Foro de Amanecer zombie
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Mensaje  SULACO Jue Dic 09, 2010 11:19 pm

hola a tod@s:

como ya he dicho en el foro de presentacion soy un gran aficcionado a este mundillo y a la escritura, me gustaria compartir con vosotros este nuevo relato que he comenzado a escribir, para que me animeis a seguir, para que recomendeis que mejor me dedique a cultivar flores o para lo que querais, sera un placer oir vuestros comentarios, un saludo.

Sulaco


******************************************************************************************


Un crujido me despertó, abrí los ojos en la oscuridad, agarré el Cetme y me quedé quieto como un palo sin atrever a mover ni un músculo.
Esperé varios minutos pero no pude oír ningún sonido, respiré tranquilo y relajé los músculos en tensión, aproveché para mirar la esfera luminiscente del reloj, las cinco menos veinte pasadas de la mañana, había dormido casi cinco horas del tirón, el cansancio acumulado se empezaba a notar, y eso era mala señal, me estaba descuidando.

Intenté de nuevo conciliar el sueño pero me fue imposible, era demasiado temprano para salir a la carretera de nuevo, no hasta que fuese de día, así que me dediqué a hacer inventario de mi mochila a la luz de una pequeña linterna magnalite de bolsillo. Tenia cuatro latas de refrescos, una botella a medias de litro y medio de agua, un queso empezado, y varias latas de conservas de pescado, tres cargadores para el cetme llenos y uno vacío, dos de pistola, un botiquín de emergencia que cogí en una gasolinera, algo de ropa y dentro de una bolsa de plástico estaba la manguera y la bomba de mano con la cual sustraía gasolina de donde podía.
Una manta para dormir, el fusil, una automática de 9mm y el casco de la moto eran el resto de mis pertenencias. No estaba mal, no me podía quejar.
Incapaz de permanecer recostado contra la puerta de la habitación por mas tiempo, me puse en pie y empecé con los estiramientos para entrar en calor, el mono de cuero apestaba y estaba correoso, ayer llovió mucho y llevaba más de dos semanas sin quitármelo, y no pensaba hacerlo, cada vez que tenia la tentación miraba las marcas del mordisco en el antebrazo y se me pasaban las ganas.
Tras hacer un poco de ejercicio, ponerme las botas y acomodarme la cartuchera con la pistola me atreví a asomarme a la ventana, estaba en un hotel de carretera, bastante nuevo por cierto, la habitación era agradable y el mobiliario moderno, contaba hasta con una buena pantalla de plasma de veinte pulgadas, dentro de ella, no daba la impresión de que el mundo se hubiese ido al carajo.
Estaba en la primera planta, y con vista al exterior, esa era una de mis reglas, siempre debía tener una ruta de escape, justo bajo mis pies estaba la moto, en caso de tener que salir por patas, solo un pequeño salto de poco más de dos metros me separaban de ella.
Solo un turismo y un gran camión ocupaban el parking del hotel, ya le había echado el ojo al coche para sacarle la gasofa, pero ayer llegué aquí ya anocheciendo y no me atreví a hacerlo a oscuras, no con los podridos rondando.
A parte de eso, solo estaba la carretera, una tira recta aún más oscura que la noche, totalmente desierta, y el ruido de los cuervos, incesante, ahora ellos y los zombis eran los dueños de la tierra.
Cansado de mirar, me fui a mear, que tenia la vejiga a punto de reventar, aunque la luz eléctrica aún funcionaba, no me atrevía a utilizarla, seria como una llamada a cenar para los podridos, oriné casi a oscuras, sujetando la pequeña linterna entre mis dientes y salpicándome las botas y luego aproveché para lavarme la cara con el agua del grifo, la ducha era una tentación, si el calentador de agua del hotel fuese eléctrico podría darme un buen baño caliente, pero no me atrevía a permanecer desnudo y expuesto sin la protección del mono de cuero, otra vez será.

