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Segunda prueba
¿Furulas?
El origen de todo
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El origen de todo
Hola a todos!
Es mi primer relato que puede ser continuado en caso de que os guste.
Un saludo
Son las 07:00 horas de un martes cualquiera de noviembre en los suburbios de Frederic; Maryland, Estados Unidos. El despertador suena, levantando al oficial M. Cooper que no sabe que hoy será el último día de su vida.
Como todas las mañanas el oficial Cooper desayuna un café ligeramente aguado, cereales con yogurt y un zumo de naranja. Mientras desayuna mira de refilón la televisión, en la CNN la rubia reportera anuncia una ola de frio con mínimas de 2 grados y máximas de 6…
Mierda masculla, esperando que la factura de la calefacción no sea excesiva. Su novia con la que comparte piso está embarazada de siete meses y los gastos son inmensos, de momento con su sueldo han conseguido ir tirando, pero hace unas semanas ella perdió su trabajo de comercial. Los cabrones de sus jefes alegaron motivos económicos para despedirla, si bien ese año el banco en el que trabajaba logro beneficios record.
Acaba de terminar el informe meteorológico y nuestro oficial acaba de poner su plato en la pileta. Se dirige al dormitorio donde su novia todavía dormida se revuelve en la cama cuando le da un beso en la frente. En ese momento piensa que es el hombre más afortunado del mundo.
Acto seguido se dirige al garaje y se monta en su Ford Fusión del 2006 del que le queda por pagar todavía la mitad, comprueba el indicador de combustible y verifica que por suerte el depósito está lleno. Suspira aliviado, al menos esta semana no hay que gastar más en combustible.
Acto seguido abre la puerta del garaje desde el interior del vehiculó y recorre en aproximadamente veinte minutos los 34 kilómetros que lo separan de la valla de seguridad perimetral de Fort Detrick.
Tal como describe el panel publicitario en la entrada, Fort Detrick fue fundado en 1931 e históricamente fue el centro del programa de armas biológicas de los Estados Unidos desde 1943 a 1969. En 1969 el presidente Nixon pidió al senado que ratificase el protocolo de Génova de 1925 que prohibía el uso de armas químicas y biológicas. Desde entonces sus labores centradas en la prevención e identificación así como tratamiento de los patógenos son continuadas por el USAMRIID también conocido como el Instituto de Investigación de Enfermedades Infecciosas del Ejercito de los Estados Unidos.
Nuestro amigo militar está dentro del coche en el primer control de acceso, y observa las imponentes medidas se seguridad, formadas por una primera valla de 7 metros de altura terminada en concertina, con un camino de mantenimiento en el medio, y una segunda valla de 5 metros coronada por cámaras de seguridad y focos cada pocos metros. Mientras se pregunta qué nuevo elemento de seguridad piensan instalar, los compañeros del equipo de seguridad cotejan los datos que contiene su tarjeta de identificación con la imagen de su iris y revisan los bajos del coche. En total el proceso ha durado 30 segundos.
Se dirige por la carretera principal del complejo al aparcamiento de su puesto de trabajo, el laboratorio BSL-4 (bioseguridad nivel 4) del USAMRIID. Dado el tamaño del complejo aun avanzando a cuarenta kilómetros por hora tarda 10 minutos en llegar al parking, donde por suerte hay plazas de sobra. Con la crisis todas las subcontratas externas han sido despedidas y el laboratorio dado que lleva a cabo labor no vital se encuentra inmerso en un “delicado equilibrio presupuestario” como sus superiores le recuerdan cada vez que solicita más fondos.
Se encamina a la puerta principal del complejo y mira el reloj que marca las 07:55, respirando aliviado al comprobar que no llega tarde. Una vez enfrente de la puerta marca el código de acceso y la cámara de seguridad le enfoca, a la vez que se escucha un pitido que confirma que la puerta está abierta.
Se encamina por el hall principal mientras saluda a un cristal espejado, que protege la identidad del encargado de seguridad. Mientras saluda piensa que posiblemente es Tony el que este esta semana en el control, debería invitarle a cenar un día de estos.
Luego se pierde en un laberinto de pasillos hasta llegar a su oficina donde revisa los correos electrónicos de la mañana y el diario de investigación junto con los experimentos a realizar.
Al parecer las nuevas muestras de Encefalitis Equina Venezolana no provienen directamente del ejército y han sido pedidas a un distribuidor de Venezuela, mientras comprueba el origen de las muestras se percata que no hay especificado paciente cero ni centro de origen. Murmura para sus interiores que esto no es nada bueno, que si las muestras no pueden ser trazadas no se puede garantizar la reproductibilidad de los experimentos y toda la batería de nuevos test se basa en una falacia; el asumir que lo que hay en los viales es lo que el proveedor dice y no otra cosa. Esto solo da lugar a mucho más trabajo dado que tendrá que genotipar el virus y comparar su estructura genética con los datos informáticos, en fin mucho más trabajo.
