Foro de Amanecer zombie
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Pequeña Antología Z

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Mensaje  Juanyloco Jue Nov 18, 2010 12:25 am

Pequeña antología Z

Pequeña Antología Z Uw16

Juan Igancio Alancay

Editorial : Puntos




Título del original en inglés:

The book of the living dead. Based on true stories - not authorized

Traducción: Elizabeth Redfield

Tapa: Leon Laurent

© 2010 by Editorial Dos Puntos S.R.L. San Martín 1666, Valestrano, Argentina.

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723

Impreso en Argentina Printed in Argentina

ISBN 850-523-127-2





Nota del editor

Finalmente, luego de un largo año en la lista de Best Sellers de todo el mundo, llega a nuestro país una de las antologías más espectaculares de los últimos tiempos, la obra maestra del argentino Juan Ignacio Alancay. Nacido en Concepción del Uruguay, en abril del 1991, sus padres no podrían imaginar la turbia existencia que le esperaría a su primogénito. A los 10 años ya se perfilaba como literato, con el cuento "El perrito de Nacho", con el que sacó un Sobresaliente en la materia de Lenguaje. A partir de ahí, llevó una existencia común y corriente, con poco y nulo aporte a la cultura nacional, hasta el momento que conoció a Abigail O. , su ex-novia y actual esposa. Por entonces ambos tenían 15 años, y el joven prodigio, perdidamente enamorado, tuvo la determinación necesaria de abandonar los estudios en el Colegio Nacional "Justo José de Urquiza" y huir con ella hacia Haití. En este autoexilio abandona no solamente el territorio geográfico argentino, sino el idioma y las costumbres que hasta entonces tenía tan arraigadas. A partir de allí, aprendería a comunicarse tanto en ingles, como en frances, italiano, portugués y hebreo, lenguas todas que aprende en un año. En el resto del tiempo que vivieron en Haití, dos novelas neoclásicas vieron la luz: "Llorando mientras matan al chancho" (No traducida aún) y "El ingenio de los brujos" (Traducida al suahili y al Burushaski). Pero la hasta entonces emocionante y, ¿por qué no?, erótica vida de Alancay llevaba dio un vuelco cuando presenció el horroroso sismo que a principios del año sacudió los cimientos de la isla. La visión de esas personas debatiéndose entre la vida y la muerte, esos cuerpos que surgían de los escombros purgando por no abandonar nuestro mundo, lo llevaron a cometer suicidio. En realidad, una mala puntería causó que el hecho en sí quedara en intento de suicidio, ya que la bala de goma con la que cargó su .38 Special quedó alojada en su tronco encefálico, condenándolo a llevar una vida vegetal desde entonces. Sin embargo, cosa prodigiosa, es durante este estado que escribe una curiosa obra en inglés, con encabezado en frances. Por entonces se llamaba "M'embrasser si on ne te auraient. La curieuse vie de gens commun lorsque la mort cycle sur la terre", aunque las constantes reediciones del libro le dieron el actual titulo. Sí, así es, el que tiene en las manos, Oh! lector prodigioso, es la obra que Juan Alancay a escrito "desde el otro lado". Y no será la última. Desde su residencia en Trabzon, Turquía, su esposa nos comentó que se encuentra trabajando en otra obra, una obra de teatro justamente, dirigida al romanticismo y la vida opulenta de la clase alta del medioevo. Mientras, puede disfrutar esta colección de opúsculos dignos de recordar y recomendar.





Testimonios

"Pequeña antología Z" es un libro del que se han dicho cosas tan bellas como estas:



"Oprah Winfrey"

"... son unas historias impresionantes, llenas de sentimientos y humanidad. ¿Cómo no incluirlo en el 'Oprah's Book Club'? Y no creo que su mención allí lo haya convertido en Best Seller. Fue la calidad misma del autor y su plumín preciso con las palabras lo que lo convirtieron en uno de los fenómenos editoriales más impactantes de los últimos tiempos."

"Mario Vargas Llosa"

"... cuando descubrí la magistral prosa del joven autor argentino, no pude menos que cuestionar la decisión de la Real Academia Sueca de la Lengua, que me entregó el Nobel de Literatura a mí y no a él."

"George Romero"

"... jamás creí que mi pequeña obra, allá por 1968, desatara este caudal de zombies que hasta el día de hoy, sufrimos. He visto creaciones de total bisarrez, absurdos carentes de trama y de emoción, efectos más gore que realistas... Esta obra, no obstante, no ganó mi desprecio, sino mi melancolía. Al fin alguien que respeta las reglas de mi mundo, tan clásico, tan autentico, tan terrible."

"Dan Brown"

"... cuando lo acabé, pensé: ¿Por qué habré escrito 'The Da Vinci Code'?".

"Belén Francese"

"... che, Juan, qué miedo que dás, el libro es 'lomás', y quisiera continuar, pero me voy a comer faisán."

"Roberto Gómez Bolaños"

"... cuando lo lees, sientes deseos de tirar el libro e ir por un arma."
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Mensaje  Battousai Jue Nov 18, 2010 12:33 am

solo dos preguntas
¿has escrito tu el libro?
si lo has escrito tu ¿lo vas a publicar pagina por pagina en el foro?

de esas preguntas hay 3 posibles combinaciones de respuestas:
1. Si y Si, en cuyo caso el post se queda donde esta
2. Si y No, en cuyo caso no va aqui
3. No y No, y en este caso, tampoco iria aqui

asi que, espero respuestas
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Mensaje  Juanyloco Jue Nov 18, 2010 12:43 am

Battousai escribió:solo dos preguntas
¿has escrito tu el libro?
si lo has escrito tu ¿lo vas a publicar pagina por pagina en el foro?

de esas preguntas hay 3 posibles combinaciones de respuestas:
1. Si y Si, en cuyo caso el post se queda donde esta
2. Si y No, en cuyo caso no va aqui
3. No y No, y en este caso, tampoco iria aqui

asi que, espero respuestas

Y la respuesta es: La primera, pero parcialmente. No es un libro, este formato lo hice de joda nomás, para darle un toque de humor-profecional, y son historias pequeñas que voy a poner a partir de mañana. Pensaba poner una hoy, pero decidí que el encabezado estubiera aparte, y para dar un poco de misterio al asunto. La editorial es imaginaria, la ciudad es imaginaria, la bibliografía es imaginaria... Si te fijas bien hasta aparece "Titulo del original en ingles" que es completamente imaginario. Humor Fontanarroseño, podría llamarlo. jajajjajaja
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Mensaje  Battousai Jue Nov 18, 2010 12:52 am

siendo asi no digo nada, si es algo hecho integramente por ti y lo vas a publicar paulatinamente adelante
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Mensaje  Juanyloco Lun Dic 06, 2010 4:06 am

"La Noche de los Sueños Vivientes"


Una calurosa noche de verano, luego de un agotador día cultivando y ayudando a su padre con el ganado, Mauricio fue despertado por alguien que tocaba la armónica desafinadamente. Furioso, dio un salto fuera de la cama y se asomó a la ventana. La luna, brillante y familiar, iluminaba perfectamente el ambiente, y gracias a ella logró ver al extraño personaje que recorría el camino de tierra. Era un muchacho, casi de su misma edad. Estaba montado en una pequeña bicicleta, un bolso colgaba de su espalda, y en su boca, casi mordiéndola, llevaba una armónica resplandeciente de nueva.

- ¡Eh! ¡Etas no son horas de molestar! - Le gritó Mauricio. Ya quería volver a acostarse, mañana sería un largo día y los mosquitos comenzaban a picarlo. El de la bicicleta fue aminorando la marcha, estudiando detenidamente al que le había gritado. Finalmente se detuvo, y después de sacarse la armónica de la boca, le contestó:

- ¡Eso ya no importa! ¡Ahora lo importante es vivir!

Mauricio no supo que decirle. Probablemente era un citadino borracho o drogado. Agradecía a Dios el no haber ido nunca allí, quién sabe qué pestes y adicciones se le podrían haber pegado. Ni siquiera leía diarios o escuchaba noticias. Su pasado, presente y futuro estaban en el campo, en la tranquilidad de la naturaleza.

- ¿No leíste las noticias? - Le preguntó entonces el de la bici.

- Acá no hay diarios, ni tenemo cable o radio... - contestó Mauricio, ya irritado por estar conversando con un loco. Estuvo a punto de dar media vuelta y meterse en la cama, cuando vio que el otro tomaba el bolso y hurgaba en su interior. Después de un rato sacó una gran hoja de papel, la cual dobló y convirtió en un avión, para finalmente arrojarlo con gran puntería hacia la ventana. Cuando Mauricio recuperó el avión y lo desdobló, descubrió que era una hoja de diario con fecha de dos días atrás.

Misteriosa Epidemia

"Las autoridades aún no aclaran el origen de la enfermedad que ha diezmado la población desde días atrás. Miles de personas, tanto infectadas como familiares de éstas, se han reunido alrededor de los principales hospitales de la ciudad, en busca de una solución a este mal. Se habla de virus alterados, mutación del dengue y hasta de ataque terrorista. Muchos especulan con que el origen de la enfermedad estaría en los estudios llevados a cabo con el meteorito venido de Venus la semana pasada. La razón de esto es que durante los días en que estuvo en observaciones, fueron miles los testigos que dijeron haber visto brotar del aerolito unos misteriosos gases fosforescentes. El debate está abierto."

