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Novela: Riesgo Biológico

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Mensaje  Fer Sáb Sep 26, 2009 2:50 pm

Hola a tod@s!! Novela: Riesgo Biológico 96371
Hace poco que me he instalado aquí y al ver que gente como yo, a la que le gusta escribir, y sobre todo de zombies, deja brillantes historias, me anima a seguir. Con esto hoy os hablaré de mi novela, en la cual llevo unos meses inmerso.

Su nombre es Riesgo Biológico, y tratará de infectados, al fin y al cabo, vistos como zombies desde mi punto de vista y de muchos más (es un tema de controversia...). A continuación os dejo la sinopsis:

Un grupo de militares altamente cualificados ha sido llamado para aclarar y solucionar un sospechoso caso de bioterrorismo en Afganistán. Sus pasos llegarán hasta una ciudad del país, Qandahar, en la cual se vieron los terroristas por última vez. Sería sencillo. Entrar, sacar a los terroristas y destapar toda la trama; pero a sus espaldas el ser humano está siendo sacudido por el peor captor jamás pensado: el propio ser humano, sediento de carne humana con vida.


La novela está estructurada en partes. La primera está acabada, la segunda está en proceso de desarrollo. Las siguientes están por pensarse aún. Os dejo los nombres de las mismas:

PARTE I: Contacto
PARTE II: El principio del Fin. Apocalipsis.


Sin más dilación, os dejo un fragmento de la primera parte, aunque aviso de antemano, los infectados llegarán a su debido tiempo, no os impacienteis:

Parte I: Contacto

El silencio. Es un concepto que no tiene mucho secreto, y es algo que mucha gente desea tener en ciertos momentos de su vida. A veces el silencio tranquiliza, otras veces no tranquiliza tanto; es más, otras veces, el silencio significa enfado, o sin más, no tener ganas de hablar. En este caso, el silencio era lo único que estaba en la habitación. Era un habitáculo oscuro, de unos 6 metros cuadrados; suficiente para descansar sobre una cama de espuma algo desgastada. La persiana estaba bajada, y el silencio estaba acompañado de oscuridad. Nada de luz entraba por los pequeños agujeros de la persiana.

Era de noche.

Algún grillo alguna noche había roto el silencio de la habitación, pero esta noche no había pasado. Lucas no podía oír nada del exterior. Su subconsciente estaba en otro lugar, un lugar donde había vida, amor, calor familiar, lejano de la soledad que había pasado las últimas 36 horas. Aparecía una casa muy luminosa, con abundantes cuadros por la pared, todos con fotos de personas, que aparentaban estar felices. Parecía que era él el que estaba andando por esa casa, de repente vio algo que le hizo recordar que ésa era su casa, donde vivía con su mujer y su hija. Había visto sus condecoraciones del ejército colgadas en la pared del salón, encima de la chimenea, demostrando hasta donde llegaban sus límites de superación. De manera inconsciente fue subiendo las escaleras de su casa hasta que accedió al pasillo del segundo piso. De repente, vio que salía humo negro de un pequeño espacio de la puerta de una de las habitaciones. En ese momento, como si sus oídos hubieran estado taponados, le vino un grito muy fuerte de la habitación. La voz era de una mujer… ¡su mujer! Corrió, y se acercó a la puerta. Justo al lado había una puerta de color rosa claro donde había unas letras de tamaño medio: ANGY. Se apresuró a abrir la puerta de la que salían los gritos, pero en cuanto puso la mano en el pomo notó un dolor que le llegó hasta lo más profundo de su alma. Su mano estaba achicharrada, con una quemadura de segundo grado que le dolía más que si le estuvieran clavando mil clavos. Golpeó la puerta, y en ese momento aguzó el oído y pudo oír por detrás de los agudos gritos de socorro de su mujer, los llantos de su pequeña Ángela. Su mujer, Ana, gritaba una y otra vez su nombre, y a pesar de desear entrar no podía. Todo se silenció de repente. Las llamas dejaban de rugir aterrorizando, su hija dejaba de llorar. Sólo podía oír su nombre repetidas veces, y la mayoría rebotaban en su cabeza. “Lucas, Lucas, Lucas…”

