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Segunda prueba
¿Furulas?
Mi historia real, mi relato.
3 participantes
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Mi historia real, mi relato.
Abrí los ojos, estaba empapado de sudor tumbado en un colchón. Lo primero que pude divisar fue el mugriento techo que parecía a punto de derrumbarse. Me levanté y fui directo a la mesilla del cuarto en el que me encontraba. Saqué un machete y comprobé que aún estaba bien afilado para desmembrar alguna de esas cosas.
El sonido era aún mayor. Un inquietante gemido gutural seguido de unos golpes a la cochambrosa puerta de madera hacía que un cosquilleo subiera por mis piernas hasta el corazón.
Decidí prevenir y por una de las ventanas me asomé y pude comprobar como lo que antes era una mujer me había descubierto. El olor a carne fresca la atraía de a saber donde hasta mi, esto ya no era seguro. Abrí la puerta, el monstruo emitió un grito de furia y se abalanzó sobre mi. Con algo de fortuna conseguí quitármelo de encima y atravesarle la cabeza con mi machete. Me encontraba en el suelo a escasos dos metros de una de esas cosas, con el corazón a punto de estallarme en el pecho. Saqué el cuerpo de casa y me dispuse a recoger algunos objetos y largarme de allí. Si uno había podido encontrarme, los de mas también lo harían.
Esta es mi historia, mi nombre es Alban. Tengo veinte años y he perdido todo lo que quería en esta vida. Ya hace dos años del apocalipsis zombie, como así lo llaman algunos. He logrado sobrevivir todo este tiempo siguiendo mis instintos. Vivo en las afueras de Albacete, en un lugar remoto de la Autovía de Alicante donde lo único que hay es mi pequeña casa de madera entre grandes extensiones de campo. Y así continua:
- ¡Me cago en la puta! - grité con todas mis fuerzas.
Este sitio ya no era seguro. Cogí una vieja mochila y metí en ella todo lo que me pudiera valer. Cogí las últimas latas de comida, un par de botellas de agua, una linterna y un revolver con seis balas. Me coloqué la mochila a la espalda junto con el machete y cogí las llaves de mi vieja Chevrolet Apache. Me monté en la camioneta que tiempo atrás pertenecí a mi padre y, después de unos minutos, conseguí que arrancara el motor.
Ya no tenía donde ir. Dos años construyendome un pequeño futuro que ahora no valía para nada. El deposito estaba a la mitad, decidí incorporarme a la Autovía de Alicante en dirección ciudad y hacer una parada en alguna gasolinera con la ilusión de que aún quedará algo de combustible. Según iba por la autovía, me encontraba con coches abandonados, empotrados o calcinados. Prometí no detenerme ante nada y seguir hasta la próxima gasolinera.
Antes de llegar al pueblo de la Chinchilla estaba la gasolinera. Era raro, parecía como si alguien huviera apartado todos los coches de allí. Fue difícil acceder hasta los depositos, pero una vez dentro no había ningún vehículo. Tenía que entrar dentro para activar el paso de la gasolina, cosa que no me gustaba. Apagué el motor y solté la mochila, me dispuse de mi machete y me dirige hasta la puerta de entrada. Estaba cerrada. Inspeccioné y encontré un escaparate roto con todos los cristales del suelo bañados en sangre. Esto me olía mal. Me colé como pude intentando no cortarme. Dentro un olor a podrido hacía muy difícil la respiración. Todos los estantes estaban vacíos, parecía no quedar nada. Me dirige hacía el mostrador y al asomarme el cuerpo de lo que hubiera sido un dependiente estaba agujereado por más de cinco balazos.
- Joder. - grité.
De repente escuché como unas latas cayeron al suelo. Algo se movió en la despensa...
Antes que nada activé el paso de la gasolina y parecía ser mi día de suerte aún quedaban diecisiete litros en el tanque. No se porque algo en mi me decía que llenara el deposito y me largara de allí pero tenía curiosidad por saber lo que había en la despensa. Agarre fuertemente el machete y de una patada abrí la puerta que separaban el misterio de mi. Todo estaba oscuro, se escuchaba mi respiración cada vez más fuerte. A la oscuridad respondió un sonido gutural y rapidamente se empezó a escuchar pasos cada vez a más velocidad. Cuando me quise dar cuenta tenía encima a uno de esos monstruos con uniforme de militar. Pude darme cuenta de que no tenía ojos ni parte de la cara y sin ver me envistió y caí contra uno de los escaparates que por suerte no se rompió. Estaba cegado el monstruo pero se guiaba por el olor. Parecía a verse recuperado de la carrera y se dirigió hacía mi moviendo las mandíbulas. Conseguí cortarle el brazo derecho pero no le detuvo. Volvió a embestirme y le tenía encima de mi. Pesaba el doble que yo y apenas podía respirar debajo de él. Perdí el machete, estiré la mano y lo único que encontré fue un tocho de la guía automovilística de la gasolinera. Se la estampé en la cara consiguiendo quitarmelo de encima y una vez agarré mi arma no deje de asestarle machetazos en la cabeza, no paré hasta que empezó un dolor en los brazos.
