente Bastida marchaba en el primero, mientras Rodríguez cerraba el convoy. Con todo el lío, el cuarto autobús había quedado completamente vacío, transportando tan solo al médico y a los cinco soldados con los que se habían liado a palos anteriormente.
Las esperanzas de Javier se desvanecieron cuando los vehículos desaparecieron bajo la lluvia. Abandonadas a su suerte, diez almas esperaban a la muerte, obligadas a cumplir con su deber.
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Las chicas apostaron sus fusiles G36 sobre el capó de los todoterreno mientras Zamora se arrastraba hasta la parte de atrás del Rebeco para agarrar la gigantesca metralleta M2HB.
Daniel Zamoracarecía de sentido del humor. No es que fuese un tipo serio, sino que tantos años en la BRIPAC le habían dejado un tanto majara.
Era robusto. Medía por encima de metro ochenta, y a diferencia del resto de soldados de primera, tenía el pelo ligeramente largo y rizado, engominado hacia detrás. Se encendió un cigarrillo y lo dejó a remojo sobre la comisura de sus labios mientras sujetaba la ametralladora con ambas manos.
La lluvia apretó aún más. Cacchorro agarró la primera lámina de cartuchos y la introdujo en el cargador de la Browning. Luego desenfundó su USPy se aseguró de que cumpliese todas sus funciones operativas por si fuese necesario utilizarla más adelante. Luego se posicionó junto a Elisa tras la carrocería del vehículo.
Pensó que allí, en la primera línea de fuego, podría ser un lugar idóneo para dirigirse la palabra con la muchacha.
- ¿Qué crees que son esos monstruos? ¿Algún tipo de arma biotecnológica? –preguntó el muchacho-.
- No tengo ni idea, pero si sé en qué se van a convertir tan pronto como los tenga a tiro.
Elisa estaba concentrada, esperando órdenes. Estaba claro que no era momento de hablar, así que Javier aguardó el ataque en silencio, contemplando el rostro de la chica. Bajo la luz de la luna y salpicada por las gotas de lluvia, su cara le parecía aún más hermosa. No tuvo mucho tiempo para deleitarse con aquel rostro.
- ¡Enemigos a las tres en punto! –aquella era la voz del francotirador-.
- ¡Todos a sus puestos! –gritó Alejandro, que se había situado en la planta baja, junto al Cabras, que le hacía ahora de ayudante para recargar su pesada ametralladora-.
Apuntaron en dirección al bloque de edificios situados al otro lado de la carretera.
Apenas había visión. Estaba todo muy oscuro y borroso. Alcanzaron a divisar algo por la pequeña planicie que subía hasta la calle donde se encontraban. Enemigos. Once, doce, trece,… perdieron la cuenta cuando los primeros echaron a correr como posesos hacia la residencia El Sargento dio la señal de abrir fuego y los fusiles comenzaron a escupir casquillos. Los extraños invasores recibieron la descarga de las diminutas balas sacudiéndose violentamente, pero siguieron avanzando a paso firme. Estaban muy excitados. Se sentían irresistiblemente atraídos hacia los militares mientras dejaban tras de sí una estela de sangre proyectada sobre la acera.
Las ametralladoras rugieron, proyectando decenas de cartuchos por segundo que desmembraban extremidad por extremidad a sus víctimas. Estas caían al suelo y seguían arrastrándose como buenamente podían hacia ellos. Solo unos pocos cadáveres permanecieron inmóviles sobre el húmedo arcén.
El pánico se apoderó de los soldados. Sus enemigos estaban desarmados y se veían constantemente castigados por el fuego directo, pero aún así no se desmoralizaban ni daban señas de dolor.
- ¿Qué coño son estas cosas? ¿Por qué no se mueren?
- ¡Están demasiado cerca! ¡Hay que hacer algo!
- ¡A la cabeza! ¡Disparad a la cabeza! –gritó el Sargento, que pareció entenderlo todo cuando el Mirillas abatió otro objetivo con su rifle francotirador-.
Se les estaban echando encima. Javier apuntó sobre el cráneo del más próximo y disparó. Fue un tiro limpio. La bala atravesó la cabeza de aquella cosa, que se desplomó ipso facto. El resto de la unidad también comenzó a disparar contra sus cabezas. Alejandro y Zamora recargaronmunición y barrieron las piernas de la primera línea enemiga. Algunos cadáveres volaron hacia atrás al recibir el impacto de las gruesas balas sobre el tórax. La sangre se fundía con el agua sobre el suelo, creando un fluido compacto y viscoso que se desplazaba calle abajo.
Un estremecimiento recorrió nuevamente el cuerpo frío y empapado por la lluvia del joven soldado al ver que aquellas cosas continuaban avanzando a rastras. Eran insaciables. Apuntó hacia sus cuerpos mutilados y vació el cargador.
Finalmente las criaturas atravesaron lo que quedaba del puesto de control, entrando al parking de la residencia. Pese a que las bajas enemigas se contaban por decenas, cada vez había más. Acudían hacia ellos por todas direcciones.
Sin el equipo adecuado, el ruido de muchas armas disparando sin cesar puede llegar a dejarte sordo. Algo similar debió de pensar el joven boina negra cuando una granada de mano estalló a unos metros de el, haciéndole polvo los tímpanos. Uno de esos hijos de puta salió despedido por los aires y los restos de su torso aterrizaron sobre el capó del vehículo. Javier calló de espaldas en un acto reflejo por apartarse de aquel cuerpo mutilado.
La oscuridad y la lluvia les habían impedido ver contra que disparaban realmente. Suponían que era algo humanoide. Vestían como ellos y se desplazaban en bipedestación, pero lo que no imaginaban, lo que eran incapaces de presuponer, era que esos cabrones habían sido antes como ellos. Y digo antes porque aquel trozo de mierda seguía moviendo la boca en un esfuerzo por morder al chico pese a que se encontraba completamente chamuscado.
- Muertos vivientes –dijo Javier. Al encontrarse con los oídos taponados debió de pronunciar aquello demasiado alto-.
- ¡¿Cómo?! –preguntó Elisa. Que quedó impactada al contemplar aquel cuerpo sobre la carrocería del vehículo-.
- ¡¡Recargad, ya vienen más!!
- ¡Son cientos!
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GLOSARIO:
- Heckler y Koch USP: Nuevo modelo de pistola reglamentaria adquirida en 2011 por el ejército de tierra.
- Rebeco: Vehículo de alta movilidad táctico español. Gracias a su diseño modular puede ser utilizado para múltiples aplicaciones. También se le conoce como URO VAMTAC.
- Convoy: Grupo de vehículos que viajan juntos para darse apoyo mútuo.
- Browning M2HB: Ametralladora pesada que se emplea montada en vehículos de combate.
- La cola no avanza y la muchedumbre se impacienta –susurró Zamora para sus adentros- … ¡Ey doc! ¿Puedes darte más prisa con eso?
- ¡Voy lo más rápido que puedo! –le respondió el Teniente Rodríguez mientras hacía gestos a sus chicos para que escoltasen a los afortunados hasta los autobuses- Estos ya están, ¡traedme al siguiente grupo!
- ¿Cómo ves la situación? –le preguntó Primo a Zamora-.
- Jodida –respondió este mientras se encendía un pitillo-. Demasiada gente y muy pocos porteros vigilando. Si deciden romper el cordón de seguridad la llevamos cruda… ¡Señor vuelva a la cola, aléjese del perímetro de seguridad!
Al tiempo que los militares permitían el acceso a un nuevo grupo hasta la zona de control, un hombre anciano se habría paso a empujones entre la multitud. Se situó frente la cinta de seguridad que les separaba de los soldados y comenzó a refunfuñar. Vestía una gabardina gris y llevaba un pañuelo manchado de sangre en la mano con el que se tapaba la boca mientras tosía.
Su rostro cansado y desesperado le daba muy mala espina a Zamora. Presuponía que se encontraba infectado por la gripe y que se trataba de una posible amenaza en potencia. Pero el criterio de juicio de un soldado de primera no es importante. Las normas de enfrentamiento estaban claramente delimitadas. Solo podían actuar para pedir orden y tranquilidad. Mientras que los civiles no rebasasen la zona de contención todo iría bien.
El anciano se quejaba una y otra vez sobre la lentitud con que la cola avanzaba, y exigía que en el próximo grupo los llevasen a el y a su mujer hasta los autobuses.
- Tal y como te decía. Esta operación nos supera…
………………………………………………………………………………………
Las nubes de color gris comenzaron a concentrarse sobre sus cabezas. Los truenos se escuchaban muy de cerca y las primeras gotas de lluvia no tardaron en caer.
Javier titiritaba bajo su uniforme en un vano intento por entrar en calor mientras el frío se le clavaba bajo la piel. A pocos metros de él, Elisa se colocaba su gorra para cubrirse los ojos de la lluvia. Se quedó absorto contemplando a tal belleza. El pulso se le aceleró, y su mente creyó subir hasta las nubes mientras mostraba una amplia sonrisa de bobalicón. Estaba muy pillado por la pelifucsia.
Cristina mantenía conversación con ella.
- … Estoy deseando que esto acabe. Desde que partimos para Afganistán han pasado ocho meses y quiero disfrutar de mis merecidas vacaciones.
- Vacaciones… -Elisa suspiró- ¿Qué es eso?–preguntó con ironía- Yo también quiero que todo esto se termine. Demasiado estrés. ¿A dónde tienes pensado ir?
- A Canarias. Las primaveras son muy suaves. Me apetece tumbarme unos días en la playa para coger color y ver pivones pasearse por la orilla ligeros de ropa.
- Siempre pensando con lo mismo Cris. Anda que…
- No empieces chocho. Con lo guapa que eres no entiendo como puedes ser tan sosa para algunas cosas.
- ¿A qué te refieres?
- Déjalo, no tengo ganas de discutir… ¿Y tú que piensas hacer?
- No lo tengo claro, pero creo que pediré destino en la reserva.
- ¿¡Vas a pedir la baja!? ¿¡Por qué!?
- …He visto demasiadas cosas malas en Afganistán…Pobreza, desolación, muerte… -recordar todo aquello se le hizo pesado y doloroso- Durante todos estos años pensé que el ejército estaba hecho para mí. Creo que me equivocaba.
- Calla, ¡pero si no tienes ni el bachiller acabado chiquilla! ¿qué piensas hacer con tu vida cuando abandones el ejército?
- No lo tengo claro, pero me encantaría ser seño…
- ¡Basta por favor! deja de decir estupideces. Tú lo que tienes que hacer es que venirte conmigo de vacaciones a la isla. Ya verás como cuando pasen unos días lo ves todo de otro color.
- No gracias. Ver “pivones” pasearse por la playa no es algo que me agrade.
- Pues ahí hay uno que se ha quedado empanado mirándote. Fíjate en el cachorro…
Elisa giró la cabeza y miró hacia donde estaba Javier. La contemplaba con cara de pánfilo. Esta sonrió y le hizo un saludo con la mano al militar, que tan pronto como se dio cuenta de que le habían pillado se sonrojó y trató de disimular girándose para hablar con Blanco.
- ¿Y entonces, cual me habías dicho que era el trayecto para evacuar a los civiles?
- Joder Cachorro, te lo he explicado ya tres veces –Blanco sacó en aquel momento un mapa de la zona-. Haz el favor de prestarme atención. A ver, abandonaremos el campus por la rotonda que hay aquí al lado y tomaremos el desvío que cruza bajo la AP-7...
Aquella carretera secundaria les conduciría hastaLa Ñora, una pequeña localidad a las afueras de Murcia, y desde allí atravesarían el centro del pueblo hasta Javalí Viejo para finalmente seguir por otra secundaria hasta el acuartelamiento de Santa Bárbara. Total ocho kilómetros de recorrido que, en caso de que no encontrasen atascos y las carreteras estuviesen transitables, tardarían un mínimo de veinte minutos en recorrer con los autobuses.
Mientras discutían sobre los posibles imprevistos que podrían encontrarse en el viaje, algo sucedió en la entrada del parking.
