El baile de Raul

En mi estancia en la playa, y buena parte intentando dormir anoche, se me ocurrió esto que os voy a contar, y hoy he pensado "Eh, pues ¿y si lo escribo?" así que, ahí va.


Título: "EL BAILE"


La oscuridad me rodeaba, me encontraba más seguro y confiado allí. Aunque rodeado de gente en esa discoteca, no hablaba con nadie. No me gustan estos sitios, sinceramente, pero iba con un grupo y acabamos aquí.

El tiempo pasaba, y yo, apoyado contra la barra, veía como los demás simplemente movían el cuerpo con movimientos espasmódicos, que me hicieron gracia. Era como si no les moviera nada, pero aún así bailaban. Una pena, pensé, aunque dudo mucho que pudiese tener una conversación con alguno de ellos. Se podría decir, que en esa discoteca era el único que no estaba bailando. No es que no me guste, es que mi cuerpo no está destinado a ello. Pero eso es otro cantar, vamos a lo que me proponía contaros, que no me queda mucho tiempo.

Mi preocupación era el aburrimiento. Me aburría tanto, ahí parado, viendo como los demás, simplemente lo que ellos creían necesario en ese momento. Pero entonces, ella apareció.

Rubia, preciosa, con una ropa clara y unos ojos vivos. Su cabeza llegaba hasta mis lábios. Me atrevería a decir que era un flechazo. E incluso juraría sobre la santa biblia que me sonrió, mientras se acercaba varios pasos hacia mí. Me asusté, y me separé de la barra de la discoteca, dando un dubitativo paso hacia ella. Pero ella no se detuvo, como yo hubiera temido. No, simplemente, siguió avanzando, y se puso frente a mi, a menos de un metro. No podía respirar, la tensión se apoderaba de mis entrañas.

Me cogió la mano, y sin decirme una palabra, la seguí. Me llevó a la parte central de la discoteca, donde estaba la pista de baile. No había caído en ello hasta que se puso a bailar a mi alrededor. Sentía la mente pesada, y los pensamientos lentos. Es una sensación agridulce, como cuando te estás durmiendo, y lo sabes pero no te molesta. Me acerqué a su oído, y le grité.

- Me llamo Raúl.

- Yo me llamo Sara – Dijo con una voz propia de los ángeles – Te he visto allí solo, y no me ha gustado verte tan serio. ¡Vamos! ¡Mueve un poco ese cuerpo!

En ese instante, supe que era un imbécil. Ella, con esos ojos verdes profundos y vivos me estaba obligando a bailar, y haría el ridículo más espantoso de hacerlo. Estaba en una encrucijada. Allí estaba ella, contoneándose como un gato entre toda esa gente para mi, para decirme “Eh, será mejor que te pongas las pilas o iré a hablar con otro más majo que tu, soso de los cojones” y tenía razón, lo peor era que tenía razón.
En una fracción de segundo idee un plan, una forma de bailar que implicase no dejarme en ridículo aunque no supiera hacerlo, alejar a los moscones de alrededor, y posiblemente, hacerla reír y que caiga en mis pies. Puse un pié adelantado, flexioné la rodilla derecha y me dispuse a hacer el movimiento posiblemente mejor ensayado en tan poco tiempo. Un golpe grande se escuchó a unos metros de nosotros, y la luz del día cegó mis cansados ojos.

Allí, dos seres vestidos como militares, entraron rompiendo la puerta de la discoteca, y armas de fuego en mano se pusieron a disparar a todos los que allí nos encontrábamos. Uno de ellos fue reducido por la muchedumbre, mientras que el otro, ajeno a eso, apuntó a Sara.
Un instinto primario me hizo andar, e interponerme en la trayectoria de la bala, y así fue. Atravesó mi mecho. Supongo que por la acción, la adrenalina y muchas más cosas, casi no lo sentí, y me abalancé sobre el pistolero, y en ese mismo instante, aunque no fuera consciente de ello, Sara caía inerte y sin movimiento al frío suelo, ahora plagado de sangre, vísceras y trozos de los bailarines mutilados.

Sus movimientos eran gráciles y muy rápidos, como si supiese todo lo que yo iba a hacer. Tropecé con un miembro amputado de alguien, y caí de rodillas, y ahí se encontraba el pistolero, mirándome con unos ojos de sadismo y burla que pocas veces he contemplado. Dio un paso con la pierna derecha hacia atrás, cogió impulso y golpeó mi cabeza con fuerza con unas botas militares. Caí, entre cadáveres. Uno a uno, todos los que habíamos fuimos exterminados por ese pistolero, ya que el otro había muerto a base de nuestra defensa desmesurada. Dándome a mi por muerto, se giró mirando a la calle, limpió su bota derecha con restos de mi carne en uno de los cadáveres.

Sacó un Walkie Talkie y pulsando un botón, dijo.

- Zona despejada. Marcos ha muerto, no queda casi nada de él, menudos cabrones. Casi puedo verle todos los huesos. Traed aquí a los niños, no queda ningún reanimado por aquí. Cambio y corto.

Mientras hablaba, yo me había estado incorporando. Noté una fuerza sobrehumana apoderándose de mí. Noté toda la ira del universo corriendo entre mis dedos. Con tres pasos, me abalancé sobre él, y le sujeté la cabeza con la mano izquierda, y el hombro con la derecha, y pasando la cabeza entre mis manos le arranqué la garganta de un bocado. Ahora entendía. Yo no tenía armas, pero era más fuerte.

Terminé de masticar la carne de su garganta, y con la luz del día acariciando mi cara llena de sangre y moscas, mi ropa ajada y mis músculos expuestos, le dije al pistolero:

- Malditos vivos, no sois capaces de dejarnos en paz, pues me aseguraré de acabar con todos... – hice una pausa, para mirar el cuerpo frío de Sara, y continué – .. Pero tranquilo, tu estarás en primera fila…

Y con los cálidos rayos de sol de la tarde de ese miércoles, esperé a que mi nuevo amigo se despertara, y poder dejar de sentirme solo…

FIN


Pues eso, espero que os guste. (Está aquí en primicia, mañana lo subiré a mi blog, pero por ahora, éste es el primero! )

Esta muy bien Ren , espero próximos!

Me gusta. Sigue escribiendo