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Extinción - El accidente, prólogo y capítulo 1

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Extinción - El accidente, prólogo y capítulo 1 Empty Extinción - El accidente, prólogo y capítulo 1

Mensaje  Señor Ambroz Jue Jul 26, 2012 7:24 pm


PRÓLOGO










Año 2035.
La era del crecimiento informático estaba en su mejor momento, y la
noticia de la creación de Cyborgs con inteligencia independiente
desató una paranoia invisible y muchos rumores que afirmaban que los
recién creados Cyborgs, algún día, dominarían el mundo. Aunque
eran rumores infundados por enemigos de los creadores de estos seres,
la empresa informática y encargada de la división de armamento
Estadounidense, la AllNess, aseguraba que los Cyborgs eran totalmente
inofensivos, ya que a todos lo creados hasta la fecha los habían
instruido con tal fin, enseñándolos que la humanidad era algo que
debía de ser protegido. AllNess sostenía que los Cyborgs, además
de ser infinitamente más inteligentes y tener la capacidad de
estudiarse un libro de mil páginas en cuestión de minutos, que
sentían dolor, podían amar y podían disfrutar de casi todos los
vicios humanos, incluido el acto sexual.




Una de las
razones por las que Allness escogió el proyecto de creación de
Cyborgs hará unos tres años, fue el repentino accidente de
helicóptero que tuvo el hijo de Charlie Allness en sus vacaciones
anuales a unas montañas de Canadá, que se cobró la vida del hijo
de Charlie Allness. Su mujer murió hace unos dos años de una
Leucemia, y lo único que le hacía sentir ganas de vivir era su
hijo, y cada vez que podía organizaba una escapada a donde fuese con
su hijo, hasta aquel fatídico accidente.




Cuando era
pequeño no le pudo dedicar mucho tiempo, pero conforme fue creciendo
le dedicó mucho más tiempo, hasta que cuando tuvo diecisiete años
Charlie sintió que su hijo estaba preparado para la gran revelación
de su vida. Así que le llevó a la pequeña colina que había detrás
de su casa, cubierta de césped y de árboles que en ese momento
estaban creciendo. Había creado todo el gran jardín que decoraba su
casa cuando nació Elliot, para que cuando fuese mayor los viese en
su máximo esplendor, y contemplase el jardín que había creado
para él, su hijo. Dieron un paseo hasta lo alto de la colina que
duró unos minutos. El jardín que rodeaba la casa era tan grande
como un bosque, y hasta uno se podía perder si no había estado
nunca allí. En la colina había una mesa metálica de merendero con
unos bancos en la mesa y alrededor, algunos dirigidos a la puesta de
sol. Se sentó en unos de ellos contemplando una puesta de sol
hermosa, y se dirigió a su hijo, sentado al lado suyo.






  • Elliot,
    te preguntarás porqué te he traído hasta aquí, con el buen día
    que hace. Me imagino que te hubiese gustado ir con tus amigos a la
    piscina. Aunque teniendo una nosotros, no sé como no los invitas a
    venir todos los días.


  • Papá,
    sabes que les incomoda venir todos los días porque creen que pienso
    que se aprovechan de mí, aunque yo no pienso eso...


  • Siempre
    van a pensar eso de ti, hijo. Ellos y todos. Tenemos mucho dinero, y
    tenemos que vivir con ello. Siempre habrá gente que te lo pida
    abiertamente, y otra gente, como tus amigos, que te querrán por lo
    que eres, no por lo que tienes. Pero por eso no te he traído. Te he
    traído porque quiero comunicarte que desde que cumplas los
    dieciocho te nombraré mi mano derecha, y que cuando me jubile tu
    llevarás el timón de este gran barco, eso te lo garantizo.- le
    dijo Charlie a su hijo cogiéndolo de la mano y sonriendo con el
    alma.





Era lo
único que de verdad había deseado en toda su vida. Ni sus yates, ni
los miles de millones que tenía en el banco, ni los millares de
empresas, grandes y pequeñas que tenía bajo su mando podían llenar
el vacío que se había creado en unos segundos en aquella endiablada
montaña que le había arrebatado lo que más quería en el mundo, y
la única cosa irreemplazable que tenía en su vida: su hijo.




Pero no se
iba a quedar solo, ya que sino tarde o temprano enloquecería.
Necesitaba algo que pudiese al menos mitigar su dolor, algo que
pudiese de alguna forma llenar el vacío que había en su vida. A
Charlie le gustaba curiosear en la prensa para buscar nuevas formas
de negocio, ya que los tiempos cambian, y si no cambias con los
tiempos te quedas estancado y el imperio que tienes hoy se puede
convertir en ruinas mañana. Así fue como divisó la solución a su
problema, en una pequeña noticia de periódico. “Un científico
investiga la manera de crear vida artificial mediante la ciencia, el
líder del proyecto busca financiación, cediendo los derechos de
explotación del producto.” Y Charlie fue donde en el periódico
decía que tenía su sede. La sede de este científico era una nave
sucia de un polígono industrial a las afueras de Denver. Charlie fue
hacia allí en su helicóptero privado, y cuando llegó pudo ver
desde el helicóptero a un joven de pelo rizado, espeso y moreno
esperando a que aterrizase el helicóptero. Por su expresión estaba
tan impresionado como esperaba encontrárselo Charlie, ya que no
avisó de que iba a ir a verlo. Cuando bajó del helicóptero, se
dirigió al científico.






  • ¿Es
    usted el científico Joseph Strauss?- le preguntó Charlie.


  • U-U-U-U-Usted
    es...- dijo Joseph maravillado con la inesperada visita que tenía,
    y tendiéndole una mano temblorosa.


  • Sí,
    soy Charlie Allness, y tengo entendido que busca dinero y medios
    para su proyecto.


  • Si,
    porque ya ve que no ando bien de fondos...- dijo sonriendo y
    señalando la nave en la que trabajaba.


  • Bien.
    Llévame a su despacho. Le doy treinta minutos para convencerme de
    que lo haga.


  • Por
    supuesto, señor Allness. Por aquí, por favor.





Charlie
siguió a Joseph hacia su laboratorio. Dentro, Charlie quedó
maravillado por toda la información que había. Planos en los que
estaban dibujados esqueletos de metal, planos de cerebros, columna
dorsal y el entramado de venas de un ser humano. Sin duda Charlie
encontraría allí lo que buscaba. No había nadie más que él, y
Charlie sospecho que el era el único que trabajaba en el proyecto.
Entraron en una pequeña sala en la que había una mesa sencilla de
escritorio con una mesa de oficina aparentemente cómoda, y pegadas a
las paredes unas cuantas sillas medio desvencijadas por el uso.
Joseph le cedió su silla de oficina a Charlie como gesto de amistad,
pero Charlie bien sabía que pretendía hacerle la pelota a toda
costa para conseguir dinero para su trabajo. No sería el primero ni
el último que le lamiese el culo. Sólo podría convencerlo lo que
en realidad quería oír. Si el trabajo de aquél “científico”
era fiable o no. Nada más sentarse Charlie en aquella silla, que
resultó bastante cómoda, se dirigió a Joseph.






  • Estoy
    informado de que está trabajando en la creación de Cyborgs y dice
    que es capaz de instalarlos una inteligencia artificial. ¿Puede
    desarrollarlo?


  • Por
    supuesto. Usted está poco informado, Señor Allness. Es más que
    eso. Aparentemente, pasarán por seres humanos si nadie se entera
    que esto se lleva a cabo. Según los cálculos, podrán sentir,
    amar, soñar... hasta comer, beber y fumar. Como un ser humano, pero
    sin serlo. También hemos estimado que tendrán una vida media de
    cien años.


  • ¿Podríais
    emular a una persona en un Cyborg?


  • Pues...-
    Joseph se lo pensó un poco.- Si, con su ADN podríamos reproducir
    su aspecto, y hasta instalarlo todos los recuerdos de aquel al que
    quiera reproducir. Pero esto será mejor que no lo difundamos, ya
    que pueden usarlo para fines ilícitos.


  • Yo
    decidiré lo que se difundirá y lo que no.- le dijo tajante mente
    Charlie.- No sé si lo entiende, pero no le estoy financiando. Le
    estoy comprando. Desde el momento en el que acepte, trabajará para
    mí, y si lo hace bien, vivirá muy bien. A lo que vamos. Para que
    pague todo esto.- dijo Allness sin miramientos.- Tienes que hacerme
    una copia de mi hijo Elliot.


  • Tiene
    que entender, señor Allness...- le advirtió Joseph.- de que aunque
    se parezca y se comporte como su hijo, con el debido respeto, su
    hijo está enterrado junto a su madre.


  • ¿Crees
    que no lo sé, insecto asqueroso?- le dijo con desprecio Charlie.-
    Sólo quiero no estar solo, y ¿Con quién estar mejor que con
    alguien que se parezca a mi hijo?


  • Con
    algo.-le corrigió Joseph.


  • Se está
    pasando, señor Strauss.- le advirtió Allness.- como vuelva a
    importunarme verá lo que le pasa a las personas que me desagradan.


  • Disculpe,
    señor Allness.- dijo Joseph bajando la cabeza.


  • Bien,
    vas aprendiendo.- dijo Charlie, dirigiéndose a Joseph como si fuese
    un perro.- ¿En cuanto tiempo tendrás el trabajo hecho?


  • Si
    dispongo de todos los medios y puntuales, dos años como máximo.


  • ¿Y
    como mínimo...?- dijo Charlie metiendo prisa.


  • Si me
    pone dos ayudantes y contrata a algunas personas que tengo en esta
    lista, creo que podré en un año.- le dijo Joseph tendiendo una
    lista a Charlie.


  • ¿Sabe
    qué, señor Strauss? Creo que usted es idiota. Le he dicho que
    dispone de todos los medios que precise, como si pide un autobús
    lleno de prostitutas. Mientras que haga su trabajo en el menos
    tiempo posible, y bien hecho, me importa un bledo lo que pida. ¿Cree
    que no me sobra el dinero? Me limpio el culo con él. Bien. Mañana
    mándame una lista con todo lo que precise, además de estos
    científicos. Todo lo que necesite, ya lo sabe. Nos vemos dentro de
    un año, y como no lo tenga, tendrá que darme explicaciones,
    Strauss.- dijo Charlie despidiéndose de Strauss.





Al año,
Strauss llamó a Allness para comunicarle que el proyecto estaba
terminado. “Por lo menos el payaso del científico había
cumplido”, aunque le había costado pérdidas multimillonarias,
además de la presión de los medios oponiéndose a la creación de
Cyborgs inteligentes. Aun así, Charlie siguió con el proyecto, y
ahora que lo tenía terminado iba a sacar el mayor provecho de él.
Pero lo primero que hizo fue ir a los laboratorios de Strauss para
llevarse de allí a su propio Cyborg, la copia de su hijo.





Cuando
llegó no se sorprendió que la nave destartalada que había visto la
primera vez había hecho un cambio totalmente diferente. Ahora tenía
la pinta de un laboratorio científico digno de la empresa AllNess.
Además, había multiplicado por cuatro su tamaño original al
absorber los territorios colindantes. Entró por la entrada principal
del complejo tecleando un código en un teclado pequeño que había
instalado al lado de la puerta automática. Todo dentro estaba
preparado y surtido como el mejor de los laboratorios, e
inmediatamente pasada la sala de investigación un ayudante de
Strauss les guió hasta una sala redonda, donde en las paredes
colgaban unas diez personas, hombres atléticos, calvos, e idénticos.






  • ¿Disfrutando
    del espectáculo, señor Allness?- Le dijo una voz conocida a su
    espalda. Cuando se dio la vuelta vio por primera vez a Strauss desde
    que le contrató. Se había dejado el pelo más largo, y una perilla
    muy bien recortada adornaba su cara, junto con unas gafas que le
    dabas mucho más un aspecto de científico.


  • La
    verdad es que sí, pero parece que son todos iguales.- observó
    Charlie.


  • Este es
    el programa convencional. Todos son exactamente iguales. En su
    memoria solo se han instalado las leyes humanas más generales, ya
    sabe, para que no haya peligro. El suyo está en otra sala, y
    permitirme que se lo diga, este es especial. No es como los demás.


  • Me
    alegra saberlo. ¿Tiene todo lo que yo le pedí?


  • Los
    ensayos salieron al cien por ciento de eficacia, así que me alegra
    comunicarle que todo, señor. Nada más se levante de la cámara
    aislante, será prácticamente como su hijo donde finalizó su
    memoria, corrigiendo el simple hecho de que no lo es.



  • Bien,
    Strauss, si eso es verdad, te tomarás unas vacaciones y podrás
    pedirme lo que quieras.- dijo Charlie, mientras una lágrima
    silenciosa se asomaba por su mejilla.


  • Bien,
    acompáñeme.- le dijo Joseph.





