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Segunda prueba
¿Furulas?
Historias de guerra
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Historias de guerra
Hoy comienzo con unos relatos, desde siempre he querido escribir sobre zombies y por fin ha llegado mi musa.
Poco a poco iré poniendo los relatos, de momento la presentación y el primer relato espero que os gusten.
Hoy en día vivimos en una época más o menos tranquila. Después de cinco años los avistamientos de zombies son cada vez menores y se puede vivir con una relativa tranquilidad.
Sin embargo eso no habría sido posible gracias a tantos supervivientes que contribuyeron a reconquistar nuestro país.
Cierto que gracias a la ayuda de otros países hemos conseguido erradicar la casi totalidad de la epidemia, pero estos relatos están hechos para dar un homenaje a todos esos españoles que sufrieron en sus carnes la agonía de España y tomaron parte en mayor o menor medida en la reconquista del país.
Va para todos ellos mi más sincero agradecimiento.
La historia del maquinista
Yo no era más que un vulgar oficinista. Seguía refugiado en los campos de reubicación aguantando ese frío invierno como podía. Lo había perdido todo, mi familia, y propiedades. Sólo poseía lo que llevaba encima.
Estaba clasificado como 4C, así que todas las mañanas nos enviaban a los campos a intentar sacar algo para comer. Fue un día inesperado cuando se presentó un sargento para alistar gente. Por lo visto estaba bajo mínimos y harían otra criba para buscar más voluntarios.
Cuando me entrevistó, quiso saber más de mi trabajo. Entonces le comenté que pertenecía a RENFE y llevaba parte de la contabilidad y gestión de nóminas de la compañía.
Su pregunta fue directa: ¿sabe algo de trenes?
Cuando era pequeño, mi padre había sido mecánico de RENFE y gracias a él, conseguí hacerme un vuelco en la oficinas. Sin embargo el sueño y padre había sido siempre poder manejar una locomotora y siempre hablaba conmigo de cómo era tal mando, que si en la arranque era ese otro. Abreviando la única posibilidad que tenía de salir de esa cloaca era diciéndole que si a ese sargento, por intentarlo no perdía nada.
Ellos no se andan con chiquitas, me llevaron directamente hasta una locomotora de gasoil y me dijeron que la pusiera en marcha. Ante mí tenía los mandos, empecé a sudar, cerré los ojos y créame o no escuché la voz de mi viejo diciendo:-venga, tú puedes hacerlo-.
Así es como comencé a conducir locomotoras, en parte gracias a la intuición. Con las semanas, fui cogiendo práctica y cuando estuve listo, me mandaron a las misiones.
Pensará usted que pasaría la guerra muy a gusto dentro de la locomotora, pero no era así. Ya fuera misiones de exploración, recogida de víveres o traslado de tropas, siempre existía el peligro de una vía dañada, una simple vida descolocada y todo el convoy se podía ir al carajo. Pero lo peor de todo, y lo que costó más vidas entre los conductores eran esos paisajes y semiurbanos y muertos que pasábamos con la locomotora. Más de un compañero terminó ahorcándose o metiéndose una vara por la boca. Tenías que tener mucho estómago y el cerebro muy frío para aguantar esas imágenes.
Recuerdo cierta vez en la que íbamos por un tramo bastante tranquilo, ya que generalmente las vías están valladas. Con los prismáticos di en medio de la vía una mujer que llevaba a un niño cogido a su cuerpo por una especie de mochila, pese al instante en una superviviente, pero cuando nos acercamos nos dimos cuenta de que era una infectada reciente con una herida en el cuello. Lo que no nos dejó duda ninguna, era la imagen de su hijo moviéndose a pesar de tener parte del cuero cabelludo y las orejas comidos. Sólo hice lo que tenía que hacer, acelere el convoy hasta reventarla cuando no encontramos. Todavía me persigue esa imagen cuando duermo.
También había que tener cuidado con los zombies que saltaban desde puentes o accedían por las paradas cuando llegábamos a las estaciones. Por eso reforzamos los vagones no sólo en las ventanas laterales sino también en la parte del techo.
