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CAPÍTULO 10: Estallido
(1/2)
La coleta de Bárbara se movía de un lado a otro indiscriminadamente. Subimos la escalera hasta la sala del refrigerador en menos de cinco segundos o tal vez menos. Sentía como se de un momento a otro alguien fuera a saltar sobre mi espalda y a devorarme vivo y lo único que podía hacer era seguir corriendo detrás de Bárbara con la esperanza de que ella supiera a dónde nos dirigíamos. Al entrar en el refrigerador escuché un rugido furioso que se acercaba a nosotros. Pronto ese rugido se duplicó y una décima de segundo después un tercero se unió a aquel lamento furioso. Miré hacia atrás. Hacia aquella puerta que habíamos dejado abierta en nuestro desesperado intento de huir. Miré a Bárbara, ella ya estaba casi en la siguiente planta. Sin tiempo para dudar retrocedí rápidamente sobre mis pasos y me acerqué a la puerta. Uno de aquellos monstruos asomó la cabeza y me miró lleno de odio. Empujé la puerta pero un fuerte golpe desde el otro lado me hizo retroceder. Un brazo asomó por la apertura que había quedado mientras los otros dos seguían golpeando la puerta intentando pasar. No sé si grité o si Bárbara en algún momento de su huída se volvió hacia atrás y no me vio, pero el caso es que apareció cuando más lo necesitaba y de un empujón con carrerilla previa golpeó la puerta. Escuché un hueso romperse. Miré a Bárbara pero no había sido ella. Luego miré aquel brazo que asomaba por la puerta. Estaba torcido de una manera antinatural y ya no arañaba al aire como antes.
-¡La llave! ¡Tienes que cerrar la puerta con la llave! – grité desesperadamente mientras seguía empujando. Bárbara buscó la llave en su bolsillo pero antes de que pudiera tan siquiera tocarla, un golpe mucho más fuerte que los anteriores abrió la puerta y esta, en su trayectoria, me golpeó en el lado izquierdo de la cabeza. Las siguientes imágenes las vi distorsionadas. Todo mi campo de visión había quedado patas arriba y mi equilibrio se tambaleaba por momentos, al igual que todo mi cuerpo. Distinguí aquellas tres monstruosas figuras. Sentí el frío del refrigerador y acepté que había llegado mi final. Podía ver cómo se acercaban a mí, podía ver sus ojos inyectados en sangre deseando hacerme dios sabe qué. Entonces sentí un tirón en el brazo y salí proyectado hacia atrás. Vi como aquellas criaturas o personas, si es que lo seguían siendo, se quedaban atrás rápidamente. Sentí una puerta cerrándose, esta vez completamente y unas bofetadas a ambos lados de la cara.
-¿Estás bien? – escuché preguntar a Bárbara – Vamos, tienes que despejarte. ¡Vamos, reacciona!
-Estoy… - dije –… estoy bien.
-Estás sangrando. Ha sido un golpe muy fuerte.
El lado del golpe había quedado prácticamente exento de sensibilidad, sin embargo, podía sentir como un líquido cálido recorría la parte de atrás de mi oreja y se zambullía después en el cuello de mi camisa. Bárbara se arrancó parte de su manga izquierda y puso el improvisado trapo en mi cabeza.
-Parece que es sólo superficial. Es normal que estés mareado, pero se te pasará. Ahora tienes que ponerte en pie. Tenemos que marcharnos de aquí ya.
Cuando por fin recuperé la mayor parte de mi sentido del equilibrio y logré apoyarme sobre mis piernas sin balancearme hacia los lados, vi que nuestros perseguidores habían quedado atrapados en el refrigerador pero, lejos de darse por vencidos, seguían golpeando con furia la puerta intentando echarla abajo costara lo que costara. Me volví hacia Bárbara y la encontré temblando. Yo también lo habría estado de no ser porque aquel golpe me había atontado de tal manera que no podía ni sentir miedo, sin embargo Bárbara lo había vivido todo intensamente y había tenido que tomar la decisión de volver a por mí y sacarme de esa nevera haciendo uso de una fuerza hercúlea que sólo sale a la luz en los momentos de máxima tensión. Cuando se dio cuenta de que la estaba mirando, Bárbara se frotó los ojos y se acercó a las escaleras.
-Tenemos que subir y contarles lo que ha ocurrido.
-¿A quienes?
-A quien quiera que haya allí arriba… o sea, aquí abajo, bueno ¿me entiendes, no?
-Creo que sí. ¿Pero qué les vamos a decir si ni yo mismo sé lo que ha ocurrido? ¿Tú sabes algo de…?
-Sé lo mismo que tú.
-Pero tú también has bajado… quiero decir, yo te expliqué lo de los gritos en mitad de la noche, pero tú no me has contado por qué bajaste.
-Quizá para salvarte la vida.
-… de acuerdo, como quieras, pero serás tú quien les cuente a esas ratas de laboratorio lo que ha ocurrido.
Subimos hacia la siguiente planta sin decir una sola palabra más y dejamos allí a esas cosas profiriendo gritos y luchando por derribar la puerta. En la planta siguiente, las oficinas estaban aún más desiertas que cuando habíamos bajado. Quedaban como mucho dos personas y no se podía decir que estuvieran muy dispuestas a escuchar la historia que les íbamos a contar. Pero había que hacerlo. Fuera cual fuera nuestra intención al bajar a aquella sala, estaba claro que aquello se nos había ido de las manos y escapaba a nuestra comprensión, o al menos a la mía. Lo único que yo ya quería no era ya una explicación, sino simplemente salir de aquella ratonera y volver a mi casa. Irme lejos con mi madre y con mi hermano. Ya no me importaba que se descubriera o no los experimentos que allí se hacían, tan sólo quería escapar y marcharme para siempre.
En las oficinas de la planta -3 sólo había tres personas. Bárbara entró delante de mí, decidida a coger a la primera persona que encontrase y obligarle, a base de golpes de palanca si era necesario, que nos sacara de allí en el acto. Cuando nos vieron entrar nos miraron con los ojos como platos y sin pestañear. Era una reacción comprensible ya que a esas horas de la noche lo último que podrían esperarse encontrar era a una chica de mirada fría seguida del conserje que parecía mareado y no paraba de frotarse el ojo izquierdo. Antes de que ninguno de los tres dijera nada Bárbara habló.
-Tenemos que salir de aquí. Ahora
No hubo respuesta por parte de ninguno de ellos. Los tres parecían no terminar de creerse lo que estaban viendo y más bien creían que aquello sólo se trataba de una visión producida por el sueño retenido que intentaba salir y reclamar el tiempo que por naturaleza le pertenecía. Por fin, y ante el violento tono de Bárbara al pronuncias aquellas palabras, uno de ellos se atrevió a hablar.
-Ustedes no deberían estar aquí. Estas instalaciones son privadas y vengan lo que vengan a hacer se trata de algo ilegal.
-Eh, espera, ese de ahí detrás es el conserje.
Los tres me miraron y salieron de sus cubículos. Yo aún no me había recuperado del todo de aquel golpe en la cabeza y no sabía muy bien qué decir. Por suerte, Bárbara volvió a tomar la iniciativa.
-Hay pruebas más que evidentes de que lo que se lleva a cabo aquí abajo no es legal. Ni siquiera es moral. Así que dejemos de lado esas estupideces y centrémonos en salir de aquí ¡ya!
Aquel grito de Bárbara pareció despertar a aquellos tres hombres. El único que no había abierto la boca parecía empezar a inquietarse y murmuró algo que sólo escuchó el que tenía delante. El primero de aquellos tipos que había hablado, parecía haberse indignado ante la actitud amenazante de Bárbara y se limitó a levantarse las gafas y a responder con un tono que intentaba parecer firme sin conseguirlo.
-Llamaré a seguridad, ellos se encargarán de esto.
-¿Seguridad? – respondí yo y aquel hombre me clavó la mirada
-A quien sea que os eche de aquí. Y a ti, me voy a encargar personalmente de que te despidan.
Por lo visto, aquellas palabras habían sido suficientes para acabar con la tensa paciencia que le quedaba a Bárbara. Apretó la palanca que llevaba aún en la mano y se acercó a aquel tipo. El hombre retrocedió unos cuantos pasos y buscó algo en su mesa para defenderse pero Bárbara le agarró de la camisa con fuerza y violentamente.
-Vamos a ver imbécil, te estoy diciendo que tenemos que marcharnos de aquí. Lo único que tienes que hacer es seguirnos hasta la salida o quedarte aquí, a mí me da igual, pero teníamos que avisaros. Lo que estabais haciendo aquí, lo que quiera que estuvierais intentando hacer, se os ha ido de las manos.
-No… no entiendo de lo que hablas.
-Él… Allis Voidare… Le tenéis aquí.
-¿Pero qué estás diciendo? Estás loca.
Los otros dos hombres se miraron entre ellos y dijeron algo que no llegué a escuchar. Bárbara parecía dispuesta a matar a golpes a aquél hombre si era necesario. La situación parecía complicarse por momentos.
-¿Dices que Allis Voidare está aquí? ¿Allis Voidare? – preguntó uno de aquellos dos acobardados hombres. Bárbara respondió afirmativamente con la cabeza.
-Te dije que se trataba de algo de eso. No era una coincidencia – dijo el otro hombre mirando a su compañero – En menudo lío que estamos metidos.
-Dejad de decir estupideces – interrumpió el hombre al que Bárbara aún agarraba por la camisa - ¿Allis Voidare? Menuda tontería. Estos dos intentan asustaros. Lo único que quieren es robar nuestras investigaciones y boicotear nuestro trabajo.
-Piensa lo que quieras imbécil – dijo Bárbara mientras le soltaba de un empujón – Nosotros nos marchamos de aquí, quien quiera seguirnos que venga.
Los dos hombres a los que Bárbara no había amenazado creyeron nuestra historia, por el motivo que fuera y decidieron seguirnos y salir de allí con nosotros. El más bajo y de aspecto bonachón se llamaba Marc y el que de las cejas pobladas y mirada de búho se hacía llamar Wally. Con ellos vimos aumentado nuestro pequeño grupo de dos personas en ligeramente mayo de cuatro. Bárbara se acercó a mí y resopló. Le pregunté si se encontraba bien pero se limitó a únicamente asentir con la cabeza. Con un rápido vistazo, sin embargo, pude ver que sus manos estaban temblando.
