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El Despertar

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Mensaje  El despertar Dom Mayo 08, 2011 2:35 pm

Hace tiempo, escribí una novela de temática zombie. una editorial se interesó, pero ya sabeis... clausulas abusivas... en fin, que no me iban a dejar ni pa pipas. Así que he decidido publicarla en un Blog. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]

Postearé aquí los capítulos, si alguien quiere, puede visitar la web. también tenemos en ella una galería de ilustraciones.

Entrada I - Preludio

El Despertar Guerra


El mundo parecía haberse vuelto loco en los últimos dos años.
Las dos Coreas se enzarzaron en una cruenta guerra que dejó cientos de miles de huérfanos, y bastas extensiones de tierra que antes se veían ahogadas por el bullicio de la gente, ahora amanecían muertas; arrasadas por los cruentos bombardeos y los violentos enfrentamientos que habían acabado con gran parte de la población civil.
La violencia había seguido su escalada en otras partes del mundo; El pueblo Saharaui fue arrasado a manos del ejército marroquí, sin que ninguna fuerza militar acudiera a detener semejante masacre. Cientos de niños, mujeres y hombres armados con piedras y palos, no pudieron hacer frente a la ofensiva del ejército del reino de Marruecos, que llevó a cabo un genocidio que solo encontró por respuesta una condena unánime de la violencia por parte de la ONU.
La situación en otras zonas en conflicto no era mejor. El ejército israelí había endurecido sus ofensivas sobre Gaza, y el conflicto se había extendido al resto de países árabes cercanos a Israel. Estados Unidos, ante las dimensiones que estaba tomando el asunto, decidió no tomar parte del conflicto, dejando que las tropas de la ONU hiciesen su trabajo sin interferir a favor del bando israelí.
En menos de dos años, se habían recrudecido de una forma alarmante los conflictos antiguos, y habían aparecido nuevos problemas bélicos que parecían haber quedado en el olvido.
Las limpiezas étnicas en África habían adquirido dimensiones espeluznantes, pueblos enteros eran asesinados a machete sin que nadie hiciese nada al respecto.
Afganistán, continuaba enfrascada en su particular guerra civil que llevaba activa desde 2001. Los cruentos combates entre las Fuerzas Armadas del país y los Muyahidines, habían causado tantos estragos en ambos bandos, que los niños eran la principal baza de reclutamiento que tenían ambos ejércitos para fortalecer sus maltrechas líneas.
Birmania, Chad, Colombia, Etiopía, Filipinas, Georgia, Uganda, Yemen… Casi todo el panorama mundial estaba salpicado de alguna u otra forma por los genocidios y las luchas armadas.
Sin duda, en los últimos meses, el hombre estaba haciendo lo que mejor sabe hacer: matar.
Estos conflictos bélicos, salpicaban directamente a los intereses que diferentes países mantenían en cada una de las zonas, y las relaciones entre los estados que apoyaban a uno u otro bando, se veían tensadas al máximo. Estos compromisos de intereses, habían generado un estado de desconfianza mundial sin precedentes, y la ruptura de relaciones entre países estaba dando al traste con la unidad que se presuponía en el año 2010.
Pero sin duda, eso no era lo peor.
Extrañas epidemias entre las cosechas y el ganado de los principales productores de alimentos, habían menguado al mínimo la producción mundial de estos. Esta situación, como era de esperar había desatado nuevos conflictos entre países que se peleaban por recibir los pocos productos que los estados productores exportaban.
En los últimos seis meses, varios países exportadores de cereales, fruta, hortalizas y carne habían decretado el cese de los negocios de exportación por la falta acuciante de estos productos, que se cotizaban a precios desorbitados en el mercado negro.
A pesar de esta situación de alarma mundial, la hambruna no había hecho su aparición por ahora en los países desarrollados, que eran los auténticos reyes del mercado negro. Por lo que la peor parte, les había tocado vivirla a los de siempre.
En España, a pesar de no estar salpicados directamente por ningún conflicto armado, la cosa había empeorado con respecto a los últimos años: la crisis económica que mantenía al país en jaque desde el 2008, se había recrudecido hasta límites insostenibles, y con el resto del mundo patas arriba, la cosa no tenía visos de mejorar a corto plazo…
… Sin embargo, la vida seguía con una cierta normalidad.


Entrada II - David y Tadeo

El Despertar David+Akiles


Una violenta explosión hizo volar por los aires a varios de sus compañeros. El humo le impedía ver con claridad la situación de sus enemigos. Agazapado entre los escombros de una pared, y armado con su rifle de largo alcance, logró atisbar un par de figuras que se movían rápidamente entre los restos de un carro de combate que permanecía sobre el asfalto de la calle.
<>, pensaba David, oculto en la oscuridad.
Levantándose del suelo, con su arma cargada, comenzó a disparar escudado en los muros que le habían servido de parapeto en la explosión que terminó con sus amigos desparramados por el suelo. Fran y Sergio habían sido abatidos hacía solo unos segundos.
-SOLO PUEDE QUEDAR UNO - Gritaba mientras hacía disparar su rifle en certeras ráfagas sobre sus oponentes.
En pleno apogeo de la batalla, un sonido le sobresaltó, haciéndole despegar la mirada del campo de batalla durante un fatídico segundo que le costó la vida.
-¡¡JODERRRR…!!
La pantalla de la Xbox se quedó teñida de un intenso color rojo, mientras un letrero inmenso, se mofaba de él con un orgulloso “Game Over”.
Se había prometido a él mismo que buscaría la forma de evitar que el timbre de la puerta sonase mientras se encontraba en plena partida; ¿Cortándole los cables?... Tal vez, o con cualquier otra artimaña que encontrase buscando en Google. Sin embargo, como otras veces, lo había dejado pasar.
Apartando de su cara varias gotas de sudor, se dirigió indignado hacia la puerta de su apartamento.
No se sorprendió al ver que tras ella, un hombre bajito y calvo, sonreía ajeno a la tragedia que acababa de provocar; era el hermano Tadeo, un viejo cura que había sido su tutor legal desde que tenía uso de razón.
Sin necesidad de invitarle a pasar, el hermano Tadeo entró en el apartamento, curioseando con paso rápido y decidido cada rincón de aquella pequeña vivienda y poniendo cara de sorprendido al encontrarse el mismo espectáculo de todos los días.
El pequeño apartamento que David tenía alquilado en Jerez, constaba de un salón donde una barra americana marcaba el comienzo y el final de una minúscula cocina, que como cada día estaba llena de platos y vasos sucios. Dos puertas en el mismo salón, eran la entrada a los pequeños cuartos individuales donde la ropa se amontonaba sobre las sillas y el suelo. La cama sin hacer, era una vieja tradición que David no estaba dispuesto a cambiar por nada del mundo, desde niño, había defendido a capa y espada su teoría: “era un atraso hacer la cama para luego deshacerla”.
Un pequeño pasillo, desembocaba en un cuarto de baño donde la placa ducha, el lavabo y el wáter, parecían haberse hecho un hueco a codazos entre ellos. Era pequeño, aunque acogedor.
-¡DAVID! –Gritó Tadeo desde el interior del dormitorio del joven. – Espero que me puedas explicar un par de cosas.
David miró hacia el techo resoplando mientras apagaba la videoconsola. Si había algo que le molestaba de verdad, era que lo interrumpiesen en plena II Guerra Mundial.
-Esta habitación está hecha un asco, deberías hacer la cama al menos. –Gruñía en voz alta el hermano desde el interior de la habitación.
-Verás Padre, -Contestó David con aquel todo de voz que crispaba los nervios de Tadeo. – Soy una persona inteligente y ahorradora. Si hiciese la cama todos los días, tendría un serio problema… es más, dos problemas. Tendría el problema de tener que hacerla, y luego el problema de deshacerla. Padre, hay que ahorrar energía, lo dice la selección española, ¿O no ve la tele?.
-Algo me dice que has estado haciendo actos indecorosos en esta casa… Otra vez.
-No deberías pensar esas cosas Padre –Decía David, mientras el hermano Tadeo salía del cuarto con un bonito tanga negro de encaje cogido con dos dedos.
Una leve sonrisa se dibujó en el rostro de David al pensar que indecorosa, la verdad es que no quedaba aquella chica sin ropa decorando su cuarto.
-Creo que deberías pensar en adquirir un compromiso estable con alguna chica, y no seguir por ahí dando rienda suelta a tu lujuria.
-No es lujuria, padre, es amor.
-¿Amor?... –Interrumpió Tadeo cada vez mas exaltado -. Lo mismo me dijiste aquella vez que me encontré a aquella chica rubia en tu cuarto… Y la vez que encontré a aquella otra morena…
-Padre, no se enfade –Le cortó David -. Es que tengo mucho amor que dar.
Tadeo, dejó caer el tanga en el cubo de la basura y decidió no seguir discutiendo con David.
Si había aprendido algo durante todos los años que había cuidado al joven, era que si seguía discutiendo con él, al final acabaría desesperado y al borde de un infarto. El humor sarcástico de aquel dichoso crio, y su falta de seriedad incluso en los momentos más difíciles, le habían acarreado ya demasiados problemas.
Desde siempre, David había sido un chico rebelde.
De pequeño perdió a sus padres en un aparatoso accidente de tráfico; El coche de la familia se salió de la carretera cayendo por un acantilado de difícil acceso cuando se dirigían a Sierra Nevada para que David y su hermano mayor Miguel, pudiesen ver la nieve por primera vez. Cuando las asistencias llegaron, solo pudieron salvar la vida de aquel niño de pelo castaño y ojos marrones, que no tenía ni un solo rasguño. Sus padres murieron en el acto, y el cuerpo de su hermano, nunca fue encontrado.
David, fue a parar a un orfanato donde pasó los años más largos y angustiosos de su vida. Los demás niños no querían ser sus amigos, y ni siquiera se le acercaban, ya que les daba miedo. El personal del orfanato, tampoco quería tener mucho trato con aquel niño de seis años que hablaba con sus amigos imaginarios en las largas horas de soledad, y luego, daba los mensajes que sus amigos irreales le pedían al personal del centro, y al resto de los niños.
Aquella situación comenzó a volverse insostenible hasta que llegó a oídos de un sacerdote llamado Tadeo, que comenzó a visitar al niño. Tras largas charlas entre ellos, de alguna extraña forma, David fue acogido en el seno de la iglesia.
Hasta que cumplió la mayoría de edad su vida transcurrió entre los muros del convento de los monjes franciscanos, que escuchaban con atención las historias que aquel intrigante niño contaba sobre sus charlas imaginarias.
Aquellos años de convivencia con los hermanos franciscanos, no estuvieron exentos de problemas.
El niño se convirtió en adolescente, y como tal, la rebeldía comenzó a crispar los nervios de los que hasta entonces habían sido su única familia. Su cuerpo se convirtió en una reunión de hormonas cabreadas, el amor comenzó a llamar a su puerta, y el descaro y atractivo físico del joven eran un auténtico quebradero de cabeza para el hermano Tadeo, que se había convertido en su tutor y máximo responsable.
Luego vinieron los problemas con sus gustos musicales, poco compartidos por los monjes. Nirvana, y otros grupos estridentes rompían la armonía del lugar con sus acordes.
Luego, la melena ondulada y la ropa roquera desaliñada terminaron por demostrar a Tadeo y los demás hermanos, que no tenían nada que hacer… Y poco a poco, David, dejó de oír los susurros del otro lado.
Con dieciocho años, consiguió acceder sin problemas a la escuela de enfermería, donde podría estudiar la carrera de D.U.E., y los responsables del convento, decidieron que lo mejor era darle una cierta independencia y de paso, una cierta armonía al lugar alquilándole un apartamento mientras estudiaba.
Sin embargo, David encontró otra vocación que le atraía más que la enfermería, y tras varios meses de estudio y preparación física, aprobó las oposiciones al cuerpo de la Guardia civil. Un año más tarde, tras superar las pruebas físicas, teóricas y psicotécnicas, El joven pasó a formar parte de la unidad canina de la guardia civil.
Ahora, con veinticinco, su trabajo consistía básicamente en adiestrar y usar perros de intervención en las diferentes situaciones que requerían de la eficacia de su Pastor Belga “Akiles”.
Sin duda, esto no era lo que el viejo cura había querido, pero no quedaba más remedio que aceptar la situación.
La verdad es que Tadeo no había ido a visitar al joven solo para cotillear en su piso. Haciendo un esfuerzo enorme por controlar el gran enfado que sentía en esos momentos, respiró profundamente y forzando una sonrisa condescendiente, se sentó en el sofá del pequeño salón junto a su ahijado.

