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Segunda prueba
¿Furulas?

Sueños por cumplir (Relato cap 1-5)

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Sueños por cumplir (Relato cap 1-5) Empty Sueños por cumplir (Relato cap 1-5)

Mensaje  homunculus Sáb Ene 02, 2010 11:25 pm

1

- ¡Joder! Aquí pega una rasca de cagarse.
- Eso te pasa por fumar.
- Joder...
- No te quejes tanto.
- Tu, calla y concéntrate en lo que haces. Que dependo de ti.
- No será tanto.
- Y, además, huele de... de cagarse.
- A nosotros nos lo va a contar... Cierra la puerta, al menos.
- Sí, y me encerráis como el otro día. Si ya estoy... casi.

Ciertamente, fuera hacía un frío que congelaba el alma. O quizás lo haría de existir alguna todavía, cosa que por momentos parecía más imposible. Unos las perdieron hacía tiempo y otros no encontraban el momento para preocuparse de la suya.
El olor a descomposición subía des de la calle hasta el estrellado cielo nocturno, recordando a todos que, a pesar de todo, seguía habiendo cierto peligro. Un peligro que dentro de los hogares se diluía con la plácida calidez de la compañía humana y los juegos de mesa. Pero que se extendía por las calles como una plaga alfombrando el asfalto de inmundicias y gemidos plañideros.

- Venga entra de una vez, coño. ¡Que me estoy helando!
- ¡Tíralo ya y entra, cojones!
- ¡Eso!
- ¡¿Que lo tire?! ¿Tú sabes lo que me cuesta conseguirlos?
- ¡Sí, lo sabemos todos! No volvamos a empezar, eh.
- Pos eso...

La última calada siempre era la más gratificante, pero también la más desesperada. Así que decidió disfrutarla como si fuera la última vez que el cálido y aromático humo le arañaba la faringe. Alzó la mano temblorosa, empapada del hielo de la noche, y cerrando los ojos, abrió de par en par sus pulmones para impregnarlos con la nicotina que tantos quebraderos de cabeza le causaba. El humo entró como un alud y salió plácidamente como el alma de un anciano muriendo confortablemente en un sueño rememorativo, suave y esponjoso.
Apagó el cigarrillo en la barandilla y lo tiró sin rituales. Ya no podía sacar nada más de él. Aquel instrumento que tanto había anhelado ya no tenia ningún tipo de importancia para él. Se había convertido en un andrajo, incluso, desagradable.
Entró y cerró la puerta.

Los restos del cigarrillo volaron metros y metros, descendiendo y penetrando en el aire enrarecido de las calles. Cada vez más denso y cargado de fétidos olores. Descendió hasta rebotar en la cabeza de una de esas criaturas a medio descomponer que aún acarreaban deshilachadas piezas de ropa sobre sus cuerpos, como recuerdos de lo que fueron. Sus compañeros parecían sonreír al ver la cómica faz de sorpresa de su acompañante, pero sus sonrisas no eran más que el resultado de haberse devorado, hacía tiempo, la carne de sus propios labios.

Arriba, siete pisos por encima de sus cabezas, las cartas y los reproches seguían cayendo sobre la mesa.
Sobretodo los reproches.


Última edición por homunculus el Miér Feb 03, 2010 5:02 am, editado 5 veces
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Mensaje  Palominocod Sáb Ene 02, 2010 11:51 pm

Muy bueno, siguo tu historia.

Saludos
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Mensaje  homunculus Dom Ene 03, 2010 12:21 am

gracias! Procuraré colgar el siguiente lo antes posible.
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Mensaje  juanmanuel25 Lun Ene 04, 2010 4:20 pm

Muy buena tio,y que paso con la era de diogenes?,ya esta acabada?
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Mensaje  Toletum Lun Ene 04, 2010 5:05 pm

muy buena la historia, espero la siguiente parte
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Mensaje  homunculus Lun Ene 04, 2010 5:33 pm

Estoy en ello con la Era de Diógenes, pero es un texto más elaborado y siempre veo algo por retocar... tarde o temprano volvera (pero solo son 6 capítulos, así que mejor hacerlos esperar, jajaja)
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Mensaje  homunculus Mar Ene 12, 2010 6:34 am

2

Algo cayó.... de arriba.
Sí, cayó de arriba...
Algo.
Le rebotó un poco por encima de allí por donde veía.
Los demás lo vieron...
El lo notó...
El solo...
Levemente.

Notar, no era algo habitual. No había frío, ni calor. Tan solo, de vez en cuando -muy de vez en cuando-, alguna sensación espontánea parecía sacar la cabeza a la superficie de aquellas aguas tranquilas en que se había convertido su mundo. Hacía tiempo que las tempestades que producía la presencia de aquellos que se les parecían tanto, habían cesado. Hacía tiempo que el deseo vital que despertaban aquellos seres había sido apartado. A duras penas aun existía su recuerdo.

Ahora solo estaban ellos.
Amontonados. Apilados unos sobre otros. En constante movimiento sonámbulo. Siguiendo rítmicamente los mismos caminos tantas veces recorridos. Los gemidos se convirtieron en un rumor de fondo, como el que más allá producía el mar.