-… Lucas, Lucas…-seguía oyendo; pero esta vez la voz era más grave. Además su cuerpo se veía sacudido una y otra vez. Todo oscureció, y en cuestión de segundos se hizo la luz…

La luz del sol había irrumpido en la habitación como un huésped no deseado. Los ojos de Lucas, aunque intentaron abrirse, se cerraban, y eso era superior a sus fuerzas. Cuando pasó un tiempo, pasaron todos los procesos bioquímicos desencadenantes y su vista se pudo acostumbrar a la luminosidad, pudo ver una figura de pie a su lado. Era su amigo Carlos (o Charlie, como le llamaban sus amigos), que estaba vestido con su uniforme de militar. El traje era un uniforme táctico completo en camuflaje Rayas Tigre de desierto, con dos bolsillos a la altura del pecho y otros dos en las mangas, un cuello chino que facilitaba el acoplamiento de chalecos de cualquier tipo, y destacaba del mismo una placa de color blanco a la altura del pecho, donde detallaba su nombre y apellidos: CARLOS MOLINA SÁNCHEZ. Además, a la altura del bíceps tenía una cinta con los colores de la bandera española. Era de tez morena, ojos azules y pelo castaño claro. Ancho de hombros, presentaba un cuerpo de grandes magnitudes, que daban a entender a simple vista la magnitud de su fuerza.

-Ya era hora, macho, no había ni dios que te levantara-le soltó, prestando una sonrisa con su dentadura blanca-. En diez minutos en el salón de reuniones-y tras eso desapareció a toda prisa por la puerta metálica de la habitación de Lucas.

Lucas tenía 27 años, los mismos que Carlos. Era de complexión más delgada, aunque estaba bastante fibroso. Todos los años en el ejército le habían dotado de una musculatura y resistencia increíbles. Era de tez morena, y de ojos marrón oscuro. Tenía la zona de la mandíbula muy marcada (un rasgo que a su mujer le gusto bastante de él), y tenía una barba corta, bastante cuidada. Se irguió de la cama y estiró la espalda, que ya se estaba resintiendo de dormir en ese colchón de espuma tan aplastada que parecía que dormía encima del somier. Se levantó de la cama y se aproximó a un pequeño lavabo que tenía en la habitación. Aunque la habitación era pequeña contaba con las cosas principales para poder habitar en un lugar: cama, mesita al lado de la cama, lámpara de noche de la mesita, un lavabo con un jabón y un pequeño armario donde guardar todas sus pertenencias. De repente sintió un escalofrío al recordar el sueño que había tenido, y se miró la mano para confirmar que todo había sido un sueño. Su mano estaba bien. Se lavó la cara, y seguidamente se aproximó a llamar a su mujer. Cogió el móvil y vio que no tenía cobertura. Dio un golpe al aire, indignado, y lo depositó en su bolsillo. A continuación se puso la chaqueta del uniforme y salió de la habitación hacia la sala de reuniones.

SALA DE REUNIONES-Centro Militar Estratégico. Kabul (Afganistán). 07.00 horas.

Cuando Lucas abrió la puerta de la sala ya había reunidos allí cientos de personas, sentadas en sus respectivos asientos. Todos le miraron, pues la puerta hablaba por sí sola del chirrido que metía al abrirse.

-Llega tarde, soldado-dijo el teniente Hopkins, que estaba sentado presidiendo la mesa.

Lucas, al que no le gustaban las multitudes, y era bastante tímido, buscó la manera de escapar de la vista de todos los presentes en la sala. Vio entre la multitud sentada un sitio libre al lado de su amigo Carlos, muy cercano a la puerta. Cuando se sentó vio una placa sobre la mesa donde ponía su nombre: LUCAS RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ.