Cuando llegábamos a una población con estación, era toda una locura. Veía salir a todos esos mal nacidos de las casas, de detrás de los coches, de las naves industriales y de las calles. Se agolpaban en las vallas para darnos alcance, era horrible ver tanta devastación desde primera línea.
Aunque a todo se termina acostumbrando, eso sí, le puedo prometer que jamás solté los prismáticos ni una sola vez. Cuando íbamos por el campo más de una vez salvamos algún superviviente que corría como poseso hacia el tren.
También tengo recuerdos para eso. Un chiquillo perseguido por una horda que consiguió ponerse junto a la locomotora aunque iba a 30 Km/h. Recuerdo cuando le tendí la mano y lo agarre para subirlo. Al ver la mordedura en su brazo lo solté inmediatamente, vi cómo caía y se me quedaba mirando con esa mirada triste en sus ojos. Es otro de tantos que visitan por las noches.
Ahora me dedico al transporte de mercancías. Es una alegría ver como todo vuelve a la vida poco a poco. Sin embargo siempre llevamos los prismáticos y un teléfono. Nunca se sabe por donde puede haber algún podrido deambulando en medio del campo.
Si le digo la verdad muchas veces pienso que debía haberle dicho aquel sargento que no tenía ni puta idea de trenes, quizás así dormiría más tranquilo. Gracias a Dios, por cada pesadilla que tengo, siempre hay algún sueño donde aparecen aquellas personas que salvamos, si no fuera así ya me habría tirado a las vías.
Poco a poco iré poniendo los relatos, de momento la presentación y el primer relato espero que os gusten.
Historias de guerra
Hoy en día vivimos en una época más o menos tranquila. Después de cinco años los avistamientos de zombies son cada vez menores y se puede vivir con una relativa tranquilidad.
Sin embargo eso no habría sido posible gracias a tantos supervivientes que contribuyeron a reconquistar nuestro país.
Cierto que gracias a la ayuda de otros países hemos conseguido erradicar la casi totalidad de la epidemia, pero estos relatos están hechos para dar un homenaje a todos esos españoles que sufrieron en sus carnes la agonía de España y tomaron parte en mayor o menor medida en la reconquista del país.
Va para todos ellos mi más sincero agradecimiento.
La historia del maquinista
Yo no era más que un vulgar oficinista. Seguía refugiado en los campos de reubicación aguantando ese frío invierno como podía. Lo había perdido todo, mi familia, y propiedades. Sólo poseía lo que llevaba encima.
Estaba clasificado como 4C, así que todas las mañanas nos enviaban a los campos a intentar sacar algo para comer. Fue un día inesperado cuando se presentó un sargento para alistar gente. Por lo visto estaba bajo mínimos y harían otra criba para buscar más voluntarios.
Cuando me entrevistó, quiso saber más de mi trabajo. Entonces le comenté que pertenecía a RENFE y llevaba parte de la contabilidad y gestión de nóminas de la compañía.
Su pregunta fue directa: ¿sabe algo de trenes?
Cuando era pequeño, mi padre había sido mecánico de RENFE y gracias a él, conseguí hacerme un vuelco en la oficinas. Sin embargo el sueño y padre había sido siempre poder manejar una locomotora y siempre hablaba conmigo de cómo era tal mando, que si en la arranque era ese otro. Abreviando la única posibilidad que tenía de salir de esa cloaca era diciéndole que si a ese sargento, por intentarlo no perdía nada.
Ellos no se andan con chiquitas, me llevaron directamente hasta una locomotora de gasoil y me dijeron que la pusiera en marcha. Ante mí tenía los mandos, empecé a sudar, cerré los ojos y créame o no escuché la voz de mi viejo diciendo:-venga, tú puedes hacerlo-.
Así es como comencé a conducir locomotoras, en parte gracias a la intuición. Con las semanas, fui cogiendo práctica y cuando estuve listo, me mandaron a las misiones.