Algo cayó de arriba...
Había rebotado y vuelto a caer en su mano...
Un deseo empezó a asomar la cabeza en la superficie.

Levantando la mano se lo acercó donde tiempo atrás había estado su nariz. No podía sentir su olor pero, aun así, un recuerdo empañado parecía intentar abrirse paso y absorber toda su atención. Ni en forma de imagen... ni de aroma, ni de sonido, ni de tacto...
Se manifestaba como leve vestigio de sabor, terriblemente cargado de desazón.
Era una desazón diferente que la que producían aquellos que tanto se les parecían. En esta ocasión no se trataba de un vacío feroz abierto en el vientre, sino de un calor desesperado un poco más arriba, que trepaba arañando hasta donde había rebotado aquel objeto caído de arriba.
Debía moverse.
Necesitaba moverse.

La multitud lo apresaba como lo había hecho desde tiempos inmemoriales, pero ahora se sentía angustiado. Debía huir de allí. Allí no podría apaciguar aquel anhelo que por momentos se iba imponiendo.
Giró sobre si mismo y empezó a caminar en dirección contraria a la de todos sus compañeros.

A cada paso que daba, uno de sus compañeros le cerraba el paso y lo empujaba para poder seguir su camino habitual. En un par de ocasiones perdió el equilibrio –tan difícil de mantener en su estado- pero no llegó a caer al suelo. La multitud estaba tan apretada que resultaba casi imposible imaginar que por debajo de ellos existía un suelo. Cada vez que recibía un empujón su desazón parecía estallar en llamaradas y una sensación que podría llamarse cólera se le clavaba en la carne dolorosamente. Alzó las manos rígidamente y abrió la boca de par en par.

Sus compañeros parecían totalmente ajenos a las partes del cuerpo que perdían con sus mordiscos, y eso aun le hacía sentirse más desesperado. Los empujones no cesaban, cada vez eran más constantes. Intentaba abrirse paso arañando, mordiendo. Nadie se inmutaba. Ira, cólera. Nada. Un paso adelante. Dos empujones más hacía atrás. Sus pulmones chillaban dentro de su cuerpo. La multitud lo arrastraba. Lo arrastraba. Los pulmones mordiéndole des de dentro. La multitud arrastrándolo. Los dientes clavados en un brazo. En un vientre. En un cuello. En una pierna. Intentos en vano. Cada vez más adentro de la turba de cuerpos sonámbulos. La desesperación crecía, latiendo por todo su cuerpo, le quemaba. Hasta que su cuerpo no pudo resistirlo más y en un acto del más puro instinto primario, sus pulmones hambrientos tomaron todo el aire que fueron capaces de contener y estallaron en un grito atronador que arrastró parte del tejido de su garganta, proyectándolo sobre las cabezas de sus compañeros.
La multitud se paró en seco.
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Mensaje  homunculus Lun Ene 18, 2010 2:29 am

Os dejo aquí el enlace del blog del relato, por si quereis visitarlo y seguirlo por ahi. De todos modos ire colgandolo aquí en el foro.
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Mensaje  Toletum Lun Ene 18, 2010 11:18 pm

Bien tio, esta genial la historia. sigue asi tio
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Mensaje  homunculus Dom Ene 31, 2010 5:28 am

3

- ¿Oísteis eso?
Un recuerdo lejano, apagado por el tiempo que fue acumulándosele encima, despunto en el rincón más angustioso de las profundidades emocionales de Victoria. Como el grito desesperado de un bebé ahogado por un grueso almohadón. Un almohadón cómodo, suave y cálido, donde ella se sentó para olvidar aquello que debajo empezaba a renacer. Para olvidar a quien tiempo atrás ya había muerto en vida. Para olvidar a quien tiempo después había vivido muerto.

- ¿Qué?
- No sé. Un grito.
- Deben ser los vecinos peleándose. ¡Pásame la botella!
- No creo. Hace tiempo que no se gritan. ¡Eh! ¡No te la acabes!
- ¿Quieres decir que se reconciliaron?
- O se quedaron afónicos.
- Yo he oído un grito. Voy a ver.
- Debió ser un trueno. Cuando entré empezaba a taparse. ¡Después pásamela a mí, que aun no lo he probado!
- Si sales, abrígate. ¡Toma!
- ¡Gracias! I vigila no se te lleve el viento.
- Que gracia... es que me parto.
- I cierra la puerta.
- Eso ¡Joder, esto es asqueroso!... ¡I tu, ya podrías haberte esforzado!
- Calla. Hice lo que pude.
- Ahora todo está en manos de Niké... Seguro que me toca guardia a mí. Te acabas de quedar sin tabaco... I quien te los líe. Por no concentrarte.
- No jodas. Va...
- Haberlo pensado antes de perder. Perdedor. Busca una pipa y fúmatela sola.
- Joder...
- Sí que te tocará a ti, sí. Puedes estar seguro.
- Qué ¿no te ibas? ¡Pos ala, a investigar los gritos misteriosos!