-Muy bien, señores, ya que estamos todos reunidos, comenzaremos la reunión pues-empezó a hablar el teniente-. Seguro que están un poco desconcertados debido a que hace dos días estaban en sus casas tan tranquilamente viviendo con sus familias. Todos ustedes se comprometieron con su trabajo y ahora es la hora de demostrarlo. Se mirarán entre ustedes y seguramente ni la mitad se conocen, y es lógico. Aunque están vestidos con los mismos uniformes son exclusivamente formalidades de los militares. Es muy normal que no se conozcan ya que no sólo son militares los que se encuentran en esta sala, sino que señores militares, están acompañados por los científicos más importantes del mundo. Muchos son Médicos, Biólogos, Químicos, Físicos, Veterinarios… Y se preguntarán debido a qué mezclan la ciencia con el ejército en éste apartado lugar del mundo.-El teniente Hopkins juntó las manos y bajó la cabeza; seguidamente subió la cabeza y se dispuso a seguir hablando-: Todo esto tiene una explicación, y es muy sencilla-. Seguidamente, el teniente Stuart Hopkins se aproximó a un atril que tenía encima un mando a distancia. Lo cogió y apuntó a una malla blanca que colgaba del techo por un rudimentario mecanismo. Un proyector se puso en funcionamiento dejando un sonido de vuelta de hélice del ventilador que se extendía por la instancia. Una luz que salía del mismo alumbró la malla blanca.

-Hace tres días recibimos noticias desde el Pentágono sobre unos rumores de que Osama Bin Laden había estado en Qalät, cerca de Kabul.

-¿Cómo qué rumores?-dijo uno de los científicos, incrédulo-. ¿El Pentágono funciona ahora como los periodistas de la prensa rosa del mundo, sólo captan rumores y los transmite sin contrastar?

El científico que había hablado era Marcus Petroff, un Médico de la Universidad de Bergen, en Noruega. Era Microbiólogo y tenía a sus espaldas importantes proyectos de investigación, muchos de ellos conseguidos, y otros en pleno desarrollo. Era un hombre de unos sesenta años, con una barba blanca que le cubría casi toda la cara. Apenas se le notaban las arrugas de la cara, pero sí que destacaban sus ojos azules, nórdicos.

-Correcto, doctor. Pero no me ha dejado terminar. Tras esto, aunque el Pentágono se alarmó, no se conformó, así que desplazó una unidad hasta Qalät. Preguntaron a las autoridades, y éstas no conocían nada del tema. Cuando ya tenían todas las esperanzas perdidas, informaron de la llegada al pueblo de un hombre que decía haber vista a Bin Laden. Las tropas se dirigieron hacia el hospital donde el hombre estaba siendo tratado por un ataque de ansiedad. Pero, señores, antes de que pudieran entrar por la puerta del hospital, una bomba estalló e hizo que el hospital se derrumbara en cuestión de minutos. Se contaron centenares de muertos-el teniente dejó el mando encima del atril. Puso cara de seriedad, y les miró fijamente uno por uno, otorgando segundos de incertidumbre. El teniente Hopkins era un estadounidense de cincuenta y dos años, de piel clara y pelo canoso. Era un hombre muy serio, y lo estaba demostrando en todo momento-, y esta noticia creo que la conocen, pues ha recorrido la prensa de todo el mundo.

-Entonces, no se conoce nada de nada, ¿verdad teniente?-preguntó uno de los militares de la sala.