Pensará usted que pasaría la guerra muy a gusto dentro de la locomotora, pero no era así. Ya fuera misiones de exploración, recogida de víveres o traslado de tropas, siempre existía el peligro de una vía dañada, una simple vida descolocada y todo el convoy se podía ir al carajo. Pero lo peor de todo, y lo que costó más vidas entre los conductores eran esos paisajes y semiurbanos y muertos que pasábamos con la locomotora. Más de un compañero terminó ahorcándose o metiéndose una vara por la boca. Tenías que tener mucho estómago y el cerebro muy frío para aguantar esas imágenes.
Recuerdo cierta vez en la que íbamos por un tramo bastante tranquilo, ya que generalmente las vías están valladas. Con los prismáticos di en medio de la vía una mujer que llevaba a un niño cogido a su cuerpo por una especie de mochila, pese al instante en una superviviente, pero cuando nos acercamos nos dimos cuenta de que era una infectada reciente con una herida en el cuello. Lo que no nos dejó duda ninguna, era la imagen de su hijo moviéndose a pesar de tener parte del cuero cabelludo y las orejas comidos. Sólo hice lo que tenía que hacer, acelere el convoy hasta reventarla cuando no encontramos. Todavía me persigue esa imagen cuando duermo.
También había que tener cuidado con los zombies que saltaban desde puentes o accedían por las paradas cuando llegábamos a las estaciones. Por eso reforzamos los vagones no sólo en las ventanas laterales sino también en la parte del techo.
Cuando llegábamos a una población con estación, era toda una locura. Veía salir a todos esos mal nacidos de las casas, de detrás de los coches, de las naves industriales y de las calles. Se agolpaban en las vallas para darnos alcance, era horrible ver tanta devastación desde primera línea.
Aunque a todo se termina acostumbrando, eso sí, le puedo prometer que jamás solté los prismáticos ni una sola vez. Cuando íbamos por el campo más de una vez salvamos algún superviviente que corría como poseso hacia el tren.
También tengo recuerdos para eso. Un chiquillo perseguido por una horda que consiguió ponerse junto a la locomotora aunque iba a 30 Km/h. Recuerdo cuando le tendí la mano y lo agarre para subirlo. Al ver la mordedura en su brazo lo solté inmediatamente, vi cómo caía y se me quedaba mirando con esa mirada triste en sus ojos. Es otro de tantos que visitan por las noches.
Ahora me dedico al transporte de mercancías. Es una alegría ver como todo vuelve a la vida poco a poco. Sin embargo siempre llevamos los prismáticos y un teléfono. Nunca se sabe por donde puede haber algún podrido deambulando en medio del campo.
Si le digo la verdad muchas veces pienso que debía haberle dicho aquel sargento que no tenía ni puta idea de trenes, quizás así dormiría más tranquilo. Gracias a Dios, por cada pesadilla que tengo, siempre hay algún sueño donde aparecen aquellas personas que salvamos, si no fuera así ya me habría tirado a las vías.
lobo_13- Encargado de las mantas
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Edad : 54
Localización : Tallahassse
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Re: Historias de guerra
Bueno, aquí va el segundo relato, el tercero esta en camino.
Me gustaría que opinarais sobre ellos, es la primera vez que escribo más o menos en serio y me agradaría saber que tal lo estoy haciendo. No dudéis en criticar si lo veis conveniente, quiero aprender de vuestras opiniones.
Gracias.
Si, huí cuando empezaron los primeros casos, y no, no me arrepiento por ello.
La clínica privada donde trabajaba, no me pagaba suficiente a pesar de mi prestigio; además vivía sola y no tenía obligación para con nadie, así que no me avergüenzo de largarme cuando creí conveniente.
Tras varios roces con los militares me pusieron a cuidar heridos en un hospital de campaña. ¿Se lo pueden creer? no paré de quejarme durante todo momento. Yo no era una simple enfermera. ¿Qué se habían creído?, yo no había llegado hasta lo más alto para arreglar piernas rotas o esguinces. Yo era toda una cirujana, así que si querían un médico de familia que no buscarán en algún pueblucho cercano.