En la séptima planta del treceavo edificio del llamado Paseo de les Floristas, en un pueblo cercano al mar, convivían cuatro personas.
Tres chicos y una chica.
Ella, hermana de uno de ellos, antigua amiga de otro y forzosa compañera de piso del tercero, fue bautizada con el nombre de Victoria, conocida popularmente como La Vicky, y rebautizada incomprensiblemente por sus nuevos compañeros de piso, con el nombre de Niké.
Niké, de roja cabellera y extremidades finas y delicadas. Vicky, del dulce rostro de niña y muslos imponentes de diosa fértil. Victoria, portadora de razón y azote de la temeridad y la imprudencia. De voz melosa, pero con lengua afilada si lo requería la ocasión.

El grito -apagado por el doble cristal que les separaba de la terraza- que se había clavado profundamente en las entrañas de Victoria, se desgarró de la garganta de alguien en quien ya no pensaba, alguien de quien ya no era necesario preocuparse.
Alguien a quien reconocería demasiado tarde.

Fuera, el viento cortaba la piel y helaba la sangre.
En el cielo ya no se veían relucir las estrellas, y los relámpagos, apagados tras el telón opaco de las nubes, anunciaban tormenta. Siempre era bueno que lloviera. Se llevaría el hedor y purificaría el aire. Durante la tempestad, uno podía respirar de nuevo a pleno pulmón. Los pulmones lo sabían y, en estas ocasiones, engullían el aire, hambrientos, recordando que pasada la lluvia, de nuevo, tendrían que conformarse con aquellos gases densos y fétidos a los que nunca se acabarían de acostumbrar.
Y, si llovía mucho -“ojala lo hiciera”, pensaba Victoria-, al día siguiente podrían recuperar un poco de dignidad. Se frotarían el cuerpo, deshaciéndose de la animalidad que tanto les avergonzaba. Si llovía -y, ojalá, con fuerza- Victoria podría deshacerse de la incomodidad que los últimos días había arrostrado. No podía evitar sentirse sucia cuando la naturaleza se entestaba en echarle en cara que era una mujer. No podía evitar sentirse sucia, incómoda, ofensivamente delicada, débil -muy débil- y sensiblemente irascible. Por otro lado, tampoco podía ladear el deseo irracionalmente primario de llevarse a la boca un buen trozo, grueso y sangriento, de carne poco hecha, deseo que nunca llegaría a satisfacer un montón de agua caída del cielo, por mucho que se la frotara debidamente por el cuerpo.

Lo que vio allí abajo, pero, la distrajo de todas aquellas preocupaciones.
La quietud y el silencio de la masa de cuerpos muertos que se extendían por la calle la llevaron a pensar que algo estaba empezando. Alguno aterradoramente trágico empezaba a configurarse bajo sus pies, fuera del los límites del mundo de los hombres. Pero ni la quietud ni el silencio la aterrorizaron más que la grieta.
-¡Venid! ¡Rápido!... ¡Joder, mirad esto!
Refunfuñando y cansados, los chicos salieron al encuentro de su compañera, escépticos, pasándose la botella de licor de avellanes, crujiéndose los huesos y quejándose del frío y las manías de su compañera. Pero al asomarse a la barandilla para contemplar aquello que parecía sorprender tanto a Victoria, callaron y bebieron en silencio. Victoria robó la botella de las manos de sus compañeros y tomó un largo y desesperado trago.

Los muertos se abrían en un pasadizo, como una cremallera, como una grieta que iba agrandándose al paso de un nuevo hombre. Un nuevo hombre que desde lejos no parecía tan diferente a quienes le observaban. Los muertos le cedían el paso como si reverenciaran a una celebridad. Algunos intentaban seguir sus pasos, pero pronto se distraían y regresaban a la multitud, desapareciendo en la masa pútrida de la que, por unos instantes, habían prescindido.

- ¿Pero quién cojones es ese?
- Ostia, ostia. Mierda, mierda. Mirad, coño, mirad.

El muerto empezó a correr, a gritar, hasta perderse al torcer una esquina, desapareciendo de su campo visual y convirtiéndose en un eco que se alejaba por los laberínticos cruces, como una alarma antiaérea amenazando un bombardeo inminente.

- Estoy flipando...
-...
-...
- ¿Os lo he dicho, o no? ¿Eh? ¡Un grito! No grita ni nada, el cabrón, ¿sabes? La madre que lo parió. ¡La madre que lo parió!
- Estoy flipando... Me voy a fumar un piti.
- No, tío. Un piti no, hazte un peta.
- Sí, mejor. Tienes razón.
- Volvamos dentro.
- Mejor.
- Sí.
- Sí.
- Vamos.

Una vez dentro, con la puerta bien cerrada y el oído bien atento, Victoria y dos de sus compañero asistieron en silencio -como si se tratara de un ritual sagrado- a una clase magistral de manualidades impartida por Daniel, hermano de Vicky. Dani, para sus camaradas.
Del fruto de su obra fumaron todos, incluso Niké.