Joseph le
guió por una puerta pequeña que había enfrente de la que entraron,
que conducía a unas escaleras que le guiaban hacia un sótano que
debía de estar a unos cuantos metros bajo tierra. Joseph tomó todas
las precauciones necesarias para que la creación de una copia del
hijo de Charlie Allness no saliese a la luz hasta que Charlie
quisiese divulgarlo. Y aunque no quisiese lo tendría que hacer tarde
o temprano. Cuando entraron en la sala, Charlie cayó al suelo, casi
desmayado. En una cámara como las que había arriba, había visto a
su hijo por primera vez desde hacía un año y medio.






  • Señor
    Allness, ¿Quiere seguir con esto?- le preguntó Joseph en un tono
    que se podría calificar como lástima. Aun así, Charlie siguió.


  • Despiértelo,
    te lo ordeno.- dijo Charlie en un tono que no admitía disculpas.


  • Bien.






Cuando
Joseph pulsó un botón que había en un teclado al lado de la
cámara, empezó una cuenta atrás, mientras la cámara se
despresurizaba. A los pocos segundos de finalizar la cuenta atrás,
la cámara se abrió y salió el Cyborg de la cámara, tambaleándose.
Cuando vio a Charlie le dijo, asustado:






  • Padre,
    ¿Qué hago aquí? Recuerdo que estaba contigo, en Canadá...- dijo
    el Cyborg, esforzándose por recordar.


  • Te...
    te has recuperado, hijo.- dijo Charlie, cubierta la cara de lágrimas
    y sonriendo como jamás había hecho desde la pérdida de su
    familia.- tuviste un accidente. Has estado en coma todo este tiempo.
    Joseph, dale algo para vestirse.- apremió a Joseph, sorprendido de
    como lo había llamado. Siempre lo había llamado señor Strauss. En
    ese momento supo que se había ganado la confianza de Charlie
    Allness, y que desde ese momento tendría lo que quisiese. Cuando el
    nuevo Elliot estuvo vestido, Charlie le dijo a Joseph.- Ha curado a
    mi hijo, así que te tomarás unas vacaciones de un mes en el
    destino que tú elijas y a todos los gastos pagados.


  • Gracias,
    señor AllNess.


  • Por
    favor, llámame Charlie.- insistió Charlie. Se dirigió a su hijo,
    que tenía más o menos la edad de Joseph.- Mira, hijo, este
    científico te ha salvado la vida.


  • Gracias,
    eh, Joseph, ¿No?- le preguntó Elliot.


  • Si,
    Elliot. Creo que seremos grandes amigos, o eso espero.- le dijo
    amistosa mente al Cyborg que había creado.


  • Claro,
    me has salvado la vida, es lo mínimo que puedo hacer. Espero que
    disfrutes de tus vacaciones.


  • Gracias,
    Elliot.


  • Elliot,
    ¿Puedes esperarnos fuera, en las escaleras?- le dijo Charlie a
    Elliot señalando la puerta que iba hacia las escaleras que subían
    al laboratorio.- Tengo que hablar con Joseph un momento.


  • Si,
    claro. ¡Hasta luego, Joseph! - dijo Elliot, abriendo la puerta y
    subiendo las escaleras. Cuando se fue, el primero en hablar fue
    Joseph.


  • Tendrá
    que decirle que es un Cyborg, Charlie, y pronto. No creo que esto
    aguante mucho en secreto, ya que “Elliot” se ha recuperado. Su
    entierro lo vieron millones de personas en todo el mundo, y que le
    vean otra vez caminando parece de ciencia-ficción.


  • ¿Y qué
    me sugieres que haga, Joseph?- le preguntó amablemente Charlie.


  • Anunciar
    el producto mañana mismo. Y decirle a Elliot lo que es. Seguro que
    lo aceptará, y seguro que el querría que se lo dijese usted. Pero
    que eso no impida que usted pueda ser feliz con él. Dígaselo con
    tacto, y creo que todo irá bien.


  • Si,
    creo que eso es lo que hará.- dijo Charlie meditándolo unos
    momentos.- Tengo que hacerlo, y cuanto antes mejor. Cuando salga
    este producto a la luz será una auténtica revolución. Mañana
    mismo convocaré una rueda de prensa, Joseph. Tenlo por seguro.
    Bueno, le dejo con su trabajo. Ya sabe, mañana váyase de
    vacaciones. Tendrá todos los papeles mañana por la mañana.- Se
    despidió de Joseph y se fue junto a su hijo.






Juntos
salieron por todo el laboratorio, como si nada hubiese pasado, como
si el que saliese de aquel laboratorio no fuese un Cyborg, sino otro
ser humano. Naturalmente, todos los científicos que trabajaban para
Joseph sabían de la existencia de este otro Elliot, y si no decían
nada es porque presentar a un Elliot idéntico a la sociedad animaría
a los multimillonarios a adquirir “copias” de algún familiar que
hayan perdido. Entraron en el helicóptero y volvieron a su mansión.
Cuando aterrizaron, fueron a comer. Como Charlie observó, comía con
tanto apetito como un ser humano, como si eso fuera a nutrirlo. Pero
Charlie sabía que no lo nutriría, ya que era una máquina, por
mucho que Charlie quisiese creer que no. cuando terminaron de comer,
Charlie le dijo a su hijo que fuese con él a la cima de la colina.
Siempre que quería decirle algo importante a su hijo, le llevaba
allí, y el nuevo Elliot, una idéntica copia del Elliot original, se
dio cuenta. Cuando llegaron, Charlie empezó a hablarle, como
siempre.






  • Hijo...-
    empezó.- Tengo que decirte una cosa muy importante, una cosa que
    espero que no te haga odiarme.


  • Papá,
    nada me haría odiarte, eso te lo garantizo.


  • Bien...-
    esas palabras de su hijo le animaron mucho más.- ¿Te acuerdas del
    accidente que tuvimos en Canadá?


  • He...
    muerto, ¿no?


  • ¿Cómo
    lo has sabido?


  • Porque
    según el calendario que he visto dentro del laboratorio ha pasado
    un año y medio de eso. Es muy improbable que despertase del coma,
    pero aún estoy aquí, y además acabo de despertar en un
    laboratorio lleno de Cyborgs... Soy uno de ellos, ¿No?


  • Si...
    eres uno de ellos. Hijo, no soportaba perderte. Tú eres quien me
    sucederá, de una forma o de otra.



  • Papá,
    pero aunque sea un Cyborg, ¿Podríamos ignorarlo todo lo posible?
    Quiero ser el hijo que has perdido, si quieres...


  • Claro,
    hijo, para eso te he traído. Quiero que seas el hijo que he
    perdido.





Se abrazaron
un momento como padre e hijo, y juntos admiraron las puestas de sol
que se podían ver todos los atardeceres desde esa colina.







    • Me
      tengo que ir a trabajar, tú vuelve a familiarizarte con toda la
      casa. Demonios, qué digo, nunca has estado aquí, aunque tus
      recuerdos te digan todo lo contrario. Date una vuelta, ve a bañarte
      a la piscina... como tú veas, hijo. Nos vemos en la noche.


    • Vale,
      padre.- Elliot vio cómo su padre se iba en un BMW conducido por un
      chófer, y se puso a curiosear en la casa. Estuvo un rato en la
      piscina, bañándose, y luego se fue a su despacho, porque Elliot
      tenía un despacho, donde hacía sus pinitos en ciencias. A Elliot
      desde pequeño se le habías dado demasiado bien las ciencias, y
      había hecho bastantes cosas interesantes. Entró en el despacho y
      le agradó ver que todo estaba tal y como lo recordaba. Todo.
      Excepto...- ¿Qué es esto? Había una gran carpeta muy abultada en
      el centro de la mesa, una carpeta que no había visto antes. El
      nombre de la carpeta era “PROYECTO EXTINCIÓN”.














1.JOSEPH




Año
2.037.Denver, Colorado (EEUU)




“La vida
no me va tan mal” se dijo Joseph Strauss tomando una copa en una
discoteca que había en la zona centro de Denver, en pleno Viernes
noche. El bar era uno de los que más categoría había en Denver, y
donde entraba solo gente de alto nivel, como él. La discoteca estaba
llena de chicas, shows eróticos y juegos diversos, tanto para
parejas como para solteros y solteras. Hace unos años le habría
sido imposible entrar, pero hace año y medio, la aparición
repentina del magnate de los negocios, el mismísimo Charlie Allness,
había cambiado su vida radicalmente, y le había cubierto de
billetes. El único requisito fue que de su proyecto se hiciese algo
a su medida. O séase, un hijo nuevo. No iba con la política de
Joseph, pero el cliente es el que manda, y si crear un Cyborg
copiando a un ser humano fallecido significaba cubrirse de oro, haría
el sacrificio sin dudarlo.




El proyecto
de Joseph consistía en la creación de Cyborgs para diversas tareas,
como ir al espacio sin temor a morir, ya que ellos no necesitan ni
respirar ni comer, para trabajos muy sofisticados que requieran una
mano firme y que soporte fácilmente la presión, o para simples
escoltas y machacas. En un principio no los había creado para
suplantar a otro ser humano, como un hijo, una mujer o un hermano. En
el último año había visto lo rentable que había sido crear
Cyborgs clones de otras personas, especialmente cuando son de
familiares difuntos millonarios. Había tenido que comprar a muchos
políticos, estrellas del espectáculo, mandos militares... todo tipo
de gente para que no tuviese muchos problemas con el tema en
cuestión. No obstante, en muchos medios de comunicación se le
tildó de crear monstruos, le han llamado el Frankenstein del siglo
veinte, y algunos se han atrevido a afirmar que era el anticristo.




Cuando
Charlie Allness anunció que los Cyborgs ya eran algo real, y
presentando al nuevo Elliot, originó diveras opiniones y debates por
todo el mundo. Que si los Cyborgs eran algo útil, que si solo eran
un avance más, hasta algunos afirmaban que se harían con el mundo y
serían la causa de la extinción humana. Frente a eso, Allness dijo
que sólo habría un Cyborg por cada cien humanos en cada país,
además esos datos serían de máxima producción, por ahora como
mucho habría un Cyborg por cada diez mil humanos en cada país, así
que ese rumor no tenía ninguna credibilidad. Nada más sacarlo al
mercado lo que más se demandó fueron los Cyborgs clones, hijos para
padres multimillonarios, hermanos, esposas... bueno, familiares, y
éstos solo tenían que dar una muestra de ADN del sujeto a
reproducir, y tendrían un Cyborg idéntico al fallecido, con todos
sus recuerdos, manías... todo. Fue lo que más, o mejor dicho, lo
único que se demandó de los Cyborgs. Técnicamente, a Joseph le
daba igual lo que hiciesen con sus creaciones, ya que él cobraba
igualmente.








Aun así
hubo que llevar un control de producción en este sentido, ya que
muchos multimillonarios, que estaban en la misma situación de Elliot
ya habían intentado dar como herencia sus grandes fortunas a los
Cybors clones, y eso era algo que no se podía tolerar. Los Cyborgs,
por mucho que se pareciesen a los humanos, no lo eran, y por mucho
que Joseph luchó contra el gobierno de los Estados Unidos no se
permitió que nadie pudiese dejar ningún tipo de herencia a un
Cyborg, al menos hasta que la cosa se calme un poco, y que la gente
asimile que los Cyborgs son una realidad, y que no son peligrosos.









      • ¡Camarero,
        otra copa!- dijo Joseph a voces en medio del bar. Uno de los
        camareros se apresuró en atenderlo. En ese momento pasó una
        chica muy guapa delante de Joseph.- !Oye, guapa! ¿Quieres que te
        invite a una copa?- la chica pasó de él.- ¡Bueno, tú te lo
        pierdes! ¡No te necesito, soy Joseph Strauss, uno de los hombres
        más ricos de todo Denver...! ¡Oye, Elliot!-dijo Joseph,
        sorprendido de ver allí a su creación.







Elliot
AllNess estaba frente a él, mirándolo de forma divertida junto con
un grupo de mentes brillantes que había ido reclutando por toda la
tierra. Un grupo de cerebritos, vamos. A Joseph ya no le iban esos
grupos, había estado siempre encasillado desde preescolar en los
grupos de los empollones, los pringados, etcétera, y estaba harto.
Quería estar en el grupo de los triunfadores de una vez. Por eso se
había negado a formar parte del grupo de cerebritos de Elliot. Los
empezó a mirar uno a uno, extrañado, y tan borracho que tuvo que ir
identificándolos poco a poco.




Kurt
Slain, un chaval alto y musculoso, pelo largo y pelirrojo, con ojos
azules. Era de Kansas City, y Elliot le había encontrado en casa sin
hacer nada, ya que le habían echado del instituto tantas veces por
conducta agresiva que no había podido ir a la universidad, pero los
trabajos sobre bacterias y virus inmunológicos que subía a la web
atrajeron la atención de Elliot, pese a su conducta agresiva.