Apenas había Mauricio acabado de leer estas Lineas, cuando sintió que algo lo golpeaba en la cabeza. Era otro avión, esta vez hecho con un diario del mismo día.

Ataques Incesantes

"Finalmente, luego de las constantes denuncias de ataques violentos entre ciudadanos, saqueos, desapariciones y canibalismo, se ha comprobado que aquellas personas que fueron infectadas en los últimos días presentan desordenes mentales, tales como ira incontrolable, ansiedad, etc... Esto los convierte en sujetos peligrosos, que deben ser aislados para que no contaminen a otros. A través de las mordidas contagian a cualquiera que esté cerca. La fuerza policial y militar están atrincheradas en los puntos de acceso a la ciudad, para evitar que cualquier persona entre o salga de "la zona cero". Pese a esto, hay noticias de que algunos infectados ya han logrado escapar, por lo que se están realizando rastrillajes en las zonas circundantes, en montes y cultivos. El gobernador invita a la calma general."

- ¿Entendés ahora? - gritó el de la bici. Se lo oía animado, como quien ya no tiene nada que perder.

- No - dijo Mauricio, que verdaderamente no entendía lo que acababa de leer.

- ¡Quiere decir que el mundo se acabó! ¡Todo se fue a la mierda, la gente, la tecnología, todo...! ¡No sé que estás haciendo ahí todavía. Yo que vos me escapo a otra parte antes de que lleguen.

- ¿Quiéne?

- ¿Pero no leíste? ¡Los caníbales, los locos que están enfermos, y que si te muerden te convierten en uno de ellos!

- ¿Qué? - gritó Mauricio, asombrado - ¿Eto es real?

- ¿Y qué te parece?

De repente Mauricio palideció. Aunque podía salir de madrugada en invierno a cultivar y sin tener frío, en ese momento empezó a temblar como una hoja. Apretó los diarios y se los llevó para mostrárselo a sus padres. A duras penas, entre los insultos de su padre por ser despertado y los sollozos de su madre que creía que se había vuelto loco, trató de convencerlos de dejar todo y escapar. "El fin del munda etá cerca", repetía una y otra vez. Ninguno le creyó. Sus hermanos tampoco, y para peor le pegaron y le hicieron comerse las hojas del diario.

- Nadie me cree... - se lamentó poco después, otra vez en la ventana, sintiendo aún el picante sabor de la tinta en su boca.

- Y andate... - le contestó el de la bici, sobrador - Por si aún no te diste cuenta, ahora lo único que vale es lo que uno decida. Nada más importa. Allá, en la ciudad, la policía disparaba contra esos bichos para que no lastimaran a nadie. Pero muchos ingratos no querían que los mataran porque, decían, eran sus parientes, amigos y esa mierda... No hace falta que diga que muchos de estos eran devorados por los mismos a los que defendían.

- ¡Pero no puedo dejar mi familia! - se ofuscó Mauricio.

- ¿Por qué no? ¿Porque ellos te quieren y vos los querés? No jodas, eso ya no importa. Lo que importa es sobrevivir, salir adelante, no ser comida, ¿entendés?

- ¡No lo puedo hacer! ¡A dónde voy a ir!

- Ya vamos a encontrar un refugio, más adelante. ¿Nunca pensaste en ser libre? ¿Tener total dominio de tu vida, de tus acciones, de tus sentimientos? El cambio empieza ahora, creéme que más adelante se va a poner peor la cosa...

- Pero...

- Pero nada. Yo siempre quise recorrer el mundo y ser músico. Como mis papás me metieron en el ejercito, para que no sea vago según ellos, nunca pude hacerlo hasta ahora. ¿Vos no tenés sueños? ¿Algo que quieras? Esta puede ser tu oportunidad... - el de la bici miró preocupado para todos lados, conciente de no estar seguro en el exterior. Después, miró a Mauricio con ojos llorosos y suplicantes y concluyó -: pero apurate, por favor.

Cuando la tercera piedrita golpeó contra el vidrio de su ventana, Carla se asomó. Sintió en su cara una suave brisa, y una suave melodía metálica. Reconoció a su vecino Mauricio, pero al otro chico no, aquel, el de la bici de más allá, que tocaba una armónica por lo bajo.

- ¿Qué pasa? - dijo, algo nerviosa por tener tan peculiares visitas a esa hora.

- Pasa que te amo, Carla.

El momento quedó suspendido. Todos, hasta el de la bici quedaron en silencio un instante. Los ojos de Mauricio y Carla se encontraron, vieron el reflejo del otro, iluminados por la luna de verano, una de las pocas cosas que uno puede seguir disfrutando luego de que el infierno llega a la tierra, porque ella está en el cielo. El vientillo se coló en la armónica del de la bici, y produjo una melodía que coincidía con el momento. Tranquila, recatada. Nadie sabría lo que estaba pasando ahí, ni ahora ni nunca. Él dio un paso alfrente, sonrió y extendió sus brazos hacia ella. Ella no lo pensó dos veces, salteó el marco y fue corriendo hacia él. Habían esperado tanto tiempo para ese momento, que parecía un sueño. Mauricio, que sufría en secreto porque a su familia no le caía bien la chica; Carla, que pensaba que el chico nunca se animaría a quererla. Se fundieron en un abrazo, largo, puro. El de la bici, que se llamaba Juan, volvió a tocar su armónica, improvisando una romántica, más que nada para cubrir el sonido de aquellos gemidos que venían desde los árboles, y que amenazaban con arruinar ese momento tan soñado.
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Mensaje  DarkHades Lun Dic 06, 2010 4:45 am

Hahaha Juany sos un capo pibe xDD me mataron los testimonios hahaha fiel seguidor tuyo chabon!
En cuanto a tu primer relato,me pareció muy bueno,lo tenia y tengo muy vivido en mi cabeza,no usas palabras complicadas y te desarrollas muy bien en la historia.
P.D:La foto!La foto! xDDD
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Mensaje  Juanyloco Jue Dic 09, 2010 2:57 am

"ghouls"



Las calles de la ciudad, otrora llenas de personas, vehículos, luz y vida, hoy en día se encuentran desiertas. El viento siseante hace volar hojas de periódicos y bolsas de plástico. Autos y colectivos se encuentran dispersos, con signos de choques o incendios. Las ventanas de los edificios y negocios están destrozadas. Hay sangre, basura, hay vegetación brotando entre las grietas del asfalto. La noche anterior ha llovido, así que por todos lados hay charcos de agua estancada. Las moscas y los mosquitos pululan en el aire. En tierra, sapos y lagartijas dan casa a los pequeños insectos. Parecen ser los únicos seres con vida en toda la zona, todo está mortalmente en silencio.

Pero cuando una roca sale disparada desde un arbusto y choca contra el parabrisas de una auto, causando el estallido del vidrio primero, y disparando la alarma después, todo cambia. Desde las tiendas, los departamentos, los autobuses, y hasta las cañerías, comienzan a surgir figuras antropomórficas. Con pasos lentos mas no agotados, de ellas sólo surgen sonidos guturales, gemidos, casi lamentos. En pocos minutos se multiplican, se convierten de decenas a centenas. Todos se congregan alrededor del mal trecho auto, cuya alarma sigue invadiendo el aire. Buscan comida, pero no son los únicos.

- ¿Cuántos hay? - dice Marco, contando las balas que le quedan a su rifle Sniper, placidamente recostado contra el tronco de un roble.

- Una centena, quizás. Tal vez más - contesta Edward, espiando un poco más allá, desde el arbusto con sus binoculares.

- Parece que cada vez están llegando más a la ciudad - dice Marco, extrañamente risueño. Se toca la pistola que tiene agarrada del cinturón. Ésta ya tiene dos balas listas, por si acaso.

- Obvio. Por si no lo sabes, todavía hay mucha gente "viva" refugiándose por aquí, en la ciudad. Estos desgraciados se dan cuenta de sus presencias, y cada tanto agarran a algún desprevenido que pasa a engrosar sus líneas - Edward está un poco molesto, pero en ningún momento levanta la voz más allá del susurro. No conviene hacerlo.

- ¿Cuántos somos en el refugio? - pregunta Marco, que parece haber tenido una idea.

- Ayer murió Peter, pobre, así que quedamos 23.

- Mmmmm... - pronuncia Marco, pensativo. Luego replica -: Comienzo a pensar que ya no alcanzará con lo que llevamos de comida. Los compañeros son cada vez más numerosos, y ya no alcanza tanto como antes ¿recuerdas? cuando éramos nosotros dos y nos hartábamos de comer...

- Te entiendo - dice Edward, comprensivo. En ningún momento despega la vista de aquellos "arrastra piernas" -, pero es lo único que se puede hacer. Después de tanto tiempo, es normal que la comida escasee, más que nada porque se pudre, y entonces es incomible ...