Echo esto, decide que es el momento de empezar el genotipado de las muestras y evitar que eso retrase el resto de experimentos, por lo que se dirige a la exclusa de acceso al laboratorio. Introduce su tarjeta de acceso y deja que el escáner de iris tome una imagen de su ojo, posteriormente teclea su código de acceso. Al haber terminado de forma correcta la identificación oye un pitido largo que indica que la puerta permanecerá abierta cinco segundos. En el momento que tira de ella se escucha una alarma que no dejará de sonar hasta que la cierre y que indica que la presión negativa se encuentra en peligro.
Cierra la puerta mientras el sonido de la sala al re presurizarse llena el ambiente y se dirige a la zona de vestuarios donde se desviste completamente para ponerse la ropa interior de algodón blanco y un sistema de cascos que le permitirán hablar con el exterior y el jefe de seguridad del laboratorio.
Acto seguido sella el traje comprueba que la presurización sea correcta y se dirige a la exclusa de acceso a la sala que contiene algunos de los patógenos más mortales para el hombre. Todo aquello para lo que no exista cura conocida ni tratamiento, que sea extremadamente contagioso acaba relegado a estos laboratorios, son las creaciones más peligrosas de la naturaleza y entre ellas destacan las fiebres hemorrágicas siendo algunas tristemente conocidas como el Ebola y otras totalmente anónimas como las participantes en el programa de armas biológicas de los Estados Unidos o aquellas traídas por desertores soviéticos en los 80.
Trata de no ponerse nervioso mientras entra en la sala y se dirige a una campana de flujo laminar en el interior de la cual se encuentra un paquete que contiene las nuevas muestras. El mero hecho de pensar el riesgo que supone estar en un sitio como este haría que cualquier persona se volviese loca, pero no el, dado que ha sido formado por los mejores y sabe sobrellevar cualquier situación con la máxima calma y tranquilidad.
Introduce sus manos cubiertas por el traje atreves de la abertura en el borde de la campana y comienza a desprecintar el paquete. Primero las múltiples capas de precinto que rodean el envase de poliestireno expandido, luego retira la tapa y quedan al descubierto las bolsas de polietileno selladas, en el interior de las que hay nieve carbónica. Estas bolsas cuentan con una válvula de ecualización que evita que la presión interior sea muy elevada y eliminan el exceso de dióxido de carbono. Posteriormente entre la nieve carbónica localiza los portaviales que alojan en su interior los vacutainers con muestras de sangre que contiene el virus.
Tal como indica claramente la documentación adjunta, cada una de las cuatro bolsas contiene cinco portaviales, cada uno con cinco muestras. En total cien muestras de cinco mililitros en diferentes medios de conservación. Sistemáticamente va vaciando las bolsas y clasificando las muestras, solo quedan tres viales más cuando se da cuenta que el vial que tiene en sus manos se encuentra sumamente agrietado. Mierda piensa. En vez de utilizar todos los viales de plástico hay alguno de cristal, y el shock térmico los ha agrietado. Este titubeo es suficiente para que el vial estalle en sus manos y un minúsculo fragmento de cristal corte el guante de nitrilo y su dermis superficial inoculando una mínima cantidad de la sangre infectada en su organismo.
Jodidos hijos de la gran puta, dice en voz alta mientras se retira con la mano cubierta de sangre. Es que ya sabía yo que algo así pasaría algún día, joder!. No deja de repetir esta frase mientras se dirige a una fuente de lavado de emergencia donde chorros de clorhexidina al 3% aniquilaran la totalidad de los patógenos que recubren su guante.
Acto seguido se dirige a la exclusa de salida donde una nube de amoniaco a 45 grados esteriliza la superficie del traje durante 15 minutos. Rápidamente se desviste y comprueba aterrado que hay un mínimo sangrado.
En teoría debería informar al jefe de la instalación de forma inmediata y permanecer en aislamiento durante dos meses, dado que la encefalitis equina tiene una transmisibilidad muy elevada al usar como vectores los mosquitos, si bien su mortalidad es muy reducida si es tratada desde el momento de la inoculación. Sin embargo piensa que al menos debe despedirse de su mujer en persona dado que no podrá estar con ella en el parto, y que esto no cambiará el pronóstico de la enfermedad ni las consecuencias.
Se dirige al coche y recorre el camino de salida de la instalación a la máxima velocidad autorizada, enfila la autopista cuando un súbito ataque de tos le obliga a detenerse. Se mira la mano ensangrentada con terror y se pregunta qué está pasando, en ese momento un autobús colegial le embiste por detrás a más de cien millas por hora.
Es mi primer relato que puede ser continuado en caso de que os guste.