-No se están dando pasos de gigante; pero para eso estamos nosotros aquí-dijo el teniente. A continuación agarró de nuevo el mando y apuntó a la malla blanca iluminada. Pulsó uno de los botones, y seguido de un “clic” apareció en la malla la imagen de un hombre de rasgos árabes. Muchos científicos susurraron-. Lo sé, lo sé… A lo mejor no todos conocían a este hombre, pero para aquellos que no lo sepan era Alharab Bujhadi, un científico especialista en armas biológicas-el silencio se hizo en la sala-. No fue casualidad que este hombre muriera en el atentado del hospital. Desde que este hombre llegó al hospital hasta que pasó el atentado pasaron unas seis horas, suficientes para que aquellos que quisieran acabar con el científico lo hicieran sin prisas y con efectividad. Con esto les quiero decir a todos que el objetivo principal era Alharab, y también todos aquellos que supieran lo que les había contado, es decir, todos los trabajadores de las dependencias sanitarias. Cumplieron con su cometido, y lo que ese hombre tenía pensado contar se fue con él para siempre-Hopkins pasó otra diapositiva. La nueva diapositiva mostraba un paisaje desértico, y una montaña a lo lejos que no se veía muy bien debido a que el calor había difuminado la imagen-. Esta imagen que ven, no parece más que una simple fotografía que echaría un turista en el desierto. Pero no. Tras investigaciones se han llegado a esclarecer muchas incógnitas. Empecemos por la primera: el científico muerto llegó a las dependencias hospitalarias algo magullado, con un ataque de ansiedad importante, según se obtuvo de unos documentos que se recuperaron del hospital; también tenemos los testimonios de unos enfermeros que le atendieron horas antes del atentado, y que ahora están protegidos por la CIA, por lo que mantendremos el anonimato de éstos sujetos. Los enfermeros en cuestión comentaron que el hombre no paraba de nombrar la palabra “virus”. Esto alarmó a los enfermeros; pero tras las pertinentes pruebas microbiológicas se demostró que el hombre estaba sano. También tenemos los testimonios de unos comerciantes que se dirigían en camello a Qalät y vieron al hombre llegar desde el sur del pueblo, es decir, desde Qandahar.

-Podría haber venido desde otro pueblo del sur, y no precisamente de ese-dijo otro militar de la mesa.

-No-respondió rotundamente uno de los científicos, Rick Salazar-. Según los datos que poseo, el día del que hablamos era un día muy caluroso. Las temperaturas rozaban los 47 ˚C, y ningún ser humano puede aguantar horas andando a esa temperatura sin agua ni nada, y se lo digo yo que soy médico. El cuerpo pierde casi toda el agua que conserva y los órganos se colapsan. Es una muerte muy dolorosa, no se la recomiendo-el doctor se reclinó sobre su silla, indicando que había terminado.

-Correcto. El doctor Salazar se ha adelantado, pero les iba a explicar los fundamentos de los datos. Ahora sabiendo que estaba demostrada la teoría de que el científico venía desde Qandahar, debíamos relacionarle con el lugar. Buscamos todos los datos de su vida, y ¡sorpresa!: vivía en Nueva York, junto con su mujer y sus tres hijos adolescentes. Buscamos las fechas en las cuales viajó a Afganistán y en ningún vuelo databa su nombre ni el de ningún familiar. Su estado actual era parado, así que existen muchas incógnitas por resolver.

-Muy, bien, teniente, pero ¿qué hacen los científicos aquí?-preguntó Carlos.

-Los científicos están aquí debido a que se baraja que nos podemos estar enfrentado a una posible organización bioterrorista. Ellos conoces los virus y los organismos etiológicos de las enfermedades, y sus curas. Además, son los mejores de la profesión, y en caso de sufrir un ataque la posibilidad de obtener una vacuna efectiva es muy corta. Ahora, señores, el asunto queda en manos de nosotros, los militares. Tenemos que rodear la ciudad sin causar mucho jaleo, y adentrarnos para poder investigar dónde estaba éste hombre antes de llegar Qalät. Muy bien, hasta aquí la reunión de hoy. Los militares saldrán primero pues se les dará un manual acerca de la misión. Gracias, y buenos días.

En esos instantes, el silencio se rompió. La multitud empezaba a moverse de sus asientos. Se oían con una elevada frecuencia la veintena de pisadas de las personas de la sala a la vez. Lucas, que había prestado atención de todo, deseaba poder charlar del tema con sus compañeros. Pero antes de eso tocaba desayunar, y tras recibir los manuales, todos se dirigieron hacia la cafetería del Centro Militar Estratégico.

