Foro de Amanecer zombie
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Plaga Zombi

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Mensaje  pepito Mar Nov 15, 2011 7:14 pm

Hola, hace un par de semanas que empecé con este proyecto y estoy muy ilusionado, espero que os guste y si teneis sugerencias o algo decidmelas e intentaré hacer algo.
plagazombi.wordpress.com/





Dia X - Comienzo a escribir


La locura hace mella en mi, tanto tiempo sin contacto humano pasa factura. Por suerte en el desván aún funciona el antiguo portátil en el cual me encuentro escribiendo, tal vez, mis últimas palabras. Aún me queda algo de combustible para encender el generador y poder tener electricidad durante un periodo no mas de 20 minutos, así que debo darme prisa en escribir.

Ya apenas recuerdo como y cuando comenzó todo este desastre, cuando la humanidad se extingue, es muy difícil tener sentido del tiempo, no se si han pasado semanas, meses o años. Solo se, que Happy Holly Town (HHT) está infestada de una plaga de gente como tu y como yo, padres, mujeres, niños…. enfermos. Aún tengo esperanzas de encontrar una cura para esta epidemia, pero si en tanto tiempo el ejercito no a podido … yo solo por mi cuenta, lo tengo complicado.

Viejos recuerdos me vienen a la cabeza cada vez hecho la mirada atrás. La sonrisa de mi novia, ahora asesinada, me hace pensar en los momentos duros que he tenido que afrontar, y no me siento orgulloso de mis acciones pasadas, pero al fin y al cabo, estoy vivo.

Claréese se llamaba mi novia, tenia una voz preciosa y delicada, de la cual siempre salían frases positivas y motivadoras, las cuales me ayudaban a tranquilizarme y a actuar correctamente frente a cualquier circunstancia adversa a nuestro objetivo. Era una mujer bella, con una nariz vistosa, con una curvatura bastante apreciable, pero a la vez hermosa, cabello largo y oscuro, como el cielo de una noche de invierno, y con unos ojos endiabladamente grandes y brillantes. Boca no muy grande y con unos finos y agradables labios y unas orejas pequeñas de las cuales sobresalían unos enormes pendientes de plata que pertenecían a su difunta abuela.

Pero un día, toda su energía y felicidad fue apagada por un grupo de saqueadores ecuatorianos llamados “Los señores de la aniquilación”…
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(miembro de la banda “Los señores de la aniquilación”)

No puedo más. No puedo seguir pensando. Mis manos se bloquean, no me hacen caso, es muy duro recordar todo esto. Pero mas duro será cuando cobre mi venganza. Ya queda poco.



Día X + 1 (11:35) Mudanza


No he podido dormir mucho hoy, el colchón que uso de cama está muy deteriorado por el tiempo y hay un par de muelles que no me dejan pegar ojo. Para desayunar me he tenido que conformar con media manzana que he encontrado al ir a por combustible. La cosa esta muy jodida. Veo mucha gente enferma pasar por delante de mi casa, sin rumbo fijo, vagando sin destino alguno y a todas horas, que dios coja confesados a estos pobres malditos.

Poco a poco se me han ido terminando los suministros que he ido recogiendo por todo el pueblo, y espero que para hoy a la noche, haya encontrado un buen refugio en otra ciudad. Echaré de menos las trampas construidas en este maravilloso edificio y los buenos recuerdos, pero ya está medio derruido y hay muchas fugas por donde los enfermos se pueden colar. El tejado, rojo, tiene tantas goteras, que en el piso de arriba si llueve ,mas que goteras, hay cascadas enteras por donde emana el agua. La puerta principal del edificio está tan mordisqueada y desquebrajada, que aún me extraña que siga en pie. ¿Y el muro del sur?, es lo que peor está de todo el edificio sin duda alguna, tiene unos agujeros en los cuales podrían entrar hasta leones, es más, el otro día a la madrugada, mientras intentaba dormir, escuché un ruido un tanto extraño por el muro, y al bajar, me encontré a una antigua profesora de matemáticas atascada en una brecha del muro. La pobre estaba echa un adefesio, la cara ensangrentada y con heridas visibles, medio cuerpo quemado y tenia un muñón bien majo en el brazo izquierdo. Pero lo peor de todo era su nauseabundo olor. Una mezcla de olores muy fuertes, entre putrefacción, quemaduras, gusanos, heces…
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La gente ya no se comporta con civismo alguno, la enfermedad parece ser que les ha afectado al cerebro, desconozco el porque. Cuando los primeros humanos enfermaron, los atábamos con unas cuerdas y los dejábamos inmóviles. A nadie le gusta que maten a un familiar suyo, y con todo el respeto del mundo, hicimos mal.

Mucha gente incrédula no aceptaba tener atados a sus amigos, socios, compañeros… y los soltaban. Craso error. HHT se convirtió en una masacre a los pocos días. Muchas vidas se perdieron en aquel caos.

Voy a salir a recoger todos los suministros que pueda y me marcho de aquí. Espero que no me ocurra nada y a la noche poder informar de mi nueva situación.



Día X + 1 (21:08) – Resguardo


Los malditos enfermos están por todas las esquinas, rincones y lugares. No he podido avanzar tanto como tenía planeado en un principio, y el cuchitril donde estoy parapetado, es un sitio roñoso y viejo, el suelo está cubierto con una gran capa de polvo y cenizas negruzcas, y el olor… huele a muerte y calcinación. Los cabrones casi logran arrancarme la cabeza, menos mal que llevaba encima un bote de laca y un mechero. Supongo que no hace falta que te explique como han acabado los sujetos.