Sonya
Carter era una chica de estatura normal, con el pelo largo y rubio, y
además era bastante guapa y con buena figura. Desde que Joseph la
conoció había estado intentando ligar con ella, y la escaneó de
arriba abajo cuando la miró. Ésta se ruborizó un poco. Elliot la
encontró en Pittsburg, enredada en un proyecto de búsqueda de
energías alternativas a las actuales. Nada mas llegar, ella supo que
Elliot era un Cyborg. Elliot la preguntó cómo sabía eso, ya que no
lo conocía de vista, aunque había oído hablar de él, el hijo del
magnate de los negocios Charlie AllNess, y ella le dijo que sus ojos
no tenían en color natural que producía el iris. Eso le impresionó
tanto a Elliot que la cogió para su equipo.





Al que más
consideró Elliot su amigo fue a Ryan Shandor, un pequeño genio que
ya conocía Joseph de las competiciones científicas, ya que Ryan era
de Denver. Nada más conocerse Elliot y Ryan conectaron de inmediato,
y aunque Ryan se dedicaba más a la preparación de vehículos
futuristas y armamentísticos, fueron uña y carne desde entonces,
hasta se fue a vivir con Elliot a su casa, casi tomándolo por un
hermano. Todos esos recuerdos los tenía Elliot en la mente, y cuando
volvió a casa el Elliot Cyborg lo volvió a llamar y todo siguió
como antes.




También
había tres fichajes que habían encontrado Ryan y Elliot en su viaje
al viejo continente. Ryan buscaba en la base de datos de cada país a
los tres candidatos a completar el equipo que estaba creando Elliot.
Cada día le llevaba nuevos candidatos para que Elliot los estudiase.
A Elliot no le convencía ninguno de los que le había llevado, hasta
que un día en Francia, Encontró a un candidato que le llamó la
atención.




Peter
McRivan era un muchachito de diecinueve años que había creado una
hormona del crecimiento capaz de hacer que los animales de granja
creciesen el doble de lo habitual, con el que los animales como el
cerdo pudiesen estar cebados en la mitad de tiempo. Además esto no
repercutía negativamente en la calidad de la carne, ya que lo que
hacía la hormona era hacerle al animal acumular el doble de grasas
cuando comiese. Nada más leer esta noticia Elliot fueron Ryan y él
a contratar a Pete McRivan.





Nada más
contratarlo, pararon en España unos días para saborear la costa. Y
fue allí, en España, donde encontraron a los dos últimos
científicos para su equipo. En un recorte de periódico que compró
Elliot en un kiosko casi a pie de playa de Benidorm había un pequeño
reportaje de un par de científicos que estaban investigando a fondo
el ADN para intentar buscar curas para enfermedades fatales como el
Alzheimer o el cáncer. Así que Elliot y Ryan fueron a conocerlos a
su lugar de residencia, Ciudad Real.







Nada más
legar dejaron las cosas en el hotel y fueron a conocerlos. Cuando
llegaron a su pequeño laboratorio instalado en una nave de un
pequeño polígono industrial, se presentaron a ellos dos. Eran un
chico y una chica, y por los tratos que tenían Ryan y Elliot
supusieron que eran hermanos. Ella se llamaba Lucía Aprea, y era de
Ciudad Real. Era bajita, de pelo negro, largo y liso y de buena
figura. Ella hacía las tareas de ayudante. Él se llamaba Igor
Towalski y aunque llevaba viviendo en España cinco años era de
Rusia, hermanastro de Lucía. Igor era bastante alto, pelo marrón
muy gruseo y rapado al uno, y con la mirada torva. Allí fue una
promesa de la ciencia, pero no veía muchas oportunidades en Rusia,
así que se vino a vivir a España. Cuando Elliot les pidió que le
explicasen su investigación, los dos lo hicieron con entusiasmo, y
su interés y emoción por la ciencia hicieron que Elliot les
ofreciese las dos últimas vacantes de su equipo.




Con el
equipo ya hecho, volvió a Estados Unidos con los tres últimos
fichajes y los llevó a su mansión al sur de Castle Rock. Al lado de
su mansión había hecho un gran laboratorio para trabajar con su
equipo, y unos pisos al lado para que viviesen cómodamente. Su
padre, por supuesto, le dio el visto bueno a todo. Todos menos Joseph
trabajarían allí, ya que Joseph tenía que ocuparse de su
laboratorio de Denver, y había rechazado ser parte del equipo.





Joseph, aún
con las continuas peticiones de Elliot para que se uniese al equipo,
seguía trabajando para Charlie en el proyecto de los Cyborgs, así
que cuando vio llegar a Elliot con el equipo en pleno se extrañó
muchísimo, ya que cuando venía a verlo lo hacía solo, o en la
mayoría de las veces, con Ryan.






  • Mi
    viejo amigo Joseph.- le dijo Elliot tendiéndole la mano. Iba
    vestido de traje, pero era el único. Los demás iban vestidos de
    negro, con una gabardina que les cubría el cuerpo entero, un
    sobrero parecido al sombrero cordobés totalmente de negro y una
    placa de Sheriff del oeste que llevaba el nombre escrito de cada
    uno.


  • Ja, ja,
    ja.- Joseph se estaba riendo a pierna suelta.- Más vale que le
    digas a tus marionetas que no es carnaval. ¡Si se parecen a Blade!
    Ja, ja, ja...


  • No son
    disfraces.- dijo Igor protestando.- Son nuestros uniformes.


  • ¿A que
    le atizo una buena leche?- dijo Ryan, levantando un puño



  • Tranquilo,
    Ryan, no hemos venido a pelearnos. ¡Siete copas cuando puedas,
    camarero!- le dijo al camarero. Éste, al ver que era Elliot
    AllNess, corrió a la barra para atenderlo cuanto antes.


  • Elliot,
    lo primero¿Qué hacéis aquí? Me alegro de veros, en serio, pero
    este es mi tiempo libre, y detesto hablar de negocios cuando me
    estoy divirtiendo.- le comentó Joseph.


  • Ya...-
    Elliot omitió la indirecta de Joseph para que se fueran.- Camarero,
    ¿podemos disponer de un reservado?


  • Si, por
    esa sala,- señaló en camarero a una puerta que había enfrente.-
    todo recto, la tercera puerta a la derecha.


  • Gracias.-
    dijo simplemente Elliot. Cogió su copa de la mano.- Seguidme todos.


  • Elliot,
    no voy a ir.- protestó Joseph.


  • Vendrás,
    Joseph. Esto es muy importante. Por favor.- insistió Elliot.


  • Si no
    me queda más remedio...- dijo Joseph, resignándose.





Siguieron
todos a Elliot cogiendo las copas sin decir palabra. Joseph pidió
otra copa a toda prisa, y los siguió hacia el reservado. Todos menos
Joseph sabían de qué iban a hablar. Algunos hasta sonreían y
bromeaban. Joseph empezó a pensar que era una broma de Elliot y que
le habían engañado para que estuviese de fiesta con ellos, o
simplemente para burlarse de él. Entraron todos y se empezaron a
sentar en los sillones individuales del reservado.El reservado era
una pequeña sala en la que apenas cabían y en la que solo había
cuatro sillas, y tuvieron que ir a pedir otras tres sillas. Se
notaba solo con ver la sala que normalmente se utilizaba para cosas
más... privadas, pero a Elliot le valía, así que a Joseph le
tendría que valer también. Fue Elliot el que empezó a hablar, más
bien dirigiéndose a Joseph.






  • Joseph,
    tengo entendido que sigues trabajando con mi padre.


  • Si,
    Elliot, claro que lo tienes entendido.- dijo, con un tono de burla.-
    como si no lo supieses bien...


  • Joseph,
    no te pases conmigo. Aunque me hayas creado, mi padre me ve como a
    un hijo, y tengo más poder que tú.



  • ¿Eso
    es una amenaza?- dijo Joseph, sonriendo.- ¿Me estás amenazando,
    Cyborg?- Joseph dejó de sonreir. Sabía que se había pasado, y la
    cara de todos los que estaban allí se dibujaba un odio total y
    absoluto. Ryan se levantó e intentó agredirlo, y antes de que lo
    hiciese le paró Elliot.- Lo siento, Elliot, de veras. El alcohol me
    vuelve agresivo, te pido disculpas.


  • Disculpas
    aceptadas. Y una cosa, si no aguantas el alcohol, no bebas.- le
    aconsejó Elliot, sentándose y consiguiendo que Ryan se sentase
    también, bastante alterado.


  • Y...
    ¿Qué quieres de mí? Si has venido con el equipo en pleno, es que
    quieres algo, o que has probado otro método más para hacer que me
    una al equipo..- se limitó a decir Joseph, mirando al suelo.
    Todavía se sentía avergonzado por lo que acababa de decir. Había
    llamado Cyborg con un tono de desprecio a su primera creación. Él,
    el creador de los Cyborgs, diciendo palabras despreciando a sus
    creaciones. Qué ironía, pensó.


  • Que
    vengas conmigo para una investigación a Hannover, en Alemania.- se
    limitó a decir, Elliot, pensando seguramente que Joseph iba a
    aceptar.


  • Mira...-
    empezó Joseph, evitando la mirada de Elliot. Los demás también le
    miraban, por poco que a Joseph le importara. Desde este momento
    tendría que medir sus palabras, y el alcohol no se lo ponía nada
    fácil.- Somos amigos, y en verdad te aprecio, Elliot, pero tu
    equipo de experimentos no es una de mis prioridades ahora mismo.
    Estamos trabajando en la creación de órganos artificiales para
    hacer trasplantes a humanos, y con ello salvar muchas vidas. ¡Salvar
    vidas humanas, Elliot! Estamos a un paso de conseguir una auténtica
    revolución en la historia de la medicina. No tengo tiempo de ir
    contigo a hacer pinitos en ciencias. Espero que lo comprendas.- dijo
    Joseph sin importarle los resoplidos, las quejas y las malas miradas
    de los demás, ya que en la cara les había dicho que su trabajo no
    valía para nada. Elliot lo ignoró.


  • Toma,
    lee este Dossier. Te doy media hora.- dijo Elliot, poniendo la
    música del reservado, aunque baja, para no molestar a Joseph.
    Mientras el grupo bebía, charlaba, y hasta bailaba, Joseph se
    sorprendía con cada hoja que leía y pasaba. Le costaba leer
    bastante debido a los efectos del alcohol, y las dos chicas del
    grupo no se lo ponían nada fácil. Se habían quitado las
    gabardinas y lucían varios conjuntos iguales. Las dos llevaban top
    y minifalda, de color negro y bastante ajustado. Joseph se estaba
    poniendo malo de ver como meneaban el culo. Él mismo se obligó a
    concentrarse en el dossier, y cuando terminó de leer meditó todo
    lo que había leído. Al parecer, Elliot y su equipo habían creado
    una especie de potenciador del rendimiento humano. Cuando este
    producto entraba en contacto con el organismo el humano suministrado
    con el suero multiplicaba por diez, según los datos, su fuerza y su
    agilidad, pero este tratamiento tenía un problema. No había ningún
    sujeto que haya sobrevivido a las pruebas. Así que a Joseph le
    entró la curiosidad.










  • Por lo
    que dice en el Dossier, - dijo Joseph dirigiéndose a Elliot.- los
    sujetos mueren una vez adquiridas las habilidades.


  • No
    exactamente.- contestó Elliot, con una mirada aterrada.


  • ¿Cómo
    que “no exactamente”? Si alguien se muere, se muere y punto,
    supongo, ¿O estoy equivocado?- Joseph estaba hablando en voz alta.
    Todos se quedaron mirándolo con la misma cara de terror, sin decir
    nada.


  • Eso
    mejor que lo veas tú mismo. Este producto esta en fase
    experimental, y aún no esta desarrollado del todo. Por eso he
    venido. Quiero que nos ayudes a completarlo, o encontrar un método
    de que los sujetos no mueran.


  • Un
    momento, un momento, algo no me ha quedado claro.- Joseph se acababa
    de dar cuenta de que había pasado un dato importante.- ¿Has
    probado el producto con humanos?


  • Eh,
    sí, con uno, en realidad.- dijo Elliot evitando mirarlo. Conocía
    suficiente a Elliot para saber que se culpaba de lo ocurrido.- Ten
    en cuenta que este producto, una vez que esté desarrollado por
    completo podría crear un ejército de supersoldados.- dijo,
    justificándose un poco.- Claro está, el producto solo estará
    disponible para Estados Unidos. Imagínate que cae en malas manos...
    entonces, ¿nos ayudarás?


  • Me
    gustaría, pero mi trabajo me lo impide... ya sabes, los órganos...-
    dijo Joseph con tono de disculpa.


  • Mi
    padre me ha dado su aprobación. Ya ha organizado a un equipo de
    científicos para que prosiga el proyecto de los órganos hasta que
    vuelvas. No te preocupes, solo será un año. Dos, a lo mucho. Hay
    un avión esperando para llevarnos hasta el laboratorio, en
    Hannover, Alemania.


  • Vale,
    voy contigo.- dijo Joseph, resignado. Elliot ya había hablado con
    su padre, y negarse a acompañarlo no haría gracia a Charlie.- Al
    menos dame tiempo para recoger mis cosas.- le pidió a Elliot.- Por
    cierto, hay una cosa que no me has dicho. ¿Donde conseguiste los
    primeros datos del proyecto para empezar? Porque tendrías algo con
    lo que empezar, supongo.