Registré el cadaver y encontré un cuchillo militar junto con una granada. ¿Para que coño quería yo una granada? Encontraría su utilidad para algo especial. Como era normal no había electricidad, salí fuera y enchufe la manguera al deposito de mi vieja Apache dejandolo pillado hasta que gastara los diecisiete litros. Mientras cogí la linterna y me entré en la despensa. Estaba vacía y un gran charco de sangre recorría el cuarto. Pude comprobar que había una caja de bollería, estaba sin abrir siquiera. La cargué en la camioneta, cerré el depósito, arranqué el motor y proseguí mi camino hacía Alicante.
El sonido era aún mayor. Un inquietante gemido gutural seguido de unos golpes a la cochambrosa puerta de madera hacía que un cosquilleo subiera por mis piernas hasta el corazón.
Decidí prevenir y por una de las ventanas me asomé y pude comprobar como lo que antes era una mujer me había descubierto. El olor a carne fresca la atraía de a saber donde hasta mi, esto ya no era seguro. Abrí la puerta, el monstruo emitió un grito de furia y se abalanzó sobre mi. Con algo de fortuna conseguí quitármelo de encima y atravesarle la cabeza con mi machete. Me encontraba en el suelo a escasos dos metros de una de esas cosas, con el corazón a punto de estallarme en el pecho. Saqué el cuerpo de casa y me dispuse a recoger algunos objetos y largarme de allí. Si uno había podido encontrarme, los de mas también lo harían.
Esta es mi historia, mi nombre es Alban. Tengo veinte años y he perdido todo lo que quería en esta vida. Ya hace dos años del apocalipsis zombie, como así lo llaman algunos. He logrado sobrevivir todo este tiempo siguiendo mis instintos. Vivo en las afueras de Albacete, en un lugar remoto de la Autovía de Alicante donde lo único que hay es mi pequeña casa de madera entre grandes extensiones de campo. Y así continua:
- ¡Me cago en la puta! - grité con todas mis fuerzas.
Este sitio ya no era seguro. Cogí una vieja mochila y metí en ella todo lo que me pudiera valer. Cogí las últimas latas de comida, un par de botellas de agua, una linterna y un revolver con seis balas. Me coloqué la mochila a la espalda junto con el machete y cogí las llaves de mi vieja Chevrolet Apache. Me monté en la camioneta que tiempo atrás pertenecí a mi padre y, después de unos minutos, conseguí que arrancara el motor.
Ya no tenía donde ir. Dos años construyendome un pequeño futuro que ahora no valía para nada. El deposito estaba a la mitad, decidí incorporarme a la Autovía de Alicante en dirección ciudad y hacer una parada en alguna gasolinera con la ilusión de que aún quedará algo de combustible. Según iba por la autovía, me encontraba con coches abandonados, empotrados o calcinados. Prometí no detenerme ante nada y seguir hasta la próxima gasolinera.
Antes de llegar al pueblo de la Chinchilla estaba la gasolinera. Era raro, parecía como si alguien huviera apartado todos los coches de allí. Fue difícil acceder hasta los depositos, pero una vez dentro no había ningún vehículo. Tenía que entrar dentro para activar el paso de la gasolina, cosa que no me gustaba. Apagué el motor y solté la mochila, me dispuse de mi machete y me dirige hasta la puerta de entrada. Estaba cerrada. Inspeccioné y encontré un escaparate roto con todos los cristales del suelo bañados en sangre. Esto me olía mal. Me colé como pude intentando no cortarme. Dentro un olor a podrido hacía muy difícil la respiración. Todos los estantes estaban vacíos, parecía no quedar nada. Me dirige hacía el mostrador y al asomarme el cuerpo de lo que hubiera sido un dependiente estaba agujereado por más de cinco balazos.