Un saludo
Son las 07:00 horas de un martes cualquiera de noviembre en los suburbios de Frederic; Maryland, Estados Unidos. El despertador suena, levantando al oficial M. Cooper que no sabe que hoy será el último día de su vida.
Como todas las mañanas el oficial Cooper desayuna un café ligeramente aguado, cereales con yogurt y un zumo de naranja. Mientras desayuna mira de refilón la televisión, en la CNN la rubia reportera anuncia una ola de frio con mínimas de 2 grados y máximas de 6…
Mierda masculla, esperando que la factura de la calefacción no sea excesiva. Su novia con la que comparte piso está embarazada de siete meses y los gastos son inmensos, de momento con su sueldo han conseguido ir tirando, pero hace unas semanas ella perdió su trabajo de comercial. Los cabrones de sus jefes alegaron motivos económicos para despedirla, si bien ese año el banco en el que trabajaba logro beneficios record.
Acaba de terminar el informe meteorológico y nuestro oficial acaba de poner su plato en la pileta. Se dirige al dormitorio donde su novia todavía dormida se revuelve en la cama cuando le da un beso en la frente. En ese momento piensa que es el hombre más afortunado del mundo.
Acto seguido se dirige al garaje y se monta en su Ford Fusión del 2006 del que le queda por pagar todavía la mitad, comprueba el indicador de combustible y verifica que por suerte el depósito está lleno. Suspira aliviado, al menos esta semana no hay que gastar más en combustible.
Acto seguido abre la puerta del garaje desde el interior del vehiculó y recorre en aproximadamente veinte minutos los 34 kilómetros que lo separan de la valla de seguridad perimetral de Fort Detrick.
Tal como describe el panel publicitario en la entrada, Fort Detrick fue fundado en 1931 e históricamente fue el centro del programa de armas biológicas de los Estados Unidos desde 1943 a 1969. En 1969 el presidente Nixon pidió al senado que ratificase el protocolo de Génova de 1925 que prohibía el uso de armas químicas y biológicas. Desde entonces sus labores centradas en la prevención e identificación así como tratamiento de los patógenos son continuadas por el USAMRIID también conocido como el Instituto de Investigación de Enfermedades Infecciosas del Ejercito de los Estados Unidos.
Nuestro amigo militar está dentro del coche en el primer control de acceso, y observa las imponentes medidas se seguridad, formadas por una primera valla de 7 metros de altura terminada en concertina, con un camino de mantenimiento en el medio, y una segunda valla de 5 metros coronada por cámaras de seguridad y focos cada pocos metros. Mientras se pregunta qué nuevo elemento de seguridad piensan instalar, los compañeros del equipo de seguridad cotejan los datos que contiene su tarjeta de identificación con la imagen de su iris y revisan los bajos del coche. En total el proceso ha durado 30 segundos.
Se dirige por la carretera principal del complejo al aparcamiento de su puesto de trabajo, el laboratorio BSL-4 (bioseguridad nivel 4) del USAMRIID. Dado el tamaño del complejo aun avanzando a cuarenta kilómetros por hora tarda 10 minutos en llegar al parking, donde por suerte hay plazas de sobra. Con la crisis todas las subcontratas externas han sido despedidas y el laboratorio dado que lleva a cabo labor no vital se encuentra inmerso en un “delicado equilibrio presupuestario” como sus superiores le recuerdan cada vez que solicita más fondos.
Se encamina a la puerta principal del complejo y mira el reloj que marca las 07:55, respirando aliviado al comprobar que no llega tarde. Una vez enfrente de la puerta marca el código de acceso y la cámara de seguridad le enfoca, a la vez que se escucha un pitido que confirma que la puerta está abierta.
Se encamina por el hall principal mientras saluda a un cristal espejado, que protege la identidad del encargado de seguridad. Mientras saluda piensa que posiblemente es Tony el que este esta semana en el control, debería invitarle a cenar un día de estos.
Luego se pierde en un laberinto de pasillos hasta llegar a su oficina donde revisa los correos electrónicos de la mañana y el diario de investigación junto con los experimentos a realizar.
Al parecer las nuevas muestras de Encefalitis Equina Venezolana no provienen directamente del ejército y han sido pedidas a un distribuidor de Venezuela, mientras comprueba el origen de las muestras se percata que no hay especificado paciente cero ni centro de origen. Murmura para sus interiores que esto no es nada bueno, que si las muestras no pueden ser trazadas no se puede garantizar la reproductibilidad de los experimentos y toda la batería de nuevos test se basa en una falacia; el asumir que lo que hay en los viales es lo que el proveedor dice y no otra cosa. Esto solo da lugar a mucho más trabajo dado que tendrá que genotipar el virus y comparar su estructura genética con los datos informáticos, en fin mucho más trabajo.