  • Aunque
    no te lo creas los encontré en un dossier en mi casa. No tengo ni
    remota idea de porqué acabaron ahí, y mi padre tampoco sabe qué
    es.- Joseph lo miró soorprendido, sin saber qué decir. Elliot se
    le adelantó.- Quédate si quieres de fiesta. El avión no saldrá
    hasta mañana a las tres y media de la tarde. Te estaremos esperando
    en el aeropuerto internacional de Denver.- Elliot y los demás se
    levantaron y se fueron del reservado, dejando a Joseph allí.





No tardó
en levantarse e irse a la zona de baile, para seguir con la fiesta.
Aguantó dos horas más, unas copas más en el cuerpo, y cogió un
taxi en dirección a su casa. Cuando se levantó por la mañana-tarde,
la resaca le torturó la cabeza un rato, y se dio una buena ducha
para despejarse, seguido de un buen desayuno. Cuando ya estuvo en
buenas condiciones se arregló una maleta con todo lo imprescindible,
echando una última mirada a su casa. Era un chalet en una zona de
lujo en las afueras de Denver, muy espacioso, las paredes pintadas de
color carmín muy fino, con varios sillones en la sala de estar,
armarios llenos de libros de ciencia y una gran televisión HD. Su
dormitorio lo ocupaba una cama de matrimonio gigante, un armario de
madera de cedro en el que guardaba la ropa y una mesita de noche que
completaba el conjunto de armarios que componían su dormitorio.
Avisó a un vecino con el que se llevaba especialmente bien para que
le cuidase el jardín y le vigilase la casa a cambio de algo de
dinero al mes.

Cerrando la
puerta de su casa pensó cuando la volvería a ver, si sería dentro
de un año o quizás de dos. Cogió su coche, un Chevrolet Corvette
azul marino, y condujo hasta el aeropuerto, y seguidamente al hangar
que le había dicho Elliot. Llegó a la hora justa, y ya estaban
esperándolo los siete. Cuando llegó Elliot le hizo un ademán para
que se diese prisa, y todos juntos entraron en el avión privado de
Elliot. Lo que encontró dentro le dejó sin palabras. El avión
privado de Elliot parecía una sala de fiesta por dentro.






  • ¿Qué,
    creías que la fiesta se había acabado?- le dijo Elliot sonriendo,
    mientras una camarera-azafata les preguntaba que querían tomar.


  • Eh, una
    fanta limón, por favor.- pidió Joseph a la camarera. Ya estaba
    harto de alcohol.





Una hora más
tarde, estaban volando hacia Hannover, montando una fiesta en el
avión hasta mucho mejor que la que Joseph había tenido la noche
anterior. Todos se habían quitado sus “trajes de trabajo” y
bailando unos con otros. Elliot le confesó que cuando se fueron de
la discoteca donde habían estado hablando con él habían pasado por
unas cuantas más.






  • A mi
    también me ha costado levantarme esta mañana, Joseph.- le afirmó
    con una sonrisa incluida.- por cierto, toma.- Elliot se fue un
    momento a la parte trasera del avión, y al cabo de unos minutos
    regresó con un pequeño paquete en las manos.- Es tu traje de
    trabajo. Cuando estés conmigo por la calle o en ruedas de prensa y
    demás, tendrás que levar el traje.- era un traje como el de los
    demás, con su placa de Sheriff.


  • Es una
    broma, ¿No?- por el tono que lo miraba Elliot, no era una broma.-
    Está bien, me lo pondré. Qué remedio...- protestó Joseph.


  • Deja de
    quejarte. Eres un aguafiestas, ¿Lo sabes? Y eso que iba a
    presentarte a una de las bailarinas.


  • ¿Qué
    bailarinas?- de repente Joseph se fijó que en los pocos segundos
    que había estado hablando con Elliot habían entrado unas cuantas
    bailarinas exóticas con poca ropa, y estaban bailando con los allí
    presentes.- ¡Vale, vale, me lo pongo! Voy a bailar un poco con las
    chicas, ¿Vale?


  • Vale.-
    dijo Elliot sonriendo, y quedándose sentado en una de las butacas
    del gran compartimento en el que iban.





Joseph se
tiró todo el tiempo de vuelo bailando y charlando con las
bailarinas, intentando ligar con alguna, cosa que no consiguió.
Pasaron una tormenta a pocas horas de Hannover, y cuando entraron en
el continente bajaron un poco altura, y pudo ver, aunque bastante
mal, por primera vez en su vida el viejo continente. Hicieron una
pequeña escala en Londres, de una hora, para desentumecerse los
músculos y poder tomar un poco el aire. Luego re emprendieron el
vuelo hacia Hannover. En el avión había un catering era bastante
bueno, y cenaron todos juntos justo antes de llegar a Hannover, que
llegaron casi a medianoche. Joseph se había dormido después de
cenar, y les costó un poco despertarlo. Todavía sufría los efectos
del alcohol.



  • ¡Joseph,
    que no aguantas el alcohol!- le dijo en tono de burla Ryan, y
    dándole un cachete en la cara.


  • No, yo
    lo que creo es que en esa discoteca en la que estaba este payaso
    servían de garrafa.- meditó Sonya.- Al rato de tomarme la copa en
    aquel lugar se me revolvieron las tripas.


  • A ti
    todas las copas que te bebes te revuelven el estómago.- dijo con
    desprecio Ryan.- Pero por favor, para necesidades, el baño.


  • Auu.-
    Sonya le dio una colleja a Ryan.


  • Dejad
    las bromas, chicos.- dijo Elliot en tono serio.- hemos aterrizado en
    Hannover, y no quiero tonterías en público. Ponéos los trajes,
    incluido tú, Joseph. Lavaos la cara, arreglaos lo que queráis, y
    en cinco minutos os quiero preparados.





Cada uno
fue a hacer cosas distintas. Unos a lavarse la cara, otros a vestirse
con los trajes de Sheriff, y las chicas a lavarse, maquillarse y
arreglarse el pelo. Cuando estuvieron todos preparados, un minuto más
de lo que les había dado Elliot, estuvieron esperando unos segundos
para que colocasen la escalera de embarque y pudiesen salir. Ya
fuera, se encontraron con unos cuantos mozos de equipaje esperando
para recoger sus cosas y una limusina que los llevaría al
laboratorio.

No hablaron
casi en todo el viaje. Salieron de Hannover en el Jeep recorriendo
caminos de tierra y bosques. El trayecto duró sobre una hora, ya que
subieron una pequeña montaña por caminos de tierra, llenos de
piedras, y las constantes herraduras les hacían frenar casi por
completo.





Por fuera,
el laboratorio era un gran granero en la cima de la montaña, sin que
nadie pudiese sospechar que era otra cosa distinta. Joseph sabía que
era una fachada para ocultar el laboratorio de las miradas
indiscretas, y siendo el proyecto de alto secreto, no valía la pena
que nadie se enterase de lo que hacían allí. Bajaron de los Jeeps y
siguieron todos a Elliot adentro del granero. Dentro, el granero
parecía lo que era, un granero. El suelo estaba lleno de paja y
excrementos secos, y había herramientas por todos lados. En una
esquina había un montón de horcas, y en una mesa había una hoz,
dos martillos y una caja llena de púas, sujetando unos papeles de
propaganda.

Como el que
no quiere la cosa, Elliot movió una tabla suelta de la pared del
granero, e inmediatamente, el suelo de al lado suyo se abrió dejando
descubierta una escalera en la que apenas cabía una persona.
Entraron uno por uno por las escaleras, y cuando estuvieron todos
abajo se fueron identificando en un lector de retina y en un escáner
que había a la altura del pecho. Joseph se fijó como se
identificaban todos. Primero ponían los ojos en el lector y luego
decían su nombre en voz alta, mientras el escáner les leía la
placa, que Joseph supuso que tendría algo exclusivo que lo
identificase con el dueño. Cuando le llegó el turno a Joseph, hizo
lo mismo que todos los demás. Puso los ojos en el lector y dijo en
voz alta y dijo.






  • ¡Joseph
    Strauss!- la puerta tardó un segundo en reconocer su identidad.


  • Bienvenido,
    Joseph.- dijo una voz robótica muy extraña antes de abrirse la
    puerta y dejarles pasar a todos. Elliot encabezaba la marcha por el
    laboratorio. Dentro de aquella sala habría unos cinco científicos
    aparte de ellos, limpiando probetas y ordenando apuntes y papeles.
    El grupo llegó al final de la sala, donde estaba otro científico
    sentado en una silla, trabajando en un ordenador.


  • Hola,
    Klark.- le dijo Elliot.


  • ¡Ah!
    Hola, señor AllNess. ¿Qué tal el vuelo?


  • Muy
    bien, gracias.


  • Y veo
    que ha conseguido traer a Strauss. Pensaba que quizás no lo
    conseguiría.


  • Pues ya
    ve que sí, Klark.



  • Nuestro
    proyecto es demasiado interesante para que lo dejase pasar.


  • Correcto.
    Bueno, Klark, ¿ha ocurrido algún cambio aparente en el tiempo que
    hemos estado fuera? Ya seabes, en el sujeto.


  • No,
    señor. Sigue como siempre. Ningún cambio aparente.- dijo Klark con
    un tono de decepción en su voz.


  • Bien,
    bien.- Elliot dio unas palmadas a Klark en la espalda.- Voy a
    enseñarle a Joseph los progresos. Klark, manda a alguien a por
    nuestras cosas del Jeep que hay fuera. Vosotros.- dijo refiriéndose
    al grupo.- Id a las habitaciones a acomodaros mientras le enseño
    todo esto a Joseph.


  • A la
    orden, señor.- le dijo Klark.


  • Vale,
    Elliot.- le dijeron algunos del grupo.





Elliot le
hizo una seña a Joseph para que le siguiera. Klark les abrió una
puerta de seguridad, y pasaron a un pasillo más estrecho. Caminaban
a modo de paseo, sin prisa, mientras Elliot empezaba a detallarle
todo el proyecto.






  • Leíste
    el Dossier que te enseñé en aquella discoteca. ¿Qué te parece el
    proyecto?


  • La
    verdad, no me he enterado mucho de que va.- admitió Joseph.- Lo
    único que entendí es que esta vacuna potencia el rendimiento
    físico humano en todos los aspectos, pero a la vez mata.


  • No
    exactamente.- puntualizó Elliot.- en realidad potencia el
    rendimiento físico humano llegando a potenciarlo por diez, pero
    cuando llega a su potencial máximo, que está calculado sobre en
    treinta y sesenta minutos, empieza a bajar, hasta que la vacuna se
    convierte en virus y mata al huésped. Y al cabo de unos minutos de
    su muerte, inexplicablemente, el cuerpo se levanta y busca nuevos
    humanos vivos a los que infectar, ya que este “virus” más que
    “vacuna”, no afecta a los animales.


  • Venga,
    hombre. Ahora me vas a decir que los muertos se levantan de sus
    sepulturas...- dijo con sorna Joseph.


  • Míralo
    tú si no te lo crees.- le dijo Elliot, señalándolo una cristalera
    que había aparecido a su derecha. Las luces de dentro estaban
    apagadas, y le era imposible ver lo que había en su interior.
    Cuando Elliot las encendió en un interruptor que había al lado de
    la cristalera, Joseph cayó hacia atrás e hizo el ademán de huir.
    Lo que fue una persona estaba en medio de la sala, con la mirada
    perdida en el techo. Le faltaba toda la carne de un brazo, que según
    los indicios que presentaba la habitación, toda llena de restos de
    sangre reseca y trozos de carne podridos, parecía que se había
    intentado comer su propio brazo. Solo vestía una bata de hospital
    verde, que ya casi no era verde a causa de la sangre reseca que
    cubría toda la bata. Con lo acartonada que estaba parecía un
    chubasquero. Apenas tenía pelo en la cabeza, y carecía de labios,
    dejando los dientes al descubierto, con gusanos entre las encías.
    Era una visión repugnante. Cuando sus ojos se clavaron en ellos
    dos, unos ojos medio podridos, pero de un color característico
    verde ciénaga, fue hacia ellos, y cuando se golpeó contra la
    cristalera, que era blindada, cayó a plomo al suelo, pero se
    levantó en seguida, y empezó a aporrear el cristal. Por lo sucio
    que estaba el cristal por dentro y lo machacada que tenía la mano
    que le quedaba, siempre que le encendían la luz y le observaban
    repetía el mismo proceso.


  • Santa
    María Madre de Dios...- empezó a relatar Joseph.


  • Ya ves
    porqué necesitamos tu ayuda. Ninguno hemos podido hallar una cura,
    y hemos estado trabajando noche y día durante meses, pero nada. A
    ver si con tu ayuda podemos completar el proyecto.


  • Espera,
    ¿Cuanto tiempo lleva ya este tío dentro de esta cámara?