El anciano, viendo que los soldados no le dejaban pasar junto al siguiente grupo hasta donde se encontraba el médico, sacó un revolver que escondía bajo la gabardina.
Todo sucedió muy rápido. Uno de los soldados encañonó a aquel señor y abrió fuego acribillándolo a tiros. Presa de los nervios, no pudo quitar el dedo del gatillo y el arma siguió escupiendo plomo hasta que se vació el cargador, hiriendo de gravedad y matando a gente inocente. La muchedumbre comenzó a correr y gritar.
- ¿Lo habéis visto no? Ese hombre estaba apuntándome, ¡era el o yo! –le gritaba el soldado a Zamora. Estaba histérico. Presa del pánico por lo que acababa de realizar. Mientras, sus compañeros trataban de poner orden, apuntando con sus armas a los civiles para que no atravesaran el perímetro de seguridad-.
- Todo ha pasado muy rápido, chico, pero si no dejas de apuntarme con ese rifle voy a patear tu trasero hasta que cagues sangre –le respondió el boina negra-.
La histeria colectiva se hizo presa de la muchedumbre cuando varios infectados acudieron a la llamada de los disparos. Se lanzaron como depredadores sobre la marea humana, y esta echó a correr en todas direcciones. Los soldados no podían ver lo que sucedía al otro extremo de la multitud, y retrocedieron a la vez que quitaban el seguro de sus armas y rogaban a gritos que nadie cruzase la línea de seguridad. Pero no puedes pedirle a un rebaño asustado que razone.
Un agujero de color rojo oscuro apareció sobre la camisa blanca del primer civil. Pronto, más fusiles se sumaron al ataque, y la sangre comenzó a salpicar en todas direcciones tiñendo la gravilla del aparcamiento con las vísceras de los ciudadanos.
Los chicos de la BRIPAC no se lo podían creer. Decenas de personas morían como cucarachas ante sus ojos.
A Javier se le cruzaron muchos pensamientos por la cabeza mientras veía apilarse un montículo de cadáveres enfrente suya. Aquellos cuerpos pertenecían a los ciudadanos que había jurado defender. El joven juraría haber visto cosas inhumanas en el tercer mundo, pero esto le superaba. Solo se le podía venir una palabra a la cabeza: genocidio.
Dos minutos más tarde, la marea humana se había disgregado. Mensaje captado.
El joven boina negra se encontraba encolerizado. Ya no sentía frío bajo su piel. Lleno de rabia e impotencia avanzó por el parking hasta donde se encontraban los militares que acababan de abrir fuego. Tomó a uno de ellos por el cuello de la camiseta y lo zarandeó con fuerza.
- ¡Pero que coño acabáis de hacer putos asesinos!–aquel grito sonó desgarrador. Las lágrimas le brotaban por las cuencas de los ojos, fusionándose con las gotas de lluvia que cubrían su rostro- ¡Toda esa gente no tenía la culpa de nada! ¿¡Eran de los nuestros entiendes!? ¡De los nuestros maldito cabrón! ¡Había que salvarlos!
- ¿¡Pero quién te crees que eres niñato!? ¡Quítame las manos de encima! –el soldado golpeó a Javier con la culata de su rifle en la barbilla, derribándolo en el acto-. ¡Habíamos recibido órdenes de abrir fuego si cruzaban el perímetro de seguridad! ¿¡No lo recuerdas!? Las normas de enfrentamiento están para cumplirlas.
- ¡Hijos de puta! –gritó el muchacho lleno de impotencia, mientras escupía sangre a las botas del militar-.
- ¡Eh!¡¿A dónde crees que vas?! –Zamora golpeó en el estómago a otro de los soldados que pretendía golpear a su compañero. Pronto ambos grupos se posicionaron de parte de los suyos y comenzaron a repartirse hostias-.
En medio de aquel tinglado, mientras Zamora, Primo y Cachorro se daban de palos contra cinco soldados de tierra, una figura solitaria se alzó de entre los muertos. Un policía local. Estaba cubierto de sangre por toda la camisa, y le colgaba un hilillo viscoso de color oscuro a través de la comisura de los labios. Tenía dos agujeros de bala a la altura de la clavícula, el pelo alborotado y las manos manchadas de la misma sustancia que le brotaba por la boca. Antes de lanzarse sobre los militares emitió un alarido terrible que captó la atención de los chicos.
Estos se alejaron, dejando a Javier solo. Aquel inútil había permanecido inmóvil en mitad del terraplén. Su cuerpo se encontraba muerto de miedo.
El policía local se precipitó entonces contra el muchacho.
La escena le recordó a una corrida de toros, salvo porque esta vez, la bestia era un ser humano. Aún así no iba a permitir que ese policía le cornease. Desenfundó su pistola, apuntó como buenamente pudo y disparó tres veces. Fue como un instinto animal. Algo dentro de él le exigió que acabase con aquella criatura infernal.
No bastó con tres disparos en el tórax para detener a la bestia. Para sorpresa de todos, el señor de azul siguió corriendo hacia el soldado con la misma determinación que antes. Se detuvo tras dar media docena más de pasos. Una bala le machacó la cabeza, astillando todos los huesos de su frente y destrozándole el cerebro en cachitos. El francotirador. Excelente disparo.
Mirillas le había salvado la vida por tercera vez consecutiva desde que ingresó en la brigada de paracaidistas.
- ¡Rápido, rápido, moveos!
Javier apenas acababa de escapar de su trance cuando el Teniente Álvaro Bastidahizo su aparición. Salió del interior de la residencia dando órdenes a sus chicos. Era un hombre alto y un poco corpulento, entrado en años. Pese a todo lo que acababa de ocurrir, su rostro parecía sereno. Inmutable. O estaba muy acostumbrado a este tipo de situaciones, o le daban igual todas aquellas pobres víctimas.
Bastida solo cambió su expresión cuando el Sargento Alberto Torres se le acercó y ambos comenzaron a discutir. Javier se encontraba demasiado lejos como para saber de que estaban hablando, pero no tenía pinta de ser una conversación muy amigable.
Llegado un momento, Alberto hizo llamar al Cabras, que apareció corriendo con el equipo de radio. Se puso en contacto con sus superiores.
Finalmente y en tono derrotista, colgó el auricular y llamó a Zamora mientras los soldados del ejército de tierra subían a los autobuses y se preparaban para largarse de allí.
Tras recibir instrucciones, Zamora corrió hacia Javier y le hizo unas señas para que le siguiese hasta los vehículos militares al final del aparcamiento.
- Toma Cachorro, coloca el Santa Aníbal junto a la entrada. Vamos a defender esta posición.
- ¿¡Como!? –el soldado pensó que Zamora estaba bromeándole-.
- Esas cosas –su voz adquirió un tono demasiado serio cuando señaló el cuerpo del policía-. Van a venir más. Tenemos órdenes de disparar a matar para mantenerlos a raya.
- ¿y el Sargento está de acuerdo con que nos quedemos aquí tirados?
- Tenemos que garantizar la evacuación de los civiles, no queda otra. Órdenes de la cadena de mando.
- ¡Yo me cago en la puta cadena de mando…!
…………………………………………………………………………………
En cuestión de minutos, el chispear se fue tornando tan intenso que resultaba difícil ver con claridad a más de cincuenta metros bajo la tromba de agua.
Javier subió al Santa Aníbal, una versión militar de coche ligero todoterreno. Aquel modelo tenía el techo de lona color verde camuflaje y cuatro asientos en la parte trasera.
Accionó las llaves y el motor rugió ferozmente. Colocó el vehículo en cuña frente al pórtico, junto al Rebecoequipado con ametralladora pesada de Zamora.
Al apagar el motor, vio como los autobuses emprendía su retirada. El Teniente Bastida marchaba en el primero, mientras Rodríguez cerraba el convoy. Con todo el lío, el cuarto autobús había quedado completamente vacío, transportando tan solo al médico y a los cinco soldados con los que se habían liado a palos anteriormente.
Las esperanzas de Javier se desvanecieron cuando los vehículos desaparecieron bajo la lluvia. Abandonadas a su suerte, diez almas esperaban a la muerte, obligadas a cumplir con su deber.
…………………………………………………………………………………
Las chicas apostaron sus fusiles G36 sobre el capó de los todoterreno mientras Zamora se arrastraba hasta la parte de atrás del Rebeco para agarrar la gigantesca metralleta M2HB.
Daniel Zamoracarecía de sentido del humor. No es que fuese un tipo serio, sino que tantos años en la BRIPAC le habían dejado un tanto majara.
Era robusto. Medía por encima de metro ochenta, y a diferencia del resto de soldados de primera, tenía el pelo ligeramente largo y rizado, engominado hacia detrás. Se encendió un cigarrillo y lo dejó a remojo sobre la comisura de sus labios mientras sujetaba la ametralladora con ambas manos.
La lluvia apretó aún más. Cacchorro agarró la primera lámina de cartuchos y la introdujo en el cargador de la Browning. Luego desenfundó su USPy se aseguró de que cumpliese todas sus funciones operativas por si fuese necesario utilizarla más adelante. Luego se posicionó junto a Elisa tras la carrocería del vehículo.
Pensó que allí, en la primera línea de fuego, podría ser un lugar idóneo para dirigirse la palabra con la muchacha.
- ¿Qué crees que son esos monstruos? ¿Algún tipo de arma biotecnológica? –preguntó el muchacho-.
- No tengo ni idea, pero si sé en qué se van a convertir tan pronto como los tenga a tiro.
Elisa estaba concentrada, esperando órdenes. Estaba claro que no era momento de hablar, así que Javier aguardó el ataque en silencio, contemplando el rostro de la chica. Bajo la luz de la luna y salpicada por las gotas de lluvia, su cara le parecía aún más hermosa. No tuvo mucho tiempo para deleitarse con aquel rostro.
- ¡Enemigos a las tres en punto! –aquella era la voz del francotirador-.
- ¡Todos a sus puestos! –gritó Alejandro, que se había situado en la planta baja, junto al Cabras, que le hacía ahora de ayudante para recargar su pesada ametralladora-.
Apuntaron en dirección al bloque de edificios situados al otro lado de la carretera.
Apenas había visión. Estaba todo muy oscuro y borroso. Alcanzaron a divisar algo por la pequeña planicie que subía hasta la calle donde se encontraban. Enemigos. Once, doce, trece,… perdieron la cuenta cuando los primeros echaron a correr como posesos hacia la residencia El Sargento dio la señal de abrir fuego y los fusiles comenzaron a escupir casquillos. Los extraños invasores recibieron la descarga de las diminutas balas sacudiéndose violentamente, pero siguieron avanzando a paso firme. Estaban muy excitados. Se sentían irresistiblemente atraídos hacia los militares mientras dejaban tras de sí una estela de sangre proyectada sobre la acera.
Las ametralladoras rugieron, proyectando decenas de cartuchos por segundo que desmembraban extremidad por extremidad a sus víctimas. Estas caían al suelo y seguían arrastrándose como buenamente podían hacia ellos. Solo unos pocos cadáveres permanecieron inmóviles sobre el húmedo arcén.
El pánico se apoderó de los soldados. Sus enemigos estaban desarmados y se veían constantemente castigados por el fuego directo, pero aún así no se desmoralizaban ni daban señas de dolor.
- ¿Qué coño son estas cosas? ¿Por qué no se mueren?
- ¡Están demasiado cerca! ¡Hay que hacer algo!
- ¡A la cabeza! ¡Disparad a la cabeza! –gritó el Sargento, que pareció entenderlo todo cuando el Mirillas abatió otro objetivo con su rifle francotirador-.
Se les estaban echando encima. Javier apuntó sobre el cráneo del más próximo y disparó. Fue un tiro limpio. La bala atravesó la cabeza de aquella cosa, que se desplomó ipso facto. El resto de la unidad también comenzó a disparar contra sus cabezas. Alejandro y Zamora recargaronmunición y barrieron las piernas de la primera línea enemiga. Algunos cadáveres volaron hacia atrás al recibir el impacto de las gruesas balas sobre el tórax. La sangre se fundía con el agua sobre el suelo, creando un fluido compacto y viscoso que se desplazaba calle abajo.