- ¡Exacto! - exclama Marco, como quien a hallado el meollo del problema - Como lo importante es la frescura, yo estaba pensando si no podríamos ir a buscar algún refugio y ...

- No. Ya sé a dónde pretendes llegar, así que no ...

- Pero tú mismo lo dijiste ...

- No... Digo sí, lo dije, pero no me refería a eso ...

- Edward, por favor ...

- Pero piénsalo sólo un instante, hombre... - ahora sí Edward fija sus ojos en su amigo -. ¿Para qué crees que recorrimos medio país en aquella caravana, buscando esa dichosa cura? Para empezar, no fue solamente para salvar a nuestros amigos, sino para ...

- Bueno, bueno, ya ... - dice Marco, conciente de que su plan no llegaría a ningún lugar. Se acerca a su amigo, siempre agachado y cuidando dónde pisa - Préstame los binoculares, ya quiero irme de aquí...

Marco espía a los zombies que aún insisten con el auto. La alarma permanece, y eso es bueno para opacar. En cierta forma, no puede evitar asombrarse de la cantidad de engendros que hay, de todas las formas, de todas las etnias. Monjas, mendigos, oficinistas, policías, bomberos, porristas, jugadores de rugby, payasos, rabinos, niños, viejos, prostitutas semivestidas, mujeres embarazadas, gordos, flacos, enanos, destripados ... En fin, tanta gente que componía la sociedad, con sus diferencias y rasgos característicos, hoy componen la "legión de la muerte andante". Marco le devuelve los binoculares a Edward, a partir de ahora usará la mira del rifle. Divisa con ésta, muy cerca de ellos, a una enfermera con un gran tajo en el pecho. La sangre ya está coagulada, y la piel, aún con rasgos de maquillaje, parece a punto de desprenderse. A un lado de la farola, está recostado lo que parece el zombie de un guardia de seguridad, que tiene signos de haber muerto hace poco, como evidencia la sangre que desprende su estómago y pecho vacíos. Esta completamente hueco, inútil. Un poco más atrás, revisando el interior del auto, aparentemente ajenos a la alarma, hay tres estudiantes de uniformes con heridas sangrantes. Están llenos de mordidas, aún tienen color en sus caras, y la forma en la que se mueven parece no estar sometida por el rigor mortis aún. Ningún otro muerto luce como ellos.

- Allá, cerca del vehículo, hay tres - informa Marco. Lentamente, se aleja del arbusto y apoya su dedo en el gatillo. Mira a Edward, decidido - ¿Listo?

- Listo y cargado ... - contesta Edward, momentos antes de dar un salto del escondite hacia la calle, para emprender luego la huída de aquellos tres zombies que, a diferencia de los otros que lo siguen tambaleándose y dando un paso cada minuto, lo persiguen corriendo, rabiosos, hambrientos.



Lisa, la cocinera del refugio, está claramente sorprendida. Ese día tendría mucho trabajo, pero al menos no faltaría alimento como las otras veces.

- ¡Waw, se han superado ustedes mismos! - dice, comprobando la consistencia, el color y aroma de las tres presas que trajeron Marco y Edward - Ahora la cuestión es ver qué es lo que hacemos con estos pillos. ¿Un estofado, quizá? ¿Carne asada con ensalada? ¿Los hago embutidos?

- !Lo dejamos a su criterio¡ - exclama Edward, aún cansado por la maratón en la que estuvo - Pero le pido que trate de hacer algo bueno... Después de todo, eso de estar alejando a los más "frescos" del grupo es cansador... y peligroso...

- Ajá, nunca supe por qué hacen las cosas de esa forma - dice Lisa, estirando y flexionando el brazo de uno de los cadáveres, probando los músculos -. ¿No es mucho trabajo?

- ¡No! - dice Marco, que ya se a bebido media botella de vino tinto - Si les disparamos mientras están en la multitud, ¡los otros se los comen! Aunque parezca mentira.

- ¿Alguna razón por la que eso pase? - pregunta Lisa, que ya a ido a buscar un cuchillo carnicero para la faena. Como detalle, hay que decir que el delantal inmaculado que se ha puesto, al terminar el día será un inmundo trapo ensangrentado.

- No, pero no nos importa mucho... - concluye Marco, ya prácticamente ebrio - Lo único que tenemos que seguir haciendo es separar los más "frescos" de los "podridos"... Cocínelos bien, que la vacuna GZ 0-923 previene la infección del "Virus Planet", pero no la triquinosis y otras podredumbres... Nos vemos para cenar...

Ya anochece, el viento agita la copa de los árboles, arrastrando hojas hacia las alturas, casi cerca de la luna. Marco y Edward recorren el campamento. Los más pequeños juegan, bajo la atenta vista de sus madres, a que son zombies algunos y soldados otros. Los guardias, armados con escopetas y ametralladoras, permanecer firmes en los miradores, atentos ante cualquier cosa, tanto viva como no-viva, que se atreva a acercarse. Muy pronto será la hora de la cena. Todos saben lo que habrá. La verdad, no les resulta raro, enfermizo o monstruoso hacer lo que hacen. Ya que los zombies comen vivos, e incluso otros muertos si es que están lo suficientemente frescos, ¿por qué ellos no podían comer muertos? Muchos no podían creer, la primera vez que probaron, cómo pudieron pasar tanto tiempo sin disfrutar dicho manjar. Las ventajas de estar en el infierno, es que uno pierde los perjuicios y se da cuenta de lo simple que puede ser la vida cuando uno piensa simplemente en "sobrevivir".
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Mensaje  DarkHades Jue Dic 09, 2010 11:07 pm

Juany debo decirte que tu relato es excelente,pero sigo sin entender como hacen para no infectarse al comerlos?
En fin es una duda que espero puedas responder,saludos y espero ansioso el próximo relato.
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Mensaje  Juanyloco Jue Dic 09, 2010 11:18 pm

Es gracias a la la vacuna GZ 0-923, antídoto del "Virus Planet", proximamente en todas las farmacias...
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Mensaje  DarkHades Jue Dic 09, 2010 11:39 pm

Ah gracias,me habia comido esa parte.
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Mensaje  Juanyloco Sáb Dic 11, 2010 4:42 pm

"Algo más que Monstruos"

Fred y Trevor espiaban, pasientes, por las ventanas. La noche ya caía, implacable, y la cabaña pronto sería, como siempre, el epicentro de la necrópolis. Desde el bosque sombrío comenzaban a llegar crujidos de ramas y hojas secas, pies arrastrándose y gemidos. Aún se oían lejanos, así que por el momento no había peligro. Cerca de la medianoche llegarían, tal vez antes. De todas formas, era mejor prepararse a tiempo.

- ¿Tu escopeta tiene balas? – preguntó Fred, estudiando minuciosamente el entorno.

- Sí. En mi revolver también tengo.

El interior de la cabaña era amplio. La chimenea estaba encendida por el momento, haciendo el ambiente más relajado. Había, contra las paredes, cientos de cajas llenas de armas, municiones, comida, ropa y revistas para adultos. Aunque no había vestigios de luz eléctrica, había también una heladera, un televisor, un equipo de audio, y muchos sofás, pero estos sólo eran objetos que colocaban contra las puertas si la cosa se complicaba.

- ¿Ya deberíamos hacerlo? – preguntó Trevor, incómodo, mirando de reojo la alfombra azul en el centro del recinto.

- Creo que es muy temprano – contestó Fred, mirando el ocaso sobre las colinas - . Pero por las dudas, vete preparando…

Trevor se apartó de la ventana y caminó hacia la chimenea, en busca del hacha. La tomó, y también agarró unas gruesas prendas que había sobre la mesa. Se acercó a la alfombra azul, se agachó y de un tirón la corrió. Bajo esta, había una pequeña puerta trampa de la que salían gemidos y gruñidos, acompañados por cadenas. La abrió. El interior era oscuro, y esos ruidos no eran menos agradables. Se estremeció un poco, pero de todas formas, agarrando fuerte el hacha, comenzó a bajar las escalinatas.

- Ten cuidado, Trevor. Y usa los lentes


A las 23:42 P.M comenzaron a surgir los “arrastra piernas” del bosque. Los elementos (la lluvia, el sol, el viento) ya habían hecho estragos en esos despojos humanos, haciendo imposible de creer que alguna vez fueran gente. Casi ninguno tenía piel, a varios le faltaban extremidades, el maxilar inferior, e incluso a algunos tenían la mitad inferior del cuerpo ausente. Todos se acercaban lentamente, desde las sombras hacia la luz. Aunque no había luna, ni estrellas, porque el cielo estaba cargado de nubes. Por eso, lo único que permitía ver algo eran esas antorchas colocadas en la tierra, en cada esquina de la cabaña.

- Espero que no te equivoques – dijo Trevor, apuntando hacia esos engendros con su escopeta. Estaba nervioso, su mano temblaba, a pesar de haberse dado un baño con agua caliente hacía un instante.

- Todo saldrá bien, amigo. Sólo cállate y observa - contestó Fred, seguro de lo que pasaba.