Oigo a las ratas moverse entre el polvo y ceniza, mas delgadas de lo normal y sin pelo. Supongo que ellas también lo están pasando mal con este desastre. Lo mejor es tenerlas a una distancia prudente, pues nunca se sabe que han podido comer para desayunar, cuerpos putrefactos, sangre contaminada… o quesitos.

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Mi plan es dirigirme a la gran ciudad, pasando antes por tantas gasolineras como me sean posibles, pues sin combustible son prácticamente nulas las probabilidades de sobrevivir a una noche como estas.

Pero antes tendré que salir de esta pocilga. Detrás de la barricada que he tenido que construir apilando cadáveres, mesas y latas en conserva vacías, está el agujero del cual vengo. No es un agujero muy grande, pero lo suficiente como para que los infectados puedan pasar y yo, salir.

Parece ser que la enfermedad ataca bruscamente al cerebro, pues se les ve como si tuvieran la cabeza en otra parte, muy lejos de aquí, pero su instinto les hace caminar, atacar y lo mas peligroso, olfatear. No sabia cuan desarrollado tenían su olfato, hasta que vi por la calle deambulando al hombre ciego que vendía el cupón de la lotería, correr tras dos ágiles niños. Menudo festín se metió el pobre diablo, pero eso, es otra historia.

La noche ha caído, solo me queda esperar a que amanezca, y tan pronto salga la luz del sol, me dirigiré hacia el norte.


Día X + 2 (12:01) – Combustible


Nunca hubiera pensado que a estas alturas estaría caminando por el asfalto tan placidamente sin que nada ni nadie me viniese a molestar. No se ve ni un alma en un par de kilómetros a la redonda. Es un tanto utópico, pero a la vez relajante. Hacía mucho tiempo que no estaba tan tranquilo.

Nada mas salir el sol me marché a toda prisa, no sin antes prender fuego al recinto y abrir la puerta principal de par en par para que los infectados que intentaban entrar por el agujero se dieran media vuelta y así poder escapar sana y felizmente. El plan funcionó a la perfección, y los locos ni se lo olieron. Así que salí rápidamente por el agujero, y me fui de allí con intención de no ser visto por mas enfermos.

Por los callejones no había gran actividad, lo único que vi fueron cuerpos sin vida abandonados por las esquinas. Me alegré gratamente al ver eso, pues no tendría que huir o enfrentarme a ellos.

Después de atravesar los mugrientos callejones, vi en la lejanía esta gasolinera. Desde lejos no se podía apreciar tanto, el estado en el que estaba la gasolinera. Perfecta. O eso diría si no fuera por un pequeño inconveniente. No quedaba ningún surtidor en pie. No se ni como, ni por que, pero la cosa era, que tenía que ponerme las pilas, y ponerme a buscar como un loco alguna manera de recargar los Zippo, la batería del ordenador y encontrar algo para llevarme a la boca.

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Agarré con fuerzas una vieja llave inglesa oxidada, con restos de sangre del suelo, y me dirigí hacia la puerta del establecimiento. La gasolinera no era muy grande, tenía un color un amarillo chillón bastante característico y manchas de sangre por doquier. Eso me ponía nervioso, mucha sangre, y pocos cuerpos. Con sumamente cuidado, abrí la puerta lo justo para poder entrar en el local y que la puerta no chirriase ni hiciera ningún extraño ruido. Oscuridad total. Apenas podía ver lo que tenia a escasos metros de mí, así que, sabiendo que me quedaban escasos minutos de batería del portátil, lo encendí rezando, para que me diese luz durante al menos un par de minutos para poder buscar algo de utilidad. El establecimiento estaba completamente vacío de cualquier tipo de alimento, todas las estanterías estaban vacías, lo único que tenían por encima era una ligera capa de polvo. Y no me puedo alimentar de esto. Así que seguí buscando durante 20 segundos mas antes de que la batería del portátil fuera oficialmente dada por muerta. Y por la trastienda, podía distinguir como una especie de susurro.

No me lo podía creer, en mitad del local, a oscuras, con el portátil sin batería y con ruidos en la trastienda. ¿Que mas podía pasar?

Ni corto ni perezoso empecé a avanzar hacia la salida poco a poco, pero con mucho cuidado, pues veía menos que un muerto boca abajo. Me orienté lo suficiente como para poder salir de allí, pero no sin antes darme un golpe en la rodilla izquierda con una estantería a medio construir. Mientras me alejaba de allí a toda prisa, empecé a escuchar una voz de hombre.

Ya estaba a unos 20 o25 metrosde la gasolinera, cuando me di media vuelta. No me lo creía. Un hombre, de unos 60 años, en forma, estaba saludándome con una sonrisa de oreja a oreja. Imposible. No estoy solo.

Después de hablar con Raymond, que es como se llama, me ofreció un sitio para resguardarme y reponer fuerzas, y me dejó cargar los mecheros, el portátil y me dio un par de refrescos en perfecto estado. Parecían que eran nuevas las latas.