Un estremecimiento recorrió nuevamente el cuerpo frío y empapado por la lluvia del joven soldado al ver que aquellas cosas continuaban avanzando a rastras. Eran insaciables. Apuntó hacia sus cuerpos mutilados y vació el cargador.
Finalmente las criaturas atravesaron lo que quedaba del puesto de control, entrando al parking de la residencia. Pese a que las bajas enemigas se contaban por decenas, cada vez había más. Acudían hacia ellos por todas direcciones.
Sin el equipo adecuado, el ruido de muchas armas disparando sin cesar puede llegar a dejarte sordo. Algo similar debió de pensar el joven boina negra cuando una granada de mano estalló a unos metros de el, haciéndole polvo los tímpanos. Uno de esos hijos de puta salió despedido por los aires y los restos de su torso aterrizaron sobre el capó del vehículo. Javier calló de espaldas en un acto reflejo por apartarse de aquel cuerpo mutilado.
La oscuridad y la lluvia les habían impedido ver contra que disparaban realmente. Suponían que era algo humanoide. Vestían como ellos y se desplazaban en bipedestación, pero lo que no imaginaban, lo que eran incapaces de presuponer, era que esos cabrones habían sido antes como ellos. Y digo antes porque aquel trozo de mierda seguía moviendo la boca en un esfuerzo por morder al chico pese a que se encontraba completamente chamuscado.
- Muertos vivientes –dijo Javier. Al encontrarse con los oídos taponados debió de pronunciar aquello demasiado alto-.
- ¡¿Cómo?! –preguntó Elisa. Que quedó impactada al contemplar aquel cuerpo sobre la carrocería del vehículo-.
- ¡¡Recargad, ya vienen más!!
- ¡Son cientos!
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GLOSARIO:
- Heckler y Koch USP: Nuevo modelo de pistola reglamentaria adquirida en 2011 por el ejército de tierra.
- Rebeco: Vehículo de alta movilidad táctico español. Gracias a su diseño modular puede ser utilizado para múltiples aplicaciones. También se le conoce como URO VAMTAC.
- Convoy: Grupo de vehículos que viajan juntos para darse apoyo mútuo.
- Browning M2HB: Ametralladora pesada que se emplea montada en vehículos de combate.
Sierras89- Recien llegado al refugio
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RAFA II
21:20, CALLE REAL
Sin coche en el que escapar solo quedaba una opción: Correr. Correr tan rápido y tan lejos como sus piernas les permitiesen hasta encontrar un lugar seguro.
El lema olímpico, Citius, Altius, Fortius (más rápido, más alto, más fuerte). A esa expresión habían quedado reducidas sus vidas. Solo los mejor adaptados sobrevivirían a este Armagedón, y ellos no parecían precisamente los candidatos más aptos para ocupar la vacante de superviviente.
A Rafa y Jesús ya les pesaba el alma del esfuerzo. Habían recorrido prácticamente toda la Calle Real dando esquinazo a varios infectados, pero no eran los únicos que corrían como posesos: mucha más gente se encontraba en su mismo pellejo, tratando de huir también.
- Estamos jodidos tronco –Jesús jadeaba- esto no tiene fin. Solo más… más camino en línea recta…No… No me quedan fuerzas…
- ¡Aguanta hermano! ¡La entrada del Arsenalestá aquí al lado… eso tiene que ser seguro! Los… Los militares nos protegerán.
Pronto quedaron patidifusos al alcanzar la puerta del recinto. El fabuloso plan de Rafa tenía un gran fallo: muchos habitantes de la zona habían pensado justo lo mismo que él, penetrando tras las amarillas murallas del Arsenal y atrayendo consigo a los infectados.
Muchas de esas criaturas se encontraban detrás de la puerta. Encorvados. Alimentándose con las entrañas de decenas de cadáveres. Roían sus cuerpos como ratas, hurgando entre las fibras musculares en busca del tejido adiposo. Grasiento. Grasiento y tierno. Como más les gustaba.
El macabro festín unido a la falta de oxígeno y la acumulación de ácido láctico le jugaron una mala pasada a Jesús, que calló rendido sobre el suelo con las piernas agarrotadas. La visión de todas aquellas criaturas alimentándose, unido a su lamentable estado de salud, consiguieron que comenzase a vomitar todo lo que había comido aquel día.
La moral de ambos se encontraba bajo mínimos. ¿Sin fuerzas ni para respirar, como diantres iban a juntar la voluntad suficiente para no quedarse allí tirados? Sólo era cuestión de tiempo que alguna de esas criaturas se percatase de su presencia.
- Y ahora… ¿Por donde?–preguntó Jesús mientras se secaba las babas con la manga-.
- …Por aquí –Rafa agarró a su amigo del pescuezo y echaron a correr junto a Capitanía-.
- ¿A dónde me llevas? Por aquí se… se vuelve al centro de la ciudad. No tendremos escapatoria.
- Confía en mi…¡Resiste coño!
Rafa no iba a permitir que aquellas cosas lo devorasen. Se aferraría a su vida como si fuese un clavo ardiendo. Siempre lo había echo. Valoraba su pellejo demasiado para darse por vencido tan pronto. Aunque la idea del Arsenal hubiese resultado un fracaso total aún le quedaba un as en la manga. Ver a su amigo potar le había dado una magnífica idea.
Tras bordear Capitanía giraron a la izquierda, llegando hasta una estrecha callejuela que se juntaba más adelante con la Calle Mayor. Pero no era hasta allí a donde tenía pensado llegar Rafa.
- ¡Está abierto! –su cuerpo se cargó momentáneamente de vitalidad-. ¡Entremos, rápido!
- ¿Al Apoca? ¿Qui…quieres que paremos a tomarnos unos tercios para reponer fuerzas… pe…pedazo de… de mamón?
- Algo parecido… No me hagas hablar que… me… me falta el aliento… Entremos y bloqueemos la puerta.
En mitad del callejón colgaba el letrero del bar Apocalipsis, donde Said y todos sus amigos habían pasado decenas de noches bebiendo cerveza. Conocían muy bien aquel tugurio de mala muerte. La vomitera del cocinero le hizo recordar a Rafa todas las noches que había acabado sujetando a su amigo por la cabeza mientras este lo echaba todo por el váter.
Rafa entró primero en el local, empujando a Jesús a su interior y exigiéndole rapidez para bloquear la puerta como buenamente pudiesen.
El joven respiró aliviado mientras taponaba la entrada y sentía que se habían librado de los monstruos. Pero aquel sentimiento de alivio duró poco. Se disipó fugazmente cuando escuchó los gemidos de una de esas cosas detrás suya.
Ambos amigos se miraron cara a cara, en silencio, como preguntándose el uno al otro si realmente habían escuchado lo mismo. No hizo falta respuesta. Un nuevo gemido a sus espaldas les sirvió para cerciorarse.
Era la chica que solía trabajar de camarera en el Ápoca. Se encontraba a lo lejos, junto al billar que había cerca de los aseos. El tenso silencio se rompió cuando la camarera se lanzó apresuradamente hacia ellos, y Rafa, cansado ya de huir, le salió al encuentro enfurecido.
Caminó a paso decidido por el estrecho pasillo que quedaba junto a la barra del bar hasta que la infectada se encontró a escasos metros de él. Entonces preparó su puño derecho. Se encorvó hacia atrás rotando su cadera para ganar recorrido e impulso, y le asestó un derechazo brutal sobre el maxilar, hundiéndole la mandíbula inferior hacia arriba con tanta fuerza que un puñado de dientes astillados salieron disparados por los aires.
La camarera acabó tendida sobre el suelo, y antes de que pudiese levantarse, en un momento de enajenación e impotencia, Rafa agarró un taburete con ambas manos y arremetió con el bruscamente contra el rostro de la chica. A los siete golpes el cráneo ya había dejado de existir. En su lugar, desparramado sobre el suelo, se encontraba un puré de sesos que se extendía hasta el tapiado de las lúgubres paredes del establecimiento. La frustración de Rafa era total. Su cerebro actuaba cada vez más violentamente a medida que se hacía más evidente que todo aquello era real.
- ¡¡¡PUTA, PUTA, PUTA!!! ¡¡¡Que me cobrabas dos euros por cada tercio y eras una jodida estrecha!!! ¿¡¿¡Quién esta pagado ahora, eh!?!?
- Rafa, Rafa, ¡Rafa! ¡Ya basta tío, está muerta! ¡Le has reventado la cabeza joder!
- ¡Ahhh mierda!… ¡Esta zorra me ha dejado pringado de sangre!... Dios… Necesito un trago.
Cuando su amigo se hubo relajado un poco, Jesús avanzó hasta el fondo del bar e inspeccionó los aseos cuidadosamente en busca de más criaturas.
- Todo despejado. Creo que deberíamos de cerrar esa puerta con candado cuanto antes… Joder Rafa, deja de golpear a la pobre muchacha, no tiene la culpa de no haber querido nunca liarse conti…
Escucharon el sonido de algo desplomándose sobre el suelo. Entre Rafa y Jesús, en medio del pasillo frente a la barra, había un pequeño habitáculo donde guardaban los barriles de cerveza y tenían colocado un viejo futbolín desengrasado. Por el par de escalones que daban acceso a la sala comenzó a deslizar el espumoso líquido dorado que contenían los recipientes. Aguardaron en silencio. Se escuchó el chapotear de unos pasos dentro de la habitación, seguidos de la aparición de la dueña del bar, que bajó los peldaños con la calma y tranquilidad de quien divaga inmerso en su propio mundo, ajeno a todo lo que sucede a su alrededor.
Era una mujer mayor. Rechoncha. De más de noventa kilos. Vestía unos pantis rotos y una camiseta de redecillas. En el pasado siempre se habían reído de ella mientras les servía cañas, pero ahora más bien les daba lástima. Tenía los brazos acribillados a mordiscos y las uñas rotas. La señora o lo que quisiese que fuera ahora clavó su gélida mirada sobre el cadáver inerte que yacía sobre el suelo. Pese a estar infectada parecía que aún guardase algo de cordura. Comprendía que su camarera estaba muerta. Muerta para siempre. Emitió un chirrido de desesperación a la par que se tiraba del pelo, arrancándose varios mechones de cabello. Luego contempló la figura del asesino de su amiga.
El pulso y la respiración de Rafa volvieron a acelerarse. Ese ser le estaba contemplando fijamente a través de sus cuencas vacías de vida. No era algo con lo que se pudiese mediar. Rafa se lamentó por su mala suerte. Era la segunda vez que una de esas cosas lo contemplaba tan de cerca.
De pleno improviso la mujer se abalanzó sobre el chico, que reaccionó a tiempo, consiguiendo detener a la mole, la cual lo había arrinconado ahora contra la pared. Al igual que el resto de esas criaturas, ahora se encontraba muy sobreexcitada. Se movía convulsamente mientras trataba de arrancarle la yugular de cuajo.
- ¡Ayuda Jesús! ¡Esta puta gorda pesa demasiado! ¡No puedo solo!
Jesús no sabía que hacer. Echó un rápido vistazo a su alrededor y detuvo su mirada al otro lado de la barra. Una hermosa espada medieval colgaba de la pared frente a sus ojos, tras la caja registradora. No se lo pensó dos veces: se subió sobre la barra, agarró la espada, se colocó tras la infectada, y clavó el acero con fuerza, hundiéndole la hoja en el cráneo. Esta le atravesó el cerebro y acabó asomando por la boca de la criatura, deteniéndose a escasos centímetros de la cara de su amigo.
- ¡Hijo de puta! ¡Por poco me matas! –contestó Rafa mientras se deshacía del cadáver-.
- ¿Qué tal un gracias por salvarme la vida y todo eso? –le respondió Jesús mientras propinaba un par de puntapiés al cuerpo de su víctima, comprobando que se encontrase muerta-… Eres un hijo de puta con mucha suerte, ¿sabes?
