Foro de Amanecer zombie
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Deus Ex Machina

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Mensaje  Skimmer Dom Abr 08, 2012 1:45 am

Antes de nada, quiero deciros que si estáis buscando el clásico relato de apocalipsis zombie, en el que un grupo de supervivientes unidos por la necesidad de sobrevivir luchan contra las hordas de muertos, creo que os llevaréis un chasco.

Esta historia se me ocurrió el otro día mientras realizaba una limpieza a fondo de mi cocina a las dos de la mañana (planazo). Ya había decidido que quería escribir un relato, pero todavía no tenía perfilado los personajes ni el trasfondo. No sé si los gases combinados de la lejía aromatizada (aromatizada mis cojones, dolía hasta olerla) y el quitagrasas me inspiraron para completar todos aquellos detalles, pero finalmente me decidí a escribirla.

No sé si habréis visto alguna vez la serie "Supernatural", pero si no la habéis visto os cuento de que va: dos hermanos se dedican a viajar por todo Estados Unidos con la misión de liquidar demonios, vampiros, zombis o cualquier bicharraco que se preste. El problema de esa serie es que está dirigida a un público "teen", por lo que muchas veces es demasiado light para mi gusto.

Entonces me puse a pensar...¿cómo sería un cazador de monstruos que estuviese realmente jodido? Un ex-drogadicto, por ejemplo. Un tipo normal que en su vida hubiese sostenido un arma, que no fuese un supermodelo y que no haya ganado el premio a la sonrisa del año por Vitaldent. Coño, la cosa se pone interesante.

A eso le sumé mi experiencia en partidas de "Hunter: The Reckoning" (juego de rol) y creo que me ha salido un producto bastante potable. No esperéis acción a raudales (y menos al principio) pero si tenéis un ratito, dadle una oportunidad a las aventuras y desventuras de Wendell Norton.

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Capítulo 1

Aquel que diga que dejar el caballo no es para tanto es un puto mentiroso. Dejarlo es la parte fácil, sólo te lleva tres días de mearte, cagarte y vomitar, y después de eso tal vez una o dos semanas duras de depresión. Lo difícil es regresar a un mundo que no te quiere para nada.

Wendell releía una y otra vez aquellas tres líneas. Su caligrafía carecía de proporción y las palabras se apretujaban entre sí.

Seguro que un psicólogo tendría algo que decir respecto a eso, pensó irónicamente.

Aquellas líneas formaban parte de un “diario de recuperación” que debía mantener para probar a su agente de la condicional y a su tutor que se estaba tomando en serio lo de mejorar.

Es como volver a tener catorce años y tener que demostrar que aprendo algo en clase de educación sexual. Querida Señora Finnegan: Prometo ponerme condón cuando monte a Heather Cole este fin de semana

Wendell se levantó y la silla emitió un agudo quejido. Se encontraba en la diminuta cocina de su diminuto apartamento. Cerró la tapa del diario, ya había tenido suficiente por hoy. Bostezó a la vez que se estiraba y un sonoro crujido le recorrió la espalda.

Maldita escoliosis.

Se acercó a la ventana y la consiguió abrir tras un par de intentos y del correspondiente quejido de la madera. Todo en ese apartamento parecía quejarse. Una suave brisa nocturna le dio la bienvenida, acompañada por algunos gritos vecinales. Encima de él vivía un matrimonio hispano. Wendell sabía con toda seguridad (al igual que el resto de vecinos) que el marido maltrataba a la mujer, pero ¿desde cuándo el hecho de que todos sepan que está pasando algo malo significa que vayan a actuar?

Los odiaba a todos, los odiaba casi tanto como se odiaba a sí mismo. Aquella pasividad e indiferencia que había desarrollado la sociedad había acabado por infectarle a él también. Se había convertido en un mero espectador de su propia vida. Ver pero no tocar.

En ese momento Wendell sintió unas punzadas de dolor justo detrás de los ojos. Las migrañas habían vuelto. Hacía ya cuatro meses que las sufría, incluso había ido al médico en busca de respuestas.

“No encontramos el origen del dolor, chaval. No podemos hacer nada”

“Oh, lo entiendo perfectamente, doctor. Salen avances médicos cada día pero usted no puede curarme una PUTA migraña. Por supuesto que lo entiendo.”


Obviamente, aquella no fue la contestación de Wendell. Él es solo un espectador. Ver y no tocar. Logró articular un “gracias” y se largó del hospital con los nudillos blancos de tanto apretar los puños. Su propia debilidad le desquiciaba.

La única manera que conocía de acallar aquella batalla campal que se libraba en su cabeza era dándose un chute, pero dado que aquello se había acabado, pensó que el alcohol sería un buen sustituto.

Se acercó a la nevera con paso tambaleante, creía recordar que aún le quedaba una cerveza de las baratas. Si no tendría que acercarse a una tienda que se encontraba dos calles abajo. Una luz fluorescente le recibió al abrir la pequeña puerta, sus ojos no le agradecieron el cambio. El contenido de la nevera era un claro reflejo de su situación económica: dos lonchas de queso Tranchette, un yogur de macedonia y dos porciones de pizza de la noche anterior.