Raymond a su vez, es un hombre extraño. Tiene un lunar en medio de la frente, bastante grande, por cierto, y viste unos viejos trapos que apenas le tapan el ombligo. Cabeza rapada y 1,90 de altura.

A la tarde-noche nos pondremos a subir al coche de Raymond todas las cosas útiles que podamos, para que mañana podamos partir hacia la ciudad.


Día X + 2 (22:30) – Preparándonos


Ya hemos terminado de subir los últimos paquetes de provisiones al coche de Raymond. Según él, su coche “consume menos que tu mechero”.

Me ha dejado un par de pistolas con suficiente munición como para matar a 10 elefantes. Una de las pistolas tiene un logo medio emborronado, me suena de algo, pero no se de que.

El viejo no está muy en sus cabales, le escucho todo el rato gruñir y hacer ruidos raros. Espero no acabar como él.

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El coche de Ray es un viejo sedán azul. Visto por encima parece un cacharro endeble y oxidado, pero al igual que su dueño, engaña. Me ha enseñado como funcionan los “extras” que ha añadido a la maquina. Para empezar solo se puede entrar saltando por las ventanas. Y te preguntaras, y los zombis, ¿no pueden entrar por la ventana? Pues si que pueden, pero parece ser que a Ray no le importa absolutamente nada ese problema. Que dios nos coja confesados.

Mañana nos espera un largo viaje por el norte hasta llegar a la gran ciudad…


Día X + 4 (15:48) – Trampa (Parte 1)


Nos la han jugado. Esa maldita escoria nos la ha jugado delante de nuestras narices.

Después de 8 horas de viaje, entre senderos sin asfaltar, caminos de mala muerte y pueblos fantasma, además de estar lloviendo e ir sin ventana alguna, llegamos a la gran ciudad. Está muy deteriorada, con escombros, basuras, cuerpos mutilados y vehículos abandonados a su suerte, pero a Raymond y a mí, lo que realmente nos sorprendió, fue encontrarnos con un grupo formado por cuatro adolescentes.

Si tuviera que jurarlo, diría que ellos nos encontraron a nosotros, y no al revés. Eran tres muchachos entre 17 y 21 años y una niña de no mas de 16. El mayor, Frank, es el líder del grupo, aunque solo tenga 21 años. No me extraña que su grupo haya sobrevivido tanto tiempo, es un chico extremadamente inteligente. Siempre con su visera verde y un walkie talkie en la mano. Luego están Juan y Xinghuan, con 17 y 19 años respectivamente, los matones del grupo, la fuerza. A Juan le cuelga del cuello un gran colgante de oro con el símbolo del dólar y a Xing, le gusta vestir con chándales anchos y llamativos. Uno es Ecuatoriano, el otro, Coreano. Y por ultimo está la pequeña Leila. Agresiva, impaciente, mandona, asfixiante, cruel y maniática son unos pocos adjetivos con los cuales se podrían definir a este monstruo pelirrojo. Ella lleva el otro walkie.

Estos chavales aparecieron de la nada después de que la rueda del sedán de Raymond pinchara. ¿Crees que fue casualidad?

Con la excusa del pinchazo se nos acercaron los pequeños impostores. Al principio se presentaron como un grupo de chicos que a priori, querían ayudar. Frank nos explicó con pelos y señas, que a dos manzanas de donde nos encontrábamos trabados, se encontraba un antiguo taller de coches en el cual debíamos actuar con extrema cautela, pues cerca de este se encontraba el Lexington Mall, cual suponía que estaba abandonado.

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Pero el problema llegó cuando a Leila se le antojó un refresco de sandía llamado “Crunxis”. Entonces es cuando empezaron los problemas. El tal Crunxis solo se vendía en grandes superficies, y el Lexington Mall era el local de estas dimensiones mas cercano que teníamos. Obviamente, ante la insistencia de la pequeña arpía, no tuvimos mas opciones que ir primero a por su bebida.

Entonces es cuando Frank se puso a dirigir el cotarro. Yo y Raymond iríamos por la puerta de atrás, y mediante el uso del elevador de cargas, subiríamos hasta la quinta planta, y una vez allí, agarraríamos tantos Crunxis como pudiéramos. Después, solo tendríamos que esperar a que sonara la alarma contra incendios que disponía el centro comercial, para que los enfermos se distrajeran y así pudiésemos salir sin problema alguno. Juan era el encargado de encender el pequeño fuego dentro del local, para que saltara la alarma. Xing a su parte, era el encargado de mantener lejos de las puertas del centro comercial a los zombis. Y Frank y Leila estarían vigilándonos y avisándonos de los movimientos ha realizar, para que no nos ocurriese nada que luego lamentáramos.

Cogimos nuestras armas, una bolsa de basura para meter todos los refrescos y nos pusimos manos a la obra.

El Lexington Mall era un tétrico centro comercial lleno de cristales rotos y cachos de techo derruidos. En un principio estaba pintado de azul marino,que a causa del paso del tiempo, ha ido perdiendo su color. Y los graffiti pintados en la fachada, no es que hayan ayudado mucho a mejorar la imagen del lugar.