- La verdad es que sí. Aún sigo de una pieza.
- No lo decía por eso tronco.
- ¿Y entonces?
- ¿No te has dado cuenta? Ya van tres mujeres que te tiran esta noche.
- Capullo…
Rafa rebuscó entre los cadáveres hasta que dio con las llaves de la verja. Pero antes de poder cerrar, la pequeña barricada que habían montado en la puerta principal cedió, y tres infectados entraron corriendo.
Jesús reaccionó tan rápido como pudo, cargando contra el primero e incrustando el acero de su espada en el cráneo de su agresor. El segundo infectado se encontraba muy cerca. Lo tenían crudo. Mientras se encomendaban a Dios y se preparaban para el choque resonaron dentro del bar dos disparos. Los infectados se desplomaron sobre el suelo, pringando a Jesús de sangre hasta arriba. Cuando se limpió los ojos divisó al artífice de los disparos. Un policía moribundo apoyado junto a la puerta.
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GLOSARIO:
- Capitanía: Residencia Real del Rey de España situada en la zona centro de Cartagena, junto a la calle real.
Sin coche en el que escapar solo quedaba una opción: Correr. Correr tan rápido y tan lejos como sus piernas les permitiesen hasta encontrar un lugar seguro.
El lema olímpico, Citius, Altius, Fortius (más rápido, más alto, más fuerte). A esa expresión habían quedado reducidas sus vidas. Solo los mejor adaptados sobrevivirían a este Armagedón, y ellos no parecían precisamente los candidatos más aptos para ocupar la vacante de superviviente.
A Rafa y Jesús ya les pesaba el alma del esfuerzo. Habían recorrido prácticamente toda la Calle Real dando esquinazo a varios infectados, pero no eran los únicos que corrían como posesos: mucha más gente se encontraba en su mismo pellejo, tratando de huir también.
- Estamos jodidos tronco –Jesús jadeaba- esto no tiene fin. Solo más… más camino en línea recta…No… No me quedan fuerzas…
- ¡Aguanta hermano! ¡La entrada del Arsenalestá aquí al lado… eso tiene que ser seguro! Los… Los militares nos protegerán.
Pronto quedaron patidifusos al alcanzar la puerta del recinto. El fabuloso plan de Rafa tenía un gran fallo: muchos habitantes de la zona habían pensado justo lo mismo que él, penetrando tras las amarillas murallas del Arsenal y atrayendo consigo a los infectados.
Muchas de esas criaturas se encontraban detrás de la puerta. Encorvados. Alimentándose con las entrañas de decenas de cadáveres. Roían sus cuerpos como ratas, hurgando entre las fibras musculares en busca del tejido adiposo. Grasiento. Grasiento y tierno. Como más les gustaba.
El macabro festín unido a la falta de oxígeno y la acumulación de ácido láctico le jugaron una mala pasada a Jesús, que calló rendido sobre el suelo con las piernas agarrotadas. La visión de todas aquellas criaturas alimentándose, unido a su lamentable estado de salud, consiguieron que comenzase a vomitar todo lo que había comido aquel día.
La moral de ambos se encontraba bajo mínimos. ¿Sin fuerzas ni para respirar, como diantres iban a juntar la voluntad suficiente para no quedarse allí tirados? Sólo era cuestión de tiempo que alguna de esas criaturas se percatase de su presencia.
- Y ahora… ¿Por donde?–preguntó Jesús mientras se secaba las babas con la manga-.
- …Por aquí –Rafa agarró a su amigo del pescuezo y echaron a correr junto a Capitanía-.
- ¿A dónde me llevas? Por aquí se… se vuelve al centro de la ciudad. No tendremos escapatoria.
- Confía en mi…¡Resiste coño!
Rafa no iba a permitir que aquellas cosas lo devorasen. Se aferraría a su vida como si fuese un clavo ardiendo. Siempre lo había echo. Valoraba su pellejo demasiado para darse por vencido tan pronto. Aunque la idea del Arsenal hubiese resultado un fracaso total aún le quedaba un as en la manga. Ver a su amigo potar le había dado una magnífica idea.
Tras bordear Capitanía giraron a la izquierda, llegando hasta una estrecha callejuela que se juntaba más adelante con la Calle Mayor. Pero no era hasta allí a donde tenía pensado llegar Rafa.
- ¡Está abierto! –su cuerpo se cargó momentáneamente de vitalidad-. ¡Entremos, rápido!
- ¿Al Apoca? ¿Qui…quieres que paremos a tomarnos unos tercios para reponer fuerzas… pe…pedazo de… de mamón?
- Algo parecido… No me hagas hablar que… me… me falta el aliento… Entremos y bloqueemos la puerta.
En mitad del callejón colgaba el letrero del bar Apocalipsis, donde Said y todos sus amigos habían pasado decenas de noches bebiendo cerveza. Conocían muy bien aquel tugurio de mala muerte. La vomitera del cocinero le hizo recordar a Rafa todas las noches que había acabado sujetando a su amigo por la cabeza mientras este lo echaba todo por el váter.
Rafa entró primero en el local, empujando a Jesús a su interior y exigiéndole rapidez para bloquear la puerta como buenamente pudiesen.
El joven respiró aliviado mientras taponaba la entrada y sentía que se habían librado de los monstruos. Pero aquel sentimiento de alivio duró poco. Se disipó fugazmente cuando escuchó los gemidos de una de esas cosas detrás suya.
Ambos amigos se miraron cara a cara, en silencio, como preguntándose el uno al otro si realmente habían escuchado lo mismo. No hizo falta respuesta. Un nuevo gemido a sus espaldas les sirvió para cerciorarse.
Era la chica que solía trabajar de camarera en el Ápoca. Se encontraba a lo lejos, junto al billar que había cerca de los aseos. El tenso silencio se rompió cuando la camarera se lanzó apresuradamente hacia ellos, y Rafa, cansado ya de huir, le salió al encuentro enfurecido.
Caminó a paso decidido por el estrecho pasillo que quedaba junto a la barra del bar hasta que la infectada se encontró a escasos metros de él. Entonces preparó su puño derecho. Se encorvó hacia atrás rotando su cadera para ganar recorrido e impulso, y le asestó un derechazo brutal sobre el maxilar, hundiéndole la mandíbula inferior hacia arriba con tanta fuerza que un puñado de dientes astillados salieron disparados por los aires.
La camarera acabó tendida sobre el suelo, y antes de que pudiese levantarse, en un momento de enajenación e impotencia, Rafa agarró un taburete con ambas manos y arremetió con el bruscamente contra el rostro de la chica. A los siete golpes el cráneo ya había dejado de existir. En su lugar, desparramado sobre el suelo, se encontraba un puré de sesos que se extendía hasta el tapiado de las lúgubres paredes del establecimiento. La frustración de Rafa era total. Su cerebro actuaba cada vez más violentamente a medida que se hacía más evidente que todo aquello era real.
- ¡¡¡PUTA, PUTA, PUTA!!! ¡¡¡Que me cobrabas dos euros por cada tercio y eras una jodida estrecha!!! ¿¡¿¡Quién esta pagado ahora, eh!?!?
- Rafa, Rafa, ¡Rafa! ¡Ya basta tío, está muerta! ¡Le has reventado la cabeza joder!
- ¡Ahhh mierda!… ¡Esta zorra me ha dejado pringado de sangre!... Dios… Necesito un trago.
Cuando su amigo se hubo relajado un poco, Jesús avanzó hasta el fondo del bar e inspeccionó los aseos cuidadosamente en busca de más criaturas.
- Todo despejado. Creo que deberíamos de cerrar esa puerta con candado cuanto antes… Joder Rafa, deja de golpear a la pobre muchacha, no tiene la culpa de no haber querido nunca liarse conti…
Escucharon el sonido de algo desplomándose sobre el suelo. Entre Rafa y Jesús, en medio del pasillo frente a la barra, había un pequeño habitáculo donde guardaban los barriles de cerveza y tenían colocado un viejo futbolín desengrasado. Por el par de escalones que daban acceso a la sala comenzó a deslizar el espumoso líquido dorado que contenían los recipientes. Aguardaron en silencio. Se escuchó el chapotear de unos pasos dentro de la habitación, seguidos de la aparición de la dueña del bar, que bajó los peldaños con la calma y tranquilidad de quien divaga inmerso en su propio mundo, ajeno a todo lo que sucede a su alrededor.
Era una mujer mayor. Rechoncha. De más de noventa kilos. Vestía unos pantis rotos y una camiseta de redecillas. En el pasado siempre se habían reído de ella mientras les servía cañas, pero ahora más bien les daba lástima. Tenía los brazos acribillados a mordiscos y las uñas rotas. La señora o lo que quisiese que fuera ahora clavó su gélida mirada sobre el cadáver inerte que yacía sobre el suelo. Pese a estar infectada parecía que aún guardase algo de cordura. Comprendía que su camarera estaba muerta. Muerta para siempre. Emitió un chirrido de desesperación a la par que se tiraba del pelo, arrancándose varios mechones de cabello. Luego contempló la figura del asesino de su amiga.
El pulso y la respiración de Rafa volvieron a acelerarse. Ese ser le estaba contemplando fijamente a través de sus cuencas vacías de vida. No era algo con lo que se pudiese mediar. Rafa se lamentó por su mala suerte. Era la segunda vez que una de esas cosas lo contemplaba tan de cerca.
De pleno improviso la mujer se abalanzó sobre el chico, que reaccionó a tiempo, consiguiendo detener a la mole, la cual lo había arrinconado ahora contra la pared. Al igual que el resto de esas criaturas, ahora se encontraba muy sobreexcitada. Se movía convulsamente mientras trataba de arrancarle la yugular de cuajo.
- ¡Ayuda Jesús! ¡Esta puta gorda pesa demasiado! ¡No puedo solo!
Jesús no sabía que hacer. Echó un rápido vistazo a su alrededor y detuvo su mirada al otro lado de la barra. Una hermosa espada medieval colgaba de la pared frente a sus ojos, tras la caja registradora. No se lo pensó dos veces: se subió sobre la barra, agarró la espada, se colocó tras la infectada, y clavó el acero con fuerza, hundiéndole la hoja en el cráneo. Esta le atravesó el cerebro y acabó asomando por la boca de la criatura, deteniéndose a escasos centímetros de la cara de su amigo.
- ¡Hijo de puta! ¡Por poco me matas! –contestó Rafa mientras se deshacía del cadáver-.
- ¿Qué tal un gracias por salvarme la vida y todo eso? –le respondió Jesús mientras propinaba un par de puntapiés al cuerpo de su víctima, comprobando que se encontrase muerta-… Eres un hijo de puta con mucha suerte, ¿sabes?
- La verdad es que sí. Aún sigo de una pieza.
- No lo decía por eso tronco.
- ¿Y entonces?
- ¿No te has dado cuenta? Ya van tres mujeres que te tiran esta noche.
- Capullo…
Rafa rebuscó entre los cadáveres hasta que dio con las llaves de la verja. Pero antes de poder cerrar, la pequeña barricada que habían montado en la puerta principal cedió, y tres infectados entraron corriendo.
Jesús reaccionó tan rápido como pudo, cargando contra el primero e incrustando el acero de su espada en el cráneo de su agresor. El segundo infectado se encontraba muy cerca. Lo tenían crudo. Mientras se encomendaban a Dios y se preparaban para el choque resonaron dentro del bar dos disparos. Los infectados se desplomaron sobre el suelo, pringando a Jesús de sangre hasta arriba. Cuando se limpió los ojos divisó al artífice de los disparos. Un policía moribundo apoyado junto a la puerta.
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GLOSARIO:
- Capitanía: Residencia Real del Rey de España situada en la zona centro de Cartagena, junto a la calle real.
Sierras89- Recien llegado al refugio
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SAID IV
CASA DE JOSÉ LUIS, 1:00
El reloj del salón marcaba la una en punto. Said y Andrés habían envuelto el cuerpo inerte del hermano de José Luis entre sábanas, dejándolo apartado en una de las habitaciones.