Desbancada así la razón, irrumpieron en la sala la temeridad y la imprudencia.
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Mensaje  Toletum Dom Ene 31, 2010 2:35 pm

muy bueno, espero el siguiente.
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Mensaje  cristianduro Lun Feb 01, 2010 2:51 pm

Muy bueno tío! te seguiré la pista. Smile
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Mensaje  homunculus Lun Feb 01, 2010 6:48 pm

Gracias! Si a alguien le interesa leerlo en catalán (que es el texto original), lo encontrareis en
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Des de ahi, en mi perfil podeis acceder a otros relatos.
I si entrais en.http://www.relatsencatala.com/rec/Controller?rp_action=view_relats_autor&rp_autor_id=775777podreis leer algunos textos breves.
Espero que los disfruteis
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Mensaje  cristianduro Lun Feb 01, 2010 6:49 pm

Home! Genial nano! Li faré un cop d'ull. Smile
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Mensaje  Battousai Lun Feb 01, 2010 7:12 pm

cristianduro escribió:Home! Genial nano! Li faré un cop d'ull. Smile

Me parece una falta de respeto enorme que empleeis un idioma que no todo el mundo entiende, porque me pongo a escribir yo en euskera y se enteran 2 y el del tambor.
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Mensaje  Facalj Lun Feb 01, 2010 9:06 pm

¿Cómo es el idioma euskera?

No sabía que existía...

Saludos
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Mensaje  Battousai Lun Feb 01, 2010 10:57 pm

El euskera es un idioma que solo se habla mayormente en el norte de españa (mas concretamente pais vasco y navarra) y en algunas partes de francia por su cercania con el pais vasco, lo mismo que el catalan solo se habla en cataluña, de ahi que si me pongo a hablar el dialecto de mi tierra me van a entender 4 gatos.
Si te queda mas curiosidad: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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Mensaje  homunculus Mar Feb 02, 2010 1:07 am

4
El cuerpo es una maquina con memoria, y cuando se le brinda la mínima oportunidad de recordar, sus engranajes empiezan a trabajar. Desentumeciéndose, deshaciéndose del óxido que les había ido royendo lentamente, rompiéndose en pequeñas nubes de polvo áureo que se evaporarán con la nueva cinética mecánica. Y cuando estos engranajes funcionan correctamente su movimiento se transmite por todos los rincones del organismo.

Unos pulmones que recordaran de nuevo el hambre de aire, podían ser la chispa que inflamara la frenética actividad de un cuerpo que había permanecido casi inmóvil tanto tiempo. Una llama que corría por el cuerpo atareada en el intento de recuperar el tiempo perdido. Así, las articulaciones, que por azar aun seguían funcionales, y la musculatura, poco afectada por la descomposición gracias a las bajas temperaturas, recordaron cual era su función original y se pusieron en marcha.

Podía notar como aquel par de bolsas secas se inflaban dentro de su pecho a cada inspiración. Sentía como algunas partes se desprendían y caían al fondo de su vientre. Un reconfortante calor comenzó a llenarlo des de los pies hasta la cumbre de su cabeza. Respirar era una sensación agradable, a pesar de todo lo que sentía tintinear dentro de si, a pesar de sentir los pedacitos de carne seca saltar arriba y abajo de su abdomen. Respirar se asemejaba tanto al nuevo deseo que incitó aquel objeto que azarosamente le había caído del cielo...

El grito fue hasta cierto punto liberador. Como si su cuerpo hubiera sido hasta aquel momento una caldera hirviente que se liberó de la presión acumulada por medio de una válvula de escape bastante oportuna que llegó a tiempo de evitar una explosión inminente. Hasta cierto punto, aquel grito había sido una explosión o, quizá, más exactamente, una proclama de libertad disfrazada de explosión.

Ahora, las piernas le respondían perfectamente, podía notar como controlaba todos y cada uno de los pasos que daba en medio de la multitud, que retrocedía a su paso. Podía sentir el impacto de los pasos en la planta del pie, podía sentir el viento en la cara. Por lo que parecía, caminar por voluntad propia obraba maravillas en sus sentidos, los hacía salir del coma en que se hallaban. Oía el silbido de su respiración, el sonido de la suela de los zapatos rozando el asfalto, Lo oía todo.
La vista, pero, era otro tema. Por delante de sus ojos veía pulular formas alargadas y redondeadas, flotando de un lado a otro y dejando entrever a contraluz lo que tras de ellas se extendía. Veía sus compañeros, pero sin poder fijarse en los detalles de su ropa, de su piel, de sus rostros.
A medida que andaba, iba torciendo el cuello voluntariamente, para ver qué estaba dejando atrás. Un camino limpio de muertos, por el que espontáneamente caminaba alguno de sus antiguos compañeros que retornaban a la masa de cuerpos al dar con su mirada. Si fuera posible pensarlo, se diría que lo temían. Que querían ser como él y caminar libres y solitarios, pero el hecho de saberse observados por aquel que les había abierto el camino les hacía sentir inferiores y culpables por haber intentado seguir sus grandes pasos.
Si él pudiera pensar con claridad, hubiera podido llegar a concluir eso, pero no era así. Por su mente, por lo que aun quedaba de ella, tan solo chispeaban abortos de ideas que nunca llegarían a ver la luz, leves retales inconexos que nunca podría unir para elaborar pensamientos claros y concretos. A pesar de todo, el instinto le hacía una interpretación sencilla y, si bien no era capaz de saberse superior a todos ellos, así se sentía.
El pecho le ardía de alegría, y del pecho pasó a los brazos y a las piernas.
Aquella nueva y bruta felicidad lo impregnó hasta controlar sus actos.
Gritando, de primaria alegría, empezó a correr.