Allí estábamos todos. Frank y Leila se fueron para los edificios que se encontraban delante del Lexington Mall, y el resto, nos pusimos rumbo hacia el centro comercial. Cuando llegamos a la puerta, vimos a tres desgraciados y horripilantes seres. A uno le faltaban las dos piernas, a otro la mandíbula y el tercero estaba fuerte. Demasiado tal vez. No nos costó mucho librarnos del sin piernas y del babas. Pero al tercero lo subestimamos. Ocurrió todo muy deprisa. El infectado se movía demasiado rápido. No era otro infectado más. Tenía algo raro. Era un ser evolucionado, mas veloz, fuerte y ágil, pero para suerte de todos, igual de estupido que los otros. Juan tuvo los reflejos suficientes como para poder evadir la primera embestida del hombre, pero Raymond, que ya no estaba echo un chaval, se llevó un buen golpetazo, y mientras estaba en el suelo revolviéndose en dolor, el enfermo le mordisqueó el hombro. Ni cuatro segundos pasaron, cuando de repente se escuchó un ruido ensordecedor. No sabíamos que había ocurrido. El infectado se cayó fulminado al suelo con un agujero en la cabeza que le atravesaba todo el cráneo.

Entonces por el walkie que me había dejado Frank se escuchó, “¿Estáis bien?”. Para nuestra fortuna, Frank aparte de ser inteligente, sabia usar armas de fuego de largo alcance. Asentimos con la cabeza, levantamos a Raymond del suelo y proseguimos con nuestra misión.

Al entrar al establecimiento, Xing cerró las puertas y las ató con un candado para que ningún enemigo pudiese entrar o salir. Juan, Raymond y yo, nos dirigimos hacia la habitación donde se encontraba el montacargas. En aquel lugar olía a azufre. Era insoportable aquella peste. Cuando llegamos a la habitación vimos el montacargas. Estaba destrozado, solo quedaba en pie los cables que subían por todo el edificio, así que usamos el walkie talkie para preguntar a Frank si tenia alguna de sus geniales ideas para poder subir. Nos explicó que dentro de las instalaciones, había unas maderas, cuales podríamos usar para hacer una especie de poleas, y así poder subir hasta arriba sin morir en el intento. Con las cuerdas listas y atadas a mí, empezaron a subirme.

La quinta planta estaba desierta. Ni un ápice de alma. Después de echar el primer vistazo, subimos a Raymond, y le explicamos a Juan, como sería la señal para que encendiera el fuego.

Con las pistolas en la mano, Ray y yo fuimos pasillo por pasillo buscando los dichosos refrescos. No encontramos ni uno. ¿Acaso nos la habían jugado?

De repente un sonido agudo empezó a sonar por todo el edificio. Juan se había adelantado a nuestra señal y prendió el fuego demasiado rápido. La alarma sonaba con mucha consistencia.

Sin poder seguir buscando con aquel estruendo, Raymond y yo decidimos que la mejor idea era salir de allí a toda prisa. Error. La ventana que teníamos en frente reventó. Frank nos estaba disparando a nosotros.

Nos cubrimos tras unas viejas mesas de madera y entonces empezó la charla vía walkie talkie. Leila es la que esta vez, estaba al otro lado del walkie. Cuando les preguntamos que demontre hacían, se empezó a reír la muy bruja. Nos explicó tranquilamente como nos iban a devorar los enfermos, o en el peor de los casos, como Raymond se transformaría y me comería a mí. ¿Acaso en contacto con la sangre expande la infección? Y lo mas importante, ¿Cuánto tiempo le queda a Raymond?


Día X + 4 (16:03) – Trampa (Parte 2)


Estábamos contra las cuerdas en aquellos instantes. Si nos levantábamos Frank nos pegaría un tiro, y si nos quedábamos, los infectados vendrían.

Ante todo calma. Agarré el walkie con firmeza y le pregunte a la odiosa niña a ver que es lo que querían.

Leila entonces me contó una historia, que ocurrió días atras, cuando paseaba con sus hermanos por Happy Holly Town, un hombre con gafas de sol y que vendía cupones les atacó.

No será posible…. Yo estuve frente a ese suceso, ¿aquellos muchachos eran sus hermanos? ¿Los que estaban siendo devorador por el hombre ciego? ¿Se habrían percatado de mi indiferencia ante ese percance? La he cagado.

Entonces lo soltó, “Tu viste sin pestañear como nuestros hermanos fueron asesinados, no hiciste nada, ahora, ¡MUERE!”

Madre del amor hermoso… ¿Cómo vamos a salir de aquí con vida?

Raymond hace más ruidos raros de lo normal, y se le aprecian unos leves espasmos musculares. Se le acaba el tiempo.

Aún tenía esa gran bolsa de basura negra encima. Entonces se me ocurrió una genialidad digna del mismísimo McGiver para escapar de allí. La hinché, como si de un globo grande se tratase y le dije a Raymond, que cuando yo contase hasta tres, saliera a toda prisa hacia las poleas, para bajar de allí fuera como fuese.

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¡1! …. ¡2! … (Dejé escapar la bolsa hacia arriba)… ¡PUM! La bolsa empezó a caer lentamente al suelo… ¡3! Salimos los dos a toda prisa, alejándonos todo lo posible de aquella ventana. Un problema menos. O eso pensé.

Ya estábamos en parte a salvo, pero aún nos quedaba bajar por las poleas, acabar con Juan y Xing, y llegar hasta donde estuvieran los otros dos mocosos.

Até con fuerza a Ray para que bajase primero, pues con sus movimientos involuntarios y sus nuevos síntomas, no podría hacerlo él solo. Al llegar al suelo Ray no ocurrió nada. Así que, seguidamente bajé yo.