-David, solo venía a ver si estabas bien. –David sonrió levemente, conocía tan bien a aquel viejo loco, que sabía perfectamente que sus visitas nunca erán tan simples.
-Pues sí padre, estoy bien. –Respondió cruzando los brazos mientras miraba fijamente a Tadeo.
-Verás, quería hablarte sobre Ángel. –El rostro de David se endureció. En menos de un segundo galoparon por su mente cientos de imágenes. –Marta está intentando gestionar el papeleo para desconectarle. – Tadeo hizo una breve pausa. – Y ya sabes lo que opina la iglesia sobre eso.
-Padre, ¿Se puede saber a qué viene eso? –Respondió David exaltado.
-Sé que es difícil para ti, y que quizás Marta nunca te haya perdonado por lo que ocurrió. Pero quizás si tú…
-No. No voy a hacer lo que estás pensando. –Interrumpió violentamente David.
-Pero…
El joven se levantó apresuradamente del sofá sin dejar tiempo a Tadeo de contestar.
-Creo que deberías marcharte. No pienso volver a escuchar nada sobre Ángel...
Tadeo asintió silenciosamente, y con la cabeza gacha abandonó el apartamento.
Sin saber cómo, David se sorprendió a si mismo tumbado en su cama, mirando hacia el techo de su habitación con los ojos empapados en lágrimas. Era consciente que los fantasmas de aquella noche le perseguirían durante el resto de su vida.


Entrada III - El Despertar


El Despertar 2

El tenue olor a desinfectante de hospital, hizo que una intensa sensación de tristeza se apoderase de Marta. A pesar de las cientos de visitas que había realizado al Hospital general de Jerez en los últimos meses, nunca había conseguido acostumbrarse al olor que inundaba los pasillos de aquella clínica.
Caminaba con paso mecánico, avanzando por los interminables pasillos del edificio de Residencia General. Cogido de su mano derecha, su sobrino Mario, jugueteaba con un pequeño avión de pasajeros que su padre le había regalado hacía ya una eternidad, haciendo volar su Boeing 777 con su pequeña mano en una serie de piruetas imposibles.
Tras subir unas cuantas plantas por las escaleras, - hacía tiempo que había desistido de usar los masificados ascensores del centro -, se dirigió directamente hacia la habitación donde le esperaba Ángel. Un minuto más tarde, Lucía volvía a estar sentada una vez más junto a la cama de su hermano.
Aquella habitación de hospital, con las paredes blancas y la cama metálica donde reposaba el cuerpo prácticamente inerte del adolescente, se había convertido en su particular cárcel. Día tras día, se sentaba junto a la cama para leer en voz alta algún libro de los que le encantaban a Ángel. En la mesilla de noche, una docena de libros que había leído ya varias veces, se apilaban esperando a que les volviese a llegar el turno de ser usados.
Mientras tanto, Mario con solo ocho años, jugueteaba alrededor de la cama de su primo con su inseparable avión. El pequeño Mario siempre se ofrecía voluntario para ir a ver a su primo mayor; Y para Marta, no ir sola, se había convertido en casi una necesidad en las últimas semanas.
Como de costumbre, lo primero que hizo fue peinar a su hermano, mientras le hablaba sobre temas intrascendentes. Tras esto, Marta se había vuelto a sentar en la silla que le esperaba cada tarde, y abriendo el libro por la última página leída el día anterior, comenzó a leer en voz alta. Solo llevaba tres párrafos, cuando algo la angustió…
-Marta –Gritó el niño excitado -. Ángel está moviendo la mano.
-Mario, ¿Qué estás diciendo? –Sobresaltada, se levantó y acudió al lado de su sobrino con un gesto de incredulidad.
Ante el asombro de Marta, los dedos de la mano derecha de Ángel, estaban moviéndose pesadamente. Presa de la emoción y tan alterada que no acertaba a reaccionar, permaneció hipnotizada durante unos segundos, hasta que de pronto, los ojos de Ángel se abrieron de par en par.
Marta, superada por la agitación, salió al pasillo gritando a las enfermeras que acudiesen con un médico; Su hermano había despertado. Los gritos y excitación de la joven, formaron un gran revuelo en el pasillo, donde otros visitantes y pacientes, salían de sus habitaciones y la miraban presas de la confusión.
En el interior de la habitación, los ojos de Ángel, se habían quedado clavados en el pequeño que gritaba: “¡Primo, Primo!”. Su brazo se extendió torpemente hacia el pequeño, que no dudó en coger su mano. La mano de Ángel, apretó casi sin fuerza la pequeña mano de su primo, a la vez que lo acercaba hacia su cama. Lentamente, logró girarse hacia el pequeño, y cuando le tenía justo al lado, la puerta de la habitación se abrió violentamente, entrando atropelladamente Marta, y una enfermera que no daba crédito a lo que veía: era imposible que aquel chico pudiese moverse, aunque fuese tan desmañadamente.
La enfermera se acercó rápidamente, mientras, Ángel consiguió acercar la cara del niño hasta su boca, y tras un breve segundo, le besó en la frente y le sonrió torpemente.
A los pocos segundos, entraron en la habitación varios médicos y otra enfermera. Ángel, continuaba agarrando la mano de su primo, y Marta, se abalanzó sobre él besándole la cara dulcemente.
Un par de minutos bastaron para que los médicos comprendiesen lo extraordinario de la situación que estaban viendo con sus propios ojos: Conservaba una buena movilidad, sus ojos se acostumbraron a la luz de forma casi instantánea, y podía hablar. Pero sobre todo, su cerebro estaba totalmente lúcido; recordaba a su hermana, su primo, lo sucedido antes del accidente...
<> repetía el doctor Morales una y otra vez mientras comprobaba entusiasmado las reacciones del enfermo.
Habían pasado quince minutos desde que Ángel despertó, y una marea de gritos, risas y llantos, se abría paso a través de toda la planta. Para cuando el doctor Morales y una de las enfermeras salieron, el espectáculo que se encontraron escapaba totalmente a su comprensión: docenas de familiares, pedían a los facultativos que acudiesen a sus respectivas habitaciones, ya que los pacientes que cuidaban habían despertado súbitamente del coma. Una sensación de júbilo y locura colectiva, inundó en cuestión de segundos los pasillos del hospital.
Como un tsunami, la situación comenzó a extenderse sin control por todo el planeta. En pocos minutos, en todos los hospitales del mundo, el personal sanitario se vio desbordado por el despertar de miles de pacientes en estado de coma irreversible.
Ancianos, niños, jóvenes… Millones de personas que habían sido condenadas a un estado de vida vegetal, volvían a abrir los ojos y se movían pesadamente.