Wendell cogió un trozo de pizza y consultó la hora en el reloj de su muñeca.

Las cuatro de la mañana. Por suerte, (y como dijo Sinatra) esta ciudad nunca duerme.


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Mañana más Very Happy
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Mensaje  GioRock Dom Abr 08, 2012 7:20 pm

Muy bueno si señor! esperando más y mejor!! Pobre Wendell con el mono lo tiene que pasar fatal... ^^
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Mensaje  Lujan Dom Abr 08, 2012 7:31 pm

Me encanta la reflexion social que dejas ver con lo de "un mero
espectador en su propia vida" porque es jodidamente cierta, me senti
identificado con eso. Espero la proxima parte un saludo
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Mensaje  Skimmer Dom Abr 08, 2012 10:13 pm

Me alegro de que os guste. Yo también me siento identificado con Wendell (a veces xD)

Hoy capítulo doble. Wink

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Capítulo 2

Ashley pasaba las páginas de la revista con gesto ausente.

Brad y Angelina han adoptado otro niño asiático. Qué novedad…

La chica emitió un largo bostezo. Odiaba trabajar en el turno de noche. La mayoría de las veces se quedaba dormida, era eso o morirse de aburrimiento. En varias ocasiones Joe, el dueño de la tienda, la había encontrado roncando con la cabeza apoyada en el grasiento mostrador a la mañana siguiente. Ashley sabía que no la despedía porque tenía alguna esperanza de poder acostarse con ella.

Puto gordo, no se la tocaría ni con un palo, pensó ella completamente asqueada

Ashley era muy atractiva, y lo que era peor, era consciente de ello. Una sonrisa pícara y todos los hombres hacían lo que ella quería. En sus mentes nacía la idea de que tal vez (y solo tal vez) podrían tener una oportunidad de saborear aquel cuerpecito. Así era como había aprobado el instituto, y así como había conseguido aquel trabajo de mierda.

Ashley cerró la revista y se reclinó en la silla de plástico barato. Pensó en Mike, un tipo al que había conocido la otra noche en una fiesta. Estuvo toda la noche contándole como la convertiría en una supermodelo. No era muy guapo, más bien parecía un esmirriado saco de huesos. Aun así se lo tiró, ¿cómo iba a dejar pasar la oportunidad de su vida? Le había prometido que sería famosa, que todos conocerían el nombre de Ashley Reed. Mike también le prometió que le llamaría a la mañana siguiente, pero ya habían pasado cuatro días y seguía sin noticias de él.

Estaba a punto de salir fuera para fumarse un cigarrillo cuando escuchó la campanilla de la puerta. Un cliente potencial había entrado. Lo escuchó deambular por los pasillos, parecía tener prisa. Finalmente, cuando terminó sus compras se acercó a la caja.

Era un hombre joven, de entre veinte y treinta años supuso Ashley. Tenía el cabello oscuro y greñudo. Además, una barba incipiente le crecía desigual y a trozos. La chica suspiró, le repugnaba la gente que descuidaba su aspecto. Era paliducho, de ojos enrojecidos y con bolsas. Vestía unos vaqueros desteñidos, una camiseta y una gastada cazadora de cuero. Intuyó que tal vez en el pasado aquel hombre tuvo un cuerpo decente, pero ahora parecía haber descuidado su figura.

Ashley se echó el pelo hacia atrás y sonrió sin ganas.

- ¿Es todo, señor? – su voz era un gañido hueco y nasal.

El joven se limitó a asentir. Ni siquiera le miraba a los ojos.

Bienvenida a Nueva York, Ashley. Hogar de los bichos raros.

- ¿Quiere una bolsa?

Asintió de nuevo.

Ashley comenzó a pasar todos los productos por la máquina de rayos y a meterlos en una bolsa. Un pack de cervezas, dos barritas de cereales y un cartón de leche.

- Son ocho dólares con treinta y seis centavos – Esta vez Ashley no se esforzó siquiera en sonreír. Su tono era de impaciencia y antipatía.

El hombre metió una mano en su bolsillo, sacó un ajado billete de diez y lo dejó caer sobre el mostrador para evitar el contacto con la cajera. No esperó a que le diera el cambio, agarró la bolsa y salió apresuradamente de la tienda.

Capítulo 3

Al torcer la esquina de la tienda, Wendell se detuvo en un callejón, más allá de la luz. Dejó caer la bolsa junto a un contenedor de basura a rebosar y cayó al suelo de rodillas. Se llevó las manos a ambos lados de su cabeza y comenzó a retorcerse de dolor. Le dolía tanto que por un momento pensó que el cráneo se le partiría en dos. Pese a todo no gritó, aun sufriendo un tormento indescriptible lo último que quería era atraer la atención de la gente. Era un espectador ejemplar.

¡Dios, haz que pare! ¡Por favor, no puedo soportarlo más!


Obviamente, Dios estaba demasiado ocupado con asuntos más apremiantes que el insignificante dolor de Wendell Norton.

Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, consiguió ponerse en pie. Se apoyó en la pared del callejón e intento avanzar unos pasos, pero fue inútil. Acabó en el suelo de nuevo, pero esta vez sobre varias bolsas de basura. Wendell estaba tan concentrado en su dolor que apenas era consciente del hedor que le rodeaba.

Entonces oyó unas voces, voces fuertes y enfadadas. Miró a su alrededor sobresaltado ¿acaso alguien le había visto? No, al parecer un grupo de adolescentes había parado a un hombre con aspecto de ejecutivo, de unos cuarenta años. Parecía que le estaban pidiendo unas monedas. Por suerte ninguno de ellos pudo ver a Wendell.

De repente, un fuerte viento sopló a sus espaldas, azotando su ropa y revolviendo su pelo, y una voz que parecía proceder de los abismos del infierno susurró: “LA MUERTE SE ALZA” Fue como si las palabras le atravesaran, aunque nadie más pareció oírlas. Wendell estaba paralizado, con el cuerpo tenso debido a la ansiedad. Entonces, una tormenta de dolor e imágenes se desató sobre su cabeza.

Un niño con los ojos negros como el ébano mamando del pecho de su madre.

Un escarabajo moviéndose a través de las arenas del desierto

Un hombre con gafas insólitas contemplando…

Wendell gritó, y su voz le inundó los oídos, pero no bastó para mitigar el clamor de su interior. De alguna manera, todavía era consciente de la presencia de aquella gente allí delante. Sentía su mente desgarrarse, fragmentos de él obligados a prestar atención a interminables imágenes que carecían de sentido, mientras seguía viendo el mundo fuera de él. El hombre del traje era malo, corrupto, podrido. Su carne era gris y pegajosa; su garganta, una masa de tejido destrozado y protuberante; sus uñas eran anormalmente largas y afiladas. Aquel era su verdadero aspecto.

Todos ellos, los chavales y la cosa, miraron a Wendell, y sus miradas eran como golpes de martillo. Wendell solo quería levantarse y huir, a algún lugar, a cualquier lugar. Los adolescentes parecían no comprenderlo, no veían aquellas imágenes, no veían que aquel hombre estaba muerto. Wendell debía de mostrarles el peligro en términos que ellos pudieran comprender, o las garras y los colmillos sin duda lo harían.

- ¡Os va a matar! – gritó Wendell -¡Tiene…tiene un cuchillo!

Los chavales comenzaron a retroceder, confundidos, y la cosa avanzó y agarró de la garganta a uno de ellos. Unos delgados chorros de sangre brotaron por donde las garras agarraron la piel. Los demás huyeron. La cosa se giró un momento hacia Wendell, lanzó al muchacho herido al suelo y se acercó a él a grandes zancadas

Wendell apretó las manos contra la cabeza, rezando para que cesasen los latidos. Sus plegarias no obtuvieron respuesta…
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Mensaje  Lujan Dom Abr 08, 2012 10:50 pm

Cada capitulo me va gustando un poco mas, me encanta la forma de narrar
es como la vida misma decadente y sucia nada de lo que nos muestran en
Hollywood. Siguela no hagas como yo que siempre que empiezo una historia a los
2 o 3 capitulos la dejo
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Mensaje  Skimmer Mar Abr 10, 2012 1:44 am

Me alegro de que hayas captado la idea del relato, Lujan. La decadencia es una constante en la vida de Wendell Wink

Otro capítulo!

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Capítulo 4

Wendell despertó en la oscuridad de su apartamento. Torpemente retiró las sábanas que le cubrían y se sentó al borde de la cama, apoyando la cabeza entre sus manos.

Entonces experimentó aquella sensación que a veces se tiene al despertar de un sueño, ese efímero momento en el que no sabes si todo ha sido real o producto de tu subconsciente. Normalmente la verdad aparece por sí sola a los pocos segundos, pero eso no fue lo que le pasó a Wendell.

Recordaba todo con demasiada exactitud. Los característicos momentos en blanco que hacen de nexo entre los sueños brillaban por su ausencia, sustituidos ahora por minuciosos y completos recuerdos.

Aunque lo más importante para él era que las migrañas habían desaparecido, al menos por el momento. Poco a poco volvió a poner en marcha su mente, como si de una maquinaria oxidada se tratase. Estaba tirado en aquel oscuro callejón, y cerca de él se encontraban los adolescentes y aquel hombre.

Cuando recordó aquel pútrido rostro, un violento escalofrío lo recorrió de arriba abajo. Aquel monstruo; aquellas voces infernales; el cuerpo de aquel chico cayendo al suelo, como un muñeco de trapo…

No ha sido más que una pesadilla, Wendell. Una extraña y acojonante pesadilla
, dijo intentando converse a sí mismo.

Se levantó de la cama y fue hasta la cocina. Apretó el interruptor de la luz y uno de dos tubos fluorescentes del techo soltó un chisporroteo. Se había fundido. El otro tardó unos segundos más de la cuenta en encenderse, en señal de luto por la muerte de su hermano.

Lo raro es que no me hayan cortado ya la luz.