  • Unos
    tres meses.- dijo Elliot simplemente.


  • Excelente.
    Un virus que levanta a los muertos. Elliot, te sugiero que destruyas
    todo esto y abandones el proyecto.


  • ¿Por
    qué? Nos falta muy poco para completarlo, Joseph. Y además, no
    sabemos si alguien más está investigando con estos datos. No es
    algo que yo haya sacado de la nada. Por lo que sabemos, podría
    tenerlo qualquiera.


  • Si este
    virus se desata por el mundo, arderá como la pólvora, ¿no?- le
    dijo Joseph a Elliot, mientras unas gotas de sudor empezaban a
    florecer en su frente.


  • Eso no
    va a pasar. Este sitio es seguro al cien por cien. Si el virus se
    desata aquí dentro no saldrá, eso te lo aseguro.


  • ¿Y si
    sale fuera?


  • Te
    vuelvo a repetir: eso no pasará. Tú ponte a trabajar cuanto antes
    para finalizar este proyecto, amigo mío. ¿Podrás hacerlo?


  • Supongo
    que sí...- le confirmó Joseph a Elliot, con unas pesadillas
    ahondando en su mente. Por mucho que le intentase tranquilizar
    Elliot, mientras esa cosa estuviese al lado de la habitación donde
    dormían, no podría estar tranquilo.


  • Qué
    ironía, Joseph. Soy tu primera creación, y tú, mientras creas
    vida, yo creo la muerte.- le comentó Elliot a Joseph mientras iban
    con los otros.




    Próximo capítulo: 3. EL AYUDANTE


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Mensaje  Grinko_92 Jue Jul 26, 2012 11:08 pm

Bienvenido al foro Ambroz.

Antes de postear algo, deberias leerte las normas del foro que no se tarda mucho.
Una de las normas es que necesitas tener un avatar antes de postear algo.

El relato no me ha dado tiempo a leerlo ya que es bastante largo, pero te prometo que lo leere mas adelante. Wink

Un saludo.
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Mensaje  Señor Ambroz Vie Jul 27, 2012 10:04 am

No se lo que es un avatar ni mucho menos hacer uno jejeje. si puedes echarme una mano con eso o sabes alguien que pueda, me harías un favor amigo. Un saludo!!!
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Mensaje  shadowmx Vie Jul 27, 2012 10:14 am

Bienvenido, compañero. Ahora te digo como ponerte un avatar
En la página, arriba de todo (justo abajo de la foto del foro), busca perfil. Hazle click, y en la ventana que se te abre, pon la pestaña "avatar". Simplemente elige una de tu ordenador (haz click en examinar) y luego pones registrar.
Ya está, tienes un avatar (es la imagen que aparece al lado de tu comentario, en mi caso, la de la calavera con la mascara de gas que dice shadowmx), sucede que es contra las reglas postear (escribir un comentario) sin avatar.

Saludos.
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Mensaje  VolpE Vie Jul 27, 2012 3:36 pm

Todo muy lindo hasta que pusiste tu blog , a mi por lo menos no me gusta eso , es mejor que regreses a el foro y pongas las otras partes , porque despues no entran mas , yo editaria ese link si seria Moderador , pero que lastima no lo soy xD


La Historia no se si leerla , veo si entras mas veces , para merecer la lectura , merecemos intereses Wink
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Mensaje  Kable Vie Jul 27, 2012 4:08 pm

Volpe, por favor, no postees sólo para decir lo que no te gusta o lo que harías si fueras mod, para eso ya estamos nosotros. Respetemos un poco el orden, compañeros.
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Mensaje  Señor Ambroz Vie Jul 27, 2012 7:43 pm

Antes de nada, Shadowmx, gracias por la explicación de cómo poner tu avatar, me ha sido de gran ayuda.

Y esto va para Volpe: No es una historia completa, tiene unos cincuenta capis que iré posteando poco a poco, conforme los vaya subiendo a mi blog. Y amablemente te recito una de las normas para postear en este post, y estoy seguro de que los demás me darán la razón:

Si se escribe por ejemplo un relato y tienes un blog donde lo estas escribiendo tambien, podras poner que tu historia viene de alli.

Esta es la última parte de la norma número tres. Ahora te pregunto ¿Qué estoy haciendo mal? Que sepas que me leí las normas de este subforo antes de postear. Sin intención de crear malos rollos, Si queréis seguiré subiendo capis, porque, ¿Para qué estamos aquí, sino es para disfrutar del género zombie?
Un saludo a todos!!!
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Mensaje  Kable Vie Jul 27, 2012 7:50 pm

Tienes razón Ambroz, continúa publicando, por supuesto. Un saludo!
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Mensaje  shadowmx Vie Jul 27, 2012 11:26 pm

De nada Ambroz, y sigue trabajando en la historia, que está genial Very Happy
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Extinción - El accidente, prólogo y capítulo 1 Empty Re: Extinción - El accidente, prólogo y capítulo 1

Mensaje  Señor Ambroz Sáb Jul 28, 2012 6:29 pm

Gracias, y por cierto ya está escrita lo que pasa es que tengo que corregirla y ampliarla. Un saludo!!!
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Mensaje  Señor Ambroz Mar Ago 07, 2012 8:02 pm

2. EL AYUDANTE

Año 2038. Laboratorio secreto para la creación de la vacuna Superhumano. Hannover, Alemania.

Llevaba dos años en ese agujero desinfectado, lleno de material de laboratorio y sin ver el mundo exterior absolutamente para nada, ni siquiera le daban días de permiso para salir de fiesta a despejarse y ligar un poco, ni para ver a su familia, ni para nada. Ya empezaba a estar un poco harto de todo ese secretismo, como si hiciesen algo ilegal, y ésa era la cuestión.

Esa base operaba en absoluto secreto, dado a lo que tenían entre manos. Los primeros experimentos habían dado como fruto abominaciones de las que era mejor no hablar. Todos los que habían probado ese maldito producto, se habían convertido en Zombies, como los de las películas. Era terrorífico. Nada más que estuvo frente al primer sujeto de pruebas, quiso dejar el proyecto, y entonces su jefe, Elliot AllNess, le recordó amablemente cuales habían sido las condiciones de su contrato. Tuvo que ceder y quedarse allí, por mucho que no le gustase.

Todo cambió desde que llegaron los científicos de confianza de Elliot . Cuando ellos llegaron hace un año, por arte de magia, el proyecto había dado pasos agigantados con respecto a los fallos que ahora tenía la vacuna. Elliot había escogido detenidamente a los seis que componían su grupo, recorriendo todo el mundo buscando sólo a los mejores. Y se notaba que los había encontrado. En ese momento estaba trabajando con nada menos que el creador de los Cyborgs, Joseph Strauss, el creador de vida, como le llamaban algunos, o el creador de monstruos, como le llamaban otros. Para él, era un honor trabajar como con codo con con uno de los pesos pesados de la ciencia del presente. Le habían asignado como ayudante de Joseph desde que llegaron, y él había aceptado de muy buena gana la labor de ayudarlo en lo que Joseph precisase. De todo este tiempo que había estado trabajando con Joseph, un año, había descubierto que sin duda era el mejor de los siete que había traído Elliot. Los aventajaba muchísimo, y los mayores avances lo hacía él, mientras los otros seis daban pasos de ciego. En muchos momentos pensó que más que científicos era el grupo de amigos de Elliot.

Esa mañana Joseph le había llamado temprano, para empezar cuando antes a trabajar. Por lo que decía Joseph, estaba a punto de descubrir un remedio para el problema que había venido a resolver. Tras todo un año, a Joseph se le veía emocionado, como si hubiese encontrado un tesoro. Y, tras vivir un año con él, su ayudante se dio cuenta.

¿Qué ha descubierto, señor Strauss?- preguntó con interés el ayudante.
El remedio. Lo que busca Elliot. O, al menos, creo que he rematado todos los avances que habíamos hecho.
Bien, vayamos cuanto antes al laboratorio.- dijo emocionado el ayudante.
Se tomó su tiempo en asearse, vestirse y ponerse su bata de laboratorio. Luego fue al laboratorio privado de Joseph, que estaba sólo a unos pasos de donde tenían las habitaciones ellos dos. Cada científico del equipo personal de Elliot tenía un laboratorio propio y un ayudante, mas el laboratorio común, que más bien servía para las reuniones que hacían todos para exponer sus progresos, y que los demás corrigiesen su rumbo o guiar a los demás por el buen camino. Lo hacían así, cada uno por su lado, para que al trabajar juntos no discrepasen a menudo, y en consecuencia, no avanzasen nada. De este modo, solo discutían los progresos una vez por semana, y no todos los días y a todas horas.

Cuando llegó al laboratorio Joseph ya tenía todos los datos de la investigación repartidos de cualquier manera por la mesa. Nada más le vio entrar, Joseph le indicó que fuese a su lado, y empezó a recitarle, como siempre, los progresos de la investigación.

Vamos a repasarlo todo desde el principio. Cuando el virus entra en contacto con la corriente sanguínea, empieza a mutar sus células para mejorar las aptitudes físicas de individuo. Este proceso tarda media hora, y en la media hora siguiente el virus se queda en una fase de mini-hibernación. Cuando pasa una hora en total desde que el virus entra en contacto con la corriente sanguínea, el virus entra en su fase agresiva, deteriorando cada vez más el cuerpo y la salud del individuo hasta matarlo. Una vez está muerto el individuo, el virus usa su cuerpo para encontrar nuevos individuos para expandir el virus. Así que nos hemos concentrado en elaborar una vacuna para actuar cuando está en fase de mini-hibernación, ya que una vez pasa esta, hemos comprobado al cien por cien que es incurable. Y... creo que he encontrado la vacuna definitiva, o mejor dicho, el antídoto.
¿En serio...?- le dijo su ayudante, casi sin palabras.
Si. pero debe inyectarse entre la media hora y los tres cuartos después de haberse contagiado. Lo que hace esta vacuna es eliminar el virus sin eliminar los cambios que ha hecho este virus en el cuerpo. En otras palabras, para crear un superhumano, primero hay que contagiarlo, y después curarlo.
Pero, ¿Es seguro al cien por cien?
Es seguro que no acabas con un estado irreversible como el de otros sujetos, pero... no estoy seguro si hay algún efecto secundario. Eso lo sabremos cuando lo probemos. Voy a llamar a Elliot.

Joseph fue a llamar a Elliot, y mientras el ayudante fue a probar la vacuna milagrosa de Joseph. Cogió una muestra del virus, la cura milagrosa y una muestra de su sangre. En su muestra de sangre mezcló una minúscula gota del virus, y observó con el microscopio cómo el virus iba mutando las células de su muestra de sangre, volviéndolas más fuertes y complejas. Como decían los datos, aproximadamente a la media hora, el virus dejó de moverse, como si estuviese muerto, entre las células mejoradas de su sangre.

En ese momento, introdujo una gota del antídoto en la muestra. Inmediatamente, el antídoto fue eliminando el virus como una plaga de langostas, dejando las células de su sangre con los cambios que había hecho el virus, exactamente como Joseph había dicho. Se sobresaltó cuando Joseph le llamó desde la puerta, pidiéndole que le acompañase a la sala de pruebas. Iba a probar la vacuna. La cuestión es que, sabiendo lo que el virus te hacía si fallaba la vacuna, quién se prestaría voluntario.

Cuando llegó a la sala de pruebas, ya estaban allí todo el equipo de Elliot, y el propio Elliot. Ya estaban tratando los trámites para la prueba de la vacuna milagrosa.

¿Estás seguro de que es fiable?- le preguntaba Elliot a Joseph.
Al cien por cien. Solo tenemos tenemos que probarla.- decía Joseph con total seguridad.
El problema es quién se atreve a hacer de conejillo de indias, sabiendo que si la vacuna no funciona eres hombre muerto.- puntualizó Ryan.
Pero aseguro que es fiable, Ryan. Eso tenlo por seguro.- dijo con voz tensa Joseph. Ryan y Joseph nunca se habían llevado muy bien, al menos mientras habían estado en el laboratorio, pensó el ayudante de Joseph.
También hay que tener en cuenta que si funciona, el conejillo de indias será el hombre más fuerte de la tierra. No le podemos dar ese poder a cualquiera.- comentó Sonya, una de las chicas del equipo.- puede que hasta se vuelva contra nosotros...
Vamos, Sonya, no exageres.- dijo Ryan.- yo me fío de Joseph. Propongo que se pruebe conmigo. Estoy dispuesto a arriesgarme.
Oye, si tú vas a ser un superhumano, yo no quiero ser menos.-dijo Peter.- yo también quiero que se pruebe conmigo. Además, he visto los resultados que ha traído Joseph, y me parecen fiables.
Yo había pensado...- dijo Joseph, dirigiéndose a todos.- que la probemos con todos. Que todos la probemos, así todos seremos los superhumanos personales de Elliot. Y si lo probamos con varias personas podremos saber si el antídoto afecta a todos igual, y para probar si hay efectos secundarios... bueno, investigación. ¿Eso no es lo que hace un científico, investigar?- se oyó un murmullo de aprobación.- si alguien de vosotros no quiere probarlo, está en su derecho de abstenerse de la prueba.- nadie dijo nada.- bien. Chico(a su ayudante siempre le llamaba chico) quiero que sigas los pasos de toda la investigación personalmente. Con el permiso de Elliot, te nombro jefe provisional de los ayudantes de todos mis amigos, hasta que salgamos de la cuarentena. Cada uno estará en una sala individual, por si acaso. Cuando queráis.- Joseph hizo un ademán para que le siguieran. Las salas de pruebas donde aislaban a los sujetos estaban vacías, excepto una, donde estaba el primer y único sujeto en el que habían introducido el virus, con un resultado catastrófico. Cada uno fue entrando en su sala, junto con sus ayudantes, y lo mismo hizo Joseph, seguido del suyo.
Joseph se tumbó en la camilla, y su ayudante empezó a preparar las jeringuillas. Una la del virus y otra, la del antídoto. También le ató con unos cinturones abrochados a la camilla, por si acaso. Cuando preparó la jeringuilla del virus, se la inyectó en el brazo derecho.