¡Dios! Si hasta mi habitación era un catre de mala muerte sin ni siquiera una mesilla de noche. ¿Se lo pueden creer? número uno de mi promoción, varios premios por mis mejoras en técnicas operacionales y allí estaba yo moviendo camillas como si fuera un ATS.
No lo podía aguantar, así que me dirigí hacia el superior de mayor graduación para que atendiera mi solicitud. Quería un alojamiento acorde a mi estatus y una comida como Dios manda. El teniente que me atendió me miró de arriba a abajo y me dijo que quizás tuviera algo para mí. Mi mirada desafiante lo ponía de los nervios igual que a todo el personal incluyendo a los pacientes.
¿Qué culpa tengo yo, de que una niña más nutrida haya perdido a sus padres? ¿Acaso soy psicóloga?
Me llevaron hasta un castillo que estaba bastante alejado de mi antigua ubicación. ¡Por fin un sitio acorde a mi valía!
Allí me presentaron a otros doctores y me explicaron que debíamos colaborar para experimentar con zombies. Todos se pusieron blancos, tendríamos que estar muy cerca de esas cosas. Yo sonreía, era la oportunidad de mi vida. Conseguiría el puesto de médico jefe costara lo que costara. Muchos declinaron el ofrecimiento, pero otros como yo aceptaron.
El trabajo era sencillo, apasionante y además podríamos hacer con los pacientes lo que quisiéramos. Lo único que me molestaba eran los quejidos y protestas.
Ya están casi muertos clínicamente hablando, si tenían una mordedura yo no tenía que compadecerlos como hacían mis otros compañeros. Me molestaban mucho menos cuando terminaban convirtiéndose, así era más peligrosos; aunque algunos de los recién llegados estuvieron a punto de morderme mientras me llamaban hija de puta... por eso obligue a que estuvieran atados desde que llegaran. Eso salvó muchas vidas a mi equipo, mientras que los otros doctores sufrieron bajas en sus filas... mejor para mí, así tenía más especimenes para experimentar, aunque algún competidor se me adelantó dándoles un arma y dejando que se volaran la tapa de los sesos.
Gracias a mi descubrieron porque un simple arañazo puede a veces no infectar al herido o porque sus fluidos quedan estancos y semicoagulados en gran parte del cuerpo.
Conseguí lo que quería. Me convertí en jefa del departamento, nadie me podía ver. Peor para ellos.
Sólo hubo una cosa que lo jodido todo: el final de la guerra. Si hubiera durado por lo menos un par de años más habría conseguido llegar hasta lo más alto, casi estaba a punto de entrar en la élite. Malditos cabrones, terminaron pillándome soltando infectados en zonas despobladas y me condenaron a pena de muerte. En el último momento la pena me fue condonada por los servicios prestados al ejército.
Lo que querían era vengarse, así que aquí estoy pudriéndome en esta celda para toda mi vida. Pero no se preocupen sigo estudiando la manera de conseguir manejar a esos putos zombies, y cuando lo consiga vendrán a liberarme y me vengaré de todos ellos ¡lo juro!
Me gustaría que opinarais sobre ellos, es la primera vez que escribo más o menos en serio y me agradaría saber que tal lo estoy haciendo. No dudéis en criticar si lo veis conveniente, quiero aprender de vuestras opiniones.
Gracias.
La historia de la doctora
Si, huí cuando empezaron los primeros casos, y no, no me arrepiento por ello.
La clínica privada donde trabajaba, no me pagaba suficiente a pesar de mi prestigio; además vivía sola y no tenía obligación para con nadie, así que no me avergüenzo de largarme cuando creí conveniente.
Tras varios roces con los militares me pusieron a cuidar heridos en un hospital de campaña. ¿Se lo pueden creer? no paré de quejarme durante todo momento. Yo no era una simple enfermera. ¿Qué se habían creído?, yo no había llegado hasta lo más alto para arreglar piernas rotas o esguinces. Yo era toda una cirujana, así que si querían un médico de familia que no buscarán en algún pueblucho cercano.
¡Dios! Si hasta mi habitación era un catre de mala muerte sin ni siquiera una mesilla de noche. ¿Se lo pueden creer? número uno de mi promoción, varios premios por mis mejoras en técnicas operacionales y allí estaba yo moviendo camillas como si fuera un ATS.