La luz que emitía aquel solitario tubo hacía que todos los objetos se recortasen de un modo lúgubre contra la oscuridad. Sin embargo, lo que Wendell vio en el centro de la mesa de plástico le horrorizó mucho más que cualquier luz fantasmal.

Un pack de cuatro cervezas Miller se erguía en el centro, mudo testimonio que confirmaba el horror que había presenciado. Wendell estaba paralizado. Infinitas preguntas surgieron en su mente, pero dos se alzaban por encima de las demás, resplandeciendo como luminosos carteles de neón.

¿Todo ha sido real?

¿Quién me ha traído a casa?


Lo único que sabía con seguridad, era que aquel que le había devuelto a la seguridad de su hogar, era el mismo que había dejado el pack de cervezas sobre la mesa. Era un mensaje, eso estaba claro, pero ¿qué podía significar? ¿”Te vigilo”? ¿”Todo ha sido real”? ¿”Tómate una a mi salud”?

De repente, una sensación de inseguridad asaltó a Wendell, se sintió observado. Volvió a recordar al monstruo del callejón, pero esta vez el recuerdo vino seguido por una serie de arcadas. Notaba como el vómito luchaba por abrirse paso a través de su garganta. Un segundo después de arrodillarse frente al váter y abrir la tapa, éste salió propulsado por su boca y por los agujeros de su nariz. Cuando todo acabó, se quedó tumbado sobre el linóleo del baño.

Tenía los ojos vidriosos y la mirada perdida.

Una cucaracha ascendía por la cortina de la ducha, totalmente ajena a lo que ocurría en el interior de Wendell. Jamás sabría que fue en ese momento cuando una parte de él murió. Aquella parte a la que habían adoctrinado en la creencia de que en realidad, ningún monstruo se escondía bajo la cama.

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Mensaje  DarkHades Mar Abr 10, 2012 2:08 pm

Muy bueno Skimmer, me encanta esa forma en la que relatas. Espero con ansias próximos capítulos :B
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Mensaje  Skimmer Mar Abr 10, 2012 4:41 pm

Me alegro de que te guste, Dark (:

Y otro capítulo más!

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Capítulo 5

La mujer dormía. La mano de Wendell estaba apoyada sobre su pecho derecho. Éste subía y bajaba, acompasado con el ritmo de su suave respiración.

Se acurrucó aún más junto a ella, rodeándola con los brazos. Quería quedarse allí para siempre. Era el único lugar en el que sentía algo parecido a la paz interior. Algo que le resultaba imposible de conseguir tras dejar la heroína.

Wendell no sabía si amaba a la mujer. Wendell no sabía si aún conservaba la capacidad de amar. Sólo sabía que el estar allí con ella le proporcionaba aquella desconexión que tan desesperadamente buscaba.

Aunque hoy era diferente. Hoy no podía dejarse ir como tantas otras veces había hecho. Tampoco podía dormir, y casi todo lo que comía acababa devolviéndolo.

Habían pasado dos días desde el “incidente” del callejón.

Wendell se deslizó fuera de la cama y cubrió su cuerpo desnudo con una bata. Procurando hacer el menor ruido posible cogió su móvil y salió al pequeño balcón, cerrando la puerta corrediza tras de sí.

Estaba amaneciendo.

Wendell no tuvo que buscar mucho entre sus contactos para dar con el número. Los amigos no eran lo suyo.

Una serie de característicos pitidos le indicó que la llamada se estaba realizando.

De repente sintió el impulso de colgar, pero ya era tarde. Alguien había contestado.

Una voz amodorrada habló al otro lado de la línea.

- ¿Sí?

Wendell se había quedado sin habla. Su boca pareció secarse instantáneamente.

- ¿Eres tú, Wendell?

- Hola, papá.

Un suspiro prolongado.

- ¿Estás metido en algún lio?

Aquel tono rezumaba pena y decepción. Algo mucho más doloroso que el peor de los insultos.

- No, yo sólo… ¿có-cómo os va?

Intentó ocultar su nerviosismo, pero le salió algo parecido a un graznido. Con la mano libre apretaba la barandilla del balcón.

- Bien. Estamos bien. Tu madre – pareció a punto de decir algo, pero lo sustituyó por otro de sus suspiros – estamos bien.

- Ah, bien. Estaba pensando en…

- ¿Necesitas dinero, Wendell?

La pregunta le cayó como un jarro de agua fría.

- ¿Qué?

- Por eso has llamado, ¿verdad? ¿Cuánto?

Wendell colgó inmediatamente.

- Hijo de puta – masculló entre dientes.

Unas gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas. Algunas llegaron hasta su boca, y Wendell saboreó su particular regusto salado. Tenía miedo, más miedo que el que había sentido en toda su vida, y lo único que quería era poder oír la voz de sus padres. Sólo quería que le estrechasen entre sus brazos y le dijesen “Todo va a salir bien”

Wendell volvió a entrar en el apartamento. Se vistió y fue al baño a enjuagarse la cara. El espejo le mostró un rostro demacrado y macilento. Cuando se estaba secando con una toalla, escuchó movimiento en la habitación. La mujer había despertado.