- Joder. - grité.
De repente escuché como unas latas cayeron al suelo. Algo se movió en la despensa...
Antes que nada activé el paso de la gasolina y parecía ser mi día de suerte aún quedaban diecisiete litros en el tanque. No se porque algo en mi me decía que llenara el deposito y me largara de allí pero tenía curiosidad por saber lo que había en la despensa. Agarre fuertemente el machete y de una patada abrí la puerta que separaban el misterio de mi. Todo estaba oscuro, se escuchaba mi respiración cada vez más fuerte. A la oscuridad respondió un sonido gutural y rapidamente se empezó a escuchar pasos cada vez a más velocidad. Cuando me quise dar cuenta tenía encima a uno de esos monstruos con uniforme de militar. Pude darme cuenta de que no tenía ojos ni parte de la cara y sin ver me envistió y caí contra uno de los escaparates que por suerte no se rompió. Estaba cegado el monstruo pero se guiaba por el olor. Parecía a verse recuperado de la carrera y se dirigió hacía mi moviendo las mandíbulas. Conseguí cortarle el brazo derecho pero no le detuvo. Volvió a embestirme y le tenía encima de mi. Pesaba el doble que yo y apenas podía respirar debajo de él. Perdí el machete, estiré la mano y lo único que encontré fue un tocho de la guía automovilística de la gasolinera. Se la estampé en la cara consiguiendo quitarmelo de encima y una vez agarré mi arma no deje de asestarle machetazos en la cabeza, no paré hasta que empezó un dolor en los brazos.
Registré el cadaver y encontré un cuchillo militar junto con una granada. ¿Para que coño quería yo una granada? Encontraría su utilidad para algo especial. Como era normal no había electricidad, salí fuera y enchufe la manguera al deposito de mi vieja Apache dejandolo pillado hasta que gastara los diecisiete litros. Mientras cogí la linterna y me entré en la despensa. Estaba vacía y un gran charco de sangre recorría el cuarto. Pude comprobar que había una caja de bollería, estaba sin abrir siquiera. La cargué en la camioneta, cerré el depósito, arranqué el motor y proseguí mi camino hacía Alicante.
Alban- Recien llegado al refugio
- Cantidad de envíos : 3
Edad : 29
Localización : Madrid
Fecha de inscripción : 27/07/2012
Re: Mi historia real, mi relato.
Buen relato Alban, ¿Vas a subir más capítulos?
Y bienvenido al refugio, espero que te la pases bien
Y bienvenido al refugio, espero que te la pases bien
Re: Mi historia real, mi relato.
Apenas eran las cuatro de la tarde. Empezaba a notar las vibraciones de mi estomago que me decían una y otra vez que necesitaba comida. Detuve la camioneta en un lugar de la autovía donde metros adelante había un gran accidente de hace bastante tiempo. Sabía que no era el mejor lugar pero no iba a tardar mucho. Alcé la vista y solo había cadáveres muy descompuestos o coches abandonados, nada de muertos vivientes. Bajé de la vieja Apache y fui a los asientos traseros a coger la caja de bollería. Saqué un par de dulces y empecé a comérmelos. Mientras devoraba ese manjar, decidí investigar un poco la zona acompañado de mi machete. Siempre me habían gustado los coches. Un cochambroso Renault con el maletero abierto dejó a la vista una nevera que parecía llevar allí mucho tiempo. La abrí y encontré unas bebidas. En los asientos traseros pude comprobar como había dos sillitas de bebes, en una estaba el cadáver de lo que había sido un niño de apenas dos años en plena descomposición. La otra simplemente estaba vacía. De entre los coches me vino unos gruñidos guturales que me resultaban familiares. Antes de que diera media vuelta tenía delante a una niña de unos siete años a la que le faltaba un brazo. Sin pensarlo salí corriendo esquivando coches como pude, intentado llegar a la camioneta. El monstruo salió corriendo detrás de mi a más velocidad que la que yo podía exigir a mis piernas. Me iba a alcanzar, giré el cuello unos segundos y pude comprobar como una espuma blanca mezclada con sangre salía de su boca mientras movía las mandíbulas como si ya me tuviera entre ellas. Por no mirar, me choqué contra un coche y caí de cabeza contra el asfalto. Noté como perdía el conocimiento, era mi fin.