Ocho horas y veintitrés minutos de la mañana. El virus ya ha sido inyectado en el sujeto. Esperando posibles cambios en su forma física.- no tardó ni tres minutos en empezar a ver los cambios en su cuerpo. Se le estaban hinchando los músculos, y sudaba a chorros por la frente y el torso.- cambios en proceso. Su masa muscular aumenta. Realizando pruebas de audición.- sacó un aparato especial para medir la potencia del oído.- pruebas satisfactorias. Aumento de la capacidad auditiva. Realizando pruebas de visión.- le puso unas gafas especiales para medir la vista.- Pruebas satisfactorias. Aumento de la visión. Esperando el tiempo estimado para la inyección del antídoto.- durante la media hora que estaba programada no dejó de aumentar la musculatura, y el ayudante sospechó que lo demás sería igual. Cuando llegó el momento, procedió con las pruebas.- Ocho horas y cincuenta y tres minutos de la mañana. Se procede a inyectar en antídoto.- preparó la jeringuilla y se la inyectó a Joseph.

Nada más que todo el contenido de la jeringuilla entró por la corriente sanguínea de Joseph, empezó a tener convulsiones y a echar espuma por la boca, pero su ayudante supo que nada podía hacer, sino esperar y anotar todo lo sucedido durante el experimento. Después de todo era un científico, y ni eso, era ayudante de científico, no médico. Se limitó a anotar entradas a la investigación.

Al sujeto le han empezado a dar convulsiones. Expulsa espuma por la boca . Se intuye que el antídoto está haciendo efecto.- dijo esto porque él sabía que el antídoto lo que hacía era matar al virus, y supuso que no sería un proceso agradable. Esperó durante unos angustiosos tres minutos, y de repente, pararon las convulsiones. Se le abrieron los ojos un momento, y observó que el iris se había teñido de un verde ciénaga, del mismo color que los ojos del primer sujeto. Cerró los ojos de nuevo, y Joseph se desmayó.

Pasaron dos días desde entonces, y el ayudante no había parado de tomar notas acerca de cómo Joseph, al medio día del experimento, se levantó con una apariencia normal, hablando y comportándose normalmente. El antídoto había hecho efecto, y cuando comprobó sus apuntes con los otros ayudantes concordaron todos en lo mismo. Aparte de cambiarles el color de los ojos a un color verde ciénaga, el antídoto había curado a todos, pero había creado un extraño efecto secundario que afectaba a cada uno de forma diferente, y que habían catalogado como habían podido. En ese momento estaba en la sala de reuniones esperando a Elliot para presentar todos los apuntes del experimento. Elliot tardó un poco en llegar, pero cuando llegó no dijo ni una palabra cogiendo la libreta de la investigación, sentándose y leyéndola detenidamente.

¿Cómo que sufren de un delirio de vicios?
Es como hemos podido explicarlo mejor. Cada uno de ellos tiene una necesidad de vicio, o demencia. Por ejemplo, según los datos, a Joseph le corroe la envidia respecto a todo el mundo que entra en su sala, y hacia todos los que conoce. Y Ryan tiene la necesidad de matar algo vivo cada día, creemos que es ira contenida. Y lo de Peter es peor. Requiere mujeres todos los días en su celda para saciar sus apetitos. Tenemos una vaga sensación de que sufren un delirio que lo combaten con algún pecado capital.
Eso son patrañas...
Pero es así, señor AllNess. Al día deben satisfacer esos vicios, ya que si no se alteran y empiezan a sumirse en una locura... peligrosa, señor. Pero tenga en cuenta una cosa, señor. Si se les satisface con esos vicios, son personas normales, y además el virus ya no lo tienen en el cuerpo, así que no hay temor de que infecten a terceras personas.
Bien... me pensaré si les saco de las celdas. Déjame unas horas para meditarlo.
Claro, señor AllNess. Con permiso, me voy a la sala de pruebas, a ver si ha habido un cambio reciente.

El ayudante se levantó de su silla, y fue hasta la sala de pruebas, sin echar la vista atrás. El experimento, según su opinión, había salido bastante bien, aunque los sujetos sufriesen de esa extraña afección, si lo pensaba detenidamente, casi todos los humanos normales tenían esos defectos, el amor por el oro, las mujeres, pereza, gula... solo que ellos, los sujetos los tenían en mayor medida. Solo había que satisfacer sus deseos para que mantuviesen su cordura. Ya había estado tomando notas de casi todos, y la única que le faltaba era Sonya, que había dejado al final porque le gustaba, y no quería tratarla, ya que él no había tenido mucho tacto para ligar, y solo estar al lado suya le producía una incomodidad bastante fuerte, pero tenía que hacer informes de todos, ya que Joseph, antes de prestarse voluntario para el experimento, le nombró jefe provisional de la investigación. Cuando entró en la sala donde estaba Sonya, se dio cuenta enseguida de a qué se decantaba ella. En una mesa había varias sortijas de plata, y múltiples cadenas de oro. Ella llevaba puesta su bata de paciente, pero con varias cadenas de oro colgando del cuello, pendientes brillantes colgando de las orejas y varias pulseras de plata.

Vaya... tu eres el ayudante de Joseph, ¿no?- le dijo Sonya, mirándolo con los ojos color verde ciénaga que les habían salido a todos.
Si, soy el ayudante de Joseph. Vengo a hacerte unas preguntas.- dijo sentándose en una silla.- es una mera formalidad, no te preocupes.
Vale, unas preguntas. ¿Qué me darás a cambio?
Nada. Sólo son unas preguntas.
He visto cómo me miras.- le dijo Sonya, acerándose a él y mirando fugazmente la esclava de plata que le colgaba de la mano derecha.- venga, sé que me puedes dar algo de plata... por lo guapa que soy, ¿Vale?- le dijo, sentándose en su regazo. Estaba empezando a sudar.
Oye... apártate, ¿Vale? Hay que hacer las preguntas...
Vale, pero dame algo de plata, que sé que tienes.- dijo Sonya, acercando más su cara contra la suya.
¡Vale, vale! Toma, ¿Contenta?- se quitó la esclava de plata y se la dio. Ella se apartó rápidamente de él y se sentó en una silla al lado, riéndose.
Bien. Bien.- dijo el ayudante, recuperando la compostura.- Así que este es tu vicio, ¿no? La avaricia...
Yo no lo llamaría así.- explicó Sonya.- tengo necesidad de cosas de valor. Eso no puede ser tan malo, ¿No?
No, claro que no.- como imaginaba, Sonya, como todos los demás, intentaban justificar su vicio.- bien, si te sientes satisfecha, ¿Sientes algún impulso, atacar a alguien o hacer alguna locura?
La verdad es que no.- dijo, tras meditarlo un momento.- Yo me siento como antes del experimento. Más fuerte, pero igual, quitando la necesidad de tener cosas de valor.- parecía encantada con el desenlace de la investigación.
Vale, gracias por tu colaboración.- dijo el ayudante, y se fue sin más.
Hasta luego. ¡No olvides de traerme algo de valor!- le dijo Sonya, dedicándole una sonrisa. El se la devolvió, de manera forzosa.

Salió de la sala en la que se encontraba Sonya, y fue hacia la sala de pruebas. Recopilando las notas de todos los sujetos, meditó sobre el experimento mientras esperaba la decisión de AllNess. Si se los mimaba, eran totalmente un arma letal de combate. Aun así, el ayudante no creía que debieran salir de aquel laboratorio. Por lo menos hasta mejorar el antídoto y eliminar el problema que surgía cuando se administraba el antídoto. Esperó durante una hora hasta que legara Elliot Allness con su decisión.

Bien, chico.- Empezó a decirle Allness.- ¿Tú que crees, que debería sacarlos de la cuarentena y llevarlos conmigo?
Pienso... pienso que si les satisface sus vicios no habrá ningún problema, pero yo, personalmente les dejaría en la cuarentena hasta encontrar algo para eliminar ese delirio.
Has dicho que si se les satisface no habrá ningún problema, ¿no?
Si, eso he dicho.
Bien. Entonces mañana sácales de la cuarentena para que me acompañen a Estados Unidos, con el virus y el antídoto para presentarlo a la armada Estadounidense. Es hora de sacarle rendimiento al producto.
Pero... ¿Va a sacar el virus de aquí?
Si, y ya hemos discutido esto muchas veces, chico. Todo está controlado para que no ocurra una desgracia. De eso no te preocupes. Tú te irás al laboratorio de Joseph en Denver para intentar hacer mejoras en el antídoto, ¿Entendido?
Si, señor.- dijo el ayudante empezando a sudar por la frente.
Bien. Inicia los reparativos cuanto antes

El ayudante, con las piernas temblando, fue para anunciar a todo el equipo que los sujetos salían de la cuarentena al día siguiente por la mañana para irse con Allness. Cuando los demás miembros del equipo se hicieron a hacer los preparativos, el ayudante fue a la sala de muestras, y en un recipiente introdujo el virus, y lo marcó con la etiqueta “Virus Z” y en otro recipiente introdujo en antídoto, y lo marcó con la etiqueta “Antídoto Z”. haciendo esto, tuvo el horrible presentimiento de que estaba desatando el apocalipsis sobre la tierra.

3.EL LADRÓN

Año 2038. Hannover, Alemania.

Siempre había sido así. Desde que a los ocho años había robado su primera bicicleta, había cogido cuanto había querido sin pensar en las consecuencias. A veces le pillaban, pero como en esos momentos era menor no le hacían nada, tan solo un correctivo para intentar doblegarlo hacia el comportamiento correcto, cosa que no consiguió nadie. Estuvo una temporada robando carteras en el metro de Hannover, y poco después de cumplir los dieciocho le pillaron en pleno robo de una joyería, y como ya era mayor de edad, mas todos los antecedentes que tenía de su anterior vida delictiva se ganó una temporada en la cárcel.

La cárcel para él fue una tortura constante, ya que tenía que vigilar sus espaldas continuamente. Poco después, tuvo que decidir unirse a alguna de las bandas con mayor influencia en la cárcel para, al menos, evitar ser atacado por algún loco de los muchos que había allí encerrados. Ofreció sus servicios de ladrón a uno de los jefes de una de las bandas, y tras demostrar lo que valía como ladrón, le aceptaron. Eso le ahorró todas las cosas desagradables con las que te puedes encontrar en la cárcel si vas por solitario. Pero tampoco se quedó parado. Uno de los de la banda sabía un montón de cajas fuertes y sistemas de seguridad, así que le pidió enseñanza a cambio de cigarrillos y otras cosas de intercambio. Aquél ladrón de cajas fuertes le enseñó todo lo que sabía al ladrón de carteras, desde abrir cajas fuertes de banco, en qué se diferenciaban unas de otras hasta burlar sistemas de seguridad de rayos láser y detectores de movimiento, así que cuando salió de la cárcel, un año después por buen comportamiento, no salió con las manos vacías. En ese momento se podría dedicar a cosas de mayor nivel.

Tardó tres meses en encontrar a una banda organizada que planeaba el robo a uno de los mayores bancos de Hannover. Le aceptaron enseguida, ya que ninguno de ellos sabía tanto de cajas fuertes como él. Tardaron un mes en planear el robo con sumo detalle, aunque se encontraron con un problema grandísimo: había varias cajas fuertes, y no tenían ningún modo de saber cual era la que contenía el premio gordo. Jugarían a adivina cual es, y con suerte al día siguiente del robo serían ricos. El día del robo se reunieron todos los participantes, que eran cinco, en su guarida. Tenían un coche blindado, e iban equipados con fusiles de asalto, chaleco antibalas y enmascarados. Cogieron el coche sin decir palabra y se dirigieron hacia el banco. Por el camino no se cruzaron con ningún impedimento que les hiciese llegar a otra hora de la planeada. Los semáforos se portaron relativamente bien y no había ningún atasco que les dejase parados. El coche lo aparcaron enfrente de la puerta del banco, sin temer que la grúa se llevase el vehículo. Total, no iban a tardar ni cinco minutos.