15 Noviembre 2012

Tan solo cinco días después de la oleada que sacudió al mundo, los acontecimientos, se habían precipitado de una forma alarmante; Desde hacía un par de días, todas las habitaciones donde había pacientes en estados de coma profundo, habían quedado desiertas. Cientos de pacientes habían despertado de su largo sueño, y ahora, tras multitud de exámenes médicos, habían recibido el alta o estaban a punto de recibirla.
Espontáneamente, miles de personas inundaban con un goteo constante el Vaticano. La Kaab, en la Meca, se encontraba día tras día rodeada de cientos de personas rezando en voz alta. El rio Ganges y el Benarés, amanecían cada día repletos de hindús que se bañaban alegremente en sus sucias aguas agradeciendo así el gran milagro del “Despertar”. Todos los centros neurálgicos de las diferentes religiones del mundo, se convirtieron en lugares de peregrinaje en aquellos días.
Impregnados por esta situación de júbilo mundial, y de mutuo acuerdo con los principales líderes religiosos del mundo, todos los gobiernos acordaron marcar en sus calendarios el 15 de Noviembre como un nuevo día festivo que recordase cada año aquel extraordinario milagro; “El Gran Despertar”.
****
David no daba crédito a las noticias que llegaban de todas partes del mundo. Permanecía pegado a la televisión y a su pequeño portátil recopilando toda la información que llegaba sobre el milagro que acababa de producirse.
Como había hecho más de cien veces desde el día en que comenzó el fenómeno, volvió a coger su móvil, y permaneció unos segundos con el número de Marta en su pantalla. Intentó reunir todas sus fuerzas, pero de nuevo, fue incapaz de pulsar el botón de llamada.
El sentimiento de culpa por lo ocurrido aquella noche, le había llevado a estar de baja en el cuerpo de la Guardia Civil durante los últimos meses, y era suficientemente fuerte como para impedirle hacer frente a hablar con Marta directamente. La única chica de la que había estado realmente enamorado, y la única con la que no se atrevía a hablar desde aquella noche en la que su perro de intervención, “Akiles”, había derivado a un muchacho que corría encapuchado en una operación de desembarco de drogas en la costa de Tarifa.
****
Había sido un chivatazo.
Las unidades antidroga estaban ocultas, esperando la llegada de una patera con más de quinientos kilos de hachis. Una vez apareció la patera, y los chicos reclutados para descargarla comenzaron a trasportar los fardos, las unidades de intervención tomaron la playa deteniendo a todos los implicados.
Un chico consiguió esquivar la carga policial y huía rápidamente. El muchacho era rápido, y muy ágil, consiguió dejar atrás a dos policías en la persecución, cuando el superior al mando, dio la orden a David de soltar a Akiles para que derribara al muchacho.
El imponente Pastor belga, salió como un rayo tras el chico, cruzando la oscuridad de la noche como una saeta envenenada. Solo tardó unos segundos en alcanzar al muchacho, saltando sobre su espalda para derribarlo; Las órdenes eran claras, derribar y custodiar.
Las patas del perro golpearon con una violencia exagerada la espalda del muchacho, que cayó al suelo golpeándose la cabeza con una piedra. Cuando David llegó junto a él, las piernas le flaquearon, y su cabeza se quedó totalmente bloqueada al reconocer a Ángel, el hermano de su prometida, que yacía en el suelo con una ominosa herida sangrando en la cabeza.
A partir de ese momento, los recuerdos aparecen como fotogramas borrosos de una película antigua. Perdió el control y sus compañeros tuvieron que reducirlo hasta que el médico que acompañaba a las unidades de intervención le pinchó un sedante.
Desde entonces, estaba de baja en el servicio.
Durante unas semanas, fue incapaz de volver a ver a Akiles, que permanecía encerrado en su canil hasta nueva orden. Ahora, unos meses más tarde, iba a visitar su perro a los caniles de la comandancia una vez a la semana. Había intentado que le dejaran llevárselo a casa, al fin y al cabo, aquel perro era su mejor amigo, y no tuvo la culpa de lo ocurrido. Pero el papeleo estaba demorándose demasiado.
****
Mientras David se vestía para ir de nuevo a ver su perro, el móvil comenzó a sonar en el salón. Con los pantalones a medio poner, David agarró el móvil con su mano libre y miró la pantalla. Su corazón se contrajo peligrosamente, y su estómago se plegó intensificando la sensación de pánico que sentía.


LLamada Entrante: Marta



David aguardo un tono más con la mirada perdida en la pantalla del teléfono. No estaba seguro de ser capaz de descolgar y mantener el control, pero tampoco quería perder la oportunidad de volver a hablar con Marta. En un último esfuerzo, David, apretó la tecla de aceptar.

-Dígame. – A pesar de sus esfuerzos, no pudo disimular la tensión en su voz.
-¿David? Soy Marta… Solo quería decirte que ayer dieron el alta a Ángel. – Marta hizo una breve pausa -. Sé que has intentado llamar hace unos días, cuando todo empezó. Tadeo me lo dijo.
Ese viejo cura sabía lo que hacía.
-Sí… - Las palabras seguían sin querer salir de su boca.
-Bueno, no importa. Solo quería que lo supieses, y que Ángel, me ha contado todo lo sucedido. – Marta suspiró brevemente -. No quiere que te culpe de nada. Y en cierto modo tiene razón, lo sé, pero lo hecho, hecho está.
-¿Recuerda todo lo sucedido? – El asombro de David se tradujo en un tono de voz marcado por la incredulidad.
-Sí, todo… Incluso trozos que quizás… no debería recordar. Como tu reacción al verlo tumbado en la arena. No me preguntes como, pero te vio perder el control por lo sucedido.
-Eso… es… Imposible…
-No le des más vueltas… a fin de cuentas, todo lo que ha sucedido estos días, era… imposible de creer hace solo unas semanas.
Durante un segundo, se hizo un silencio incómodo, hasta que Marta volvió a romperlo.
-David, lo que pasó aquella noche, lo cambió todo… tengo que decirte, que Ángel quiere verte… Aunque, prefiero que pase algo más de tiempo. Vamos a dejar que las heridas cicatricen un poco, y cuando la cosa se haya calmado, espero que estés dispuesto a hablar con él.
-Por… por supuesto, Marta. No sabes cuanto tiempo he deseado poder explicarle lo sucedido… Cuantas noches… - La tensión pudo con David, y un río de lágrimas comenzó a resbalar por su rostro, a la vez que su voz comenzaba a temblar llamativamente.
-Déjalo David. Todo se ha arreglado… Ya te llamaré cuando todos estemos listos para tener esa charla.

Sin más palabras, Marta colgó, y dejó a David llorando como un niño pequeño. Los recuerdos de aquellos meses de desolación, salieron como un rio desbocado entre lágrimas y sollozos. Todo el sentimiento de culpa que lo había torturado, iba liberándose lentamente, como el vapor de una olla a presión.
Unas horas más tarde, David se sentía mucho mejor, como si lo hubiesen liberado de una pesada carga que no podía acarrear durante mucho más tiempo. Un nuevo deseo se abría paso galopante por todo su cuerpo; deseaba con todas sus fuerzas poder ver a Ángel, hablar con él… y por supuesto, en su cabeza no paraba de dar vueltas la idea de que tal vez… solo tal vez, Marta estuviese presente.


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Mensaje  Toletum Lun Mayo 09, 2011 1:30 am

Me dejo intrigado, sigue asi y sigue colgando entradas. Me gusto tu historia.
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Mensaje  El despertar Lun Mayo 09, 2011 8:34 pm

Muchas gracias por tu apoyo. Seguiré subiendo conforme suba en el blog.
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Mensaje  dz31 Mar Mayo 10, 2011 1:03 am

Recorcholis que historia, me ha calado hasta los huesos...