Cuando llegaron Lucas y Carlos a la cafetería, estaba atestada de gente. De repente entre la multitud oyeron sus nombres. Eran sus compañeros que ya estaban sentados en una mesa y les había reservado unos asientos. Eran tres varones y una mujer asiática. El que les dirigía hacia la mesa era un joven de color llamado Michael, un estadounidense. Era bastante delgado, pero a pesar de ello había demostrado anteriormente su valía en la guerra. Era un cachondo en potencia, y animaba todos los cotarros. Tenía 23 años, al igual que Orlando, mexicano, de tez morena, de pelo moreno y cuerpo atlético. Shu, de 22 años de edad era la más joven del grupo. Su cuerpo musculoso y atlético le daba una figura de lo más sexy. Muchos de los chicos estaban locos por sus huesos, y deseaban tener algún que otro escarceo con ella, pero era una chica con el corazón ocupado. Sus rasgos asiáticos le daban una belleza fuera de lo normal, que junto con su piel blanca y su pelo negro le otorgaban un toque de genialidad importante. Por último quedaba el noruego, Chuck (al cual le llamaban “barrilete”, debido a su afición por la cerveza). En esos instantes, el nórdico sostenía en su mano una jarra de cerveza y se disponía beber. Era pelirrojo, y siempre llevaba un pañuelo rojo en la cabeza. Tenía una barba pelirroja, algo descuidada, y su complexión no era atlética, ya que portaba una barriga prominente no muy común entre los soldados; pero era uno de los más buenos dentro de la gama de edad de los cincuenta años.

Carlos y Lucas se sentaron, dejaron los manuales sobre la mesa y escucharon la conversación que estaban teniendo sus compañeros.

-Dudo muchísimo que el Pentágono ni la CIA sepan nada de esto-decía Orlando.

-Hola, chicos, os estábamos esperando-les dijo Michael, y después se giró y llamó al camarero. El hombre se aproximó a la mesa-. A mí lo de siempre-y lo de siempre era unos huevos con beicon al puro estilo estadounidense.

-Unas tostadas con aceite y tomate-pidió Lucas, marcando el puro estilo mediterráneo.

-Yo una de lo mismo-pidió Carlos.

Los demás pidieron sus desayunos, y en general, no solían cambiar de menú. Cuando el camarero se marchó continuaron hablando:

-Sea como sea nos toca ser el sacacorchos que quite el tapón atascado-dijo metafóricamente Shu.

-Según este manual saldremos esta noche a las 21: 00-dijo Chuck malcarado-. Joder, ya nos han jodido la noche.

-¡Brindo por eso!-exclamó Michael con tono optimista.

Lucas estaba ojeando el manual. Por lo que había leído, aún no se había constatado nada, y solamente se tenía supuestos. Uno de ellos era que Alharab Bujhadi podría estar trabajando en algún laboratorio clandestino dirigido por Bin Laden, y destinado a la producción de armas bioterroristas. Recogía datos de aquí y de allá, su vista no paraba de repasar las letras del manual. De repente sintió una vibración en uno de sus bolsillos. Sacó el móvil y vio reflejado en la pantalla el nombre de “ANA”, su mujer. Se levantó de la mesa y se excusó enseñando el móvil. Despareció de la cafetería lo antes posible y salió del barullo. Era una videollamada. Las videollamadas eran una opción de los nuevos móviles que otorgan a la gente poder hablar y verse al mismo tiempo. No lo dudó, aceptó la llamada, y tras unos segundos, recibió lo que esperaba: la preciosa cara de su mujer y la de su hija de tres años, Angy. Ana tenía la misma edad que él, era castaña clara, de piel suave y clara, y con unos enormes ojos verdes que atontaban a cualquiera que la mirase fijamente. Era muy extrovertida, y aunque algo cortada, esa mezcla de timidez y atrevimiento que tenía en ciertas ocasiones le había gustado siempre de ella. Su hija, Ángela, aunque aún era muy pequeña, había salido a su padre en todo, ya que era morena y con los ojos marrones, algo que a él no le había gustado de sí mismo; pero al verlo en su hija no dudaba de que fuera la más bella del planeta.

-Hola, ¿qué tal estas?-le preguntó Ana sonriente.

-Puff-suspiró Lucas-, echándoos de menos a las dos.

-Si sólo llevas dos días fuera, Lucas. ¿Sabéis algo ya de por qué os mandaron tan a prisa para allá?