(1/2)
La coleta de Bárbara se movía de un lado a otro indiscriminadamente. Subimos la escalera hasta la sala del refrigerador en menos de cinco segundos o tal vez menos. Sentía como se de un momento a otro alguien fuera a saltar sobre mi espalda y a devorarme vivo y lo único que podía hacer era seguir corriendo detrás de Bárbara con la esperanza de que ella supiera a dónde nos dirigíamos. Al entrar en el refrigerador escuché un rugido furioso que se acercaba a nosotros. Pronto ese rugido se duplicó y una décima de segundo después un tercero se unió a aquel lamento furioso. Miré hacia atrás. Hacia aquella puerta que habíamos dejado abierta en nuestro desesperado intento de huir. Miré a Bárbara, ella ya estaba casi en la siguiente planta. Sin tiempo para dudar retrocedí rápidamente sobre mis pasos y me acerqué a la puerta. Uno de aquellos monstruos asomó la cabeza y me miró lleno de odio. Empujé la puerta pero un fuerte golpe desde el otro lado me hizo retroceder. Un brazo asomó por la apertura que había quedado mientras los otros dos seguían golpeando la puerta intentando pasar. No sé si grité o si Bárbara en algún momento de su huída se volvió hacia atrás y no me vio, pero el caso es que apareció cuando más lo necesitaba y de un empujón con carrerilla previa golpeó la puerta. Escuché un hueso romperse. Miré a Bárbara pero no había sido ella. Luego miré aquel brazo que asomaba por la puerta. Estaba torcido de una manera antinatural y ya no arañaba al aire como antes.
-¡La llave! ¡Tienes que cerrar la puerta con la llave! – grité desesperadamente mientras seguía empujando. Bárbara buscó la llave en su bolsillo pero antes de que pudiera tan siquiera tocarla, un golpe mucho más fuerte que los anteriores abrió la puerta y esta, en su trayectoria, me golpeó en el lado izquierdo de la cabeza. Las siguientes imágenes las vi distorsionadas. Todo mi campo de visión había quedado patas arriba y mi equilibrio se tambaleaba por momentos, al igual que todo mi cuerpo. Distinguí aquellas tres monstruosas figuras. Sentí el frío del refrigerador y acepté que había llegado mi final. Podía ver cómo se acercaban a mí, podía ver sus ojos inyectados en sangre deseando hacerme dios sabe qué. Entonces sentí un tirón en el brazo y salí proyectado hacia atrás. Vi como aquellas criaturas o personas, si es que lo seguían siendo, se quedaban atrás rápidamente. Sentí una puerta cerrándose, esta vez completamente y unas bofetadas a ambos lados de la cara.
-¿Estás bien? – escuché preguntar a Bárbara – Vamos, tienes que despejarte. ¡Vamos, reacciona!
-Estoy… - dije –… estoy bien.
-Estás sangrando. Ha sido un golpe muy fuerte.
El lado del golpe había quedado prácticamente exento de sensibilidad, sin embargo, podía sentir como un líquido cálido recorría la parte de atrás de mi oreja y se zambullía después en el cuello de mi camisa. Bárbara se arrancó parte de su manga izquierda y puso el improvisado trapo en mi cabeza.
-Parece que es sólo superficial. Es normal que estés mareado, pero se te pasará. Ahora tienes que ponerte en pie. Tenemos que marcharnos de aquí ya.
Cuando por fin recuperé la mayor parte de mi sentido del equilibrio y logré apoyarme sobre mis piernas sin balancearme hacia los lados, vi que nuestros perseguidores habían quedado atrapados en el refrigerador pero, lejos de darse por vencidos, seguían golpeando con furia la puerta intentando echarla abajo costara lo que costara. Me volví hacia Bárbara y la encontré temblando. Yo también lo habría estado de no ser porque aquel golpe me había atontado de tal manera que no podía ni sentir miedo, sin embargo Bárbara lo había vivido todo intensamente y había tenido que tomar la decisión de volver a por mí y sacarme de esa nevera haciendo uso de una fuerza hercúlea que sólo sale a la luz en los momentos de máxima tensión. Cuando se dio cuenta de que la estaba mirando, Bárbara se frotó los ojos y se acercó a las escaleras.
-Tenemos que subir y contarles lo que ha ocurrido.
-¿A quienes?
-A quien quiera que haya allí arriba… o sea, aquí abajo, bueno ¿me entiendes, no?
-Creo que sí. ¿Pero qué les vamos a decir si ni yo mismo sé lo que ha ocurrido? ¿Tú sabes algo de…?
-Sé lo mismo que tú.
-Pero tú también has bajado… quiero decir, yo te expliqué lo de los gritos en mitad de la noche, pero tú no me has contado por qué bajaste.
-Quizá para salvarte la vida.
-… de acuerdo, como quieras, pero serás tú quien les cuente a esas ratas de laboratorio lo que ha ocurrido.
Subimos hacia la siguiente planta sin decir una sola palabra más y dejamos allí a esas cosas profiriendo gritos y luchando por derribar la puerta. En la planta siguiente, las oficinas estaban aún más desiertas que cuando habíamos bajado. Quedaban como mucho dos personas y no se podía decir que estuvieran muy dispuestas a escuchar la historia que les íbamos a contar. Pero había que hacerlo. Fuera cual fuera nuestra intención al bajar a aquella sala, estaba claro que aquello se nos había ido de las manos y escapaba a nuestra comprensión, o al menos a la mía. Lo único que yo ya quería no era ya una explicación, sino simplemente salir de aquella ratonera y volver a mi casa. Irme lejos con mi madre y con mi hermano. Ya no me importaba que se descubriera o no los experimentos que allí se hacían, tan sólo quería escapar y marcharme para siempre.
En las oficinas de la planta -3 sólo había tres personas. Bárbara entró delante de mí, decidida a coger a la primera persona que encontrase y obligarle, a base de golpes de palanca si era necesario, que nos sacara de allí en el acto. Cuando nos vieron entrar nos miraron con los ojos como platos y sin pestañear. Era una reacción comprensible ya que a esas horas de la noche lo último que podrían esperarse encontrar era a una chica de mirada fría seguida del conserje que parecía mareado y no paraba de frotarse el ojo izquierdo. Antes de que ninguno de los tres dijera nada Bárbara habló.
-Tenemos que salir de aquí. Ahora
No hubo respuesta por parte de ninguno de ellos. Los tres parecían no terminar de creerse lo que estaban viendo y más bien creían que aquello sólo se trataba de una visión producida por el sueño retenido que intentaba salir y reclamar el tiempo que por naturaleza le pertenecía. Por fin, y ante el violento tono de Bárbara al pronuncias aquellas palabras, uno de ellos se atrevió a hablar.
-Ustedes no deberían estar aquí. Estas instalaciones son privadas y vengan lo que vengan a hacer se trata de algo ilegal.
-Eh, espera, ese de ahí detrás es el conserje.
Los tres me miraron y salieron de sus cubículos. Yo aún no me había recuperado del todo de aquel golpe en la cabeza y no sabía muy bien qué decir. Por suerte, Bárbara volvió a tomar la iniciativa.
-Hay pruebas más que evidentes de que lo que se lleva a cabo aquí abajo no es legal. Ni siquiera es moral. Así que dejemos de lado esas estupideces y centrémonos en salir de aquí ¡ya!
Aquel grito de Bárbara pareció despertar a aquellos tres hombres. El único que no había abierto la boca parecía empezar a inquietarse y murmuró algo que sólo escuchó el que tenía delante. El primero de aquellos tipos que había hablado, parecía haberse indignado ante la actitud amenazante de Bárbara y se limitó a levantarse las gafas y a responder con un tono que intentaba parecer firme sin conseguirlo.
-Llamaré a seguridad, ellos se encargarán de esto.
-¿Seguridad? – respondí yo y aquel hombre me clavó la mirada
-A quien sea que os eche de aquí. Y a ti, me voy a encargar personalmente de que te despidan.
Por lo visto, aquellas palabras habían sido suficientes para acabar con la tensa paciencia que le quedaba a Bárbara. Apretó la palanca que llevaba aún en la mano y se acercó a aquel tipo. El hombre retrocedió unos cuantos pasos y buscó algo en su mesa para defenderse pero Bárbara le agarró de la camisa con fuerza y violentamente.
-Vamos a ver imbécil, te estoy diciendo que tenemos que marcharnos de aquí. Lo único que tienes que hacer es seguirnos hasta la salida o quedarte aquí, a mí me da igual, pero teníamos que avisaros. Lo que estabais haciendo aquí, lo que quiera que estuvierais intentando hacer, se os ha ido de las manos.
-No… no entiendo de lo que hablas.
-Él… Allis Voidare… Le tenéis aquí.
-¿Pero qué estás diciendo? Estás loca.
Los otros dos hombres se miraron entre ellos y dijeron algo que no llegué a escuchar. Bárbara parecía dispuesta a matar a golpes a aquél hombre si era necesario. La situación parecía complicarse por momentos.
-¿Dices que Allis Voidare está aquí? ¿Allis Voidare? – preguntó uno de aquellos dos acobardados hombres. Bárbara respondió afirmativamente con la cabeza.
-Te dije que se trataba de algo de eso. No era una coincidencia – dijo el otro hombre mirando a su compañero – En menudo lío que estamos metidos.
-Dejad de decir estupideces – interrumpió el hombre al que Bárbara aún agarraba por la camisa - ¿Allis Voidare? Menuda tontería. Estos dos intentan asustaros. Lo único que quieren es robar nuestras investigaciones y boicotear nuestro trabajo.
-Piensa lo que quieras imbécil – dijo Bárbara mientras le soltaba de un empujón – Nosotros nos marchamos de aquí, quien quiera seguirnos que venga.
Los dos hombres a los que Bárbara no había amenazado creyeron nuestra historia, por el motivo que fuera y decidieron seguirnos y salir de allí con nosotros. El más bajo y de aspecto bonachón se llamaba Marc y el que de las cejas pobladas y mirada de búho se hacía llamar Wally. Con ellos vimos aumentado nuestro pequeño grupo de dos personas en ligeramente mayo de cuatro. Bárbara se acercó a mí y resopló. Le pregunté si se encontraba bien pero se limitó a únicamente asentir con la cabeza. Con un rápido vistazo, sin embargo, pude ver que sus manos estaban temblando.
Última edición por Mad_Z el Lun Jun 01, 2009 2:09 pm, editado 2 veces
Re: A quien pueda interesar
(2/2)
Al acercarnos a la puerta de las escaleras pensé que quizá era algo inmoral dejar allí solo a aquel otro hombre. Era un estúpido pero no era razón suficiente para dejarle morir si es que aquellas criaturas que habíamos encerrado en el refrigerador lograban escapar por algún motivo improbable. Entonces escuché como un trueno que retumbó en toda la sala. Me volví hacia atrás y vi a aquel hijo de puta con un arma humeante en la mano. Rápidamente miré a mi lado, hacia Bárbara. En lo que me pareció un momento eterno la vi caer al suelo boca abajo y quedarse quieta. Se me heló la sangre mientras contemplé cómo la suya bañaba el suelo de la planta -3. Por un momento me temí lo peor. Pero entonces la escuché gritar. El mareo se me pasó por completo y como un rayo me agaché a ayudarla a levantarse. Su sangre me manchó las manos mientras taponaba su herida e intentaba logar que dejara de sangrar. Miré hacia aquel mal nacido con un odio con el que no había mirado antes a nadie mientras él seguía apuntándonos. Marc y Wally se habían quedado petrificados a nuestro lado y no lograban articular palabra alguna. Por un momento sólo se escucharon los gritos de dolor de Bárbara.
-Tranquila. ¡Eh! Mírame. Respira.
-Me duele.