Se encontraban pensando en sus cosas, en silencio. Metadonas fumaba un pitillo mientras saboreaba un litro de cerveza. El alcohol y las drogas le habían ayudado durante las últimas horas para aguantar el tipo y no desmoronarse. Le gustaba vivir en ese estado, no deseaba que le entrase el bajón en aquel momento.
No dejaba de mover la pierna derecha. Estaba nervioso. Quería marcharse de allí rápidamente y encontrar a su amigo. No importaría lo que pasase después, tan sólo deseaba volverle a ver. Rafa estaba por encima de Said y los demás. Lo consideraba como a un miembro de su familia -y andaba bastante escueto de familiares en el presente-. Las drogas estaban trastornando su cabeza, ansiaba con ganas salir a la calle y seguir matando infectados. Aquel machetazo en la cabeza de la mujer le había producido placer. El placer que producía matar sin remordimientos, sin que le pudiesen juzgar por ello. Algo estaba comenzando a cambiar en el interior de su cabeza.
El argelino estaba asomado a la ventana, desde donde observaba los coches con anhelo, tratando de recrear el plan de escape una y otra vez en su mente. Quería mantener el cerebro ocupado, sin pensar en su hermana ni en su madre. Todo había sucedido demasiado rápido y resultaba difícil de encajar que hace tan sólo cuatro horas estuviese en aquel mismo salón, tumbado frente al televisor sin preocuparse por nada. “Zombis… qué disparate… en la vida podía haber pensado que me pasaría esto… hay que actuar. Hay que actuar rápido. Tenemos que salir de la ciudad. Las carreteras deben de estar petadas de gente… quizás por mar…pero el tiempo parece que va a empeorar, quizás no sea seguro. Jose… pobre…espero no tener que pasar nunca por eso… ¿y qué habrá sido de mis compañeros del ejército? ¿Y mis amigos de la universidad? ¿Habrán sobrevivido? ¡Dios tengo que hacer algo o me voy a volver loco!”.
- ¿A dónde vas? –preguntó Metadonas-.
- A la cocina. Voy a empaquetar todo lo que pueda ser comestible para nuestro viaje.
En la otra punta de la casa, José Luis se encontraba solo en su habitación, acostado boca abajo y con la cara hundida en su cabecera. Trataba de ocultar sus lágrimas.
Gonzalo no había sido el mejor hermano que uno desearía tener. Pero aún así le tenía aprecio. Mucho aprecio. No solo por los lazos de sangre que los vinculaban, sino porque eran ya dieciocho años teniendo que aguantarlo. Siempre estaban peleándose por todo; se llevaban como el perro y el gato. Discutían día y noche… Pero ya no volvería a poder hacerlo. El recuerdo de las broncas de su padre, las collejas que Gonzalo le daba cuando no estaba atento, las veces que no paraba de darle la brasa hablando sobre coches, soportar su empalagosería mientras hablaba con la novia por teléfono… José Luis sonrió. Después de todo eran buenos recuerdos. Recuerdos que jamás olvidaría. Había tenido que matar a Gonzalo, si, se había convertido en una de esas cosas y no tenía alternativa. Aún así siempre seguiría vivo en su mente. José Luis se levantó de la cama y se secó las lagrimas. “Tu muerte no habrá sido en vano… sobreviviré por ti… es lo único que puedo hacer. Nos vemos Gon…”.
Jose cruzó la puerta de su habitación con determinación. Se acabó lo de ser un gallina.
- Es hora de mover el culo, ¿A dónde vamos? –José Luis irrumpió en la cocina-.
- ¿Te encuentras ya mejor, amigo? No hay prisa. ¿Quieres que continuemos ya con el plan?
- Por supuesto –Jose asintió-. A partir de ahora va a ser así siempre. No será la última vez que tenga que matar un charli. Si dejamos que nos afecte estamos jodidos.
- ¡Así se habla mente fría! Me la pone gorda estar rodeado de asesinos.
- Ya vale Andrés… En ese caso carguemos con todo lo que podamos necesitar. Trae algo de ropa y todos los medicamentos que tengas. Por cierto, tu viejo es militar. Debe tener algún arma en casa, ¿no?
- Sí. Hay un par de pistolas en su habitación. Voy por ellas.
……………………………………………………………………………………………
Un cuarto de hora después tenían tres mochilas cargadas hasta arriba de medicamentos y útiles, varios sacos de dormir y una bolsa de basura llena de comida junto a la puerta. Said se había puesto sobre la sudadera un chaquetón azul de forro polar a prueba de mordeduras. Deberían morderlo con demasiada fuerza si querían atravesar todas aquellas capas de ropa.
El padre de José Luis tenía dos armas de fuego de corta distancia dentro de su caja fuerte. Un revólver M10 Bell y una Glock 17 9mm semiautomática.
Said se sintió muy atraído por la G17. Recorrió con sus dedos el polímero y el plástico que componían el cañón del arma y la agarró por la empuñadura. Pesaba poco. Le gustaba.
Pese a que tenían armas, la munición era otra historia… Treinta cartuchos para el revólver y tres cargadores de Glock. Deberían dosificar todas esas balas. Era importante que les durasen lo suficiente como para escapar de la ciudad.
- Recuerda Jose. Dispara solo a la cabeza. Un objetivo, una bala.
- Hace años que no utilizo una de estas. No prometo nada.
- Bueno, aún así. Retrasemos todo lo posible su uso. Posiblemente los charlis acudan con el ruido de los disparos.
Said le pidió el teléfono móvil a su amigo. Paolo tardó tiempo en contestar, pero finalmente aceptó la llamada. Le dijo al italiano que cargasen con todos los suministros que pudiesen llevar a la espalda y que se preparasen para bajar.
- Guay, estaremos listos en diez minutos, pero no nos hagas estar mucho tiempo ahí abajo.
-No te preocupes, el sentimiento es mutuo. Cuando os vuelva a llamar salir cagando leches hasta la carretera.
- Accettato ¡Buena suerte!
Transcurridos cinco largos minutos Andrés abrió con cautela y salió al pasillo con la linterna.
- Esperad. Me falta algo.
- ¿Que cojones? ¿Va enserio Said? ¿De verdad te lo vas a llevar? –José Luis se quedó perplejo mientras observaba como su amigo aparecía con un maletín negro donde guardaba su viejo portátil-.
- Por supuesto. No tengo ni zorra de a donde nos dirigimos, pero yo no me voy sin mi música y las películas a ningún lao. Aún tengo varias que no he visto.
- Eres un jodido enfermo, ¿lo sabias?
- Ya veremos quien se vuelve enfermo cuando lleve dos días sin jugar a videojuegos.
- ¿Es un reto? ¿Recuerdas quién perdió la última vez?
- Eso no vale, hiciste trampas. Paolo me dijo que te pillo…
- ¡Callaros ya hostias! ¡Tenemos asuntos más importantes a los que atender ahora mismo!
- Espero que al menos lleves porno ahí dentro.
………………………………………………………………………………………
- David, Eduardo. Coged los macutos, nos abrimos.
- Paolo… Yo no me muevo de aquí.
- ¿Pero que dices tío? Están ya preparados. No debemos perder ni un segundo.
- ¡Que no coño, que no me da la gana!
- ¿Y eso que has cambiado de opinión, David? –preguntó Paolo- Antes apoyabas el plan de Said.
- Pero no pensaba que fuesen a sobrevivir. Están muy mal de la cabeza. Y vosotros dos también –los señaló-. Antes o después encontraremos un coche bloqueando el paso, o decenas de podridos hambrientos. Enserio, paso de ir.
- Pero tío, te vas a quedar aquí solo, ¿cómo esperas sobrevivir sin luz y sin comida?
- ¡Acho Edu, que me comas los huevos y me dejes en paz!
- … ¿Es tu decisión final? –concluyó Paolo tras reflexionar-. Si te quedas aquí no habrá marcha atrás. No podremos volver a rescatarte.
- Tan seguro como que soy un cocinero cojonudo.
- En ese caso… Nos veremos en la próxima vida compañero. Ciao Davide.
- Tened cuidado ahí fuera.
Se despidieron, cogieron sus mochilas y comenzaron a bajar escaleras. No tenían más linternas y todo estaba a oscuras. Eduardo empuñaba un pequeño martillo en una mano mientras se valía de un cipo para alumbrar el camino. Paolo le seguía muy de cerca mientras agarraba dos baquetas que habían pertenecido a músicos con mala suerte. Una de ellas la consiguió cuando Blink 182 acudió a Madrid hace unos años. Travis Barker lanzó sus baquetas sobre el gentío después de un espléndido solo de batería y Paolo se pasó varias horas seduciendo a una muchacha hasta que consiguió birlarle una de las baquetas sin que se diera cuenta. Poco después, el grupo se disolvió tras descubrirse públicamente que Mark Hoppus era gay.
La otra la agarró cuando los Avenged Sevenfold tocaron en Murcia. Al cabo de un par de meses, The Rev murió. El italiano sostenía que aquellos palos eran mágicos y le conferían mucha suerte.
Aguardaron en la entrada hasta que el móvil de Paolo sonó. Había llegado el momento. Cargaron sus mochilas, empuñaron las armas y atravesaron la puerta del edificio.
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AVDA. DE LOS TOREROS, 1:25
Era el momento de actuar. La última vez Said se había enrollado demasiado con sus comentarios y hasta él mismo acabó poniéndose nervioso. No pensaba volver a dejarse embaucar por sus sentimientos. Tenía un arma y dispararía a lo que se interpusiera en su camino. Además, esta vez el plan sería más sencillo, tan solo estacionarían los coches en mitad de la carretera y darían la señal a Paolo y los demás para que bajasen cagando leches. Luego emprenderían su marcha por la carretera que había visto despejada hasta la Alameda, y desde allí descenderían hasta la calle Real. “Tarea fácil” pensó el argelino. Era imposible que surgiesen complicaciones, solo deseaba que Rafa y Jesús siguiesen con vida para cuando llegasen al Ápoca.
- Conducirás detrás de mí. Usaremos el Opel Astra para abrir camino en caso de encontrar obstáculos.
- Tú mandas.
- Ya sabes que nosotros también te queremos y todo eso, así que déjate la cháchara y vamos ya.
- Bien, pero esta vez salgo yo primero, ¡seguidme!
Said estaba asustado. Era la segunda vez que se iba a exponer al exterior. Las calles eran territorio enemigo y el lo sabía mejor que nadie.“Hay que ser masoca… mira que son ganas de jugársela, pero en fin… a lo hecho pecho”. El argelino entró al portón, le quitó el pestillo a la pequeña verja verde y corrió hasta su coche sin pensárselo dos veces. Abrió la puerta del Opel Astra granate y echó un vistazo a su alrededor mientras metía todas las bolsas en la parte de atrás. La ciudad donde se habían criado era ahora un amasijo de chatarra incandescente lleno de cadáveres resucitados. Giró las llaves.
“Ese sonido como a locomotora”… A Said le encantaba el ruido que hacían los motores de diésel. Le recordaba a un barco de vapor aunque nunca hubiese visto uno. Se trataba de una visión extraña arraigada en su subconsciente. Ajustó los retrovisores, encendió las luces y aceleró, seguido de cerca por el Kia Río grisáceo del padre de José Luis.
Estacionaron los coches frente al parking y salieron de sus vehículos. Habían realizado el trayecto muy despacio para no atraer infectados con el ruido. El gallego se sacó el móvil y llamó a sus amigos para que procedieran con lo planeado. Paolo y Eduardo salieron del edificio y corrieron hacia nosotros, pero tras recorrer unos metros fueron asaltados por un grupo de charlis.
Los infectados salieron de un pequeño comercio de ultramarinos. Uno de ellos incluso atravesó el escaparate en su desenfrenada cacería, rodando por el suelo y desfigurando su rostro tras cortarse con los cachitos de cristal. Parecía como si los muertos hubiesen olido la esencia vital de los vivos. Algo invisible les atraía hacia la carne fresca con descontrol.