Excelente forma de contarla, ojala tengas entrada pronto...
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Mensaje  El despertar Mar Mayo 10, 2011 9:21 pm

Muchas Gracias DZ31 el domingo 15 se actualiza. Espero que te guste. Saludos!
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Mensaje  El despertar Miér Mayo 11, 2011 12:38 am

Prologo: Gracias por vuestro apoyo. Iba a actualizar el domingo, como es habitual, pero ante la demanda de varios seguidores, postearé hoy, y el próximo domingo de nuevo. Espero que os guste.

El Despertar Jerez+ap
Esta ilustración, me encanta. Refleja el extraño tiempo lluvioso y brumoso de una primavera atípica. Justo unos días antes de la misa del Vaticano... Es una foto de Jerez, muy bien retocada por uno de nuestros lectores.

Entrada 4 - Reencuentros

Habían pasado cinco meses y unas semanas desde que David habló por última vez con Marta. Al principio, pasaba las horas pendiente del móvil, esperando inútilmente una llamada que nunca se produjo. Aún así, David mantenía un constante contacto con Tadeo, que visitaba a Ángel con cierta regularidad; era extraña la curiosidad que producía aquel niño en el viejo cura, y se mantenía informado de cómo iban las cosas por casa de la chica.
Tras los dos primeros meses, la esperanza de volver a verla, se fue desvaneciendo lentamente, y David empezó a enterrar la ilusión de aquella llamada que tanto ansiaba; poco a poco, la expectación se fue tornando en frustración, y luego, simplemente… quedó enterrada en el olvido.
Afortunadamente, hacía solo unas semanas que la comandancia le había permitido acoger en casa a Akiles, y al menos, su soledad, se había visto mitigada por la presencia de su querido compañero en el piso. La verdad es que la llegada de Akiles, fue un soplo de aire fresco que ayudó a cicatrizar las heridas que la vida había grabado sin piedad en su corazón.
Y justo cuando menos lo esperaba, un torbellino de sensaciones le inundó, arrasando todo su cuerpo desde la cabeza a los pies, cuando el móvil comenzó a sonar, y el nombre que mostraba la pantalla, era el de Marta.
****
¿Música salsera?, no era precisamente su estilo, pero indiscutiblemente, los recuerdos que le traía aquel bar donde tantas cervezas se había tomado con Marta, le llenaban de una sensación un tanto extraña; una mezcla de nostalgia, ilusión, y tristeza a partes iguales.
La verdad es que aquel local no estaba nada mal, el interior coquetamente decorado de madera vieja y la tenue luz que lo inundaba, le conferían un estilo realmente acogedor y cálido. Sus sillas de madera oscura, y las mesas apropiadamente alumbradas con pequeñas velas blancas, hicieron que su mente divagara entre recuerdos durante un segundo, en el que cientos de imágenes pasaron ante sus ojos a la velocidad de la luz.
David estaba sentado en la mesa que quedaba justo en la esquina más alejada de la puerta, cuando Ángel y Marta aparecieron por la puerta. El corazón le dio un vuelco, y se aceleró tanto que parecía que iba a estallarle, tímidamente, se levantó y dio dos besos a Marta, para luego, perder el control y dar un fuerte abrazo al chico.
Tras un buen rato de charla sobre el estado de salud de Ángel, y de cómo había podido ocurrir aquel milagro, la conversación fue desviándose hacia temas más intrascendentes, y poco a poco, el ambiente se fue distendiendo. Las primeras risas no tardaron en aparecer, y David, por primera vez en muchos meses, se sintió liberado.
La noche iba avanzando, y conforme el alcohol iba haciendo efecto en David y Marta, las risas y miradas cómplices del pasado, fueron haciendo su aparición en escena.
-David, te ví… Cuando estaba en el suelo… -Dijo tímidamente Ángel.
-Pero, eso es imposible, yo vi tu… herida, en la cabeza –Respondió David.
Marta los interrumpió de inmediato, intentando llevar la conversación hacia aguas más seguras.
-Pero, todo eso ya no importa. Ahora, lo que cuenta, es que estás bien. – Marta miró fijamente a Ángel, que captó la indirecta y permaneció callado -. Además, mañana nos vamos de viaje, vamos a celebrarlo por todo lo alto.
-¿Qué os vais…? –aquello cayó como un jarro de agua fría sobre David, que aún albergaba la esperanza de poder volver a verla al día siguiente.
-Sí, mañana vamos al Vaticano, ya sabes, a la misa que celebrará el Papa para conmemorar el día del Despertar. -Marta miró a David con cara de incredulidad; no podía creer que no supiese nada, con la de veces que había salido anunciado por televisión.
Ángel miró fijamente a David, con la mirada perdida, como si algo atrapado dentro de él quisiera hablarle.
David, permaneció callado, mirando a Ángel, cuando una punzada que le era extremadamente familiar le sacudió la cabeza. Bizqueó un poco, y en el reflejo de las luces sobre el iris del muchacho, adivinó una extraña sombra. Su rostro cambió, y a su mente, volvieron los recuerdos de su más remota infancia, cuando las voces le hablaban, y los susurros se metían dentro de su cabeza.
-¿Estás bien? –Preguntó Marta con cara de preocupación.
-Sí, sí, no es nada –Respondió David intentando recuperar la compostura.
Sin embargo, no estaba bien, estaba rematadamente mal. Los susurros, al menos, no habían aparecido aún, pero aquella extraña sensación… se había colado en aquel local, y volvía a permanecer acechando a David, oculta en algún rincón; aquella sensación de mal augurio volvía a ahogarle después de años sin aparecer en escena.
-Creo que tengo que marcharme, no me encuentro bien - Mintió rematadamente mal David mientras se apresuraba a colocarse la cazadora.
El intenso y extraño frío de aquella primavera, golpeó la cara del joven al salir del bar. Ya tenía la cazadora puesta, y colocándose el cuello lo más alto posible, comenzó a andar por la oscura calle que conducía hacia el hospital de Jerez, justo donde estaba su apartamento.
Mientras caminaba, su mente trabaja a un ritmo vertiginoso, uniendo las piezas de un imaginario puzle y elaborando teorías, que a pesar de ser totalmente irracionales, y de no saber de dónde venían, empezaban a cobrar un matiz que le preocupaba sobremanera.
Continuaba lloviendo, llevaba así ya quince días seguidos, y una intensa bruma convertía las calles de Jerez en una tétrica escena sacada de alguna película de Jack el destripador. No era normal que lloviese tanto tiempo seguido, ni las brumas. Algo estaba cambiando, y no se había dado cuenta hasta ese preciso momento.
Una voz inconfundible le hizo girarse en mitad de la calle.
-¡David!
Al fondo, pudo distinguir entre la niebla la inconfundible silueta de Marta, que le seguía a paso rápido.
-¿Qué te ocurre? –La mirada de Marta reflejaba una intensa preocupación -. ¿Qué te ha pasado?.
La lluvia mojaba su pelo, confiriéndole un aspecto precioso a la tenue luz de una farola lejana.
-Nada… Tengo algo que hacer, será mejor que vuelvas con Ángel. –La mirada ausente y distraída de David, decía todo lo contrario.
-Vamos, puedes contármelo.
-No, de verdad que no puedo. Me tomarías por loco.
Una mirada llena de ternura y comprensión, se clavó en los ojos de David, llegando hasta lo más hondo de su alma.
Aquella chica era diferente, podía verlo en sus ojos. Había sido la única capaz de hipnotizarle de tal forma, que desde que la conocía, todo giraba en torno a ella. Su carácter alocado, se había desintegrado desde que Marta había vuelto a llamarle.
La mano de la joven echó a un lado el cuello de la chaqueta, y acarició con suma suavidad la cara de David.
-Vamos, quédate conmigo, y si necesitas hablar, hablaremos… si prefieres callar, no te preguntaré, ¿De acuerdo?.
David comprendió que quizás, aquel encuentro pudiese ser el punto de retorno hacia el lugar donde dejaron su relación hacía meses, sin embargo, algo había cambiado en su interior.
-Lo siento. –Dijo con todo el pesar del mundo sobre sus espaldas mientras retiraba la mano de la joven -. Ve con Ángel, ahora no puedo explicártelo, pero, por favor, no vayas a Italia…
-Tengo que ir David, se lo prometimos a Ángel, además mi madre nos acompañará... ¿Podría estar más segura?. Pero te prometo, que cuando vuelva, hablaremos.
Ante la atónita mirada de Marta, el cuerpo de David se perdió entre la espesa bruma y la lluvia.
No sabían, que nunca volverían a verse.
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Mensaje  Juanyloco Miér Mayo 11, 2011 3:48 am

Muy buena historia. Me gusta mucho gusano 02 gusano 02 gusano 02 sigue así.... jijiji
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Mensaje  dz31 Miér Mayo 11, 2011 7:49 pm

La chucha esto, ya tiene aires novelescos jejeje...

Muy buena entrada, pero me intriga algo, en la imagen que tienes al parecer Angel, es un menor de edad, pero se citan en un bar y consumen bebidas alcoholicas, eso me parece extraño...