-Lo sé, pero tienes que aguantar. Debo taponarte la herida.
No es que mis conocimientos médicos fueran altos, pero sabía lo básico que había leído en libros y demás. Las heridas de bala eran algo frecuente donde yo me había criado y desde pequeño había visto heridas de bala con bastante frecuencia. Por suerte, la herida de Bárbara no era de las peores, la bala, por suerte, había salido por su hombro izquierdo y no se había quedado dentro. No se trataba de una herida profunda, gracias a Dios.
-Bien – dijo aquel hombre – ahora que la dama va a estarse quieta vais a hacerme caso. Vosotros dos podéis dar vuestro trabajo aquí por acabado y tú, conserje, también. No dudéis de que daré parte de esto.
Me moría de ganas de coger la palanca que Bárbara había soltado al recibir el disparo y lanzarme directo a ese tipo dispuesto a matarle a golpes. Sin embargo aquella era una idea pésima ya que él tenía un arma de fuego a su favor, y no estaba seguro de que el disparo en una parte no vital había sido intencionadamente o se trataba de un fallo al disparar.
-Haga lo que quiera – dije finalmente- pero tenemos que sacarla de aquí ya. Necesita ir a un hospital.
-Nadie se va a marchar de aquí – respondió con frialdad- no hasta que me aclaréis lo que estabais haciendo allí abajo.
-Ya se lo dijimos. Se trata de Allis Voidare, los Cuatro Jinetes le tienen en una sala secreta en el nivel inferior.
-¡Ya basta de decir mentiras! ¡Puedo mataros ahora mismo! ¡Dime la verdad!
- ¡Esa es la verdad! ¡Si no la cree baje a comprobarlo usted mismo!
-Ya lo creo que voy a bajar. Pero vosotros vais a venir conmigo.
Se acercó a nosotros y me apuntó directamente para hacerme saber que hablaba en serio. Sin otra opción que no nos llevara a una muerte segura, cogí a Bárbara por el otro brazo y la levanté. Marc y Wally me ayudaron y este último me ofreció un pañuelo con el que presionar la herida. Bárbara podía caminar más o menos bien, por suerte no había perdido demasiada sangre como para desmayarse pero su equilibrio se había visto algo afectado.
-Venga, vosotros vais a ir delante – dijo aquel imbécil intentando hacer notar que tenía el control.
-Si algo malo le pasa a ella – dije sin poder contenerme – puede ir disparándome porque le aseguro que le mataré, con mis propias manos si es preciso.
El hombre me miró y su ceja derecha tembló durante unos segundos, sin embargo no respondió nada.
Bajamos de nuevo hasta el refrigerador. Los golpes habían cesado y la calma era absoluta. Llegué a dudar sobre si aquello había ocurrido de verdad hasta que el picor de mi ojo izquierdo y el dolor que aun sentía en la cabeza me hicieron recordar que sí había ocurrido realmente.
-Abre la puerta
-No puedo.
-Sí puedes, suelta a tu amiga y abre la puerta.
-No lo entiende.
-El que no lo entiende eres tú. Si no abres la puerta ahora mismo le pego otro tiro a tu amiga, y esta vez te aseguro que no fallaré.
-Pero no sabe lo que hay dentro.
-¡He dicho que la abras!
Se acercó y apuntó a Bárbara a la cabeza. Bárbara murmuró un débil “hijo de puta”. Finalmente le hice caso. Con Bárbara apoyada en mí me acerqué a Marc y Wally y ellos la sujetaron.
-Estad listos –susurré para que sólo ellos me oyeran – este cabrón va a hacer que nos maten.
Marc y Wally me miraron asustados. Bárbara me guiñó un ojo y me hizo saber que podía correr si la situación lo requería. Yo le sonreí intentando aparentar que tenía un plan. Pero estaba nervioso porque sabía qué era lo que había detrás de esa puerta.
-¡Vamos! – gritó – Abre la puerta
Me acerqué a la puerta del refrigerador y me dispuse a abrirla. El imbécil me apuntaba a la espalda. Si aquellas cosas estaban al otro lado, que lo estaban, no podría hacer nada. O bien ellos me mataban, o bien lo hacía una bala por la espalda.
Abrí la puerta intentando hacer el menor ruido posible. La tensión era indescriptible. Miré hacia dentro y no vi nada. Sólo el refrigerador con su tenue luz y su temperatura baja. El que me apuntaba se puso a mi lado y me obligó a entrar dentro del todo. La pistola detrás de mí me hizo obedecerle. Miré hacia las bolsas de cadáveres en las camillas. Estaban allí mismo pero había alguien a su alrededor. Eran tres figuras con batas de diferentes colores que parecían estar inspeccionando los cadáveres. Afiné más la vista y observé con horror lo que realmente estaban haciendo. Los cadáveres estaban despedazados y aquellas criaturas que anteriormente habían sido hombres se llevaban a la boca los pedazos. Me quedé quieto y olvidé por completo el arma que me apuntaba por detrás. Eso hizo que aquel hombre entrara conmigo y se pusiera a mi lado y viera lo mismo que estaba viendo yo.
-¡Eh! ¿Sois vosotros? ¿Pero qué demonios estáis haciendo?
Las criaturas se giraron y soltaron los pedazos de carne que tenían en sus manos. Nos miraron y juraría que llegaron a reconocerme. No tardaron ni dos segundos en correr hacia nosotros, gritando con la misma fiereza con la que lo había hecho antes. Rápidamente miré hacia Bárbara, Marc y Wally. Bárbara reconoció mi mirada y empujó a los otros dos en dirección a las escaleras. Salí deprisa del refrigerador y me volví para mirar a aquel estúpido que nos había llevado hasta allí. El estúpido me miró y levantó el arma mientras intentaba salir detrás de mí. Agarré la puerta y la cerré. La puerta le golpeó en la cabeza y una bala se disparó. Las criaturas le alcanzaron y le escuché gritar. Pero esta vez no todos se centraron en él. Uno de ellos, el monstruo de la bata blanca salió del refrigerador y corrió detrás de mí. Yo subí las escaleras de dos en dos con la criatura pisándome los talones. En la planta de arriba Bárbara me esperaba con la puerta medio abierta. Se hizo a un lado y yo entré como un rayo e inmediatamente después ella cerró de un portazo con más rapidez aun. La criatura golpeó la puerta durante unos instantes pero comprendió la situación. A los pocos segundos desistió en su intento y siguió subiendo escaleras arriba. Directo y decidido hacia las plantas superiores donde los otros trabajadores que se habían quedado ese noche allí no tenían ni la más remota idea de lo que había ocurrido bajo sus pies.
Al acercarnos a la puerta de las escaleras pensé que quizá era algo inmoral dejar allí solo a aquel otro hombre. Era un estúpido pero no era razón suficiente para dejarle morir si es que aquellas criaturas que habíamos encerrado en el refrigerador lograban escapar por algún motivo improbable. Entonces escuché como un trueno que retumbó en toda la sala. Me volví hacia atrás y vi a aquel hijo de puta con un arma humeante en la mano. Rápidamente miré a mi lado, hacia Bárbara. En lo que me pareció un momento eterno la vi caer al suelo boca abajo y quedarse quieta. Se me heló la sangre mientras contemplé cómo la suya bañaba el suelo de la planta -3. Por un momento me temí lo peor. Pero entonces la escuché gritar. El mareo se me pasó por completo y como un rayo me agaché a ayudarla a levantarse. Su sangre me manchó las manos mientras taponaba su herida e intentaba logar que dejara de sangrar. Miré hacia aquel mal nacido con un odio con el que no había mirado antes a nadie mientras él seguía apuntándonos. Marc y Wally se habían quedado petrificados a nuestro lado y no lograban articular palabra alguna. Por un momento sólo se escucharon los gritos de dolor de Bárbara.
-Tranquila. ¡Eh! Mírame. Respira.
-Me duele.
-Lo sé, pero tienes que aguantar. Debo taponarte la herida.
No es que mis conocimientos médicos fueran altos, pero sabía lo básico que había leído en libros y demás. Las heridas de bala eran algo frecuente donde yo me había criado y desde pequeño había visto heridas de bala con bastante frecuencia. Por suerte, la herida de Bárbara no era de las peores, la bala, por suerte, había salido por su hombro izquierdo y no se había quedado dentro. No se trataba de una herida profunda, gracias a Dios.
-Bien – dijo aquel hombre – ahora que la dama va a estarse quieta vais a hacerme caso. Vosotros dos podéis dar vuestro trabajo aquí por acabado y tú, conserje, también. No dudéis de que daré parte de esto.
Me moría de ganas de coger la palanca que Bárbara había soltado al recibir el disparo y lanzarme directo a ese tipo dispuesto a matarle a golpes. Sin embargo aquella era una idea pésima ya que él tenía un arma de fuego a su favor, y no estaba seguro de que el disparo en una parte no vital había sido intencionadamente o se trataba de un fallo al disparar.
-Haga lo que quiera – dije finalmente- pero tenemos que sacarla de aquí ya. Necesita ir a un hospital.
-Nadie se va a marchar de aquí – respondió con frialdad- no hasta que me aclaréis lo que estabais haciendo allí abajo.
-Ya se lo dijimos. Se trata de Allis Voidare, los Cuatro Jinetes le tienen en una sala secreta en el nivel inferior.
-¡Ya basta de decir mentiras! ¡Puedo mataros ahora mismo! ¡Dime la verdad!
- ¡Esa es la verdad! ¡Si no la cree baje a comprobarlo usted mismo!
-Ya lo creo que voy a bajar. Pero vosotros vais a venir conmigo.
Se acercó a nosotros y me apuntó directamente para hacerme saber que hablaba en serio. Sin otra opción que no nos llevara a una muerte segura, cogí a Bárbara por el otro brazo y la levanté. Marc y Wally me ayudaron y este último me ofreció un pañuelo con el que presionar la herida. Bárbara podía caminar más o menos bien, por suerte no había perdido demasiada sangre como para desmayarse pero su equilibrio se había visto algo afectado.
-Venga, vosotros vais a ir delante – dijo aquel imbécil intentando hacer notar que tenía el control.
-Si algo malo le pasa a ella – dije sin poder contenerme – puede ir disparándome porque le aseguro que le mataré, con mis propias manos si es preciso.
El hombre me miró y su ceja derecha tembló durante unos segundos, sin embargo no respondió nada.
Bajamos de nuevo hasta el refrigerador. Los golpes habían cesado y la calma era absoluta. Llegué a dudar sobre si aquello había ocurrido de verdad hasta que el picor de mi ojo izquierdo y el dolor que aun sentía en la cabeza me hicieron recordar que sí había ocurrido realmente.
-Abre la puerta
-No puedo.
-Sí puedes, suelta a tu amiga y abre la puerta.
-No lo entiende.
-El que no lo entiende eres tú. Si no abres la puerta ahora mismo le pego otro tiro a tu amiga, y esta vez te aseguro que no fallaré.
-Pero no sabe lo que hay dentro.
-¡He dicho que la abras!