Decenas de muertos ya estaban a escasos metros de la cabaña. Instintivamente, sabiendo que en el interior de la construcción esperaban sabrosos humanos, muchos ya daban dentelladas al aire y agitaban sus brazos, ansiosos. Pero cuando llegaron a las antorchas, se detuvieron.

Es de todos conocidos el temor que los zombies sienten por el fuego, a pesar de que en la oscuridad los atraiga. Pero esa noche no se detuvieron por el fuego, sino por las cabezas de otros zombies empaladas que, aún “vivas”, soltaban sonidos guturales y crujían sus dientes.

- ¿Ves eso? – susurró Fred, alegre y algo asombrado.

- Lo veo y no lo creo…

Era un espectáculo digno de ver. Los “arrastra piernas” se acercaban a las cabezas, las veían por un rato y luego daban media vuelta y se iban. Prolijamente, como si una fuerza los echara. Algunos daban gritos, como si estuvieran molestos o asustados, e incluso uno trató de desprender la cabeza de la pica. Gracias a la velocidad de ataque de Fred, no lo logró.

- ¡Se me olvidó! – dijo Fred, molesto. Agachado y en puntillas, abanzó hacia una caja de madera cubierta por una lona. La abrió y sacó de ella dos armas extrañas. En cuatro patas se arrimó a Trevor y le dio una.

- ¿Qué mierda es esto? – dijo Trevor, confundido.

- Son de Paint Ball. Las encontré en la ciudad la última vez. Vamos a marcarlos…


La noche pasó tranquilamente, entre gemidos y disparos de pintura. Ningún zombie se atrevió a ir más allá de las cabezas, aunque dispararon contra algunos con armas de verdad. No los mataron, sino que les volaron las piernas o la cadera. Cuando ya era de día, y las antorchas se habían extinto, llevándose con ellas aquellos gemidos que, por primera vez, se alejaban en vez de acercarse, Trevor preguntó.


- ¿Esta locura de experimento fue satisfactorio? – dijo, mientras corría hacia la cocina por algo que comer.

- Mucho… - dijo Fred, anotando algo en una libretita. A diferencia de su amigo, estaba alegre y fresco.

- ¿Qué sacamos de todo esto? – Trevor había vuelto, traía un sándwich en la mano. Le dio una mordida.

- Primero, que existe una especie de relación entre los zombies. Pueden comunicarse entre ellos, transmitirse información, y hasta alertar de peligros.

- ¿Y eso es lo que vimos?

- ¡Exacto! Como mantuvimos encerrados a esos ejemplares, exponiéndolos a situaciones, ¿cómo decirles?, estresantes…

- Como acercarles fuego a la cara, mutilarlos, amenazándolos con armas…

- Sí, exacto. Bueno, como los expusimos a todo eso, no era raro que, de alguna forma aún misteriosa, comunicaran eso a sus camaradas. Para prevenirlos, ¿no?

- Pero – discutió Trevor, comiéndose el último pedazo del sándwich -, ¿por qué si afuera nos encontramos algún muerto y le apuntamos no se asusta? ¿Por qué esos que teníamos encerrados se cagaban con las armas?

- El cerebro de los zombies es básico, animal podríamos decir. Él no recuerda lo que hace ese objeto, el arma. Pero en cautiverio, al ver lo que puede hacer, ya sea matar o lastimar, aprende a cuidarse de eso, por su supervivencia.

- ¿Y cuando viene la horda, y disparamos a los que están más cerca, por qué lo de más atrás no cesan la marcha, viendo cómo matamos a sus compañeros?

- Ni idea - respondió Fred, sincero -. Todavían quedan muchas lagunas en este asunto.

- ¿Para qué el fuego? – continuó Trevor, otra vez en la cocina.

- Para atraerlos más fácilmente, y para poder ver. Así los zombies veían las cabezas y nosotros veíamos lo que hacían. Una lástima que no haya luz en este lugar.

- ¿Y eso de dispararles pintura?

- Debemos ver si esta noche los que se fueron, vuelven. Es improbable que la advertencia sea efectiva 100%, que expulse para siempre a los muertos de esta zona. Tal vez no hoy, pero algún día los que tuvieron "miedo" olviden lo que pasó aquí, y entonces volverán.

- Hambrientos...

Se hizo un largo silencio en la vivienda. Afuera cantaban los pajaritos, y los zombies invalidos gemían como locos.

- Bueno - dijo Fred, alargando exageradamente la "e" y tronandose los dedos -, será mejor que traigamos aquellos zombies y los preparemos para esta noche...

- ¿Por qué, Fred? ¿Qué vamos a hacer esta noche?

- Lo mismo que ayer. ¡Torturar y decapitar muertos!

- ¿Otra vez?... - el rostro de Trevor palideció. Parecía a punto de vomitar, o tal vez de desmayarse. Dió media vuelta y se encaminó hacia su cuarto -. Voy a recostarme por un rato... luego te ayudo con eso...

- Bueno, descanza tu estómago... - se despidió Fred, encaminandose hacia la puerta, esta vez llevando una pistola de verdad.

Trevor apoyó su mano contra la pared, para evitar caer. No se dió vuelta cuando le dijo a su amigo:

- Me pregunto qué cosas les habrán dicho esas cabezas a los otros para asustarlos tanto...

Fred, que ya había abierto la puerta, quedó un rato apoyado con un hombro contra el marco. Después, prendió un cigarrillo.
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Mensaje  DarkHades Dom Dic 19, 2010 11:51 pm

Muy bueno Juany,como siempre das un buen numero de detalles y también un buen uso de las palabras,espero con ansias el próximo.
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Mensaje  Juanyloco Jue Dic 23, 2010 4:59 am

"Al menos Despídete como Humano"




Personajes:
Margarita
Manuel


(Sobre el escenario se encuentran Margarita y Manuel. La primera está arrodillada a un lado del segundo, que está tendido sobre el suelo, cubierto hasta el cuello por una manta.)


Margarita: -¿Necesitás algo?

Manuel: -Esperaba ver a José y Pablo por allá. Pero no estaban, ni vienen a verme ahora.

Margarita: -Será porque murieron hace años.

Manuel: -No me sorprende que José estuviera metido en algún negocio turbio. Ese... Ese siempre andaba buscando problemas... Así le habrá ido...

Margarita: -Tal vez. ¿Cómo estás?

Manuel: -Este frío, que me penetra hasta los huesos, no me deja dormir. Extraño a Rolo, ese perro me abrigaba en invierno... Pero ya no están...

Margarita: -Ya no somos tantos como antes. Los que te hicieron esto... ya se los llevaron.

Manuel: -Ellos no perdonan, Marga... ¿Escuchas eso? (Tuerce un poco la cabeza. A lo lejos, en efecto, se oyen los aullidos de la muerte) Buscan, olfatean, oyen, esperan... no se detendrás hasta encontarnos. ¿Lo viste a don Juan?

Margarita: -¿Tu abuelo?

Manuel: -Sí. Esperaba verlo por estos lugares, pero nunca apareció...


(Manuel empieza a toser, se toma el pecho y se incorpora sobre el lecho. Margarita acaricia su cabeza y lo acuesta otra vez.)


Margarita: -No hagas esfuerzo, mi vida.

Manuel: -¿Te acordás de esa canción?... Bueno, ya creo que no importa... Siempre que hagamos bien el trabajo, nuestros hijos van a poder jugar en las plazas... Pero ya no va a haber juegos, como antes...

Margarita: -Esperemos que sí. Pero hay algo que quiero preguntarte...

Manuel: -Acordate de limpiar la casa. Mañana vienen los abuelos y el tío Carlos, y quiero que todo esté lindo, limpio, bonito y lindo...

Margarita: -Sí, mi vida, lo voy a hacer. ¿Algo más?

Manuel: -¿Porqué? ¡Por qué tiene que pasar esto!


(Manuel intenta levantarse, pero el dolor que siente en su vientre se lo impide. Cae al suelo revolcandose, escupiendo sangre. Margarita trata de contenerlo, está llorando.)"


Margarita: -¡Manuel! ¡Dios, calmáte!

Manuel: -¡Me muero! ¡Me muero y vos querés que me calme! (Agarra a Margarita del brazo, mirandola a los ojos) Tenés que hacerlo ahora...

Margarita: -Manuel, estás muy mal...

Manuel: -No, ahora volví, Mara, volví... Tenés que hacer lo que te dije...

Margarita: -¡No puedo! (Sigue llorando) ¡No puedo hacerlo!

Manuel: -Tipico... (Empuja a Margarita lejos, furioso) Cuando te necesito, no me ayudás... Siempre fuiste igual... ¡Igual que tu estúpida familia!


(Súbitamente, Margarita se incorpora, herida, y saca una pistola de entre sus ropas. Apunta con ella a Manuel)


Margarita: -¡No vuelvas a llamarlos así, hijo de puta!

Manuel: -¡Eso, disparáme ahora! ¡Hacé algo bien en tu vida!


(El rostro de Manuel se transfigura, de sus ojos y boca comienza a brotar sangre. Pero no quita la vista de Margarita)


Manuel: -La paciencia no es de los vivos... Los muertos no tenemos sentimientos, puta... Y aunque se salven, acabarán como nosotros... Algún día...