Me parece que no falta mucho para que aparezcan nuestros amigos no muertos jijiji XD, ojala mejoren las cosas para nuestro prota, hasta el momento le ha tocado la parte mala de la peli, mira que esperar meses para hablar con la chava y solo verla para despedirse...

Eres medio malo, vamos a ver como sigue tu historia, saludos y animos...

La frase de hoy...
"Hay gente en este mundo que disfruta estando solo, pero no hay nadie capaz de soportar la soledad..."
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Mensaje  El despertar Jue Mayo 12, 2011 9:15 pm

dz31 escribió:La chucha esto, ya tiene aires novelescos jejeje...

Muy buena entrada, pero me intriga algo, en la imagen que tienes al parecer Angel, es un menor de edad, pero se citan en un bar y consumen bebidas alcoholicas, eso me parece extraño...

Me parece que no falta mucho para que aparezcan nuestros amigos no muertos jijiji XD, ojala mejoren las cosas para nuestro prota, hasta el momento le ha tocado la parte mala de la peli, mira que esperar meses para hablar con la chava y solo verla para despedirse...

Eres medio malo, vamos a ver como sigue tu historia, saludos y animos...

La frase de hoy...
"Hay gente en este mundo que disfruta estando solo, pero no hay nadie capaz de soportar la soledad..."

Sí, es cierto, no es exactamente una incongruencia, ya que se especifica que el alcohol hacia efecto sobre Marta y david, en ningun caso se menciona a Angel. y este es el problema, que no lo menciono aclarando su situación, y eso puede prestarse a error, ya que no explico claramente la situación. Buena critica, le haremos un arreglo, Por lo demás espero que te guste.
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Mensaje  El despertar Dom Mayo 15, 2011 5:39 pm

14 De Noviembre de 2013

Una rítmica sucesión de caricias húmedas, recorrieron la cara de David, haciendo que abriese poco a poco los ojos, Akiles reclamaba su atención desesperadamente.
Se encontró a si mismo tumbado en el sofá del salón, con una botella casi vacía de White Label sobre la mesa, y un punzante dolor de cabeza; en parte debido al alcohol que había consumido compulsivamente desde que volvió a casa la noche anterior, y en parte por la mala postura en la que había dormido.
Tras una ducha rápida, y aún soñoliento, se dispuso a sacar a pasear a su perro; el pobre ya no podía aguantar más, y ante la actitud pasota de su dueño, tuvo que despertarlo a base de lametones.
Mientras el reconfortante aire fresco de la calle acariciaba su cara, hizo un concienzudo repaso de todo lo sucedido la noche anterior, punto por punto. Todos sus recuerdos terminaban con él sentado en el sofá de casa y devorando copa tras copa la botella de whisky que aún seguía donde la había dejado la noche anterior.
Miró atentamente hacia el cielo; aunque barruntaba tormenta otro día más, había parado de llover. Mientras paseaba sorteando a las personas que como cada día, poblaban la calle en sus quehaceres diarios, recordaba que Tadeo siempre le decía que debía estar atento a los presagios; y muy especialmente, a sus “Intuiciones”.
Rebuscando entre sus recuerdos, veía vagas imágenes del sacerdote apuntando concienzudamente cada detalle de las visiones, o susurros que David oía cuando era pequeño. ¿Por qué hacía eso?, ¿Qué tenía de especial para que Tadeo se hiciese cargo de él?... Eran preguntas a las que David no tenía respuestas, así que intentó dejar de pensar, y entrenó un poco con su perro al llegar a una zona solitaria tras un polígono industrial.
Mientras trabajaba con Akiles, pensó en Marta. Estaba realmente preocupado, aunque se sentía con una ilusión renovada cada vez que recordaba la última frase que salió de su boca: “Cuando vuelva hablaremos”. En varias ocasiones, sintió la necesidad de llamarla por teléfono, para preguntarle cómo había ido el viaje, sin embargo, decidió que sería mejor dejar tierra de por medio y no precipitarse. Al caer la noche, la llamaría.

15 Noviembre 2013

El Despertar Larguisimas-colas


08:00 a.m. – Ciudad del Vaticano
Las fuerzas del orden público se afanaban en poner orden en las puertas de la Plaza de San Pedro; una muchedumbre como nunca habían visto, se agolpaba en la entrada desde la noche anterior, intentando coger un buen sitio para acceder. Conforme el paso de las horas iba haciendo mella en el estado de ánimo de los visitantes, las discusiones iban aumentando, y el dispositivo policial desplegado tenía que esforzarse cada vez más en mantener un cierto orden dentro de aquel caos.
Marta, Antonia, y Ángel, llevaban más de veinte horas apostados en el suelo, engullidos entre un tumulto de personas, intentando guardar el sitio que tantas horas llevaban custodiando, sin embargo, sabían que aquello era imposible.
Para Antonia, aquella era la primera ocasión en la que viajaba en avión, y la verdad, el viaje había sido mucho mejor de lo que ella se temía.
Tras llegar a Roma el día anterior, se dirigieron inmediatamente a la entrada de la plaza. Una vez allí, buscaron un hueco lo más cerca posible del acceso, y acamparon a la espera de que el dispositivo de seguridad que mantenía bloqueado el acceso al emblemático lugar comenzara a dejar paso a la multitud.
La noche anterior, Marta había sido la encargada de ir a comprar la cena; Pizza, como no podía ser de otra forma, y latas de refresco. El desayuno fue cosa de Ángel y Antonia, que consiguieron comprar varios dulces y café en un improvisado puesto de comida rápida que se había colocado en las inmediaciones del Vaticano para hacer su agosto.
Antonia, la madre de Marta, no se separaba de su hijo desde que este despertó del estado vegetativo que le tenía atrapado desde hacía meses; y en las últimas 24 horas, se había convertido en su sombra, debido a los extraños comportamientos que estaba teniendo Ángel; <>, se decía mentalmente recordando las indicaciones de los psicólogos de la unidad destinada a asesorar a los familiares de los afectados.
Tras devorar ávidamente el desayuno que habían llevado sorteando hábilmente los codazos de miles de visitantes, Marta, jugueteó durante un rato con su móvil. La noche anterior había recibido varias llamadas de David, pero hizo caso omiso; no quería pasar un mal rato, estaba de viaje con su familia, y no deseaba tener alguna conversación amarga que estropeara el viaje.
Un clamor general, sacó a Marta de sus pensamientos; las puertas de la plaza de San Pedro estaban abriéndose.
–¡POR FIN! - Escuchó gritar a Ángel a su derecha.
Luego, un sinfín de silbidos y aplausos atronaron en todas direcciones.
Tras múltiples controles de seguridad –Cacheos incluidos- la plaza fue llenándose de peregrinos que inundaban el ambiente con cánticos y alabanzas. El estado de júbilo era desmesurado; había cientos, miles de personas que despertaron el año anterior, acompañados de familiares y amigos. El cielo amenazaba lluvia, al menos, el tiempo había aguantado descargando poca agua durante las largas horas de espera para acceder al lugar.
Justo durante el proceso de entrada a la plaza, Marta se sorprendió al ver a Roberto, un antiguo compañero de trabajo con el que había entablado una gran amistad. Los dos se saludaron efusivamente, asombrados de lo pequeño que puede ser el mundo; Tras unos años sin verse, habían coincidido en Roma, el destino es caprichoso, decía Roberto continuamente.
Marta y Roberto, avanzaban hacia el interior de la plaza impresionados por la majestuosidad de las columnas que rodeaban el lugar; Las figuras de los apóstoles, esculpidas con un exquisito gusto, les saludaban desde lo alto de las columnas. Frente a ellos, la cúpula de San Pedro, se alzaba hacia el cielo encapotado con una nobleza excepcional.
Al pie de las escaleras de acceso a la cúpula, un amplio dispositivo militar fuertemente armado, guardaba con celo un altar solemnemente decorado con telas rojas. Unos veinte metros delante del primer cordón militar, unas vallas metálicas impedían avanzar más allá. Tras estas vallas metálicas, otro cordón militar hacía de primera barrera de seguridad.
Abrumados por la grandeza y belleza del lugar, los dos amigos, hablaban animadamente haciendo gestos hacia uno y otro lado, pero sin prestar atención a Ángel y Antonia, que avanzaban tras ellos a un paso bastante más lento. Ángel estaba pálido, andaba torpemente, agarrado al brazo izquierdo de su madre y no paraba de repetir que se encontraba mal, que tenía hambre… mucha hambre.
Antonia, preocupada por el estado de su hijo, intentó llamar a Marta, pero el sofocante bullicio y la aglomeración de personas empujándose unas a otras, hicieron que los jóvenes no escucharan a la mujer; a los pocos segundos, la marea humana, separó a la familia irremediablemente.
Con un pañuelo, Antonia intentaba limpiar el sudor de la frente de su hijo, que a cada segundo que pasaba se volvía más denso. La angustia comenzó a apoderarse de Antonia, que se vio atrapada súbitamente entre miles de personas casi sin sitio para moverse. El calor comenzó a volverse asfixiante, y las manos de la mujer comenzaron a sudar copiosamente; una agobiante sensación de claustrofobia comenzó a oprimirle el pecho.
Ángel estaba cada vez más pálido, y su tono de piel, comenzó a adquirir un extraño color; el color del moho, de la putrefacción. Antonia, asustada, sin saber dónde estaban su hija y su amigo, y sin poder salir de aquella jaula humana, notó como las piernas le temblaban y un escalofrío constante le recorría la espalda, desde la cadera hasta la base de la nuca. Miró a su alrededor, pidiendo ayuda, algunas personas se giraban, y poco a poco, iban dejándola avanzar.
El Santo Padre había salido al altar y estaba saludando a la multitud, eso pudo deducirlo por el escandaloso estruendo de aplausos y vítores que cargaron aun más el asfixiante ambiente de la Plaza.
Antonia continuaba avanzando hacia la salida de la plaza, o al menos eso creía, el estado de ansiedad que la dominaba, le había hecho perder un poco la orientación, sin embargo, su avance era exasperante; millares de personas se oponían a dejarla salir.
Durante un segundo, creyó oír a más personas pidiendo ayuda, creyó oír que otros estaban padeciendo una crisis, algo como lo que estaba pasándole a su hijo. Levantó la vista, intentando atisbar algún miembro de seguridad, y en ese lapsus, un dolor intenso le recorrió el brazo izquierdo mientras oía gritar a las personas que tenía junto a ella…
… Lo primero que vio, fue gente corriendo, apartándose de su lado; lo siguiente, fue el rostro de Ángel con la boca empapada en sangre, y un pequeño trozo de carne entre sus dientes. Sus ojos, inyectados en sangre la miraban con un odio desmedido; la piel de su mano, fría y verdosa le agarraba el brazo, donde un boquete del tamaño de una pelota de tenis, dejaba a la vista una algarabía de tendones. La cara de Ángel se abalanzó con una violencia exagerada sobre la de su madre, lanzando poderosas dentelladas que desfiguraron en segundos el rostro de Antonia, que en un instante, yació tendida en el suelo, pisoteada por una muchedumbre que corría sin sentido presa del pánico.
Cientos de “Despiertos”, habían cambiado en cuestión de segundos tras el ataque de Ángel, y se abalanzaban con furia sobre todo lo que se movía a su alrededor.
La plaza se había convertido en una trampa mortal; la aglomeración de gente provocó una avalancha, que sesgó cientos de vidas, y aun así, conseguir salir de la plaza, era casi una utopía. Miles de afectados por el despertar se encontraban entre la multitud, al frente y a sus espaldas, desgarrando los cuerpos de todo aquel que conseguían atrapar.
Las fuerzas de seguridad, se mostraron tan numerosas como inútiles; las avalanchas de personas, hacían imposible identificar a los agresores, y entre la multitud, los policías y militares fueron cayendo despedazados presas de los monstruos.
Dominados por el pánico, los militares comenzaron a retroceder hacia el interior de la basílica de San Pedro, disparando indiscriminadamente, y llevando con ellos a todos los compañeros heridos que pudieron. Tras ellos, cerraron a cal y canto las enormes puertas de madera, y las aseguraron desde el interior, sellando así sus propias tumbas, ya que a los pocos minutos, muchos de sus compañeros heridos se revolvieron ansiosos atacándoles mientras intentaban curar sus heridas.
Más tarde, el interior de la basílica era el macabro escenario de un deambular errático de cuerpos mutilados, que se movían pesadamente intentando salir al exterior.
El caos fue apoderándose rápidamente de los exteriores de la plaza de San Pedro. Cientos de cuerpos mutilados deambulaban por los alrededores de la plaza, varios puestos de comida rápida y suvenires aparecían tirados en mitad de la calle, y montones de cadáveres se apilaban en el suelo; algunos habían sido presas de la estampida, otros de los disparos de las fuerzas del orden público. Estos, afortunadamente, no se levantaban.