No estaba ninguno de los dos mequetrefes que vinieron con nosotros hasta aquí, pero dejaron una hoguera en mitad del cuarto sin vigilar y las puertas del centro comercial abiertas de par en par. Menudo panorama.

No era plan de ir armando jaleo por mitad del centro comercial con tanto zombi suelto, así que agarramos los primeros objetos útiles que encontramos para defendernos. ¡Una caja llena de palos y varas flexibles! Perfectas para fustigar a unos cuantos moribundos.

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Como Raymond seguía con el tembleque, no tuve mejor idea que atarle un par de varas a las manos con unos trapos. No es que fuera muy brillante, pero lo suficiente buena idea, como para salir de aquel embrollo sin mas dilación.

Con la adrenalina por las nubes salimos a apalear a la escoria. Por suerte no nos vinieron mas zombis como el que atacó a Raymond, pero tampoco fue moco de pavo.

Después de desnucar a una anciana y batear los dientes de un hombre bastante grueso, nos dirigimos hacia el sedán de Ray para coger algunos utensilios para ir al taller a recoger la rueda que necesitábamos.

Algo iba mal. Maletas abiertas, el portátil tirado sin batería, latas de refrescos vacías… Nos habían desvalijado. Y para rabiar más, me di un buen coscorrón contra un cacho de puerta oxidada, menudo día para olvidar.

Necesitábamos un refugio para descansar y pensar, así que nos vinimos al primer edificio que vimos y nos instalamos con mucho cuidado. Menos mal que mi afición a la electrónica me es útil a veces y con un par de cables y unas pilas de petaca, he podido revivir el ordenador. Lástima que no pueda decir lo mismo de Ray, esta muy jodido el pobre pero aguantará un par de días más mínimo. Espero tener una noche tranquila por lo menos. Me merezco un buen descanso.


Día X + 5 (18:49) – Adiós


Un estruendo me despertó. ¿Qué ocurre?

Me dirigí entonces hacia la ventana más próxima, para ver si conseguía divisar el origen de aquel ruido. Boquiabierto me quedé.

El Lexington Mall estaba en llamas. La fogata que encendió Juan… ¿Cómo se nos olvidó apagarla?

El edificio mas grande de la ciudad desprendía un calor descomunal mientras un color rojo intenso se apoderaba de él. Hermoso.

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Disfruté como un niño viendo como ardía y acto seguido como se desplomaba sobre sus propios cimientos. Menuda polvareda levantó.

Al acabar el espectáculo, giré la cabeza para ver el estado en el que se encontraba hoy Raymond, pero no estaba. Había desaparecido. ¿Le habrá pasado algo malo? ¿Se ha convertido en un estúpido zombi?

Entonces es cuando empezó la búsqueda de Ray por todo el edificio. Pero algunas zonas de este, al estar oscuras puesto que no había electricidad, necesitaba algo que deslumbrase. Con mucha torpeza deslicé la mano como pude dentro del bolsillo del pantalón vaquero y saqué el Zippo. Prendí fuego a un cacho de tela que até a un palo y desenfundé la pistola que tenía el dibujo medio borrado. Listo para el reconocimiento.

Me puse manos a la obra. Piso por piso, cuarto por cuarto, husmeando rincón por rincón, pero ni rastro. Estaba apartando unas cajas para seguir con la búsqueda cuando me di cuenta que algo me estaba observando. Parado, en las escaleras, en total oscuridad. Empezó a acercarse lentamente hacia mí, entonces lo deslumbré. Era Ray. Intenté entablar una conversación con él, pero sus únicas respuestas eran unos molestos gruñidos y unas expresiones faciales que no me terminaban de convencer. No parecía muy amigable.

Al ver a Raymond de esa guisa no tuve mejor idea que empezar a correr como si mi vida pendiese de ello, aunque bueno, realmente pendía de ello. Al no conocerme el edificio de cabo a rabo, aún corriendo mas que Ray, tarde o temprano me acabaría atrapando pues de cada tres pasillos en los que entraba, en dos no había salida alguna y al final terminaba por dar media vuelta. El maratón no finalizó hasta que encontré un sitio tranquilo para pensar… o eso pensé, valga la redundancia. ¿Y que mejor sitio para pensar que sentado en un cálido retrete cuya tapa tenía pintada la bandera de EE.UU.?

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Ray, estaba esperándome tras la puerta en silencio, hasta que comenzó a golpearla. Estaba hambriento el pobrecito. Los minutos se convertían en días, las horas en meses… me estaba enloqueciendo poco a poco, Ray seguía fuera esperándome y dando golpes a la puerta y yo solo quería esperar para ver si se marchaba.

Demoré lo más que pude el acto en el que acabaría con su vida, pero era una cosa que tendría que hacer si o si. Agarré con firmeza el frío metal del arma y quité el seguro. Realmente no quería asesinar a mi único amigo que me quedaba, así que le avisé, que al contar hasta 3, dispararía.

1… 2… (Abrí la puerta de par en par)¡3! Alcé el arma hasta una altura exacta para tener el ángulo perfecto para reventarle los sesos y… ¡ZAS!

Raymond me placó con una agresividad voraz. El arma de fuego se perdió por el cuarto de baño. Ray no era otro estúpido zombi inútil, era muy semejante al enfermo que le atacó, una bestia.

