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RELATO "AUTO-STOP"

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Mensaje  lestatz Lun Feb 04, 2013 4:45 am

AUTO-STOP





Estoy
bastante harto de que todo el mundo piense que soy idiota. Es cierto que
normalmente necesito un poco más de tiempo para coscarme de las cosas, pero eso
no significa necesariamente que sea tonto. Casi todo el mundo cree que todos
los empleados de seguridad privada somos unos descerebrados o que estamos mal
de la chorla. No entiendo porque piensan así cuando la mayoría no dedica ni
cinco minutos a hablar con nosotros; no se puede negar que trabajamos
demasiadas horas y que pasamos una buena parte de nuestro tiempo en soledad,
pero no tienen derecho por eso a colgarme el San Benito de estúpido o colgado.
No suelo hacerme esta reflexión demasiado a menudo, bueno en realidad no suelo
reflexionar sobre nada, especialmente cuando voy conduciendo. Cuando vuelvo con
el coche lo normal para mí es dejar la música puesta y relajarme hasta que llego
a casa. Pero esta noche no es igual, han pasados muchas cosas raras y mi cabeza
está dando vueltas como un bombo, ando bastante alterado y todavía no sé si
llegué a comprender lo que ocurre. No,
definitivamente esta no es una noche como las demás, de hecho esta noche todo
está siendo jodidamente diferente a como suele ser mi vida. Llevo de copiloto a
una chica, esto no me ha ocurrido nunca. Lo cierto es que aunque sea bastante normal que haya gente
haciendo auto-stop en el recorrido que hay de Los Cristianos a Santa Cruz, no suele serlo tanto a estas horas, no es
seguro que una mujer, bastante guapa por cierto, se cruce en medio de la
carretera en el paso de un vehículo. A parte del hecho de poder ser
atropellada, cosa que ya de por sí no es ninguna broma, se corre el serio
riesgo de dar con algún desaprensivo que pudiera abusar de ella o vete a saber
qué. Por todo ello, decidí parar el coche y dejar que subiera. Me chocó
enormemente que casi sin darme las gracias
me gritara como una loca para que me
diera prisa y nos fuéramos al hospital de La Laguna. Supuse entonces que tal
vez debió haber sufrido un accidente, de lo que no me extrañé demasiado. No sé muy bien por
qué, pero los coches están circulando hoy como el puto culo. Bueno la realidad
es que ahora sí que lo sé, o me lo imagino, pero ese no es el tema en este
momento. La cuestión es que, prácticamente desde que salí de la nave donde hago
cada tarde mis guardias, todo o casi todo ha salido mal. Para empezar Julián mi
relevo, no ha llegado hoy, eso siempre
es una jodienda porque hay que llamar al jefe y lo normal es que te diga que
apechugues hasta que venga el cambio, aunque a veces ni venga. De manera que me
he tirado media hora intentando llamar, pero nadie cogía el teléfono de la
empresa. Es un poco extraño que eso ocurra pero vete a saber. A mí ya me daba
igual de todo y le he dejado la llave al compañero de la nave de enfrente, es
un tipo de puta madre y en el que tengo plena confianza, así que sé que no
habrá problemas. Seguro que a pesar de ello, mañana me estarán dando por saco
para pedirme explicaciones; la verdad
que les den, después de las cosas que me están pasando pueden irse al carajo. Pensar
en mi empresa me hace enfadar de verdad, normalmente no me suelo cabrear pero
es que mi empresa me provoca estrés, la música me ayuda a controlar el estrés,
pero esta noche la emisora EstaciónFM del sur de Tenerife no estaba emitiendo
más que noticias, o bueno lo que creía que eran noticias, nunca presto atención
a lo que dice la radio si no es música, de manera que la quité. Ahora quizás
vuelva a ponerla, por supuesto si a ella no le molesta, y siempre que pongan música claro
está. No creo que a ella le preocupe, ahora mismo duerme como un tronco, cosa
que, para ser franco no sabría decir si es bueno o malo. Cuando la recogí en la
carretera parecía estar en un apuro de
cojones, por sus ganas de llegar al
hospital. Ella me perjuraba que no había tenido ningún
accidente y que me diera prisa por llegar a La Laguna. No suelo ser de ese tipo
de gente que hace preguntas, no me gusta nada ser pesado pero en su caso era
evidente que no tenía la más mínima intención de explicarme que le había
ocurrido. Desde luego debo decir que la chica que tengo a mi lado es muy poco
normal, apareció de la nada en mitad de la noche y casi por la fuerza se metió
en mi automóvil como una posesa, prácticamente se puede decir que fue un
secuestro a la inversa. Por su acento pude comprobar que igual que yo es
peninsular y que se llama Lidia, durante una buena parte del trayecto concebí
la idea de que era una prostituta que había sido asaltada puesto que va
bastante ligera de ropa con un top rosa y una minifalda negra. Ahora creo que
debe estar algo más reconfortada gracias a que le he prestado mi cazadora para
que se la pusiera por encima. En este momento su imagen me tranquiliza, parece
un pequeño ángel durmiente, todo el mundo parece buena gente cuando está
dormido. No tiene nada que ver a cuando la encontré, su media melena castaña estaba desarbolada
como si hubiera tenido que forcejear, y debía haber corrido desesperadamente
porque al hablar parecía que el corazón se le salía por la boca. Una vez dentro
del coche su semblante cambio, estaba seria y no se molestó en abrir la boca.
Llegados a este punto tengo que reconocer que no soy especialmente bueno en
sacar temas de conversación y…bueno, si había algo que sabía es que si le
preguntaba una vez más que le había pasado me mandaría a la mierda y no me
apetecía que me mandara a la mierda. En realidad quiero ayudarla por eso la
llevo en mi coche, es lo único que quise desde que la vi, quizás tendría que
habérselo dicho desde el principio, a lo mejor entonces las cosas hubieran sido
más fáciles….o tal vez no ¿Quién sabe?