El Despertar Plaza+de+San+Pedro

Las fuerzas militares y policiales que aún quedaban fuera de la plaza, improvisaron barricadas con sus propios vehículos en un intento desesperado de contener la horda de seres que embestían sus menguadas fuerzas, mientras esperaban inútilmente la llegada de refuerzos.
En el interior de la ciudad, el pánico se había apoderado de la población; algunos se encerraron en sus casa, aunque la gran mayoría, en un intento banal de huir, colapsaban las carreteras de Roma, ahogando el tráfico ya de por si desesperante de la capital.
Para cuando los carros blindados intentaron llegar a la Plaza de San Pedro, las calles de Roma se habían convertido en un autentico caos; el pillaje había aparecido de forma casi instantánea, y las trifulcas entre los dueños de los comercios y los vándalos eran casi tan sangrientas como las escaramuzas que continuaban en los alrededores del Vaticano. Los pesados vehículos militares no tenían ninguna opción de llegar hasta San Pedro, ya que a su paso debían apartar cientos de vehículos abandonados.
Aunque eso no era lo peor; había cientos de esos seres pululando por la ciudad, cargando contra todo lo que se movía, y se multiplicaban con una rapidez endiablada. Por cada ser que conseguían abatir, diez de sus compañeros sufrían heridas mortales de necesidad, y más tarde, cargaban contra sus propias unidades.
Las fuerzas militares desplegadas, no tuvieron ninguna oportunidad; no estaban preparadas para afrontar una situación de tal naturaleza. Sabían disparar, habían sido entrenados para el combate, pero los hostiles abatidos, se volvían a levantar una y otra vez.

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A las afueras de la Plaza, los disparos del grupo de resistencia, fueron apagándose lentamente, hasta que finalmente desaparecieron, y en su lugar, gemidos incesantes y el cloqueo de miles de gargantas inundadas de sangre se fue esparciendo lenta pero incansablemente por el resto de la ciudad.
****
David, con el móvil en la mano, miraba atónito la retrasmisión en directo que las cadenas de televisión hacían de la masacre de Roma. Lo que debía ser un día festivo, se había convertido en una tragedia que nunca nadie se hubiese atrevido a imaginar.
Pudo ver con todo detalle como los hijos atacaban a los padres, y los padres devoraban a sus hijos... la magnitud de aquello no le permitía reaccionar. Pero lo que le dejó sin aliento, fue el hecho de ver como personas mutiladas, se levantaban y continuaban con la macabra matanza. Aquello era imposible, impensable e inimaginable...
Entre la marabunta de cadáveres mutilados que avanzaban desgarrando a todo el que se cruzaba en su camino, cientos de melodías de teléfonos móviles acompañaban pesadamente el avanzar de los muertos. Aquella era la única conexión que quedaba ya de su anterior vida, lo único que recordaba, que hacía solo unas horas, esos seres demenciales habían tenido una vida, una familia… ya nadie respondería jamás a esas llamadas desesperadas.
David continuaba llamando a Marta, con la esperanza de que hubiese escapado de aquella espiral de violencia y muerte, sin embargo, nunca recibiría una respuesta.
Roma, había caído en unas pocas horas, al igual que la mayoría de las ciudades que albergaban sedes religiosas en todo el mundo.

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Mensaje  El despertar Jue Mayo 19, 2011 11:54 pm