Volví al cuarto y miré de nuevo el reloj, aún faltaban más de dos horas para que fuese de día, solo podía hacer una cosa, esperar, llegué de nuevo hasta la puerta, me tumbé contra ella y me tapé con la manta, creía que no volvería dormirme, pero me equivoqué.


Pánico

Hace tan solo dos semanas solo tenia un gran problema en la cabeza, Sandra, mi novia, algo iba mal, lo notaba, rezaba por que llegase el fin de semana para coger un tren y volver a casa para saber que cojones pasaba, pero no pudo ser. Lo que en un principio solo fueron unos segundos de noticias internacionales en el telediario se convirtió en el jodido armagedon en tan solo cuatro putos días, cuatro, la jodida globalización y la ineficacia de los gobernantes fue el caldo de cultivo perfecto para la infección, para cuando se empezaron a tomar medidas de aislamiento fue demasiado tarde, las calles ya eran mataderos, y el caos reinó a sus anchas, por lo menos en Madrid donde me pilló a mí. Aún hoy sigo sin saber que coño fue lo que pasó realmente, a parte de lo obvio, por supuesto, que los muertos andan a sus anchas comiéndose a la gente, la verdad es que durante los últimos días de emisión de los medios no les presté mucha atención a lo que decían, me los pasé corriendo y escondiéndome, espero que algún día se sepa realmente lo que ocurrió.

Lo que realmente me llama la atención, como buen fanático del cine y de los videojuegos de zombis que era, es que los de verdad son idénticos a los que estaba acostumbrado en las películas, si no fuera porque realmente muerden de verdad, juraría que esto solo es una puta broma, su lento caminar, sus lastimeros gemidos, su aspecto… increíble de verdad, quizás por eso, por mi afición al genero, es por lo que aún sigo con vida, sigo las reglas de supervivencia al pie de la letra, solo hay una pega, que por la calle no hay maletines de vida que te curan al instante, si te pillan esta muerto.

En cuanto se desató el pánico en la capital, me dirigí sin pensármelo dos veces a uno de los supuestos puntos seguros que anunciaban, al principio lo fueron, recuerdo pasar tres días en relativa calma sabiéndome protegido por el ejercito, en un recinto cerrado de dos manzanas de edificios, hospedado amablemente con una pareja de jubilados y sus nietos en su piso.
El numero de refugiados aumentó en gran numero, pero mayor aún fue la cifra de zombis asediando las barricadas del punto seguro, los suministros que solo podían llegar por vía aérea cada vez fueron más escasos, hasta que un día simplemente, dejaron de venir, y en pocas horas la gente se volvió loca , miles de ellos arremetieron contra los soldados en busca de alimentos, estos tuvieron que dividir sus fuerzas para contener a la población civil debilitando la defensa del perímetro, y como no podía ser de otra forma, al final se abrió una brecha en la seguridad y los muertos entraron a saco , provocando la mayor carnicería que mis ojos han presenciado.

No es que me considere el tipo más listo del mundo, pero lo veía venir, y en lugar de meterme en el follon permanecí encerrado en el piso de acogida.
Los gritos no cesaron durante un día completo, aún siento escalofríos cuando lo recuerdo, creo que jamás se me irán de la cabeza aquellas terribles horas.
Cuando tuve el valor de salir a la terraza y mirar las calles estas eran como una alfombra, pero de cuerpos y restos humanos y por supuesto de ellos, de los podridos, alimentándose, campando a sus anchas, los dueños.

La hospitalidad de mis anfitriones fue decreciendo a medida que los alimentos hacían lo propio, y a pesar de que ya me había mentalizado que tenía que largarme de allí, tuve que anticipar mi salida si no quería despertarme con el cuello cortado un día de estos. Antes de que la telefonía móvil dejase de funcionar sabia que mi familia estaba bien, seguros en la casa del pueblo, de momento allí aún no habían llegado los podridos y ya se estaban encargando de cerrar las carreteras de acceso y de proteger las casas, Sandra también estaba allí, al fin y al cabo éramos casi vecinos.