De
una manera u otra cuando llevaba diez minutos en el coche empezó a hacer lo que
hacen todas las mujeres; al menos todas
las mujeres que he conocido: se puso a llorar de repente sin que yo pudiera
saber el motivo. En ese momento me sentí como si estuviera saltando en paracaídas,
pero sin el paracaídas. Esa es una de
las situaciones que más pánico me dan en la vida porque cuando ocurre me doy
cuenta de mi absoluta falta de control sobre las cosas, lo peor del asunto es que cuando se llega a
ese punto mi bloqueo es tan alto que no soy capaz de decir ni de hacer nada, lo
cual me hace parecer un insensible. La escena para mí es tan tensa que casi
agradecí lo que ocurriría justo después.



Fue
todo muy rápido, pero la realidad es que me distraje un segundo mirando con
zozobra como Lidia lloraba, de manera que cuando volví la vista al capo me
sobrevino un ataque de pánico súbito. Vi a un hombre caminando en medio de la
carretera. Andaba como si estuviera borracho y apenas se podía ver nada, pero
daba la impresión de que estaba empapado en sangre, mis ojos no creían lo que
veían, pero mis oídos estaban todavía más sorprendidos y por qué no decirlo, también horrorizados. Mientras yo intentaba frenar,
Lidia me pedía acelerar y atropellar a ese hombre para pasarle por encima, por
desgracia no hizo falta. Para mi sorpresa y terror fue el propio tipo el que
comenzó a correr hacia el coche como si quisiera ser atropellado; a pesar de
que casi me dejo la suela en el pedal del freno no fue posible evitar el
impacto que provocó que aquel individuo saltara en volandas desde el capo hasta
el techo para acabar escuchando como su cuerpo daba de bruces con el suelo por
la parte de atrás del vehículo. Reconozco que mi corazón nunca ha estado tan
acelerado, empezaron a caerme gotas de sudor frio por el cuello de la camisa y
estaba sumergido en una desesperación para lo cual no hay medida posible. No
era para menos al estar automáticamente convencido de que había matado a una
persona. Para colmo parecía que tenía a una loca dentro del coche porque Lidia
no paraba de gritar que apretara el acelerador y que siguiéramos, comprobé que
en la luna había una pequeña grieta y un gran manchurrón de sangre, entonces me
agarré al volante y hundí la cabeza en
él. La verdad es que no quería moverme no quería hacer nada, pero mi
acompañante no paraba de golpearme en la espalda pidiéndome que arrancara. Por
un momento debido a los nervios y mi angustia tuve el impulso de agarrarla para
evitar que me siguiera golpeando, pero entré en razón y decidí salir para
tratar de auxiliar o pedir una ambulancia. Entonces llegó mi enfrentamiento
abierto con la persona que había recogido, su histérico comportamiento estaba
pasando de castaño oscuro, no paraba de gritarme que no saliera y echó ella
misma el seguro, no pude evitar explotar y lancé un chillido tremendo a Lidia
que tuvo que retumbar en sus oídos. No sabía muy bien cómo iba a acabar nuestro