Paolo aminoró su marcha, pero Edd continuó corriendo hacia ellos con el martillo en alto. No estaba dispuesto a que una panda de charlis acabase con sus planes de futuro. Su plan de fuga acababa de comenzar y por sus cojones que iban a salir todos con vida de allí.
Alzó el martillo y lo estampó contra la cabeza del primer infectado, un señor mayor con el pelo canoso que llevaba puesto un chándal del Betis. Aquel no-muerto tan sólo presentaba heridas de mordedura en su antebrazo izquierdo. Aún parecía humano de no ser por el color rojo furia de sus ojos y por el extraño contoneo de caderas con el que se desplazaba. Eduardo lo agarró por la cremallera del chándal y continuó atizándole hasta que le hundió el tabique nasal varios centímetros.
Sólo cesó de castigar al señor de verde cuando el segundo infectado intentó apresarle con un abrazo mortal, pero Edu supo esquivarle con facilidad, golpeándole con brutalidad en la espalda cuando lo rebasó. El infectado se tambaleó el tiempo suficiente como para que Paolo pudiese empalarle la cabeza con la baqueta de Travis. Hundió la madera por la cuenca de uno de sus ojos hasta que atravesó completamente el cerebro, quebrándose por la mitad a la vez que el charli se derrumbaba.
Aún quedaban cuatro infectados más frente a ellos.
- La de Rev me la guardo para el próximo figlios di puttana ¡Venga, venirequa!
El plan no marchaba bien. Los cuatro podridos les bloqueaban el camino hasta los vehículos y los estaban reteniendo peligrosamente durante demasiado tiempo. En cualquier momento podían llegar más charlis.
- Voy a sacarlos de allí –dijo Said-. Meteros en los coches y estad preparados para largarnos… ¡EH! ¡EHH! –el argelino corrió hacia el grupo de infectados mientras gritaba para intentar confundirlos-.
- ¡Más te vale volver con vida moro de mierda! –le recriminó José Luis- ¡Aún no he acabado contigo!
Said levantó el pulgar a modo de aprobación y corrió hacia Paolo y Eduardo.
- ¡Apartaos! ¡Voy a disparar!
Sus amigos se escondieron en un recoveco junto a los edificios, dándole vía libre al argelino para poder vaciar su cargador sobre los cuatro engendros. Sonó un disparo, luego otro,… y así hasta diez veces consecutivas en cuestión de segundos. Tres de los infectados yacían muertos y el otro se retorcía entre convulsiones sobre el suelo. Rápidamente, los tres corrieron hacia los vehículos.
- Tío, David no ha venido. Se ha quedado arriba.
- …Bueno, más cómo irás en la parte de atrás.
- No me hace ni puta gracia Said.
- A mí tampoco. Pero visto lo que hay aquí fuera no se si hace mejor que nosotros en no querer… ¡¡Oh mierda!!
Disparar aquella arma no había sido una decisión muy acertada. Un montón de charlis doblaron la manzana, interponiéndose entre ellos y los vehículos. Eran más de una decena y estaban muy hambrientos, corrían como una jauría de perros de caza mientras babeaban y los miraban con furia. Said rápidamente dio señal de retirada.
- ¡Media vuelta, media vuelta! Quizás podamos rodear el edificio.
Corrieron tan rápido como podían. A Paolo le costaba seguirles el paso a Eduardo y Said. El italiano estaba acostumbrado a una vida sedentaria, fumando maría, jugando a videojuegos y tocando la batería. Los muertos le pisaban los talones, pero la suerte estaba de su lado. Quizás fuese cierto que aquellas baquetas le conferían una magia protectora, pero esa magia tenía un extraño sentido del humor.
- ¡¡Ey chicos, esperadme!! … ¡¿¡¿¡PERO QUE COJONES!?!?! –David acababa de bajar corriendo por la puerta del edificio tras recapacitar su decisión-.
El resultado de actuar sin pensar había sido mucho peor que la soledad. Tan siquiera acababa de salir por la puerta se encontró completamente rodeado por la marea de charlis que perseguía a sus amigos. Paolo pudo ver como David intentaba darse la vuelta en un vano intento por volver hasta el sexto piso, pero el destino había decidido ya su final. Los infectados lo derribaron a la altura de las escaleras y Paolo pudo escuchar mientras huía como David gritaba de agonía.
Los infectados le rajaron las tripas con sus garras mientras este aún seguía vivo. El cocinero pudo contemplar aterrorizado como sus agresores se daban un festín con sus tripas.
…………………………………………………………………………………………
Said y Eduardo habían rodeado ya la manzana. Las cosas no estaban mucho mejor en la zona de los pubs. Los charlis acudieron hacia ellos por todas direcciones y al no ver que Paolo les siguiese pensaron que lo habían atrapado, así que bajaron apresuradamente hacia los coches. Said disparó su arma contra la primera oleada pero el cargador se quedó vacío antes de poder abatirlos a todos. Corrió con más fuerzas y cuando estaban a punto de atraparlo, se deslizó junto a la pared del edificio, esquivando las garras de la muerte, que no pudieron engancharse en su forro polar. Echó un vistazo atrás y vio como rodeaban a Eduardo. Este agitó el martillo en todas direcciones presa del miedo, atizando a varios infectados y driblando a los que tenía a su espalda. Lo último que el argelino vio de él fue como emprendía su huía en sentido opuesto, perdiéndose de lejos entre las calles próximas al club de cabos. No llegaría muy lejos perseguido por tantos infectados.
El argelino avanzó hasta los vehículos sin mayor dificultad. Los infectados se habían dispersado siguiendo a sus compañeros y los que aún le perseguían estaban demasiado lejos para suponer una amenaza.
- ¿Qué ha pasado con Edd y Paolo? –le preguntó Jose-.
- No lo han conseguido. ¡Rápido, tenemos que salir de aquí cuanto antes!
El argelino subió a su vehículo y aceleró sin hacer casos a las protestas de José Luis y Metadonas. Se encontraba hecho polvo. Había cometido tantas cagadas ahí fuera… Los disparos, la retirada desorganizada, abandonar a Eduardo en combate… Su cabeza se encontraba alienada, no era consciente de adonde conducía, no podía dejar de darle vueltas en el coco a los últimos acontecimientos. Estaba tan concentrado en sus cosas que por poco atropelló a Paolo cuando este salió de una intersección corriendo con las manos en alto.
Paolo había tomado el desvío a la izquierda cuando se separó de Eduardo y Said. Había corrido tan rápido en su frenética escapada que al coger aire se escuchaban pitidos; asma producida por el tabaco y otros malos hábitos. Se encontraba eufórico y a la vez asustado, con el cuerpo lleno de calambres por el esfuerzo. Una vez se sentó en el asiento del copiloto se sintió como en la gloria divina.
- Pensé que te habían matado. Cuando me giré no nos seguías.
- No podía …seguiros…así que fui inventando sobre… sobre la marcha. Corrí por detrás de las pistas de fútbol y… fui calle abajo. Si avanzaba rápido sabía que os podía alcanzar.
- Pues me alegro de verte –respondió Said mientras tomaba la rotonda del Corte Inglés. Estaba feliz. Contento por que su amigo siguiese vivo- ¿cómo hiciste para librarte de los infectados?
- Llámalo suerte o como prefieras… David salió en el momento justo... los charlis fueron a por el…
- ¡Dios pobre hombre! Lo siento por el.
- ¡Que le den a ese pezzo di merda! Si hubiese venido con nosotros de primeras podríamos haberles echo frente… nada de esto hubiese sucedido… ¿qué ha pasado con Edd? Dime que no… que no está muerto –se apresuró a decir cuando vio que el rostro de Said se marchitaba-.
- La última vez corría hacia el club de cabos, un montón de charlis lo perseguían… No creo que haya sobrevivido. Lo siento.
Las lágrimas asomaron por los ojos de Paolo. Edu era su mejor amigo. Habían pasado prácticamente toda la vida juntos y ahora se sentía hecho mierda. Se pasó las manos por la cabeza y echó su pelo hacia atrás mientras trataba de digerir la situación. David había sido un capullo y se merecía morir, se lo había buscado él solo, sin embargo Eduardo había combatido con todas sus fuerzas por tratar de llegar hasta ese coche.
- No es justo –dijo entre lágrimas-.
- Es todo culpa mía. No debí disparar, ¡yo atraje a los podridos!
- No Said. No trates de culparte por eso –Paolo se secaba las lágrimas-. Nadie tiene la culpa de que todo esté lleno de charlis. Trata de llevarnos de una pieza hasta el Ápocay rescatemos a esos dos parguelascuanto antes.
Con temblores, Paolo se lió un verde mientras Said zigzagueaba entre los coches varados por la Alameda, una de las calles más amplias de la ciudad. Los infectados vagaban a sus anchas por la calzada, eran los nuevos amos de la tierra. Un coche trataba también de abrirse paso entre la chatarra amontonada por la carretera. “No estamos solos después de todo, aún quedan supervivientes”, eso le dio esperanzas a Said. Quizás aún encontrase a sus amigos con vida.
El morro del Opel se abolló al golpear una barricada formada por dos coches patrulla en la carretera de la calle Real. No había ni rastro de los policías, pero sí una veintena de cadáveres alrededor. Más adelante, un charli caminaba sin rumbo por la carretera.
- ¡Por Edd coño! –gritó Paolo cuando lo arrollaron-.
A la altura de la puerta del Arsenal viraron a la izquierda y avanzaron junto a Capitanía. Frente al Ápoca había una pareja de infectados que también fue embestida por Said. Metadonas bajó del Kia y hundió su cuchillo sádicamente en el rostro de los dos podridos, acabando con ellos frívolamente. Su cara dibujaba una amplia sonrisa mientras los mataba. Estaba disfrutando mucho con ello. El argelino pensó que Andrés se estaba volviendo loco a causa del estrés, pero tenía cosas más importantes en las que centrar su atención en aquellos instantes. Desenfundó su arma y traspasó sigilosamente los cadáveres que se apilaban en la entrada del bar. En ese sitio se había librado una auténtica batalla por la supervivencia. Los podridos presentaban todo tipo de heridas: quemaduras, cortes, disparos de bala… El interior del local no era una excepción. El color predominante por todos lados era el rojo oscuro. Las paredes estaban impregnadas de tropezones y vísceras, y sobre el suelo yacían más cadáveres. Alzaron su vista hacia el fondo del bar y solo contemplaron oscuridad, pero aquella oscuridad se movía. No, no era oscuridad, era una decena de charlis apretujados los unos a los otros. Uno se giró hacia los intrusos que acababan de entrar en sus dominios y emitió un aullido de guerra. Pronto, la totalidad de esos seres se abalanzó hacia los muchachos. Hacia la carne fresca.
Said y José Luis se miraron y asintieron, tal como hacían cuando jugaban a los videojuegos. Apuntaron sobre la marea de charlis y descargaron sobre ellos toda la munición de sus recámaras. Tras diez segundos de estruendos no quedaba títere con cabeza. En el ambiente flotaba un intenso aroma a pólvora que olía a victoria. Aún así, se trataba de una victoria amarga.
- Está vacío ¡joder! Aquí dentro no queda nadie. –maldijo José Luis-.
- ¡Rafa! ¡Jesús! ¿¡¡Donde hostias estáis!!? –gritó Andrés mientras se adentraba en el local-.
- Los han matado… -dijo Paolo mientras se le daba una calada a su porro-.
- No seas tan pesimista… Sus putos cadáveres no están por ningún lado. A todo esto, moro, ¿qué ha sido de Eduardo?
- …
Said no quería hablar en aquellos momentos. La pregunta era tan obvia… “David, Edu, Rafa, Jesús,… hemos perdido a la mitad del grupo en pocas horas. Estamos realmente jodidos”. El chirrido de una puerta interrumpió aquel agrio silencio y les hizo ponerse en alerta. Apuntaron con las armas a su alrededor, recordando que aún se encontraban en territorio hostil.
…………………………………………………………………………………………
El reloj del salón marcaba la una en punto. Said y Andrés habían envuelto el cuerpo inerte del hermano de José Luis entre sábanas, dejándolo apartado en una de las habitaciones.