No lo podía aguantar, así que me dirigí hacia el superior de mayor graduación para que atendiera mi solicitud. Quería un alojamiento acorde a mi estatus y una comida como Dios manda. El teniente que me atendió me miró de arriba a abajo y me dijo que quizás tuviera algo para mí. Mi mirada desafiante lo ponía de los nervios igual que a todo el personal incluyendo a los pacientes.
¿Qué culpa tengo yo, de que una niña más nutrida haya perdido a sus padres? ¿Acaso soy psicóloga?
Me llevaron hasta un castillo que estaba bastante alejado de mi antigua ubicación. ¡Por fin un sitio acorde a mi valía!
Allí me presentaron a otros doctores y me explicaron que debíamos colaborar para experimentar con zombies. Todos se pusieron blancos, tendríamos que estar muy cerca de esas cosas. Yo sonreía, era la oportunidad de mi vida. Conseguiría el puesto de médico jefe costara lo que costara. Muchos declinaron el ofrecimiento, pero otros como yo aceptaron.
El trabajo era sencillo, apasionante y además podríamos hacer con los pacientes lo que quisiéramos. Lo único que me molestaba eran los quejidos y protestas.
Ya están casi muertos clínicamente hablando, si tenían una mordedura yo no tenía que compadecerlos como hacían mis otros compañeros. Me molestaban mucho menos cuando terminaban convirtiéndose, así era más peligrosos; aunque algunos de los recién llegados estuvieron a punto de morderme mientras me llamaban hija de puta... por eso obligue a que estuvieran atados desde que llegaran. Eso salvó muchas vidas a mi equipo, mientras que los otros doctores sufrieron bajas en sus filas... mejor para mí, así tenía más especimenes para experimentar, aunque algún competidor se me adelantó dándoles un arma y dejando que se volaran la tapa de los sesos.
Gracias a mi descubrieron porque un simple arañazo puede a veces no infectar al herido o porque sus fluidos quedan estancos y semicoagulados en gran parte del cuerpo.
Conseguí lo que quería. Me convertí en jefa del departamento, nadie me podía ver. Peor para ellos.
Sólo hubo una cosa que lo jodido todo: el final de la guerra. Si hubiera durado por lo menos un par de años más habría conseguido llegar hasta lo más alto, casi estaba a punto de entrar en la élite. Malditos cabrones, terminaron pillándome soltando infectados en zonas despobladas y me condenaron a pena de muerte. En el último momento la pena me fue condonada por los servicios prestados al ejército.
Lo que querían era vengarse, así que aquí estoy pudriéndome en esta celda para toda mi vida. Pero no se preocupen sigo estudiando la manera de conseguir manejar a esos putos zombies, y cuando lo consiga vendrán a liberarme y me vengaré de todos ellos ¡lo juro!
lobo_13- Encargado de las mantas
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Localización : Tallahassse
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Re: Historias de guerra
Me ha gustado mucho, esta parte me la imagine como una escena de película xD
Espero el tercer relato.
Un chiquillo perseguido por una horda que consiguió ponerse junto a la locomotora aunque iba a 30 Km/h. Recuerdo cuando le tendí la mano y lo agarre para subirlo. Al ver la mordedura en su brazo lo solté inmediatamente, vi cómo caía y se me quedaba mirando con esa mirada triste en sus ojos.
Espero el tercer relato.
RipperNaxza- Cazador cojonudo
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Edad : 30
Fecha de inscripción : 20/06/2011
Re: Historias de guerra
Aqui tengo otro relato, aunque no me termina de convencer. Creo que le echare más tiempo a los relatos.
Son mini relatos de gente que explica sus vivencias. Mi pregunta es ¿Queréis que me alargue más con cada relato o esta bien este estilo?
Saludos.
¡Tíos fue la mejor época de mi vida! Desde que empezó todo, mi capacidad para moverme, me sirvió de mucha ayuda.