Se acercó y apuntó a Bárbara a la cabeza. Bárbara murmuró un débil “hijo de puta”. Finalmente le hice caso. Con Bárbara apoyada en mí me acerqué a Marc y Wally y ellos la sujetaron.
-Estad listos –susurré para que sólo ellos me oyeran – este cabrón va a hacer que nos maten.
Marc y Wally me miraron asustados. Bárbara me guiñó un ojo y me hizo saber que podía correr si la situación lo requería. Yo le sonreí intentando aparentar que tenía un plan. Pero estaba nervioso porque sabía qué era lo que había detrás de esa puerta.
-¡Vamos! – gritó – Abre la puerta
Me acerqué a la puerta del refrigerador y me dispuse a abrirla. El imbécil me apuntaba a la espalda. Si aquellas cosas estaban al otro lado, que lo estaban, no podría hacer nada. O bien ellos me mataban, o bien lo hacía una bala por la espalda.
Abrí la puerta intentando hacer el menor ruido posible. La tensión era indescriptible. Miré hacia dentro y no vi nada. Sólo el refrigerador con su tenue luz y su temperatura baja. El que me apuntaba se puso a mi lado y me obligó a entrar dentro del todo. La pistola detrás de mí me hizo obedecerle. Miré hacia las bolsas de cadáveres en las camillas. Estaban allí mismo pero había alguien a su alrededor. Eran tres figuras con batas de diferentes colores que parecían estar inspeccionando los cadáveres. Afiné más la vista y observé con horror lo que realmente estaban haciendo. Los cadáveres estaban despedazados y aquellas criaturas que anteriormente habían sido hombres se llevaban a la boca los pedazos. Me quedé quieto y olvidé por completo el arma que me apuntaba por detrás. Eso hizo que aquel hombre entrara conmigo y se pusiera a mi lado y viera lo mismo que estaba viendo yo.
-¡Eh! ¿Sois vosotros? ¿Pero qué demonios estáis haciendo?
Las criaturas se giraron y soltaron los pedazos de carne que tenían en sus manos. Nos miraron y juraría que llegaron a reconocerme. No tardaron ni dos segundos en correr hacia nosotros, gritando con la misma fiereza con la que lo había hecho antes. Rápidamente miré hacia Bárbara, Marc y Wally. Bárbara reconoció mi mirada y empujó a los otros dos en dirección a las escaleras. Salí deprisa del refrigerador y me volví para mirar a aquel estúpido que nos había llevado hasta allí. El estúpido me miró y levantó el arma mientras intentaba salir detrás de mí. Agarré la puerta y la cerré. La puerta le golpeó en la cabeza y una bala se disparó. Las criaturas le alcanzaron y le escuché gritar. Pero esta vez no todos se centraron en él. Uno de ellos, el monstruo de la bata blanca salió del refrigerador y corrió detrás de mí. Yo subí las escaleras de dos en dos con la criatura pisándome los talones. En la planta de arriba Bárbara me esperaba con la puerta medio abierta. Se hizo a un lado y yo entré como un rayo e inmediatamente después ella cerró de un portazo con más rapidez aun. La criatura golpeó la puerta durante unos instantes pero comprendió la situación. A los pocos segundos desistió en su intento y siguió subiendo escaleras arriba. Directo y decidido hacia las plantas superiores donde los otros trabajadores que se habían quedado ese noche allí no tenían ni la más remota idea de lo que había ocurrido bajo sus pies.
Re: A quien pueda interesar
¡¡¡Pobres trabajadores!!!
¿¿¿Qué va a pasar ahora???
Espléndido, muy bueno, espero el próximo.
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Facalj- Jefe del refugio
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Maldito cabron.. ¡¡le esta bien empleado, que lo descuarticen!! tonto la pistola...
Banderworld- Encargado de las mantas
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CAPÍTULO 11: Sin escapatoria
(1/2)
Mi respiración aun era agitada cuando se empezaron a escuchar los gritos. Los mismos mecanismos de ventilación que aquella noche me hicieron escuchar los gritos de Allis Voidare servían ahora como medio de transmisión de la matanza que se estaba llevando acabo sobre nuestras cabezas. Marc y Wally no daban crédito a lo que estaba ocurriendo, todavía no habían logrado asimilar que aquello pasaba de verdad. Bárbara, más preocupada por no morir desangrada que por otra cosa, se tapaba de vez en cuando los oídos intentando sin éxito huir de aquellos gritos. Yo permanecí quieto, de pie, impotente y mirando al techo. No podía hacer nada, ninguno de nosotros podía hacer nada. ¿Acaso era culpa nuestra? ¿Acaso nosotros habíamos contribuido a que esas bestias se levantaran? Yo me quedé de pie y asumí mi culpa, si es que tenía alguna. Después de varios minutos los gritos por fin cesaron. Primero la calma predominó pero al poco tiempo el silencio se vio inundado por un grito casi al unísono que más tarde se transformó en un lamento furioso emitido por un número de aquellas criaturas que ni siquiera me atreví a imaginar.
-¿Y ahora qué? – dijo Bárbara rompiendo así nuestro silencio particular. Los tres la miramos con ninguna expresión conocida en nuestras caras. Parecía mentira que siendo la que en peores condiciones se encontraba fuera la primera que había decidido hacer algo, o al menos proponer la simple idea de hacer algo. Sin embargo nadie tenía una respuesta. En mi opinión cada vez era más evidente que nos encontrábamos en una tumba subterránea de la que nos sería imposible salir.
-Tenemos que subir – dije por decir algo que ya era más que obvio.- Pero es imposible. Tenemos que subir por las escaleras y llegar hasta el otro ascensor y de ahí subir a la superficie. Pero es imposible.
-Podemos intentarlo. Podemos correr. – añadió Wally en un arrebato optimista pero ingenuo.
-¿Has visto cómo corren esas cosas? – le replicó Marc. – No sé tú pero yo casi me muero al subir esas escaleras, imagínate lo que será subir tres pisos.
-Y eso sin contar con la posibilidad de que alguno nos esté esperando arriba. ¿Cuántos debe haber? ¿Quince? ¿Veinte?
-Bárbara, tú y yo sabemos que no había tantas personas aquí esta noche.
-¿Y qué más da? Con uno basta. Ya viste lo que pasó en aquella sala.
-¿Donde estaba Allis Voidare?
La pregunta de Wally hico que Bárbara enmudeciera y que yo no supiera qué responder. Ambos habíamos dado por sentado que el hombre de allí abajo era Allis Voidare pero realmente no teníamos ninguna prueba de que eso fuera verdad. Sin embargo era muy obvio que si existía de verdad Allis Voidare, se trataba de aquel hombre que se encontraba ahora dos plantas por debajo de nosotros.
-Sí, exacto – respondí finalmente.
-¿Realmente es él?
-Si no lo es, es la mayor coincidencia que he visto jamás.
-¿Y ha sido él quien ha provocado esto?
-Yo no sé… yo sólo soy el maldito conserje. Vosotros trabajáis aquí, vosotros debéis saber más que yo sobre todo esto.
-Sólo organizamos información. Pasamos papeles de un lado a otro, redactamos informes y cosas así. No sabemos gran cosa, sólo lo que leemos.
-¿Y habéis leído algo sobre lo que realmente hacen aquí? Antes, cuando mencionamos a Allis reaccionaste como si no te pillara por sorpresa. No creíste que fuera una locura como aquel imbécil.
Wally carraspeó y se secó el sudor de la frente. Miró hacia Marc y este le devolvió la mirada. Parecían saber algo que el resto desconocía y que estaban a punto de contarnos.
-Verás, a veces… a veces ocurrían cosas raras.
-¿Qué clase de cosas?
-Papeles que desaparecían. Informes sobre la guerra de África y sobre algunos soldados que no habían vuelto. Había informes sobre tratamientos de medicina nuclear.
-Y lo de los cadáveres- añadió Marc de pronto.
-¿Cadáveres?
-Sí, verás, algunas noches veíamos a aquel grandullón ¿cómo se llamaba? ¿Anton? Bueno, pues le veíamos sacando bolsas de plástico negras que incluso a él le costaba transportar. Una noche, Marc y yo decidimos espiarle, ya sabes, más por curiosidad que por otra cosa. Sin embargo lo que vimos fue escalofriante. Esas bolsas no iban a parar junto a la demás basura sino que un camión especial venía a recogerlas. Nunca llegamos a ver qué había dentro de esas bolsas pero Anton siempre utilizaba el montacargas para subirlas hasta el otro ascensor. Nosotros supusimos que eran cadáveres descuartizados. Era pura imaginación nuestra. Desde ahí sacamos la teoría de que en realidad aquí era donde escondían a Allis Voidare. Por lo de los informes de África y todo eso. Además, los cadáveres descuartizados encajaban a la perfección en esa historia, ya sabes, como se supone que descuartizó a su mujer y todo eso que cuentan…
-¡Eso es mentira!
El grito de Bárbara nos hizo dar un brinco a los tres. Miré hacia ella y vi su rostro lleno de lágrimas y reflejando una furia que no había visto nunca en ningún otro lugar. Ninguno de nosotros dijo nada. No sabíamos qué decir ni el motivo por el que Bárbara había reaccionado de aquella manera. Cuando por fin pareció tranquilizarse me acerqué a ella.
-¿Estás bien?
-¿Por qué sigues haciendo preguntas tan estúpidas?- me respondió entre débiles sollozos.
-Bueno, vale. Mira, si no quieres contarme lo que sabes sobre Allis o quién quiera que sea el que se encuentre allí abajo lo respeto, pero no puedes ponerte así cada vez que alguien menciona algo del tema y menos ahora que estás así de mal.
Bárbara se apretó un poco más la venda improvisada que se había puesto en la herida y se secó las lágrimas con la mano que no tenía manchada con su propia sangre.
-Está bien. Lo… lo siento. Perdóname.
-No importa. Además, creo que se me ha ocurrido una idea para salir de aquí.
-¿Una idea?
-Exacto.
Llamé a Marc y a Wally para que se acercaran a nosotros. La historia de Anton y su trabajo de basurero me había dado una idea que antes no había contemplado. Quizá sería algo lento y difícil, pero era seguro y, lo más importante, era nuestra única opción.
-Dijiste que Anton subía la basura a través del montacargas ¿verdad?
-Así es.
-Luego entonces el montacargas puede subir el peso de un cadáver.
-No estamos seguros de que fueran realmente cadáveres.
-Yo sí lo estoy. Creedme. Y lo más importante es que el montacargas tiene un suministro de energía alternativo al de los ascensores y demás.
-¿Estás sugiriendo…?
-Sí – respondí antes de que Bárbara terminara de hacer la pregunta.
-Es una locura.
-Sí, pero es nuestra única opción.