(Margarita cierra los ojos, gira la cabeza y dispara a Manuel al corazón. Manuel exhala un suspiro, no de dolor sino de bienestar, y se desploma)


Margarita: (Enjuagándose los ojos) -Pasamos buenos ratos junto... Así que acabé con tu sufrimiento por el amor que nos tuvimos... Pero me hiciste sufrir mucho también... Así que cuando vuelvas (Apunta al cadaver de Manuel) voy a volarte la cabeza, pensando que sos vos mismo...


(El escenario oscurece, mientras en el fondo los aullidos y posibles lamentos de los zombies crecen en números e intensidad, más cercanos)

TELÓN
(Se oye un disparo del otro lado)
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Mensaje  DarkHades Vie Dic 24, 2010 3:59 am

Muy bueno Juany,tenia muy vivido esta "historia teatral" en mi cabeza,muy bien expresado y alto lujo de detalles,muy bueno en verdad,espero con ansias el próximo.
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Mensaje  Juanyloco Vie Dic 24, 2010 4:01 am

Había escrito uno navideño, pero se me borraron los archivos... ¡*-(Ç´´0**`[!
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Mensaje  DarkHades Vie Dic 24, 2010 4:03 am

Noooo que bronca xDD y bueno nada,me conformo con esperar :B
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Mensaje  Juanyloco Miér Dic 29, 2010 3:26 am

"Una Curiosa Experiencia"


-¡Rápido, ya deben estar por venir!

George estaba nervioso, apuntaba a todos lados con su Intratec TEC-DC9. Una ciudad tan grande como Nueva York era una trampa mortal para cualquier persona, a pesar del frío y de la nieve que caía, ya que por lo general a ellos les afectaba las temperaturas bajas. Will, no obstante, era ajeno al miedo. Tranquilamente revisaba (o saqueaba) la importante juguetería Toys "R" Us, buscando algo entre los escombros que quedaban dentro

- ¡Espera, creo que lo encontré! - dijo Will, y se oyó un vidrio romperse.

George prestó atención a los adornos navideños que todavía decoraban la Gran Manzana. Habían pasado dos años desde que los vivos los usaran, y aún habría personas a las cuales les serían útiles.

- "Esta mierda arruinó las fiestas" - pensó, recordando ese infame 23 de diciembre.

De pronto, mientras George estaba absorto en sus recuerdos, comenzaron a oírse los lamentos. Primero levemente, lejanos, pero rápidamente comenzaron a hacerse más fuertes, más cercanos.

- ¡Ya están llegando! - gritó el centinela, aterrado - ¡Apúrate!

- La paciencia es una virtud... - casi canturreó Will.

- ... de los muertos. Ellos no tienen ya nada que perder esperando.

- ¡Lo encontré! - gritó Will, eufórico, y segundos después dio un salto hacia la calle desde la vidriera destrozada de Toys "R" Us, cargando un gran bolso deportivo - ¡Vamos!

Sin perder tiempo subieron a un magnífico convertible Mazda MX-5 Miata cuando ya los muertos aparecían por la esquina, y a pesar de que los neumáticos patinaron sobre el asfalto congelado, dejaron atrás a esa horda rápidamente.

- Nada de esto hubiese pasado si hubieses sacado esos regalos hace seis meses, cuando vinimos en busca de supervivientes - dijo George, aún agitado por la aventura. El frío viento que golpeaba su cara no lo dejaba ver.

- No es mi culpa, George, esa vez era prioridad salvar gente.

- No. Esto es igual que antes. A últimas horas del 24 salías a comprar los regalos. Siempre, siempre priorizaste otras cosas antes que hacer feliz a alguien.

- Quizás en otras circunstancias te daría la razón. Pero en estas lo importante es la vida, no cosas materiales y efímeras... Y si ahora hice todo esto es por los más pequeños, para que la inocencia de la niñez no la pierdan ante tanta muerte y desolación...

- Para que no olviden lo que son...

Conducían por la Quinta Avenida a toda velocidad. Ya no había autos ni escombros en el camino: los habían quitado la última vez. Ya estaba anocheciendo.

- ¿Seguro que Adam controla las luces y la música?

- Eso espero...

Will detuvo bruscamente el convertible. Los cadáveres no lo dejaban avanzar, y se acercaban rápidamente, mucho más numerosos que antes, y más horribles ya que a muchos les faltaban miembros, sin duda por el frío. Metió reversa y regresó dos cuadras, pero allí también había zombies, esperando. Estaban atrapados. Will apagó los faros y el motor.

- ¡Mierda, Adam, ya es hora! - gritó Will a un wokitoki.

Primero fueron las luces enrolladas en los faros, autos, semáforos y el cableado eléctrico. Después, la dulce melodía de "jingle bells" comenzó a propagarse desde parlantes y altavoces ocultos en las tiendas, en las cuales también había muñecos de Santa Claus que comenzaban a cantar y bailar, a iluminarse y a decir "Merry Christmas", con la clásica risa "Jo, jo, jo". Todo esto hizo que los muertos quedaran desorientados. Algunos, como estúpidos, quedaron viendo fijamente las luces multicolores tintineantes. Otros eran atraídos por la voz de Mariah Carey en "All I Want For Christmas Is You". Muchos de los zombies más jóvenes estudiaban a los muñecos de Santa, volteándolos y mordiéndolos, creyendo que estaban vivos. Un gran número ingresó a las tiendas, supermercados, joyerías, jugueterías para agarrar cosas y llevárselas. En pocos minutos las calles quedaron plagadas de muertos vivientes que se movían de un lado a otro con bolsas y cajas, gimiendo e incluso peleando por aquel collar, o aquel juguete, o aquellos cubiertos de plástico.



- ¿Encontraste lo que buscabas? - preguntó George, observando a las luces de la ciudad que cada vez se hacían más lejanas.

- Si, gracias a Dios... - Will se santiguó y volvió a hablar por el wokitoki - ¿Adam, estas allí? - se oyó estática, y alguien que jadeaba. Al final, una voz.

- ¡Si, aquí estoy! ¡Perdón por la demora, es que esos engendros me encontraron y trataban de comerme... Estoy bien, estoy en el bosque, en una bicicleta que encontré... Pedaleo desde hace un rato... Me duelen las piernas...

La comunicación se cortó, quedaron un rato en silencio. El viento helado de la noche comenzaba a lastimarlos, por lo que se pusieron los visores y se cubrieron los rostros con las bufandas.

- Es increíble que tuviera razón - rompió el silencio George, algo más aliviado al ver las luces del refugio más adelante -. Ese viejo tenía razón...

- Si, la verdad es que a mí también me sorprendió. El hecho de que esos muertos vivientes recuerden fechas como esta, y comiencen a actuar como lo hacían antes, es francamente admirable.

- Pero... - dijo George, con algo de asombro - , aunque el mundo prácticamente se haya cagado con esta peste, nosotros seguimos celebrando como si nada la navidad, pascua, Halloween y acción de gracias... ¿Será costumbre o instintos?

- Ay, no sé Georgi - dijo Will, algo cansado -. Lo único que sé es que el viejo Ben tenía razón, que los muertos se reúnen en los lugares que frecuentaban en ciertas fechas, por alguna razón misteriosa. Una suerte que se me ocurriera eso de las luces y los adornos, para distraer....

- Un momento... - George miró a su compañero anonadado - ¿No te lo había dicho el viejo Ben?

- No, fue idea mía.

- O sea que no tenía pruebas de que funcionaría... O sea que hiciste un puto experimento en el momento...

- Yo estaba seguro - se defendió Will, serio - de que, si los muertos volvían a ese lugar justo en esta fecha, los objetos relacionados con la navidad les traería recuerdos, o alguna cosa parecida que es difícil de explicar, y así estarían concentrados en eso y no en nosotros...

- Vaya - George no sabía que decir, se sentía utilizado, ultrajado -, no lo puedo creer... ¡Alto! ¡Detente aquí! Continuaré a pie, porque si tengo que viajar otro segundo contigo voy a acabar ahorcandote y nos matamos los dos... ¡Alto dije!

- Es una pena que creas así... ¿Y ahora que haré con tu regalo?

Rapidamente la furia de George se esfumó.

- ¿Me compraste un regalo?

- Lo correcto es decir "tomado". Cuando nadie vende algo, uno lo toma. Y en aquella ciudad hay varias cosas para tomar... Aquí tienes - introdujo un brazo en el bolso, sin dejar de manejar, y sacó una caja de cartón que decía: "Para Georgi, de Santa" -, ábrela.



En una censilla mesa dentro de una cabaña, al menos veinte personas se encontraban brindando a las doce de la noche la llegada de la navidad. Todos, desde los más viejos hasta los más jovenes disfrutaban de una esplendida cena con cidra y champagne, cordero, pavo y cerdo, budines y confites. Pero entonces, las puertas se habrieron de par en par y apareció, no un zombie, como en esos tiempos es común, sino Santa Claus, con su abrigo, su botas, su algo fraudulenta barba, y su bolso deportivo, lleno de regalos. Muchos de los que habían apuntado sus armas las bajaron rapidamente.