Mientras la gente formaba barricadas en sus casas, yo me movía a mis anchas. Gracias a mi forma física conseguía esquivar a todo podrido que se pusiera en mi camino. En lugar de encerrarme en cualquier sitio, cree cuatro o cinco refugios donde amontone agua, víveres y varias cosas que me sirvieron para pasar el rato.
Yo escuchaba los gritos de los demás, pero no podía hacer nada, eran tantos que tomar parte era un suicidio. Así que con mis habilidades, me dediqué a moverme por todo el barrio.
Poco a poco los gritos y ruidos de los supervivientes fueron reduciéndose hasta que días después reinaba un silencio que sólo era perturbado por el ocasional movimiento de los zombies. Ya en esa época debía moverme de otra manera, cualquier ruido que produjera hacía que muchos de ellos confluyeran adonde yo me encontraba. Invente una técnica que consistía en atraerlos hacia otra parte y seguidamente moverme sigilosamente pero a gran velocidad.
Muchas veces estuvieron a punto de agarrarme pero mi rapidez y mis reflejos consiguieron que pudiera moverme sin que consiguieran atraparme.
¡Era el puto amo! Podía conseguir lo que quisiera y si uno de los refugios estaba atascado, siempre podía contar con cuatro de reserva. Lo único que echaba de menos era la electricidad, sin ella no podía jugar con mis videojuegos; de todas maneras siempre encontraba alguna manera para divertirme a costa de esos subnormales.
Incluso llegué a ayudar a algunos supervivientes que resistían en sus viviendas. Yo me encargaba de ahuyentar el mayor número posible de zombies en sus cercanías, y a cambio conseguía un poco de charla y alegrarles el día con comida, agua y tabaco. Ellos me pedían que uniera a sus grupos; pero eso habría significado firmar mi pena de muerte.
Ayude a muchos grupos de esos, pero la mayoría de las veces que volvía me encontraba el refugio reventado y lleno de sangre; de hecho en uno de ellos en los que había algunos niños estuve a punto de caer. Era la segunda planta de un bloque de pisos bajos, cuando entre por la ventana me encontré todo arrasado y un par de zombies que se dirigían directamente hacia mi. Salir rápidamente y comencé a escalar la fachada; fue todo un espectáculo, todas las ventanas empezaron a romperse y se llenaron de brazos que intentaban agarrarme.
Conseguí llegar a la azotea de puro milagro, para encontrarme con un pequeño grupo de esos piojos esperándome arriba. Los drible como pude y cogiendo carrera salte el espacio que separaba un bloque de otro; ni siquiera mire hacia atrás, seguí corriendo y moviéndome entre tejados, azoteas y balcones. No pare hasta llegar a uno de mis refugios.
Ésa vez había bajado la guardia y casi me costó la vida, en fin no se puede vivir sin emociones, sino ya me habría lanzado desde la azotea del bloque más alto.
Pero miremos el lado positivo, me podía colar donde quisiera, desde un chalet hasta la azotea de un rascacielos, incluso llegué a colarme en el interior de un centro comercial, quizás os preguntéis como conseguí entrar; mi secreto estaba en los conductos de ventilación. No importaba que los pasillos estuvieran atestados de podridos; simplemente me descolgaba por alguna rejilla de ventilación dentro de una tienda, hacía un poco de ruido para cerciorarme de que estaba vacía, y una vez dentro me burlaba desde el escaparate a los tontos de fuera. Llenaba mi mochila con lo que necesitara y volvía a escabullirme rápida y sigilosamente hacia un lugar seguro.
Cierto día que estaba encaramado a lo alto un bloque comiendo un sándwich vi una columna de humo que se acercaba a la ciudad, cuando estuvieron un poco más cerca, me di cuenta de que se trataba del ejército, bueno de algo parecido por qué entre los que iban acercándose había ancianos y gente muy joven.
Poco a poco se fueron acercando hasta una distancia prudencial, ya la mayoría de muertos se dirigía hacia ellos, sin embargo se dedicaron a mantenerlos a raya hasta que pasadas unas pocas horas consiguieron acabar con la mayoría de los que fueron a su encuentro.