Desperté por culpa del movimiento. Me encontraba en mi camioneta, pero yo no iba conduciendo. Con más miedo que otra cosa, giré la cabeza y vi como una chica de buen físico, morena, conducía mi camioneta con toda seguridad.
- No te muevas mucho y sujetate esto en la cabeza - me dijo con una bonita voz.
- ¿Qui... quien eres? - le dije.
- La que te ha salvado la vida - me dijo entonando lo que parecía una carcajada.
- ¿Como te llamas? - pregunté con cierta valentía.
- Mi nombre es Helena aunque creo que eso ya no importa mucho - contestó.
- Yo me llamo Alban y gracias por salvarme la vida - la contesté.
Se hizo unos minutos de ese silencio incómodo que tanto odiaba.
- ¿Alban? ¿Que clase de nombre es ese? - me dijo riéndose con ganas.
Dibujé una sonrisa falsa en mi rostro, el dolor de cabeza era insoportable, tenía la vista nublada. Deseaba pararme en algún lugar.
- ¿Dónde vamos? Necesito parar - contesté agobiado.
- Descansa, ya lo hablaremos en otro momento - me contestó ahora con el rostro más serio.
En la vida había visto a esa persona, no sabía nada de ella, ni si quiera si era de fiar o no, solo sabía que me había salvado la vida y que ahora no me la jodería, o eso me imaginaba. Sus palabras resultaron tranquilizadoras, tal vez por que iba medio ''grogi'' pero decidí cerrar los ojos y dormirme hasta que no pudiera más.
Me despertó con suaves empujones. Había dormido durante algo más de tres horas, eran las ocho y estaba anocheciendo. En tiempos normales cuando todo iba bien, apenas tardarías dos horas en llegar al centro de Alicante. Pero ahora, en el fin del mundo es casi imposible avanzar por la autovía. Llevábamos tres horas de viaje y solo habíamos recorrido unos setenta kilómetros, aún quedaban unos cien.
- Busquemos un sitio donde pasar la noche - me dijo.
- Yo me encuentro seguro en el coche, no creo que sea buena idea bajarse - contesté.
Estábamos en una zona mayor transitada, estaba llena de coches y apenas se podía avanzar. Seguíamos el camino que por lo que parecía tiempo atrás un gran camión o grúa fue abriendo paso, apartando todos los coches que se encontraban a su paso dejándolos destrozados. De repente algo colisiono contra la camioneta, sonó un gran golpe. Nos asustamos pero no nos detuvimos seguimos con nuestro paso. De repente volvió a sonar otro, otro, otro. La oscuridad cubría todo, las farolas no funcionaban solo nos quedaban los faros de mi vieja camioneta que después de tanto tiempo apenas alumbraban. Bajé escasos centímetros la ventanilla y pude oír, lo que tanto miedo me producía en el cuerpo. Esos sonidos guturales pero no unos pocos sino parecían miles. De repente se dejo de escuchar golpes.
- ¿Por qué paras? ¿que coño estás haciendo? hay miles de esas cosas hay fuera... - dije con un tono de voz elevado.
- ¡No he parado! Estoy acelerando a tope, no podemos avanzar, esta... esta...mos rodados - me miró y pude comprobar el miedo en sus ojos.
La furgoneta empezó a tambalearse, pude ver cientos de manos en los cristales y ese sonido odiado que cada vez era más fuerte. Estábamos totalmente rodeados sin escapatoria, ¿sería nuestro fin?. Había muchos de esos monstruos afuera aporreando la camioneta con toda su furia. Muchas de esas cosas dejaban su ratro de sangre.
- ¿Que coño hacemos? - grité.
- Espera... espera - me dijo intentando tranquilizarme.
Aceleró al máximo, quemando ruedas. Dio un volantazo a la derecha. La vieja Apache empezó a coger velocidad.
- Agárrate... - me gritó.
Apenas pude abrocharme el cinturón de seguridad cuando colisionamos contra un coche. Ambos autos salieron despedidos, avanzamos por el ascen, rompiendo la valla de metal que separaba la autovía del campo cayendo al vacío. Estábamos descendiendo por una colina, eran unos segundos de caída pero a mi se me hizo una eternidad, pude mirar a Helena y agarrarnos de la mano mientras nos aventuramos a un gran golpe.
Desperté por culpa del movimiento. Me encontraba en mi camioneta, pero yo no iba conduciendo. Con más miedo que otra cosa, giré la cabeza y vi como una chica de buen físico, morena, conducía mi camioneta con toda seguridad.