- ¡Eh! ¡Miren a quién me encontré por la zona! - dijo Will, surgiendo de detrás de él - Estaba rodeado por mil muertos, pero acabamos con todos. Lo invité a cenar, lo les molesta, ¿no?

- ¡Nooo! - dijeron todos; los adultos, complices; los niños, emocionados.

- ¡Jo, jo, jo! - dijo el Santa, con una voz extrañamente parecida a la de George - ¡Feliz Navidad!

Y empezó a repartir felicidad.
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Mensaje  DarkHades Miér Dic 29, 2010 3:15 pm

Muy bueno Juany,me gustó al ver a ese tipo de personas arriesgando su vida por regalos en medio de un apocalipsis,aunque sea ficción es algo conmovedor.Espero tus proximas entregas amigo.
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Mensaje  homunculus Miér Dic 29, 2010 7:29 pm

Ei, muy bien! Me gutó eso del Santa Claus. Muy original!
Pasate por mi relato (SUEÑOS POR CUMPLIR), a ver qué te parece.
Saludos!
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Mensaje  Juanyloco Miér Dic 29, 2010 10:00 pm

"De Cómo Abrazár el Cambio" *


Primero será la mordida, esa herida bestial que ha perforado su carne y lo ha hecho claramente más débil y vulnerable, ya sea por la hemorragia, el dolor, el miedo o la resignación. Desinféctela, lavándola con alcohol o agua tibia, para que el dolor disminuya y la fiebre no caiga rápidamente sobre su cabeza. No es aconsejable desmochar o cercenar el miembro que ha sido dañado, pues no hay garantía de que el virus, parásito, radiación o maldición no se haya propagado por su cuerpo. Tampoco es bueno dejarse dominar por sensaciones tales como la ira, la desesperación o la locura. Es necesario ser maduro, sentarse y respirar hondo. Una mente en armonía apreciará en ese momento cada segundo, cada suspiro, y verá con claridad una de las pocas oportunidades que da la vida de estar, valga la redundancia, vivo.



Es preferible ser recatado y no confesar a terceros su nueva condición por el momento. El miedo ante lo desconocido y peligroso, puede desencadenar en las personas acto reflejos desgraciados. El momento justo deberá ser cuando los síntomas de la transmutación sean evidentes, hasta para un infante de 8 años. Además de ello, los ánimos en su refugio deberán estar plácidos, para así evitar un holocausto innecesario sobre usted u otros componentes del lugar. Verificados estos detalles, y preferiblemente en el ocaso del día, deberá irrumpir durante la cena para, desde arriba de la mesa, cubierto en mantas a causa de la fiebre, confesar a viva voz sobre su condición, asegurándose de ensañar la mordida, para que no haya dudas.



A partir de entonces deberá tener cuidado. Habrá gente que querrá matarlo, aún siendo humano; otros, más solidarios, tratarán de encerrarlo en un cuarto aislado, hasta que se convierta en uno de "ellos". Aléjese de estas personas. Es seguro que alguna mujer lo abrace y llore en su hombro, pues lo ha amado en secreto por mucho tiempo. Devuélvale el afecto, recuerde actuar humanamente hasta el final: Así lo recordarán. Pero por ningún motivo bese a nadie. También responda pacientemente a los cuestionarios de sus amigos, tales como "¿cómo sucedió esto, caramba?", o "¿por qué no nos lo dijiste antes?", o "¿estás bien?". Pero un buen detalle es no perder el tiempo en charlas y explicaciones. Use las palabras justas, escuetas, precisas. No pase por un ablanchín que se emociona en narrar los pormenores de un hecho así, no será bien visto. No se fije mucho tiempo en aquellas personas que, desde el fondo, en las sombras, observan todo. Hay quienes, ante hechos dramáticos como la muerte, o la futura muerte, no encuentran las palabras justas que expresen lo que sienten. No los presione con la mirada, podría incomodarlos, y hasta hacerlos llorar. En pocas palabras, deberá tratar a todos con respeto, sin darles motivo para sentir miedo de usted.



Pero en cierto momento, querido lector, escuchará en el recinto el inconfundible y familiar sonido de la chimaza de una escopeta semiautomática Winchester 1400 deslizándose, y al ver en la dirección del sonido, ahí estará (y que no haya sorpresa) el jefe del refugio, aquel hombre robusto y barbudo, vestido con camuflaje militar y boina, tal vez veterano de Vietnam o Cuba, apuntándole con susodicha arma. Véalo a los ojos, sin miedo, pues ya sabe por qué hace eso, conoce su secreto, aunque el grite que deben matarlo porque es peligroso, porque ya no es una persona. No le quite la vista de encima. Tampoco se preocupe porque dispare; con tanta gente alrededor, no se arriesgará. Ahora debe esperar el momento justo, cuando esté distraído: cuando un buen número de sus amigos vayan a tratar de tranquilizarlo, de quitarle el arma para que no hiera a nadie, usted aprovechará esa intromisión para, de debajo de la manta que aún lo cubre, sacar su Browning High Power y disparar al antebrazo de aquel sujeto. No trate de ultimarlo de un tiro a la cabeza o al corazón. Debe ser en el área que ya hemos dicho, o en su defecto, en un muslo. No son excusas, en caso de herrar, el frío, la vista nebulosa o el pulso errante que pudiera estar sufriendo. Respire profundamente.



Si existe un momento en que deba actuar fríamente, con nervios de acero, será ese. Trate de no pensar mucho en las miradas horrorizadas y reprobatorias que lo rodean, y apunte sin pena ni gloria a todo aquel que trate de acercarse a usted, o al jefe del refugio que estará en el suelo, sangrante y blasfemo. Aproxímese a él, y levante la escopeta Winchester 1400 que el susodicho a tirado. Podrá guardar su pistola, ahora usará la escopeta. A continuación, y sin perder de vista al resto de los miembros del refugio, le ordenará que se levante y camine hacia la puerta, bajo amenaza de volarle la cabeza a su esposa y/o hija si se resiste. Tal vez entonces oiga a alguno que le invite a la calma y meditación. Será cuando, haciendo uso de la furia y la impotencia que ha guardado en lo más profundo de su ser, comenzará a relatarles a todos la forma en que ese hombre, el "responsable y líder" del refugio, lo mandó a una misión secreta solo, con apenas un arma y escasa munición, en busca de recursos redundantes como bebidas alcohólicas, cigarrillos, joyería y revistas porno; no olvide contar cómo lo regañó en un lugar apartado cuando regresó un poco tarde y sin los habanos Gispert, todo porque la estúpida arma que le dio no sirvió para nada y lo terminaron mordiendo, cosa que usted no le confesó, hasta ese momento. Diga lo injusto que es aprovecharse de un hombre solitario para hacer una tarea que, en caso de salir mal, su perdida no será tan importante.



Para terminar, diga textualmente esto: "Ya que este señor me mandó solo prácticamente al infierno, esta vez lo llevo definitivamente conmigo". No olvide respirar.



Salga del refugio detrás del hombre, si es necesario empujándolo. No escuche sus ruegos o los de su familia, y no despegue el dedo índice del gatillo mientras le apunta por la espalda así, en caso de que algún comedido trate de matarlo a usted para evitar más bajas en la guarida, por reflejos la escopeta se disparará. Trate de caminar firme y confiadamente, no obstante los escalofríos y la perdida de visión que ya lo invade. O el hambre. Intérnense en el bosque, pero permanezca atento a cualquier sonido o movimiento, no ocurra que alguno de "ellos" lo ataque a usted y eso haga que su hombre aproveche para escaparse. Avancen como mínimo dos kilómetros, y cuando halle un claro, ordénele que se ponga boca abajo, así usted podrá amarrarle las manos y los pies con fuerza. Ahora sólo resta esperar, su transformación, y su venganza. Mientras el señor llore, usted respire, profundamente, pensando en algo lindo de su infancia o su adolescencia o lo que sea, siempre antes de que "esto" ocurriera. Cuando ya los sentimientos mundanos de ira o desepción pasen, haga una pequeña oración, y después podrá dispararse en el corazón. No en la cabeza, pues su regreso y posterior escarmiento para con el hombre no ocurriría.


* No nos hacemos responsable de los daños físicos y/o/u mentales que el escrito pueda causar a personas mayores o suceptibles a muestras de desvirtuación del concepto mísmo de "humanidad". (N. d. E.)
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Mensaje  DarkHades Vie Dic 31, 2010 1:53 pm

Al principio cuando lo leí creia que era algo asi tipo como "como pasar sus últimos momentos en caso de mordida de zombie" pero cuando el sujeto saco la Brwoning me di cuenta.Me gustó mucho la parte de la venganza muy ingeniosa amigo Juany.Espero con ansias tus próximas entregas.
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Mensaje  Juanyloco Mar Mar 22, 2011 3:10 am

"El Sueño"



La ciudad, o lo que queda de ella, está desierta. Las columnas de humo que brotan desde las ruinas se alzan al firmamento, imponentes, y el viento acaricia los miles de cadáveres que se descomponen bajo el ardiente sol. Ocasionalmente, los cuervos sobrevuelan el cielo, en silencio, sin atreverse a bajar. Después de tantos años, aprendieron que esos restos humanos se levantan de su lecho cada vez que oyen sus graznidos, y alzan los brazos, y tratan de atraparlos. Ellos lo saben, pero no así el chico que, montado en su Yamaha, se interna a toda velocidad dentro de la necrópolis. No está solo, lo acompaña una rubia despampanante que, más que sobreviviente en un mundo salvaje y apocalíptico, parece una modelo-stripper-pornstar. Ambos recorren la carretera, seguros, ajenos a la destrucción que habita el lugar. A su paso dejan una nube de polvo, y un bullicio que, literalmente, comienza a despertar a los muertos.