Los muertos debían apartarse rápidamente, hecho para nada sencillo para ellos que aun tenían los engranajes soldados. Algunos eren envestidos por el fervor de la carrera de su ex-compañero, otros caían y eran pisados por él. Él, se subía sobre ellos y chillaba heroicas proclamas de victoria. Se les subía encima, los coronaba y saltaba más allá para poder pasar por encima de otro, y otro... para poder pasar por encima de tantos como fuera posible. Y a cada muerto que pisaba, y en cuanto más fuerte sintiera el viento en su rostro, la primaria alegría que sentía en su pecho estallaba con renacida gloria.
Era el rey del mundo de los muertos. El amo de las calles y los cruces.
No lo sabía, pero lo sentía.

Pero llegó el momento en que la masa de muertos perdió densidad y sus pies ya no pisaron más cuerpos. Se había alejado. Había llegado más lejos de lo que jamás lo había hecho.

Caminó casi solo hasta un callejón estrecho. Por algún motivo parecía sentirse a gusto allí. Se adentró en él y giró la cabeza para contemplar el mundo que dejaba atrás. Algunos muertos, dos o tres, caminaban sin rumbo, sin anhelos, sin nada por lo que luchar. Él nunca volvería a ser como ellos.

De repente, la noche tomo un tono rojizo.
De algún rincón, no muy lejos de allí, quizás de donde él había partido, se desprendía una viva y vibrante luz que iba aumentando su brillo rápidamente. En aquel momento, del cielo, comenzaron a caer más cosas.

En esta ocasión fueron cenizas y gotas.
Las sentía húmedas en su rostro. Alzo la cabeza y abrió la boca para que le rodaran cuello abajo y así permaneció minutos, quizá horas, hasta que el agua rebosaba de su boca y chorreaba por sus mejillas. Entonces volvió a mirar hacia la calle, y mientras el agua brotaba entre sus dientes como una cascada, se dio cuenta que la luz se había desvanecido.
Fuera lo que fuera aquello, ya había pasado, y él se había salvado.
No lo sabía, pero lo sentía.
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Mensaje  homunculus Miér Feb 03, 2010 4:58 am

5

Unos golpes insistentes en la puerta sobresaltaron a Dani, despertándolo violentamente.
Por momentos como este, no le gustaban las guardias. Por momentos como este y por los llantos de su hermana. Alguien gritaba des del otro lado, alguien pedía de malas manera que le abrieran la puta puerta. Al menos, el visitante seguía siendo uno de los vivos, pensó Dani y, pidiéndole paciencia, empezó a apartar la cama plegable que la bloqueaba.
Las guardias no consistían en nada más que dormir tumbado en una cama plegable embutida entre la pared y la puerta de entrada, evitando así que fuera abierta. Alguien pensó que esa era la mejor manera de asegurar que no entrara ningún muerto. Era una medida sencilla y, teniendo en cuenta que la puerta del edificio, siete plantas más abajo, estaba bloqueada por todos los muebles de los que los vecinos quisieron deshacerse, era una medida poco peligrosa para el vigilante. Se trataba, tan solo, de una especie de seguro, algo que uno debía tomarse como un deber a cumplir por respeto a sus compañeros.

Plegar la cama no era un trabajo sencillo y, aun menos, cuando a uno le apresuraban de malas formas des del otro lado de la puerta.
-¿Pero qué cojones estáis haciendo? -gritaba el visitante.
-¡Un momento, coño! -respondía amablemente Dani.
Los hierros de la cama se le escurrían de las manos, nunca se le dieron bien las manualidades, salvo aquellas que tenían que ver con papel de arroz, tabaco y maría.
Niké abrió la puerta de su habitación –que quedaba junto a la cabecera de la cama- y, con tono cansado y la melena despeinada, se dirigió a su hermano.
-¿Pero, qué pasa? ¿Qué haces? Por qué la lías tanto de buena mañana?
-La puta cama. Que no hay manera de plegarla.
Más golpes en la puerta.
-¡Abrid, cojones!
-¿Quién es?
-No lo sé, no lo sé. Ayúdame a plegarla.
Victoria se agachó y metió bajo la cama, una vez allí, tocó vete tu a saber qué y, dos clics después, la cama se plegó. Dani abrió la puerta y dos visitantes irrumpieron en el recibidor. Un chico y una chica. Los vecinos, que ya no oían gritarse, por lo visto dejaron de pelearse entre ellos para ir a buscar bulla fuera de casa.
-¿Se puede saber qué cojones hacéis? -gritó el chico.
-¿Pero qué os pasa? -inquirió Victoria.
-¿Qué, qué nos pasa? -saludó la chica-. ¿Qué cojones os pasa, por la cabeza, a vosotros? ¿De qué vais? ¿Se puede saber en qué pensabais, ayer?
De repente, la luz se hizo en la cabeza de Dani, que profirió el más sentido y sincero de los:
-... Oh, mierda....
El hecho del que pedían explicaciones los visitantes transcurrió la noche anterior.
***