Cuando le vio salir del baño, le dedicó una radiante sonrisa desde la cama. Estaba desnuda, con la almohada abrazada entre las piernas. No hablaron. La mujer hacía demasiado que le conocía, sabía lo callado y retraído que era.

- Tengo que irme – dijo Wendell recogiendo sus cosas e intentando no mirar a la mujer. Sabía que si lo hacía no tendría fuerzas para irse.

- Dame un beso, Wendell – rogó en tono lastimero mientras se arrastraba sobre la cama a su encuentro.

Wendell la miró durante unos segundos, como sopesando. Finalmente se acercó al pie de la cama y ella le rodeó el cuello con sus brazos. Le dio un largo beso con sabor a vino, tabaco y promesas rotas.

Estaba a punto de salir de la habitación cuando la mujer le volvió a llamar

- Wendeeeell – aquel tono cantarín entre divertido y reprochador indicaba que se estaba olvidando de algo.

Oh, claro.

Sacó la cartera y colocó sobre el escritorio sus últimos cien dólares.

- ¡Llámame, cariño! – fue lo último que alcanzó a oír antes de marcharse de aquel apartamento.

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Mensaje  cabronidas Mar Abr 10, 2012 7:03 pm

Oye muy bueno. Sigue asi.
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Mensaje  Skimmer Jue Abr 12, 2012 12:09 pm

Capítulo 6

Conserje. Soy conserje. El único chico blanco de un grupo de mexicanos, cuyo trabajo es limpiar la mierda que dejan por el suelo otros chicos blancos. Hace unos años podría haber sido uno de esos chicos blancos, pero ahora me toca ser uno de los mexicanos.

Somos los encargados de mantener limpia una sucursal de City Bank que se encuentra en los alrededores de Herald Square. El horario es de nueve a cinco. La paga es una mierda, pero servirá para pagar las facturas

Confío en que mis compañeros me sirvan para cuidar de mí mismo; estoy seguro de que si me ven derrumbarme (es decir, si vuelvo a consumir) me denunciarán en el trabajo. De todos modos no sé si alguno de ellos habla inglés, así que no hay por qué suponer que conozcan mi triste historia. No creo que pudiera soportar eso.

Dios, qué bien me vendría ahora una dosis.


Wendell dejó el bolígrafo de propaganda sobre la mesa. Empezaba a pensar que el mantener aquel diario le ayudaba de algún modo.

Había transcurrido casi una semana desde lo ocurrido en el callejón. Wendell había optado por esconder aquel recuerdo en lo más hondo de su mente, confiando en que algún día se despertaría y ni siquiera se acordaría.

Sin embargo había algo que no podía controlar: sus pesadillas. Cada noche se despertaba temblando, empapado en sudor y con un dolor de cabeza insoportable. Al menos ya no vomitaba cada vez que acudía a su mente el rostro del monstruo, pero estaba muy lejos de encontrarse bien.

Apagó la luz de la cocina y se fue a la cama. Se quedó dormido contemplando una mancha de humedad que se había instalado en el techo.

Aquella noche no tuvo pesadillas.

Una buena señal.

Cuando se despertó estaba nervioso, como en el primer día de colegio. Aunque el trabajo no fuese gran cosa, le hacía sentir bien el tener una rutina.

Wendell no tenía coche (el último que tuvo lo vendió para pagarse una dosis) así que debía moverse en metro por la ciudad. Cuando compró el billete y se sentó en uno de los vagones, pasó a formar parte de un distinguido grupo. Un grupo constituido por hombres y mujeres de rostros ojerosos, caracterizados por sus constantes bostezos y el arrastrar de sus pies: el trabajador medio.

Al finalizar la entrevista de trabajo, le habían indicado que debía entrar al banco por la puerta trasera, así que eso fue lo que hizo al llegar. Delante de él iban los mexicanos, por lo que no tuvo que preguntar el camino a la sala de conserjes.

Ésta estaba constituida por una hilera de taquillas y un desvencijado banco de madera en el centro. El olor a sudor parecía impregnarlo todo.

Sus compañeros no hablaban más que español, y las pocas clases que había recibido en el instituto le bastaron para enterarse de que no hablaban de él, lo que hizo que les respetara más. Wendell sabía que todos aquellos pensamientos paranoicos se reducían al típico delirio de los
drogadictos; a pensar que como tu culo egoísta es el centro de tu pequeño mundo, también ha de serlo del de todos los demás.

Dios, qué bien me vendría una dosis.
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Mensaje  GioRock Jue Abr 12, 2012 12:14 pm

Muy bueno Skimmer sigue así!! no lo dejes porque cada vez estamos más enganchados... como el caballo.. xD
Me gustó mucho como describes al trabajador medio, ojeroso y bostezando en el metro, me estaba viendo yo ahí al lado de Wendell
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Mensaje  Grinko_92 Jue Abr 12, 2012 1:35 pm

Me esta gustando mucho, espero mas capitulos!
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Mensaje  Skimmer Sáb Abr 14, 2012 6:14 pm

Me gusta que os guste (:

Doble capitulo! La cosa se pone interesante!