Tiene gracia tres años aguantando la ciudad siendo el rey, y cuando llegan los refuerzos, por un descuido casi estuvieron a punto de matarme; gracias a mi rapidez de movimientos no consiguieron alcanzarme; entonces escuché claramente a alguien gritar una orden de alto el fuego.
Cuando estuve junto a ellos, no se lo podían creer; tenía mejor aspecto que ellos. Me llevaron hasta una tienda de campaña donde les conté toda mi historia y los puntos donde probablemente podrían encontrar algunos supervivientes.
Desde entonces trabajo para ellos. Todavía quedan pueblos y urbanizaciones dejadas de la mano de Dios que todavía son peligrosas. Adivinen quién es él explorador. Gracias a ello me gano la vida, consigo salvar algunas vidas y lo más importante de todo sigo disfrutando de mi vida de yamakasi. ¿Si no qué sentido tendría vivir?
Son mini relatos de gente que explica sus vivencias. Mi pregunta es ¿Queréis que me alargue más con cada relato o esta bien este estilo?
Saludos.
La historia del yamakasi
¡Tíos fue la mejor época de mi vida! Desde que empezó todo, mi capacidad para moverme, me sirvió de mucha ayuda.
Mientras la gente formaba barricadas en sus casas, yo me movía a mis anchas. Gracias a mi forma física conseguía esquivar a todo podrido que se pusiera en mi camino. En lugar de encerrarme en cualquier sitio, cree cuatro o cinco refugios donde amontone agua, víveres y varias cosas que me sirvieron para pasar el rato.
Yo escuchaba los gritos de los demás, pero no podía hacer nada, eran tantos que tomar parte era un suicidio. Así que con mis habilidades, me dediqué a moverme por todo el barrio.
Poco a poco los gritos y ruidos de los supervivientes fueron reduciéndose hasta que días después reinaba un silencio que sólo era perturbado por el ocasional movimiento de los zombies. Ya en esa época debía moverme de otra manera, cualquier ruido que produjera hacía que muchos de ellos confluyeran adonde yo me encontraba. Invente una técnica que consistía en atraerlos hacia otra parte y seguidamente moverme sigilosamente pero a gran velocidad.
Muchas veces estuvieron a punto de agarrarme pero mi rapidez y mis reflejos consiguieron que pudiera moverme sin que consiguieran atraparme.
¡Era el puto amo! Podía conseguir lo que quisiera y si uno de los refugios estaba atascado, siempre podía contar con cuatro de reserva. Lo único que echaba de menos era la electricidad, sin ella no podía jugar con mis videojuegos; de todas maneras siempre encontraba alguna manera para divertirme a costa de esos subnormales.
Incluso llegué a ayudar a algunos supervivientes que resistían en sus viviendas. Yo me encargaba de ahuyentar el mayor número posible de zombies en sus cercanías, y a cambio conseguía un poco de charla y alegrarles el día con comida, agua y tabaco. Ellos me pedían que uniera a sus grupos; pero eso habría significado firmar mi pena de muerte.
Ayude a muchos grupos de esos, pero la mayoría de las veces que volvía me encontraba el refugio reventado y lleno de sangre; de hecho en uno de ellos en los que había algunos niños estuve a punto de caer. Era la segunda planta de un bloque de pisos bajos, cuando entre por la ventana me encontré todo arrasado y un par de zombies que se dirigían directamente hacia mi. Salir rápidamente y comencé a escalar la fachada; fue todo un espectáculo, todas las ventanas empezaron a romperse y se llenaron de brazos que intentaban agarrarme.
Conseguí llegar a la azotea de puro milagro, para encontrarme con un pequeño grupo de esos piojos esperándome arriba. Los drible como pude y cogiendo carrera salte el espacio que separaba un bloque de otro; ni siquiera mire hacia atrás, seguí corriendo y moviéndome entre tejados, azoteas y balcones. No pare hasta llegar a uno de mis refugios.
Ésa vez había bajado la guardia y casi me costó la vida, en fin no se puede vivir sin emociones, sino ya me habría lanzado desde la azotea del bloque más alto.