Se encontraban pensando en sus cosas, en silencio. Metadonas fumaba un pitillo mientras saboreaba un litro de cerveza. El alcohol y las drogas le habían ayudado durante las últimas horas para aguantar el tipo y no desmoronarse. Le gustaba vivir en ese estado, no deseaba que le entrase el bajón en aquel momento.
No dejaba de mover la pierna derecha. Estaba nervioso. Quería marcharse de allí rápidamente y encontrar a su amigo. No importaría lo que pasase después, tan sólo deseaba volverle a ver. Rafa estaba por encima de Said y los demás. Lo consideraba como a un miembro de su familia -y andaba bastante escueto de familiares en el presente-. Las drogas estaban trastornando su cabeza, ansiaba con ganas salir a la calle y seguir matando infectados. Aquel machetazo en la cabeza de la mujer le había producido placer. El placer que producía matar sin remordimientos, sin que le pudiesen juzgar por ello. Algo estaba comenzando a cambiar en el interior de su cabeza.
El argelino estaba asomado a la ventana, desde donde observaba los coches con anhelo, tratando de recrear el plan de escape una y otra vez en su mente. Quería mantener el cerebro ocupado, sin pensar en su hermana ni en su madre. Todo había sucedido demasiado rápido y resultaba difícil de encajar que hace tan sólo cuatro horas estuviese en aquel mismo salón, tumbado frente al televisor sin preocuparse por nada. “Zombis… qué disparate… en la vida podía haber pensado que me pasaría esto… hay que actuar. Hay que actuar rápido. Tenemos que salir de la ciudad. Las carreteras deben de estar petadas de gente… quizás por mar…pero el tiempo parece que va a empeorar, quizás no sea seguro. Jose… pobre…espero no tener que pasar nunca por eso… ¿y qué habrá sido de mis compañeros del ejército? ¿Y mis amigos de la universidad? ¿Habrán sobrevivido? ¡Dios tengo que hacer algo o me voy a volver loco!”.
- ¿A dónde vas? –preguntó Metadonas-.
- A la cocina. Voy a empaquetar todo lo que pueda ser comestible para nuestro viaje.
En la otra punta de la casa, José Luis se encontraba solo en su habitación, acostado boca abajo y con la cara hundida en su cabecera. Trataba de ocultar sus lágrimas.
Gonzalo no había sido el mejor hermano que uno desearía tener. Pero aún así le tenía aprecio. Mucho aprecio. No solo por los lazos de sangre que los vinculaban, sino porque eran ya dieciocho años teniendo que aguantarlo. Siempre estaban peleándose por todo; se llevaban como el perro y el gato. Discutían día y noche… Pero ya no volvería a poder hacerlo. El recuerdo de las broncas de su padre, las collejas que Gonzalo le daba cuando no estaba atento, las veces que no paraba de darle la brasa hablando sobre coches, soportar su empalagosería mientras hablaba con la novia por teléfono… José Luis sonrió. Después de todo eran buenos recuerdos. Recuerdos que jamás olvidaría. Había tenido que matar a Gonzalo, si, se había convertido en una de esas cosas y no tenía alternativa. Aún así siempre seguiría vivo en su mente. José Luis se levantó de la cama y se secó las lagrimas. “Tu muerte no habrá sido en vano… sobreviviré por ti… es lo único que puedo hacer. Nos vemos Gon…”.
Jose cruzó la puerta de su habitación con determinación. Se acabó lo de ser un gallina.
- Es hora de mover el culo, ¿A dónde vamos? –José Luis irrumpió en la cocina-.
- ¿Te encuentras ya mejor, amigo? No hay prisa. ¿Quieres que continuemos ya con el plan?
- Por supuesto –Jose asintió-. A partir de ahora va a ser así siempre. No será la última vez que tenga que matar un charli. Si dejamos que nos afecte estamos jodidos.
- ¡Así se habla mente fría! Me la pone gorda estar rodeado de asesinos.
- Ya vale Andrés… En ese caso carguemos con todo lo que podamos necesitar. Trae algo de ropa y todos los medicamentos que tengas. Por cierto, tu viejo es militar. Debe tener algún arma en casa, ¿no?
- Sí. Hay un par de pistolas en su habitación. Voy por ellas.
……………………………………………………………………………………………
Un cuarto de hora después tenían tres mochilas cargadas hasta arriba de medicamentos y útiles, varios sacos de dormir y una bolsa de basura llena de comida junto a la puerta. Said se había puesto sobre la sudadera un chaquetón azul de forro polar a prueba de mordeduras. Deberían morderlo con demasiada fuerza si querían atravesar todas aquellas capas de ropa.
El padre de José Luis tenía dos armas de fuego de corta distancia dentro de su caja fuerte. Un revólver M10 Bell y una Glock 17 9mm semiautomática.
Said se sintió muy atraído por la G17. Recorrió con sus dedos el polímero y el plástico que componían el cañón del arma y la agarró por la empuñadura. Pesaba poco. Le gustaba.
Pese a que tenían armas, la munición era otra historia… Treinta cartuchos para el revólver y tres cargadores de Glock. Deberían dosificar todas esas balas. Era importante que les durasen lo suficiente como para escapar de la ciudad.
- Recuerda Jose. Dispara solo a la cabeza. Un objetivo, una bala.
- Hace años que no utilizo una de estas. No prometo nada.
- Bueno, aún así. Retrasemos todo lo posible su uso. Posiblemente los charlis acudan con el ruido de los disparos.
Said le pidió el teléfono móvil a su amigo. Paolo tardó tiempo en contestar, pero finalmente aceptó la llamada. Le dijo al italiano que cargasen con todos los suministros que pudiesen llevar a la espalda y que se preparasen para bajar.
- Guay, estaremos listos en diez minutos, pero no nos hagas estar mucho tiempo ahí abajo.
-No te preocupes, el sentimiento es mutuo. Cuando os vuelva a llamar salir cagando leches hasta la carretera.
- Accettato ¡Buena suerte!
Transcurridos cinco largos minutos Andrés abrió con cautela y salió al pasillo con la linterna.
- Esperad. Me falta algo.
- ¿Que cojones? ¿Va enserio Said? ¿De verdad te lo vas a llevar? –José Luis se quedó perplejo mientras observaba como su amigo aparecía con un maletín negro donde guardaba su viejo portátil-.
- Por supuesto. No tengo ni zorra de a donde nos dirigimos, pero yo no me voy sin mi música y las películas a ningún lao. Aún tengo varias que no he visto.
- Eres un jodido enfermo, ¿lo sabias?
- Ya veremos quien se vuelve enfermo cuando lleve dos días sin jugar a videojuegos.
- ¿Es un reto? ¿Recuerdas quién perdió la última vez?
- Eso no vale, hiciste trampas. Paolo me dijo que te pillo…
- ¡Callaros ya hostias! ¡Tenemos asuntos más importantes a los que atender ahora mismo!
- Espero que al menos lleves porno ahí dentro.
………………………………………………………………………………………
- David, Eduardo. Coged los macutos, nos abrimos.
- Paolo… Yo no me muevo de aquí.
- ¿Pero que dices tío? Están ya preparados. No debemos perder ni un segundo.
- ¡Que no coño, que no me da la gana!
- ¿Y eso que has cambiado de opinión, David? –preguntó Paolo- Antes apoyabas el plan de Said.
- Pero no pensaba que fuesen a sobrevivir. Están muy mal de la cabeza. Y vosotros dos también –los señaló-. Antes o después encontraremos un coche bloqueando el paso, o decenas de podridos hambrientos. Enserio, paso de ir.
- Pero tío, te vas a quedar aquí solo, ¿cómo esperas sobrevivir sin luz y sin comida?
- ¡Acho Edu, que me comas los huevos y me dejes en paz!
- … ¿Es tu decisión final? –concluyó Paolo tras reflexionar-. Si te quedas aquí no habrá marcha atrás. No podremos volver a rescatarte.
- Tan seguro como que soy un cocinero cojonudo.
- En ese caso… Nos veremos en la próxima vida compañero. Ciao Davide.
- Tened cuidado ahí fuera.
Se despidieron, cogieron sus mochilas y comenzaron a bajar escaleras. No tenían más linternas y todo estaba a oscuras. Eduardo empuñaba un pequeño martillo en una mano mientras se valía de un cipo para alumbrar el camino. Paolo le seguía muy de cerca mientras agarraba dos baquetas que habían pertenecido a músicos con mala suerte. Una de ellas la consiguió cuando Blink 182 acudió a Madrid hace unos años. Travis Barker lanzó sus baquetas sobre el gentío después de un espléndido solo de batería y Paolo se pasó varias horas seduciendo a una muchacha hasta que consiguió birlarle una de las baquetas sin que se diera cuenta. Poco después, el grupo se disolvió tras descubrirse públicamente que Mark Hoppus era gay.
La otra la agarró cuando los Avenged Sevenfold tocaron en Murcia. Al cabo de un par de meses, The Rev murió. El italiano sostenía que aquellos palos eran mágicos y le conferían mucha suerte.
Aguardaron en la entrada hasta que el móvil de Paolo sonó. Había llegado el momento. Cargaron sus mochilas, empuñaron las armas y atravesaron la puerta del edificio.
……………………………………………………………………………………
AVDA. DE LOS TOREROS, 1:25
Era el momento de actuar. La última vez Said se había enrollado demasiado con sus comentarios y hasta él mismo acabó poniéndose nervioso. No pensaba volver a dejarse embaucar por sus sentimientos. Tenía un arma y dispararía a lo que se interpusiera en su camino. Además, esta vez el plan sería más sencillo, tan solo estacionarían los coches en mitad de la carretera y darían la señal a Paolo y los demás para que bajasen cagando leches. Luego emprenderían su marcha por la carretera que había visto despejada hasta la Alameda, y desde allí descenderían hasta la calle Real. “Tarea fácil” pensó el argelino. Era imposible que surgiesen complicaciones, solo deseaba que Rafa y Jesús siguiesen con vida para cuando llegasen al Ápoca.
- Conducirás detrás de mí. Usaremos el Opel Astra para abrir camino en caso de encontrar obstáculos.
- Tú mandas.
- Ya sabes que nosotros también te queremos y todo eso, así que déjate la cháchara y vamos ya.
- Bien, pero esta vez salgo yo primero, ¡seguidme!
Said estaba asustado. Era la segunda vez que se iba a exponer al exterior. Las calles eran territorio enemigo y el lo sabía mejor que nadie.“Hay que ser masoca… mira que son ganas de jugársela, pero en fin… a lo hecho pecho”. El argelino entró al portón, le quitó el pestillo a la pequeña verja verde y corrió hasta su coche sin pensárselo dos veces. Abrió la puerta del Opel Astra granate y echó un vistazo a su alrededor mientras metía todas las bolsas en la parte de atrás. La ciudad donde se habían criado era ahora un amasijo de chatarra incandescente lleno de cadáveres resucitados. Giró las llaves.
“Ese sonido como a locomotora”… A Said le encantaba el ruido que hacían los motores de diésel. Le recordaba a un barco de vapor aunque nunca hubiese visto uno. Se trataba de una visión extraña arraigada en su subconsciente. Ajustó los retrovisores, encendió las luces y aceleró, seguido de cerca por el Kia Río grisáceo del padre de José Luis.
Estacionaron los coches frente al parking y salieron de sus vehículos. Habían realizado el trayecto muy despacio para no atraer infectados con el ruido. El gallego se sacó el móvil y llamó a sus amigos para que procedieran con lo planeado. Paolo y Eduardo salieron del edificio y corrieron hacia nosotros, pero tras recorrer unos metros fueron asaltados por un grupo de charlis.
Los infectados salieron de un pequeño comercio de ultramarinos. Uno de ellos incluso atravesó el escaparate en su desenfrenada cacería, rodando por el suelo y desfigurando su rostro tras cortarse con los cachitos de cristal. Parecía como si los muertos hubiesen olido la esencia vital de los vivos. Algo invisible les atraía hacia la carne fresca con descontrol.