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Capítulo 7

Había pasado una semana desde que Wendell empezase a trabajar como conserje. En ese tiempo había descubierto que no todos sus compañeros eran mexicanos. Tal vez uno o dos sí, pero la mayoría del turno estaba compuesto por portorriqueños, con un puñado de dominicanos y algunos cubanos.

Empezaba a acostumbrarse a la vida de trabajador honrado. No podía llenar el vacío que tenía en su interior, pero era un comienzo, ¿no? Ahora se afeitaba cada día, dormía más de cinco horas y no abusaba tanto de la comida rápida. Además, las migrañas no habían vuelto a hacer acto de presencia.

Incluso tuvo una especie de “momento” con sus compañeros. Habían acabado el turno y se dirigían a la sala de conserjes cuando Gary, el coordinador, pasó por su lado con el ceño fruncido. Cuando se hubo alejado, Ynez dijo en español algo como “ahí va el tiburón”. Todos rieron a gusto, incluido Wendell (que había pillado el chiste) y todos los miraron. En ese momento creyó que era porque les preocupaba que les hubiese estado espiando, pero en realidad era porque no se imaginaban que hablase algo de español. O igual porque se pensaban que era mudo, sordo o algo así.

Wendell empezó a sentirse incómodo hasta que Héctor dijo “así que tú también te has dado cuenta”, esta vez en inglés. Él respondió que sí, que parecía como si alguien le hubiese metido un palo por el culo. Todos se echaron unas buenas risas a expensas del coordinador. Fue muy breve, pero fue una de esas situaciones compartidas que sencillamente hacen que te sientas uno más.

No es que necesite ser aceptado por esa gente, pero me ayuda sentir que no estoy solo, aunque solo sea un rato.


A la tarde siguiente, después del turno, Héctor y Wendell compraron unas hamburguesas de camino al metro. Así se enteró de dónde eran los demás. Le contó de dónde venían y dónde vivía cada uno, quién tenía familia y quién era soltero…La típica especie de “bienvenido al equipo” que nadie se había dignado a darle antes. Wendell le contó algunas cosas sobre él, nada de drogas, sino sobre la casa de sus padres en Stuyvesant Town y sus planes originales de ir a la universidad antes de que “cosas” de su vida personal imposibilitaran aquel sueño.

Héctor se limitó a mover la cabeza y a decir que era una pena que hubiese perdido aquella oportunidad. Dijo que para empezar mucha gente que vivía en la ciudad no había tenido ese tipo de oportunidad.

Cuando su familia hubo ahorrado el dinero suficiente para perseguir el sueño americano y largarse de México, resultó que el único sitio donde podían alquilar una casa era en Harlem Este. Héctor era incluso uno de los pocos mexicanos naturalizados que hay en la ciudad, pero resulta que el único lugar donde puede encontrar trabajo la mayor parte de la población latina es en el ejército o de camareros.

Aquella noche Wendell regresó a casa sintiéndose culpable.

Yo elegí conscientemente hacerme mi hueco en el fondo de la sociedad, pero a Héctor lo pusieron allí. Es una putada.


Capítulo 8

Wendell barría distraídamente la acera que había en frente del City Bank.Pensaba en las películas que alquilaría al acabar el turno. Cada noche se pasaba por el videoclub y elegía tres películas. Era una forma de mantener la mente ocupada.

Héctor pasó por allí arrastrando un carrito de limpieza y le saludó con un movimiento de cabeza. Wendell le devolvió el saludo. No creía que Héctor fuese su amigo, pero sí un buen conocido.

Entonces, sin ningún tipo de aviso, volvió; su archienemigo; su némesis. Las migrañas. El dolor no llegó de forma gradual, sino que lo golpeó la cabeza como si se tratara de un martillo de proporciones épicas. También regresaron las insoportables punzadas, instalándose justo detrás de los ojos. Se aferró al palo de la escoba como si fuese lo único que le impidiese caer al abismo.

Entonces le vio.

Llevaba un traje azul con unas elegantes rayas grises, unos zapatos negros de piel y un estilizado maletín. Era el atuendo perfecto para un alto ejecutivo. El hombre del callejón. Habían pasado casi tres semanas, pero Wendell recordaba su rostro como si hubiese sido ayer.

Cerró los ojos con fuerza y al abrirlos le vio como era en realidad.

Wendell intentó gritar, pero estaba tan asustado que solo logró emitir un leve y estrangulado gemido. Viéndole a plena luz del día, se podía apreciar con mayor claridad su avanzado estado de putrefacción. La mayor parte de la carne que rodeaba la mandíbula había desaparecido, dejando a la vista su afilada y mortífera dentadura. No tenía párpados, y su globo ocular izquierdo pendía sobre su mejilla, precariamente sujeto por una delgada tira roja.

El monstruo abrió la puerta del banco con una de sus garras, y justo antes de entrar giró levemente la cabeza en dirección a Wendell. Podría haberle mirado a él o a cualquiera de los transeúntes que paseaban a su lado. Si le había reconocido, no dio muestras de ello. Finalmente cruzó la puerta y Wendell pudo soltar todo el vómito que se había acumulado en su boca.