Pero miremos el lado positivo, me podía colar donde quisiera, desde un chalet hasta la azotea de un rascacielos, incluso llegué a colarme en el interior de un centro comercial, quizás os preguntéis como conseguí entrar; mi secreto estaba en los conductos de ventilación. No importaba que los pasillos estuvieran atestados de podridos; simplemente me descolgaba por alguna rejilla de ventilación dentro de una tienda, hacía un poco de ruido para cerciorarme de que estaba vacía, y una vez dentro me burlaba desde el escaparate a los tontos de fuera. Llenaba mi mochila con lo que necesitara y volvía a escabullirme rápida y sigilosamente hacia un lugar seguro.
Cierto día que estaba encaramado a lo alto un bloque comiendo un sándwich vi una columna de humo que se acercaba a la ciudad, cuando estuvieron un poco más cerca, me di cuenta de que se trataba del ejército, bueno de algo parecido por qué entre los que iban acercándose había ancianos y gente muy joven.
Poco a poco se fueron acercando hasta una distancia prudencial, ya la mayoría de muertos se dirigía hacia ellos, sin embargo se dedicaron a mantenerlos a raya hasta que pasadas unas pocas horas consiguieron acabar con la mayoría de los que fueron a su encuentro.
Tiene gracia tres años aguantando la ciudad siendo el rey, y cuando llegan los refuerzos, por un descuido casi estuvieron a punto de matarme; gracias a mi rapidez de movimientos no consiguieron alcanzarme; entonces escuché claramente a alguien gritar una orden de alto el fuego.
Cuando estuve junto a ellos, no se lo podían creer; tenía mejor aspecto que ellos. Me llevaron hasta una tienda de campaña donde les conté toda mi historia y los puntos donde probablemente podrían encontrar algunos supervivientes.
Desde entonces trabajo para ellos. Todavía quedan pueblos y urbanizaciones dejadas de la mano de Dios que todavía son peligrosas. Adivinen quién es él explorador. Gracias a ello me gano la vida, consigo salvar algunas vidas y lo más importante de todo sigo disfrutando de mi vida de yamakasi. ¿Si no qué sentido tendría vivir?
lobo_13- Encargado de las mantas
- Cantidad de envíos : 354
Edad : 54
Localización : Tallahassse
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Re: Historias de guerra
Vaya, he sacado algo de tiempo para leer el relato y tengo que decir que está requetebien hehe. Me vician demasiado estos relatos
PeKaDoR- Lich King
- Cantidad de envíos : 3403
Edad : 29
Localización : Almeria
Fecha de inscripción : 23/04/2010
Re: Historias de guerra
Me encanta, me recuerda un poco a guerra mundial z.
DarkHades- Pirómano
- Cantidad de envíos : 9284
Edad : 30
Localización : Refugiándome en la estación de bomberos.
Fecha de inscripción : 11/01/2010
Re: Historias de guerra
Ya esta en camino la siguiente historia. Voy por la mitad y creo que va a ser un poco más largo.
Pronto lo tendréis aquí.
Me gusta este tipo de relatos, porque son de un mundo que ha sobrevivido, como en guerra mundial Z.
Pero no es un plagio, simplemente me pongo en el lugar del protagonista y dejo correr mi imaginación.
¿No todo va ser un apocalipsis sin retorno? ¿no?
Pronto lo tendréis aquí.
Me gusta este tipo de relatos, porque son de un mundo que ha sobrevivido, como en guerra mundial Z.
Pero no es un plagio, simplemente me pongo en el lugar del protagonista y dejo correr mi imaginación.
¿No todo va ser un apocalipsis sin retorno? ¿no?
lobo_13- Encargado de las mantas
- Cantidad de envíos : 354
Edad : 54
Localización : Tallahassse
Fecha de inscripción : 01/12/2010
Re: Historias de guerra
Estupendos relatos si señor. Animo y sigue escribiendo.
cabronidas- Recien llegado al refugio
- Cantidad de envíos : 74
Edad : 44
Fecha de inscripción : 02/04/2012
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