litigio y nunca se sabrá porque fue interrumpido de forma bestial por el
estallido de los cristales que tuvo lugar en uno de los asientos traseros. De
forma instintiva eché la cabeza abajo pero los gruñidos que escuché detrás de
mí no tardaron en hacerme girar la vista y casi desmayarme ante lo que estaba a
punto de ver. Junto a un mar de pequeños trozos de cristal, por el hueco de la
ventana dos brazos intentaban entrar
dentro del coche. Hasta ese momento no pude ver bien la cara que había
detrás de ese cuerpo pero hubiera preferido no haberla visto nunca; creo que si
el diablo existiera tendría exactamente ese mismo rostro. Tenía el pómulo
perforado hasta el punto de podérsele ver parte del hueso de la mandíbula; la
nariz por su parte había sido arrancada y sus ojos estaban enrojecidos como si
tuviera una conjuntivitis galopante. Lo miré metiendo parte de la cabeza por la ventana y
fue entonces cuando no dudé más y pise
el acelerador al máximo dejando a ese ser atrás entre atroces chillidos.



Seguí
conduciendo sin mirar atrás igual que conduzco ahora, todavía sigo sin entender
muy bien qué era eso, es la primera vez que podía ver a un atropellado moverse
a esa velocidad y con esa fuerza, además hubiera jurado que ese tipo no había
sido atropellado exclusivamente por nuestro coche, de hecho hubiera apostado mi
brazo izquierdo (porque con el derecho es con el que conduzco) que ese tío se
había pasado la noche siendo atropellado por varios vehículos. La noche había
empezado en una nebulosa pero ahora mismo está ya en un punto verdaderamente
peligroso. Nunca había tomado drogas,
pero por lo que me contaron algunos amigos lo que estoy viviendo hoy debe
parecerse bastante a estar colocado hasta las cejas y el caso es que aún no
tengo por entero asimilado todo. Por lo menos ahora tengo confianza en la
persona que llevo al lado, aunque no sé si debería del todo. Es cierto que me
ha salvado la vida, pero también que su comportamiento no ha dejado de ser
desquiciante desde el principio hasta el fin. El camino hasta La Laguna se está
haciendo muy largo, sigo convencido de que quiero ayudar a esta chica, pero no
tengo muy claro si eso es del todo posible, aunque si es así voy a intentarlo
con todas mis fuerzas. Soy un tío bastante contradictorio, contradictorio e
inseguro, lo reconozco pero eso no me hace ser exactamente idiota. Tardo bastante
más de la cuenta en conseguir saber lo que está pasando y esta noche está
trascurriendo demasiado rápida, por eso, seguramente solo por eso, me este
costando tanto dar sentido a lo que me ocurre. Recuerdo que era justo eso en lo
que pensaba cuando dejamos atrás al atropellado enfurecido. Intentaba saber
cómo pudo sufrir tal impacto y levantarse con esa cara, ese tío no parecía de
este mundo, y Lidia parecía saberlo, parecía saber algo, así que decidí que
ella tendría que decirme que cojones estaba pasando. Por desgracia para mí algo
imprevisto hizo que no pudiera preguntarlo, algo que todavía hace que me tiemblen las manos al volante.