Armado con un gran cuchillo de cocina pegado con cinta aislante al palo de una fregona y mis cojones, dejé la seguridad de mi refugio. Lo peor de todo fue bajar los cuatro pisos por las escaleras, se suponía que los zombis no habían accedido al interior del edificio, nunca oímos gritos ni ruidos, pero en cada recodo de la escalera esperaba encontrármelos dispuestos a darse un banquete con mis huesos, fue horrible.

Una vez que salí a la calle lo primero que sentí fue el olor, nauseabundo, de los cuerpos empezando a descomponerse, noté que a parte de que ya no rondaban lo zombis, llevábamos dos días sin verlos, por el suelo había menos cuerpos, seguramente algunos se habían levantado de nuevo para formar la filas del ejercito de podridos, mirando bien, me percaté de que lo único que quedaba por el suelo eran restos, incompletos, y algún que otro cuerpo entero pero con la cabeza dañada, como en las pelis.

Lo primero que hice, a parte de caminar lo más silenciosamente posible pegado a las paredes de los edificios, fue localizar algún arma más eficaz que mi precaria lanza. Tuve que recorrer dos calles enteras hasta que me fui acercando al muro del punto seguro, allí ya pude observar que varios de los restos llevaban andrajos de uniformes militares, y enseguida se vieron armas por el suelo.

Todo fan de los videojuegos sabe que el rifle automático es mucho más efectivo contra esos seres que una simple pistola, así que en cuanto mis ojos se posaron en uno de ellos, le eche huevos, me despegue de la pared y fui a por él en mitad de la calle. Justo cuando iba a echarle mano un graznido resonó por la calle y me falto muy poco para no hacérmelo en los pantalones, solo cuando vi que era un cuervo dándose un festín con los restos pude respirar, pero aún así ya tenia el miedo metido en el cuerpo y por nos segundos me quedé paralizado.
Reaccioné como un niño asustado, cogiendo el rifle y saliendo disparado hacia la pared, sin fijarme siquiera si el rifle tenia munición o no, que fue lo segundo, y al final tuve que hacer unas cuantas excursiones más revisando rifles y cogiendo sus cargadores, luego ya haría recuento de balas, en uno de esos viajes encontré también una pistola automática y ya que estaba me la quedé.

Escondido en un portal, con los nervios a flor de piel y atento a cualquier ruido extraño que captasen mis oídos, me dispuse a armarme en condiciones, tuve que recordar todo lo visto en películas para tener listo mi arsenal, era la primera vez en mi vida que tocaba un arma de verdad, al final no fue tan difícil, además, venia escrito en los laterales.

Una vez armado me sentí mucho mejor, más fuerte, un asesino en potencia, lo malo era que aún no había disparado ni un tiro y no tenia idea de la precisión de mi puntería, más sabiendo aún que la única forma de parar a esos bichos es volando su cabeza, pero no me atreví a probar al aire para no llamar su atención.

Seguí caminando pegado a las paredes rumbo a mi siguiente objetivo, transporte, necesitaba un vehículo para escapar del punto seguro y de la ciudad, eché de menos mi honda de enduro que estaba en el pueblo, con ella me hubiese sido muy fácil salir de aquí, ahora tenia que rezar por encontrar un coche con las llaves puestas y que en el perímetro hubiese un sitio abierto por el que pasar. Si había alguna posibilidad de encontrar algo así seria algún vehículo de los militares, seguro que no les dio tiempo a llevarse las llaves cuando los zombis entraron a saco, una vez más, estuve en lo cierto.