- No te muevas mucho y sujetate esto en la cabeza - me dijo con una bonita voz.
- ¿Qui... quien eres? - le dije.
- La que te ha salvado la vida - me dijo entonando lo que parecía una carcajada.
- ¿Como te llamas? - pregunté con cierta valentía.
- Mi nombre es Helena aunque creo que eso ya no importa mucho - contestó.
- Yo me llamo Alban y gracias por salvarme la vida - la contesté.
Se hizo unos minutos de ese silencio incómodo que tanto odiaba.
- ¿Alban? ¿Que clase de nombre es ese? - me dijo riéndose con ganas.
Dibujé una sonrisa falsa en mi rostro, el dolor de cabeza era insoportable, tenía la vista nublada. Deseaba pararme en algún lugar.
- ¿Dónde vamos? Necesito parar - contesté agobiado.
- Descansa, ya lo hablaremos en otro momento - me contestó ahora con el rostro más serio.
En la vida había visto a esa persona, no sabía nada de ella, ni si quiera si era de fiar o no, solo sabía que me había salvado la vida y que ahora no me la jodería, o eso me imaginaba. Sus palabras resultaron tranquilizadoras, tal vez por que iba medio ''grogi'' pero decidí cerrar los ojos y dormirme hasta que no pudiera más.
Me despertó con suaves empujones. Había dormido durante algo más de tres horas, eran las ocho y estaba anocheciendo. En tiempos normales cuando todo iba bien, apenas tardarías dos horas en llegar al centro de Alicante. Pero ahora, en el fin del mundo es casi imposible avanzar por la autovía. Llevábamos tres horas de viaje y solo habíamos recorrido unos setenta kilómetros, aún quedaban unos cien.
- Busquemos un sitio donde pasar la noche - me dijo.
- Yo me encuentro seguro en el coche, no creo que sea buena idea bajarse - contesté.
Estábamos en una zona mayor transitada, estaba llena de coches y apenas se podía avanzar. Seguíamos el camino que por lo que parecía tiempo atrás un gran camión o grúa fue abriendo paso, apartando todos los coches que se encontraban a su paso dejándolos destrozados. De repente algo colisiono contra la camioneta, sonó un gran golpe. Nos asustamos pero no nos detuvimos seguimos con nuestro paso. De repente volvió a sonar otro, otro, otro. La oscuridad cubría todo, las farolas no funcionaban solo nos quedaban los faros de mi vieja camioneta que después de tanto tiempo apenas alumbraban. Bajé escasos centímetros la ventanilla y pude oír, lo que tanto miedo me producía en el cuerpo. Esos sonidos guturales pero no unos pocos sino parecían miles. De repente se dejo de escuchar golpes.
- ¿Por qué paras? ¿que coño estás haciendo? hay miles de esas cosas hay fuera... - dije con un tono de voz elevado.
- ¡No he parado! Estoy acelerando a tope, no podemos avanzar, esta... esta...mos rodados - me miró y pude comprobar el miedo en sus ojos.
La furgoneta empezó a tambalearse, pude ver cientos de manos en los cristales y ese sonido odiado que cada vez era más fuerte. Estábamos totalmente rodeados sin escapatoria, ¿sería nuestro fin?. Había muchos de esos monstruos afuera aporreando la camioneta con toda su furia. Muchas de esas cosas dejaban su ratro de sangre.
- ¿Que coño hacemos? - grité.
- Espera... espera - me dijo intentando tranquilizarme.
Aceleró al máximo, quemando ruedas. Dio un volantazo a la derecha. La vieja Apache empezó a coger velocidad.
- Agárrate... - me gritó.
Apenas pude abrocharme el cinturón de seguridad cuando colisionamos contra un coche. Ambos autos salieron despedidos, avanzamos por el ascen, rompiendo la valla de metal que separaba la autovía del campo cayendo al vacío. Estábamos descendiendo por una colina, eran unos segundos de caída pero a mi se me hizo una eternidad, pude mirar a Helena y agarrarnos de la mano mientras nos aventuramos a un gran golpe.
Alban- Recien llegado al refugio
- Cantidad de envíos : 3
Edad : 29
Localización : Madrid
Fecha de inscripción : 27/07/2012
Re: Mi historia real, mi relato.
¿Qué haces que no continúas? Me tienes intrigadísima!
Priscilarock- Superviviente
- Cantidad de envíos : 100
Localización : Málaga
Fecha de inscripción : 03/08/2011
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