(1/2)
Mi respiración aun era agitada cuando se empezaron a escuchar los gritos. Los mismos mecanismos de ventilación que aquella noche me hicieron escuchar los gritos de Allis Voidare servían ahora como medio de transmisión de la matanza que se estaba llevando acabo sobre nuestras cabezas. Marc y Wally no daban crédito a lo que estaba ocurriendo, todavía no habían logrado asimilar que aquello pasaba de verdad. Bárbara, más preocupada por no morir desangrada que por otra cosa, se tapaba de vez en cuando los oídos intentando sin éxito huir de aquellos gritos. Yo permanecí quieto, de pie, impotente y mirando al techo. No podía hacer nada, ninguno de nosotros podía hacer nada. ¿Acaso era culpa nuestra? ¿Acaso nosotros habíamos contribuido a que esas bestias se levantaran? Yo me quedé de pie y asumí mi culpa, si es que tenía alguna. Después de varios minutos los gritos por fin cesaron. Primero la calma predominó pero al poco tiempo el silencio se vio inundado por un grito casi al unísono que más tarde se transformó en un lamento furioso emitido por un número de aquellas criaturas que ni siquiera me atreví a imaginar.
-¿Y ahora qué? – dijo Bárbara rompiendo así nuestro silencio particular. Los tres la miramos con ninguna expresión conocida en nuestras caras. Parecía mentira que siendo la que en peores condiciones se encontraba fuera la primera que había decidido hacer algo, o al menos proponer la simple idea de hacer algo. Sin embargo nadie tenía una respuesta. En mi opinión cada vez era más evidente que nos encontrábamos en una tumba subterránea de la que nos sería imposible salir.
-Tenemos que subir – dije por decir algo que ya era más que obvio.- Pero es imposible. Tenemos que subir por las escaleras y llegar hasta el otro ascensor y de ahí subir a la superficie. Pero es imposible.
-Podemos intentarlo. Podemos correr. – añadió Wally en un arrebato optimista pero ingenuo.
-¿Has visto cómo corren esas cosas? – le replicó Marc. – No sé tú pero yo casi me muero al subir esas escaleras, imagínate lo que será subir tres pisos.
-Y eso sin contar con la posibilidad de que alguno nos esté esperando arriba. ¿Cuántos debe haber? ¿Quince? ¿Veinte?
-Bárbara, tú y yo sabemos que no había tantas personas aquí esta noche.
-¿Y qué más da? Con uno basta. Ya viste lo que pasó en aquella sala.
-¿Donde estaba Allis Voidare?
La pregunta de Wally hico que Bárbara enmudeciera y que yo no supiera qué responder. Ambos habíamos dado por sentado que el hombre de allí abajo era Allis Voidare pero realmente no teníamos ninguna prueba de que eso fuera verdad. Sin embargo era muy obvio que si existía de verdad Allis Voidare, se trataba de aquel hombre que se encontraba ahora dos plantas por debajo de nosotros.
-Sí, exacto – respondí finalmente.
-¿Realmente es él?
-Si no lo es, es la mayor coincidencia que he visto jamás.
-¿Y ha sido él quien ha provocado esto?
-Yo no sé… yo sólo soy el maldito conserje. Vosotros trabajáis aquí, vosotros debéis saber más que yo sobre todo esto.
-Sólo organizamos información. Pasamos papeles de un lado a otro, redactamos informes y cosas así. No sabemos gran cosa, sólo lo que leemos.
-¿Y habéis leído algo sobre lo que realmente hacen aquí? Antes, cuando mencionamos a Allis reaccionaste como si no te pillara por sorpresa. No creíste que fuera una locura como aquel imbécil.
Wally carraspeó y se secó el sudor de la frente. Miró hacia Marc y este le devolvió la mirada. Parecían saber algo que el resto desconocía y que estaban a punto de contarnos.
-Verás, a veces… a veces ocurrían cosas raras.
-¿Qué clase de cosas?
-Papeles que desaparecían. Informes sobre la guerra de África y sobre algunos soldados que no habían vuelto. Había informes sobre tratamientos de medicina nuclear.
-Y lo de los cadáveres- añadió Marc de pronto.
-¿Cadáveres?
-Sí, verás, algunas noches veíamos a aquel grandullón ¿cómo se llamaba? ¿Anton? Bueno, pues le veíamos sacando bolsas de plástico negras que incluso a él le costaba transportar. Una noche, Marc y yo decidimos espiarle, ya sabes, más por curiosidad que por otra cosa. Sin embargo lo que vimos fue escalofriante. Esas bolsas no iban a parar junto a la demás basura sino que un camión especial venía a recogerlas. Nunca llegamos a ver qué había dentro de esas bolsas pero Anton siempre utilizaba el montacargas para subirlas hasta el otro ascensor. Nosotros supusimos que eran cadáveres descuartizados. Era pura imaginación nuestra. Desde ahí sacamos la teoría de que en realidad aquí era donde escondían a Allis Voidare. Por lo de los informes de África y todo eso. Además, los cadáveres descuartizados encajaban a la perfección en esa historia, ya sabes, como se supone que descuartizó a su mujer y todo eso que cuentan…
-¡Eso es mentira!
El grito de Bárbara nos hizo dar un brinco a los tres. Miré hacia ella y vi su rostro lleno de lágrimas y reflejando una furia que no había visto nunca en ningún otro lugar. Ninguno de nosotros dijo nada. No sabíamos qué decir ni el motivo por el que Bárbara había reaccionado de aquella manera. Cuando por fin pareció tranquilizarse me acerqué a ella.
-¿Estás bien?
-¿Por qué sigues haciendo preguntas tan estúpidas?- me respondió entre débiles sollozos.
-Bueno, vale. Mira, si no quieres contarme lo que sabes sobre Allis o quién quiera que sea el que se encuentre allí abajo lo respeto, pero no puedes ponerte así cada vez que alguien menciona algo del tema y menos ahora que estás así de mal.
Bárbara se apretó un poco más la venda improvisada que se había puesto en la herida y se secó las lágrimas con la mano que no tenía manchada con su propia sangre.
-Está bien. Lo… lo siento. Perdóname.
-No importa. Además, creo que se me ha ocurrido una idea para salir de aquí.
-¿Una idea?
-Exacto.
Llamé a Marc y a Wally para que se acercaran a nosotros. La historia de Anton y su trabajo de basurero me había dado una idea que antes no había contemplado. Quizá sería algo lento y difícil, pero era seguro y, lo más importante, era nuestra única opción.
-Dijiste que Anton subía la basura a través del montacargas ¿verdad?
-Así es.
-Luego entonces el montacargas puede subir el peso de un cadáver.
-No estamos seguros de que fueran realmente cadáveres.
-Yo sí lo estoy. Creedme. Y lo más importante es que el montacargas tiene un suministro de energía alternativo al de los ascensores y demás.
-¿Estás sugiriendo…?
-Sí – respondí antes de que Bárbara terminara de hacer la pregunta.
-Es una locura.
-Sí, pero es nuestra única opción.
Última edición por Mad_Z el Miér Jun 03, 2009 3:28 am, editado 1 vez
Re: A quien pueda interesar
(2/2)
Cuando estuvimos preparados, los cuatro nos mentalizamos de que ese quizá se tratara de un ascenso lento y que seguramente se nos haría eterno. Sin embargo ninguno de nosotros quería quedarse sentado y esperando a morir en aquellas oficinas, bien de hambre y sed o bien cuando esas criaturas se apelotonaran sobre la puerta y acabaran echándola abajo.
Decidimos los turnos por los que iríamos subiendo hasta la última planta. Yo subiría primero y me aseguraría de que no hubiera ninguna criatura allí arriba. Si se daba el caso lo único que debía hacer era quedarme quietecito durante cinco segundo que es el tiempo que tardaría Bárbara en volver a hacer bajar el montacargas desde abajo. Aún así, y por si acaso, Bárbara me confió su tan preciada palanca que ya nos había sido muy útil varias veces aquella misma noche.
Me subí al estrecho montacargas encogiéndome tanto como me fue posible. Antes de iniciar el trayecto, Bárbara se acercó a mí y me susurró al oído “Ten cuidado, esta vez no voy a estar ahí para protegerte” Después me dedicó una sonrisa que no pude devolverle muy bien debido a la falta de espacio. Cuando la pequeña puerta se cerró casi literalmente delante de mis narices, el montacargas hizo un ruido extraño y comenzó a subir. Lo único que podía escuchar era el ruido del motor que movía aquel pequeño elevador y mi propia respiración agitada. Al cabo de dos minutos ni siquiera había llegado aún a la siguiente planta. El montacargas subía a una velocidad condenadamente lenta y alguna de mis extremidades ya se empezaba a dormir. Intenté acomodarme un poco y cambiar de postura pero un ruido no demasiado alentador me hizo saber que moverse ahí dentro no era una buena idea.
Pasé por fin la puerta de la planta -2. El montacargas se detuvo un instante y mi corazón se detuvo el mismo tiempo. Al rato el ascenso continuó y yo pude respirar aliviado o tan aliviado como me fue posible. Al cabo de otro buen rato pasé por la planta -1, la última por la que tenía que pasar hasta llegar a mi destino. Esta vez la parada momentánea del montacargas no fue lo que me hizo contener la respiración. Detrás de aquella pequeña puerta de metal se podían escuchar los débiles gemidos de aquellas criaturas apelotonadas haciendo algo que no me atreví a imaginar. El olor a sangre me inundó los pulmones y el sonido de huesos crujiendo y carne desgarrada me hizo desear poder mover las manos hasta mis oídos. Mantuve la calma como pude y por fin me fui alejando lentamente de aquella zona hasta que por fin llegué a la primera planta. Cogí la palanca rápidamente y empujé la puerta despacio antes de que el montacargas se detuviera. Decidido y casi suicida salí de aquella lata de sardinas y caí torpemente al suelo de la sala con la buena fortuna de que allí no se encontraba ninguna de esas criaturas. Lo primero que hice al ponerme en pie fue ir deprisa hacia el cuarto de los materiales y coger todos los palos de escoba y fregonas que había allí. Cuando volví al lado del montacargas, este ya había iniciado un largo recorrido de vuelta hacia abajo. Con los palos que había cogido aseguré la puerta de las escaleras para que ningún monstruo nos pillara allí por sorpresa. Después me limité a esperar a que el resto subieran y a pensar en la segunda parte del plan que nos iba a sacar de allí.