Fuga

Solo llevaba una hora fuera de mi refugio y ya estaba armado y conduciendo un Santana Aníbal de la Unidad militar de emergencia y encima tenía premio, la parte trasera estaba llena de armas y munición, estaba más contento que unas castañuelas, pero no todo fueron alegrías, nada más salir del punto seguro aparecieron los podridos, que atraídos por el sonido del motor pusieron todo su interés en mí, fui esquivando a la mayoría y a unos pocos me limité a apartarlos a golpes con la carrocería o a pasarlos por encima. También se fue complicando el trafico a medida que me acercaba a la M-30, el numero de vehículos abandonados de cualquier manera dificultando me el paso aumentó considerablemente, llegando al punto de verme obligado más de una vez a tener que apartarlos empujando con el morro, con podridos rondando cerca, no podía permitirme el lujo de quedar atrapado en un atasco, seria mi fin.

No se cuanto tardé en salir por fin a un tramo de autovia despejada, solo sé que empezaba a anochecer, tuve que encender las luces, las de la izquierda no funcionaban, me las había cargado, pero no me importó, aceleré.
Lo peor estaba a la altura del circuito del Jarama, allí era imposible pasar, no se cuantos kilómetros de vehículos abandonados habría obstruyendo el camino, pero fijo que muchos, me vi en otro dilema, dejar el vehículo y seguir andando entre los vehículos atascados hasta que se despejase el atasco, o dar marcha atrás y encontrar otra salida de Madrid, no tenia mucho tiempo para pensarlo, a la luz del coche vi podridos entre los coches atrapados , bueno, la primera opción quedo descartada, seria un suicidio, di media vuelta y pensé que hacer.

Estaba claro que no me podía pasar el tiempo conduciendo por la autovia de un atasco al otro, seria estupido, no me quedaba otra opción que salir de la autovia en cuanto pudiese y encontrar otra ruta alternativa para dejar la ciudad, lo malo es que no tenia ni puta idea de donde estaba ni que dirección tomar y que del miedo y la tensión del día estaba realmente agotado, lo mejor seria tratar de hallar un lugar seguro donde pasar la noche.

Tomé la primera salida que pude y tras recorrer unos kilómetros acabé en uno de los polígonos industriales de las afueras, por allí no me encontré con ningún podrido, me sentí un poco más tranquilo, ahora tenia que hallar un sitio donde descansar.
Conduje casi una hora por las calles del polígono sin encontrar nada que considerase como un buen refugio, mi única opción seria forzar la puerta de alguna empresa y pasar dentro la noche, pero ni sabia forzar puertas, ni podría estar seguro de que no hubiese zombis dentro, no podía pasarme la noche en vela vigilando, para eso mejor seguir moviéndome, estaba a punto de desistir cuando lo vi.

Aparcado en la calle, un trailer de transportes especiales, con el gigantesco generador de un molino de viento encima, di gracias a dios, hace un mes en una visita de la universidad visitamos un parque eolico y unos pocos afortunados pudimos subir a lo alto de uno de ellos, solo se puede acceder a ellos por la base, que ahora descansaba sobre la caja del trailer, y en su parte superior tenían una trampilla de mantenimiento que se cerraba por dentro, si dicha trampilla estaría abierta acababa de encontrar el sitio perfecto, recé para que así fuera.

Detuve el Santana junto al trailer, apagué las luces y el motor, las farolas seguían alumbrando, así que me pude percatar de que la zona estaba despejada, pero de todos modos, agarré el Cetme antes de bajar del auto.
El silencio, sorprendente, asustaba tanto como los propios zombis, parecía exactamente lo que era en realidad, un lugar muerto, me encogí de miedo por un segundo, pero seguí con mi plan.
Trepé como pude a lo alto del generador , la trampilla estaba cerrada, pero solo con precinto adhesivo, necesitaban acceder al interior para enganchar los cables de anclaje con los que cargar y descargarlo de la plataforma, la suerte estaba de mi parte, no perdí tiempo y arranque las tiras hasta abrir la trampilla, atisbe un poco bajo la débil luz de las farolas el interior del generador y tras hallar un hueco donde descansar entré dentro y aseguré el cierre por dentro, por primera vez desde que dejé mi refugio en la ciudad pude respirar tranquilo.
No pude dormir bien, el sitio era estrecho y el olor a maquinaria y pintura era muy fuerte, además hacia frío, pero pude dar alguna que otra cabezada y descansar, fue la primera de muchas noches largas.