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09:00 a.m. Hospital General de Jerez de la Frontera
La mañana de aquel sábado 15 de Abril, se presentaba con total normalidad en la zona de urgencias del hospital de Jerez. La sala de espera aparecía tan repleta como cada día, y las quejas de los pacientes por las largas esperas eran el síntoma más claro de que todo transcurría con total naturalidad.
Era el momento del cambio de turno, las enfermeras que entraban de mañana apuraban sus últimos minutos antes de comenzar la jornada, tomando café y hablando sobre la misa que debía de estar a punto de comenzar en el Vaticano.
Susana llegó a su puesto en la sala de curas y como cada mañana, ya tenía esperando en la silla a su compañero de Oncología: el doctor Marcos.
-Buenos días Susana –Saludó efusivamente Marcos mientras se levantaba de la silla y cogía por la cintura a la enfermera.
-Marcos - Respondió ella a la vez que se separaba del médico zafándose de su abrazo -. Sabes que no está bien…
-Pero Susi, no ha pasado una vez, ni dos – Contestó Marcos alzando los brazos en un gesto de rabia -. La semana pasada la pasaste en mi casa de campo con la excusa de acudir a un congreso en Madrid…
-Sí, lo sé, y me arrepiento de ello –Interrumpió bruscamente Susana.
La verdad es que Susana no se arrepentía de nada. Aunque llevaba varios años separada de José, y tenían un hijo en común, sentía que no quería volver a verse atrapada en una relación; tenía miedo de volver a sentir que su vida estaba vacía, incompleta.
Quizás la personalidad inquieta de Marcos, fue lo primero que atrajo a Susana. Aunque también tuvo parte de culpa su atractivo físico, sus ojos azules, y ese acento gallego que a ella le encantaba.
Lo cierto, es que durante unas semanas, los dos habían vivido un tórrido romance a escondidas de todos los demás compañeros del hospital, y por supuesto, de la familia de Susana. Las primeras veces, el morbo de tener que esconderse, llenó en parte el vacío de sensaciones que padecía la enfermera, sin embargo, con el paso de los días y la bajada de adrenalina, el sentido común le decía que debía ser fiel a la promesa que se hizo al divorciarse de José.
Su hijo Carlos, un jovencito sumamente inteligente y extrovertido, que contaba catorce años de edad, era el único hombre que volvería a dejar entrometerse en su vida.
-Está bien Susi, si es eso lo que quieres…
La puerta de la sala de curas se abrió bruscamente interrumpiendo la discusión.
Un celador entró empujando una silla de ruedas donde un hombre de unos setenta años presentaba una herida tapada con una rebeca ensangrentada en su brazo izquierdo.
-Susana, más vale que eches un vistazo a la herida de este caballero –Interrumpió Mateos, el celador que empujaba la silla -. Ha llegado ahora mismo y no para de sangrar por la llaga. La traía tapada con su rebeca, pero la hemorragia no para.
Marcos se apresuró a retirar la rebeca mientras Susana cogía el carro con las gasas, tijeras y demás utensilios para intentar cortar la hemorragia.
-Dios, la rebeca está empapada Susi –Dijo Marcos con preocupación.
-Ya, ya estoy –Respondió Susana colocando el carro de curas junto a la silla del herido.
La cara de Marcos palideció al retirar la rebeca y observar las proporciones de la herida; era del tamaño de una boca humana, aunque con toda la piel desgarrada alrededor del surco. El resto de piel dentro del ámbito de la herida, no estaba. Se podían observar con toda claridad parte de los músculos, también desgarrados por la dentellada. Con un suave aunque ininterrumpido repique, la sangre comenzó a caer a goterones sobre el suelo de la habitación.
-Oiga, caballero –Preguntó Marcos retirando la vista de la espeluznante herida -. ¿Qué le ha ocurrido?.
-Ha sido un loco, un maldito loco –Respondió el hombre con un hilo de voz entrecortado -. Estaba dando un paseo, iba a comprar el diario –Los gestos de dolor oscurecían la cara de aquel pobre hombre a la vez que dejaba de hablar durante unos segundos -. Y entonces, ese loco, apareció corriendo, me empujó y me mordió en el brazo. Solo pudo darme un bocado, gracias a que un muchacho le agarró por el cuello y me lo quitó de encima.
-¿Y qué ocurrió después? –Preguntó Marcos intentando distraer al paciente mientras Susana se afanaba en intentar limpiar la herida.
-No sé, me mareé mucho, y corrí lo más rápido que pude, no miré atrás. Estaba muy asustado y el dolor me nublaba la vista. Luego, un taxista me auxilió, y me trajo hasta aquí.
Por segundos, un olor fétido, a carne podrida, comenzó a invadir la estancia. Marcos y Susana se miraron; la herida no dejaba de sangrar, y era el foco de aquel hedor nauseabundo, insoportable.
-Susi, ¿lo notas? –Preguntó Marcos tocándole la frente al herido -. Está ardiendo.
-Creo que no tenemos mucho tiempo Marcos –Advirtió Susana con la cara desencajada -. Esta herida no deja de sangrar, y por el olor… Parece que se pudre demasiado rápido. Hay que llamar al cirujano y que intente cerrarla como sea.
-De acuerdo, voy corriendo, espérame aquí, no le pierdas.
Marcos salió como una exhalación de la sala de curas en busca de ayuda.
Susana tapó la herida lo mejor que pudo y lanzó un suspiro al aire. Se dirigió hacia el armario que había en la zona más alejada de la puerta de entrada de la habitación y rebuscó entre los frascos algún anestésico fuerte. Con un gesto de preocupación miró al hombre mientras rebuscaba… había cerrado los ojos y parecía que no respiraba.
-¡DIOS, NO! –Gritó Susana mientras salía corriendo hacia él.
No tenía pulso, lo comprobó tres veces. Ni en las muñecas ni en el cuello. Su piel, que hacía unos segundos estaba ardiendo, ahora estaba fría como el hielo, y estaba adquiriendo rápidamente un desagradable tono de descomposición.
Susana corrió de nuevo hacia el lugar donde había estado rebuscando el anestésico. Toco el timbre de emergencia y comenzó a preparar el carro que había justo bajo el pequeño armario de las medicinas. Destapó el desfibrilador y lo activo en unos segundos; era poco probable que pudiese reanimarlo, pero tenía que intentarlo.
Algo se movió a su espalda; el leve chirrido de las ruedas de la silla, fue acompañado por el sonido de unos pies arrastrándose lenta y pesadamente por el suelo.
Susana, ensimismada en activar el desfibrilador y tener todo lo necesario para intentar reanimar al paciente, no escuchó el ruido que se dirigía hacia donde ella estaba. Una sombra se reflejó a su derecha, pero no le dio importancia, estaba totalmente concentrada en su trabajo. La mirada de aquel hombre, se clavó en su espalda, con paso torpe y lento, el aciano se acercó lo suficiente para poder tocarla…
Una mano agarró el pelo de Susana, recogido en una cola perfectamente peinada. Esta se volvió bruscamente soltándose de la mano y se encontró con la cara de aquel hombre de frente. Instantáneamente, gritó y con un movimiento reflejo se apartó hacia su izquierda, cayendo al suelo detrás del escritorio de madera donde pasaba consulta, golpeándose la cabeza levemente con la silla blanca de aluminio y plástico donde tantas veces se había sentado para dar paso al siguiente paciente.
La mirada del ser la siguió fijamente con un mecánico y escalofriante movimiento de cuello. Su piel, estaba pálida, demasiado pálida y putrefacta dado el poco tiempo que llevaba muerto teóricamente. Aquella cosa, avanzó hacia ella mirándola fijamente. Con un movimiento rápido, seguramente debido a la carga de adrenalina que corría por su sangre, Susana se puso en pié y saltó por encima del escritorio, sintiendo el roce de aquellas manos frías y tensas en su pierna derecha.
La puerta se abrió y entró Marcos, acompañado de otro doctor vestido de blanco. Ambos se quedaron congelados, con cara de incredulidad al ver a Susana saltando el escritorio y a aquel anciano intentar cogerla a toda costa.
-¡CORRED! –Fueron las únicas palabras que acertó a pronunciar mientras caía llorando sobre los brazos de Marcos.
-¿Qué está pasando aquí? –Preguntó Juan, el médico cirujano de guardia mientras se acercaba hacia el anciano herido con paso rápido.
-No creo que debas…
-¡NO! –Gritó Susana interrumpiendo la advertencia de Marcos.
Juan, se volvió alarmado por el grito. Justo en ese lapsus las manos del anciano, le cogieron de la bata y con un tirón brusco, hizo que Juan cayese de espaldas sobre el escritorio de madera.
Marcos se quedó petrificado, abrazando con fuerza a Susana, sin poder reaccionar.
La boca del anciano, se lanzó con fiereza y rapidez sobre la cara de Juan, arrancándole con un movimiento seco la nariz y trozos de piel de la zona de las mejillas. Juan se movía en un último y desesperado intento para quitárselo de encima, con lo que le quedaba de cara chorreando sangre, pero no tenía fuerzas. Las manos del ser, le apretaron fuertemente la cara para inmovilizarle, y sus dedos se clavaron en la cuenca de los ojos del Doctor, entrando en ellos bruscamente, aplastando los globos oculares y haciendo salir a presión un puré sanguinolento. Las piernas de Juan se movieron con unos ligeros espasmos, y después se quedaron inmóviles.
Todo sucedió en unos pocos segundos.
Marcos y Susana continuaban abrazados con fuerza, atónitos. Susana intentó gritar, pero las palabras no salían de su boca, seca y rugosa como el esparto. Marcos consiguió reaccionar y arrastró a Susana hacia afuera de la habitación mientras contemplaba como aquel monstruo arrancaba trozos de carne del doctor y los engullía con una avidez espeluznante.
Los gritos de Juan, habían alertado a los dos guardias de seguridad que chocaron con Marcos y Susana justo cuando salían de la habitación.
-¿Qué ha pasado ahí dentro? – Preguntó el guardia más alto a la vez que su compañero gritaba -¡QUIETO!- al contemplar la escena dentro de la habitación.
-¿QUE COÑO HACES, QUIETO! – Fueron las últimas palabras del primer guardia de seguridad.
El guardia alto, corrió hacia dentro de la sala al escuchar a su compañero, y tras gritos de advertencia y ruidos de lucha, todo quedó en silencio.
-Susi, tenemos que salir de aquí, rápido – Dijo Marcos a la vez que arrastraba del brazo a Susana, aun catatónica.
Marcos y Susana, corrieron hacia la puerta de salida gritando a toda voz que desalojasen el hospital: “FUEGO, FUEGO”, gritaba Marcos para llamar la atención de todas las personas que abarrotaban los pasillos del centro sanitario.
Como era de esperar la gente corrió formando una estampida hacia la puerta; Marcos y Susana, que llevaban ventaja consiguieron salir los primeros, luego, una marea de gente se pisoteaba intentando salir del lugar presas del pánico.
Por la carretera nacional, varios coches de policía, se dirigían con las sirenas aullando hacia la puerta del hospital. Susana cogió del brazo a Marcos y salió corriendo en dirección contraria.
-¿Qué haces Susi?, viene la policía, tenemos que contarles lo que ha pasado.
-No, tenemos que irnos, nadie ha llamado a la policía, no hubiese dado tiempo a que tantos coches llegasen juntos. Aquí pasa algo, corre Marcos, salgamos de aquí –Imploró Susana.
Marcos, no pudo resistirse a seguirla, como casi siempre, sabía que haría lo que ella quisiese.
Minutos más tarde, Susana se despidió de Marcos y corrió hacia su casa; Marcos, con el corazón roto, se dirigió a su apartamento junto al hospital.
No sabía que ocurría, ya que aún no tenía noticias de la masacre del vaticano, pero las calles estaban mucho más vacías de lo normal, y la poca gente que se cruzaba con él, le miraban con recelo; en el ambiente, se notaba una perturbable sensación de miedo que no podía explicar.