Me levanté tan rápido como pude del frío y sucio suelo e intenté lapidarlo con los escombros de aquel desastroso lugar. Piedras afiladas, toscas, redondeadas… de cualquier tamaño y forma me servían con tal de deshacerme de él.

Aturdido quedó después de lanzarle seis pedradas en la cabeza, y es cuando me puse a buscar la pistola como un loco. Al no ser muy grande el baño, no tardé mas de 20 segundos en encontrarla, y al hacerlo, la empuñé con rapidez, le inserté el cañón en la boca y… apreté el gatillo. ¡PUM!

El pobre Ray no se merecía esto. Menuda puta cagada, estoy solo de nuevo. Después de cenar algo le enterraré.


Día X + 5 (21:15) – Ánimo


Acabo de dar tierra a mi viejo compañero.

Ray, eras un hombre amable, leal y divertido que no te merecías este final, pero estoy seguro, que si desde un principio hubieras sabido que esto iba a ocurrir, tu mismo me hubieras pedido que lo hiciese.

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Todo por culpa de esos asquerosos niñatos, y por eso, amigo mío, te juro sobre mi cadáver, que los mataré a todos, al igual que juré que acabaría con Los señores de la aniquilación.

Un escalofrío cada vez mas intenso recorre mi cuerpo, todos estos problemas están haciendo mella en mí.

Otra vez no… otra muerte… otra pérdida… es muy triste tener que pasar de nuevo por todo esto, seguir con vida es mas duro de lo que jamás hubiera pensado. Estas cosas me destrozan por dentro, me quitan las ganas de vivir, pero no me puedo rendir. He jurado que los mataría a todos, y aunque sea la última cosa que haga en mi vida, lo pienso cumplir.

Claréese, no hay día que pase que no me acuerde de ti, te extraño, mi amor… Aún me sigo culpando de tu muerte, sigo pensando, que si te hubiera echo caso y hubiéramos ido al Este como dijiste desde un principio, probablemente seguirías con vida. Lo siento tantísimo mi vida… cambiaría cualquier cosa por que volvieses de nuevo… estoy tan… tan solo… que no puedo.


Día X + 6 (12:13) – Naturaleza


Perdón por lo de ayer, pero después de pasar por tantas desgracias, estaba algo hundido.

Estoy a las afueras de la ciudad, en el bosque. No me parecía muy correcto dejar a Ray enterrado en mitad de una ciudad con cadáveres andantes, así que me lo traje hasta este hermoso lugar para que descanse eternamente. Es un bosque muy frondoso, demasiado tal vez para estar tan cerca de la gran ciudad. De día el bosque parece sacado de un cuento infantil, colorido y con el sonido del chapoteo de un pequeño riachuelo que transcurre a escasos metros, pero al anochecer el bosque se transforma y parece sacado de una película de terror, una inquietante oscuridad, crujidos de ramas de árboles y alimañas que preferirías no encontrarte.

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Con una rueda, unas maderas y unos tubos de metal, fabriqué una especie de carretilla rudimentaria, la cuál usé para transportar el cadáver del viejo y algunos armatostes desde la ciudad hasta aquí. Me traje unos cacharros la mar de útiles, como podrían ser unas telas, piezas de placas solares rotas, cuchillos, barras de metal y algunos víveres.

Reflexioné seriamente sobre mi futuro, entre qué sería lo mejor para mí supervivencia, si seguir por la ciudad intentando subsistir con los deshechos y el peligro constante de encontrarme enfermos, o en cambio me mudaría al bosque sin tantos peligros pero con la incertidumbre de si encontraría o no comida a diario.

Así que, me propuse quedarme unos días y después, decidir que sería lo mejor para mí.

Para no pasar la noche al raso, en el hueco de un extraño árbol, coloqué unas ramas, unas barras de metal y algo de tela. Construí un cómodo escondrijo en un periquete. No es que fuera un hotel con mucho glamour, pero era justo lo que necesitaba, un sitio pequeño, cubierto y escondido donde poder dormir sin preocupaciones.

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Mientras buscaba unas hojas grandes para camuflar mi pequeña guarida, escuché sonidos de motores. Se acercaban. A toda prisa, salté dentro del refugio, coloqué unas hojas y unas ramitas estratégicamente para disfrazar mi nuevo hogar y me quedé en el más absoluto silencio.

Y aquí estoy, escribiendo mientras espero con muchos nervios que es lo que se me viene encima.





No puede ser…


Día X + 6 (22:10) – Golpe de suerte


Delante de mí se pararon un par de furgonetas blancas. Tenían un montón de cajas en la parte trasera, unas cinco o seis en cada vehículo. En un momento, los dos conductores se bajaron y se alejaron el uno del otro, uno empezó a orinar en la parte trasera de mi nuevo hogar, y el otro se perdió entre el espeso bosque. Solo estaban ellos dos.

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¿Qué hay en esas cajas?

Tenía unas ganas terribles de fisgar, pero no me la podía jugar sabiendo que eran el doble que yo. Entonces comencé a planear un ataque sorpresa contra los dos individuos. Con unas piedras podría hacer ruiditos y así ganarme su atención y desp… ¡BOUM!

Un enorme estallido me dejó confuso.

¿Qué ha sido eso?