Fumarse un porro siempre fue un acto de celebración. Siempre se fumaban uno cuando volvían a casa de hacer un intercambio interesante. El intercambio se convirtió en la nueva forma de mercadeo. Uno podía conseguir bastantes cosas si poseía algo interesante y estaba dispuesto a desprenderse de ello. Podía proveerse de alimentos en conserva, de ropa, de literatura, incluso de aparatos electrónicos. Así consiguieron una pequeña placa fotovoltaica que usaban para cargar una vieja batería de coche –fruto también del intercambio- que les proporcionaba energía suficiente para encender una luz, hacer funcionar la cadena de música, encender el horno microondas y, si la dejaban cargar tiempo suficiente, incluso, podían llegar a ver una película en el reproductor portátil de DVD. Gracias al intercambio pudieron llenar las estanterías de la cocina de alimentos y electrodomésticos, se aprovisionaron de mantas y sábanas, y de alguna que otra botella de licor. No todo el mundo tenía acceso a aquellos productos, pero también es cierto que casi nadie podía usar como moneda de cambio la hojarasca de la plantación que tenían en su terraza. Aquella plantación les solucionó la vida, les llevó de una vida dura y estéril a otra llana y abundante.

Más en aquella ocasión el motivo por el que se fumaron el porro no fue la satisfacción, sino la angustia. La carrera y los gritos del muerto los transportaron otra vez a los inicios de aquella nueva era. Verlo correr y oírlo gritar les recordó aquellos primeros días terribles en que uno debía estar constantemente en alerta, vigilando sin descanso por tal de no convertirse en una nueva víctima de los muertos, para no acabar devorado o convertido en uno de ellos. Aquellos tiempos ya habían pasado.
Ahora podían vivir tranquilamente, la situación estaba casi controlada. La gente ya no se preocupaba por las constantes envestidas de los muertos en sus puertas. Lentamente, éstos, abandonaron su intento salvaje de entrar en los edificios. Se estableció una especie de tregua entre vivos y muertos, una tregua sin reuniones previas, sin pactos ni compromisos. Tan solo se dio, lentamente, de forma natural. Poco a poco los muertos disminuyeron su actividad y los vivos aumentaron la suya. Los muertos dominaban las calles y los vivos se desplazaban por terrazas y tejados. Se habilitaron puentes y escaleras para poderse mover libremente entre antenas y depósitos vacíos. En cierto modo, Dani y sus compañeros, vivían en una situación privilegiada. Vivir en un séptimo piso sin ascensor, en otros tiempos hubiera resultado un inconveniente, pero ahora, cuando el mundo se movía por las alturas, resultaba de lo más práctico. Para salir de “compras” solo debían subirse al tejado, un piso sobre su casa, y caminar dos o tres edificios más allá, según de qué producto quisieran proveerse.
Pero aquel muerto inesperadamente reanimado, les llevaba a pensar en una nueva era del dolor. Todos pensaban en ello, pero nadie se atrevía a hablarlo. Se pasaban el porro en silencio, meditabundos, replanteándose la situación, hasta que una vez acabado y apagado en el cenicero, alguien abrió la boca.
-Con uno, no tengo suficiente.
Todos estuvieron de acuerdo.
Dani empezó a liar otro y Victoria abrió otra botella de licor, la reservaban para una ocasión especial y aquella, al fin y al cabo, no dejaba de serlo.
***

Los otros dos compañeros se presentaron en el recibidor, con la lengua pastosa hinchada en sus bocas y un latido denso y desagradable en las sienes. Los vecinos seguían alterados, por mucho que Victoria intentara hacerles entrar en razón. Era difícil intentar convencer a alguien de que su reacción era exagerada, cuando se sabia, sin lugar a dudas, que no lo era. Aunque lo hicieran de malas maneras, lo que les estaban echando en cara era una verdad como un templo. ¿En qué estaban pensando la noche anterior? ¿En qué cojones estaban pensando?
Arnau, sin acabar de comprender sobre qué se estaba discutiendo, hizo notar que:
-En mi casa, no se discute nunca sin haber desayunado antes. ¿Vosotros habéis desayunado? –preguntó a los vecinos- Perqué yo no.
Descolocados por el cambio en el transcurso de la disputa, los vecinos declararon tímidamente que, efectivamente, no lo habían hecho.
-Pues venga, todo el mundo al comedor.
Todos le siguieron en silencio.
***


Última edición por homunculus el Lun Feb 08, 2010 5:45 pm, editado 1 vez
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Sueños por cumplir (Relato cap 1-5) Empty Re: Sueños por cumplir (Relato cap 1-5)

Mensaje  cristianduro Dom Feb 07, 2010 4:37 am

Battousai escribió:
cristianduro escribió:Home! Genial nano! Li faré un cop d'ull. Smile

Me parece una falta de respeto enorme que empleeis un idioma que no todo el mundo entiende, porque me pongo a escribir yo en euskera y se enteran 2 y el del tambor.

No era mi intención ofender a nadie. Aquí está la traducción -> "Genial tío, le echaré un vistazo." ¿Cómo sería en euskera? lol!