Recorren toda la ciudad, hasta llegar a una estación de servicio. Él apaga la motocicleta y se baja; ella hace lo mismo. Ninguno escucha ese sonido de pies ociosos, de huesos ancestrales que vuelven a moverse, de bocas hambrientas y gimientes. No, están muy ocupados. Él llenando el tanque de su máquina, ella buscando comida en el mini-shopp. Cuando sale, trae consigo muchas bolsas de frituras y gaseosas, que ahí mismo comienzan a devorar, mientras "los otros" se acercan. El calor acrecienta, y hace que ella se saque la chaqueta de cuero negro, y muestre la musculosa blanca inmaculada que apenas contiene ese par de tetas, sobre las cuales se vierte el contenido de la cantimplora para refrescarse. Esto hace que él también se anime a sacarse la chaqueta, y la remera, y los pantalones, y los calzoncillos. De hecho, mientras una horda de No-muertos se acerca implacable a llenar el hambre que los mueve, aquellos dos comienzan a tener sexo desenfrenado, como si fuera el último de sus vidas, como si nada más importara. Pero no por mucho tiempo, pues el tanque de la motocicleta se llena demasiado y expulsa la manguera, que cae al piso, alertando a la pareja, que de pronto se ve rodeada de miles de zombies, sin escapatoria. Sin embargo, no se inquietan. Él busca en su chaqueta y saca una especie de bumerang metálico y filoso, toma impulso, y lo lanza a la multitud de podridos. Decapita a varios limpiamente, mientras ella se hacerca a la motocicleta y toma unas cuantas granadas, que sin titubear arroja a los pies de los monstruos, haciendolos saltar por los aires. Pero aún así, la horda sigue aproximandose, es mejor escapar. No tienen ni tiempo de vestirse, suben a la motocicleta desnudos. El intenta encender el motor, mientras ella apunta a los cadaveres con una escopeta Remington. Le dispara a varios, pero repentinamente uno vestido de policía la toma por detras y la tira al piso. Otros se lanzan sobre ella, y entre todos comienzan a arrancarle los brazos y las piernas, las viceras, los pechos. Sus gritos desgarradores lo alertan, y trata a toda costa de salvarla. Empuñando su machete, destroza podridos a su paso, cual explorador sercenando plantas por la selva. Pero ya es muy tarde. Se ha quedado solo en medio del infierno. Sabe lo que tiene que hacer, lo sabe desde el momento que todo empezó. Sabe lo que tendría que hacer llegado el caso, para ponerle fin a esta pesadilla. Porque, ¿qué otra cosa es, sino un mal sueño? Toma la Remington del piso, apunta al surtidor y dispara.


Roger, o mejor dicho, el zombie de Roger, despierta de su letargo. No es conciente de lo que ve en su invernación, ni en qué lugar está. Lentamente se levanta, y comienza a caminar por las ruinas de la gasolinera. A su alrededor, sus camaradas permanecen tirados, muchos están quemados, otros sin cabeza. Mientras el sol se pone y los cuervos temerosos sobrevuelan la ciudad, sus pies pelados, como el resto de su cuerpo, lo hacen deambular otra vez entre los edificios, hasta que vuelva a caer al piso, y otra vez tendra ese sueño, un sueño que no devería tener, un sueño que es de su vida anterior, cuando era humano.
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Mensaje  DarkHades Jue Mar 24, 2011 11:56 pm

Me ha gustado bastante, tambien me he tado cuenta de que creas situaciones unicas, pocos de tus cuentos se parecen entre si, eso es lo que me ha gustado, muy bueno Juany, sigue asi.
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Mensaje  Juanyloco Vie Mar 25, 2011 12:52 am

Es que me gusta ser absurdo, y la excepción a las reglas...
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Mensaje  Juanyloco Sáb Mayo 07, 2011 2:26 am

"El Efecto Placebo"


Algo extraño, algo que no se oía desde hacía mucho y que hizo que los pocos supervivientes refugiados en "Wynn Las Vegas" se asomaran a las ventanas, fueron esos cánticos de borracho que venían de la calle. La noche, tranquila, silenciosa y obscura en la otrora "ciudad de las luces" pareció revivir de nuevo con las estrofas mal hechas de aquel hombre, sin dudas ignorante de dónde estaba.

Amigo, compadre, págate otro vodka
que todavía siento la lengua
bailándome en la boca.
Vayamos a otra fiesta
a buscar amigas y alcohol,
que la noche aún se presta.


Ninguno de los aterrados miembros del refugio sabía qué hacer. Si el tipo seguía con su canturreada, todos los zombies, que durante semanas dejaron de verse (tal vez al creer que ya no había alimento en la zona) regresarían de su letargo y saldrían a comérselo. Escuchar los gritos ahogados, el sonido de la piel y la carne abriéndose, los intestinos revolviéndose, siendo devorados sin piedad, sería difícil de tolerar, otra vez. Y sin mencionar los lamentos, los millares de lamentos a toda hora, otra vez. Querían salvarlo, pero también estaba el peligro de que el sujeto estuviera infectado, por una mordida o arañazo. En ese caso, estaban en la difícil situación de tener que silenciarlo para siempre. Difícil para todos menos para Gregor, que de un estirón alcanzó el L96A1 y se disponía a volarle la tapa de los sesos a aquel infeliz que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Lo detuvo Peter, el jefe del refugio; y discusión va discusión viene, éste decidió bajar a la calle junto a su ayudante Majim, y ver si podían ayudar al hombre. Armados con un bate de béisbol y una ballesta, estaban listos para lo que fuera. Rápidamente bajaron los más de veinte pisos del edificio y quitaron las cajas y bolsas que habían puesto contra la entrada principal, lentamente, para no hacer ruidos innecesarios. Luego, salieron.

- ¡Eh! ¡Amigos! - dijo una voz desde algún punto de la noche.

Peter y Majim miraron en todas direcciones, sin ver a nadie. Peter, ya perdiendo la paciencia, encendió una linterna y comenzó a iluminar en todas direcciones, mientras avanzaban hacia la calle. Más adelante, notó con asombro que la limusina que había chocado contra una farola seguía allí, que los billetes que habían volado por los aires cuando el casino Luxor explotó por el avión que cayó encima seguían revoloteando con el viento, y que el esqueleto de Roger, aquel valiente policía que se había sacrificado distrayendo a los zombies para que ellos, los supervivientes, pudieran esconderse en el hotel, no había sido profanado. Todo estaba igual que la última vez que había estado en la tierra, nada había cambiado. "Lógico", pensó. "Es un planeta muerto, lo muerto no cambia".

Compañero de mi alma
no me haga renunciar
a la mujer amada...
Ya sé que no lo valgo
pero si me presta dinero
podremos tener algo...


Exaltado, Peter apuntó la linterna hacia el lado derecho de la calle, más precisamente al autobús calcinado del que habían salido esos cánticos.

- ¿Hola? - pronunció Majim, con cierto nerviosismo en la voz.

No hubo respuesta inmediata. Permanecieron en silencio, esperando. Lentamente, Peter comenzó a acercarse al vehículo, iluminando su camino y con el bate en guardia. Majim lo cubría con la ballesta. El silencio en la ciudad era inquietante, perturbador. Pero no duró por mucho. Unos leves pasos comenzaron a oírse, y por detrás del autobús surgió una figura oscura que, por su andar, recordaba a "los comedores de cante". Majim le apuntó, listo para atravesarle la cabeza, pero Peter lo tranquilizó: la figura sostenía una botella en la mano derecha (es poco común que los zombies porten armas), y la izquierda estaba levantada, como saludándolos (es poco común que los zombies fraternicen con la comida).

- ¡Ehh! ¡Amigos, por fin juntos! - exclamó la figura, al tiempo que intentaba una tonta carrera hacia ellos, que finalmente acabó en caída. Peter y Majim dudaron en si ayudarle o no. Optaron en acercarse a ver si al menos no estaba infectado; en caso contrario: adiós cerebro. Peter iluminó la figura despatarrada en el suelo. Era un hombre joven, de unos veintitantos años, bastante sucio y enmarañado, como si llevara varios días en la intemperie. Su barba era larga. El olor a alcohol, fuertísimo.

- He, amigo, ¿estás bien? - susurró Majim al desconocido, tocándole la cabeza con el pie. El tipo abrió los ojos, dejó escapar un extraño sonido, y lentamente comenzó a levantarse. Estaba tan acabado, que de veras parecía un zombie.