A la mañana siguiente tuve miedo de abrir la trampilla, ¿y si había zombis? Me quité la idea de la cabeza, eran demasiado torpes para trepar hasta donde me encontraba, y ni siquiera me habían visto entrar, pero reconozco que cuando asomé la cabeza fuera pensaba que me la iban a arrancar de cuajo.
Hacia un día precioso, desde lo alto del generador tenia una buena vista, algún pájaro revoloteaba cerca y su canto me hizo sentirme mejor, lo que podía ver del polígono estaba desierto, de momento todo eran buenas noticias, me desperecé un poco y oriné desde lo alto, sentí hambre, mataría por un buen café con leche.
Bueno, de todos es sabido que en todos los polígonos industriales hay un buen restaurante del menú del día, no creo que tuvieran café recién hecho, pero algo se podría aprovechar, ese seria mi primera misión del día.
El primer susto me lo llevé al tratar de bajar del trailer con el rifle agarrado, un pie se me resbaló y caí como un saco patatas sobre el asfalto, gracias a dios caí de culo y a parte de una buena ostia no me hice nada, si me llego a torcer un tobillo o romper una pierna ya me podía dar por muerto, otra cosa más de la que preocuparse, los accidentes y heridas, eso me recordó también que no seria mala idea hacerme con un botiquín básico, me lo apunté de memoria.
Me levanté dolorido y tras recoger el rifle, monté en el coche.

Encontré el restaurante veinte minutos después, las puertas estaban abiertas y había cristales rotos por el suelo, lleve el todo terreno a unos tres metros de la puerta, ¿que podía haber ocurrido allí? Lo habían saqueado…estarían los zombis dentro…por un tiempo pensé en pasar de todo y largarme de allí, pero me di cuenta de que tarde o temprano tendría que comer, y este sitio era tan bueno o tan malo como cualquier otro, tome aire, y sin parar el motor, tomé el rifle y bajé del auto.

A medida que caminaba hacia la entrada pensé en decir hola o alguna otra gilipollez, pero al final permanecí en silencio, antes de cruzar el umbral eché un vistazo a todos los lados para cerciorarme de que no había podridos y entré.

Estaba claro que allí hubo una buen movida, mesas y sillas por el suelo, sangre por todas partes…buen rollito. En el mostrador había un buen numero de pinchos que la verdad no tenían mala pinta para tener unos días, las pequeñas campanas protectoras debían seguir en marcha, deje todas la precauciones a un lado y me di un buen atracón, no sabia que pudiese tener tanta hambre.
Cuando quedé saciado supe que seria bueno largarse, me detuve lo justo para coger unos botellines de agua y un paquete de camel medio empezado que alguien se dejó sobre la barra, un cigarrito después del almuerzo sabe a gloria.

Me pasé le resto de la mañana tratando de encontrar una ruta para salir de Madrid, pero fue en vano, con aquel trasto no iría a ningún lado, necesitaba una moto y sabia donde encontrarla. Hacia un rato pasé por la puerta de un concesionario Yamaha, tenia motos en el escaparate, solo debía elegir una.

Estaba cerrado, no podía ser tan fácil, ahora mi dura era si reventar el escaparate de cristal o la puerta metálica del taller, me decidí por esta ultima, era poco mas ancha que mi todo terreno y me aseguraba de que si lo dejaba medio empotrado, no podrían entrar los zombis. No quería hacer mucho ruido, debía ser a la primera, enfilé bien el morro, metí primera y me lancé contra la puerta.