La gente se alejó de él, dedicándole una fugaz mirada cargada de repugnancia. Héctor llegó corriendo hasta donde se encontraba. Todo le daba vueltas, y su voz parecía proceder de un lugar muy lejano.

“¿Qué te ocurre, Wendell? ¿Estás enfermo?”

Aún en ese momento, con el infierno desatándose sobre él, Wendell sintió una gratitud infinita hacia Héctor. Hacía tanto tiempo desde la última vez que alguien se preocupó por él…

“Creo…creo que sí. Habré pillado algún virus”

Nadie más había visto el verdadero aspecto de aquel monstruo aparte de Wendell, pero lo que le extrañó y sorprendió a partes iguales, era que en ningún momento había pensado que tal vez todo fuese fruto de su mente. Que tal vez se hubiese vuelto loco. No, sabía que esa no era la respuesta correcta, y aquello le alivió mínimamente.

- Vamos, creo que hay un botiquín en la sala de conserjes – dijo Héctor cogiéndole el brazo derecho y pasándolo por detrás de su cuello.

Wendell habría querido gritar “¡No, al banco no, ahí es donde está el monstruo!” Pero le dolía tanto la cabeza que apenas era consciente de lo que sucedía a su alrededor. Cuando quiso darse cuenta, ya estaba sentado en el banco de la sala de conserjes. Tenía la cabeza sujeta entre las manos, casi al nivel de las rodillas.

A su alrededor oía voces, voces confusas. También había sombras que se revoloteaban por toda la estancia. Se frotó los ojos con fuerzas y el dolor le concedió una tregua momentánea.

Héctor estaba a pocos metros de él, buscando algo en una pequeña taquilla blanca con una cruz roja plasmada en el centro. Sus otros compañeros le rodeaban. Uno de ellos le daba palmaditas en el hombro, y otro decía en español algo sobre limpiar el vómito.

Cuando Wendell pensó que el dolor comenzaba a atenuarse, Gary el coordinador apareció en la sala de conserjes.

- Norton, el señor Chambers quiere verte… ¿Qué te ha pasado? – en su tono no había preocupación alguna, solo una pizca de curiosidad indiferente.

- Ha vomitado, debe de estar enfermo – explicó Héctor.

Gary el coordinador se rascó la barbilla con gesto pensativo.

- Bueno, primero ve a ver al señor Chambers, luego podrás irte a casa.

Wendell conocía al señor Chambers de oídas. Sabía que era el directivo de aquella sucursal, pero el motivo por el que querría verle se le escapaba. Lo único en lo que podía pensar era en que tal vez el monstruo siguiese dentro del banco.

Por favor, que solo haya venido a sacar dinero. Por favor, que ya se haya marchado.


Sentía el impulso de correr, de poner tantos kilómetros entre el monstruo y él como le fuese posible, pero sabía que ese tipo de comportamiento probablemente le acarrearía un rápido despido. Si perdía el trabajo esta vez sí que le pondrían entre rejas.

Los clientes del banco no tienen acceso a los pasillos por los que circulan los empleados. No me verá. No me verá. No me verá.

Wendell se levantó. Sentía las piernas gelatinosas. Héctor le dijo a Gary que debería ir al hospital inmediatamente, pero el coordinador hizo oídos sordos. El señor Chambers quería verle y eso era lo más importante.

Conserje y coordinador salieron de la habitación, internándose en los inmaculados pasillos del banco. Gary parecía comentar algo, pero Wendell estaba tan concentrado en su propio dolor y en poner un pie delante del otro que apenas le prestó atención.

Finalmente llegaron a la puerta del despacho. En ella, una plaquita rezaba “Sr. Chambers”, escrito con letras doradas. Gary se marchó dejándole solo, aunque eso no le impidió seguir con su perorata.

Wendell se masajeó las sienes durante unos segundos y suspiró. Todo su ser deseaba meterse en la cama y dormir durante tres días. Cerró su mano en torno al frío pomo de metal y lo giró suavemente, provocando que la puerta se abriese hacia el interior.

- Pase, señor Norton, siéntese. – dijo en tono afable el Monstruo del Callejón, más comúnmente conocido como señor Chambers.
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Mensaje  Lujan Sáb Abr 14, 2012 11:46 pm

Ese final
me ha dejado en ascuas, esperando para ver
cómo nos sorprendes
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Mensaje  DarkHades Lun Abr 16, 2012 1:28 pm

Skimmer, dime porfavor que piensas continuar ésto, que con un final así uno se muere por seguir leyendo.
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Mensaje  Skimmer Lun Abr 16, 2012 1:35 pm

Claro que lo voy a continuar xD Entre hoy y mañana estará posteado Wink
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Mensaje  cabronidas Lun Abr 16, 2012 1:50 pm

Me tienes enganchadisimo con tu historia Skimmer. Espero mas capitulos pronto tio.
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Mensaje  GioRock Lun Abr 16, 2012 4:04 pm

Bufff Skimmer me tiene enganchado!! sigue así compañero!
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Mensaje  Grinko_92 Lun Abr 16, 2012 4:24 pm

Esta muy bien, para cuando el proximo capitulo? Very Happy
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Mensaje  Skimmer Lun Abr 16, 2012 5:15 pm

Y pensar que en un principio ni siquiera iba a postear el relato xD Me alegro de que os esté gustando.