****

David permanecía impasible, con la cabeza entre las manos y roto de dolor. Hacía un rato que había destrozado su teléfono móvil contra la pared en un ataque de impotencia y rabia.
Pasaron varios minutos hasta que David escuchó a través de las ventanas el alboroto que se estaba formando justo frente a su apartamento, en el Hospital General. Por su cabeza pasaron las cruentas imágenes que acababa de presenciar en Roma, y sin dudarlo, decidió salir a ver qué estaba pasando.
Akiles quería acompañarle y se movía ansioso alrededor de la puerta, estaba más nervioso de lo normal, pero David consideró más prudente que su compañero le esperase en casa; no sabía que ocurría, y quizás, solo fuese una falsa alarma.
Justo cuando David se disponía a bajar la escalera, unos gritos que provenían de la planta baja le alertaron. Permaneció quieto y en silencio junto al primer escalón, mientras el estruendo de unos pasos a toda velocidad iban subiendo por la escalera. En unos segundos, en el descansillo que quedaba justo bajo su posición, apareció Marcos; su vecino de al lado. Su cara estaba pálida de miedo, y gritó a David que corriera a la vez pasaba como un rayo junto a él. Torpemente abrió la puerta de su apartamento para desaparecer en su interior como un suspiro.
David no entendía nada, y mientras miraba atónito como Marcos Ferreiro se perdía en el interior de su vivienda, un sonido gutural le hizo volver a mirar hacia el descansillo de la escalera por donde su vecino había aparecido. Su estómago se plegó y su corazón se aceleró de una forma indescriptible al observar a la niña que apareció justo al otro lado de la escalera.
No debía tener más de ocho años. Su pelo moreno, estaba manchado y apelmazado, como si la hubiesen revolcado en algún tipo de liquido espeso y grasiento. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y su iris, había adquirido un antinatural tono grisaceo. Todo su rostro aparecía salpicado por grotescas manchas de sangre, y su piel presentaba un insano tono violaceo.

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La criatura se quedó parada durante unos interminables segundos, observando con lascivia a David, que permanecía en lo alto de la escalera sin poder moverse a causa de la impresión.
Instintivamente, David dio un paso atrás, y la niña se lanzó como una posesa escaleras arriba, chillando como un animal y extendiendo sus pequeñas manos en un claro intento de atrapar al joven. Casi inconscientemente, David reaccionó avanzando un paso adelante y lanzando una potente patada frontal que impactó directamente sobre el rostro de la criatura. Debido a la violencia del impacto, varios huesos del rostro de la pequeña se quebraron, y su cuerpo salió despedido hacia atrás, rodando por la escalera. Durante la caída, el pequeño cuello de la niña se quebró produciendo un sonido seco, y su cuerpo quedó tendido en el suelo junto al último escalón, con la cabeza y el cuello formando un ángulo imposible.
David se quedó paralizado, y un extraño sentimiento de culpa se apoderó de su mente; ¿era necesario emplearse de esa forma?... quizás…
Los pensamientos de David, que no podía dejar de mirar el pequeño cuerpo desparramado en el suelo, se bloquearon inmediatamente, cuando el cuerpo de la pequeña se levantó. Su cabeza quedó ladeada, caída sobre su hombro izquierdo; la criatura era incapaz de enderezarla, ya que el hueso que la sostenía se había quebrado.
-Es Imposible –Balbuceó para sí mismo David.
La niña volvió a comenzar su avance por la escalera, con mucha más lentitud, debido a la desorientación causada por la posición de su cabeza. David, corrió hacia su puerta, intentó meter la llave en la cerradura varias veces, pero las manos le temblaban de tal forma, que era incapaz de acertar. Justo cuando el aciago cuerpo de la niña terminaba de subir la escalera, David consiguió entrar en casa y cerrar la puerta con llave.

****

Aún con los nervios a flor de piel, David se sorprendió a sí mismo rebuscando su arma reglamentaria en la mesita de noche, donde siempre solía dejarla. Era inútil, debido a la conmoción, tardó unos segundos en recordar que se la retiraron cuando se dio de baja del cuerpo por depresión.
Los acontecimientos de los últimos segundos, desde el ataque de la niña, hasta la llegada a su casa, habían pasado sin darse cuenta de lo que hacía, el recuerdo de lo sucedido, se ocultaba tras una densa bruma creada por el pánico y la confusión.
Se sirvió un vaso whisky, que temblaba en su mano como si tuviese vida propia, mientras ojeaba los canales de televisión sin dar crédito a lo que veía; las imágenes del ataque al Vaticano, la tragedia de barajas, las matanzas en la Meca, y un largo etcétera de locuras por igual, colmaban los informativos especiales de cada emisora. Por último, la imagen de varias personas con la piel en claro estado de descomposición, con los ojos enrojecidos y heridas mortales de necesidad, corriendo de un lado a otro, terminaron de crispar su sensible estado de ánimo; <> se dijo mentalmente.
El sonido de varios petardazos, le sacaron de las tribulaciones que su mente no paraba de inventar. Miró con aire ausente hacia la ventana del salón; este ventanal, daba directamente hacia la nacional IV de Jerez, justo frente por frente al hospital. Otro petardazo le sacó de su estado de ensoñación; se levantó, y acudió rápidamente hacia la ventana.
Entonces, entendió que los petardazos eran en realidad disparos.
Varias decenas de coches de policía, acordonaban el perímetro del hospital. Los agentes, resguardados tras los vehículos, abrían fuego indiscriminadamente contra toda persona que intentaba salir del lugar. Una sensación de terror le invadió.
-¡Son personas joder, que coño os pasa! –gritó golpeando los cristales con las palmas de sus manos.
Miró hacia las ventanas del hospital, algunas de ellas, abiertas, mostraban un espectáculo que escapaba a su comprensión; cientos de personas corrían de un lado a otro, algunas de ellas, con las ropas llenas de sangre.
Aturdido, vio como una mujer vestida de enfermera, a la que no pudo reconocer, se lanzó al vacío desde una de las ventanas.
La siguió con la mirada, mientras sentía el frio del cristal en las palmas de sus manos, que permanecían pegadas a la ventana. El cuerpo se desmoronó al chocar contra el cemento del suelo, quedando todas sus extremidades formando un dibujo imposible; casi instantáneamente, un charco de sangre brotó de lo que era su cabeza, ahora abierta y roja como una sandía, dejando tras de sí un pequeño riachuelo de color rojo oscuro.
Aterrorizado, corrió las cortinas, y con la imagen de aquella enfermera desparramada en el suelo dando vueltas por su cabeza, corrió hacia el baño y vomitó.
Una vez, dos veces… las nauseas fueron desapareciendo lentamente… tres veces. Su rostro estaba pálido, y escudriñándose los pelos con las manos, sintió que su mente estaba al filo de la demencia, cerró los ojos, y respiró profundamente... Levanta, reacciona...
-¡Dios santo! - Dijo para sí mismo con los ojos abiertos como platos.
Corrió de nuevo al salón, y encontró su móvil destrozado, justo como lo había dejado tras su ataque de ira hacía unos minutos.
No podía dejar de preocuparse por Tadeo, su padre adoptivo; no había pensado en él hasta ese momento. ¿Estará bien?, ¿se habrá encerrado en la iglesia?... Una oleada de energía recorrió su cuerpo.
Observó que el cuerpo de la niña no seguía junto a su puerta, parecía que algo había llamado su atención y se había marchado. Era el momento.
- Chico, vamos a dar un paseo -Dijo mirando fijamente a Akiles.
En unos segundos, tenía a Akiles a su izquierda. Sentía el calor del animal junto a su pierna, y se sintió mucho más seguro. Le colocó su correa de cuero mientras le acariciaba el cuello, y se dispuso a salir a buscar al sacerdote.
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Mensaje  Altheda Miér Jun 01, 2011 11:15 pm

Me gusta mucho tu historia, me engancho desde el pincipio.
Sigue así que vas por buen camino Very Happy
Altheda
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