Hizo mucho más ruido del que hubiese deseado, pero el vehículo quedo embutido de mitad hacia delante entre las chapas, el cierre era perfecto, nadie entraría por allí. Mucho mas tranquilo pero con el rifle apuntando al frente me dedique a recorrer las instalaciones.
Tenían de todo, motos, equipamiento, repuestos…un buen taller, lastima que se fuese a pudrir todo allí dentro. En la exposición de motos tenían un poco de todo, pero enseguida supe cual me iba a llevar, la Tenere trail de seis y medio, fiable, ligera, ágil y sobre todo poco gastona, justo lo que necesitaba, lastima que esa unidad viniese sin maletas laterales ni baúl, ya hubiese sido la polla.
Ahora necesitaba encontrar las llaves, como la moto no estaba matriculada tenia dos problemas, uno, encontrar donde guardaban las llaves de las motos, dos, usando como referencia el numero de bastidor de la moto encontrar entre todas la llave que la correspondía, me puse a ello enseguida.

No me costó demasiado, las llaves estaban en la recepción del concesionario, con una etiquetita con el numero de chasis en cada una, luego fue sencillo encontrar la de la Tenere, para asegurarme la metí en el contacto y lo accione, la moto hico el test previo, listo.
La moto como todas los vehículos nuevos estaba en la reserva, pero sabia que tendrían algún bidón en el taller, era lógico.

Primer encuentro

Mientras llenaba el deposito con el bidón tarareando una canción, no se de donde coño había sacado yo esta sangre fría, algo llamó mi atención en la calle, cuando vi que era un podrido que caminaba directo frente al cristal del concesionario se me calló el bidón de las manos poniéndolo todo perdido de gasolina, y salí corriendo a esconderme fuera de su vista como un idiota.

Estuve espiándolo desde una esquina un buen rato, el hijo puta no cesaba de aporrear sin fuerzas el cristal, gimiendo como un perro, aquel sonido me helaba la sangre y si seguía dejándolo hacer ruido seguro que atraería a todos sus putos amigos a la fiesta, tenia que matarlo, pronto, y en silencio.
Recordé haber visto en el taller una llave grifa enorme, lo recuerdo por que me pregunte para que coño necesitarían una llave tan grande en un simple taller de motos.
Me disponía a ir a por ella cuando me llegó la inspiración, fue ver los monos de cuero y saber que serian una protección excelente ante mordiscos o arañazos de podridos, si aguantaban el roce contra el asfalto seguro que resistirían lo otro, rebusqué entre ellos hasta encontrar mi talla, rápidamente me desnudé y me enfundé en él, quizás debería haber cogido una talla más pequeña pero no tenia tiempo de probar vestidos.
Ya que estaba me equipé al completo, unas botas de carretera, un casco integral y unos guantes de cuero, lo hice lo más rápido que pude, mientras tanto, el podrido me observaba con ojos vacíos tras el cristal sin dejar ni por un segundo de gemir y aporrear, que ganas tenia ya de reventarle la puta cabeza, gracias a dios no había atraído a más de los suyos, esta vez sí, corrí a por la grifa.


Salí del concesionario por el portón trasero del Santana, a la vuelta de la esquina del escaparate, contaba con el factor sorpresa, tras un rápido vistazo para asegurarme de que seguíamos solos mi nuevo amigo y yo, me bajé la pantalla del casco y agarrando con fuerza la llave grifa corrí a por él.
Tardó demasiado en verme llegar y más aún en tratar de girarse hacia mí, no tuve piedad, le aticé con todas mis ganas, la gran cabeza de la grifa se hundió en su sien derecha hasta encajarse dentro del cráneo, una sangre casi negra y muy espesa así como trozos de cerebro y hueso salpicaron el escaparate y la pantalla de mi casco, asqueado solté la llave, el podrido dio medio giro en el aire y cayó al suelo sin hacer ruido, estaba seco, buen trabajo.

Del subidon de adrenalina que tenia respiraba a grandes bocanas como los peces fuera del agua, rápidamente se me empañó la pantalla del casco, me lo quité con cuidado para no pringarme con la sangre del podrido, no sabia si era contagiosa y lo arrojé al suelo, dentro había más, seria mejor que me diera prisa.





















SULACO
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