Fue
después de rodar con el coche un rato más y sin que Lidia hubiera dejado de
temblar en ningún momento, supongo que por los nervios o el frío o por las dos
cosas juntas quien sabe. Tuve que bajar la velocidad ante una nueva sorpresa.
Creo que las sorpresas no van a acabar en toda la noche.



Eran
tres coches apilados uno detrás de otro en lo que parecía una colisión
múltiple. Ocupaban un carril en una carretera de doble sentido y había poca
visibilidad, pero parecía que se habían dado por detrás. Me detuve, pero esta
vez más temeroso. Lidia me volvió a decir que no saliera y esta vez le hice
algo más caso, pero quería que me contara qué ocurría. Así que le obligué a que
me respondiera, lo cual como ya anticipé no le sentó bien



-¿Cómo
puedes preguntarme lo qué pasa? ¿Es que
no te parece bastante lo que has visto?-



-He
visto a un tipo al que hemos atropellado venir a reventarnos el coche, y por
cierto lo hemos dejado tirado, eso no me aclara nada-



-Si
no lo hubiéramos hecho nos hubiera matado-



-Es
posible, pero ahora quizás el que este muerto sea él-



-No
lo está, te lo aseguro-



-Por
qué no quieres que salga a auxiliar a la gente, podría haber alguien herido-



-Porque
es peligroso-



-lo
sé, pero mi obligación es ayudar a la gente-



-¿Por
qué dices eso?, ni siquiera eres policía-



Lidia
había tocado un tema delicado y lo que era aún peor había vuelto a restregarme
el viejo tópico de que todos los empleados de seguridad somos policías
frustrados. Me pareció tremendamente triste, porque le verdad, yo siempre pensé
que no hacía falta ser nada para querer ayudar a la gente, si hubiera pensado a
su manera, ahora ella estaría todavía en la carretera. Tal vez fue por eso que
me entró un arrebato que me hizo salir del coche y tratar de ver qué diablos
había pasado por allí. A los treinta segundos me di cuenta de que mi decisión
fue precipitada, no se veía un carajo y casi ni podía distinguir el camino por
donde pisaba. Si hubiera esperado un minuto habría caído en la cuenta de coger
la linterna del maletero, pero qué diablos ¡Ya estaba hecho! Así que mejor no
pensarlo más. Me acerqué al primer coche porque era la única zona en la que se
podía ver algo gracias a los focos de mi Ford Fiesta. Miré por la ventana que
estaba bajada y para mi sorpresa un hombre estaba con la cabeza echada hacia
abajo en el asiento del piloto. Parecía dormido o aturdido, tal vez por un
golpe. Decidí llamar de inmediato a una ambulancia pero para no variar el móvil
también estaba en el coche, así que me dirigí a él llamándole y haciendo señas
para ver si respondía. Vi que se movía ligeramente y entonces entendí que había
que reaccionar rápido por lo que grité algo a Lidia:



-¡Aquí
hay alguien y creo que está herido, hay que llamar a una ambulancia!-



Justo
al decir esas palabras noté una enorme presión sobre mi cuello y algo que me
atenazaba y tiraba de mí sin dejarme respirar, intentaba sacarme aquello fuera lo que fuera, empujando hacia el exterior, pero lo que
tiraba de mí era el brazo del conductor intentando llevarme hacia dentro. No
podía pensar, seguramente porque ni la sangre ni el oxígeno llegaban al cerebro, pero había algo en lo que
habitualmente no pensé y que tuve entonces claro; el cinturón puede salvar vidas; en ese
momento estaba salvando la mía. De no ser porque el tipo estaba atado al
asiento ahora estaría muerto no me cabe duda. Con todo hubo otro terrible
detalle que me hizo creer que había llegado mi hora. Para mi más profunda
desesperación el Ford fiesta empezaba a arrancar dejándome tirado, no me
quedaba más remedio que aceptar que todo se acababa, la cabeza del tipo se
intentaba echar encima de mí para hincarme sus dientes y no podría contenerlo
demasiado tiempo más. Estaba convencido de que iba a morir, pero con todo me
entristecía mucho más la reacción de Lidia; me parecía que el género humano no
tenía solución y que realmente me había arriesgado por alguien que ahora me
dejaba en la estacada. Tal vez fuera miedo, tal vez ansia de supervivencia,
puede que incluso en lo más profundo hasta pudiera entenderla, pero la cuestión
es que sentía una profundísima pena. Y en ello estaba cuando volví a escuchar
el ruido del motor haciendo el coche derrapar para volver, Lidia salió
agarrando la porra que utilizo para trabajar y que yo dejé en el asiento de
atrás. Con toda la decisión que su cuerpo tembloroso le permitía golpeó los
brazos del tipo hasta que pudo soltarme y sin pensarlo nos volvimos a introducir
en el coche para meter pies en polvorosa.






Una
vez dentro del coche había muchas cosas que quería gritar a Lidia, quería
preguntarle porque pretendía dejarme tirado, en qué pensaba y si era el
remordimiento lo que le hizo volver. Tenía necesidad de hablarle, pero no le
dije nada. Si no lo hice fue en buena medida por el estado en que la encontré.
Lidia parecía enormemente enferma, su tez presentaba una horrible palidez
facial, sudaba a chorros y además sus temblores se estaban volviendo más
pronunciados. Pero para mí fue todavía más inquietante el hecho de que por
primera vez y sin que se lo pidiera fuera Lidia la que hablara.



-Perdona,
perdona de verdad, no sé qué coño es
esto que tengo, no sé lo que me está pasando, me estoy volviendo loca y estoy
desesperada. No soy ninguna heroína, soy una tía normal, trabajo de camarera en
una discoteca, tenía miedo ¿vale? Mucho miedo, no sé si sabes lo que es eso
pero supongo que sí. Quiero llegar al puto hospital, estoy muy enferma y no sé
lo que me pasa, estoy empezando a no poder pensar con claridad y además…..-



-Además
¿qué? Lidia-



-Para
el coche-



Y
se lanzó a mi cuello literalmente. Algo que he soñado durante tanto tiempo y me
ocurrió de la manera más inesperada, fue sin duda el muerdo más salvaje que me
han dado en toda mi vida, hasta me arranco un pequeño trocito de piel y me
provocó una pequeña herida. Después paró, me pidió disculpas de corazón y yo le
dije que no tenía por qué pedir perdón, me explicó que tuvo un impulso
irrefrenable y lo entendí. Entonces me dijo que tenía mucho frío que le dejara
mi cazadora, se la puso encima y me pidió que me diera prisa por llegar a La
Laguna y que la avisara al llegar al hospital. Después se quedo dormida.



Ahora
voy conduciendo en mitad de la noche, intentando explicarme a mí mismo todo lo
que me ha ocurrido. No soy tan rápido asimilando las cosas como el resto de la
gente, eso es cierto, lo reconozco. Pero eso no me convierte en un idiota, por
eso no estoy del todo contento. Siempre he soñado que una mujer bonita se me
lanzara al cuello, pero esta vez no estoy seguro de que haya sido bueno. Estoy
empezando a coger una fiebre tremebunda
y mi cuerpo y mi mente están teniendo sensaciones muy raras. Lidia tiene los
labios morados y la piel como el mármol pero sigue temblando y ahora está
castañeando los dientes.



Estoy
bastante harto de que todo el mundo piense que soy idiota. Es cierto que
normalmente necesito un poco más de tiempo para coscarme de las cosas, pero eso
no significa necesariamente que sea tonto. Por eso ahora igual que Lidia estoy
deseando que el camino acabe y lleguemos
de una vez al maldito hospital.
lestatz
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Recien llegado al refugio
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