Saludos. zombie MS 10
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Mensaje  homunculus Mar Dic 21, 2010 4:07 am

6

La lluvia seguía amarada por el brillo argentino con que cada rayo que agrietaba el telón negro de la noche oscura la teñia.
Ahora podía verlo.
Podía prestarle atención y quedarse hipnotizado por la maravilla de aquel espectáculo natural y también podía sentir el agua resbalar por su piel reseca y rasgada, la notaba penetrar por cada una de les heridas que la descomposición le havia causado.
Le entraba dentro.
Corría por dentro de él.
Fría y revitalizante.

Restó unos instantes deleitándose con esta nueva experiencia hasta que sus piernas lo llevaron un poco más allá, metiéndole en la penumbra del callejón.

Parecía reconocer donde se encontraba, no sabía por qué motivo aquel estrecho paraje le resultaba extremadamente familiar, no sabía qué extraño vínculo podía ser el que les unía...
Pero se sentía bien en él.
Como en casa.

Miraba a un lado y a otro y veía paredes grises, desgastadas. Lo que podría haberse presentado como un enclave desolado a ojos de cualquier mortal, a sus ojos muertos le resultaba de lo más reconfortante y cálido. Agachaba la cabeza y, por el suelo, entre charcos plateados, podía ver restos como aquellos que le despertaron de su letargo hacía un rato, en esta ocasión pero, ninguno le provoco la euforia experimentada entonces. Estaban muertas, hacía tiempo que habían perdido su aroma, pero aun así sus piernas se entestaron en seguirlos, como si se tratase de indicadores de un camino abandonado hacia un lugar olvidado en el tiempo. De vez en cuando se agachaba y tomaba uno de aquellos restos entre sus manos, se los acercaba a la cara y en, un par de ocasiones, se las llevó a la boca para tragárselos. Aquellos deshechos pero, para su desolación, no apaciguaban la inquietud que el primero que le cayó del cielo le despertó. Aquel vacío entre la cabeza y el estómago que lo roía y lo quemaba.
Abstraído en la recolección no se percató que el callejón se acababa, hasta que su cabeza impactó contra la pared que se levantaba al fondo del estrecho pasaje.

A un lado y a otro se erigían paredes de edificios grises y descuidados, en una de ellas una puerta grande y metálica permanecía cerrada, en la otra, dos ventanas estaban bloqueadas con listones de madera y fragmentos de muebles.
Levantó la cabeza y miró hacia arriba.

Sobre su cabeza, una pasarela estrecha y sin barandillas unía los dos edificios. Aquel no era el su lugar, alguien la había colocado allí...
Parecía recordar alguna cosa.
Por las sombras de su mente desgastada parecía pasear un recuerdo...
Un recuerdo que en vida le había distraído y hacer pasar buenos ratos...
Un recuerdo que, ahora, en su condición de muerto reanimado sería fatal...

Unos golpes fuertes en la puerta metálica lo apartaron de aquella búsqueda en la penumbra.
Sus pies lo encaminaron automáticamente hacía aquella gran puerta y ya estaba a punto de tocarla cuando por la pasarela se oyeron unos pasos. No tuvo tiempo de girarse y mirar hacía arriba ya que un repentino golpe en la espalda lo precipitó al suelo.
Un golpe fuerte en la espalda y una explosión en el pecho.
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Mensaje  homunculus Dom Dic 26, 2010 3:07 pm

7

Sobre una mesita baja y no muy limpia, frente a un sofá viejo y desvencijado pero cómodo, reposaban bien repartidas, cinco tazas de café humeantes que teñían el aire con un aroma cálido y agradable, quizás demasiado agradable dadas las circunstancias.
En medio de la mesa, un bote metálico permanecía abierto esperando que la mano de algún temerario fuera la primera en tomar una de les galletas que contenía.
El silencio reinaba en la sala.
Un silencio dilatado y denso.
No era momento para galletas.

Los visitantes estaban sentados en el sofá, visiblemente incómodos y tensos. La cadena de hechos que estaban presenciando se alejaba demasiado de lo que se habían imaginado. Cuando, aquella mañana, se levantaron decididos a atacar y vencer a sus vecinos, el escenario que la euforia les había dibujado los alentaba a llevar la voz cantante, mas una vez atravesada la puerta de su vivienda, subido las escaleras de las dos plantas que les separaban y haber irrumpido en el hogar del enemigo, la escena que les esperaba no era, ni de lejos, así. La seguridad con la que se despertaron aquella mañana se había desgarrado a manos de una acogida más o menos amable, un trato de cortesía y una invitación a desayunar por parte de aquellos a quien iban a recriminar enconada, contundente e incluso violentamente.
A pesar de todo, lo que pasó la noche anterior era suficientemente grave como para ladear toda aquella hospitalidad y cordialidad. Lo era, al menos en teoría.
Ciertamente, en teoría, todo era mucho más sencillo. En teoría, la situación podía reducirse a: Ellos tenían razón. Los alocados que vivían en aquel piso, que por otro lado estaba considerablemente sucio, no. Ellos eran los buenos. Aquella especie de hippies drogadictos, no. Ellos llevaban con sigo una mochila de verdad, cargada de argumentos irrebatibles y los deberían escuchar y obedecer.
En teoría era todo mucho más fácil, pero en la práctica....

-Bien... No... No quisiera ser impertinente o meter la pata, pero... Bien...