Bien, empieza la juerga.- dijo el líder.- Tenemos no más de cinco minutos desde que activen la alarma hasta que lleguen los maderos. Cada uno sabe lo que tiene que hacer. Lo único que tenéis que tener en cuenta es que no perdáis los nervios y lo hagáis lo más rápido posible.

Bajaron del coche con las máscaras puestas, y cuando estuvieron dentro del banco pegaron varios tiros al aire para amedrentar al público, haciendo caer algunos cascotes al suelo. Dentro del banco había varios banqueros trabajando en sus ordenadores, mas tres que estaban atendiendo a los clientes que venían a hacer operaciones diversas, como sacar dinero, ingresarlo o firmar los papeles de alguna hipoteca. En total había unos once civiles, más o menos lo que calcularon que habría a esa hora de la mañana.

¡Todo el mundo al suelo!- gritó el líder, con voz amenazante.- Si seguís nuestras instrucciones, todos los aquí presentes podrán estar dentro de unas horas en sus casas sólo con un mal recuerdo!

Pidieron a punta de pistola a un empleado que les abriera la puerta que daba acceso a las cámaras acorazadas. Cuando llegaron, tuvieron delante tres cámaras acorazadas iguales, tal como habían previsto. La pregunta era en cual estaba el tesoro. Eligieron la de la derecha, ya que descartaron la del centro porque era la que solía escoger todo el mundo, y donde cualquiera pondría el señuelo. El ladrón se puso a hacer su trabajo, junto a todo su equipo de herramientas indispensables para reventar la puerta de la cámara. Habían descartado volarla, ya que armaría mucho jaleo y atraería a más público, cosa que no les interesaba. Saber que tipo de cámara acorazada era les sirvió para practicar todo lo que pudieron en la guarida para ahorrar tiempo, así que, tras cuatro angustiosos minutos, consiguió abrirla. Dentro se encontraron con un premio bastante seco. Entre todos los billetes que había en la cámara, no harían ni medio millón de dólares. Ni de lejos era en la que tenían su dinero. Aun así, cogieron lo que había y se fueron cagando leches.

Cuando salieron al exterior ya les estaba esperando la policía, e intercambiaron disparos hasta llegar el coche, a unos pasos de la puerta del banco. Afortunadamente, a su coche no se lo había llevado la grúa. En el camino hacia el coche, abatieron a uno de sus compañeros. Fue un tiro limpio en toda la cabeza, haciendo que todo su cerebro adornase la acera en diminutos trozos que se incrustaron en torno al suelo y en los cristales de la puerta del banco. Dentro del coche, más o menos estaban a salvo, ya que era blindado. Aun así, algunas balas pusieron a prueba al coche, que tras un ametrallo constante hicieron mella en algunas partes mientras cogían la gran avenida por la que habían venido, huyendo a toda velocidad.

La policía les perseguía incansable por todo Hannover. Ellos habían planeado todo, hasta el recorrido de la huida. Fueron hacia una calle en la que habían planeado zafarse con un gran plan de distracción. Justo cuando pasaron ellos, un camión se estrelló contra la calle, impidiendo que sus perseguidores les siguiesen. A los dos minutos, aparcaron en un callejón lleno de basuras donde habían dejado aparcado un mono volumen estilo familiar. Se quitaron todo el equipo con rapidez y lo metieron dentro del coche blindado, activando una potente bomba que había instalada en el maletero. Se montaron dentro de la monovolumen y se fueron con la mayor tranquilidad posible para no levantar sospechas. Al cabo de unos minutos, una gran explosión retumbó a tres manzanas al sur de donde estaban, atrayendo hacia sí a todos los guardias y bomberos de la zona, olvidándose por completo de los cacos que habían irrumpido en un banco de Hannover hacía tan solo quince minutos. Con una sonrisa en la cara de los cuatro ladrones, se dirigieron hacia la guarida a repartir el botín.

Eso había hecho que estos dos últimos años haya vivido bien y sin problemas. Le tocaron cien mil euros del botín, y aunque no podría vivir toda la vida de eso, hizo que al menos viviese una temporada bien y sin tener que pringarse robando carteras en el metro. Aun así, la policía había ido a su casa varias veces a husmear, pero sin pruebas y con una coartada que había comprado para el día y la hora del robo, la policía dejo de molestarle. Pero ya habían pasado dos años de eso, y el dinero se le estaba agotando. Desde hacía unos meses estaba racionando lo que le quedaba de dinero, pero aun así no podría vivir mucho más sin tener que dar un golpe. Llamó a un contacto que tenía en los bajos fondos de Hannover.

Oye, Eberhard, busco algún trabajo. ¿Tienes algo?
¿Quién eres?- preguntó Eberhard con desconfianza.
Soy Luther. El ladrón de cajas fuertes.
Bueno... ahora no tengo nada, pero vino un tipo extraño pidiendo a un ladrón experto hará unas dos horas. Y le dije que no tenía a nadie disponible con los requisitos que pedía.
¿Y qué requisitos pedía?- preguntó Luther.
Será mejor que te lo diga él, es mierda de gran envergadura, pero con una paga excelente. ¿Le digo que tienes interés en su trabajo?
Si, dile que estoy interesado.
Bien, Luther. Espero un compensación por las molestias, ya sabes...
Por supuesto, en cuando esté hecho el trabajo, te daré algo por las molestias.

Luther colgó, pensando en lo que le había dicho Eberhard. Era un trabajo de gran envergadura, pero si no lo había aceptado el mismísimo Eberhard, habría un gran riesgo, o estaba robando a unos tipos verdaderamente peligrosos. No pasó ni una hora hasta que le llegó una nota del trabajo. Estaba viendo la tele, comiendo una pizza que había encargado a su restaurante de pizzas favorito, cuando alguien llamó a la puerta y deslizó una nota por debajo. Fue tranquilamente a por ella, ya que aunque fuese corriendo a la puerta, abriese e intentase comprobar quién había deslizado la nota por debajo de la puerta el que lo hizo ya estaría lejos. Además, si así se quería comunicar su nuevo jefe, por él encantado. En estos negocios cuanto menos contacto, mejor. En la nota solo estaba escrita una dirección.

“Calle Munchausen, 48. piso 3, puesta D”

Se detuvo a contemplar aquella nota arrugada que le había dejado un extraño por debajo de la puerta. La caligrafía era poco sofisticada, y parecía escrita con prisa. No sabía si fiarse de aquella nota. Podría ser una trampa de la policía para pillar a incautos cacos que acudiesen como ovejas al corral donde serían apresados. Aun así, era la única vía de escape que tenía para evitar volver a recorrerse el metro buscando carteras. Se aseó lo mejor que pudo, se vistió con la ropa más elegante que tenía para causar buena impresión y, por si acaso, guardó una Glock cargada debajo del traje. Nunca sabía con quién se encontraría. Si le encontraba la poli, no pensaba volver a la cárcel.

Tenía coche, pero podían tenerlo fichado, cosa que era muy posible. Hasta creía que los malditos maderos le seguían a todas partes. Así que se fue andando unas calles más allá de su casa, y cogió un taxi apresuradamente para evitar que le siguiese algún policía, si es que le estaba siguiendo alguno en ese momento. Hizo al taxista recorrerse medio casco urbano de Hannover. Al taxista no parecía importarle. porque mientras corriese el taxímetro, por él como si se tiraba dando vueltas todo el día.

Llevaban ya una hora dando vueltas cuando Luther se cansó y le pidió al taxista que fuese adonde realmente quería ir. Nunca había estado en la calle Munchausen, y se sorprendió al ver que era un barrio bastante humilde. El asfalto estaba en malas condiciones, y había bastantes mendigos y prostitutas por la calle, y algún que otro camello esperando clientes de su preciado material. Le paró justo en el número 48, pagó al taxista y salió para observar el edificio donde le había mandado aquella extraña nota. Eran unos pisos que, por su aspecto tenían por lo menos cien años. Parecía estar a punto de caerse, y muchas ventanas de algunos pisos daban a entender que llevaban deshabitados una temporada.

Entró esquivando puntales por todo el recibidor, y debajo de las escaleras creyó ver alguien dormido entre algunos cartones. No había ascensor, así que empezó a subir las escaleras, de las que algunos escalones eran de tablas apuntaladas de cualquier manera para evitar la ausencia del escalón. Subió hasta el tercer piso, tras dos tropezones que había tenido en aquellos traicioneros escalones, en el que en una caída casi se había partido los dientes delanteros. Este trabajo empezaba a ocasionar más problemas de la cuenta, y antes de empezar. Estuvo tentado de irse, pero pensó en el dinero que le podría ofrecer aquél extraño, y se dijo que, al menos, oiría el precio. Si no le convencía, podría rechazar el trabajo elegantemente e irse por donde había venido.

Cuando llegó a la puerta del piso que indicaba la dirección, tocó tres veces en la puerta y esperó a que le abriese alguien. Pero nada pasó. Intentó abrir la puerta, y para su asombro, estaba abierta. Dentro estaba muy oscuro, y solo vislumbró una silueta al lado de una ventana.

¿Eres Luther?- preguntó un voz grave.
Si, soy yo.- respondió Luther con decisión.
Pasa, y cierra la puerta.- le dijo la voz grave.

Cuando cerró la puerta, la oscuridad le cubrió por completo. La única luz que entraba era por las persianas, que eran de esas que se abrían y cerraban mediante cordeles. La luz que dejaban pasar ocultaban parcialmente a su nuevo jefe, y no le dejaba ver su rostro. Solo distinguía su silueta. Vestía una gabardina que le cubría todo el cuerpo, y la cabeza la tenía cubierta por un sombrero cordobés deteriorado.

Te estarás preguntando cuál es el trabajo que te quiero encargar.- le dijo su nuevo jefe.
Me gustaría saber primero cuanto voy a cobrar.- le dijo Luther sin tapujos.
Claro, el pago... a tu derecha hay un maletín. Ponlo en la mesa y ábrelo.
Bien.- cogió el maletín. Lo puso en la mesa y lo abrió. Los ojos se le pusieron como platos. Todo el maletín estaba lleno de billetes de quinientos euros. Por lo menos debía de haber...
Medio millón de euros. ¿Te vale con eso?
Oh... ¡Claro, claro!- dijo, casi meándose de la emoción. Con esto viviría por lo menos diez años a todo tren. Hasta se podría montar su propia empresa, y vivir trabajando honradamente. Sea lo que sea, tenía que aceptar.- Dígame que tengo que hacer, lo que sea.- dijo sonriendo a su nuevo jefe.
Es, relativamente un trabajo fácil. Mañana van a transportar por avión un pequeño frasco una sustancia que quiero conseguir. Hay dos, yo solo quiero uno, el que tiene una etiqueta con el nombre “virus Z”.
¿Qué es, señor?- preguntó Luther por curiosidad.
Nada que a ti te importe.- le dijo tajante la voz.- tienes toda la información en la carpeta que hay encima de la mesa, debajo del maletín.
Bien. Entonces no se hable más...- dijo Luther cogiendo el maletín con ademán de llevárselo.
No, no.- dijo la voz con un tono se risa.- Cuando termines el trabajo, me entregarás el frasco y yo te entregaré el maletín.
Bueno...- por un momento Luther pensó en sacar la Glock, pegar un tiro a aquél extraño e irse con el dinero.
Si crees que con esa patética Glock que llevas escondida en la chaqueta vas a dispararme, es que eres más tonto de lo que Eberhard me ha dicho. Ahora, deja el maletín sobre la mesa, o tendré que eliminarte y darle el trabajo a otra persona. Me daría lástima, ya que me han dicho que eres un tipo cumplidor.

Luther dejó el maletín sobre la mesa, y cogió el dossier donde estaban todos lo datos.

Eso está mejor. Ahora vete, y mañana sobre las siete de la tarde nos veremos aquí, y haremos el intercambio.
Un momento... ¿Puedo saber a quién estamos robando ese producto?
Claro que lo puedes saber. A la empresa AllNess. ¿Supone eso un problema?
No... señor.- “Voy a robar a AllNess, sabía que no iba a ser fácil...”. Nadie daba medio millón de euros así por así. Tendría que robar un producto a una de las empresas más poderosas del mundo. No tenía nada que perder, pensó, y se despidió del cliente mientras salía por la puerta con el dossier en las manos.