Al cabo de varios minutos que se me hicieron muy largos, aunque no tanto como los que pasé dentro del montacargas, Wally subió y se unió a mí. Tenía la cara pálida y al principio no reaccionó de ninguna manera al verme. Supuse que eran las secuelas de pasar por la planta anterior y lo cierto es que no me sorprendía. Una vez que recuperó el color, Wally y yo unimos fuerzas para abrir las puertas del ascensor que llevaba a la superficie. No fue fácil pero la milagrosa palanca de Bárbara nos agilizó considerablemente el trabajo. El hueco del ascensor era como una gigantesca chimenea oscura y amenazadora. Giré con rapidez la manivela de mi linterna y apunté hacia los tres lados de aquel hueco lleno de cables y metal. Entonces la vi. Una pequeña escalera que se perdía en lo alto. La escalera que nos sacaría de aquel horrible lugar. Wally sonrió a mi lado y soltó una sonora carcajada que retumbó en aquel inmenso y largo hueco de ascensor. Al poco tiempo llegó Bárbara y se unió a nuestra alegría aunque de una forma más moderada que la de Wally. Ya sólo nos quedaba esperar a que Marc llegara y entonces podríamos poner rumbo a nuestro ascenso final. Se escuchó en ese preciso momento de júbilo un chillido metálico que provenía del hueco del montacargas. Rápidamente nos asomamos a ver de qué se trataba. Bárbara abrió la pequeña puerta y echó un vistazo hacia abajo. Un grito desesperado acompañado de todo un coro de rugidos infernales ascendió por el hueco del montacargas e hizo que Bárbara retrocediera varios pasos. Como una exhalación me asomé a través de aquella puerta y vi como aquellas criaturas habían abierto la puerta en la planta -1. Marc gritaba pidiendo ayuda pero ninguno de nosotros podía hacer ya nada por él. Al poco rato los gritos cesaron y antes de que pudiéramos decir nada una gran explosión unida a un fogonazo de luz procedente del hueco abierto del ascensor iluminó la planta y nos cegó por un momento. Intenté asomarme pero Bárbara me detuvo. Por aquel hueco en el que minutos antes había estado nuestra salvación ahora sólo caían bolas de fuego y trozos de hierro ardiendo. Quise llorar pero no pude hacerlo. Incluso llegué a desear el trágico destino que había sufrido el pobre Marc. Sin embargo, antes de que pudiera marchar directo hacia las fauces de aquellas criaturas, el ascensor interno que comunicaba las instalaciones llegó a nuestra planta con dos figuras en su interior. Más por un acto reflejo que por instinto de supervivencia agarré la palanca con fuerza y me preparé para lo peor. Miré a Bárbara e intenté decirle algunas palabras de ánimo pero lo único que alcancé a decir fue “Ahora sí que estamos muertos”.
Cuando estuvimos preparados, los cuatro nos mentalizamos de que ese quizá se tratara de un ascenso lento y que seguramente se nos haría eterno. Sin embargo ninguno de nosotros quería quedarse sentado y esperando a morir en aquellas oficinas, bien de hambre y sed o bien cuando esas criaturas se apelotonaran sobre la puerta y acabaran echándola abajo.
Decidimos los turnos por los que iríamos subiendo hasta la última planta. Yo subiría primero y me aseguraría de que no hubiera ninguna criatura allí arriba. Si se daba el caso lo único que debía hacer era quedarme quietecito durante cinco segundo que es el tiempo que tardaría Bárbara en volver a hacer bajar el montacargas desde abajo. Aún así, y por si acaso, Bárbara me confió su tan preciada palanca que ya nos había sido muy útil varias veces aquella misma noche.
Me subí al estrecho montacargas encogiéndome tanto como me fue posible. Antes de iniciar el trayecto, Bárbara se acercó a mí y me susurró al oído “Ten cuidado, esta vez no voy a estar ahí para protegerte” Después me dedicó una sonrisa que no pude devolverle muy bien debido a la falta de espacio. Cuando la pequeña puerta se cerró casi literalmente delante de mis narices, el montacargas hizo un ruido extraño y comenzó a subir. Lo único que podía escuchar era el ruido del motor que movía aquel pequeño elevador y mi propia respiración agitada. Al cabo de dos minutos ni siquiera había llegado aún a la siguiente planta. El montacargas subía a una velocidad condenadamente lenta y alguna de mis extremidades ya se empezaba a dormir. Intenté acomodarme un poco y cambiar de postura pero un ruido no demasiado alentador me hizo saber que moverse ahí dentro no era una buena idea.
Pasé por fin la puerta de la planta -2. El montacargas se detuvo un instante y mi corazón se detuvo el mismo tiempo. Al rato el ascenso continuó y yo pude respirar aliviado o tan aliviado como me fue posible. Al cabo de otro buen rato pasé por la planta -1, la última por la que tenía que pasar hasta llegar a mi destino. Esta vez la parada momentánea del montacargas no fue lo que me hizo contener la respiración. Detrás de aquella pequeña puerta de metal se podían escuchar los débiles gemidos de aquellas criaturas apelotonadas haciendo algo que no me atreví a imaginar. El olor a sangre me inundó los pulmones y el sonido de huesos crujiendo y carne desgarrada me hizo desear poder mover las manos hasta mis oídos. Mantuve la calma como pude y por fin me fui alejando lentamente de aquella zona hasta que por fin llegué a la primera planta. Cogí la palanca rápidamente y empujé la puerta despacio antes de que el montacargas se detuviera. Decidido y casi suicida salí de aquella lata de sardinas y caí torpemente al suelo de la sala con la buena fortuna de que allí no se encontraba ninguna de esas criaturas. Lo primero que hice al ponerme en pie fue ir deprisa hacia el cuarto de los materiales y coger todos los palos de escoba y fregonas que había allí. Cuando volví al lado del montacargas, este ya había iniciado un largo recorrido de vuelta hacia abajo. Con los palos que había cogido aseguré la puerta de las escaleras para que ningún monstruo nos pillara allí por sorpresa. Después me limité a esperar a que el resto subieran y a pensar en la segunda parte del plan que nos iba a sacar de allí.
Al cabo de varios minutos que se me hicieron muy largos, aunque no tanto como los que pasé dentro del montacargas, Wally subió y se unió a mí. Tenía la cara pálida y al principio no reaccionó de ninguna manera al verme. Supuse que eran las secuelas de pasar por la planta anterior y lo cierto es que no me sorprendía. Una vez que recuperó el color, Wally y yo unimos fuerzas para abrir las puertas del ascensor que llevaba a la superficie. No fue fácil pero la milagrosa palanca de Bárbara nos agilizó considerablemente el trabajo. El hueco del ascensor era como una gigantesca chimenea oscura y amenazadora. Giré con rapidez la manivela de mi linterna y apunté hacia los tres lados de aquel hueco lleno de cables y metal. Entonces la vi. Una pequeña escalera que se perdía en lo alto. La escalera que nos sacaría de aquel horrible lugar. Wally sonrió a mi lado y soltó una sonora carcajada que retumbó en aquel inmenso y largo hueco de ascensor. Al poco tiempo llegó Bárbara y se unió a nuestra alegría aunque de una forma más moderada que la de Wally. Ya sólo nos quedaba esperar a que Marc llegara y entonces podríamos poner rumbo a nuestro ascenso final. Se escuchó en ese preciso momento de júbilo un chillido metálico que provenía del hueco del montacargas. Rápidamente nos asomamos a ver de qué se trataba. Bárbara abrió la pequeña puerta y echó un vistazo hacia abajo. Un grito desesperado acompañado de todo un coro de rugidos infernales ascendió por el hueco del montacargas e hizo que Bárbara retrocediera varios pasos. Como una exhalación me asomé a través de aquella puerta y vi como aquellas criaturas habían abierto la puerta en la planta -1. Marc gritaba pidiendo ayuda pero ninguno de nosotros podía hacer ya nada por él. Al poco rato los gritos cesaron y antes de que pudiéramos decir nada una gran explosión unida a un fogonazo de luz procedente del hueco abierto del ascensor iluminó la planta y nos cegó por un momento. Intenté asomarme pero Bárbara me detuvo. Por aquel hueco en el que minutos antes había estado nuestra salvación ahora sólo caían bolas de fuego y trozos de hierro ardiendo. Quise llorar pero no pude hacerlo. Incluso llegué a desear el trágico destino que había sufrido el pobre Marc. Sin embargo, antes de que pudiera marchar directo hacia las fauces de aquellas criaturas, el ascensor interno que comunicaba las instalaciones llegó a nuestra planta con dos figuras en su interior. Más por un acto reflejo que por instinto de supervivencia agarré la palanca con fuerza y me preparé para lo peor. Miré a Bárbara e intenté decirle algunas palabras de ánimo pero lo único que alcancé a decir fue “Ahora sí que estamos muertos”.
Re: A quien pueda interesar
Mad_Z acabas de ascender en mi escala mental a dios de los relatos
Banderworld- Encargado de las mantas
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Re: A quien pueda interesar
La verdad, que a pesar de ser ya 11 capítulos, la originalidad no se pierde...
Cada vez es mejor...
Me encanta...
¡¡¡Buenísimo!!!
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Facalj- Jefe del refugio
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Re: A quien pueda interesar
Loco_Z,a ver cuando actualizamos un poquito ¬¬
Walter Kovacs- Cazador mediocre
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Re: A quien pueda interesar
espero que continue, publica otro capituo please, esta emocionante
aaroncdoce- Superviviente
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Re: A quien pueda interesar
Mad, me hago viejo...
Saca el capitulo entrante rapido!!! :B
Mis uñas se terminan! SOLO QUEDAN DEDOS xD!
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Re: A quien pueda interesar
Probando, probando...
Lamento la tardanza pero ahora mismo estoy en la otra punta del mundo, en Auckland, Nueva Zelanda, y me es practicamente imposible publicar nuevos capitulos desde aqui porque no tengo Ñ en el teclado (ahora si, pero es una excepcion) Pero mi cabeza trabaja en ideas y ya tengo el desenlace de la historia pensado y todo esquematizado, asi que solo sera garabatear en el papel (o teclear en el ordenador) cuando llegue y publicare nuevos capitulos. De todos modos, muchas gracias por mostrar tanto interes por mi relato, es un gran incentivo y me ayuda a escribir. El 28 de este mismo mes regreso, a partir de esa fecha, el siguiente capitulo sera inminente.
Lamento la tardanza pero ahora mismo estoy en la otra punta del mundo, en Auckland, Nueva Zelanda, y me es practicamente imposible publicar nuevos capitulos desde aqui porque no tengo Ñ en el teclado (ahora si, pero es una excepcion) Pero mi cabeza trabaja en ideas y ya tengo el desenlace de la historia pensado y todo esquematizado, asi que solo sera garabatear en el papel (o teclear en el ordenador) cuando llegue y publicare nuevos capitulos. De todos modos, muchas gracias por mostrar tanto interes por mi relato, es un gran incentivo y me ayuda a escribir. El 28 de este mismo mes regreso, a partir de esa fecha, el siguiente capitulo sera inminente.
Re: A quien pueda interesar
Es bueno saberlo, todos vamos a saber esperar
Saludos, y suerte
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Facalj- Jefe del refugio
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Re: A quien pueda interesar
Bueno, allá vamos de nuevo.
CAPÍTULO 12: La grieta
(1/2)
Bárbara me agarró de la mano con fuerza. Estábamos listos. Moriríamos pero moriríamos peleando. Wally rezaba una plegaria en voz baja. Yo lo habría hecho de haber sabido y de pensar que nos iba a servir de algo. Levanté la palanca y me abalancé sobre uno de ellos mientras Bárbara empujaba al otro hasta dentro del propio ascensor.
-¡Esperad! – gritó una de esas criaturas.
-¡No somos como ellos! ¡No somos como ellos! – añadió el segundo
Detuve el brazo en lo alto justo antes de golpear a aquel hombre en la cabeza. Si hubiera pasado un solo segundo más le habría matado, habría matado a un hombre.