-Sabes, cariño, que no puedo decirte nada hasta que se haya completado la misión, sólo puedo decirte que la misión comienzo hoy a las 21.00 horas. Lo siento, de verdad, ya sabes cómo va esto…

-No te preocupes, sé muy bien cómo va. Lo supe y lo sé, y a pesar de eso estoy contigo-rio, y Lucas le devolvió otra sonrisa.

-¿Cómo estáis? ¿Angy se encuentra mejor?-preguntó Lucas, algo preocupado-. Antes de que se fuera, su hija había empezado a tener fiebres muy altas.

-Ayer fuimos al médico y me dijeron que era un virus del resfriado común, no te preocupes. Le mandaron un jarabe y ya parece que está mejor, ¿a que sí?-preguntó Ana a su hija con tono muy cariñoso. Ángela, sonrió al mirarla a la cara. Lucas deseaba estar allí con ellas y poder darlas un par de besos a ambas; pero su situación, desgraciadamente, no era esa.

-Deseo poder estar allí, en casa, durmiendo sobre una cama de verdad. No puedes imaginarte qué mal se duerme en ese pedazo de espuma, parece mentira que esto sea el ejército-negó con la cabeza indignado.

-¿Sabéis algo acerca del atentado en el hospital?

-Algo sabemos, pero entre uno de los objetivos de la misión está solucionar el misterio del atentado. ¿Dónde cenaréis hoy?-esa pregunta no era una tontería, ya que normalmente, todos los viernes acostumbraban a comer en casa de sus amigos Carlos y Marga.

-Pues vendrá Marga a casa a cenar. Le he dicho que si se quería quedar a dormir y no le ha importado, al fin y al cabo, las dos estamos solas ahora mismo. El sábado se irá temprano, dice que tiene que hacer unas cosillas.

De repente, la imagen desapareció. Lucas miró la pantalla del móvil, y vio que no había cobertura. La verdad es que no estaban muy bien preparados en ese centro, ya fuera en comunicaciones así como en alojamiento. Intentó llamarla pero no había cobertura de red, así que desistió y guardó de nuevo su teléfono en el bolsillo. Se dirigió de nuevo a la cafetería, donde aún estaban sus compañeros tomando el desayuno. Michael estaba haciendo movimientos espasmódicos, pues estaría contando alguna batallita o algún chiste, ya que los oyentes de alrededor se estaban partiendo de risa. Cuando se acercó todos le miraron.

-¿Qué tal Ana?-le preguntó Carlos.

-Bien, me ha dicho que esta noche cenará con Marga, y que Marga se quedará a dormir.

-Ok, ya me quedo más tranquilo, porque eso de que estén solas me preocupa mucho.

-Tranquilo, a mí también.

-Aquí estaba Michael contándonos sus batallitas.

La mañana prosiguió de la misma manera que siempre. Terminaron de desayunar, y se dirigieron al campo de tiro. Allí todas las mañanas practicaban tiro, e incluso cuando no había mucha gente practicando solían hacer competiciones de tiro al blanco, y siempre ganaba Chuck, que tenía una nota de 9.8 sobre 10 en tiro al blanco con su Smith & Wesson M29. “Esto es un 44 Magnun, el revólver más potente del mundo. ¿Quieres comprobar si hoy es tu día de suerte?”, decía “Harry el sucio”, interpretado por Clint Eastwood, en una de las películas que lo catapultó al estrellato. Era un revólver extremadamente potente, que te echaba unos pasos hacia atrás cuando disparabas un proyectil. Fabricada en 1955 en Estados Unidos, era un arma de corto alcance, con capacidad para 6 balas y con un peso de 1,33 kgs, por lo tanto, un arma bastante pesada. Pero Chuck llevaba toda su vida con ella, y ni el peso ni el retroceso se hacían notar cuando estaba en acción. Los demás llevaban una Beretta, la típica recortada con la que se aprende en el ejército. La verdad es que podrían haber elegido otra diferente pero no lo habían querido ninguno del grupo. Además, en el inventario básico de un soldado se encontraba la Carabina M4, un fusil de asalto automático que tuvo un protagonismo trascendental en la guerra de Afganistán y Vietnam, y su origen es exclusivo de los estadounidenses. Se encuentra entre las armas más pasadas del mundo, con 3,1 kilogramos con el cargador. Es un fusil de asalto derivado de la M16 que admite cargadores de 30 balas, de puntería menos precisa y menor alcance eficaz dado a que tiene un cañón corto, pero adecuada a las distancias de combate habituales, es más maniobrable en combate a corta distancia al ser más compacta y ágil al movimiento debido a su tamaño. Además, llevan una mochila con cargadores tanto para la pistola como para el fusil, y en la pierna derecha llevaban un machete de unos diez centímetros de largo, y con una hoja muy afilada. Allí estuvieron practicando hasta que llegó la hora de la comida.