Aquel dossier tenía, según aquel tipo, todo lo que necesitaba para llevar a cabo. Tras estudiarlo toda la tarde en su mesa del salón de su casa al lado de dos botellas de cerveza, la media pizza que le quedaba y medio paquete de cigarrillos llegó a la conclusión de que, si llevaba a cabo el plan tal como estaba definido en el dossier, no tendría ningún tipo de problema. Cenó tranquilamente y se acostó temprano, ya que tendría que levantarse pronto. Se levantó a las seis de la mañana. Tendría que estar a las siete menos cinco en el aeropuerto para colarse vestido de limpiador. Los limpiadores hacían el cambio de turno a esa hora, y él estaba contratado para una sustitución temporal. En el dossier le venía el contrato de trabajo y un carnet de identidad nuevo. A eso de las nueve de la noche su jefe le había hecho llegar a su casa un paquete que contenía todo el material necesario para el robo, aparte de los papeles que contenía el dossier. Así que su primer traje era un mono de la limpieza y una peluca de pelo negro con muchas canas. Inexplicablemente, su foto del carnet falso también llevaba puesta la peluca.

Llegó al aeropuerto a las siete menos cinco, y se presentó a la oficina de empleados de la limpieza para presentar su contrato de trabajo y que le diesen una identificación para ir por el aeropuerto.

Pase.- dijo una voz con aspecto cansado desde dentro de la oficina.
Gracias.- dijo Luther entrando en la oficina.- Vengo a dejarle el contrato de trabajo que me entregaron ayer para que lo firmara y me incorporara hoy a trabajar.
Ah, si. El nuevo fichaje. ¿Está firmado?- dijo el oficinista revisando los recuadros de las firmas.- Bien. Pues desde aquí, vaya todo recto y pregunte por el señor Wolfgang, el encargado de mantenimiento. Ah, y tome, su tarjeta de identificación. Para poder ir libremente por el aeropuerto, dado que es un empleado. No obstante, permítame recordarle que en su tarjeta están bloqueados algunos accesos, pero no se preocupe, por donde tiene que trabajar no va a necesitarlos.
Bien, gracias.- Luther siguió todo recto y llegó a un gran almacén donde dentro se apilaban diversos instrumentos y utensilios de limpieza. Dentro había varios hombres y mujeres hablando, y preguntó a uno de ellos.- Hola, busco al señor Wolfgang.
Soy yo.- dijo uno de ellos.- así que eres el novato, ¿no? Perfecto, deja tus cosas en esa taquilla y sígueme. Te voy a indicar cual va a ser tu trabajo de esta semana.
Bien, señor.- le dijo, yendo a la taquilla que le había señalado y dejando allí sus cosas. Wolfgang le dio la llave de su taquilla, la cerró y le siguió con un equipo de limpieza.
Como en el dossier estaba escrito, le mandarían a limpiar el gran pasillo principal, donde podría vigilar hasta que se fuese el equipo de AllNess del avión y lo dejasen al cargo de los guardias de seguridad del aeropuerto. Se puso a limpiar con normalidad durante una hora, viendo pasar a gente apresurada hacia su avión, gente de seguridad dando vueltas de aquí para allá, y muchos sentados en los bancos del aeropuerto durmiendo, debido a que su vuelo se había retrasado.

Poco después de una hora de estar limpiando, pasó un grupo que venía de las pistas de despegue. Todos menos uno iban vestidos del mimo modo. Una gabardina negra que les cubría todo el cuerpo y un sombrero cordobés deteriorado. Como vestía su cliente, y el grupo del que hablaba el dossier. Desde ese momento tenía media hora muy justa para poder robar el frasco. Así que se fue hacia su taquilla, cogió el traje de seguridad del aeropuerto, un aparato desbloqueador de tarjetas y se fue al baño que tenían en el almacén de limpieza. Conectó el aparato a uno de los enchufes que había en el baño, metió la tarjeta de identificación y dejó que el aparato hiciese su trabajo, que consistía en desbloquear la tarjeta para poder usarla en todos los accesos, salidas y entradas del aeropuerto. Luther se metió en un baño individual, y con un poco de esfuerzo, dado el pequeño espacio que tenía, se quitó el mono de limpieza y se puso el traje de seguridad del aeropuerto. Tiró el carnet que tenía de limpiador y cogió otro del dossier, en el que tenía que ponerse una peluca de pelo rizado y marrón claro, junto con un pequeño bigote. Cuando salió del baño el aparato ya había expulsado la tarjeta de identificación, y metiéndosela en el bolsillo, cogió el aparato, lo puso en la mochila y lo dejó en la taquilla. El dossier lo rompió en mil pedazos y lo tiró en una papelera del gran pasillo principal donde había estado limpiando.

Se encaminó hacia los hangares, concretamente al hangar 4, donde estaba estacionado el avión. Cuando llegó, no se sorprendió cuando vio que era un avión militar preparado para llevar poca carga a distancias muy largas. Había varios hombres de seguridad apostados fuera con fusiles M4. Fue con decisión hacia ellos.

Buenos días. Me manda el profesor Strauss para hacer una revisión al producto de última hora, porque sospecha que puede haber sido adulterado.- lo dijo tal y como venía escrito en el dossier.
Está bien, pero me debe enseñar el documento que certifica que realmente es verdad lo que dice, señor.- dijo el soldado. Su compañero no dejaba de apuntarle con el rifle.
Por supuesto, aquí tiene.- sacó unos documentos que venían también adjuntos al dossier. Luther ni se había molestado en leerlo, ya que venían con un post-it escrito “para los de seguridad del hangar”.
A ver...- el soldado se puso detenidamente a leer los papeles, y tras varios minutos alzó la mano para que bajase su arma el compañero.- Bien, puede pasar. Un vistazo rápido y luego salga del avión.
Gracias.- Luther entró en el avión con calma. El interior del avión solo contaba con cuatro asientos y mucho espacio para mercancías. Por dentro no tenía ninguna decoración, solo revestimiento de metal. Solo había una caja puesta sobre una mesa con la tapa de cristal. Dentro de la caja se podía ver qué guardaba. Dos frascos con líquidos de color distinto. Uno era de color violeta claro, y el otro era de color amarillento pastoso. La caja estaba cerrada, y en ese momento comprendió porqué le había escogido a él. Esa cerradura para alguien inexperto y aunque fuese algo diestro en abrir cerraduras, le resultaría un verdadero problema aquella, debido al poco tiempo que tenía para abrirla, apenas un minuto antes de que los guardias empezaran a sospechar.

Así que se puso manos a la obra. Sacó tres alambres con distinto grosor y una pequeña llave hecha a mano para estos casos. Metiendo las ganzúas de la manera correcta, e insertando la llave una vez, y otra, según el ángulo que tenía que coger para que la cerradura cediese. Empezaba a perlarse su frente de pequeñas gotas de sudor cuando se oyó un pequeño chasquido que le indicó que la cerradura, finalmente había cedido. Dentro, los dos frascos estaban puestos el uno contra el otro, con una etiqueta marcando cada uno. El amarillo pastoso venía con una etiqueta con la palabra “antídoto Z”, pero la que quería era la otra, la de color violeta claro. Se preguntó qué demonios sería eso.

Se llevaba el virus, lo que quería su cliente. Y tenía un antídoto. Supuso que sería algún tipo de arma biológica. Estuvo tentado de coger el otro frasco, pero una regla que se impuso cuando realizaba trabajos serios consistía en solo robar lo que quería que robase el cliente, así se evitaba problemas. Se guardó el frasco en un bolsillo secreto del pantalón, justo en el muslo derecho. Salió del avión con total normalidad, y despidiéndose de los soldados, se fue andando ni muy deprisa, ni muy despacio. Pero algo pasó. Alguien llamó a un soldado por un walkie-talkie y entró a toda prisa al avión. Luther echó a andar más deprisa hacia un jeep que había aparcado afuera del hangar, y cuando salió el soldado ordenando su captura corrió a toda prisa hacia el Jeep. Alguien había dado un chivatazo sobre su operación. Joseph creía que aquél individuo que le había dado el trabajo sería más discreto. Ya decía que si había tanto dinero de por medio tenía que ser un tongo. Antes de entrar en el Jeep, sintió un dolor agudo en el muslo. Una bala le había atravesado el muslo, destrozando el frasco y llenándose toda la pierna de aquel líquido mezclado con su sangre. De seguro que se había infectado con esa cosa, sea lo que sea. Pero tenía cosas más inmediatas de las que preocuparse. Entró en el Jeep, que tenía las llaves puestas, arrancó mientras le silbaban las balas por encima de la cabeza y con un acelerón salió a toda leche del hangar.

Salió a duras penas del aeropuerto, ya que la entrada estaba parcialmente cubierta, arrollando un coche que habían puesto en medio para impedir que pasase. Cuando salió del aeropuerto con toda la policía pisándole los talones, sintió que su fuerza aumentaba, veía cada vez mejor y oía mejor que nunca. Quizás a aquel frasco lo habían puesto el nombre de virus para despistar, ya que cuanto más pasaba el tiempo más fuerte se notaba. Aun así, despistar a la policía sería difícil. En el equipo que le había dado su cliente venía un teléfono móvil con un número de contacto por si las cosas se torcían. Llamó con el móvil al número que venía en la agenda.

¡Hola! ¿Eres tú?- dijo Luther.
Si. ¿Tienes mi entrega?
Negativo. Me han dado un tiro en la pierna y han roto el frasco. Creo que me ha penetrado en la sangre.
Tranquilo, calma. ¿Sabes cual es el callejón que hay entre la calle Wyham y Dreistaker?
Si, sé donde está.
Intenta despistar a la poli y ve allí cuanto antes. Habrá un coche gris aparcado justo en medio. Monta en el asiento del copiloto.- tras decir esto, colgó.

Le costó despistar a los polis, pero en un breve periodo de tiempo, consiguió zafarse hasta llegar al callejón. Aparcó el Jeep de cualquier manera y corrió hacia el coche gris que había aparcado en mitad del callejón. Era un coche simple, poco llamativo, y que llevaba al menos una semana sin lavarse. Abrió la puerta del copiloto, se sentó y se encontró con que su cliente estaba sentado en el asiento del conductor.

Salió sin prisa del callejón, y sin mediar palabra. No era un tipo muy simpático. Y Luther no esperaba ningún tipo de agradecimiento, ya que se había cargado su material. Su cliente le llevó a la misma casa en la que se habían encontrado al principio de todo este embrollo. Le ayudó a bajar del coche y a subir las escaleras. Aunque le habían disparado, no se encontraba mal en absoluto. Cuando estuvieron solos en la habitación, Luther empezó a hablar.

Ha habido un chivatazo. Alguien ha cantado. De mi parte te aseguro que no he hablado, ya que el que se jugaba el culo era yo, así que ya me dirás tú.
Yo tampoco he hablado con nadie. Quizás AllNess se lo ha olido. Es un tipo muy listo, y además, dado el valor de la carga que llevaba, yo también habría sospechado de que habría un intento de robo.
¿Y qué era? Te recuerdo que seguramente me he infectado con esa cosa.
Nada que deba preocuparte. ¿A que te has encontrado mucho mejor esta última hora?-Luther asintió.- bien. Dentro de unas horas quizás te encuentres un poco mareado, pero son efectos secundarios. Aunque sean las nueve de la mañana, te conviene descansar.
Y... ¿voy a cobrar algo por las molestias?- preguntó Luther.
Si, claro. Dado el riesgo que has corrido, recibirás alguna compensación.- le aseguró su cliente.

Luther se fue a acostar. Se estuvo despertando y durmiendo casi todo el día, mientras un malestar general le recorría todo el cuerpo. Esa noche durmió fatal, y no se pudo ni levantar a mear, con la consecuencia de que se meó encima. Por la mañana, siguió sin poder levantarse, y ahora tenía ganas de vomitar. Al no poder ni levantar la cabeza, se vomitó encima, mientras su cliente le miraba con total normalidad.

No te puedes ni mover, ¿Eh?- dijo, sonriendo.- Ya, ya lo sé. Este virus es un cabroncete de mucho cuidado. Dentro de, aproximadamente, seis horas, morirás, y resucitarás para propagar el virus que se conocerá como la mayor catástrofe a la que se haya enfrentado el hombre. Sonríe al menos, serás el papá de todos los No Muertos. Bueno, ahora me voy echando leches de aquí. No quiero que cuando cierren la ciudad en cuarentena me pille dentro. Por cierto.- dijo mientras abría la puerta para irse, con una mochila con sus cosas colgando del hombro.- Yo fui quien dio el chivatazo en el aeropuerto. Eso me ahorra tener que verter el virus en algún lugar público a riesgo de que me pillen. Tú extenderás el virus por mí. Debería darte las gracias.- dijo, cerrando la puerta tras de si. Luther en ese momento se cagó, y casi se meó, dado el miedo que tenía. Dentro de unas horas sería el primer muerto caminando sobre la faz de la tierra.
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Mensaje  Señor Ambroz Mar Ago 07, 2012 8:03 pm

He insertado los Caps 2 y 3, para vuestro deleite. Un saludo muy grande!!!
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Mensaje  shadowmx Mar Ago 07, 2012 8:08 pm

Ambroz, no soy mod ni admin, pero quería avisarte que no puedes postear dos veces seguidas, sin al menos 24 horas de diferencia entre posts Very Happy pero puedes editar el mensaje anterior para agregar lo que quieras.
Saludos, y ahora mismo me pongo a leer la historia, que he quedado enganchado, sigue así
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