-¡No somos como ellos! – volvieron a gritar
-¿Pero qué demonios? ¿Quiénes sois vosotros? – gritó Bárbara exaltada y con la misma mirada en los ojos que debía tener yo.
-Venimos de la planta de abajo.
-¿De cual?
-De las oficinas
-Eso no puede ser. Yo acabo de llegar de allí y allí no os he visto.
-Vimos a ese chico. Nos dijo que estabais subiendo hasta esta planta. Le dijimos que subiríamos mejor en el ascensor que en el montacargas pero entonces…
-Mentira- interrumpí yo- los ascensores no funcionan por la noche.
-Bueno, verás… para nosotros sí.
Me quedé mirando a aquel hombre al que Bárbara aún agarraba con fuerza y parecía no querer soltar. Hice un gesto para que le liberara pero ella no me hizo caso.
-Bárbara… estás sangrando
-Oh, ¡joder!
Ante la visión del vendaje cada vez más rojo Bárbara por fin soltó a aquel hombre y yo hice lo mismo con el que tenía frente a mí.
-Poneos en pie. Vais a contárnoslo todo.
-De acuerdo…
Fui con Bárbara hasta mi cuarto donde tenía algunas camisas que nos podrían servir para cambiarle el vendaje. Parecía estar muy cansada y no era de extrañar. Lo cierto es que los dos estábamos agotados. Yo había perdido ya casi la noción del tiempo y me costaba creerme que de verdad estuviéramos a tantos metros por debajo de la superficie.
-¿Vamos a morir aquí, verdad? – me preguntó ella.
-No… no… no sé qué decirte.
-Dime lo que piensas.
-No sé qué pensar. Todo esto… es tan extraño. Han pasado tantas cosas que se supone que no deberían pasar que ya no sé lo que puede o lo que no puede ser.
-¿Y qué vamos a hacer? ¿Qué esperas que nos digan esos dos?
-Quizá ellos sepan algo de todo lo que ocurre aquí. Así, si morimos, al menos moriremos con respuestas.
Bárbara sonrió mientras se quitaba el pañuelo ensangrentado y se lo cambiaba por un trozo de una camisa mía a la que solía tener bastante aprecio. Recordé entonces que yo también tenía una herida en la cabeza más o menos considerable pero que por fortuna había dejado de sangrar. Sin embargo, el picor de mi ojo izquierdo seguía presente y a veces me hacía desear rascarme incluso por dentro.
-¿Ves bien?
-Sí, tranquila, es sólo un picor que me viene de vez en cuando.
-¿Crees que… quizá algo te entró en el ojo?
Intenté responder que no pero mis labios se cerraron antes de poder articular palabra alguna. Aquello que salpicó a aquel monstruo de la bata blanca también había llegado hasta mí, aunque en menor cantidad. Bárbara y yo habíamos sido testigos de cómo aquella sustancia que emanó del interior de la columna de Allis Voidare había hecho cambiar a su torturador de un momento a otro, y también habíamos sido testigos de cómo ese hombre había contagiado con lo que fuera a los demás y les había convertido en criaturas igual de feroces que él.
-¿Te encuentras bien?
-Puede que… quizá me entrara algo en el ojo.
-¿Cómo…?
-Es decir, no sé, me saltó a la cara pero todo pasó tan rápido…
Bárbara no supo qué decir. En un momento comprendió lo mismo que había comprendido yo segundos antes. Sabía en lo que me convertiría si algo de aquella sustancia me había entrado en el ojo.
-Escúchame. Mírame – me acerqué a ella y ella me miró a los ojos – Si algo me pasa, si cambio y me convierto en uno de ellos, quiero que me prometas que acabarás conmigo.
-No… yo… no puedo hacerlo.
-Debes hacerlo. Si me transformo en una de esas cosas debes matarme. Vamos, vi como cogiste a ese idiota de la pistola. Sólo tendrías que hacer lo mismo conmigo.
-No es lo mismo…
-Sí lo es. Si me vuelvo como ellos os pondré en peligro.
-Bueno, vamos a morir igual…
-Quizá… pero no quiero hacerte daño.
Se hizo un silencio que duró una eternidad. Bárbara me miraba con ojos vidriosos y yo sonreía intentando no hacer más dramático aquel momento.
-Me salvaste la vida, Bárbara. Si no me hubieras sacado del refrigerador esos monstruos me habrían matado. Permíteme salvarte la vida a ti impidiendo que pueda hacerte daño.
Bárbara se acercó más a mí lentamente. Por su mejilla caía una lágrima en la que casi podía verme reflejado.
-No te va a pasar nada. Seguro que no es nada – me dijo mientras se acercaba su cara a la mía y cerraba los ojos. Estaba cerca, muy cerca.
-Ejem, perdón, ¿interrumpo?
Wally entró en el cuarto y rápidamente Bárbara y yo nos separamos. Wally nos miró durante unos segundos y luego me sonrió y levantó las cejas de una forma que quería decirme algo pero que no entendí.
-¿Qué pasa? – preguntó Bárbara.
-Esos dos tipos preguntan por el conserje.
-¿Por mí?
-Sí, al parecer hay algo que te tienen que decir.
La mirada de Bárbara reflejaba la misma incertidumbre que la mía. Levanté los hombros para hacerle entender que no sabía de qué podía tratarse ya que yo nunca antes había visto a esos dos hombres. Sin embargo, dada la situación en la que nos encontrábamos, lo mejor sin duda era escuchar lo que tuvieran que decir. Salimos de mi cuarto y fuimos hasta el comedor donde Wally y los otros dos habían empezado a saquear la comida que había allí. Cuando entramos los dos extraños hombres se acercaron a una mesa y todos nos sentamos. Había muchas preguntas que necesitaban respuesta, y ya era hora de empezar a hacerlas.
-¿Eres tú el conserje?
-Sí… soy yo.
-¿No eres un poco joven?
-¿Importa eso?
-No, supongo que no. Bueno, lo primero es presentarnos. Él es Darío – dijo señalando al hombrecillo de frente grande y pelo negro sentado a su derecha – Yo me llamo George.
-Nosotros somos Wally, Bárbara y yo, el conserje. Ya estamos presentados.
Wally y Bárbara me miraron como si fueran ellos lo que quisieran hacer preguntas, sin embargo antes de que pudieran decir nada, George continuó.
-Bueno. Supongo que tendréis muchas preguntas así que supongo que es hora de que las hagáis.
Era cierto que la cantidad de preguntas que teníamos en aquel momento era considerable. Pero a pesar de ello no sabíamos cuál hacer primero.
-La más importante ahora mismo es si existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salir de aquí.- dijo Bárbara.
-Es probable. Verás, estas instalaciones no son nada modernas como podéis comprobar. Se puede decir que los ascensores son lo más moderno que vais a encontrar aquí. Por eso mismo existe una posibilidad de poder escapar. Si esto estuviera más informatizado seguramente a estas alturas que estaríamos muertos, y dado que no lo está sólo ha ocurrido lo más básico en una situación de descontrol. Han volado por los aires el único conducto de salida a la superficie.
-¿Quieres decir que en vez de matarnos sólo nos han encerrado aquí sin oportunidad de escapar?
-Más o menos. Eran esos cuatro doctores los que estaban al cargo de este emplazamiento subterráneo, al quedar ellos “indispuestos” sólo nosotros dos conocemos la única salida que queda, y créeme, no nos fue fácil descubrir su existencia.
-¿Y dónde está esa salida?
-Abajo, en la sala secreta.
-¿Donde está Allis Voidare?- preguntó Wally entusiasmado.
-Por lo que veo ya no es tan secreta.
-¿De verdad se trata de Allis Voidare? – pregunté para poner fin de una vez a esa incógnita.
-Al menos lo que queda de él – me respondió Darío hablando por primera vez desde que me abalancé sobre él en el ascensor.
-Y… ¿cómo se explica eso? Quiero decir ¿por qué?
-La verdad chico, es que nadie sabe la respuesta a eso. Sólo los llamados “Cuatro Jinetes” podían saber algo pero me temo que ya no nos dirán nada al respecto. Lo único que nosotros sabemos es que todo el trabajo que se hacía aquí estaba centrado, de una manera o de otra, en él.
-Y por eso le habéis operado en vida ¿verdad? Por eso le habéis abierto en canal aun sabiendo que es capaz de sentir dolor ¡Esos cuatro mal nacidos merecen todo lo que les ha ocurrido!
Bárbara volvió a explotar como cada vez que se mencionaba el tema de Allis. Muy atrás quedaba ya la tímida chica que solía ver en la cocina ayudando a Doris.
-Es cierto. Sí. Pero imagínate lo que podríamos haber logrado de haber descubierto la razón que le hacía inmortal e inmune a las enfermedades. Ese hombre era prácticamente la respuesta a la inmortalidad, la fuente de la vida eterna.
-Aquel pobre hombre parecía más un muerto viviente que un inmortal. Si el precio a pagar por la vida eterna es ese creo que todos preferiríamos morir.
George no respondió. Estaba claro que no había visto con sus ojos lo mismo que nosotros. Era un simple científico centrando en informes, fórmulas y mucha teoría. Pero no había sido testigo en primera persona del sufrimiento que Bárbara y yo habíamos presenciado.
-Bueno, ¿entonces dices que hay una salida en la sala donde se encuentra Allis?
-Algo así. Más bien es una grieta. Un fallo de la estructura. Verás, este emplazamiento está construido en una cavidad natural. Se aprovechó una sima muy profunda para construir este sitio bajo tierra. Sin embargo esta es la zona más superficial a pesar de todo. Debajo de nosotros hay mucho más.
-Pero eso es un suicidio, es encerrarnos cada vez más bajo tierra. Que haya un sitio que no saque de aquí no significa que tenga una salida.
-Pero es que sí la tiene. Los Cuatro doctores encargaron construir una salida de emergencia que sólo ellos conocieran. El protocolo en caso de descontrol consiste en bloquear la salida, pero esa grieta está fuera del protocolo.
-Entonces realmente…
-Sí, se puede salir de aquí.
CAPÍTULO 12: La grieta
(1/2)
Bárbara me agarró de la mano con fuerza. Estábamos listos. Moriríamos pero moriríamos peleando. Wally rezaba una plegaria en voz baja. Yo lo habría hecho de haber sabido y de pensar que nos iba a servir de algo. Levanté la palanca y me abalancé sobre uno de ellos mientras Bárbara empujaba al otro hasta dentro del propio ascensor.
-¡Esperad! – gritó una de esas criaturas.
-¡No somos como ellos! ¡No somos como ellos! – añadió el segundo
Detuve el brazo en lo alto justo antes de golpear a aquel hombre en la cabeza. Si hubiera pasado un solo segundo más le habría matado, habría matado a un hombre.
-¡No somos como ellos! – volvieron a gritar
-¿Pero qué demonios? ¿Quiénes sois vosotros? – gritó Bárbara exaltada y con la misma mirada en los ojos que debía tener yo.
-Venimos de la planta de abajo.
-¿De cual?
-De las oficinas
-Eso no puede ser. Yo acabo de llegar de allí y allí no os he visto.