El que estaba orinando se cayó sobre su propio jugo por la explosión y empezó a gritar, “¿Pero se ha vuelto loco webon? Eso no fue chido vuélvase al carro ahorita mismo que andamos con demora” e instantes mas tarde salió el otro hombre del bosque riéndose sin parar. Menuda broma que le había gastado a su “compadre”.

Era mi turno, uno apenas se podía mantener en pie por las carcajadas y el otro estaba entre avergonzado y humillado y no prestaba mucha atención a los ruidos que hice. Arma en mano di un brinco y me puse delante de ellos.

Entonces vi los tatuajes. Pertenecían a los señores de la aniquilación.

El que aún tenía lágrimas en los ojos a causa de las carcajadas intentó agarrar su arma, y con sangre fría le disparé al cuello. Muerto. O por lo menos en unos instantes lo estaría. Acto seguido encañoné al hombre humillado, pero este no quiso hacerse el héroe y dejó sus armas en el suelo. Buen chico.

Con unas telas que saqué del escondite, lo até a un árbol y me dirigí hacia las furgonetas. Abrí la puerta del vehículo que conducía el “risitas” y empecé a inspeccionar las cajas misteriosas. Quité la tapa del primer cajón y encontré C4. Diez cartuchos de C4 en perfectas condiciones. ¿Y esto?

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Seguí abriendo más y más cajas, y en todas, había el mismo número de explosivos menos en una, que solo quedaban nueve. Sorprendido aún del hallazgo, intenté abrir la puerta de la furgoneta del rehén, pero estaba bloqueada. Sin problemas. Agarré una piedra y destrocé la cerradura.

Pero, estas cajas… estaban medio abiertas, no es que faltase algo, es que las cosas que estaban en la caja, eran demasiado grandes como para poder cerrarlas correctamente. Al abrirlas encontré detonadores, rollos de mecha, mecheros, agua y granadas de mano. Buen arsenal.

Era el momento de preguntar.

Me acerqué al sudamericano sin apartarle la mirada y le aconsejé que me contara todo lo que supiera. Se ve que no tenía respeto alguno hacia sus “hermanos”, los señores, ya que empezó a soltar prenda como un condenado. Me dijo que el C4 era propiedad de ellos y que si no llegaba el cargamento en un máximo de dos días a la gran ciudad, se pondrían nerviosos, con las consecuencias que esto pudiera acarrear. También me contó que su nombre era Junior y que no le quedó más remedio que moverse por esos aires, ya que su hermana es la mujer del jefe de los señores. Que si por él fuera, estaría intentando encontrar más supervivientes para convivir todos en armonía.

¿Qué puedo hacer? Tiene pinta de mentira, pero el chaval me cae gracioso, quizás le de una oportunidad. De momento le dejo durmiendo atado al árbol. Ya pensaremos mañana qué hacer.¿Qué puedo hacer? Tiene pinta de mentira, pero el chaval me cae gracioso, quizás le de una oportunidad. De momento le dejo durmiendo atado al árbol. Ya pensaremos mañana qué hacer.
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Mensaje  RipperNaxza Mar Nov 15, 2011 8:38 pm

Me gusto el relato y también que lo acompañaras con imágenes, facilita visualizar lo que leo
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Mensaje  pepito Miér Nov 16, 2011 5:40 pm

Día X + 7 (18:22) – Nos movemos


Un nuevo día. Junior estaba durmiendo. Era el típico sudamericano, bajito, pelo oscuro, tez morena y con un bigote negro muy tupido, 35 años.

Le desperté y pregunté si quería dar tierra a su compañero abatido, por respeto más que nada. Me sorprendí al oír su negativa, pero aún más cuando me explicó el porqué.

Me contó que ese hombre, al que había matado era un cabrón, bueno, según él un “malparío”, que no hacía más que gastarle bromas y meterse con él. Así que desaté a Junior, agarramos el cadáver y nos deshicimos de él entre maleza del lugar. Una preocupación menos.

También me dijo que no estaba por gusto con “Los señores de la aniquilación”, que le obligaban ha hacer todo tipo de trabajos tercermundistas, y que estaba harto y quería vengarse de ellos.

Un nuevo aliado.

Entre los dos, empezamos a planear la ofensiva definitiva. Durante varias horas estuvimos intercambiando ideas y al final, atamos todos los cabos.

Después de pensar, nos entró bastante hambre, así que nos dispusimos a cazar algún animalito o alimaña. Agarré un par de granadas de mano y me las metí al bolsillo, pues nunca se sabe cuando vas a tener problemas, y recargué la pistola con el dibujo medio emborronado. A Junior le pasé una rama grande para que la usase para ahuyentar a los animales. Al darle la rama, no soltó más que improperios contra mí que no lograba descifrar, se ve que no le hacía mucha gracia la herramienta que le di para defenderse. Hora de cazar.

Divisé un rechoncho conejo tras unos matorrales a unos40 metrosde nuestra ubicación, hice una señal a Junior y fue tras él. Yo me quedé escondido, a la espera de verle salir huyendo.

Plaga Zombi Rabbit-under-bush-5e1aef

Esperé unos 15 minutos, cuando de repente escuché a lo lejos, “Weon aléjese de mí, ¡Gonorrea!”.

Entonces apareció Junior corriendo como un campeón, con cara de cansancio y asustado, y tras él, un enfermo que echaba espumarajos por la boca.