Siguiente capítulo!

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Capítulo 9


Ahí estaba Wendell, con una mano aun apoyada en el pomo de la puerta y con el rostro totalmente inexpresivo.

- ¿Se encuentra usted bien? No tiene buena cara.

Tal vez en otro tiempo aquel comentario habría hecho reír a Wendell. El ojo de aquel tipo hacía puenting sobre su mejilla, pero decía que ÉL no tenía buena cara. Gracioso de cojones. Sin embargo, en aquel momento Wendell era incapaz de apreciar la ironía. A decir verdad, era como si su cerebro hubiese decidido apagarse, perdiendo velocidad gradualmente hasta finalmente detenerse por completo.

- Vamos, no se quede ahí parado. Siéntese – El Monstruo Chambers intentó sonreír. De tener un rostro humano habría resultado un gesto tranquilizador, pero con aquel aspecto lo único que logró fue exhibir aún más su mortífera dentadura.

Como un autómata, Wendell obedeció. Se acercó a la silla colocada frente al escritorio y se sentó. Miraba al Sr. Monstruo a la cara, pero no a ningún punto en particular, eso podría haber resultado sospechoso.

Lo sabe. ¿Qué importa lo que hagas? Lo sabe. Estás muerto. Estás muerto.


Una parte de él quería rendirse ante el pánico; correr, saltar y gritar “¡ES UN MONSTRUO! JAJAJAJAJA ¡¿NO LO VEIS!?” Otra parte quería simplemente acurrucarse en un rincón y rezar porque todo acabase rápido.

Sin embargo, una nueva sensación se abrió paso a través de su interior. Una frialdad que nunca antes había experimentado, una frialdad que le despejó la mente y le serenó los nervios. Entonces se dio cuenta de que las migrañas habían desaparecido, y un grave pensamiento se instauró en su mente.

Lo que tenga que ser, será.


Aquella frase, por simple que pareciera a simple vista, le concedió algo tan importante (o más) que el valor. Wendell se imaginó que era la misma sensación que experimentaban los guerreros momentos antes de la batalla, cuando lo único que tienes ante ti es al enemigo y te invade un entendimiento infinito. Habrá dolor. Habrá sufrimiento. Lo único que puedes hacer es intentar salir lo mejor parado posible.

Lo que tenga que ser, será.


- He debido coger un virus – explicó Wendell en un tono neutral y carente de sentimiento.

El señor Chambers mantuvo el silencio durante unos interminables segundos. Parecía sopesar algo.

- Te preguntarás por qué quería hablar contigo, Wendell ¿Te importa que te tutee? – hablaba en tono jovial, como si se encontrara en una reunión entre viejos amigos.

Wendell movió quedamente la cabeza, dando a entender que no le importaba.

- Verás, he estado observándote desde que empezaste a trabajar aquí. Estaba… particularmente interesado en tu pasado – Wendell advirtió que había estado conteniendo el aliento. Se obligó a expulsarlo lentamente – No sé si lo sabrás, pero en City Bank tenemos una nueva política de reinserción social para gente con casos como el tuyo. Por eso te contratamos, a pesar de tus antecedentes. Ya llevas casi dos semanas trabajando con nosotros y nos gustaría saber cómo te va, si te sientes a gusto, si has tenido algún problema con tus compañeros…en fin, ese tipo de cosas. – Chambers sacó de una carpeta varios folios grapados y se lo ofreció– Esperaba que pudieses rellenar este formulario, simplemente para saber si estás a gusto con nosotros. Al fin y al cabo, ahora formas parte de nuestra gran familia, ¿verdad, chaval?

Entonces Wendell lo supo. El monstruo no se acordaba de él. El monstruo no sabía que podía verle como era en realidad. El monstruo era un mentiroso hijo de puta.

Cogió el formulario y se despidió cortésmente, asegurándole que le entregaría el formulario a Gary en cuanto lo terminase. Chambers le acompañó hasta la puerta y le dio una palmadita en la espalda con una de sus garras. Wendell apenas consiguió reprimir los temblores.

Gary el coordinador le había dicho que podía irse a casa, así que eso fue lo que hizo. Cuando pasó por la sala de conserjes para recoger sus cosas se encontró a Héctor, todavía parecía preocupado. Murmuró algo que sonó como “estoy bien, gracias” y salió del banco.

La sensación de frialdad se estaba desvaneciendo y Wendell volvió a sentir el deseo de escapar, de huir muy lejos. Pero no iba a hacerlo. En lo más hondo de su corazón sabía que debía actuar, debía hacer “algo”. Ya era hora de abandonar el papel de espectador.
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Mensaje  DarkHades Mar Abr 17, 2012 4:07 pm

Muy bueno Skimmer, odiaría ser Wendell xDD
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