-Vimos a ese chico. Nos dijo que estabais subiendo hasta esta planta. Le dijimos que subiríamos mejor en el ascensor que en el montacargas pero entonces…
-Mentira- interrumpí yo- los ascensores no funcionan por la noche.
-Bueno, verás… para nosotros sí.
Me quedé mirando a aquel hombre al que Bárbara aún agarraba con fuerza y parecía no querer soltar. Hice un gesto para que le liberara pero ella no me hizo caso.
-Bárbara… estás sangrando
-Oh, ¡joder!
Ante la visión del vendaje cada vez más rojo Bárbara por fin soltó a aquel hombre y yo hice lo mismo con el que tenía frente a mí.
-Poneos en pie. Vais a contárnoslo todo.
-De acuerdo…
Fui con Bárbara hasta mi cuarto donde tenía algunas camisas que nos podrían servir para cambiarle el vendaje. Parecía estar muy cansada y no era de extrañar. Lo cierto es que los dos estábamos agotados. Yo había perdido ya casi la noción del tiempo y me costaba creerme que de verdad estuviéramos a tantos metros por debajo de la superficie.
-¿Vamos a morir aquí, verdad? – me preguntó ella.
-No… no… no sé qué decirte.
-Dime lo que piensas.
-No sé qué pensar. Todo esto… es tan extraño. Han pasado tantas cosas que se supone que no deberían pasar que ya no sé lo que puede o lo que no puede ser.
-¿Y qué vamos a hacer? ¿Qué esperas que nos digan esos dos?
-Quizá ellos sepan algo de todo lo que ocurre aquí. Así, si morimos, al menos moriremos con respuestas.
Bárbara sonrió mientras se quitaba el pañuelo ensangrentado y se lo cambiaba por un trozo de una camisa mía a la que solía tener bastante aprecio. Recordé entonces que yo también tenía una herida en la cabeza más o menos considerable pero que por fortuna había dejado de sangrar. Sin embargo, el picor de mi ojo izquierdo seguía presente y a veces me hacía desear rascarme incluso por dentro.
-¿Ves bien?
-Sí, tranquila, es sólo un picor que me viene de vez en cuando.
-¿Crees que… quizá algo te entró en el ojo?
Intenté responder que no pero mis labios se cerraron antes de poder articular palabra alguna. Aquello que salpicó a aquel monstruo de la bata blanca también había llegado hasta mí, aunque en menor cantidad. Bárbara y yo habíamos sido testigos de cómo aquella sustancia que emanó del interior de la columna de Allis Voidare había hecho cambiar a su torturador de un momento a otro, y también habíamos sido testigos de cómo ese hombre había contagiado con lo que fuera a los demás y les había convertido en criaturas igual de feroces que él.
-¿Te encuentras bien?
-Puede que… quizá me entrara algo en el ojo.
-¿Cómo…?
-Es decir, no sé, me saltó a la cara pero todo pasó tan rápido…
Bárbara no supo qué decir. En un momento comprendió lo mismo que había comprendido yo segundos antes. Sabía en lo que me convertiría si algo de aquella sustancia me había entrado en el ojo.
-Escúchame. Mírame – me acerqué a ella y ella me miró a los ojos – Si algo me pasa, si cambio y me convierto en uno de ellos, quiero que me prometas que acabarás conmigo.
-No… yo… no puedo hacerlo.
-Debes hacerlo. Si me transformo en una de esas cosas debes matarme. Vamos, vi como cogiste a ese idiota de la pistola. Sólo tendrías que hacer lo mismo conmigo.
-No es lo mismo…
-Sí lo es. Si me vuelvo como ellos os pondré en peligro.
-Bueno, vamos a morir igual…
-Quizá… pero no quiero hacerte daño.
Se hizo un silencio que duró una eternidad. Bárbara me miraba con ojos vidriosos y yo sonreía intentando no hacer más dramático aquel momento.
-Me salvaste la vida, Bárbara. Si no me hubieras sacado del refrigerador esos monstruos me habrían matado. Permíteme salvarte la vida a ti impidiendo que pueda hacerte daño.
Bárbara se acercó más a mí lentamente. Por su mejilla caía una lágrima en la que casi podía verme reflejado.
-No te va a pasar nada. Seguro que no es nada – me dijo mientras se acercaba su cara a la mía y cerraba los ojos. Estaba cerca, muy cerca.
-Ejem, perdón, ¿interrumpo?
Wally entró en el cuarto y rápidamente Bárbara y yo nos separamos. Wally nos miró durante unos segundos y luego me sonrió y levantó las cejas de una forma que quería decirme algo pero que no entendí.
-¿Qué pasa? – preguntó Bárbara.
-Esos dos tipos preguntan por el conserje.
-¿Por mí?
-Sí, al parecer hay algo que te tienen que decir.
La mirada de Bárbara reflejaba la misma incertidumbre que la mía. Levanté los hombros para hacerle entender que no sabía de qué podía tratarse ya que yo nunca antes había visto a esos dos hombres. Sin embargo, dada la situación en la que nos encontrábamos, lo mejor sin duda era escuchar lo que tuvieran que decir. Salimos de mi cuarto y fuimos hasta el comedor donde Wally y los otros dos habían empezado a saquear la comida que había allí. Cuando entramos los dos extraños hombres se acercaron a una mesa y todos nos sentamos. Había muchas preguntas que necesitaban respuesta, y ya era hora de empezar a hacerlas.
-¿Eres tú el conserje?
-Sí… soy yo.
-¿No eres un poco joven?
-¿Importa eso?
-No, supongo que no. Bueno, lo primero es presentarnos. Él es Darío – dijo señalando al hombrecillo de frente grande y pelo negro sentado a su derecha – Yo me llamo George.
-Nosotros somos Wally, Bárbara y yo, el conserje. Ya estamos presentados.
Wally y Bárbara me miraron como si fueran ellos lo que quisieran hacer preguntas, sin embargo antes de que pudieran decir nada, George continuó.
-Bueno. Supongo que tendréis muchas preguntas así que supongo que es hora de que las hagáis.
Era cierto que la cantidad de preguntas que teníamos en aquel momento era considerable. Pero a pesar de ello no sabíamos cuál hacer primero.
-La más importante ahora mismo es si existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salir de aquí.- dijo Bárbara.
-Es probable. Verás, estas instalaciones no son nada modernas como podéis comprobar. Se puede decir que los ascensores son lo más moderno que vais a encontrar aquí. Por eso mismo existe una posibilidad de poder escapar. Si esto estuviera más informatizado seguramente a estas alturas que estaríamos muertos, y dado que no lo está sólo ha ocurrido lo más básico en una situación de descontrol. Han volado por los aires el único conducto de salida a la superficie.
-¿Quieres decir que en vez de matarnos sólo nos han encerrado aquí sin oportunidad de escapar?
-Más o menos. Eran esos cuatro doctores los que estaban al cargo de este emplazamiento subterráneo, al quedar ellos “indispuestos” sólo nosotros dos conocemos la única salida que queda, y créeme, no nos fue fácil descubrir su existencia.
-¿Y dónde está esa salida?
-Abajo, en la sala secreta.
-¿Donde está Allis Voidare?- preguntó Wally entusiasmado.
-Por lo que veo ya no es tan secreta.
-¿De verdad se trata de Allis Voidare? – pregunté para poner fin de una vez a esa incógnita.
-Al menos lo que queda de él – me respondió Darío hablando por primera vez desde que me abalancé sobre él en el ascensor.
-Y… ¿cómo se explica eso? Quiero decir ¿por qué?
-La verdad chico, es que nadie sabe la respuesta a eso. Sólo los llamados “Cuatro Jinetes” podían saber algo pero me temo que ya no nos dirán nada al respecto. Lo único que nosotros sabemos es que todo el trabajo que se hacía aquí estaba centrado, de una manera o de otra, en él.
-Y por eso le habéis operado en vida ¿verdad? Por eso le habéis abierto en canal aun sabiendo que es capaz de sentir dolor ¡Esos cuatro mal nacidos merecen todo lo que les ha ocurrido!
Bárbara volvió a explotar como cada vez que se mencionaba el tema de Allis. Muy atrás quedaba ya la tímida chica que solía ver en la cocina ayudando a Doris.
-Es cierto. Sí. Pero imagínate lo que podríamos haber logrado de haber descubierto la razón que le hacía inmortal e inmune a las enfermedades. Ese hombre era prácticamente la respuesta a la inmortalidad, la fuente de la vida eterna.
-Aquel pobre hombre parecía más un muerto viviente que un inmortal. Si el precio a pagar por la vida eterna es ese creo que todos preferiríamos morir.
George no respondió. Estaba claro que no había visto con sus ojos lo mismo que nosotros. Era un simple científico centrando en informes, fórmulas y mucha teoría. Pero no había sido testigo en primera persona del sufrimiento que Bárbara y yo habíamos presenciado.
-Bueno, ¿entonces dices que hay una salida en la sala donde se encuentra Allis?
-Algo así. Más bien es una grieta. Un fallo de la estructura. Verás, este emplazamiento está construido en una cavidad natural. Se aprovechó una sima muy profunda para construir este sitio bajo tierra. Sin embargo esta es la zona más superficial a pesar de todo. Debajo de nosotros hay mucho más.
-Pero eso es un suicidio, es encerrarnos cada vez más bajo tierra. Que haya un sitio que no saque de aquí no significa que tenga una salida.
-Pero es que sí la tiene. Los Cuatro doctores encargaron construir una salida de emergencia que sólo ellos conocieran. El protocolo en caso de descontrol consiste en bloquear la salida, pero esa grieta está fuera del protocolo.
-Entonces realmente…
-Sí, se puede salir de aquí.
Re: A quien pueda interesar
Sí se puede.
Walter Kovacs- Cazador mediocre
- Cantidad de envíos : 989
Edad : 30
Localización : Leganés (Madrid)
Fecha de inscripción : 02/05/2009
Re: A quien pueda interesar
Muy bueno, seguí así...
Saludos
PD: me encantó...
Saludos
PD: me encantó...
Facalj- Jefe del refugio
- Cantidad de envíos : 3306
Edad : 44
Localización : En ningún lugar y en todos lados
Fecha de inscripción : 24/03/2009
Re: A quien pueda interesar
sin duda alguna uno de las mejores historias que lei
sigue asi
sigue asi
krauser- Recien llegado al refugio
- Cantidad de envíos : 8
Edad : 30
Localización : saliendo del pueblo de RE 4
Fecha de inscripción : 17/07/2009
Re: A quien pueda interesar
¿Dónde se habrá metido ese tal Mad_Z?
Walter Kovacs- Cazador mediocre
- Cantidad de envíos : 989
Edad : 30
Localización : Leganés (Madrid)
Fecha de inscripción : 02/05/2009
Re: A quien pueda interesar
¿Porque cuando un usuario pasa mas de dos meses sin postear algo sentis la imperiosa necesidad de comunicarnos a todo el foro en uno de los hilos del desaparecido vuestra preocupacion hacia el?
Página 2 de 2. • 1, 2
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