El silencio desgarrado se agrietó de nuevo con el crujir al unísono de los cuellos de todos los asistentes, que clavaron idéntica mirada inquisitiva sobre...

-Abel- dijo levantándose, visiblemente nervioso, mientras tendía su mano húmeda hacia los visitantes-. Me llamo así, yo. Abel. No es nada del otro jueves, pero se ve que a mis padres les gustaba. Demasiado bíblico para mi gusto, pero en fin... en paz descansen... o lo que sea...

La mirada de los visitantes restó aun unos instantes clavada en Abel (que hacía todo lo posible por sonreír, dejar de temblar y no transpirar más de lo necesario).
Les tazas siguieron humeando, el aroma impregnando el ambiente y las galletas intactas.
Realmente no sabrían decir si efectivamente había sido impertinente o si había metido la pata.

-Y... Y vosotros como os...
-Jordi.- Respondió el chico, enjuto y corrosivo, mientras le daba la mano con firmeza pero notablemente a desgana.
-Yo soy Gemma- Dijo ella levantándose para darle la mano.
Abel se le acercó, haciendo equilibrios para sortear las piernas de Jordi y no darse con la mesita que, para su gusto, estaba demasiado cerca del sofá. Esquivó la mano de Gemma y sobrecogió a sus compañeros de piso dándole un sonoro u húmedo beso en una mejilla...
-Abel. Encantado.
Y en la otra.

-I vosotros qué, ¿no pensáis presentaros?- Increpó a sus compañeros.
-Yo soy Arnau- Dijo levantando la cabeza a modo de salutación. No pensaba dar la mano a quien había irrumpido de tan malas maneras en su casa. De hecho prefería no hacerlo, ni con ellos ni con nadie. No quería darla ni mostrarla. No. Siempre era mejor así porqué de hacer lo contrario a buen seguro le preguntarían qué le había pasado y tendría que volver a contar su historia. Aquella condenada historia. No había nada que deseara menos que repetirla de nuevo. No.

-Yo me llamo Dani -se presentó saludando con la mano-. La chica se llama Ni... Victoria. Es mi hermana.

Victoria se había perdido la trágica pantomima de Abel ya que había ido al lavabo hacía un rato, justo cuando Arnau empezaba a pelearse, en la cocina, con las tapas a rosca de los botes de café soluble y de leche en polvo. A menudo sus compañeros se ofrecían a prestarle ayuda con aquellos quehaceres (siempre con mucho cuidado de no ofrecerse a “echarle una mano”). Mas, Arnau, siempre la menospreciaba escudándose tras una proclama de autosuficiencia. “¡Que no soy un puto minusválido!” les espetaba antes de acompañarlos a la salida de la cocina a patadas. Ciertamente, no era minusválido.
Tan solo aceptaba ayuda cuando Abel se ofrecía a liarle los porros, y en ese caso lo hacía más bien por una cuestión de pereza que no de invalidez.
Y es que “una cosa es que algunas cosas cuesten un poco de llevar a cabo, y otra, muy diferente, es no poder hacer ninguna, ¡cojones!”

Victoria al fin se vio con ánimos para salir del baño y se dispuso a reunirse con todos los demás en el comedor, con la firme intención de saltar al mínimo abuso y morder si hacía falta. Estuvo elaborando, frente al espejo, todas las réplicas y excusas viables procurando anticipar todos y cada uno de los posibles ataques de sus visitantes. Sabía que, por encima de todo, no debía reconocer su culpa por lo que se refería a los hechos de la noche anterior. Debía defender su inocencia y la de sus compañeros sin miramientos, a muerte y mintiendo si fura necesario. Con esta reflexión previa a la batalla ya se sentía con fuerzas y segura para poder afrontarla sin peligro. Lo tenía todo, absolutamente todo, bajo control.
Mas, cuando atravesó el pasillo para reunirse con todos, sus ojos toparon can la ridícula estampa de Abel mostrando la más impertinente, estúpida y delatante de las sonrisas que podría regalar a la pareja de visitantes. La escena la descolocó de tal manera que por momentos aquella seguridad que había logrado alcanzar se fue convirtiendo en rabia hacia a aquel simio subdesarrollado con quien compartía piso. Pero lo que la precipitó por verdadero acantilado de la ira, lo que le rompió los esquemas en mil pedazos que se esparcirían irreparablemente por el viento de la estulticia humana, fue cuando su compañero abrió la boca para decir:

-En cuanto a lo ocurrido ayer... Bien... Os... Os pido disculpas. Mea culpa, o como se diga...

Efectivamente, en esta ocasión, había metido la pata.
* * *
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Sueños por cumplir (Relato cap 1-5) Empty Re: Sueños por cumplir (Relato cap 1-5)

Mensaje  DarkHades Miér Dic 29, 2010 11:53 pm

Hmm está bastante bueno amigo Homunculus,vengo leyendote desde hace uff pero no me había dignado a potear.Como sea,espero que sigas asi.
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Sueños por cumplir (Relato cap 1-5) Empty Re: Sueños por cumplir (Relato cap 1-5)

Mensaje  homunculus Jue Dic 30, 2010 1:46 pm

Celebro que te guste!
En breve vendran los tres capítulos siguientes, con los que concluye la primera parte del relato (titulada "DESPERTAR").
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