El tiempo fue pasando muy rápidamente, y cuando menos se lo esperaban llegaron las 20.00 horas. Justo en ese momento, cuando todos los relojes marcaron la hora, una bocina empezó a retumbar por todo el centro. Tras unos segundos que estuvo sonando, apareció una voz de varón que resultaba muy parecida a la del teniente Stuart Hopkins.

-“Que todos los soldados se dirijan hacia el campo de tiro. Repito. Que todos los soldados se dirijan al campo de tiro”-posteriormente, la voz desapareció.

Lucas había estado mirando el móvil durante horas en su habitación, y aún seguían sin cobertura. Normalmente, acostumbraba a hablar con su mujer justo antes de embarcarse en una misión, le decía todo lo que sentía por ella, y sobre todo que no estaba enfadada con ella por nada. Esta vez no podía ser. Sin más dilación, se guardó su pistola y salió a toda prisa de la habitación. Los pasillos estaban atestados de soldados, que como él se dirigían hacia el campo de tiro, donde les había dicho que se reunieran. Por el camino se fue reuniendo con su grupo de amigos.

Por fin llegaron a su destino. Allí, estaba el teniente Hopkins junto con otros grandes cargos. Detrás de ellos había dos camionetas del ejército, en los cuales cabían unas diez personas. Lucas dedujo de manera rápida que les habían reunido allí para seleccionar los que irían a la misión, pues sólo podían ir veinte, y allí había unas cien personas.

-Buenas noches-comenzó el teniente-. Seré rápido y no me andaré con rodeos. Espero que todos se hayan leído el manual que se les entregó esta mañana. Pero esto que va a ocurrir no estaba en el mismo. Como pueden haber deducido, las camionetas que están detrás de nosotros sólo admiten un total de veinte personas, y esas veinte personas están entre ustedes. Esta noche será el primer contacto, y esperamos poder obtener suficiente información. A continuación nombraré aquellos que han sido seleccionados, y éstos deberán estar a las 21.00 horas aquí. Los demás pueden darse por salvados…, de momento-seguidamente, el teniente empezó a nombrar a los soldados que estaban incluidos en la misión.

Lucas y todos estaban expectantes. Muchas veces había experimentado esa reacción a lo largo de su vida como militar. Antes de comenzar una misión se planteaba qué estaba haciendo con su vida; pero seguidamente, le venía el recuerdo de que estaba en ese lugar para poder servir a su país, y para proteger a los que quería. El miedo que tenía era que podría irse a la misión sin haber hablado por última vez con Ana, y su futuro en cada misión era una verdadera incógnita. Orlando fue elegido, Michael también. Y ya cuando parecía que iba a terminar, en posición decimo novena sonó su nombre. No miró a ningún lado, sabía perfectamente donde estaba, sabía perfectamente qué había jurado hacer, sabía perfectamente por qué razón había decidido acceder a ser soldado, y sabía perfectamente los peligros que ello conllevaba.
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Mensaje  Palominocod Sáb Sep 26, 2009 6:21 pm

Si si,muy buen relato.Buen argumento sin duda.Los relatos son tan buenos todos(incluido el mio,ejem)que deberian ponernos en la librerias jeje.
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