Sin más miramientos, agarré la pistola, le apunté y… fallé. Le rozó una oreja el primer disparo, así que sin perder mas tiempo apreté otra vez el gatillo. Diana.

Junior empezó a dar saltos de alegría, pero no duraría mucho. Pasados unos instantes, unos sonidos de pisadas y crujidos de ramas empezaron a hacerse notar. Un gran grupo de zombis. Debieron escuchar los disparos.

Agarré con todo lo que pude de mi escondite y lo metí en una de las furgonetas. Junior se metió en una, y yo en la otra. Los estúpidos infectados se acercaron a los vehículos y empezaron a golpearlos con gran fuerza, menudas bestias.

No tuvimos más opciones que irnos del bosque, pues ya no era seguro. Arrancamos los motores, atropellamos a unos cuantos desgraciados y nos pusimos en marcha hacia la gran ciudad. Bueno, tendremos que comenzar con lo planeado, sin haber comido antes.

Al llegar, nos instalamos a unas manzanas del cuartel general de “Los señores de la aniquilación”, en un edificio antiguo, pero cálido. Antes tuvimos que librarnos de dos putrefactos cadáveres que estaban apilados frente a la puerta del edificio, pero mientras estábamos moviendo el primero, una sombra apareció en un callejón a escasos metros de la puerta. Era la silueta de una niña.

No sabía si estaba infectada o no, y para asegurarme le hice un par de preguntas. Mientras le hablaba, la muchacha se acercaba paso a paso, con calma, hasta que le dio la luz y me pude fijar que en realidad la niña ya estaba muerta. Entonces Junior gritó asustado, “Cierre esa wea por la cresta!”, se refería a la puerta. Entonces, de un portazo cerré la puerta y aquí estamos, esperando a que oscurezca para comenzar el ataque.
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Mensaje  pepito Jue Nov 17, 2011 6:31 pm

Día X + 8 (04:09) – Ataque


Al caer el sol, comenzamos la marcha. Agarramos granadas, C4, barras de metal, cinta adhesiva, telas, pistolas y detonadores y nos dirigimos hacia el edificio donde se hospedaban “Los señores de la aniquilación”. Nos detuvimos a una distancia prudente para que no nos pudiesen ver.

Delante nuestro se encontraba su cuartel, con el numero 666. Inquietante cuanto menos. Era un edificio de oficinas, blanco y alto, y con unas ventanas bastante estrechas.

Plaga Zombi Edificio666

Nos escondimos en una de las infraestructuras de los aledaños, y empezamos a buscar zombis. Ni uno a la vista.

¿Dónde se habrán metido?

No encontramos ningún zombi útil, hasta que de repente, un estruendo salió desde el edificio a destruir. “No tardarán mucho en llegar los esbirros del diablo”, pensé.

Hora de cazar.

Agarramos unos buenos trozos de tela, e intentamos dar caza a alguno de estos pobres seres.

Un vejestorio con un ojo salido y con una pierna sin pie se acercó hacia nosotros. Objetivo a la vista. Era tan torpe y lento, que no nos costó mucho tiempo atarlo y amordazarlo.

Desvestimos lo que pudimos al pobre carcamal, y le pegamos con cinta unos cuantos cartuchos de C4. Le volvimos a vestir y ya estaba listo, zombi bomba. Ya solo teníamos que esperar a que más enfermos llegaran, para soltar al nuestro y que se pudiera acercar lo suficiente al edificio como para derribarlo.

Plaga Zombi Xin_020604260724004248148

Cuando vimos que los alrededores del edificio donde se encontraban nuestros enemigos estaban llenos de zombis, de una patada echamos al nuestro de nuestro escondite y nos pusimos a esperar jugando a un parchís casero. El maldito Junior es un genio, imposible ganarle al parchís. El amigo zombi era muy patoso. Le vimos caerse al suelo en 4 ocasiones, se pegó contra una farola y vimos como degustaba una suculenta rueda de coche. Hasta que al final llegó al edificio objetivo.

Cuenta atrás.

5…

4…

3…

2…

1…

0

(Pulsé el detonador)

BOUM!!!!!!!

El edificio empezó a retorcerse. Un estallido monumental, escombros volando cual metralla, sangre a borbotones, una columna de polvo inmensa se levantó hasta el cielo y gritos de auténtico terror eran unas de las cosas que estábamos presenciando en esos instantes.

Esa era la sensación. Victoria.

Junior, que no se callaba ni debajo del agua dijo, “Jajaja, ¿vistes como se derruyó el edificio? Que bueno”. Acto seguido le di una bofetada. “No te rías de la muerte, ellos mataron a mi novia, y yo les he matado por ello, no hace falta burlarse”. No entendió mis palabras y se marchó enfadado por el golpe recibido.

Ahora estamos de nuevo en nuestro primer escondite, a salvo y esperando a que amanezca. Mañana será un nuevo y feliz día.
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Mensaje  Renfield Jue Nov 17, 2011 6:49 pm

Señor pepito, antes de que sigas, te comento.

Lo primero, es que estás inflingiendo las normas, asi que has sido sancionado. Léelas ([Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo])

Lo segundo, has posteado 3 días consecutivos sin siquiera leerte las normas. Te quedan 3 puntos de "vida" de 6. Cuando llegues a 0, estarás baneado una semana. Wink
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