- ¿Estás bien? - preguntó Peter, sosteniendo firmemente el bate, por las dudas. El borracho lo miró, con los ojos algo perdidos, y sonrió.

- ¡Amigo! - gritó, feliz, y lo abrazó.

En un parpadeo Majim lo agarró del hombro y lo lanzó con suma facilidad contra los restos del autobús. Si bien no era un zombie, podría estar infectado, o ser un lunático desesperado buscando armas o comida. Peter lo tranquilizó.

- Estoy bien, no me hizo nada. Espera, veamos si necesita algo... Pero no bajes la guardia - Apuntó la linterna al hombre: - ¿Quién es, señor?

La luz cayó sobre la cara del borracho. Sus ojos estaban rojos, y sus pupilas dilatadas. Tenía ojeras, y con más detalles notaron que tenía un color pálido, cadavérico.

- Antes me llamaba Albert, pero ahora no tiene caso tener nombre - contestó el borracho Albert con cierta pesadumbre -...Toda mi familia ha muerto... Mis padres, mis hermanos, hasta mi fiel perro... Estoy solo...

- ¿"Ellos" te lastimaron? ¿Te mordieron o arañaron? - Majim ya tenía su cabeza en la mira, sólo faltaba la señal.

Albert guardó silencio. Dio un largo trago a la botella, se limpió la boca con la mano y se abrió la camisa. Su pecho y abdomen estaban arañados y mordidos, tanto que hasta se podían ver las entrañas. Majim, que podía tolerar cualquier deformidad y mutilamiento en un "No-vivo", tuvo tanta impresión en verlo en un vivo, que vomitó. Peter desvió la vista, perturbado.

- ¿Esto hace cuanto fue? - preguntó Peter, tratando de reponer la compostura.

- Hace dos meses.

Si la visión del hombre devorado en vida los había horrorizado, a Majim, que estaba agachado escupiendo lo último de bilis, y a Peter, que estaba listo para romperle la cabeza a Albert de un batazo, estas palabras les helaron la sangre.

- ¿Me dices que fue hace dos meses? ¿Hace dos meses que te hicieron esto? - Peter hablaba despacio, no tanto para que el borracho las entienda: trataba de entenderlas él.

- Sep...

- Pero... - Peter no sabía que decir. Su cabeza era un revoltijo violáceo y caótico donde lo que es ya no es y lo que no existía, ahora sí -, eso no tiene ningún sentido. Después de ser herido, lo máximo que uno dura es una semana. Eso...

- Eso depende, amigo... - Discutió Albert, riendo, y sus dientes eran rojos -. Depende de las influencias que tengas, el dinero que poseas...

- ¿Qué? ¿De qué está hablando?

- De esto... - sentenció Albert, sacando del bolsillo del pantalón un frasquito de plástico lleno de pastillas.

- ¡Qué mierda es eso! - levantó la voz Majim, que ya se había repuesto, pero no quería más sorpresas.

- Estos, mis amigos, es "AntiMortis". El antídoto a esta podredumbre que hace que los muertos... ¡Pah!... vuelvan a la vida... Uno toma esto, y por más que lo muerdan, arañen, le arranquen un brazo, o la mitad del cuerpo, no le pasara nada... Y a eso me refiero, que no pierde la humanidad... por muy inmoral que uno haya sido...

Peter y Majim se miraron, atónitos. Eso parecía totalmente irreal, absurdo; y sin embargo ahí estaba, frente a ellos, ese hombre con el vientre rajado y la sangre coagulada, hablándoles como si nada.

- ¿Puedo ver ese antídoto? - Peter trataba de llegar al fondo del misterio. Albert ocultó el frasco rápidamente, asustado - No te asustes, sólo quiero verlo...

- Bueno, está bien... Pero sólo porque estoy feliz de haber encontrado a otros como yo después de tanto tiempo...

Le lanzó el frasco, mientras acababa de un trago lo que quedaba de alcohol en la botella.

- ¿Por qué bebe tanto? - inquirió Majim.

- Por el dolor, ¿sabes?... ese remedio impide la infección... pero tener la carne abierta, duele... He bebido desde que todo el mundo se fue a la mierda... Cuando los muertos atacaron a mi familia, yo había celebrado la noche anterior una boda... Estaba borracho, y no sé cómo escapé... Muchos trataban de salvarse, y varios pedían ayuda a los gritos... Pero yo estaba enajenado, ¿saben?...

- ¿Nunca dejó de beber?

- No, y fue en este estado que conocí a "el Salvador"?

- ¿Quién?

- El hombre que vendía esta cura. Era una especie de pastor... Recuerdo que hablaba a la multitud, como quien trata de atraer fieles... Estaba hablando de estas pastillas... vendiéndolas más que nada. Y yo se las compré...

- ¿Cuánto le salieron?

- Mucho... - Albert sonrió -. Todo lo que tenía. Aunque no es nada para tamaña maravilla...

Y no siguió hablando. Comenzó a recorrer con la mirada el suelo y el interior de los vehículos, buscando algo. Majim estaba seguro de que era más alcohol. Decidió dejarlo tranquilo y acercarse a Peter, que desde hacía rato revisaba las pastillas en el frasco, con suma atención.

- Parece cosa de magia que algo así exista, ¿no?

Pero Peter con compartía su admiración. Observaba una de las píldoras en su mano, con la boca abierta, como quien no puede creer.

- Ma-Majim... estas son aspirinas...

El chico frunció el seño. Tal vez la situación había perturbado al lider del refugio, pero eso no justificaba que dijera tonterías.

- Imposible.

- Lo son. Mira, la forma, el color, la marca en uno de los lados... y prueba una... Es el mismo sabor.

Majim colocó una en su boca. Un sabor agridulce invadió su boca, familiar y reconfortante, y que hacía mucho que no probaba. Si tan solo pudiese calmar la confusión mental que tenía.

- Entonces... ¿qué está pasando?

- No lo sé... - Peter estaba tan consternado como él -. Tal vez el tipo sea inmune a la transformación por una razón genética...

- ... O tal vez sean placebos...

- ¿"Placebos"?

- Sí, estudié sobre ellos en la secundaria. Son sustancias que actúan en el núcleo accumbens, pero de una manera psicológica. O sea, el paciente cree que lo curaran de su mal, y eso lo cura...

- Entonces, él no se transformó porque cree que estos confites son la cura de la zombificación...

- Sí. Y estoy casi seguro de que el alcohol ayuda a que siga en esta fantasía...

Guardaron silencio por un rato. La brisa nocturna formaba pequeños remolinos de dinero y bolsas de papel a su alrededor. No se oía nada, salvos los grillos y los balbuceos de Albert, que continuaba buscando vaya a saber qué por la zona.

- ¿Se lo decimos? - preguntó en un susurro Majim, preocupado.

- No - fue firme Peter -. Esto es impagable: un zombie (porque es un zombie) racional, que no ha perdido la humanidad. Imagínate lo que aprenderíamos sobre esta mierda que recorre el mundo, esta...

La tranquilidad, la reflexión se vio interrumpida por el estruendo de un vidrio estallando, y la alarma contra ladrones. Sin perder tiempo, corrieron hacia la fuente del sonido, y vieron a Albert revolviendo entre los escombros de una vidriera. Sacaba unas botellas de licor, desesperado.

- ¡Pero qué haz hecho! - se horrorizó Peter, sabiendo lo que venía.

- ¡Me duele! - gritó Albert, y por primera vez se lo veía acongojado - ¡Me está doliendo todo el cuerpo!

Destapó una botella y comenzó a beber, como quien bebe agua después de estar en el desierto por días. Pero a Peter y Majim eso no les importaba. Lo que de verdad les preocupaba, eran los lamentos que, primero tímidamente, y luego con más intensidad, empezaban a invadir el aire, opacando incluso a la alarma Tenían que correr, y rápido.

- ¡Váyanse, rápido! - les avisó Albert, ya más tranquilo, levantando en el aire la botella, como despedida - Pero antes... mis pastillas, por favor...

Peter se las lanzó, justo cuando cientos de No-vivos aparecieron de vaya a saber uno dónde, con sus aullidos y miembros podridos buscándolos, sus dientes deseosos de masticar, de robarles la vida bocado a bocado. Volvieron a "Wynn Las Vegas" tan rápido como pudieron, aunque sus piernas actuaron solas: tantas cosas que habían vivido les dejó la mente en shock. Eran casi como los despojos humanos que los perseguían. Y quién sabe: si Albert decía sentir dolor, y por eso bebía, aquellos monstruos tal vez tenían sentimientos, y los perseguían por algo. Ellos podrían ser para los zombies como el alcohol para Albert: Paz. Llegaron al hotel, y mientras colocaban las cajas y bolsas contra las entradas, Peter hecho un último vistazo hacia afuera.

Allá estaba Albert, agarrando del hombro a uno de sus "hermanos" podridos, y cantando.

Es tan triste mi vida
yendo y viniendo
sin familia.
Mi casa es el mundo
y la muerte mi amiga


Luego, desapareció entre la multitud.
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