Echo esto, decide que es el momento de empezar el genotipado de las muestras y evitar que eso retrase el resto de experimentos, por lo que se dirige a la exclusa de acceso al laboratorio. Introduce su tarjeta de acceso y deja que el escáner de iris tome una imagen de su ojo, posteriormente teclea su código de acceso. Al haber terminado de forma correcta la identificación oye un pitido largo que indica que la puerta permanecerá abierta cinco segundos. En el momento que tira de ella se escucha una alarma que no dejará de sonar hasta que la cierre y que indica que la presión negativa se encuentra en peligro.
Cierra la puerta mientras el sonido de la sala al re presurizarse llena el ambiente y se dirige a la zona de vestuarios donde se desviste completamente para ponerse la ropa interior de algodón blanco y un sistema de cascos que le permitirán hablar con el exterior y el jefe de seguridad del laboratorio.
Acto seguido sella el traje comprueba que la presurización sea correcta y se dirige a la exclusa de acceso a la sala que contiene algunos de los patógenos más mortales para el hombre. Todo aquello para lo que no exista cura conocida ni tratamiento, que sea extremadamente contagioso acaba relegado a estos laboratorios, son las creaciones más peligrosas de la naturaleza y entre ellas destacan las fiebres hemorrágicas siendo algunas tristemente conocidas como el Ebola y otras totalmente anónimas como las participantes en el programa de armas biológicas de los Estados Unidos o aquellas traídas por desertores soviéticos en los 80.
Trata de no ponerse nervioso mientras entra en la sala y se dirige a una campana de flujo laminar en el interior de la cual se encuentra un paquete que contiene las nuevas muestras. El mero hecho de pensar el riesgo que supone estar en un sitio como este haría que cualquier persona se volviese loca, pero no el, dado que ha sido formado por los mejores y sabe sobrellevar cualquier situación con la máxima calma y tranquilidad.
Introduce sus manos cubiertas por el traje atreves de la abertura en el borde de la campana y comienza a desprecintar el paquete. Primero las múltiples capas de precinto que rodean el envase de poliestireno expandido, luego retira la tapa y quedan al descubierto las bolsas de polietileno selladas, en el interior de las que hay nieve carbónica. Estas bolsas cuentan con una válvula de ecualización que evita que la presión interior sea muy elevada y eliminan el exceso de dióxido de carbono. Posteriormente entre la nieve carbónica localiza los portaviales que alojan en su interior los vacutainers con muestras de sangre que contiene el virus.
Tal como indica claramente la documentación adjunta, cada una de las cuatro bolsas contiene cinco portaviales, cada uno con cinco muestras. En total cien muestras de cinco mililitros en diferentes medios de conservación. Sistemáticamente va vaciando las bolsas y clasificando las muestras, solo quedan tres viales más cuando se da cuenta que el vial que tiene en sus manos se encuentra sumamente agrietado. Mierda piensa. En vez de utilizar todos los viales de plástico hay alguno de cristal, y el shock térmico los ha agrietado. Este titubeo es suficiente para que el vial estalle en sus manos y un minúsculo fragmento de cristal corte el guante de nitrilo y su dermis superficial inoculando una mínima cantidad de la sangre infectada en su organismo.
Jodidos hijos de la gran puta, dice en voz alta mientras se retira con la mano cubierta de sangre. Es que ya sabía yo que algo así pasaría algún día, joder!. No deja de repetir esta frase mientras se dirige a una fuente de lavado de emergencia donde chorros de clorhexidina al 3% aniquilaran la totalidad de los patógenos que recubren su guante.
Acto seguido se dirige a la exclusa de salida donde una nube de amoniaco a 45 grados esteriliza la superficie del traje durante 15 minutos. Rápidamente se desviste y comprueba aterrado que hay un mínimo sangrado.
En teoría debería informar al jefe de la instalación de forma inmediata y permanecer en aislamiento durante dos meses, dado que la encefalitis equina tiene una transmisibilidad muy elevada al usar como vectores los mosquitos, si bien su mortalidad es muy reducida si es tratada desde el momento de la inoculación. Sin embargo piensa que al menos debe despedirse de su mujer en persona dado que no podrá estar con ella en el parto, y que esto no cambiará el pronóstico de la enfermedad ni las consecuencias.
Se dirige al coche y recorre el camino de salida de la instalación a la máxima velocidad autorizada, enfila la autopista cuando un súbito ataque de tos le obliga a detenerse. Se mira la mano ensangrentada con terror y se pregunta qué está pasando, en ese momento un autobús colegial le embiste por detrás a más de cien millas por hora.
Invitado- Invitado
Re: El origen de todo
esta muy interesante tu historia...te pediria que pases a la mía..... se llama suerte en un az, sigue como vas...vas bien
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