Paolo aminoró su marcha, pero Edd continuó corriendo hacia ellos con el martillo en alto. No estaba dispuesto a que una panda de charlis acabase con sus planes de futuro. Su plan de fuga acababa de comenzar y por sus cojones que iban a salir todos con vida de allí.
Alzó el martillo y lo estampó contra la cabeza del primer infectado, un señor mayor con el pelo canoso que llevaba puesto un chándal del Betis. Aquel no-muerto tan sólo presentaba heridas de mordedura en su antebrazo izquierdo. Aún parecía humano de no ser por el color rojo furia de sus ojos y por el extraño contoneo de caderas con el que se desplazaba. Eduardo lo agarró por la cremallera del chándal y continuó atizándole hasta que le hundió el tabique nasal varios centímetros.
Sólo cesó de castigar al señor de verde cuando el segundo infectado intentó apresarle con un abrazo mortal, pero Edu supo esquivarle con facilidad, golpeándole con brutalidad en la espalda cuando lo rebasó. El infectado se tambaleó el tiempo suficiente como para que Paolo pudiese empalarle la cabeza con la baqueta de Travis. Hundió la madera por la cuenca de uno de sus ojos hasta que atravesó completamente el cerebro, quebrándose por la mitad a la vez que el charli se derrumbaba.
Aún quedaban cuatro infectados más frente a ellos.
- La de Rev me la guardo para el próximo figlios di puttana ¡Venga, venirequa!
El plan no marchaba bien. Los cuatro podridos les bloqueaban el camino hasta los vehículos y los estaban reteniendo peligrosamente durante demasiado tiempo. En cualquier momento podían llegar más charlis.
- Voy a sacarlos de allí –dijo Said-. Meteros en los coches y estad preparados para largarnos… ¡EH! ¡EHH! –el argelino corrió hacia el grupo de infectados mientras gritaba para intentar confundirlos-.
- ¡Más te vale volver con vida moro de mierda! –le recriminó José Luis- ¡Aún no he acabado contigo!
Said levantó el pulgar a modo de aprobación y corrió hacia Paolo y Eduardo.
- ¡Apartaos! ¡Voy a disparar!
Sus amigos se escondieron en un recoveco junto a los edificios, dándole vía libre al argelino para poder vaciar su cargador sobre los cuatro engendros. Sonó un disparo, luego otro,… y así hasta diez veces consecutivas en cuestión de segundos. Tres de los infectados yacían muertos y el otro se retorcía entre convulsiones sobre el suelo. Rápidamente, los tres corrieron hacia los vehículos.
- Tío, David no ha venido. Se ha quedado arriba.
- …Bueno, más cómo irás en la parte de atrás.
- No me hace ni puta gracia Said.
- A mí tampoco. Pero visto lo que hay aquí fuera no se si hace mejor que nosotros en no querer… ¡¡Oh mierda!!
Disparar aquella arma no había sido una decisión muy acertada. Un montón de charlis doblaron la manzana, interponiéndose entre ellos y los vehículos. Eran más de una decena y estaban muy hambrientos, corrían como una jauría de perros de caza mientras babeaban y los miraban con furia. Said rápidamente dio señal de retirada.
- ¡Media vuelta, media vuelta! Quizás podamos rodear el edificio.
Corrieron tan rápido como podían. A Paolo le costaba seguirles el paso a Eduardo y Said. El italiano estaba acostumbrado a una vida sedentaria, fumando maría, jugando a videojuegos y tocando la batería. Los muertos le pisaban los talones, pero la suerte estaba de su lado. Quizás fuese cierto que aquellas baquetas le conferían una magia protectora, pero esa magia tenía un extraño sentido del humor.
- ¡¡Ey chicos, esperadme!! … ¡¿¡¿¡PERO QUE COJONES!?!?! –David acababa de bajar corriendo por la puerta del edificio tras recapacitar su decisión-.
El resultado de actuar sin pensar había sido mucho peor que la soledad. Tan siquiera acababa de salir por la puerta se encontró completamente rodeado por la marea de charlis que perseguía a sus amigos. Paolo pudo ver como David intentaba darse la vuelta en un vano intento por volver hasta el sexto piso, pero el destino había decidido ya su final. Los infectados lo derribaron a la altura de las escaleras y Paolo pudo escuchar mientras huía como David gritaba de agonía.
Los infectados le rajaron las tripas con sus garras mientras este aún seguía vivo. El cocinero pudo contemplar aterrorizado como sus agresores se daban un festín con sus tripas.
…………………………………………………………………………………………
Said y Eduardo habían rodeado ya la manzana. Las cosas no estaban mucho mejor en la zona de los pubs. Los charlis acudieron hacia ellos por todas direcciones y al no ver que Paolo les siguiese pensaron que lo habían atrapado, así que bajaron apresuradamente hacia los coches. Said disparó su arma contra la primera oleada pero el cargador se quedó vacío antes de poder abatirlos a todos. Corrió con más fuerzas y cuando estaban a punto de atraparlo, se deslizó junto a la pared del edificio, esquivando las garras de la muerte, que no pudieron engancharse en su forro polar. Echó un vistazo atrás y vio como rodeaban a Eduardo. Este agitó el martillo en todas direcciones presa del miedo, atizando a varios infectados y driblando a los que tenía a su espalda. Lo último que el argelino vio de él fue como emprendía su huía en sentido opuesto, perdiéndose de lejos entre las calles próximas al club de cabos. No llegaría muy lejos perseguido por tantos infectados.
El argelino avanzó hasta los vehículos sin mayor dificultad. Los infectados se habían dispersado siguiendo a sus compañeros y los que aún le perseguían estaban demasiado lejos para suponer una amenaza.
- ¿Qué ha pasado con Edd y Paolo? –le preguntó Jose-.
- No lo han conseguido. ¡Rápido, tenemos que salir de aquí cuanto antes!
El argelino subió a su vehículo y aceleró sin hacer casos a las protestas de José Luis y Metadonas. Se encontraba hecho polvo. Había cometido tantas cagadas ahí fuera… Los disparos, la retirada desorganizada, abandonar a Eduardo en combate… Su cabeza se encontraba alienada, no era consciente de adonde conducía, no podía dejar de darle vueltas en el coco a los últimos acontecimientos. Estaba tan concentrado en sus cosas que por poco atropelló a Paolo cuando este salió de una intersección corriendo con las manos en alto.
Paolo había tomado el desvío a la izquierda cuando se separó de Eduardo y Said. Había corrido tan rápido en su frenética escapada que al coger aire se escuchaban pitidos; asma producida por el tabaco y otros malos hábitos. Se encontraba eufórico y a la vez asustado, con el cuerpo lleno de calambres por el esfuerzo. Una vez se sentó en el asiento del copiloto se sintió como en la gloria divina.
- Pensé que te habían matado. Cuando me giré no nos seguías.
- No podía …seguiros…así que fui inventando sobre… sobre la marcha. Corrí por detrás de las pistas de fútbol y… fui calle abajo. Si avanzaba rápido sabía que os podía alcanzar.
- Pues me alegro de verte –respondió Said mientras tomaba la rotonda del Corte Inglés. Estaba feliz. Contento por que su amigo siguiese vivo- ¿cómo hiciste para librarte de los infectados?
- Llámalo suerte o como prefieras… David salió en el momento justo... los charlis fueron a por el…
- ¡Dios pobre hombre! Lo siento por el.
- ¡Que le den a ese pezzo di merda! Si hubiese venido con nosotros de primeras podríamos haberles echo frente… nada de esto hubiese sucedido… ¿qué ha pasado con Edd? Dime que no… que no está muerto –se apresuró a decir cuando vio que el rostro de Said se marchitaba-.
- La última vez corría hacia el club de cabos, un montón de charlis lo perseguían… No creo que haya sobrevivido. Lo siento.
Las lágrimas asomaron por los ojos de Paolo. Edu era su mejor amigo. Habían pasado prácticamente toda la vida juntos y ahora se sentía hecho mierda. Se pasó las manos por la cabeza y echó su pelo hacia atrás mientras trataba de digerir la situación. David había sido un capullo y se merecía morir, se lo había buscado él solo, sin embargo Eduardo había combatido con todas sus fuerzas por tratar de llegar hasta ese coche.
- No es justo –dijo entre lágrimas-.
- Es todo culpa mía. No debí disparar, ¡yo atraje a los podridos!
- No Said. No trates de culparte por eso –Paolo se secaba las lágrimas-. Nadie tiene la culpa de que todo esté lleno de charlis. Trata de llevarnos de una pieza hasta el Ápocay rescatemos a esos dos parguelascuanto antes.
Con temblores, Paolo se lió un verde mientras Said zigzagueaba entre los coches varados por la Alameda, una de las calles más amplias de la ciudad. Los infectados vagaban a sus anchas por la calzada, eran los nuevos amos de la tierra. Un coche trataba también de abrirse paso entre la chatarra amontonada por la carretera. “No estamos solos después de todo, aún quedan supervivientes”, eso le dio esperanzas a Said. Quizás aún encontrase a sus amigos con vida.
El morro del Opel se abolló al golpear una barricada formada por dos coches patrulla en la carretera de la calle Real. No había ni rastro de los policías, pero sí una veintena de cadáveres alrededor. Más adelante, un charli caminaba sin rumbo por la carretera.
- ¡Por Edd coño! –gritó Paolo cuando lo arrollaron-.
A la altura de la puerta del Arsenal viraron a la izquierda y avanzaron junto a Capitanía. Frente al Ápoca había una pareja de infectados que también fue embestida por Said. Metadonas bajó del Kia y hundió su cuchillo sádicamente en el rostro de los dos podridos, acabando con ellos frívolamente. Su cara dibujaba una amplia sonrisa mientras los mataba. Estaba disfrutando mucho con ello. El argelino pensó que Andrés se estaba volviendo loco a causa del estrés, pero tenía cosas más importantes en las que centrar su atención en aquellos instantes. Desenfundó su arma y traspasó sigilosamente los cadáveres que se apilaban en la entrada del bar. En ese sitio se había librado una auténtica batalla por la supervivencia. Los podridos presentaban todo tipo de heridas: quemaduras, cortes, disparos de bala… El interior del local no era una excepción. El color predominante por todos lados era el rojo oscuro. Las paredes estaban impregnadas de tropezones y vísceras, y sobre el suelo yacían más cadáveres. Alzaron su vista hacia el fondo del bar y solo contemplaron oscuridad, pero aquella oscuridad se movía. No, no era oscuridad, era una decena de charlis apretujados los unos a los otros. Uno se giró hacia los intrusos que acababan de entrar en sus dominios y emitió un aullido de guerra. Pronto, la totalidad de esos seres se abalanzó hacia los muchachos. Hacia la carne fresca.
Said y José Luis se miraron y asintieron, tal como hacían cuando jugaban a los videojuegos. Apuntaron sobre la marea de charlis y descargaron sobre ellos toda la munición de sus recámaras. Tras diez segundos de estruendos no quedaba títere con cabeza. En el ambiente flotaba un intenso aroma a pólvora que olía a victoria. Aún así, se trataba de una victoria amarga.
- Está vacío ¡joder! Aquí dentro no queda nadie. –maldijo José Luis-.
- ¡Rafa! ¡Jesús! ¿¡¡Donde hostias estáis!!? –gritó Andrés mientras se adentraba en el local-.
- Los han matado… -dijo Paolo mientras se le daba una calada a su porro-.
- No seas tan pesimista… Sus putos cadáveres no están por ningún lado. A todo esto, moro, ¿qué ha sido de Eduardo?
- …
Said no quería hablar en aquellos momentos. La pregunta era tan obvia… “David, Edu, Rafa, Jesús,… hemos perdido a la mitad del grupo en pocas horas. Estamos realmente jodidos”. El chirrido de una puerta interrumpió aquel agrio silencio y les hizo ponerse en alerta. Apuntaron con las armas a su alrededor, recordando que aún se encontraban en territorio hostil.
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